miércoles, 26 de febrero de 2014

CARNAVAL - IMÁGENES Y REFLEXIONES

Las imágenes siempre enseñan, porque  a   veces tenemos dificultad para comprender completamente las cosas.
Hoy encontré esta foto del Carnaval en Roma, del año de 1858, y recordé haber leído algo del Santo Cura de Ars sobre el carnaval y las danzas.  Sabemos que San Juan Mª Vianney nació en Dardilly, en el departamento  de Ródano, Francia, el 8 de mayo de 1786 y descansó en Dios en la ciudad de Ars-sur-Formans el 4 de agosto de 1859, por lo que este diseño es de los tiempos del santo francés.

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Observamos en ella la modestia en las ropas de la época, sobre todo comparadas con las de la actualidad,   las que hoy en día se usan en el Carnaval, en baladas,  en las graduaciones o en casi todos los eventos mundanos, al igual que para asistir a  bodas en las Iglesias Católicas!
No publicaré aquí fotografías que muestran  la inmodestia e indecencia, porque es totalmente innecesario, y aquí hay un consejo a los blogueros católicos que quieran publicar textos sobre lo dañino del Carnaval para las almas, quienes acaban ilustrándolos con imágenes que no deberían ver los ojos de los cristianos.
Sed puros, nos exhortan los Santos, incluso en las miradas!!!
La moda en sí no es un mal, hay detrás de ella todo una estructura que implica la economía tanto de los grandes centros industriales como de pequeñas poblaciones de productores de determinados  tipos de fibras o colorantes.
Usted estará de acuerdo en que las cosas cambian; si  ya no vivimos en las cavernas y no necesitamos cubrirnos con pieles, también es aceptable que el vestido también cambie, y “se actualice” por decirlo así. Después de todo, si tuviéramos  todo a fuego y espada – como pretenden los jansenistas, queriendo ajustar a las personas conforme a sus pensamientos, palabras y acciones -  todos deberíamos vestir como Jesús y María… Entonces hasta el Santo Cura de Ars estaría equivocado!!!
Véase, pues, que el sentido común es la palabra clave en todo. Hasta en la moda. Un buen católico no necesita vestirse como si viviese en 1940!!! O antes… No está prohibido, pero pareciera que se entiende que la  modestia es exclusivamente algo exterior.  Se asemejaría a aquellos sacerdotes que, ni aquí ni allá, celebran la Misa en latín porque “les parece hermosa” o quienes “ la prefieren”… Como si fuese un acto teatral simplemente.
La modestia nace en el interior, Y no surge de la nada, ni por imposición (obediencia) ciega, sino de la oración y de la lectura piadosa de los buenos libros de los Santos acerca de la modestia; del convencimiento, de que definitivamente así agrada más a Dios.
La precipitación en volverse modesta de la noche al día puede hacer que se cometan algunos errores – y acabar pareciendo más protestantes que los protestantes – o que sea sólo algo superficial, lo que no deja de ser frívolo! Y entonces vemos un arrastras las faldas de ida y vuelta sin grandes cualidades ni virtudes interiores, con las consecuencias previsibles, con el daño predecible para el alma. Y el primer efecto fácilmente perceptible  es una inmensa falta de caridad para con las jóvenes y señoras que vienen a Misa por primera vez y que acaban siendo el blanco de las miradas llenas de desprecio, e incluso a veces siendo expulsadas de la iglesia!!! ¿No sería más cristiano   si alguien educada y cortésmente les informara, o mejor todavía, les ofreciera un paño para cubrirse?
Definitivamente, el tema es el CARNAVAL y las demás fiestas mundanas, a las cuales los católicos no asisten pero terminan por estar involucrados, porque, en esos días vergonzosos para la humanidad, son obligados a ver lo que no desearían, sólo por salir a la calle, por algún compromiso u obligación. Sin hablar del Internet o la televisión, para quienes todavía ven televisión.

Falta poco para un Carnaval más, en marzo, una fiesta más de adoración al Demonio, con el sacrificio de millares, quizá millones de almas, que pierden la pureza y la castidad, que se embriagan y/o se drogan, que danzan frenéticamente,  que se desnudan de las ropas y de las virtudes. ¿Y cuáles son las consecuencias inmediatas? Accidentes de tráfico, en los cuales las personas acaban muriendo sin tener tiempo de reconciliarse con Dios. Pero sobre todo el sexo (consentido o no), el embarazo “indeseado” y los abortos consiguientes…

Y lo que más escándalo causa, como si todo lo anterior no fuese bastante, es que entre los juerguistas hay (pseudo) católicos. Católicos con todo tipo de adjetivos: modernistas, progresistas, carismáticos, de domingo solamente, no practicantes… Es decir, que ostentan el nombre de CATÓLICOS y sus actos  afectan a la Iglesia en su totalidad.

El miércoles de Ceniza (el 5 de marzo), estarán allá para recibir las cenizas y el perdón por los “crímenes premeditados”, porque pecar pensando en confesarse después… es un pecado premeditado!!!

Yo me pregunto lo que diría San Juan Mª Vianney si presenciara la mundanidad de nuestros tiempos. Luchó enérgicamente durante 25 años para acabar con las danzas en su pequeño Ars… Obtuvo éxito y, hoy, está todo peor, mucho peor.

¡En qué tiempos trastornados vivimos! ¿Hasta cuándo, Señor mío? ¿Hasta cuándo?

Para nuestra reflexión dos textos. Uno abajo, sobre el Santo de Ars y otro, un articulo publicado anteriormente, ver enlace abajo, de un texto de San Alfonso María de Ligorio: Los Dolores de María. Meditación para los días de Carnaval.

Ars era el lugar predilecto de los bailarines jóvenes de los barrios. Todo era pretexto para bailar. Para terminar con ello, el Santo Cura de Ars sostuvo 25 años de duro combate.

Explicaba que no basta evitar el pecado, además se debe huir de las ocasiones de pecar. Por eso decía: el pecado y la ocasión de pecado son la misma maldición. Atacaba así al mismo tiempo la danza y la pasión impura fomentada por ella: “No hay un solo mandamiento de la Ley de Dios que el baile no transgreda. […] Dios Mío, ¿podrán ser tan ciegos al punto de creer que no hay mal  en la danza, cuando ésta  es la cuerda con que el demonio arrastra más almas al infierno? El demonio rodea un baile como un muro cerca un jardín.  Las personas que entran en un salón de baile dejan en la puerta a su Ángel de la Guarda, y el demonio lo sustituye, de suerte que hay tantos demonios cuantos son los que danzan.”

