viernes, 15 de enero de 2010

ALGUNAS RAZONES PARA NO BEATIFICAR A JUAN PABLO II



Padre Hervé Gresland

En este artículo publicado por los padres dominicos de Avrillé, en la revista Le sel de la terre nº55, el padre Gresland completa las reflexiones hechas en otro articulo, “Balance de un pontificado” que apareció en Nouvelles de Chrétienté (1). Los errores de Juan Pablo II, particularmente en el terreno doctrinal, ponen en evidencia la imposibilidad de una beatificación por parte de la Iglesia Católica.


UN HOMBRE DEL VATICANO II EN RUPTURA CON EL PASADO

Juan Pablo II es un hombre del Concilio Vaticano II, donde tomó parte activa, en particular para la redacción de la constitución Gaudium et Spes (todavía llamada la Iglesia en el mundo de hoy). Ha sido elegido para aplicar y poner en obra el Concilio, igual que su sucesor, puesto que el Vaticano II es la referencia intocable de esta Iglesia Conciliar. Su nuevo Código de derecho Canónico (1983), así como su Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (1993), han tenido por objetivo aplicar todavía más el Vaticano II en la práctica de la Iglesia.
La verdad, para Juan Pablo II, es el Vaticano II. Una ruptura se dibuja, un velo se extiende sobre la enseñanza de la Iglesia y de los papas anteriores, como si la Iglesia después de veinte siglos de balbuceos, hubiese nacido de repente en 1962. Juan Pablo II, ignora a los papas de los últimos siglos. Si por casualidad llega a citarlos, es de pasada, casi por accidente: no se refiere a ellos como a maestros encargados de transmitir fielmente el depósito revelado. Las notas y referencias de todos sus documentos demuestran la preponderancia aplastante del magisterio conciliar sobre la enseñanza tradicional de la Iglesia, lo cual nos indica que hemos entrado en una nueva era.

Encuentro de Juan Pablo II con Rowan Willians, cabeza de la Iglesia anglicana, en octubre de 2003.

UNA EXTRAÑA TEOLOGÍA

La llave del pensamiento de Juan Pablo II es ese principio del Concilio (2) que ya podemos ver en su primera encíclica Redemptor hominis (3):
“Puesto que en El (Cristo) la naturaleza humana ha sido asumida, no absorbida, por este mismo hecho, esta naturaleza ha sido elevada en nosotros también a una dignidad sublime. En efecto, por su encarnación, el Hijo de Dios se ha unido en cierta manera a todo hombre”, y “para siempre” añade Juan Pablo II.

“Cristo está unido en cierta manera al hombre, a cada hombre sin ninguna excepción, incluso si este último no es consciente de ello”.(4)

En toda lógica, el papel de la Iglesia no será pues el de unir a los hombres a Jesucristo (ya lo están) sino de hacerles tomar conciencia de esta unión. De ahí emana el dialogo con todos los hombres (no se trata pues de aportarles verdades desde el exterior, sino de ayudarles a vivir mejor aquello de lo cual son ya portadores) y la insistencia sobre la dignidad del hombre.

EL CULTO DEL HOMBRE

El Evangelio predicado por Juan Pablo II es el de la admiración del hombre por sí mismo. Se llega a discursos de sabor masónico como el pronunciado en la sede de la UNESCO en 1980.
“Hay que considerar, hasta en sus últimas consecuencias e íntegramente, al hombre como un valor particular y autónomo, como el sujeto portador de la trascendencia de la persona. Hay que afirmar al hombre por sí mismo, y no por algún otro motivo: únicamente por sí mismo”. (5)
Todo el Evangelio, toda la Tradición de la Iglesia nos dicen: no. Hay que considerar al hombre, no en sí mismo, pobre criatura, sino en su relación con Dios, por haber sido creado y rescatado por Él. El hombre no es autónomo, no se rige por sus propias leyes, sino por aquellas que Dios le ha dado y a las cuales está obligado a someterse. Solamente Dios es trascendente. Y la culpa original fue precisamente el deseo de ser trascendente, es decir “como Dios”. Afirmar al hombre únicamente por sí mismo, es deificarlo.

