martes, 31 de mayo de 2016

LA VIRTUD DE LA HUMILDAD (XXXVII)


CAPITULO 37
De otros bienes y provechos grandes que hay en este 
tercer grado de humildad.

Después que el Rey David había preparado mucho oro y plata, y grandes materiales para el edificio y fábrica del templo, ofreciéndolo a Dios, dijo estas palabras (1 Cron., 29, 14): Todas las cosas, Señor, son vuestras, y lo que hemos recibido de vuestra mano, eso os damos y volvemos. Esto es lo que hemos de hacer y decir nosotros en todas nuestras buenas obras: Señor, todas nuestras buenas obras son vuestras, y así os volvemos lo que nos habéis dado. Dice muy bien San Agustín : «El que se pone a contaros sus merecimientos y los servicios que os hace, ¿qué otra cosa os cuenta, Señor, sino los dones y beneficios que ha recibido de vuestra mano?» Ésa es vuestra bondad y liberalidad infinita, que queréis que vuestros dones y beneficios sean nuevos merecimientos nuestros, y así, cuando pagáis nuestros servicios, galardonáis vuestros beneficios, y por una gracia nos dais otra, y por una merced, otra (Jn., 1, 16). No se contenta el Señor, como otro José, en darnos el trigo, sino danos también el dinero y precio con que se compra. (Sal., 83, 12): [La gracia y la gloria la dará el Señor]. Todo es dádiva de Dios, y todo se lo hemos de atribuir y volver a Él. 

Uno de los bienes y provechos grandes que hay en este tercer grado de humildad, es que éste es el bueno y verdadero agradecimiento y hacimiento de gracias por los beneficios recibidos de Dios. Bien sabida cosa es cuán encomendado y estimado es este hacimiento de gracias en la Divina Escritura, pues vemos que cuando el Señor hacía a su pueblo algún beneficio señalado, luego ordenaba alguna memoria o fiesta en su agradecimiento, por lo mucho que nos importa serle agradecidos para recibir de Él nuevas gracias y mercedes. Pues esto se hace muy bien con este tercer grado de humildad, que, como está dicho, consiste en no atribuirse el hombre a sí bien ninguno, sino atribuirlo todo a Dios y darle a Él la gloria de todo. Y en eso está el bueno y verdadero agradecimiento y hacimiento de gracias, no en que digáis con la boca: Gracias os doy, Señor, por vuestros beneficios, aunque también con la boca hemos de alabar a Dios y darle gracias. Pero si lo hacemos solamente con la boca no será hacer gracias, sino decir gracias. Pues para que sea, no sólo decir gracias a Dios, sino hacerle gracias, y sea no sólo con la boca sino también con el corazón y con la obra, es menester que reconozcáis que todo el bien que tenéis es de Dios, y que se lo volváis y atribuyáis todo a Él, dándole la gloria de todo sin alzaros con nada, porque de esa manera se desnuda el hombre de la honra que ve no ser suya, y la da toda a Dios, cuya es. Y esto nos quiso dar a entender Cristo nuestro Redentor en el sagrado Evangelio, cuando habiendo sanado a aquellos diez leprosos, y volviendo sólo uno a agradecer el beneficio recibido, le dijo (Lc., 17, 19): No hubo quien volviese y diese la gloria a Dios sino este extranjero. Y amonestando Dios a los hijos de Israel, que fuesen agradecidos y no se olvidasen de los beneficios recibidos, les adviene de esto (Deut., 8. 11.14 y 17): Guardaos no os olvidéis de Dios cuando os veáis en la tierra de promisión en mucha prosperidad de bienes temporales, de casa, heredades y ganados. Guardaos, no se levante entonces vuestro corazón y seáis ingratos, y digáis que por vuestras fuerzas diligencias lo habéis alcanzado. Eso es olvidarse Dios, y el mayor desagradecimiento que puede uno tener, atribuirse a sí los dones de Dios. No os pase tal cosa por pensamiento, sino acordaos de Dios y reconoced que suya es la fortaleza, y Él os dio las fuerzas para todo, y que esto lo hizo, no por vuestros merecimientos, sino por cumplir la promesa que liberalmente hizo a aquellos Padres antiguos. Éste es el agradecimiento y hacimiento de gracias y el sacrificio de alabanza con que Dios nuestro Señor quiere ser honrado por los beneficios y mercedes que nos hace. [El sacrificio de alabanza me honrará] (Sal., 49, 23). Este es el: A sólo Dios [Rey de los siglos, inmortal e invisible] se ha de dar la gloria de todo, que dice San Pablo (1 Timo 1. 17). 

De aquí se sigue otro bien y provecho grande; que el verdadero humilde, aunque tenga muchos bienes de Dios y sea por eso tenido y estimado de todo el mundo, no se estima ni se tiene por eso en más, sino se queda tan firme en el conocimiento de su bajeza como si nada de lo que le dieron se hallara en él. Porque sabe muy bien distinguir entre lo que es ajeno y lo que es suyo propio, y atribuir a cada uno lo que le pertenece; y así los dones y beneficios que ha recibido de Dios los mira él, no como cosa suya, sino como cosa ajena y prestada, y trae siempre presto los ojos en el conocimiento de su propia flaqueza y miseria, y en lo que él sería si Dios le dejase de su mano y no le estuviese siempre teniendo y conservando. Antes mientras más dones tiene recibidos de Dios, anda más confundido y humillado con ellos. 

