viernes, 30 de enero de 2015

DICHOS DE SANTOS


"No debemos separar aquello que Dios ha unido tan perfectamente; Jesús y María están tan unidos que quien ve a Jesús ve a María, quien ama a Jesús ama a María, quien tiene devoción a Jesús tiene devoción a María"

San Juan Eudes

jueves, 29 de enero de 2015

PROFECÍAS AGUSTINIANAS

Se las llama así porque ellas fueron tomadas de la Biblioteca de San Agustín en Roma. Fueron copiadas en 1859 por un vicario de Mataró, en España, el cual las publicó en el Diario de Barcelona del 3 de agosto de 1860.

Hacia mediados del siglo XIX, las sediciones se extenderán a todos lados en Europa, principalmente en Francia, Suiza e Italia.

Surgirán Repúblicas, los reyes desaparecerán, los personajes eclesiásticos y religiosos dejarán sus residencias.

El hambre, la peste y los temblores de tierra devastarán algunas ciudades.

Roma perderá el cetro por la obsesión de seudo-filósofos.

El Papa será llevado en cautividad por los suyos, y la Iglesia de Dios sufrirá el yugo revolucionario; además, Ella será expoliada de sus bienes temporales. Después de un poco de tiempo, el Papa morirá.

Un príncipe del Aquilón recorrerá toda la Europa con un gran ejército; él derribará las repúblicas y exterminará a los rebeldes; su espada, movida por Dios, defenderá enérgicamente la Iglesia de Cristo. Este soberano combatirá por la fe ortodoxa y conquistará el imperio mahometano.

Un nuevo Pastor de la Iglesia vendrá de un litoral, después de un signo celeste; él enseñará al pueblo con simplicidad de corazón según la doctrina de Cristo, y la paz se le dará al siglo.


miércoles, 28 de enero de 2015

«PENSAR EN SU FUTURO»

Veuillot


"Bienaventurados aquellos que han escuchado la misa en las catacumbas. Para un templo temo menos a los furiosos que quieren demoler, que a los fieles que sólo piensan en la sopa. Antaño, los padres cristianos preferían sacrificar a sus hijos a la miseria antes que abjurar. Hoy en día los exponen más gustosamente a verlos perder la fe que a no contar con un diploma. Se compra fríamente un título de abogado o de médico al precio de cien pecados mortales que pueden cometer antes de obtenerlo. A eso le llamamos “pensar en su futuro”: esta palabra dice todo. Cuando éramos cristianos, el futuro estaba en el cielo. Pues ya no lo está más, ahora está en las tiendas, en el comercio, en los negocioss, en el lodo: y para llegar allí, pasan sobre el crucifijo. Ya no hay más cristianos, pues ya no hay fe. Si hubiera fe no se expondría las almas con tanta villanía y veríamos lo que ya no vemos: hombres”

Louis Veuillot (1813 – 1883)

lunes, 26 de enero de 2015

LA QUINTA EDAD DE LA IGLESIA MILITANTE - VENERABLE HOLZHAUSER


De la quinta edad de la Iglesia militante, llamada edad de Aflicción, comenzando desde, León X, y Carlos V, hasta el Pontífice santo y el Monarca poderoso.

CAPITULO III. Vers. 1-6

CAPITULO III. Versiculo 1.

Vers. I. I escribe al Angel de la Iglesia de Sardis: Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas yo conozco tus obras.
I. La quinta edad comenzó bajo el emperador Carlos V y el Papa León X, hacia el año 1520. Durará hasta el Pontífice santo y el monarca poderoso que vendrá en nuestra edad y será llamado socorro de Dios, esto es, restablecedor de todas las cosas. La quinta edad es edad de aflicción, de desolación, de humillación y de pobreza para la Iglesia, y con razón se la puede llamar edad purgativa (purgativus). Porque en esta edad Jesucristo ha limpiado y limpiará su trigo por medio de crueles guerras, sediciones, hambre y peste, y por medio de otras horribles calamidades, afligiendo y empobreciendo a la Iglesia latina por medio dé muchas herejías y también de malos cristianos que le arrebatarán gran número de obispados, casi innumerables monasterios, riquísimos prebostazgos, etc. La Iglesia se verá agobiada y empobrecida con las imposiciones y vejaciones de los príncipes católicos, de tal suerte que podemos al presente gemir con razón, y decir con el profeta Jeremías, en su libro de Lamentaciones, c.I, v, 1. «La princesa de las provincias ha sido hecha tributaria.» Porque la iglesia está humillada y envilecida, supuesto que de ella blasfeman los herejes y malos cristianos, sus ministros son despreciados, y no se les guarda ya mas reverencia, ni respeto. Por ahí es como Dios limpiará su trigo, arrojará la paja al fuego, mientras que juntará el buen grano para meterlo en su granero. Por último, esta quinta edad de la Iglesia, es una edad de aflicción, edad de exterminio, edad de defección llena de calamidades. Porque pocos cristianos quedaran en la tierra que se hayan librado del acero, del hambre o peste. Los reinos pelearán contra los reinos, y todos los estados estarán desolados por las disensiones intestinas, Los principados y las monarquías serán trastornados, habrá un empobrecimiento casi general y grandísima desolación en el mundo. Esos infortunios en parte se han cumplido ya, y todavía se cumplirán. Dios los permitirá por un justísimo juicio, por haber llegado a su colmo la medida de nuestros pecados cometidos por nosotros y por nuestros padres en el tiempo de su liberalidad que nos aguardaba para que nos arrepintiéramos. La Iglesia de Sardis es tipo de esta quinta edad. Porque la palabra Sardis significa principio de hermosura, es decir principio de perfección que se ha de seguir en la sesta edad. En efecto, las tribulaciones, la pobreza demás adversidades son el principio y causa de la conversión de los hombres, como el temor del Señor es el principio de la sabiduría. Tememos a Dios, y abrimos los ojos, cuando las aguas y olas de las tribulaciones nos asaltan: al contrario, mientras que disfrutamos de felicidad, cada cual bajo su higuera, en su viña, a la sombra de los honores, en las riquezas y descanso, olvidamos a Dios nuestro Criador, y pecamos en toda seguridad. He hay porque motivo la divina Providencia tiene ordenado sabiamente que su Iglesia, a la cual quiere conservar hasta la consumación de los siglos, sea regada con las aguas de las tribulaciones, al instar del hortelano que riega sus plantas en los tiempos secos. A esta edad se refiere también el quinto espíritu del Señor, espíritu de consejo. Porque se vale de ese espíritu para conjurar las calamidades, o para impedir mayores males. También se vale de él para conservar el bien, o para procurar todavía mayores bienes. La divina sabiduría comunicó el espíritu de consejo a su Iglesia, principalmente en la quinta edad: 1.° Afligiéndola, para que no se corrompiese enteramente con las riquezas, honores y deleites, y para impedir pereciera. 2.º Interponiendo el concilio de Trento como una luz en las tinieblas, afín que los cristianos que la viesen supieran lo que habían de creer en la confusión de tantas sectas que por el mundo esparció el heresiarca Lutero. Sin ese concilio de Trento número mas crecido de cristianos habrían abandonado la fe católica, tan grande era entonces la divergencia de opiniones. Apenas si sabían los hombres lo que habían de creer. 3.° Oponiendo diametralmente contra ese heresiarca y contra la multitud de impíos de esta época, a San Ignacio y sociedad, quienes, por su celo, santidad y doctrina, estorbaron se extinguiese enteramente en Europa la fe católica. 4.º Por su sabio consejo, Dios hizo también que la fe católica y la Iglesia desterradas de la mayor parte de Europa, fuesen transportadas a las indias, la China, el Japón y a otras tierras lejanas donde ahora florece y donde el santo nombre del Señor es conocido, glorificado etc. Esta quinta edad está también figurada por la quinta época del mundo; la que duró desde la muerte de Salomón hasta la cautividad de Babilonia inclusivamente. En efecto: así como en esa quinta época del mundo, Israel cayó en la idolatría por consejo de Jeroboam, no quedando sino Judas y Benjamín en el culto al verdadero Dios, así también en la quinta edad, parte muy considerable de la Iglesia latina abandonó la verdadera fe, y cayó en las herejías, no dejando en Europa sino pequeño número de buenos católicos. Como a causa de su conducta la sinagoga y toda la nación judaica fueran afligidas por los gentiles y entregadas con frecuencia a la rapiña; de esa suerte también los cristianos, el imperio romano y demás reinos, ¿con que calamidades no están ahora afligidos? ¿Acaso la Inglaterra, la Bohemia, la Hungría, la Bolonia, la Francia y demás estados de Europa no nos sirven de testigos, y no tienen males que deplorar con amargas lagrimas, y aun con lagrimas de sangre? Así corno vino Asur desde Babilonia con los Caldeos para apoderarse de Jerusalén, destruir su templo, incendiar la ciudad, despojar al santuario y llevarse en cautiverio al pueblo de Dios; etc.; del mismo modo en esta quinta edad, ¿no hay por ventura que temer hagan en breve irrupción los Turcos, y tramen planes aciagos contra la Iglesia latina, y esto por haber llegado a su colmo la medida de nuestros crímenes y de nuestras mas grandes abominaciones? Como en la quinta época el reino de Israel y el de Judá se fueron considerablemente debilitando y se debilitaron, continuamente mas y mas hasta que al cabo, el reino de Israel primero, luego el de Judá quedasen enteramente destruidos, así también, en esta quinta edad, vemos que fue dividido el imperio romano, y ahora está de tal suerte agitado, que hay de que temer perezca cómo pereció el imperio de Oriente en 1452. Por último, con esta quinta edad tiene relación el quinto día de la creación del mundo, cuando dijo Dios produjeran las aguas toda especia de pescados y réptiles, criando él las aves del cielo. Esas dos especies de animales figuran la mayor libertad; ¿porque hay por ventura cosa mas libre que el pescado en el agua, y el pájaro en el aire? Así encontramos en esta quinta edad metafóricamente la tierra y el agua llenas de réptiles y pájaros. Porque abundan los hombres carnales; quienes, abusando de la libertad de conciencia, y no contentándose con las concesiones que sé les ha otorgado no ha mucho en el tratado de paz, se rastrean y vuelan tras los objetos de sus deleites y concupiscencias. Cada cual cree y hace lo que se le antoja. A ellos se refieren las palabras del Apóstol San Judas, v. 10, en su carta católica, cuando dice. «Y estos blasfeman de todas las cosas, que no saben; y se pervierten como bestias irracionales, en aquellas cosas que saben naturalmente. Estos son los que contaminan los festines: banqueteando sin rubor apacentándose a si mismo, nubes sin agua que llevan de acá para allá los vientos, arboles de otoño, sin fruto, dos veces muertos, desarraigados, ondas furiosas de la mar, que arrojan las espumas de su abominación, estrellas errantes: para los que está reservada la tempestad de las tinieblas eternas… Estos son murmuradores querellosos, que andan según sus pasiones, y su boca habla cosas soberbias; que muestran admiración de las personas por causa de interés.... «Estos son los que se separan a sí mismos, sensuales, que no tienen el Espíritu.» Así es pues como, en esta lastimosa edad de la Iglesia, hay una relajación en la observancia de los preceptos divinos y humanos, y una indiferencia en la de la disciplina; en nada se tienen los sagrados Cánones, y el clero no es mejor cumplidor de las leyes de la Iglesia que el pueblo de las leyes civiles, Somos por tanto como réptiles en la tierra y en la mar, y como pájaros en el aire: cada cual es llevado á creer y hacer lo que se lo antoja, según el instinto carnal.