LA ACEPTACIÓN DE TODAS LAS RELIGIONES

Esta confusión del orden natural y del orden sobrenatural produce un cortejo de las consecuencias que trastocan la doctrina católica, y especialmente ésta.
Todas las religiones introducen a los hombres dentro de la vía de salvación, puesto que el Espíritu Santo actúa en todas, interesa considerar las riquezas espirituales de cada una.
En los mensajes a los pueblos de Asia, Juan Pablo II insiste pesadamente sobre el valor espiritual de estas religiones paganas que son panteístas y puramente naturalistas. Así deja creer que Dios puede ser honrado igualmente en el error y la superstición, y que puede haber una salvación sin la fe en Cristo y fuera de su Iglesia.
Se llega a proposiciones inauditas: “La firmeza de la creencia de los miembros de las religiones no cristianas es un efecto ella también del Espíritu de Verdad operando por encima de las fronteras visibles del Cuerpo místico” (6).
El Papa atribuye al Espíritu de Verdad la firmeza de la creencia en el error.

LOS GESTOS ECUMÉNICOS

Juan Pablo II ha manifestado su ecumenismo desenfrenado en actos espectaculares que han marcado al mundo bastante más que sus escritos. En esta avalancha de gestos ecuménicos señalemos los principales:
-Las reliquias dadas a los cismáticos. Hasta 2004, se podían venerar los cuerpos de San Gregorio Nacianceno y San Juan Crisóstomo en San Pedro de Roma; después, para hacerlo habrá que ir a las iglesias ortodoxas en Estambul. Este no es más que un ejemplo.
-La rehabilitación de heresiarcas como Lutero. Con ocasión de su viaje a Alemania en 1980, declaraba: “Hoy vengo a vosotros para recoger la herencia espiritual de Martín Lutero, vengo como un peregrino”.(7)
-Las visitas a la catedral Anglicana de Canterbury (1982) para una reunión de oración; al templo luterano de Roma (1983); en el consejo Ecuménico de las Iglesias en Ginebra (1984).
-Las visitas a Taizé: acudió allí dos veces como arzobispo de Cracovia y como cardenal, y una vez como Papa (en 1986). Declaró: “Se pasa por Taizé como se pasa cerca de un manantial”.
Estos gestos no pueden más que suscitar, en la gran masa de los católicos, el sentimiento de que su fe no es la única verdadera. Han hecho caer a millones de católicos en el indiferentismo y el relativismo religioso. El ecumenismo devastador ha tenido un papel central en “la apostasía silenciosa” que hoy nadie puede ocultar.

Reunión de todas las religiones en Asís.

EL ESCÁNDALO DE ASIS

La gran reunión interreligiosa de Asís, en 1986, -modelo en su -género- fue querida personalmente por el propio Juan Pablo II, contra la advertencia de algunos cardenales. En el momento de esta reunión, varios santuarios de Asís fueron ofrecidos a las diferentes religiones, pero los cristianos fueron convocados en San Rufino, aunque no hubo una sola oración específicamente católica de la jornada, ninguna misa celebrada. Y es así como el Papa esperaba obtener de Dios la paz para el mundo: “Construid la paz empezando por el fundamento: el respeto de todos los derechos del hombre”(8), proclamaba; pero el único verdadero fundamento es Cristo.
Esta jornada fue seguida por muchas otras en Kyoto, Roma, Malta, Bruselas, Milán, Asís, etc. En la segunda reunión declaró: “Hay que terminar con las heridas creadas por la intolerancia religiosa entre los creyentes del Dios único, que han ensangrentado a Europa”(9). Dicho de otra manera: queridos musulmanes, bienvenidos a Europa, los cristianos serán en adelante tolerantes para con vosotros.
Juan Pablo II insistirá muy a menudo sobre el “espíritu de Asís”: “El acontecimiento de Asís puede ser considerado como una ilustración visible, una lección de cosas, una catequesis inteligible a todos de lo que presupone y significa el compromiso ecuménico y el compromiso para el diálogo interreligioso recomendado y promovido por el concilio Vaticano II”.
La jornada de Asís ha sido la puesta en práctica de “esta convicción que es la nuestra, inculcada por el Concilio, sobre la unidad de principio y de fin de la familia humana y sobre el sentido y el valor de las religiones no cristianas.”


Visita de Juan Pablo II a la sinagoga de Roma en 1986.


OTROS GESTOS INTERRELIGIOSOS

-Juan Pablo II ha hecho la primera visita de un Papa a una sinagoga –en 1986 en Roma- y a una mezquita -2001 en Damasco-, pero no fue para confesar a Jesucristo.
-El 14 de mayo de 1999, besa el Corán.
-El 24 de marzo de 2000, hace deslizar por una hendidura del muro de las lamentaciones en Jerusalén el texto de la ceremonia de Roma del 12 de marzo expresando el arrepentimiento católico con respecto al pueblo judío. Este gesto ha marcado profundamente al mundo.
-El papa participa en un culto pagano en un bosque sagrado (en Togo en 1985), se reúne con brujos del vudú (en Benin en 1993).(12) Rinde homenaje a los cultos antiguos de los Indios de América, cuyo salvajismo no es para recordar.
Todos estos gestos tienen un sentido propiamente religioso, y quedarán en la historia de la Iglesia como escándalos sin precedentes.