Dice San Doroteo que así como en los árboles que están muy cargados de fruta el mismo fruto hace abajar y encorvar los ramos, y aun algunas veces hasta quebrarlos con su grande peso; empero el ramo que no tiene fruto ninguno quedase muy derecho y levantado en alto; y las espigas, cuando los trigos están muy granados, se inclinan tanto, que parece que se quiere quebrar la caña pero cuando las espigas están muy derechas es mala señal e indicio de que están vacías: así, dice, acontece en lo espiritual, que los que están vacíos y sin fruto andan muy engreídos y levantados, teniéndose en algo; pero los que están cargados de fruto y de dones de Dios andan más humillados y confundidos. De los mismos dones y beneficios que han recibido toman ocasión los siervos de Dios para humillarse confundirse más y para andar más temerosos. 

Dice San Gregorio que así como el que recibe prestada gran cantidad de dineros de tal manera se huelga en el empréstito, que le templa muy bien la alegría del recibo el saber que queda obligado a pagarlo, y le da cuidado y pena el pensar si podrá cumplir a su tiempo con la obligación, así el humilde, mientras más dones tiene recibidos, se reconoce más por deudor de Dios, y se tiene por obligado a servirle más, y parecen que no corresponde a mayores mercedes con mayores servicios, ni a mayores gracias con mayores agradecimientos; y cree y entiende que cualquiera a quien Dios hubiera dado lo que a él usara mejor de ello y fuera mucho mejor que él, y más agradecido. Y así, una de las consideraciones que trae a los siervos de Dios muy humillados y confundidos es ésta, porque saben que no sólo les ha de pedir Dios cuenta de los pecados cometidos. sino también de los beneficios recibidos; y saben que a quien dieron mucho, mucho le pedirán,. y a quien le encomendaron más, más le pedirán, dice Cristo nuestro Redentor (Lc., 12, 48). El abad Macario dice que el humilde mira los dones de Dios como depositario o tesorero que tiene la hacienda de su amo, al cual no le viene vanagloria de ello, sino antes temor y cuidado por la cuenta que sabe le han de pedir de ella si por su culpa se pierde.

De aquí se sigue otro bien y provecho, y es que el verdadero humilde no desprecia a nadie, ni le tiene en poco, por mucho que le vea caer en culpas y pecados, ni por eso se ensoberbece él, ni se tiene en más que el otro; antes de allí toma ocasión de humillarse más, viendo al otro caer, porque considera que él y el caído son de una masa, y que cayendo el otro, cae él, cuanto es de su parte; porque, como dice San Agustín, no hay pecado que uno haga, que otro no le haría, si no le tuviese piadosamente la mano de Dios. Y así, uno de aquellos Padres antiguos, cuando oía que alguno había caído, lloraba amargamente y decía: «Hoy por ti y mañana por mí.» Así como aquél cayó, pudiera yo caer, pues soy hombre flaco como él, y el no haber caído lo tengo de tener por particular beneficio del Señor. Así como nos aconsejan los Santos que cuando viéremos a uno ciego, a otro sordo, a otro cojo, manco o enfermo, todos aquellos males tengamos por beneficios nuestros, y demos gracias a Dios que no me hizo a mí ciego, ni sordo, ni manco, ni mudo como aquél; así hemos de hacer cuenta que los pecados de todos los hombres son beneficios nuestros, porque en todos ellos pudiera yo haber caído si el Señor no me hubiera, por su infinita misericordia, librado. Con esto se conservan los siervos de Dios en humildad y en no menospreciar a sus prójimos, ni indignarse contra nadie, por muchas faltas y pecados que vean, conforme a aquello de San Gregorio: La verdadera justicia hace que tengamos compasión de nuestro hermano; la falsa, desdén e indignación. Y estos tales deben temer aquello que dice San Pablo (Gal., 6, 1): [Corrige con mansedumbre, mirándote a ti mismo, no suceda que también tú caigas en la tentación]. No permita el Señor que sean tentados en aquello mismo que condenan, y vengan a probar a su costa cuánta es la humana flaqueza, que suele ser castigo de esa culpa. En tres cosas, dijo uno de aquellos Padres antiguos, juzgué a mis hermanos, y en todas tres he caído. Para que conozcamos por experiencia que nosotros también somos hombres (Sal.. 9, 21) y aprendamos a no juzgar ni menospreciar a nadie.


EJERCICIO DE PERFECCIÓN Y 
VIRTUDES CRISTIANAS. 
Padre Alonso Rodríguez, S.J.


