V
Exaltación de la Santa Cruz
Tal es el título de la festividad que la Iglesia
celebra el día 14 de Septiembre, festividad que inauguró la Iglesia griega ya en los tiempos de Constantino, al parecer, y que después cobró gran esplendor y pasó al Occidente, con motivo del triunfo en
que acabó la guerra librada por el emperador Heraclio contra los persas, desde el año 621 al 629.
Cosroes II, rey de Persia, y llamado por sus mismos cortesanos el Azote del género humano», se apoderó de Jerusalén, incendió las iglesias de la ciudad
santa, se llevó cautiva gran parte de la población,
robó todo lo que pudo haber á mano, en especial los
vasos sagrados, cometió un sinnúmero de crueldades
inauditas, y lo que fue más de lamentar, llevóse consigo el santo leño de la verdadera Cruz, con la riquísima caja de plata en que se guardaba cerrado y sellado.
Reos de muchos pecados eran así los cristianos de
Jerusalén como, en general, los demás del imperio, y
Dios les castigó con tan terrible azote y les quitó aquel
Arbol de vida que no eran dignos de poseer. Pero
dispuso la divina Providencia que el santo Zacarías,
Patriarca de Jerusalén, fuese del número de los cautivos, para que no faltase al santo depósito de la
Cruz un vigilante guardián.
Prosiguiendo Cosroes sus conquistas, se apoderó
del Egipto y de cuantas provincias romanas había entonces en Asia y Africa, y no tardó en volver al
Oriente griego y poner á Constantinopla en trance
apuradísimo. El emperador Heraclio se acobardó de
tal suerte, que dispuso fugarse precipitadamente; y
lo hubiera efectuado, á no impedírselo en público el
Patriarca Sergio, que asiéndole del brazo le conjuró
en nombre de la Religión que cumpliese con sus oficios de emperador.
Este arranque levantó los ánimos abatidos, resonó
por todas partes el grito de guerra, cobró Heraclio
insólito valor, diéronle los ricos alhajas y dinero, los
monasterios y las iglesias le hicieron donación de los
vasos sagrados para convertidos en moneda con que
ocurrir á los gastos, y poco después Heraclio pasó el
Bósforo con fuerte ejército para oponerse á la devastadora marcha de Cosroes.
Una vez al otro lado del estrecho, reunió su ejército, y tomando en sus manos el Lábaro santo, juró
por el Dios de la Cruz, en presencia de sus electrizadas legiones, combatir al frente de ellas hasta morir ó
vencer, sin abandonarlas nunca, nunca, más que para
conducirlas á la victoria si permanecían fieles al divino Rey de la Cruz.
Desde entonces, trasformado su ejército de cristiano tibio en fervoroso, de apocado en valiente y de
indisciplinado en modelo de disciplina, paseó de victoria en victoria el estandarte de la Cruz por el Asia,
mientras en Europa se oraba públicamente por el
triunfo de las armas imperiales. La ira del Señor aplacada, iban los cristianos á reconquistar lo perdido.
El entusiasmo religioso del ejército de la Cruz, dirigido por la ciencia de los combates y protegido por
el Señor Dios de los ejércitos, hizo prodigios, obró milagros, destrozó en solas tres batallas los tres formidables ejércitos reunidos sucesivamente por Cosroes,
el cual al fin murió asesinado por su propio hijo Siroes. Este pidió la paz á Heraclio, el cual se la concedió, haciendo al reino persa tributario del imperio,
recobrando todos los cautivos y todos los territorios
usurpados por Cosroes, y sobre todo, rescatando el
Madero venerable donde murió crucificado el Redentor del mundo.
El Patriarca Zacarías, libre de su dura cautividad,
acompañó hasta Constantinopla el precioso Depósito
de que con tan admirable solicitud había cuidado en
la Persia, y terminada con esto su misión, falleció en
llegando á la corte imperial. La caja de la santa Cruz
fue respetada mientras estuvo en poder de Cosroes y
bajo la vigilancia de Zacarías, los sellos estaban toda
vía intactos cuando se decidió retornar la santa Cruz
á Jerusalén, lo cual verificaron en la primavera del
año 629 el mismo emperador Heraclio y el Patriarca
Modesto, sucesor de Zacarías.
Un milagro se verificó al ir á poner la Cruz en el
mismo lugar en que la había colocado la emperatriz
Santa Elena; de este milagro, así como de los acontecimientos hasta aquí referidos, dan fe el Breviario y los antiguos historiadores Cedreno, Zonara, Suidas,
Nicéforo, Glycas, Teófanes, Adón, Sigeberto, Surio y
otros muchos.
Fue que, habiendo querido Heraclio llevar sobre
sus hombros con grandísima pompa el santo Madero,
así que llegó á la puerta de la ciudad por donde se va
al Calvario, repentinamente aumentó de tal manera el
peso de la Cruz, que el emperador no pudo adelantar
un paso por más esfuerzos que hizo. Atónito se quedó
el imperial devoto, no menos que la inmensa muchedumbre presente, no sabiendo á qué atribuir aquel
prodigio; mas el Patriarca Modesto, reparando en el
oro, púrpura y piedras preciosas de que iba cubierto
el emperador, díjole: «Señor, ¡no sea que ese ornato
que ostentáis esté poco en armonía con la pobreza y
la humildad de Cristo caminando cargado con la
Cruz!»
En efecto; habiéndose descalzado Heraclio y puéstose un pobre vestido, pudo llevar como ligera carga
el sagrado Leño montaña arriba, hasta el mismo lugar
en que fue fijado cuando el Redentor del mundo
murió clavado en él. Se aviene mal la pobreza de la
Cruz con la ostentación de las riquezas; los pobres
han de regenerar con la Cruz ,el mundo, no los ricos
con el poder de sus riquezas.
APOLOGÍA DEL GRAN MONARCA
P. José Domingo María Corbató
Biblioteca Españolista
Valencia-Año 1904