Visita al muro de las lamentaciones, 24 de marzo de 2000.


LA INCULTURACIÓN

Juan Pablo II se ha pronunciado también en cuanto a la inculturación. Ha insistido sobre ello con ocasión del sínodo sobre África, y la ha puesto en práctica muchas veces en las ceremonias litúrgicas con ocasión de sus viajes a América del Norte, África, Oceanía; ha aceptado prácticas paganas que podía perfectamente haber rechazado.

EL ARREPENTIMIENTO

Juan Pablo II no cesó, en particular con ocasión del gran jubileo del año 2000, de invitar a la Iglesia a hacer su examen de conciencia, y a pedir perdón en su nombre a las comunidades que han podido sufrir por su actitud en el pasado. Estos arrepentimientos múltiples, a pesar del esfuerzo de algunos por decirlo y como el buen sentido permitía preverlo, han sido comprendidos por todo el mundo –católicos o enemigos de la Iglesia- como el reconocimiento por la Iglesia de errores graves que ella habría cometido. La santidad de la Iglesia ha sido gravemente atacada.

OTRAS EXTRAÑEZAS DOCTRINALES

Cuántos discursos de las audiencias generales del miércoles son por la menos extraños! En el discurso de la audiencia general del 11 de enero de 1989, consagrado al artículo del Símbolo Descendió a los infiernos, Juan Pablo II afirma (por tres veces) que el alma de Cristo ha recibido la visión beatífica en el momento de su muerte; que “su cuerpo yacía en el sepulcro en el estado de cadáver”; que la bajada a los infiernos de la cual habla San Pedro (I Pe 3, 19) es “una representación metafórica” que significa en realidad “ la extensión de la obra redentora a todas los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares”. ¡Es mucho para un solo discurso! Incluso si este discurso no era suyo –lo que es probable-, el Papa habría podido, habría debido pararse durante la lectura dándose cuenta de estas enormidades. Pero no, estas enormidades no le producían sobresalto alguno. Y el discurso ha sido publicado tal cual.

UNA MORAL DESCENTRADA

Se presenta a Juan Pablo II como un defensor intrépido de la moral tradicional y el autor del restablecimiento doctrinal de la Iglesia. Es verdad que este Papa ha sido relativamente conservador en el dominio de la moral y de ciertos valores naturales (pero la destrucción de la noción de Iglesia es mucho más grave). Ha recordado verdades muy oportunas, pero las ha hecho recaer sobre un fundamento frágil e insuficiente. Al mundo moderno fundado sobre la voluntad del hombre, es necesario repetirle a tiempo y a destiempo que la moral no descansa sobre una “dignidad humana” o los “derechos del hombre” de geometría variable que cada cual interpreta a su gusto, sino sobre la ley de Dios, la voluntad inmutable de Dios, sobre la cual los hombres no tienen nada que oponer, sino que deben solamente adorar y respetar.


UN CATOLICISMO SUPERFICIAL

Para un mundo que quiere una actualidad permanente, Juan Pablo II ha multiplicado los viajes, los años especialmente consagrados (de la Redención, del Rosario, de la Eucaristía…). Ha dado de la Iglesia una imagen mediática, para complacer a las masas o a la juventud, lo que ha tenido como consecuencia el rebajar la función papal. Ha preferido los viajes al gobierno de Roma, dejando a menudo este último a los cardenales de la Curia.
Hemos visto un catolicismo de manifestaciones, pero ¿están los católicos sometidos a la Revelación y a la ley de Cristo? Un gran número de católicos –habría que decir tal vez la mayor parte no están acostumbrados al amor de la verdad. Tienen una mentalidad subjetivista y se fabrican más o menos su propio Credo y su propia religión. Estas reuniones favorecen una Iglesia “a la carta”.
Tomemos el ejemplo de las Jornadas mundiales de la juventud: en el transcurso de ocho JMJ, Juan Pablo II ha movilizado multitudes de jóvenes, esos jóvenes que son el porvenir de la Iglesia. Pero ¿a qué han conducido realmente estas grandes reuniones? ¿Cuáles son sus frutos a largo término? ¿En qué medida los jóvenes venidos a las JMJ se adhieren a las verdades de fe y siguen la enseñanza moral de la Iglesia?