El Santo era inexorable no solamente con quienes bailaran, sino con los que solamente asistieran al baile, pues la sensualidad también entra por los ojos.  Les negaba la absolución, a menos que prometieran nunca más hacerlo.  Al reformar la Iglesia, erigió un altar en honor de San Juan Bautista, y en su arco mandó tallar la frase: Su cabeza fue el precio de una danza!… Es de destacarse que los bailes de la época, en comparación con los de hoy, sobre todo de los           saltos frenéticos e inmorales del carnaval y las nuevas danzas modernas, eran algo inocentes, Pero era el comienzo que disparó nuestros bailes actuales.

La victoria del Padre Vianney en este campo fue total. Los bailes desaparecieron de Ars. Y no sólo los bailes, hasta algunas diversiones inofensivas que él juzgaba indignas de buenos católicos.
Junto a estos combatió también las modas que juzgaba indecentes en la época ( y que, frente al casi nudismo actual, podrían ser consideradas recatadas!). Las jóvenes, decía “con sus atractivos rebuscados e indecentes, luego darán a entender que son un instrumento del que se sirve el infierno para perder sus almas.  Solamente en el tribunal de Dios se sabrá el número de pecados de los que ellas fueron  causantes.” En la Iglesia, jamás se toleraron los escotes y los brazos desnudos


Visto en: Pale Ideas

martes, 25 de febrero de 2014

PASAJES DE LA BIBLIA


El hombre nacido de mujer vive corto tiempo y está repleto de muchas miserias (Job.14.1). Nosotros padecemos justamente por nuestros pecados, pero Este ningún mal ha hecho (Lc.23,41). Todos los que quieran vivir piadosamente, siguiendo a Cristo, padecerán persecuciones (2 Tim.3,I2). Habéis de alegraros en la medida en que participáis en los padecimientos de Cristo, para que en la revelación de su gloria exultéis de gozo (1Ped.4,13). 

Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros (Rom. 8,18). Pues por la momentánea y ligera tribulación Dios nos prepara un peso eterno de gloria incalculable (2 Cor.4,17). 

domingo, 23 de febrero de 2014

LA VIRTUD DE LA HUMILDAD (XVII)


CAPÍTULO 17 

Declarase más la perfección a que hemos de procurar 
subir en este segundo grado de humildad. 

San Juan Clímaco añade otro punto a lo dicho, y dice que así como los soberbios aman tanto la honra y estimación, que para ser más honrados y estimados de los hombres, muchas veces fingen y dan a entender lo que no tienen, como más nobleza o más riqueza, y más habilidades y partes de las que tienen, así es altísima humildad que llegue uno a tener tanto deseo de ser despreciado y tenido en poco, que para alcanzar esto procure en casos fingir y dar a entender algunas faltas que no tenga, para que así sea tenido en menos. Tenemos, dice, en esto ejemplo en aquel Padre Simeón, que oyendo que el Adelantado de la provincia le venía a visitar como a varón famoso y santo, tomó en las manos un pedazo de pan y queso, y asentado a la puerta de su celda, comenzó a comer aquello a manera de tonto; y visto esto, el Adelantado le despreció; de lo cual quedó él muy contento, porque alcanzó lo que pretendía. Y de otros Santos leemos ejemplos semejantes: como de San Francisco, cuando se puso a amasar el barro con los pies para huir la honra y recibimiento que le querían hacer; y de fray Junípero, cuando se puso a columpiar con los muchachos por el mismo fin.  

Miraban estos Santos que el mundo despreció al Hijo de Dios, que es sumo e infinito Bien; y viendo que el mundo es tan mentiroso y falso, y que fue engañado en no conocer una tan clarísima luz, como era el Hijo de Dios, y en honrar al que era verdaderísima honra, toman tanto odio y aborrecimiento con el mundo y su estimación, que reprueban aquello que el mundo aprueba, y aquello aprecian y aman que el mundo aborrece y desprecia; y así huyen con mucho cuidado de ser preciados y estimados de quien despreció a su Dios y Señor, y tienen por grande señal de ser amados de Cristo el ser despreciados del mundo con El y por Él. Esta es la causa por qué gustaban tanto los Santos de los oprobios y deshonras del mundo, y hacían tantos ensayos para alcanzar este desprecio. Verdad es, dice San Juan Climaco, que muchas cosas de éstas fueron hechas por particular instinto del Espíritu Santo, y así más son para admirarnos de ellas que para imitarlas; sin embargo, aunque no lleguemos a hacer con efecto aquellas locuras santas que hacían los Santos, habemos de procurar imitarlos en el amor y deseo grande que tenían de ser despreciados y tenidos en poco. 

San Diádoco pasa adelante y dice que hay dos maneras de humildad: la primera es de los medianos que van aprovechando, pero están todavía en pelea, y son combatidos de pensamientos de soberbia y de malos movimientos, aunque procuran con la gracia del Señor resistirlos y desecharlos humillándose y confundiéndose. Otra humildad hay de perfectos, y es cuando el Señor comunica a uno tanta luz y conocimiento de sí mismo, que le parece que ya no se puede ensoberbecer, ni parece que le pueden venir movimientos de soberbia y elvación, entonces tiene el ánima una humildad eterno natural, que aunque obra grandes cosas, no se levanta nada por eso, ni se tiene en más, sino antes se tiene por menor de todos. Y entre estas dos maneras de humildad hay, dice, esta diferencia, que la primera comúnmente está con dolor y con alguna tristeza y pena, al fin como en gente que no ha alcanzado perfecta victoria de sí mismos, sino que todavía siente en sí alguna contradicción, que ésa es la que causa la pena y tristeza, cuando se ofrece la ocasión de la humillación y desestima, y lo que hace que aunque la lleve con paciencia, no la lleve con alegría, porque todavía hay allá dentro quien haga alguna resistencia por no estar acabadas de vencer las pasiones. Pero la segunda humildad no está con pena ni dolor alguno, antes con mucha alegría se está uno en aquella confusión y vergüenza delante del Señor, y en aquella desestima y desprecio de sí mismo, como quien no tiene ya quien le haga resistencia, por haber vencido y sujetado las pasiones y vicios contrarios, y alcanzado perfecta victoria de sí mismo. 