II. De lo que se sigue: Esto dice el que tiene los siete Espíritus de Dios, y las siete estrellas. Esos espíritus de Dios son los siete dones del Espíritu Santo, que Jesucristo envió por todo el mundo, y reveló a las naciones en la verdad de la fe. Las siete estrellas denotan la universalidad de obispos y doctores como so demuestra mas abajo. Esto dice el que tiene los siete Espiritus de Dios y las siete estrellas; es decir, Jesucristo, Hijo de Dios, a quién todo poder fue dado en el cielo y en la tierra, tiene en su potestad los siete espíritus de la verdad de la fe, y las siete estrellas; esto es, los prelados y doctores que nos puede quitar y trasladar a lejanas naciones, por nuestros grandes crímenes, y por la dureza de nuestros corazones y de nuestra incredulidad. Eso fue lo que hizo, cuando permitió que la luz de la fe se apartara de la mayor parte de la Europa para ser trasportada a las extremidades de las indias, sumergidas en las tinieblas del paganismo. Iluminó a esas naciones por el ministerio de San Francisco Javier y otros doctores. Si no hacemos prontamente penitencia conformando nuestra vida con la de Jesucristo, es de temer se nos quite del todo esa luz de la fe. Con esas palabras, quiere de consiguiente Jesucristo conmover a su Iglesia por medio de un temor saludable, porque el temor del Señor es el principio de la sabiduría. Y como el mayor azote que Dios nos puede enviar es el de cegar a su pueblo, arrebatándole el don de la verdadera fe por medio de falsos doctores que suscita en lugar de verdaderos, y esto en castigo de nuestras abominaciones y de nuestros corazones impenitentes, he ahí porque, tocados de un santo temor y cubiertos de saco y ceniza, nos hemos de postrar humildemente a los pies de Jesucristo, y decirle con el Profeta, Salmo, L, v. 13. «No me deseches de tu rostro: y no quites de mí tu Espíritu Santo. Vuélveme la alegría de tu salud, y confórtame con un espíritu principal, etc.» Yo conozco tus obras. Con esas palabras reprende las obras de la quinta edad. Yo conozco, es decir: tus obras malas no se me ocultan, obras llenas de imperfección, obras falsas e hipócritas, tienen un exterior de piedad, y carecen de la verdad de la caridad, tus obras, es decir, tu pompa, esplendor y santidad exterior. Yo conozco tus obras: no ignoro, Yo, escudriñador de los corazones, que tus obras en general parecen buenas por de fuera, pero en cuanto al interior son malas y causan la muerte. Por esto dice y añade: Tienes nombre de vivo y estás muerto.
Podemos tener nombre de vivir espiritualmente en Jesucristo, principio de vida, de tres maneras: 1.° por la fe en Jesucristo, de ahí nos viene el nombre de cristianos; 2. ° por las obras de justicia y caridad en Jesucristo, de cuya vida vive todo aquel que no está en pecado mortal, y se encuentra en gracia de Dios; 3.° por la observancia de los consejos evangélicos, por las sagradas órdenes del episcopado, sacerdocio, etc.; por los votos que se hacen consagrándose especialmente a la vida religiosa, abandonando las pompas, riquezas y placeres del siglo, y entregándose a Dios solo y a su Cristo. Jesucristo pues reprende sobre todo a la quinta edad de estar infestada con el vicio particular de atribuirse falsamente el nombre de vivir en él, mientras que se vive de modo diverso. Eso se prueba por inducción.
1.° Todos los herejes en la quinta edad en número casi tan crecido come las langostas en la tierra, se glorían del nombre de Cristo, dicen son verdaderos cristianos y que viven en Jesucristo, y sin embargo todos están muertos y morirán eternamente, a no ser que hagan penitencia, y entren en si mismos. Solo en los labios tienen a Dios y a su Hijo Jesús, mientras que tienen al demonio en sus corazones, y al mundo entre sus brazos.
2.° ¿Cuantos millares de cristianos resfriados en este siglo calamitoso, considerando únicamente el feliz resultado de los herejes en todas las cosas, y observando malignamente las costumbres de los eclesiásticos y su modo de vivir, conservan en verdad el nombre de católicos, por un cierto temor y respeto humano, pero interiormente están muertos en el ateísmo, indiferentismo, en el calvinismo, en la falsa política, en su odio contra los sacerdotes? Tienen nombre de vivos, porque fingen la piedad, hacen como que tienen religión, se dan por gente de conciencia, comunicando con los católicos y confesando pertenecer a la verdadera fe, en presencia de los príncipes y grandes; y hasta se encargan de ocuparse de obras piadosas y de favorecerlas; ven a los religiosos y los visitan, ostentan celo con sus palabras, con sus consejos, y aun con un cierto fervor exterior para construir monasterios, colegios, por ejemplo; mas todo eso lo hacen para tener nombre de vivos, y para ser considerados por los hombres y grandes. Procuran ganar la confianza del mundo con esa apariencia de piedad y religión, afín de conseguir mejor y con mayor facilidad el fin de sus tramas y proyectos oscuros.
3.° Si examinásemos con detalle el pequeño número de católicos, su justicia nos parecería tan repugnante como un andrajo sucio, porque la mayor parte solo se entregan a los deleites, y están muertos en el pecado. Sirven únicamente a los ojos, se glorifican en las cosas exteriores, y parecen ignorar que no se reciben las ovejas trasquiladas; porque estando fríos en la caridad cristiana, lo que buscan son sus comodidades y ventajas personales. Por lo ordinario no se encuentra en los tribunales justicia ni equidad; mas si, aceptación de personas y regalos, de lo que resulta sean los procesos interminables. La humildad está casi desconocida en esto siglo y debió ceder su lugar al fausto y a la vanagloria, a la que se disculpa bajo el pretesto de conveniencias y de rango. Se ridiculiza la simplicidad cristiana, se la trata de locura y tontera, mientras que se considera como sabiduría el saber engreído y el talento de oscurecer con cuestiones insensatas y argumentos complicados todos los axiomas de derecho, los preceptos de moral, los santos cánones y dogmas de la religión; de tal suerte que ya no existe ningún principio por santo, autentico, antiguo y cierto que sea, exento de censuras, criticas, interpretaciones, modificaciones, demarcaciones y cuestiones de la parte de los hombres, etc. En verdad se frecuentan las Iglesias, pero no se muestra en ellas respeto por la presencia de Dios omnipotente, allí se ríe, allí se habla, se mira acá y allá, se chancea, se provoca con miradas etc. Se viste el cuerpo lujosamente mientras que el alma está manchada con las inmundicias del vicio. La palabra de Dios está descuidada, despreciada, ridiculizada. Las santas Escrituras ya no son mas apreciadas, a los que se estima y considera son Machiavel, Boin, y a todos sus semejantes. El espíritu y no el corazón es lo que se cultiva en la educación de los hijos, y estos se hacen desobedientes, disolutos, hablanchines, charlatanes e irreligiosos. Los padres los aman con amor desordenado disimulando sus defectos, no corrigiéndolos, ni haciendo observar la disciplina domestica. Un hijo debería ser sencillo, bueno, amante de la verdad, verdadero cristiano, recto y justo; pero se cuida de que mas bien sea político o sabio. Solo cuando consiga hablar muchas lenguas y formarse a las costumbres extranjeras será juzgado joven de mucha esperanza y ciudadano perfecto. Además se exigirá de él, sepa fingir, disimular, hablar y sentir de un modo nuevo, hacerse a todo e imitar todo, como un comediante. En fin sus placeres los ha de buscar solamente en las novedades; etc. Así es pues como este siglo hace consistir su justicia y su vida en la falsedad, pompa exterior, en la moda y aplausos de los hombres, y entre tanto descuida la justicia verdadera e interior, la sola que agrada a Dios
4.° Nada diré de cuan desdichados son los eclesiásticos y religiosos: porque muchos de ellos tienen nombre de vivos, y están muertos, etc. Ese detalle basta para probar con cuanta razón Jesucristo dirige estas reprensiones a la quinta edad de la Iglesia, diciéndole: Tienes nombre, que vivo y estás muerto. ¡Ah! ¡Cuan pocos son los hombre que estén verdaderamente vivos en este siglo, sirviendo al Señor su Dios y siendo los amigos de su Cristo! Es por lo tanto el sentido de estas palabras: Tienes nombre, e vivo, y estás muerto en la falsa doctrina; estás muerto en el ateísmo y falsa política; estás muerto en la hipocresía y justicia fingida; estás muerto en tus pecados ocultos, en el secreto de tus abominaciones; estas muerto en tus placeres y deleites; estás muerto en el descaro, envidia y orgullo; estás muerto en los pecados carnales, en la ignorancia de los misterios y de las cosas necesarias a la salvación; en fin, estás muerto en la irreligión y desprecio por la palabra de Dios; porque toda caridad, sola y verdadera vida en Jesucristo, se resfrió en ti.

III. Vers. 2, Sé vigilante, y fortifica a las otras cosas que estaban para morir. Con esas palabras exhorta a los pontífices, prelados y doctores a la vigilancia y solicitud pastoral, las que deben ser tanto mas grandes, cuanto mas malos y difíciles son los tiempos, habiéndose introducido en el mundo muchos lobos entre las ovejas: por esto mismo estas están mas expuestas a la corrupción, rapacidad y peligro de perecer, si no encuentran un apoyo solido en la vigilancia y solicitud de los prelados. De intento dice: Sé vigilante en rogar a Dios por los que te han sido confiados, y por los débiles en la fe; Sé vigilante en el amor para con los pecadores. Consiste el fundamento de la verdadera vigilancia, y de la solicitud pastoral, en orar frecuente, humilde y devotamente por sus ovejas: por las buenas, para que se conserven; por las frágiles, para que sean aliviadas y fortalecidas; por las malas en fin, con el objeto de atraerlas a la verdad y a la justicia etc. Sé vigilante en tu persona, para que sean santos e irreprensibles tus pensamientos, palabras y acciones; para que seas casto, sobrio, modesto; y no seas colérico, arrebatado ni tirano. Sé vigilante en tu casa y domesticidad; para que tu morada sea santa y pura de toda fornicación y escándalo. Sé vigilante en conservar una doctrina sana y ortodoxa, afín de predicar a los adultos y enseñar a los niños. Sé vigilante, y cada cual cumpla con su obligación, el obispo, el prelado, etc. Sé vigilante y ten cuidado de visitar examinar, corregir, exhortar, consolar y proteger a los prelados, curas y predicadores que están bajo tu jurisdicción. Sé vigilante en procurar buenos obispos, buenos prelados, buenos párrocos, y buenos pastores de almas a todos tus subordinados que permanecen en la sana doctrina. Sé vigilante, contra la malicia de los herejes, contra los malos libros, y falsos cristianos, contra las costumbres depravadas y vicios públicos, contra los escándalos, robos, adulterios, etc. Y fortifica, es decir, conserva a cuantos católicos quedan, quienes cayendo insensiblemente en la herejía y en el ateísmo, mueren, por falta de vigilancia pastoral etc. De intento dice el texto en sentido condicional: Y fortifica las otras cosas que estaban para morir; porque 1.° como se dijo, el resto de católicos se conservó en Europa por el socorro del concilio do Trento, de la compañía de Jesús, y de otros hombres piadosos; sin esos recursos hubieran caído todos en la herejía, y hubiesen muerto espiritualmente. 2.º Esas palabras están puestas en sentido condicional, afín que los obispos, prelados y demás pastores de almas entiendan, que no depende de la casualidad ni de una ciega predestinación de Dios, la salvación o muerte de las almas rescatadas con la preciosa sangre de Jesucristo, como quizás se lo imaginan los pusilánimes e impíos; sino que al contrario, sepan que la vida de las almas depende de la vigilancia y solicitud, la muerte eterna proviene del escándalo y negligencia de los pastores.