Juan Pablo II ha dado de la Iglesia una imagen mediática, para complacer a las masas o a la juventud, lo que ha tenido como consecuencia el rebajar la función papal. Ha preferido los viajes al gobierno de Roma, dejando a menudo este último a los cardenales de la Curia.

UNA INFLACIÓN QUE DESACREDITA EL MAGISTERIO

El reinado de Juan Pablo II ha sido marcado por la inflación en numerosos aspectos, se le ha llamado el pontificado de todos los récords: récords de los viajes, de las distancias recorridas, de las audiencias concedidas, de las beatificaciones y canonizaciones (ha canonizado a más santos que todos sus predecesores reunidos, lo cual representa una desvalorización cierta del honor de los altares, sin hablar de beatificaciones discutibles). Récord también del número de textos publicados y de su longitud. Ahora bien, tal disolución no tiene en cuenta el magisterio: ¿quién lee realmente estos textos? Tanto más que esta masa enorme de documentos pontificios está profundamente mezclada de verdad y de error.

UN GOBIERNO LIBERAL
(SALVO HACIA LOS ANTILIBERALES)

Basta para apreciar la manera cómo Juan Pablo II ha gobernado la Iglesia, poner en paralelo la excomunión de la Tradición por el motu propio Ecclesia Dei adflicta en 1988, y el reconocimiento del Movimiento neocatecumenal, los aplausos a los Focolari, a los movimientos carismáticos, a la comunidad San Egidio, etc. Más grave todavía, la tolerancia para las posiciones escandalosas tomadas públicamente por bastantes obispos e incluso cardenales sobre cuestiones de fe (por ejemplo el cardenal Kasper) o de disciplina y de moral (los divorciados casados otra vez, la contracepción, la homosexualidad…). Pero los únicos obispos excomulgados han sido los de la Tradición.

Con los brujos del Vudu

LOS FRUTOS CONCRETOS: LA APOSTASIA

Se juzga el árbol por sus frutos. Hemos oído la jactancia con que se habla de la “fecundidad” del pontificado de Juan Pablo II y el “dinamismo” que ha sabido infundir a la Iglesia. Los que escriben esto sueñan estando despiertos. Volviendo a la realidad, constatamos el estado dramático de la Iglesia: no ha dejado de ver cómo retrocede su influencia, sobre todo en el mundo occidental. Los viajes del papa o las JMJ han sido ampliamente una engañifa de la decadencia de la Iglesia que se ha acentuado bajo su pontificado, dando una falsa imagen de salud y de poder. Todos los sondeos demuestran la disminución de la fe. Se asiste en la mayoría de los países occidentales a la desaparición constante del catolicismo visible. Esta constatación es por desgracia irrefutable. La práctica religiosa disminuye por doquier. El porcentaje de niños bautizados en Francia disminuye en un 1% por año; desde el año 2000, menos de un niño sobre dos es bautizado. En Holanda, es una bajada vertiginosa de la catolicidad: centenares de iglesias están cerradas al culto. En América latina, millones de católicos han abandonado la Iglesia por las sectas evangelistas.

Juan Pablo II saludando a Fidel Castro.

He ahí el estado de decadencia general en el cual Juan Pablo II deja a la Iglesia. Por supuesto, que no es el único responsable de esta quiebra. Pero nadie tenía, en la Iglesia, medios de acción más importantes que él. Se ha beneficiado de un pontificado excepcionalmente largo, el tercero en duración de la historia de la Iglesia: esto le dejaba tiempo para actuar.
Causa alegría el subrayar la influencia considerable que Juan Pablo II ha tenido en ciertos países sobre las cuestiones políticas; ¿y no la habría podido tener en la Iglesia? Casi todos los cardenales y obispos actualmente en activo han sido nombrados por él. Su gobierno ha tenido como efecto principal, si no ha sido como objetivo, enraizar más y más en la Iglesia los errores salidos del concilio Vaticano II. Ha retomado, avalado, confirmado todos estos errores, y les ha permitido desarrollar todo su poder nocivo.