Y de ahí es también, dice el Santo, que los que tienen la primera humildad, se turban y mudan con las adversidades y prosperidades y diversos sucesos de esta vida; pero los que tienen la segunda humildad, ni las cosas adversas les turban, ni las prósperas les desvanecen ni engríen, ni causan en ellos vano contentamiento, sino siempre permanecen en su ser y gozan de grande paz tranquilidad, como gente que ha alcanzado la perfección y es superior a todos esos sucesos. Al que desea ser tenido en poco y se huelga con eso, no hay cosa que le inquiete, ni le dé pena; porque si lo que le podía dar alguna, que es ser olvidado y desestimado, eso desea él y ese es su gusto y contento, ¿qué le podrá inquietar, ni dar pena? Si en aquello en que los hombres parece que le podían hacer guerra siente él mucha paz, nadie le podrá quitar su paz. Y así, dice San Crisóstomo que este tal ha hallado paraíso y bienaventuranza en la tierra. [¿Porque quién más dichoso que el que se halla en ese estado? Este tal está perennemente de asiento en el puerto, libre de toda borrasca, y goza de la serenidad y bonanza de sus pensamientos]. 

Pues a esta perfección de humildad hemos de procurar llegar. Y no se nos haga esto imposible, porque con la gracia de Dios, dice San Agustín, no solamente los Santos, sino al Señor de los Santos podemos imitar, si queremos; porque el mismo Señor dice que aprendamos de El (Mt., 11, 29). [Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón]. Y el Apóstol San Pedro dice que nos dio ejemplo para que le imitemos (1 Pedro 2, 21): [Cristo padeció por nosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas]. San Jerónimo, sobre aquellas palabras de Cristo [Si quieres ser perfecto] (Mt., 19. 21), dice que de estas palabras se colige manifiestamente que está en nuestra mano ser perfecto, pues Cristo dice, si queréis: Porque si dijereis, no tengo fuerzas, bien sabe Dios de nuestra flaqueza (Prov., 24, 12). y con todo eso dice que podréis, si queréis, porque Él está a punto para ayudarnos, si nosotros queremos, y con su ayuda todo lo podremos. 

Vio Jacob una escala, dice el Santo, que llegaba desde la tierra al Cielo, y que subían por ella ángeles y bajaban, y al fin de la escala, en lo alto de ella, estaba sentado el Todopoderoso Dios, para dar la mano a los que subían, para animarlos al trabajo de la subida con su presencia. Pues procurad vos subir por esta escala y por estos grados que hemos dicho, que Él os dará la mano para que lleguéis hasta el último escalón. Al caminante que ve de lejos algún puerto muy alto, parécele imposible la subida; mas cuando llega cerca, y ve el camino hollado, hácesele muy fácil. 


EJERCICIO DE PERFECCIÓN Y 
VIRTUDES CRISTIANAS.
Padre Alonso Rodríguez, S.J.

sábado, 22 de febrero de 2014

DICHOS DE SANTOS


San Pablo llama príncipes a los demonios; pero para que no creáis que son príncipes del cielo y de la tierra, los llama solamente príncipes del mundo; esto es, príncipes de los amantes del mundo, del mundo lleno de tinieblas, del mundo de los impíos y de los malos, del mundo del que se dice en el Evangelio que al presentarse Jesucristo en él, este mundo no le conoció. Son los príncipes de aquel mundo contra el cual el Salvador lanzó el aterrador anatema: ¡Vae mundo! Desgraciado mundo!.... Por lo que dice en otra parte: Padre mio, no ruego por el mundo (S.Agustín in Ps.54). 

Jesucristo ha venido y ha encadenado al demonio. Pero, me diréis: Si está encadenado ¿por qué es todavía tan poderoso? Es verdad, hermanos míos, que todavía es muy poderoso; pero no reina más que sobre los tibios, los negligentes y los que no temen verdaderamente a Dios. (S.Agustín Serm.1978). 

El diablo vive de estos dos males: La soberbia y la envidia... Si estamos con Dios venceremos al diablo; si luchas tu solo con el diablo, sucumbirás..... Dios no permite que el demonio tiente a los fieles, sino en lo preciso para su adelantamiento espiritual (S.Agustín De s.virgin.,1,31; y 1 Jn.4,3). 

Cristo venció al diablo, y lo venció por ti, y para ti y en tí.... Estad sobre aviso, vendrá el lobo, el diablo, que muchas veces induce a apostasía a aquellos fieles que no se robustecen con la Eucaristía (S.Agustín in Ps.149,10).

CUESTIONES TEOLÓGICAS, Nº 5


CONCILIO VATICANO I

CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA

«FILIUS-DEI»

SOBRE LA FE CATÓLICA

[…]

CAPÍTULO 2

SOBRE LA REVELACIÓN

La misma Santa Madre Iglesia sostiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza a partir de las cosas creadas con la luz natural de la razón humana: «porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de lo creado»[11].

Plugo, sin embargo, a su sabiduría y bondad revelarse a sí mismo y los decretos eternos de su voluntad al género humano por otro camino, y éste sobrenatural, tal como lo señala el Apóstol: «De muchas y distintas maneras habló Dios desde antiguo a nuestros padres por medio los profetas; en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo»[12].

Es, ciertamente, gracias a esta revelación divina que aquello que en lo divino no está por sí mismo más allá del alcance de la razón humana, puede ser conocido por todos, incluso en el estado actual del género humano, sin dificultad, con firme certeza y sin mezcla de error alguno.

Pero no por esto se ha de sostener que la revelación sea absolutamente necesaria, sino que Dios, por su bondad infinita, ordenó al hombre a un fin sobrenatural, esto es, a participar de los bienes divinos, que sobrepasan absolutamente el entendimiento de la mente humana; ciertamente «ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó lo que Dios preparó para aquellos que lo aman»[13].

Esta revelación sobrenatural, conforme a la fe de la Iglesia universal declarada por el sagrado concilio de Trento, «está contenida en libros escritos y en tradiciones no escritas, que fueron recibidos por los apóstoles de la boca del mismo Cristo, o que, transmitidos como de mano en mano desde los apóstoles bajo el dictado del Espíritu Santo, han llegado hasta nosotros»[14].