IV. Sé vigilante y fortifica las otras cosas que estaban para morir. Aquí Jesucristo todavía nos intima y hace resonar en nuestros oídos, por la voz del profeta, la necesidad de la vigilancia, por que nos encontramos en tiempos malos, y en un siglo lleno de peligros y calamidades. La herejía toma pujanza por todas partes y levanta la cabeza; su cuerpo so fortalece más que nunca, y sus prosélitos han obtenido poder casi por todo. Han triunfado en el imperio, en los reinos y repúblicas, y se han enriquecido con los despojos de la Iglesia. He ahí por que razón muchos católicos se entibiecen, los tibios defeccionan, y gran número se escandaliza en su corazón. La guerra es también causa de que se ignoren hasta las cosas más esenciales de la fe. La corrupción de costumbres va creciendo en los campos y entre los soldados a quienes rara vez se conceden buenos pastores, buenos predicadores y buenos catequistas. De allí proviene que la generación permanezca agreste, grosera e inflexible; ignorando todo o casi todo; no preocupándose de Dios, ni del cielo, ni de lo honesto. Conociendo únicamente la rapiña, el robo, la blasfemia y la mentira; no estudia sino para ver como engañar con artificios a su prójimo, etc. En la fe católica, la mayor parte están tibios, ignorantes, artificiosamente engañados por los herejes, quienes se jactan de su felicidad, se regocijan de ello, y ridiculizan a los verdaderos fieles, a los que ven por otra parte afligidos, empobrecidos y desolados. Al mismo tiempo nadie estudia las ciencias sagradas; por que los parientes están pobres, y en la mayor parte de los seminarios solo hay desolación, ya no disfrutan de las pagas ni rentas de sus fundaciones. Por lo que se acaba de decir, y aun por otras miserias, se comprende de un modo evidente, cuan grande es el peligro que amenaza a la fe católica en el imperio romano. Sed pues vigilantes ¡Obispos y Prelados de la Iglesia de Dios! Aconsejaos en vosotros mismos, y reflexionad concienzudamente con vuestras ovejas sobre los medios de procurarles, en esta urgente necesidad, sacerdotes piadosos, celosos e instruidos, quienes, con su sana palabra y buenos ejemplos, brillen como una luz a los ojos de sus ovejas, afín de conducirlas a buen pasto, y fortalecerlas en la fe católica. Sé vigilante y fortifica las otras cosas que estaban para morir: Por que no hallo tus obras cumplidas delante de mi Dios. Jesucristo habla aquí como hombre y como cabeza invisible de la Iglesia. La divinidad, en el abismo infinito de su eterna presciencia, le reveló los defectos y pecados de los pastores y demás miembros futuros de la Iglesia, y al mismo tiempo le confirió la misión de corregirlos. Jesucristo funda por lo tanto su reprensión en la falta de vigilancia y solicitud pastoral, de las que se habló mas arriba, exigiéndolas Dios de los Obispos y prelados de la Iglesia. Ese es el motivo de que se valga do la conjunción por que, la cual une lo que precede con lo que sigue, a saber: Sé vigilante.... Porque no hallo tus obras cumplidas delante de mi Dios. Es decir, tú no cumples con tu obligación como pudieras y debieras hacerlo; no eres bastante vigilante, no tienes suficiente solicitud para con las ovejas que te han sido confiadas, porque tus obras no son completas, es decir, perfectas, de caridad, y poco cuidado tienes de la salvación de las almas: Porque no hallo tus obras cumplidas, con respecto a las órdenes, instituciones, promociones, visitas pastorales y disciplina. No hallo tus obras cumplidas; por que tú no andas como yo recibí el mandato de mi Padre, y como anduve yo mismo en la humildad, pobreza y abnegación de las pompas del siglo. Por eso dice pues Jesucristo. Porque no hallo tus obras cumplidas para expresar que no agradan a su voluntad, contra la cual tú operas, no cuidándote sino de ti mismo, siendo indulgente para con tu persona en la ceguedad de tu amor propio y de tus deleites. Afectas el fausto, te envaneces con los honores, prodigas mi patrimonio en el exceso de la mesa, brillo de las cortes, esplendor de palacios y numerosa servidumbre; en el lujo de caballos y carruajes; en los medios de engrandecer y enriquecer a tus parientes; en una palabra, en la pompa del siglo. Mientras que por el contrario, debieras emplear tus rentas en alimentar a los pobres, consolar a las viudas y huérfanos, y socorrer a los católicos en los países donde han sido empobrecidos y despojados por las dilapidaciones de los herejes y demás enemigos de la religión; y donde gimen bajo el yugo, faltos de socorros humanos. Debieras también emplear tu beneficio en favorecer los estudios de la juventud que carece de medios, con el objeto de suplir a la penuria de buenos pastores, e igualmente afín de restaurar las iglesias en ruinas, como todas esas obras pertenecen al deber pastoral, sin que tú con todo eso las desempeñes, no hallo tus obras cumplidas delante de mi Dios, quién conoce tus faltas, las cuales te harán inexcusable en su juicio.

V. Vers. 3. De donde se sigue: Acuérdate pues de lo que has recibido, y oído, y guárdalo, y haz penitencia. Aquí aplica el remedio al mal, Ese remedio se compone de cinco cosas: 1,° Acuérdate pues. Esas palabras recomiendan la meditación frecuente de una verdad seria e importante; y el recuerdo constante y firme del deber pastoral. Ese recuerdo, esa meditación son una obligación no menos grave que importante para los obispos, prelados y demás pastores, quienes deben hacer de ello el sujeto habitual de sus reflexiones, y grabarlas profundamente en su memoria. Es de consiguiente el fundamento y primer remedio para los prelados corregirse de sus defectos y negligencias, de estudiar y conocer las obligaciones de sus empleos. Por eso dice en segundo lugar: Acuérdate pues de lo que has recibido, con esas palabras, Jesucristo designa la cualidad de la carga del deber episcopal y pastoral, que son santos, y se recibieron para ministerio de ángeles; el que Dios confió a los hombres, no como un reino o ventaja terrestre, sino para salvación de las almas, por quienes Yo, dice él, Hijo eterno de Dios, Rey de reyes, y Dominador de los que dominan, descendí de los cielos, me hice hombre, nací en un establo, alojé entre animales, viví en la pobreza y humildad, conversando con los hombres en la tierra por espacio de 33 años; por fin, fui crucificado entre dos ladrones. ¡Oh tú! prelado y pastor, tú no recibiste pues ese oficio para que los hombres te honren e inciensen, ni para entregarte a los deleites y delicias de los convites, ni para amontonar oro y plata, ensalzar y enriquecer a tu parentela, ni para buscar las pompas del siglo o la vanidad del mundo, sino para que tú fueras imitador de mi. Si quieres ser admitido en el número de mis escogidos, debes tú ser puro e inmaculado entre los hombres, de quienes has de ser modelo tanto mas distinguido, cuanto mas elevado, santo y perfecto es el ministerio que recibiste en herencia. Tu carga es pesada, llena de trabajos, solicitudes y peligros. Exige por lo tanto una vigilancia exacta, temor de Dios, oración continua e infatigable, casta sobriedad, etc. Acuérdate pues de lo que has recibido; es decir, para que fin fuiste instituido pontífice, obispo, prelado, a saber: para apacentar el rebaño que te se confió, para resplandecer como una luz en la oscuridad, para ser sal de la tierra y sazonar espiritualmente las almas y espíritus de los hombres; para ser la cabeza y jefe que vivifica a los miembros y al cuerpo eclesiástico. Acuérdate de lo que has recibido de mi Dios: tantos dones naturales, de fortuna y de gracia dada gratuitamente, no para gozar arbitrariamente de esas ventajas, sino para hacerlas producir fruto como un siervo fiel y útil. Tú no has recibido esos dones para esconderlos en los pliegues (1) de tu amor propio, o para enterrarlos en la tierra de los deleites y honores, sino para que den fruto y aprovechen espiritualmente a mi Dios, por tus obras de misericordia y de caridad: te debes servir para las viudas y huérfanos, y para sostener a los pobres e indigentes al ejemplo de mis santos, de hay viene el tercer ingrediente del remedio: Acuérdate pues....de lo que has oído en mi Evangelio: De que suerte me comportaba yo entre los hombres, dando yo mi vida por mis ovejas. Acuérdate pues de lo que has oído en los hechos y en la vida de mis apóstoles, cual ha sido su conducta. De lo que has oído de tus padres, tus predecesores: pontífices, obispos y prelados de mi iglesia. Tú sabes en efecto que fueron humildes, pobres, prudentes, sobrios, castos, llenos de solicitud y dotados de todas las virtudes. De consiguiente, al ejemplo de tu Señor y maestro, de los Apóstoles, de los demás santos y amigos de Dios, debes vivir como ellos vivieron, y conducirte en este mundo como ellos se condujeron. Acuérdate....de lo que has oído de la vida y conducta que los santos Cánones, los escritos de los santos Padres, los concilios generales, provinciales y diocesanos prescriben. Acuérdate de lo que has oído nuevamente en el concilio de Trento, de todos sus estatutos sobre la vida, honestidad y reforma que se debe observar. Por esa razón añade al momento el cuarto remedio: Y guárdalo. Esas palabras nos excitan a observar lo que mas arriba so dijo, y al mismo tiempo contienen una reprensión particular sobre el vicio de este siglo, que consiste: en no observarse casi ninguno de todos esos deberes indicados. Porque nuestro siglo es carnal y delicado: se vanagloria de muchas cosas, particularmente da sus ciencias sublimes. Porque sabe mucho, se cree en derecho de no observar cosa alguna. Tenemos en efecto tantos santos cánones, tantos saludables concilios generales y sinodales, tantas buenas leyes civiles, libros espirituales, interpretes de las santas Escrituras; tantos escritos de santos Padres llenos de fuerza y de doctrina: en fin, tantos ejemplos de santos, sin embargo, ¡cuan pocas son nuestras buenas obras! ¡Ah! ¡somos hijos de un siglo carnal! Por esto nos exhorta Cristo y nos incita a imitar y seguir con nuestros actos el camino recto que conocemos, y por el cual él y sus santos han caminado, sirviéndonos de ejemplo. El quinto remedio está en las siguientes palabras: Y haz penitencia. La penitencia que aquí nos prescribe encierra tres puntos, a saber: 1.º El hombre debe reconocer y confesar su falta. 2.° Debe pedir perdón a Dios con un corazón contrito y humillado. 3.º Debe corregirse de sus pecados, reformar su vida y conducta, y satisfacer debidamente por sus culpas. Mas, como la generación perversa de esta quinta edad de la Iglesia, nada de eso hace, he ahí porque Cristo exhorta con todo encarecimiento a su iglesia a que haga una penitencia saludable, la que él nos propone, no tan solo como remedio esencialmente necesario para que vuelva a la vida espiritual nuestra alma muerta en el pecado, sino que también como medio de apaciguar la cólera de Dios, de apartar de nosotros los males que ha derramado sobre esta generación, y todavía derramará por torrentes hasta el infinito, si no hacemos penitencia. A pesar de todo eso nadie quiero convertirse, como se puede probar por indución. Efectivamente, 1.° los herejes que murieron en sus errores desprecian la penitencia, y no reconocen o no quieren reconocer su estado miserable; hasta llegan a vanagloriarse, y dicen obran bien aunque estén muertos. 2.° Entre los católicos, pocos son los que reconocen sus defectos y pecados. Todos los obispos, prelados y pastores de almas dicen cumplen siempre bien su obligación, que vigilan y viven según conviene a su estado. Lo mismo los emperadores, reyes, príncipes, consejeros y jueces, se glorifican de haber obrado bien. Todas las sagradas órdenes pretenden ser inocentes. En fin el mismo pueblo, desde el primero hasta el último, tiene por costumbre el decir: ¿Que mal hice, o que mal hago? Así es como todos se excusan. Luego para que la divina Sabiduría y Bondad pudiese traer a penitencia esta generación pervertida y corrompida al más alto grado, envió casi continuamente sobre ella los males de la guerra, pestes, hambre y otras calamidades. Por eso también muy recientemente a la Alemania entera con 30 años de continuas y asombrosas calamidades, a fin que abriésemos al cabo los ojos, reconociésemos nuestros pecados, e implorásemos el perdón y misericordia de Dios con un corazón contrito y humillado; y también para empeñarnos a reformar nuestra vida y conducta, cada cual según las obligaciones de su estado. Más en lugar de todo eso, nos hemos vuelto más malos, estamos a tal extremo ciegos, que ni siquiera creemos nos hallamos sumergidos en esos males a causa de nuestros pecados, cuando sin embargo dicen las Escrituras. «No hay males en Israel, que Dios no haya enviado». De lo que es de temer se exaspere aun más el Señor en su cólera, de la que nos amenaza con las siguientes palabras.