LOS APLAUSOS DEL MUNDO

Jesús había prometido a sus discípulos el odio del mundo: “Vosotros seréis odiados de todos a causa de mi nombre” (Mt 10, 22). “Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo que es de él. Pero puesto que no sois del mundo y que yo os he escogido y retirado del mundo, a causa de esto el mundo os odia” (Jn 15, 19). Es precisamente el objeto de la octava bienaventuranza. Y San Pablo declara: “Si yo estuviese todavía dispuesto a agradar a los hombres, no sería el servidor de Cristo”. (Gal 1, 10).
Juan Pablo II buscaba el acuerdo, la paz con todos. Esta es la razón por la cual recibía cordialmente a todo el mundo en el Vaticano: los B’nai B’rith, los miembros de la Trilateral, etc. Tal vez para no disgustar a nadie, ha dado bastantes veces, y públicamente, la comunión (en la mano) a personas notoriamente indignas, pecadores públicos, etc. Por ejemplo, poco después de la Encíclica Eclesial de Eucaristía (2003) que recuerda las reglas de la Iglesia sobre este asunto, dio la comunión al Primer ministro británico Tony Blair, partidario resuelto del aborto y por demás ni siquiera era todavía católico.
¡Cuántas veces se ha puesto el Papa al mismo nivel que los herejes! “Es inconcebible. Es la traición, y será ciertamente condenado un día por la Iglesia, como lo fue el papa Honorio”, decía el entonces Superior general de la Hermandad Sacerdotal San Pío X, padre Schmidberger.


EL APÓSTOL DE LA DEMOCRACIA

Se atribuye a Juan Pablo II un gran papel en la caída del comunismo (al menos bajo la forma que el siglo XX ha conocido) en Europa del Este; pero esta caída era querida y programada por los clanes mundialistas: Juan Pablo II ha sido más bien uno de los factores desencadenantes.
De hecho, Rusia no se ha convertido. Juan Pablo II ha fracasado en su gran ambición de reconciliar “los dos pulmones de Europa”, como llamaba al catolicismo y a la ortodoxia. Esto ha sido para él una vivísima desilusión: los ortodoxos rusos le han impedido realizar uno de sus sueños más anhelados, que era el de ir un día a Moscú.
En realidad, Juan Pablo II no fue un defensor de la Cristiandad frente al comunismo (decía por otra parte que “hay semillas de verdad en el marxismo”, sino el promotor y el apóstol de la libertad y de los Derechos del hombre. Ha luchado con todas sus fuerzas para hacer caer los regímenes no democráticos (África del Sur, Haití, Paraguay, Filipinas…). Lejos de luchar por la realeza social de Nuestro Señor Jesucristo, se ha hecho el servidor de la ideología actualmente dominante: la ideología liberal y mundialista de los Derechos del hombre.

CONCLUSIÓN

Acaba esta mirada de conjunto, pensamos en lo que escribía Mons. Lefebvre en la nota final del libro ¿Pedro, me amas?: “Estas páginas que preceden y presentan el verdadero rostro de Juan Pablo II son terroríficas y llenan el alma católica de espanto y de tristeza”. Y uno se acuerda de los dibujos que hizo hacer en 1986 después de la reunión de Asís.
¡Cuando uno ha pasado su vida en proclamar la grandeza y la dignidad del hombre y uno se encuentra delante de Dios, uno debe sentirse muy pequeño, y el choque debe ser duro!

Notas

(1) Nouvelles de Chrétienté nº 92, marzo-abril 2005 págs. 14-18.
(2) Gaudium et spes, nº 22.
(3) Encíclica Redemptor hominis, 4 de marzo de 1979, nº 8 y 13.
(4) Redemptor hominis, nº14.
(5) Juan Pablo II en París, el 2 de junio de 1980.
(6) Redemptor hominis,nº 6.
(7) Discurso al consejo de la Iglesia Evangélica, en Maguncia, el 17 de noviembre de 1980.
(8) Discurso en la UNESCO, el 2 de junio de 1980.
(9) Discurso del Papa en la reunión interreligiosa –cristianos, judíos y musulmanes- de Asís, en enero de 1993.
(10)Juan Pablo II, discurso a los cardenales, el 22 de diciembre de 1986.
(11) Ibid.
(12) Pueden referirse al artículo sobre la responsabilidad del ecumenismo en la apostasía actual, Nouvelles de Chrétienté, nº 89, de septiembre-octubre de 2004.
(13) Entrevista con Fideliter, marzo-abril 1992.
(14) Entrevista en Libération, del 2 de noviembre de 1993, publicada en L´Osservatore Romano del 5 de noviembre.
(15) Daniel Le Roux, Pedro, ¡me amas?

Tomado de la revista: TRADICIÓN CATÓLICA, septiembre- octubre de 2009.