Los libros íntegros del Antiguo y Nuevo Testamento con todas sus partes, según están enumerados en el decreto del mencionado concilio y como se encuentran en la edición de la Antigua Vulgata Latina, deben ser recibidos como sagrados y canónicos. La Iglesia estos libros por sagrados y canónicos no porque ella los haya aprobado por su autoridad tras haber sido compuestos por obra meramente humana; tampoco simplemente porque contengan sin error la revelación; sino porque, habiendo sido escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios por autor y han sido confiadas como tales a la misma Iglesia.

Ahora bien, ya que cuanto saludablemente decretó el concilio de Trento acerca de la interpretación de la Sagrada Escritura para constreñir a los ingenios petulantes, es expuesto erróneamente por ciertos hombres, renovamos dicho decreto y declaramos su significado como sigue: que en materia de fe y de las costumbres pertinentes a la edificación de la doctrina cristiana, debe tenerse como verdadero el sentido de la Escritura que la Santa Madre Iglesia ha sostenido y sostiene, ya que es su derecho juzgar acerca del verdadero sentido e interpretación de las Sagradas Escrituras; y por eso, a nadie le es lícito interpretar la Sagrada Escritura en un sentido contrario a éste ni contra el consentimiento unánime de los Padres.

[…]

[11] Rom 1,20.
[12] Heb 1,1ss.
[13] 1Cor 2,9
[14] Concilio de Trento, sesión IV, dec. I.

[…] 

jueves, 20 de febrero de 2014

TEOLOGÍA BERGOGLIANA: ENTRE ANTROPOLOGÍA Y SUBJETIVIDAD


Nota publicada por: "Sí Sí No No" versión original italiana, nº 15 del 15 de setiembre 2.013 pág. 8, firmada por "Romanus"

Traducido por Cristina pallero.

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En el viaje entre Río de Janeiro y Roma, el papa Francisco ha concedido una charla por casi dos horas, a los periodistas que lo han interpelado "de omnibus rebus et de quibusdam aliis".

Respecto a la vocación de la mujer en la Iglesia, el Papa ha dicho-con  sorpresa- que la Iglesia tiene necesidad de una "teología de la mujer". Él no daba a entender de referirse  a una teología que fuese elavorada por mujeres, porque las teólogas abundan ya en todo el mundo (De Nueva York a Pechín, de Roma a Manila) con absoluta evidencia de muestras de ningún valor propiamente teológico (o, más simplemente, científico), y ninguna en la Iglesia siente la necesidad de otras proclamaciones publicitarias, de otras mujeres como "doctoras de la Iglesia". Entendía en cambio, referirse a una teología que tenía como objeto la mujer.

La sopresa causada por el papa Francisco venía sobre todo del hecho que el Papa tiene expresamente admitido que una gran luz viene propiamente de la Maternidad divina de María: ciertamente él sabe que la teología mariológica está desarrolladísima y que por eso la Iglesia no tiene necesidad de una "teología de la mujer": basta aplicar a la mujer cristiana la luz que proviene de la misión mediadora y correndentora de la Santa Madre de Dios en el Cuerpo Místico, misión destacada de las luces de Fátima (de la cual Bergoglio se dice devoto).

Pero el choque ha crecido cuando el Papa  ha pasado, en el contexto indicado, a exaltar "el heroísmo de las mujeres paraguayas" las cuales en 1.869 se hicieron protagonistas de una extrema decisión patriótica. Ya que la patria se había quedado (a causa de los eventos bélicos) privada de hombres adultos; reducidos a 29.000 (sobre una población activa de 220.000 habitantes); las mujeres decidieron de producir el número más grande de hijos (evidentemente también fuera del cuadro matrimonial).

Es evidente que la calificación de "heroísmo" patriótico no basta avalar como cristiano el comportamiento de aquellas mujeres, incluso bautizadas.

Ninguna teología cristiana puede justificar el "adelantamiento" del matrinonio monogámico y la instrumentalización de la relación sexual a los fines patrióticos.

El haber invocado una "teología de la mujer" para avalar decisiones femeninas "autocríticas" como aquellas paraguayas significa que se quiere una antropología feminista basada no ya sobre la revelación propuesta del Génesis y del Apocalipsis; sino sobre  la subjetividad (o sea sobre el objetivismo) de la mujer, según la lógica del trascendentalismo  alemán aceptado largamente también entre los eclesiásticos argentinos.
                                                            

martes, 18 de febrero de 2014

VISIONES DE SANTA CATALINA DE SIENA


Santa Catalina de Siena tuvo, como tantos otros santos, visiones del Purgatorio, y también del infierno. Aqui reproducimos una breve narración de una de sus experiencias místicas. 

»-¿Qué vio usted, madre, durante ese tiempo y por qué retornó su alma al cuerpo? -le pregunté de nuevo-. Le pido encarecidamente que no me oculte nada. 

»-Sepa, Padre -me contestó-, que mi alma penetró en un mundo desconocido y vio el premio de los justos y el castigo de los pecadores. Pero aquí me falla la memoria y la pobreza del lenguaje me impide hacer una descripción adecuada de esas cosas. Sin embargo le diré lo que pueda. Tenga la seguridad de que vi la ESENCIA divina y por eso sufro tanto al verme de nuevo encadenada al cuerpo. Si no me lo impidiese el amor a Dios y al prójimo, moriría de dolor. Mi gran consuelo está en sufrir porque tengo la seguridad de que mis sufrimientos me permitirán una visión más perfecta de Dios. De aquí el que las tribulaciones, en lugar de resultarme penosas, constituyen para mí una delicia. Vi los tormentos del infierno y los del purgatorio; no existen palabras con que describirlos. Si los pobres mortales tuvieran la más ligera idea de ellos, sufrirían mil muertes antes que exponerse a experimentar uno de esos tormentos por espacio de un solo día. Vi en particular los tormentos que sufren aquellos que pecan en el estado del matrimonio no observando las normas que él impone y buscando en él únicamente los placeres sensuales». Y como yo le preguntase por qué este pecado, que no es en sí peor que los demás, recibe tan duro castigo, me dijo: «-Porque se le presta poca atención y por consiguiente produce menos contrición y se comete con mayor facilidad. Nada hay tan peligroso como una falta, por pequeña que sea, cuando quien la comete no la purifica cuidadosamente con las aguas de la penitencia». 