VI. Vers. 3. Porque si tu no velares, vendré a ti como ladrón, y no sabrás en que hora vendré a ti. 1.º Después de prescrito el remedio, sigue una terrible amenaza contra la Iglesia de Dios. Porque si tu no velares después de haber por fin salido del sueño profundo de tus deleites, pereza y pecados, en los que hasta lo presente te adormeciste, vendré a ti, suscitándote desgracias, se expresa en tiempo futuro, porque como se ha dicho con frecuencia, la cólera de Dios, en la longanimidad de su bondad, nos amenaza repetidas veces de lejos y mucho tiempo antes. Pero afín que no imaginemos estar al abrigo de sus golpes por ser lento en descargarlos, dice: Vendré a ti, de una manera cierta e infalible. Las Escrituras nos advierten del mismo modo, en Habacuc c. II. v. 3: «Espéralo; vendrá y no tardará.» 2.° Vendré a ti...como ladrón. Aquí compara su visita y el envió de sus males a la llegada de un ladrón, Porque, a, el ladrón suele llegar de repente y al improviso; b, llega durante el sueño; e, hace infracción en la casa; d, por último pilla y roba todo. Tal será pues el mal que Dios suscitará contra su Iglesia. Los herejes y tiranos serán ese mal, ellos vendrán de repente y al improviso, harán infracción en la Iglesia durante el sueño de los obispos, prelados y pastores; se harán superiores y saquearán y pillarán los obispados, prelaturas, bienes eclesiásticos, como vemos, con nuestros propios ojos hicieron en Alemania y en el resto de la Europa. Hasta peligra continúen dominando y saqueando lo que queda. Vendré a ti como ladrón, suscitando contra vosotros las naciones bárbaras y los tiranos, quienes vendrán como un ladrón, de repente y al improviso, mientras que vosotros dormiréis en vuestras antiguas costumbres de deleites; impurezas y abominaciones. Harán infracción y penetrarán hasta en las mismas fortalezas y guarniciones. Entrarán en Italia, devastarán a Roma, quemarán los templos y minarán todo, si no hacéis penitencia y si por fin no os despertáis del sueño de vuestros pecados: Y no sabrás en que hora vendré a ti. Jesucristo hace aquí notar como de paso, la ceguedad con que Dios suele herir a los príncipes del pueblo para que no puedan prever, y de consiguiente ni precaver los infortunios que los amenazan. Porque oculta a sus ojos, pesados con el sueño de los deleites, los males y venganzas que deben asaltarlos. En ese sentido dice pues. Y no sabras en que hora vendré a ti; es decir, estará a tu vista escondido el tiempo de su visita, no podrás ya prevenir el mal, ni prepararte al combate, porque el enemigo vendrá con rapidez, e inundará todo como las aguas de un rió impetuoso, como la flecha arrojada al aire, como el rayo, como un galgo.
Vers. 4. Más tienes algunas personas en Sardis, que no han contaminado sus vestiduras. Ahora sigue el elogio ordinario del pequeño número relativamente a la multitud de hombres en la tierra. Porque por mas que la iglesia esté afligida y desolada, y por mas depravado que esté el mundo, el Señor Dios siempre se reservó y reserva santos amigos suyos, quienes brillan como una luz o como un faro en medio del mundo, para impedir que todo se corrompa y sea envuelto en tinieblas. Tienes algunas personas en Sardis, que no han contaminado sus vestiduras, con esas palabras él indica la especie de iniquidad con que está infestado y manchado el universo entero fuera de algunas excepciones, y la señala como asemejándose a los vestidos manchados. Es así que los vestidos se manchan; 1.° Con el lodo y estiércol que se encuentra pasando por las calles. 2.° Con las basuras de diversas inmundicias que se emplean para la conservación de la vida. 3. ° Con la peste y la lepra. Esas tres metáforas significan la universalidad de pecados graves en que el mundo casi entero está encenagado consumiéndose lentamente en enfermedades que son hasta letales. En efecto, esta generación está totalmente pervertida es delicada, afeminada desidiosa, carnal, avara y soberbia. De allí resulta que ella se sumerja eh el lodo de los deleites y placeres, en la herejía y olvido de Dios su criador. Sobre tanta cantidad de estados diversos, y muchedumbre de hombres que hay en el mundo, solo un corto número cree aun de todo corazón en el Señor Dios, que esta en los cielos. Hay pocos que esperan en la divina providencia, los que sirven a Jesucristo según el estado de su vocación, y aman a Dios y al prójimo. Por esta razón dice: Algunas personas. El testo latino se expresa con la palabra nombres (nomina) es decir: tan pequeño número que con facilidad se pueden nombrar por sus nombres: Como dicen las Escrituras: «Aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida», a causa del pequeño número de los que se salvarán. «Porque muchos serán los llamados y pocos los escogidos.» (2) Los cuales andarán conmigo en vestiduras blancas porque son dignos. El Apóstol indica aquí la conducta de Cristo en la tierra, cuyo ejemplo seguirá ese pequeño número de amigos. Cristo anduvo vestido de blanco. 1. porque vivió entre los hombres en la mayor mansedumbre, pureza, humildad, pobreza, paciencia y abandono: virtudes todas de Jesús representadas por el vestido blanco, 2,° Anduvo vestido de blanco, cuando en su bendita pasión Herodes le despreció, le revistió de una túnica blanca; y haciéndole pasar por loco, lo devolvió a Pilatos. De igual modo, el corto número de elegidos que se conservan inmaculados en medio del siglo, andan, al ejemplo de Cristo en la tierra, en grande humildad, desprecio, pobreza, mansedumbre; y gimen en sus corazones cerca del Señor su Dios. Tienen que sufrir mucho, son despreciados y escarnecidos por el mundo, porque su vida y conducta se consideran cono una locura. El mundo, en efecto, es de esa suerte que suele tratar a los santos de Dios, así es como siempre los ha juzgado; y no ha tenido vergüenza de juzgar hasta al mismo Hijo único de Dios, venido del cielo por la salvación de los hombres. He ahí porque Jesucristo dice para consolar a sus amigos, Joa c. XV. v. 17. «Esto os mando, que os améis los unos a los otros. Si el mundo os aborrece: sabed que me aborreció a mi antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo que era suyo: más porque no sois del mundo, antes yo os escogí del mundo; por eso os aborrece el mundo. Acordaos de mi palabra, que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su Señor. Si a mi me han perseguido, también os perseguirán a vosotros.» En efecto, la amistad de este mundo es enemiga ante el Señor, y la amistad con Dios es enemiga del mundo: Por lo que dice el texto: Las cuales andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. Nos asombra la amistad y aprecio de Dios para con sus justos y amigos, en cuanto quiere y permite que ellos vayan errantes por el mundo, cubiertos de pieles de oveja despreciados, empobrecidos, envilecidos, en medio de las tribulaciones, persecuciones, injurias, ultrajes, tentaciones, frío, desnudez, etc. Al contrario, el mundo y los que pertenecen al mundo prosperan en los placeres, viven en la gloria y riqueza, se ríen y alegran en la abundancia de todos los bienes. Ese es el afecto que Dios tiene a sus escogidos, del que no es digno el mundo. De ahí este pasaje de San Pablo a los Hebreos, c. XI, v, 35: «Los unos fueron estirados, no queriendo rescatar su vida, por alcanzar mejor resurrección. Otros sufrieron escarnios, y azotes, y cadenas, y cárceles. Fueron apedreados, aserrados probados, murieron muerte de espada, anduvieron, de acá para allá, cubiertos de pieles de ovejas, y de cabras, desamparados, angustiados, afligidos: de los cuales el mundo no era digno.» Muy bien sabían eso los santos Apóstoles de Dios, quienes se volvían llenos de gozo de delante del consejo, porque habían sido hallados dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús.