Catalina prosiguió después con lo que había comenzado. «Mientras mi alma contemplaba estas cosas, mi esposo celestial me dijo: ‘-Ves la gloria que pierden y los tormentos que sufren quienes me ofenden. Vuelve por consiguiente a la vida y muéstrales lo extraviados que están y el terrible peligro que los amenaza’. Y como mi alma se mostrase horrorizada ante el pensamiento de retornar al mundo, el Señor agregó: ‘-Lo exige así la salvación de muchas almas; en lo sucesivo ya no vivirás como antes. Abandonarás tu celda y continuamente irás de un lado a otro a través de la ciudad a fin de salvar muchas almas. Yo cuidaré de ti; te traeré y te llevaré; te confiaré el honor de mi SANTO NOMBRE y tu enseñarás mi doctrina a altos y a bajos, a legos, a sacerdotes y monjes; te daré un don de palabra y de sabiduría al que nadie podrá resistir. Te pondré en presencia de los Pontífices y de los gobernantes, tanto de la Iglesia como del pueblo para confundir así la arrogancia de los poderosos’. Mientras Dios se dirigía de esta manera a mi alma, me encontré de pronto, sin poder explicarme cómo, unida al cuerpo. Entonces me acometió una gran pena y vertí copiosas lágrimas durante tres días y tres noches; siempre que recuerdo esto no puedo reprimir los deseos de llorar, y, Padre, no se admire de esto: ¿puedo acaso evitar que mi corazón se sienta destrozado al recordar la gloria que llegué a poseer y de que ahora me siento privada? La salvación de mi prójimo es la causa de esto; si yo amo tan ardientemente a las almas cuya conversión ha puesto el Señor en mis manos, es porque me han costado muy caro. Me han separado de Dios; me han privado del goce de su gloria por un tiempo que todavía me es desconocido». 

Una vez que Dios me hubo concedido la gracia de escuchar estas cosas, me he preguntado si no sería mi deber el publicarlas en una época en que el egoísmo hace a los hombres tan ciegos y tan incrédulos. Mis hermanos y hermanas en el Señor se opusieron a que las publicase en vida de Catalina. Pero ahora que ella se ha ido a la mansión de los bienaventurados, me creo obligado a hablar con el fin de que tan gran milagro no deje de ser conocido por mi culpa. 

viernes, 14 de febrero de 2014

CONTRIBUCIÓN A LA CANONIZACIÓN DE PABLO VI


El filomodernista

Hace años, Pablo VI, participando el Congreso Eucarístico de Pisa, celebraba allí la Santa Misa, durante la cual se permitía una variante de su genio. Después de haber pronunciado la fórmula de la consagración «Hoc est enim corpus meum» agregaba de manera muy clara la expresión: «É qui» (1). Si hubiese pretendido traducir de tal modo al italiano la fórmula latina, habría cometido ciertamente un grave error teológico. A decir verdad, nadie sabe exactamente qué había pretendido. Entre los que lo oyeron hubo quien se quedó admirado y receloso. 

De hecho, desde hacía mucho tiempo se conocía su filomodernismo. Ya mientras frecuentaba como alumno externo el seminario de Brescia, dedicándose más a la literatura que a la filosofía tomista y a la teología católica, realizaba intercambios culturales con personajes notoriamente modernistas; y luego, de sacerdote, era frecuentador asiduo del salón milanés del conde Tommaso Gallarati Scotti, lugar de encuentro de los exponentes del modernismo del país y del de fuera. Muy pronto en Roma, algunos eclesiásticos avisados, entre los cuales se encontraba el Cardenal Marchetti Selvaggiani, Vicario de Roma, lo consideraban como persona cuyo comportamiento práctico y doctrinal había que vigilar, como persona a la que se atribuían, sin hacerle injusticia, intenciones que causaban inquietud (cfr. carta de Montini a su Obispo fechada el 19 de marzo de 1933, en Fappani-Molinari: Montini giovane). 

De hecho, apenas pudo hacerlo, dejó sin efecto el juramento antimodernista, espada de Damocles que durante demasiado tiempo había visto colgar sobre su cabeza; desmanteló el baluarte antimodernista del Santo Oficio; a través de la Radio Vaticana (4 y 6 de septiembre de 1977) y de L´Osservatore Romano (8 de septiembre de 1977) no vaciló en denigrar al gran acaudillador de la guerra antimodernista, San Pío X; olvidando el catolicismo, promovió el ecumenismo modernista, utópico y herético; restableció en sus cátedras en el Instituto Bíblico a profesores ya expulsados conforme a la condena del Santo Oficio (cfr. si si no no-edición italiana año XI, n 14, pág. 2); se puso de parte de pseudoteólogos deletéreos, como Schillebeeckx, Chenu, Congar, Rahner, Küng. Sí, también de parte de Hans Küng, que podrá declarar haber sentido sobre sí la mano protectora de Pablo VI. 

Mano tendida al comunismo y a la masonería 

Es notoria la causa que indujo a Pío XII a alejar del Vaticano al entonces monseñor Montini, enviándolo a Milán como Arzobispo, pero negándole el cardenalato, a pesar de que tal distinción estuviese ligada a tal sede: Montini había entablado negociaciones, a espaldas de Pío XII, con el gobierno de Moscú (cfr. si si no no-edición italiana año XI, n 7, pág. 5 y año XI, n 11, págs. 1 y ss.). 

Como Pontífice, durante el Concilio Vaticano II, hizo oídos sordos a las repetidas instancias de centenares de Padres conciliares, que exigían un documento contra el peor enemigo de la cristiandad y del género humano, el comunismo; y sirviéndose de monseñor Glorieux, impidió que los documentos relativos a tal petición llegaran a la comisión conciliar a que estaban destinados. Complaciendo, como siempre, al gobierno de Moscú, obligó al cardenal Mindszenty a dejar Hungría para ir a Roma, y poco después le destituía bruscamente, y sin aducir motivo creíble, de cualquier cargo (cfr. J. Mindszenty, Memorias). 

Sí, indudablemente se hizo la ilusión de poder entablar relaciones de buena vecindad con Moscú y también relaciones de convivencia pacífica, incluso de colaboración de hecho con la masonería. Piénsese en el homenaje rendido por él a la Organización de las Naciones... Unidas en el ideal masónico, y en el culto que, serio y convencido, rindió en el Panteón de la O.N.U. a no se sabe bien qué Vanidad. Ya antes había confiado a Bugnini la ejecución de la revolución litúrgica. A Bugnini a quien Juan XXIII había alejado del Ateneo Pontificio en el que enseñaba. A Bugnini, alejado de Roma por el mismo Pablo VI, porque -se dijo- su pertenencia a la masonería se había hecho ya demasiado notoria. 

La utopía ecuménica 

La utopía ecuménica sugirió las palabras y dirigió las acciones de Pablo VI: «Nosotros -decía a los peregrinos el 19 de enero de 1978- nos hemos acostumbrado a una paradójica situación, la de creernos cristianos auténticos aun si las divisiones entre cuantos se dicen cristianos siguen de hecho». En consecuencia, ¡ni siquiera los Santos canonizados por él habrían sido auténticos cristianos! La utopía ecuménica, miope, ciega, lo indujo a sustituir la santa Misa por un sucedáneo tolerable para ciertos protestantes, escandaloso para los grecocismáticos, causa de cisma entre los mismos católicos, puesto que el sello de la unidad católica es la santísima Eucaristía, caracterizada como católica por un sacerdote que actúa «in persona Christi» (2); por la presencia real del Verbo encarnado, debida a la eficacia de las fórmulas de la consagración, «et quidern» (3) presente realmente como sacerdote y víctima en el acto sacrificial que la muerte sobrevenida selló para la eternidad en la perfección «consummata» (4) luego que en la cruz «inclinato capite, tradidit spiritum» (5). 

Pues bien ¿cómo son puestos de manifiesto por el Novus Ordo Missae de Pablo VI estos tres caracteres, sin los cuales no puede subsistir una Eucaristía católica? De hecho al sacerdote que actúa «in persona Christi» sustituye el presidente de la asamblea; después de la «narración de la Cena» quiere que la asamblea declare que espera «Su venida», lo que constituye negación de la Presencia Real; y al sacrificio de la Cruz sobrepone una insípida cenita simbólico-conmemorativa no se sabe bien de qué. El cardenal Benelli, no mordiéndose la lengua, hubo de declarar al presidente de la confederación internacional «Una Voce» que la Misa tradicional era incompatible con la nueva eclesiología, salida del Concilio Vaticano II. Dijo sin medias palabras la verdad, una horripilante verdad, puesto que no puede cambiar la eclesiología sin que cambie su objeto específico: la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo a la cual Pablo VI sustituyó impertérrito por su Iglesia ecuménica, acabada de estrenar y por lo mismo necesariamente cismática respecto a la Iglesia fundada por el Señor. 

«Experto en humanidad» 

La ilusión ecuménica y la exaltación modernista pueden haberle impedido advertir plenamente -¡esperemos!- la enormidad del sacrilegio que perpetraba. Pero es propio del modernista, como precisó San Pío X, marchar impertérrito hacia su propia meta utópica, con las anteojeras que se ponen a las bestias de carga, pisoteando sin pestañear los más precioso tesoros de la santa Tradición católica, despojando de ellos a los fieles y ofendiéndolos en sus más sacrosantos sentimientos, indiferente a sus protestas, impasible ante sus súplicas y ante sus lágrimas. ¿Experto en humanidad? ¿No sería mejor decir que estaba patológicamente persuadido de que podía desviarla con dos fueguecitos artificiales y enredarla con cuatro sofismas? 

¿Experto en humanidad? ¿Era esto una ilusión o era una mentira? Ciertamente estuvo profundamente convencido de que se podía engañar a la humanidad entera, desde el primer hombre hasta el último y profundamente persuadido de que poseía el arte de engañar a cualquiera. De aquí su doblez, de suerte que se pudo afirmar que sus conmovidas exhortaciones, sus elocuentes discursos, su mismo testamento «firent comme l'écran qui cachait la réalité et était destiné á endormir les braves gens» (fueron como la pantalla que ocultaba la realidad de los hechos y estaba destinada a engañar a los simples) (Introibo octubre de 1978). 

Declarando que «También nosotros (la Iglesia católica) tenemos el culto al hombre» (diciembre de 1965), «también nosotros somos una democracia en la cual el poder brota de la comunidad» (enero de 1971), declaraba dos formidables errores teológicos. Y, sea como fuere, su fe democrática no le impidió actuar despóticamente con mano de hierro contra cualquiera que se hubiese dado cuenta de la verdadera meta perseguida por él; y su culto del hombre no le impidió desembarazarse de los cardenales «indigestos» bajo el increíble pretexto de su avanzada edad. ¿Acaso no era él mismo más viejo que alguno de ellos? ¡Qué importa! ¡A él nadie podía apartarlo! Sin duda tuvo en poca consideración las enseñanzas de los Clásicos: «Nec tarda senectus debilitat vires animi» «No debilita la vejez poco ágil las fuerzas del alma» (Virgilio), «Senibus labores corporis minuendi, exscercitationes animi etiam augendae videntur» «Parece que al disminuir en los ancianos los trabajos corporales deberían aumentar los ejercicios del alma» (Cicerón). Cierto, tuvo en poca consideración a la Sagrada Escritura: «Coram cano capite consurge et honora personam senis» «ante las canas ponte en pie y honra a los ancianos» (Lv. 19, 32). «Quam speciosum canitiei iudicium et presbyteris cognoscere consilium! Quam speciosa veteranis sapientia et gloriosis intellectus et consilium» «¡Qué hermoso es el juicio para las canas y para los ancianos saber dar consejo! ¡Qué hermosa es la sabiduría en los hombres de edad proyecta, y cuán hermosos en los encumbrados la inteligencia y el consejo!» (Ecl. 25, 6y 7). 