VII. Vers. 5. El que venciere, será así vestido de vestiduras blancas. Esas palabras encierran la promesa de una recompensa, de una retribución y de un pleno consuelo en la otra vida. Con esa promesa nos exhorta como soldados, y nos estimula a la victoria El que venciere mundo, carne y demonio; el que venciere escapándose del yugo del diablo, a quien estaba antes sujeto por sus pecados y deleites, e hiciere penitencia; el que venciere practicando la caridad para con Dios y el prójimo, la cual borra la multitud de nuestros pecados; el que venciere permaneciendo en la fe católica verdadera, en medio de largas defecciones, escándalos y aflicciones de los, cristianos; el que venciere las persecuciones, tribulaciones, angustias y calamidades intentadas por los herejes y malos cristianos; el que venciere las astucias, engaños, falsedades, con la prudencia y verdadera simplicidad cristiana; en fin, el que venciere perseverando en la sana doctrina, con costumbres santas y sincera caridad: ese será así vestido de vestiduras blancas; es decir, se le retribuirá plenamente, según la medida de sus padecimientos, Porque cuanto mas haya uno sido despreciado en este mundo, tanto mas será glorificado en el otro, cuantas mas tribulaciones, tanto mas consuelos. Mas habrá uno sido oprimido en la humildad, pobreza, desnudez, sed, miseria, persecuciones, tribulaciones y adversidades de este mundo, mas también será ensalzado en la otra vida. Abundará de riquezas celestiales, será revestido de la estola de la inmortalidad, será saciado con la plenitud de todas las delicias, que nunca jamás faltarán, Para mayor consuelo de los afligidos añade la partícula: así, y no borrare su nombre del libro de la vida. El libro de la vida, es la predestinación, sea la presciencia eterna de Dios, mediante la cual de toda eternidad dispuso su reino para los escogidos de un modo cierto e infalible, según las obras de cada uno. Así, tal es la promesa que hace aquí para consuelo de sus amigos y justos. Y no borraré su nombre del libro de la vida; es decir, quedará inscrito como heredero en el testamento de la eterna herencia; la que nadie le quitará en los siglos de los siglos. Y confesare su nombra delante de mi Padre y delante de sus ángeles. La confesión de Cristo será el mayor honor de los santos en el cielo. Esta confesión, que por otra parte se repite con frecuencia por los evangelistas, se promete aquí para los que hayan confesado su santo Nombre en la tierra, Y lo hayan guardado, no solo de boca, sino que también de corazón y de hechos. Más, esta confesión del santo Nombre de Jesús hecha por los hombres en presencia del mundo, es totalmente extraña a la perversa generación de nuestra época; porque casi todos confiesan de boca que conocen a Cristo, pero con los hechos lo reniegan. La confesión de Cristo delante de su padre, solo se promete aquí a sus fieles siervos, como una especial recompensa, como un, estimulo para sus soldados a la victoria, y como el mayor honor que les reserva, de ser alabados y confesados por él, hasta delante de su Padre, Rey de reyes, Señor de señores, y en presencia de millares de ángeles y de todos los santos de Dios.

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(1) N. D. T. E. En la versión francesa se lee linge, literalmente significa ropa blanca, lienzo, no encontrando adecuada esa palabra, la he traducido por pliegues. Además es preciso advertir, que también el continuador de la obra notó esa voz diciendo: Expresión bíblica.

(2) Relativamente a la masa de los impíos e infieles.


INTERPRETACIÓN DEL APOCALIPSIS
Venerable Bartolomé Holzhauser.
Paginas 108 a la 132.
Traducido al Español por Fr. Ramón de Lérida

Imprimátur
Fr. Damiano de Vareggio Vist. Apost. I Comis. Gen. Cap.
Serena, 6 Mayo 1860.

Imprimase
EL OBISPO DE LA SERENA (CHILE)

Imprenta de la Serena.- Convento de San Agustín N.º 36.
Año 1860.

sábado, 24 de enero de 2015

OTRA FRANCISCADA: LA CONFESIÓN NO ES UN JUICIO


1507-1
La confesión no es un ‘juicio’ sino un ‘encuentro’ con Dios que perdona y olvida cada pecado a la persona que no se cansa de pedir su misericordia, recordó esta mañana el papa Francisco en la homilía de su misa matutina celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta”.
Pero el Concilio de Trento amonesta:
“Si alguno dijere que la confesión de todos los pecados, no es un acto judicial…sea anatema”(Denzinger,919)
Y lo que dice Ludwig Ott en su Teología Dogmática:
“Cristo constituyó a los sacerdotes «como presidentes y jueces («tanquam praesides et iudices») para que en virtud del poder de las llaves pronuncien sentencia de perdón o de retención de los pecados» ; Dz 899.Para que exista un proceso judicial se requieren esencialmente tres cosas : a) autoridad judicial («auctoritas iudicialis») ; b) conocimiento del estado de la cuestión («cognitio causae») ; c) sentencia judicial («sententia iudicialis»).
  1. a) Cristo concedió a los apóstoles y sus legítimos sucesores el poder de perdonar los pecados. Los poseedores de este poder lo ejercen en nombre de Cristo y con autoridad del mismo.
  2. b) El poder de perdonar los pecados tiene dos aspectos: la potestad de perdonarlos y la de retenerlos. No se puede obrar a capricho en la aplicación de este poder, sino que hay que seguir la norma objetiva de la ley divina y el estado de conciencia del pecador. De todo esto se sigue que quien se halle revestido con esta autoridad debe tener conocimiento de causa tanto objetivo como subjetivo, y examinar concienzudamente la cuestión.
  3. c) Después de haber examinado la culpa y la disposición del pecador, el sacerdote, como representante de Cristo, pronuncia la sentencia judicial en virtud de la cual los pecados quedan perdonados o retenidos. Lo mismo que el perdonar los pecados, el retenerlos constituye una positiva sentencia judicial («sententia retentionis» ; Dz 899), no una mera omisión del poder de perdonar. También la imposición de obras satisfactorias es acto del poder judicial.
En la práctica penitencial de la Iglesia primitiva, aparece claramente la convicción del carácter judicial del perdón de los pecados. El pecador, después de haber confesado sus pecados y recibido la penitencia correspondiente, era expulsado formalmente de la comunidad de los fieles (excomulgado), y después que había cumplido la penitencia impuesta era admitido solemnemente en la iglesia. Tertuliano califica el juicio que se hacía sobre el pecador como «juicio preliminar, sumamente significativo, del juicio futuro» («summum futuri iudicii praeiudicium» ; Apol. 39). Cf. San Juan Crisóstomo In Is. 6 hom. 5, 1. La absolución como perdón de la culpa, considerada en sí misma, tiene, ciertamente, el carácter de un acto soberano de gracia; sin embargo, teniendo en cuenta los precedentes actos de aceptación de la autoacusación, la estimación de la culpa y las obras de penitencia impuestas al penitente absuelto, la absolución tiene también carácter judicial.
Y el Código de Derecho Canónico dispone:
“Al oír confesiones, tenga presente el sacerdote que hace las veces de juez y de médico, y que ha sido constituido por Dios ministro de justicia y a la vez de misericordia divina, para que provea al honor de Dios y a la salud de las almas”(canon 978, § 1).
¿Hasta cuándo nos humillará Francisco con sus disparates? ¿Se dará cuenta de que a este paso merecerá ser tenido por el primer Papa anticatólico? Si es que eso le importa…

jueves, 22 de enero de 2015

MILAGROS EUCARÍSTICOS - 28


INVASION SARRACENA
Año 993 San Cugat del Vallés España

El hecho más antiguo que del Santísimo Sacramento se registra en España es el de San Cugat del Vallés, en Cataluña, pueblo situado en campiña feraz a unos diez kilómetros de la ciudad de Barcelona.

Fué San Cugat, monasterio de historia gloriosa entre los insignes Benedictinos, famoso en toda la Cristiandad; durante la Edad Media a él acudían peregrinos de las naciones más lejanas; los más preclaros Reyes francos, en su fundación, lo protegieron y colmaron de privilegios, los Condes de Cataluña y después Reyes de Aragón lo tomaron bajo su égida poderosa.

A su sombra florecieron varones tan insignes como el abad Otón, el que acompañó al conde Borrell a Córdoba; como Raimundo de Moncada, Bernardo Estruch, Gayola, Azara y Montero. En su recinto se meció la primera imprenta catalana; bajo sus bóvedas se celebraron Cortes en tiempos de Don Martín y Don Alfonso el Magnánimo, y se acogieron insignes artistas que allí dejaron marcada, para siempre, la señal luminosa de su paso.

Levantado sobre las ruinas del Castillo Octaviano, recuerdo de la dominación romana, regada la tierra de sus cimientos con la sangre preciosa de los grandes mártires de Cristo, San Cucufate, Santas Juliana y Semproniana, San Medín y San Severo, cuyas cenizas guardó por largos siglos, cual augusto relicario; es por otra parte tal monasterio uno de los monumentos arquitectónicos más espléndidos de que puede gloriarse Cataluña.

Pero lo que hizo más célebre a San Cugat del Vallés fue un prodigio eucarístico del que hablan varios historiadores.

«En el sagrario de su célebre iglesia se conserva incorrupta una santa Hostia de forma orbicular y una pulgada de diámetro, en cuyo centro se lee XPS; es, sin duda alguna, de pan ázimo.

»La tradición así refiere su origen: En el año de 993, invadiendo estas tierras los sarracenos y habiendo destruido todo el poder del Conde de Barcelona y muerto al mismo en la llanura conocida con el nombre de «Matabóus», el abad Otón, huyendo precipitadamente del furor de los enemigos del nombre cristiano, escondió esta santa Forma envuelta en unos corporales, los cuales, cuando pasada la furia de la invasión sarracena, volvió Otón para recoger el sagrado depósito, los hallo ensangrentados.

«Estos lienzos se conservan separadamente en un relicario y se ven rastros de sangre: un letrerito puesto allí, dice: Hoec linteámina sunt sancta corporália vétera, et in medio est Corpus Dómini involútum in capsa lígnea. Quiere decir: Estos lienzos son unos santos corporales antiguos, y en ellos está envuelto el cuerpo del Señor que se guarda en esta caja de madera.

*El día 6 de abril del año 1409, visitó formalmente la santa Hostia el Abad Don Berenguer de Rejadell, y la rompió en dos partes iguales, como hoy se ve, hallando incorruptas las especies sacramentales». Continuó este prodigio hasta mediados del siglo XIX, en que por presentar tan preciosa y antiquísima reliquia señales de corrupción, se retiró del Sagrario donde estaba reservada y se colocó en el archivo.

(D. Cayetano Barraguer. Las casas de Religiosos en Cataluña,
t. 1º. cap. lº, art. 12, pág. 108.- Libro de visitas, Archivo de la
Corona de Aragón.- Visitas de los Reales... 1830).

P. Manuel Traval y Roset

miércoles, 21 de enero de 2015

DICHOS DE SANTOS

 

"Quienes de veras aman a Dios, todo lo bueno aman, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno dan, con los buenos se juntan siempre y los favorecen y defienden".