Contra la Tradición

Ciertamente aún tuvo en menor consideración el juramento que el Liber diurnus romanorum Pontificum prescribe al Papa el día de su coronación: «(Prometo) no disminuir o cambiar nada de cuanto encontré conservado por mis probadísimos antecesores, y no introducir novedad de ningún género; sino conservar y venerar fervorosamente, como verdadero discípulo y sucesor suyo, con todas mis fuerzas y con todo mi empeño, cuanto me fue transmitido por ellos. (Prometo) corregir todo lo que estuviese en contradicción con la disciplina canónica, y custodiar los Sagrados Cánones y las Constituciones Apostólicas de nuestros Pontífices como mandamientos divinos y celestes, consciente como soy de que deberé dar estrecha cuenta en el Juicio Divino de todo lo que ahora profeso, yo que ocupo Tu puesto por divina designación, y hago función de Vicario Tuyo, asistido por Tu intercesión. Si pretendiese actuar de otro modo o permitir hacerlo a otros, Tu no me serás propicio en aquel tremendo día del Divino Juicio. Por esta razón sometemos al más severo anatema de la interdicción a cualquiera que, Nos comprendido, tenga la presunción de introducir una novedad cualquiera en oposición a aquella Tradición evangélica o a la integridad de la Fe y Religión cristiana, o bien intente cambiar algo, aceptando lo contrario, o se concierte con los presuntuosos que con atrevimiento sacrílego osasen hacerlo». 

Una de las más graves infracciones de tal juramento fue cometida por Pablo VI cuando aprobó la Dignitatis humanae, declaración del Concilio Vaticano II sobre la libertad religiosa, que concede a cualquier error los derechos que pertenecen en exclusiva a la verdad, y en grado eminente a la divina Revelación. La Dignitatis humanae nace «ante litteram» condenada formal e infaliblemente como contraria a la doctrina católica (sobre la incompatibilidad entre Dignitatis humanae y el Magisterio infalible, véase si si no no n° 13, septiembre 1992 y Padre Bernard Lucien, Etudes sur la liberte religieuse dans la doctrine catholiaue. Ed. Forts dans la Foi, Tours, Francia, 1990).

De hecho, en la encíclica Quanta Cura, Pío IX había declarado a tal libertad religiosa «libertad que debe condenarse... contraria a la doctrina contenida en la sagrada Escritura y en los santos Padres de la Iglesia», síntesis de varios errores que «en virtud de nuestra autoridad apostólica reprobamos, proscribimos, condenamos y exigimos y mandamos que por todos los hijos de la Iglesia sean tenidos por reprobados, proscritos y condenados». 

A pesar de eso Pablo VI avalaba a la Dignitatis humanae en estos términos: «Todas y cada una de las cosas incluidas en esta declaración han obtenido el beneplácito de los Padres del sacrosanto Concilio. Y Nos, en virtud de la autoridad apostólica a Nos confiada por Cristo, todo ello, juntamente con los venerables Padres, lo aprobamos en el Espíritu Santo, declaramos y establecemos, y mandamos que se promulgue, para gloria de Dios, cuanto se ha acordado conciliarmente. En Roma, en San Pedro, 28 de octubre de 1965. Yo, PABLO, Obispo de la Iglesia católica». Contra tal enormidad se levantaron numerosas voces de protesta. Tal enormidad se hizo norma de la neo-iglesia conciliar, que creyó contraproducente todo Dicasterio de «Propaganda fidei». 

Algunos de los más aguerridos críticos de Pablo VI tienen a mérito suyo la Profesión de fe realizada por él solemnísimamente el 30 de junio de 1968, como clausura del «Año de la Fe». Con tal acto Pablo VI los habría tranquilizado en lo tocante a la integridad y ortodoxia de su fe. De hecho, mientras hacía gala de profesarla, renegaba de ella. Ya antes, respecto de un objeto de mucha menor importancia, el latín litúrgico, había actuado análogamente: lo mataba en el acto mismo en que elocuentísimamente lo elogiaba. 

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NN. del T. 

(1) Está aquí 
(2) En la persona de Cristo 
(3) Y es más 
(4) Consumada 
(5) Inclinada la cabeza, entregó el espíritu


SISI NONO - nº16 
Diciembre 1992

jueves, 13 de febrero de 2014

MILAGROS EUCARÍSTICOS - 19


CASTIGO DE UN SACRÍLEGO

Es célebre, entre otros de su género, el caso ocurrido en el Monte de los Capuchinos, de Turín, cuando invadieron su iglesia los soldados franceses. He aquí la declaración que hizo en el proceso eclesiástico uno de los militares invasores: "Vi a un soldado que, acercándose al altar mayor, se subió encima de la mesa y, forzada la puerta del Sagrario, metió la mano para robar el Santísimo Sacramento. En el mismo instante vi salir del Tabernáculo una llama de fuego que iluminaba toda la iglesia, y el soldado, saltando del altar precipitadamente, se puso a gritar: "¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío!" Prosiguió la llama iluminando la iglesia desde el suelo hasta la altura de una vara, de modo que cuando yo y los demás soldados nos postramos en el suelo, veíamos toda la iglesia radiante de luz, y, al levantarnos, la veíamos oscura, hasta el punto de no distinguirnos unos de otros. 

Espantados estábamos con aquella visión, cuando el soldado que quiso robar la Sagrada Eucaristía llegó a la puerta de la iglesia para salir, como en efecto lo hizo; pero tenía la cara y las manos quemadas y negras y no cesaba de repetir estas palabras: " ¡Ay, Dios mío!" Salimos detrás de él y no nos fue posible ver qué camino tomó.

Fray Antonio Corredor, o.f.m. 

martes, 11 de febrero de 2014

EL PADRE LUIGI VILLA Y SUS ENCUENTROS CON EL PADRE PÍO


En aquellos años, el Padre Villa continuó sus actividades como predicador y conferenciante.

En 1956, organizó una serie de conferencias para los graduados de Bari. Es allí, luego de un almuerzo de pescados, que resulta envenenado debido a la salsa ‘ale vongole’ (salsa de almejas) en los spaghetti.

Informado su amigo, el Padre Berni, quien era capellán del aeropuerto de Bari, el Padre Villa fue llevado por algunos pilotos a la enfermería del aeropuerto. Allí fue tratado por un coronel médico, e internado hasta que estuvo bien. Antes de dejar Bari, el Padre Berni quiso que el Padre Luigi fuera con él a San Giovanni Rotondo. Llegados allí, el Padre Berni le pidió que lo esperara mientras iba al hotel “Santa María” a hacer reservas para el almuerzo.