Santa Teresa de Jesús

domingo, 18 de enero de 2015

DE LA FELICIDAD DEL CIELO


Según el Apóstol San Pablo, en este mundo es imposible figurarse las maravillas del Cielo, porque exceden infinitamente a nuestra capacidad de comprensión.

Según los teólogos, el mayor disfrute de los Santos lo tendrán en las potencias del alma: memoria, entendimiento y voluntad. Con la memoria recordaremos el amor que Dios nos ha demostrado con todos los beneficios que nos ha hecho; con el entendimiento comprenderemos la bondad y hermosura de Dios y nos sentiremos felices al saber que nos ama; y con la voluntad le amaremos apasionadamente y disfrutaremos las delicias de su amor.

Pero aparte del alma, también nuestros cuerpos gozarán una grandísima felicidad.

Según los teólogos, los cuerpos gloriosos serán dotados de unas capacidades especiales de las que vamos a tratar:

Impasibilidad: Según el Catecismo Romano de San Pío V, la impasibilidad es una cualidad que hará que no se pueda padecer molestias, ni sentir dolor ni cansancio alguno. En virtud de esta cualidad, los cuerpos de los santos en el Cielo gozarán de perpetua juventud, donde nunca conocerán el cansancio ni la enfermedad, ni cosa alguna que les pueda molestar.

Sutileza: En virtud de esta perfección, el cuerpo del glorificado se espiritualizará de tal forma que podrá atravesar las paredes y penetrar a través de cualquier cuerpo, obediente a los deseos del alma, sin que haya ninguna barrera que le impida moverse de un sitio a otro a la velocidad del pensamiento. Consideremos a Cristo cómo entró en el Cenáculo donde estaban los apóstoles, atravesando las paredes, sin pasar por puertas ni ventanas. Igualmente podrá penetrar con su mente en todos los secretos de la Naturaleza y conocerá el por qué de todas las cosas.

Agilidad: Respecto a este don, el Catecismo de Trento dice, que por ella se librará el cuerpo de la carga que le oprime ahora, y se podrá mover hacia cualquier parte a donde quiera el alma, con tal velocidad que no pueda haberla mayor. Santo Tomás asegura que, la rapidez con que pueden moverse los cuerpos gloriosos será incomparablemente superior a la velocidad de la luz. Algunos dicen que podrá moverse de un lugar a otro a la velocidad del pensamiento. Bastará que deseen estar presentes en un lugar determinado para poder estar allí en el mismo momento, aunque esté a años luz.

Claridad: La cuarta cualidad de los cuerpos gloriosos es su incomparable hermosura, resplandor y claridad. La hermosura de los Santos es tan grande que, si se dejaran ver en este mundo tal como son, no lo podríamos aguantar y moriríamos de felicidad. Los teólogos dicen que cuando a algún Santo se le aparece el Señor o la Virgen, no se le aparece con toda la hermosura que realmente tienen en el Cielo, porque para poderlos ver como son necesitamos que antes también nuestros cuerpos sean glorificados y capacitados para aquello.

Santa Teresa después de una aparición de Jesucristo, decía: "Aunque otra cosa no hubiera para deleitar la vista en el Cielo, sino la gran hermosura de los cuerpos glorificados, es grandísima gloria, tanto que no es posible comprender ni imaginar".

LA CREACIÓN
Andrés Codesal Martín

viernes, 16 de enero de 2015

MÁRTIRES - HISTORIA DEL MARTIRIO DE LOS BEATOS MÁRTIRES PASIONISTAS DE DAIMIEL



P. AURELIANO PAGOLA, C.P.

I
PRENDIMIENTO

Ofrenda de la vida

Eran las 11.30 de la noche del 21 al 22 de julio de 1936. Un murmullo de amenazas rodea el convento, situado a las afueras de la ciudad. Suena con impaciencia la campanilla de la portería, y el hermano portero con algún religioso más baja a abrir, y se encuentro con unos milicianos que imperiosamente le dicen:

Por orden de la autoridad, tienen que desalojar el convento en el espacio de una hora.
Asustado el hermano, comunica la orden al P. Provincial, Nicéforo de Jesús y María, que manda se levante la Comunidad, y cambiando el hábito por un improvisado traje seglar, bajan a la iglesia, punto de partida de la tragedia que va a comenzar.

El P. Provincial, revestido de sobrepelliz y estola, da la absolución a todos los religiosos, abre el sagrario y, con varonil entereza, les exhorta a ofrecer sus vidas a Jesús Crucificado, consumando la oblación del día de su Profesión Religiosa...:

— Hijos míos, les dice,
éste es nuestro Getsemaní...
Nuestra naturaleza en su parte débil desfallece y se acobarda...
Pero Jesucristo está con nosotros...
Yo os voy a dar al que es la fortaleza de los débiles...
A Jesús le confortó un ángel. A nosotros es el mismo Jesucristo el que nos conforta y sostiene...
Dentro de pocos momentos estaremos con Cristo…
— Moradores del Calvario, ánimo. ¡A morir por Cristo!...
A mí me toca el animaros y yo mismo me estimulo con vuestro ejemplo...

Después de algunas frases más, entrecortadas por la emoción y las lágri¬mas, dio la Comunión, «aquella Comunión..., como yo no he visto ninguna Comunión», diría uno de los supervivientes.
Consumidas las Sagradas Especies, mandó abrir las puertas de la iglesia y suplicó al que parecía ser el jefe que, si habían de morir, allí mismo les die¬ran muerte. Pero, en verdad, allí no estaba sino el Getsemaní. Al Calvario no habían llegado todavía. Lo encontrarían más tarde y en otro lugar.


El Viacrucis

Les obligan a salir de la iglesia y, escoltados por más de doscientos hombres armados, siguieron el camino del cementerio, convirtiéndose para ellos en «vía dolorosa».

Atrás queda el Convento, expuesto a la incierta eventualidad de las llamas o a la profanación.
Enfrente, la negra silueta de las tapias y cipreses del cementerio, en aquella noche de luna, recortada siniestramente en el horizonte, y proyectando en sus ánimos los más tétricos pensamientos.

Presagiando una segura e inevitable muerte trágica, mutuamente se animan a consumar su sacrificio, tan generosamente iniciado momentos antes al pie del altar.

En fila de dos en dos — dice un testigo —, nos condujeron hasta el cementerio... Nuestra fantasía había cavado la fosa. ¿Nos matarían, o nos enterrarían vivos? La muerte nos acobardaba. Pero la idea de ser enterrados vivos era algo espeluznante.

Yo — dice otro testigo superviviente —, iba rezando el acto de contricción, y pidiendo a Dios y a la Santísima. Virgen me dieran fuerza y valor para resistir a los dolores del martirio. Sin hablar ni una palabra, y pensando solamente en Dios y en el martirio llegamos a la puerta del cementerio.

Esperando están la hora de que se les dé muerte, cuando llega corriendo un emisario para hablar con el que hace las veces de jefe, y después de intercambiar algunas palabras entre ellos, les ordena:

— «Váyanse carretera adelante y no se les ocurra pisar de nuevo el término de Daimiel, porque entonces ya no responderemos de sus vidas».

No obstante, ellos fueron los primeros responsables, puesto que a las pocas horas avisaban a los pueblos limítrofes por donde pasaban los Pasionistas...: «Os mandamos carne fresca... No la dejéis pasar».


La despedida

La inesperada libertad que en el cementerio se les dio, les permitió respirar y después de caminar un trecho hasta la carretera-empalme que conduce a Bolaños, hacen un alto.

Libres por el momento, rezan juntos y después deliberan el rumbo que habían de tomar para poder llegar a buen término, pasando desapercibidos. Determinan separarse en grupos. Los más experimentados irán con los más inexpertos. El P. Provincial distribuyó el poco dinero sacado del Convento — 25 pesetas por religioso — y así se disponen a marchar, tomando diversos caminos, por Madrid a Zaragoza, donde estarían a salvo. Se dieron el ósculo de la paz, y un abrazo fraternal y se despidieron. Qué ósculo y qué abrazo, dados en la persuasión de que ya nunca se verían más en este mundo.

Veintiuno de los religiosos emprendieron el camino por la carretera que conduce a Bolaños, en dirección a «El Campillo», nombre dado a un apeadero entre las estaciones de Daimiel y Almagro.
En las primeras horas de la mañana del día 22 de julio llegaron al apeadero. Allí encontraron almas caritativas, el jefe de la estación y su esposa, que los acogieron con compasión y de los que recibieron alivio y algo que comer. En esta estación dejaremos al grupo que se dirigirá a Manzanares, para acompañar a los nueve religiosos que van hasta Ciudad Real, y seguirles en las distintas fases de su martirio.


II
CALVARIO Y MARTIRIO


Alas puertas de Madrid (en Carabanchel)

A eso de las 9 de la mañana llega el tren correo que viene de Alcázar de San Juan a Ciudad Real. En él suben 9 de los 21 religiosos que llegaron a «El Campillo». Son los Padres Germán de Jesús y María, Superior, y Felipe del Corazón de María. También los cohermanos estudiantes Mauricio del Niño Jesús, José de Jesús y María, Julio del Corazón de Jesús, José María de Jesús Agonizante, Laurino de Jesús Crucificado, y los hermanos coadjutores Anacario de la Inmaculada y Felipe de San Miguel.

A las doce del mediodía llegaron a la estación de Ciudad Real los religiosos de Daimiel.

Antes de bajar del tren ya están prisioneros. Y para dar algún matiz de culpabilidad, sus desconocidos perseguidores usan de la calumnia y acusan al Gobierno Civil de que dichos religiosos «están disparando contra el pueblo». Singular acusación. Ellos que no tienen más armas que la paciencia y la resignación, son acusados de asesinos.

Atados con una soga al cuello, y uno en pos de otro, son paseados por las calles de Ciudad Real hasta llegar al Gobierno Civil. En el camino, aunque vestidos de paisanos, se les conoce que son religiosos, por su modestia y humildad.

El populacho los insulta y apedrea.

El cohermano José de Jesús y María (Osés), es alcanzado por un ladrillo en la cabeza, de cuya herida mana abundante la sangre.

Cuando años más tarde, el que era Secretario del Gobernador se entera de que ha comenzado el Proceso de Beatificación, escribe al Vice-Postulador:

— Todo me parece poco para conseguir la exaltación de aquellos inocentísimos y ejemplarísimos religiosos, que dieron su sangre por confesar a Jesucristo...

— Por tu causa somos matados todo el día. Fuimos contados como ovejas destinadas al degüello.

— Yo lo vi con mis propios ojos y lo sentí y lo siento ahora como entonces con mi propio corazón. 

Aquella mirada dulcísima del P. Germán, la mansedumbre atrayente del P. Felipe, las fisonomías candorosas de los estudiantes José María Ruiz Martínez, Maurilio Macho, José Osés, Julio Mediavilla, Laurino Proaño, y la de los hermanos Felipe Ruiz Fraile y Anacario Benito, permanecen grabadas en mi alma, y espero que por aquella inmensa y profunda, pero impotente compasión con que les hablé a hurtadillas, horas antes de su martirio, ellos me han de alcanzar misericordia a la hora de mi muerte.

En el Gobierno, merced a este buen señor, D. Antonio Sánchez Santillana, tuvieron algún desahogo. Les desataron las sogas y descansaron. Se les tomó declaración y se les extendió un salvoconducto que bien pudiera ser considerado como su sentencia de muerte, dadas las circunstancias. Decía así:

El portador de este documento es N. N, de X años de edad. Es un Religioso Pasionista procedente de Daimiel que se dirige a Madrid.

En defecto de documentos normales de identificación, hago constar — como primera autoridad de la Provincia —, la personalidad del interesado.
Ciudad Real, 22 de julio de 1936. El Gobernador Civil

En aquellos tiempos que se perseguía todo lo religioso, todo lo cristiano, el dar a conocer su estado religioso, no podía ser más que la consigna para encarcelarlos y darles muerte, como así sucedía pocas horas más tarde en las puertas de Madrid.

De Ciudad Real, y para que la chusma que rodeaba el Gobierno Civil y pedía a gritos la muerte de aquellos religiosos humildísimos no pudiera agredirles, fueron trasladados en una camioneta a Malagón, para que allí pudieran tomar el tren que a eso de las cuatro y media de la tarde pasaba para Madrid.

En efecto, tomaron el tren Badajoz-Madrid en la estación de Malagón, con dirección a la capital de la nación. ¿Qué sucedió en el trayecto Malagón-Madrid? Muy fácilmente lo podemos adivinar. Los milicianos, que vigilaban estaciones y trenes, muy pronto los tomarían por sospechosos. Exigencia de documentos, cacheos, burlas, insultos y amenazas se sucederían constantemente. Bien los podemos considerar como corderos conducidos al matadero. Sus vidas consagradas al Señor, ofrecidas mil veces desde la noche anterior en holocausto espiritual, habían sido aceptadas por Dios, y dentro de breves horas se inmolarían en sacrificio cruento.

Hacia las 9 de la noche tiene la llegada el expreso a Madrid y, a las once, se oían los disparos que segaban las vidas de aquellos religiosos, junto a las tapias de la Casa de Campo, en el término de Carabanchel.

A la mañana siguiente, en los contornos del suceso, todos sabían que los nueve asesinados eran religiosos. Horas más tarde, la Cruz Roja recogía los cadáveres y los llevaba al depósito de Carabanchel, en donde se les identifica por el «salvoconducto» dado en Ciudad Real.

La causa de su muerte la ostentaban en sus muñecas: «RELIGIOSOS PASIONISTAS DE DAIMIEL».


En Manzanares

Inmolación victimal. Primeros muertos y heridos

Rumbo distinto querían tomar los demás religiosos que quedaban en «El Campillo». Allí permanecieron todo el día esperando que las sombras de la noche ocultaran su presencia a su paso por Daimiel.

Las personas con quienes trataron testifican su bondad, paciencia y sencillez. Algunas personas recibieron algunos objetos religiosos, medallitas, y algún crucifijo, que hoy ostentan con orgullo, por haber pertenecido a los perseguidos religiosos que murieron por el nombre de Dios.

Al anochecer, tornaron el tren que se dirige de Ciudad Real a Alcázar de San Juan, pasando por Daimiel y Manzanares. Eran doce. Sus nombres son: los Padres Nicéforo de Jesús y María, Provincial; Ildefonso de la Cruz, Director de estudiantes; Justiniano de la Virgen Dolorosa, y los cohermanos estudiantes Eufrasio del Amor Misericordioso, Tomás del Santísimo Sacramento, José de los Sagrados Corazones, Fulgencio del Corazón de María, Honorino de la Virgen Dolorosa, Epifanio de San Miguel, Abilio de la Cruz, Zacarías del Santísimo Sacramento, y José María de Jesús.


No estaban tan libres como parecían.

Los mismos que les expulsaron del Convento, seguían todos sus pasos y determinaciones. No bien pasaron por Daimiel, la noticia de su paso para Manzanares se comunicó por teléfono: «Ahí van los Pasionistas de Daimiel. Te mando carne fresca, no la dejes pasar...»

En efecto, apenas llegó el tren a Manzanares, se les obligó a abandonarlo, siendo conducidos al Ayuntamiento y encerrados en los calabozos, en donde pasaron la noche. A la mañana siguiente, 23 de julio, fueron conducidos a la estación, para tomar el tren que pasaba a las seis de la mañana. El jefe de estación les dio los billetes para Madrid, pero en aquel momento se presenta uno de los «jefes» e increpa al mismo jefe de la estación, amenazándole con la pistola, por haber facilitado el pase para Madrid.

El P. Nicéforo se pone de rodillas, pidiendo clemencia para aquel buen señor. Mas esta humildad enfurece a sus perseguidores. La aglomeración de la gente es grande. Milicianos armados y mujerzuelas enfurecidas, exigían la muerte de aquellos inocentes religiosos. Quedaron a merced de aquella gente enfurecida.

Los condujeron a un campo vecino a la estación y allí, mientras pasaba el tren que debían tomar para Madrid, caían bajo el plomo asesino, diseminados por el campo, derramando así su sangre generosa por la nobilísima causa de ser religiosos y estar al servicio de Dios.

El Padre Nicéforo, herido como estaba, sonreía a sus verdugos. Como Pastor y Padre, veía complacido cómo a su rebaño se le abría la puerta del cielo. Uno de los asesinos le increpó: ¿Todavía ríes? Y acercándose con rabia le asestó dos tiros que le unirían con su Dios.

De los doce religiosos que quedaban tendidos en tierra y empapados en su sangre, sólo cinco murieron en el acto: el Padre Nicéforo de Jesús y María, José de los Sagrados Corazones, Epifanio de San Miguel, Abilio de la Cruz y Zacarías del Santísimo Sacramento. Los otros siete quedaron con vida.

Hasta bien entrado el día, serían las 10 de la mañana, quedaron los muertos y heridos tendidos en el campo. Fueron recogidos a esa hora y conducidos por la Cruz Roja al Hospital. Aquí empezaría un nuevo género de martirio para los supervivientes. Cuando del coche los trasladaban en camillas al hospital, algunas mujeres se ensañaron con ellos, golpeándoles con las alpargatas. Más tarde dirá uno de los heridos:

Mucho tuvimos que sufrir; pero cuando nos pegaron con las alpargatas, heridos como estábamos, nos llegó al alma.

Los siete supervivientes, Padres Ildefonso de la Cruz y Justiniano de la Virgen Dolorosa, y los estudiantes Tomás del Santísimo Sacramento, Honorino de la Virgen Dolorosa, José María de Jesús, Eufrasio del Amor Misericordioso, y Fulgencio del Corazón de María, encontraron en el hospital su tranquilidad y descanso, pues al verse rodeados por las abnegadas Hermanas de la Caridad, exclamaron: «Gracias a Dios...»

Fue un gracias a Dios hondo y sincero, cuando se encontraron con perso¬nas a Él consagradas y de los mismos sentimientos.


En el Hospital

Las primeras curas tuvieron que ser horribles.

No obstante, ninguno se quejaba. Lo sufrieron todo con verdadero heroísmo. Sufrimiento y heroísmo que se prolongó durante tres meses.

El cohermano Fulgencio del Corazón de María, con el cuerpo destrozado por los disparos y privado de conocimiento, fue puesto en habitación distinta, en el duro suelo, sin permitir a las buenas religiosas que le asistieran. Bañado por completo en su propia sangre, y completamente solo, moría a las pocas horas.

El Padre Ildefonso, al enterarse de tan feliz muerte, exclamó:

Dichoso de él, que ha logrado ya la palma del martirio. En cambio, a nosotros se nos ha ido de las manos.

Estos mismos sentimientos y añoranzas de martirio las vemos en todos los demás religiosos. Y el Señor colmó sus deseos, mas no sin antes pasar por mayores pruebas que les esperaban por la fe en Cristo.

En la primera noche que pasaron en el Hospital, el Padre Ildefonso, herido como estaba, se arrastró como pudo hasta la cama de un seglar moribundo para darle la absolución. Acto verdaderamente heroico, si consideramos sus recientes heridas, pero, sobre todo, el peligro de muerte que corría, pues el Hospital estaba lleno de gentes hostiles.

Las Religiosas que atendían el Hospital, estaban amenazadas de ser arrojadas de él. Los enemigos de Dios no podían sufrir que los Ángeles de la Caridad regentasen el Hospital, cumpliendo su misión religiosa.

Pero no es eso lo que les preocupa. Ocultamente tienen el Santísimo que había quedado de los días de paz. El Padre Ildefonso nuevamente no teme. Se levanta de su lecho del dolor, y después de confesar a algunas religiosas dio la Comunión a la Comunidad. Después se las arregló también para llevar la Comunión a sus compañeros de martirio, diciendo a cada uno cuando se acercaba:

Te traigo al Señor...

Después consumió las Sagradas Especies. Ésta fue su última Comunión. Y como en las Catacumbas los primeros cristianos, les preparó con fortaleza para la lucha que todavía les esperaba.

Los heridos iban mejorando poco a poco.
Las curas eran dolorosas.
La paciencia inalterable.

El cohermano Honorino estaba herido en un brazo que pretendieron en un principio amputar. Al preguntarle un día si sufría mucho, respondió:

Sí, pero soy Pasionista...

El cohermano José María de Jesús, herido en la boca por uno de los disparos, cuando en las curas alguien mostraba compasión, decía:

No se apuren, aprieten, no se apuren.

Y su hermano carnal, el cohermano Tomás, cuyas venas estaban muy hinchadas, también aspiraba a derramar su sangre por Cristo, y decía:

Veo esta sangre derramada por Cristo.

El Padre Justiniano, herido en la cara, perdió la vista de un ojo. Más tarde, cuando ya casi curado hacía sus trabajos de enfermero, solía cantar:

Pobre Justiniano, ¿qué muerte te esperará? Do, re, mí, do, re, fa.
Morir por Cristo, fue todo mi ideal.

Y el cohermano Eufrasio, al proponerle que se quedara de maestro, dijo: No, morir por Cristo.
Todos, sin excepción, estaban dispuestos al martirio y conservaban en su corazón aquellas palabras del P. Provincial, en su exhortación final:

Moradores del Calvario, ánimo, a morir por Cristo.

Habían conservado esa voz y ahora la hacían suya.

La vida de los religiosos en el Hospital fue de verdadero martirio. Una vez pudieron levantarse del lecho, se les encomendó los quehaceres del Hospital. Unos hacían de cocineros, otros de enfermeros, otros dedicados a la limpieza. Con su caridad y solícitos servicios se captaron las simpatías de todos. Digo mal, de todos, no. Estaban custodiados y bajo vigilancia rigurosa. Los milicianos venían a visitarlos muchas veces y decían delante de ellos: «Hay que curarlos pronto para matarles a todos...» Días había, y muy frecuentes, en que reuniéndolos a todos, simulaban un nuevo fusilamiento.

No permitían que se les tratara bien y, como gozándose de su cercano fusilamiento, les repetían:

 — «Cuanta más sangre recuperéis, más tendréis que verter».