El Padre Villa fue entonces a rezar a la capilla del Convento del Padre Pío. La iglesia estaba vacía cuando él se arrodillo en uno de los bancos. Repentinamente sintió una presencia y se volvió para ver si había alguien allí. Había un joven, extremadamente hermoso, quien le preguntó: «¿Usted quiere conocer al Padre Pío?».

«No, dijo el Padre Villa, pero el joven insistió: «Vaya, vaya ahora, el Padre Pío lo está esperando». El Padre Villa se volvió hacia la persona que acababa de hablarle, pero ya no había nadie a su lado. ¡La persona que había pronunciado esas palabras había desaparecido!

Entonces entró en el Convento y fue hacia el lugar donde estaba la celda del Padre Pío; allí notó una fuerte fragancia de flores y se lo comunicó a un fraile que estaba pasando, quien le dijo: «¡Buen signo, buen signo!», agregando que el Padre Pío volvería pronto hacia su celda.

Durante la espera, el Padre Villa escribió en su libreta una lista de 12 preguntas que quería hacer al fraile. Después de un rato, vio una puerta abierta, que estaba al final de las escaleras de la sacristía. Apenas entró el Padre Pío, lo miró (estaba en el fondo de un estrecho corredor de unos veinte metros de largo) y dijo: «¿Que está haciendo aquí el Padre Villa?». 

Después se encaminó hacia su celda, la nº 5, en la que entró, seguido por dos médicos. Luego de unos pocos minutos, los médicos salieron y el Padre Pío llamó al P. Luigi y lo hizo entrar en la celda. Aquí, él le hizo sus 12 preguntas y habló durante una media hora, dándole el Padre Pío un encargo: tú tienes que dedicar toda tu vida a defender a la Iglesia de Cristo de la obra de la Francmasonería, especialmente de la Francmasonería Eclesiástica.

El Padre Villa, perplejo, le dice: «Pero, no estoy preparado para tal cometido, también debería estar protegido por un Obispo». El Padre Pío lo interrumpió y le dijo: «Ve al Obispo de Chieti, y él te dirá lo que hacer». Dos días más tarde, el Padre Villa partió de Bari y fue a ver al Obispo de Chieti, Mons. Giambattista Bosio. El Obispo le preguntó: «¿Por qué está aquí?». El Padre Luigi respondió: «Porque el Padre Pío me dijo que viniera a Usted», y luego le explicó las razones.

Pero Mons. Bosio dijo: «¡Eso es imposible! Un obispo solo tiene autoridad en su diócesis, y tu programa es mucho más amplio! Sin embargo, como eso te lo dijo el Padre Pío, a quien nunca he visto ni conocido, iré a Roma por una clarificación».

En efecto, el Obispo Bosio fue al Secretario de Estado Cardenal Domenico Tardini para hablar del cometido que el Padre Villa recibió del Padre Pío. El Cardenal se mostró de inmediato opuesto a esto, afirmado que tal tarea estaba reservada solo al máximo liderazgo de la Iglesia, y no a un simple sacerdote.

Sin embargo, habiendo escuchado que tal proyecto venía del Padre Pío, le dijo que hablaría con el Santo Padre. Y lo hizo.

Cuando Mons. Bosio volvió a ver al Cardenal Tardini, este le dijo que Pío XII (Pacelli) había aprobado el mandato dado por el Padre Pío al P.Villa, pero con dos condiciones: el Padre Luigi debía alcanzar un título en Teología Dogmática, y debía ser puesto bajo la dirección del Card. Alfredo Ottaviani, Prefecto del Santo Oficio, del Card. Pietro Parente, y del Card. Pietro Palazzini.

Después de esto, Mons. Bosio, por decreto del 6 de mayo de 1957, incardinó secretamente al Padre Villa en su diócesis de Chieti-Vasto.

El Padre Luigi se inscribió luego en la Universidad de Friburgo (Suiza), donde se licenció en Sagrada Teología en julio de 1963. El se graduó luego en la Universidad Lateranense, en Roma, el 28 de abril de 1971. Esos Cardenales debían guiarlo y ponerlo al corriente de todos los secretos de la Iglesia referentes a su mandato papal.

Mons. Bosio transmitió al Padre Villa las “condiciones” de Pío XII, pero por su parte agregó otra: «Acepto la responsabilidad de ser tu Obispo, pero te digo: ¡Nunca tengas nada que ver con Montini!». Golpeado por la dureza de estas palabras, el Padre Villa preguntó: «¿Quien es Montini?».

Cardenal Montini, futuro Papa Pablo VI

Mons. Bosio dijo: «Te doy un ejemplo: yo estoy de este lado de la mesa y tú del otro lado. De este lado está Mons. Giambattista Montini, del otro lado el resto de la humanidad». Debería hacerse notar que las familias Montini y Bosio eran ambas residentes en Concesio (una ciudad cercana a Brescia). Así, ¡la familia Bosio conocía bien a Montini!

Después de esto, Mons. Bosio, por decreto del 6 de mayo de 1957, incardinó secretamente al Padre Villa en su diócesis de Chieti-Vasto.

El Padre Luigi se inscribió luego en la Universidad de Friburgo (Suiza), donde se licenció en Sagrada Teología en julio de 1963. El se graduó luego en la Universidad Lateranense, en Roma, el 28 de abril de 1971.

En la segunda mitad de 1963, el Padre Villa tuvo su segundo encuentro con el Padre Pío.

Tan pronto lo vio, el Padre Pío dijo: «¡Hace un buen tiempo que te estaba esperando!». El Padre Pío se quejo por la lentitud con que el Padre Luigi había procedido con su misión. Al fin del encuentro, el Padre Pío abrazó al Padre Villa y le dijo: «¡Coraje, coraje, coraje! pues la Iglesia ya está invadida por la Francmasonería», agregando: «La Francmasonería ya ha alcanzado las pantuflas* del Papa». (¡Paulo VI!)


¿Quien es el Padre Luigi Villa?
por el Dr. Franco Adessa


«¡Tu debes dedicar toda tu vida
a defender la Iglesia de Cristo
de la obra de la
Masonería Eclesiástica!».

(Encargo dado al Padre Luigi Villa por el Padre Pío)


*Zapatillas