La piedad de los religiosos no desmereció en nada, no obstante la vigilancia y las amenazas de los enemigos. Reunidos si podían, o en privado, rezaban todos los días el Santo Rosario y hacían sus prácticas de piedad, lo que infundía en sus corazones la paciencia, la caridad, incluso para con sus enemigos y, sobre todo, la esperanza del martirio.

«AMAD A VUESTROS ENEMIGOS, haced el bien a los que os odian, y rogad por quienes os persiguen y calumnian», fue el programa que cumplieron los tres meses, siguiendo el mandato del Señor.

— «Es menester liquidarlos, pues el buey muerto no muge». Ésta era la consigna reiterada con amenazas. Y en pugna las enseñanzas de Cristo con las de sus perseguidores, se cumplieron las de éstos, para que brillara con más fulgor, vivida en unos religiosos, la doctrina del Maestro.


Segundo martirio

Era el 23 de octubre, tres meses justos de la fecha de su primer fusilamiento. Una camioneta se presenta en el Hospital y recoge a los seis religiosos pasionistas, que son conducidos a Ciudad Real.

¿Qué móviles existen para este viaje tan precipitado? ¿Quién ha dado la orden?... Lo cierto es que al mediodía se encuentran en la Capital de la Provincia, en el Gobierno Civil.

Una pregunta al Gobernador de uno de los milicianos: ¿Qué se hace con los Pasionistas de Daimiel?

Y la respuesta, rápida, lacónica, terrible, del Gobernador: ¡Que se los fusile!

Frases muy parecidas se habían cruzado veinte siglos antes en el Pretorio de Pilatos

«¿Qué hacemos con este hombre llamado Jesús?» «¡Crucifícale!», fue la contestación.

... Y el discípulo no es más que su Maestro.

A su regreso de Ciudad Real, el día del Santísimo Redentor, y en un lugar no muy lejano del primer martirio, recibían la palma que tres meses antes habían tocado con la mano.


En Urda

Después de darse el abrazo de despedida, un grupito formado por tres religiosos, se habían disgregado de los demás. Eran el P. Pedro del Corazón de Jesús, el cohermano Félix de las Cinco Llagas, y el hermano Benito de la Virgen del Villar.

Con la idea de huir del teatro de los acontecimientos de aquella noche del 21 al 22 de julio, se dirigieron, a campo través, buscando un lugar de descanso y un refugio seguro, aunque provisional, no lejos del convento. Llegan a una finca denominada «Flor de Rivera» y, al amparo de una buena familia, creyeron estar seguros. Mas los enemigos de Dios y de la Religión todo lo invaden y todo lo inspeccionan, y tienen que dejar aquel sitio, tomando rumbo hacia Malagón, sin duda con el fin de tomar el tren que los podía conducir a Madrid.

Apenas han llegado a la población son tenidos por sospechosos. De sospechar era para aquella gente, la modestia, la humildad y el recato de aquellos religiosos.

Los detienen y se les encierra en el calabozo, donde pasan toda la noche. Noche llena de incertidumbres y de angustias la del 24 al 25 de julio, en la que se reanuda su subida al Calvario, al que muy pronto han de llegar. De nada se quejan. Rezan el Santo Rosario y se preparan para lo que el Señor tenga dispuesto.

Al amanecer son puestos en libertad, de modo que pueden tomar el tren correo Badajoz-Madrid, que pasa por Malagón a eso de las seis de la madrugada.

En el tren se reanudan los insultos y amenazas de parte de los milicianos que en trenes y poblaciones abusan de la razón de la fuerza, dando martirio y muerte a capricho a toda persona religiosa que se cruce en su camino.

En Urda, Toledo, a 31 kilómetros de Malagón, se les obliga a bajar del tren y, sin más requisitos, se les coloca contra una pared para fusilarlos. Con la frente serena y la modestia en los ojos, dice un testigo, permanecían en pie, esperando la muerte.

A nada se resisten. Con serenidad y en silencio los suben de nuevo al tren, de donde los bajan al momento para que sea consumado el sacrificio que de sí tenían hecho. Eran religiosos, y bastaba ese «delito» para no tener derecho a la vida. Allí mismo, junto al depósito que surte de agua a las máquinas, los desconocidos jueces y verdugos dieron muerte a los tres religiosos.

El Señor recibía así el ofrecimiento generoso que de sus vidas tenían hecho. Los cadáveres quedaron tendidos en el campo, hasta las cuatro de la tarde, hora en que fueron conducidos a Yébenes en una camioneta.


En Ciudad Real

En el cruce de la carretera que conduce a Bolaños, dejamos a los restantes religiosos que salieron del Convento de Daimiel en aquella noche triste. Eran siete, con los que suman los 31 religiosos que componían la Comunidad del Retiro de Daimiel.

Carretera adelante, siguen a pie hasta el pueblo inmediato, Torralba, con el fin de encontrar comunicación para Ciudad Real. De ellos, el P. Juan Pedro de San Antonio, Vicario, y el Hermano Pablo María de San José, quedan algo rezagados, debido a su edad y a sus achaques. Sobre todo el buen Hermano que padecía llagas en las piernas. No obstante, todos juntos pudieron tomar el autobús que les condujo a Ciudad Real. En Ciudad Real se separaron de nuevo. Ya no se volverían a ver más en este mundo. El P. Juan Pedro y el Hermano Pablo María seguirían camino del Gólgota, en donde recibirían la palma del martirio. Los otros cinco, después de probar las amarguras de Getsemaní, y de padecer toda suerte de calamidades en cárceles y campos de concentración, serán los que quedan con vida, y cual los nuncios de Job, narren a los demás la suerte de sus hermanos.

Una vez en Ciudad Real, los dos religiosos llamaron a las puertas del Convento de los Hijos del I. Corazón de María, quienes les dieron una recomendación para una casa de huéspedes, calle Montesa, 6, en donde quedaron hospedados los dos meses que duró su vida.

En éste, al parecer, puerto seguro, se enteraron de lo acaecido a sus hermanos de hábito, en Manzanares y en Carabanchel, y desde allí seguían con ánimo angustiado el rumbo de los acontecimientos.

Su comportamiento en esta casa fue edificantísimo. Estaban persuadidos, según cuenta la dueña de la pensión, de que si eran descubiertos, perecerían en manos de sus perseguidores. Y tal era su convicción, que hablaban con mucha frecuencia del martirio, y el P. Pedro animaba y alentaba a los demás para soportar el martirio de cualquier manera que viniese. Para ello todos los días pedían esa gracia al Señor, fortaleciéndose con la oración y la práctica de santas devociones.

Hablando de la posibilidad de que los asesinaran, decían a la señora de la casa y a su hija:

Si alguno nos saca para fusilarnos, os pedimos que a nadie guardéis odio o rencor por el mal que nos hacen. El Señor lo permite así para nuestra santificación.

Del mismo modo transcurrieron dos meses hasta el día 25 de septiembre, en que los sacaron de la casa para no volver más. Alguien los había delatado.

A las diez de la mañana, se presentaron unos milicianos buscando a unos religiosos. La dueña de la casa les dice que allí no hay ninguno. Pero, al verlos, nadie puede confundirse. Su manera de comportarse los delata.

Al decir el Hermano Pablo que él hacía de zapatero, los milicianos examinaron sus manos, y le retorcieron el brazo con violencia.

Les hacen subir a un coche y son conducidos a la «checa» instalada en el Seminario.

¿Qué sucedió en aquella «checa»? ¿Qué acusaciones tenían contra estos dos religiosos a los que nadie conocía?...

Ninguna podían tener, más que la de serlo y la de declararlo con su porte afable y recogido. Y por eso mismo, eran condenados a muerte y ejecutados aquel mismo día junto al brocal de un pozo, en el cementerio de Carrión de Calatrava, a doce kilómetros de Ciudad Real.

Cuando algunos días más tarde, los mismos milicianos volvieron a la pensión en demanda de los objetos de los religiosos, dijeron que les habían dado el «pasaporte».

Y, encarándose uno de ellos con la señora, le dijo:

¿Por qué decía usted que no eran religiosos?

Y al insistir ella en la negativa, añade:

No sea usted tonta. No niegue que eran frailes. Ellos mismos lo han dicho, y en la muerte se les conoció. Han muerto con el crucifijo en la mano y gritando: VIVA CRISTO REY.

Habían cumplido sus anhelos de dar la vida por Cristo.

No nos queda otra cosa que pedir al Señor y esperar su glorificación.


III
CAUSAS DEL MARTIRIO

Si queremos indagar y examinar las causas y motivos de la muerte de nuestros Religiosos, muy fácilmente y sin ninguna dificultad habremos de descartar el odio personal y la cuestión política.

Ni siquiera hay necesidad de defender la calumnia, tan a la orden del día a la sazón, y que los enemigos de la Religión propalaban y hacían creer a la gente sencilla del pueblo, de que los Religiosos tenían armas y de que tal o cual tiro había sido disparado por ellos en contra de la gente. ¡Es tan absurdo!

La Comunidad de los PP. Pasionistas de Daimiel en nada se mezcló con política. Dedicada por completo al estudio y a los ministerios propios de los sacerdotes, a eso se limitaban.

Incluso la mayoría de los Religiosos eran Estudiantes. Y ni siquiera se les podía achacar el trato con la gente afecta, dado el rigor de la disciplina religiosa y pasionista que entonces se llevaba.

Además, los Religiosos, una vez arrojados del Convento, fueron asesinados en lugares lejanos. Nadie les conocía más que por su condición de Religiosos y de personas consagradas a Dios, que, aunque con traje seglar, publicaban con su modestia y religiosidad.

¿Cuáles fueron, pues, las causas de su muerte, lejos de su residencia, por personas extrañas y desconocidas, y sin ningún tribunal que los condenase...?

Parece evidente que había ideales encontrados. Y que la guerra no fue sólo una lucha política. Y que hubo verdadera persecución religiosa.

Para determinados fines, los sacerdotes y religiosos eran los primeros obstáculos que había que eliminar.

El odio prendió contra lo religioso hasta incendiar templos y conventos, con profanaciones abominables y asesinatos sin cuento.

Aquí está la causa de la muerte de nuestros religiosos de Daimiel.

Ésta, y no otra, es la causa de la muerte de nuestros Religiosos: Eran personas consagradas a Dios..., y había que darles muerte.

El mismo Salvador de Madariaga, que disentió abiertamente de la España franquista y de la misma Iglesia, reconoce en su «Ensayo de historia contemporánea (6.a edic., pp. 609-610) que el mero hecho de ser sacerdote era ya razón suficiente para merecer la pena de muerte.

Los religiosos pasionistas de Daimiel por eso murieron.

Dios quiso aceptar el sacrificio de sus vidas, que tantas veces le habían ofrecido...


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Los 26 Mártires Pasionistas de Daimiel fueron Beatificados por el Papa Juan Pablo II el 1 de Octubre de 1989.



Urna con las reliquias de los mártires pasionistas, bajo el altar.
Santuario del Cristo de la luz, Daimiel.