SANTA MARÍA REINA - 31 DE MAYO


Ver aquí: Santa María Reina


sábado, 28 de mayo de 2016

EL SECRETO DEL SANTÍSIMO ROSARIO - SAN LUIS Mª GRIGNION DE MONTFORT



Ver y descargar aquí:





MONS. WILLIAMSON ADMINISTRO CONFIRMACIONES EN UNA CAPILLA FENEÍSTA - 25 MAYO 2016


Mons. Williamson                    P. Leonard Feeney


P. Gerardo Zendejas
ayudó a coordinar el evento.


ESTO NO ES UN AVAL



Mensaje publicado debajo del video

Mons. Williamson visitó la Capilla Virgen del Pilar en Louisville, KY, el miércoles 25 de mayo para administrar el sacramento de la Confirmación y para celebrar la Santa Misa. Un agradecimiento especial también al P. Zendejas por su ayuda en la coordinación de las ceremonias.


Padre Gavin Bitzer es el párroco de Nuestra Señora del Pilar Capilla en Louisville, KY. el Padre Bitzer mantiene la posición errónea Feneísta que niega el bautismo de sangre y deseo, y esto es una herejía.

Confirmaciones con Mons. Williamson
Haga clic aquí para ver el boletín: Boletín 22 de de mayo de, el año 2016 el nombre del Mons. Williamson se encuentra en la parte inferior del boletín.



Extracto de "Acerca de los Feneístas" por el 
P. Peter Scott - Mayo 2001

Objetivamente, los Feneístas cometen un grave pecado contra la fe, incluso si no son conscientes de ello. Esta es la razón por la que Sociedad de San Pío X no permite que ningún proselitismo de este error en o alrededor de sus capillas y fieles, ya sea de palabra o por escrito folletos. En una época de normalidad en la Iglesia, Roma continuaría actuando con autoridad, que condena este error y, posiblemente, hacer una definición respecto al bautismo de sangre y deseo. Si es hora de que los Feneístas aprovechan la confusión causada por la ruptura de la autoridad de la Iglesia, no tenemos excusa por haber contribuido a esta confusión por la debilidad o falta de claridad en nuestra exposición de las enseñanzas de la Iglesia, tal como se encuentra en el Catecismo de la concilio de Trento .

Haga clic aquí para leer más sobre los errores de Feneísmo.


Fuente: Misión Católica Venerable María de Agreda

Traducido con google con algunas correcciones.

CRUCIFICADA CON CRISTO HASTA EL FINAL Sor Patrocinio por Javier Paredes


                Agnus Dei Prod 

Con más de 30 años de estudio e investigación dedicados a SOR PATROCINIO, el catedrático de Historia Contemporánea D. Javier Paredes nos presenta su obra literaria "LAS LLAGAS DE LA MONJA". Se trata de una narración magnífica de la vida y obra de esta muy santa mujer.
Es, pues, una magistral exposición de los hechos más relevantes de esta santa religiosa cuya vida fue un abrazo interminable a la VOLUNTAD DE DIOS sobre ella en una estrecha unión con NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO en la CRUZ.
CALUMNIADA, DESTERRADA, ENCARCELADA sufrió ignominia por AMOR A JESÚS llegando incluso, en esa identificación amorosa, a morir sola y desamparada de sus hermanas de convento por voluntad propia.
El doctor nos adelanta que próximamente habrá una segunda parte pués las experiencias que SOR PATROCINIO vivió no es narrable en una sola edición, ni en una sola película, sino en series o en varios volúmenes.


jueves, 26 de mayo de 2016

CELEBRA N. S. JESUCRISTO LA SANTA CENA SACRAMENTAL, CONSAGRANDO EN LA EUCARISTÍA SU SAGRADO CUERPO Y SANGRE - VENERABLE MARÍA DE JESÚS DE AGREDA



Celebra Cristo nuestro Salvador la cena sacramental, consagrando en la Eucaristía su sagrado y verdadero cuerpo y sangre, las oraciones y peticiones que hizo, comulgó a su Madre santísima y otros misterios que sucedieron en esta ocasión. 

1180. Cobarde llego a tratar de este misterio de misterios de la inefable Eucaristía y lo que sucedió en su institución, porque levantando los ojos del alma a recibir la luz divina que me encamina y gobierna en esta obra, con la inteligencia que participo de tantas maravillas y sacramentos juntos, me recelo de mi pequeñez, que en ella misma se me manifiesta. Túrbanse mis potencias, y no hallo ni puedo formar razones adecuadas para explicar lo que veo y manifiesta mi concepto, aunque tan inferior al objeto del entendimiento. Pero hablaré como ignorante en los términos y como inhábil en las potencias, por no faltar a la obediencia y para tejer la Historia continuando lo que en estas maravillas obró la gran Señora del mundo María santísima. Y si no hablare con la propiedad que pide la materia, discúlpeme mi condición y admiración, que no es fácil descender a las palabras exteriores y propias cuando sólo con afectos desea la voluntad suplir el defecto de su entender y gozar a solas de lo que ni puede manifestar ni conviene. 


1181. La cena legal celebró Cristo nuestro bien recostado en tierra con los Apóstoles, sobre una mesa o tarima que se levantaba del suelo poco más de seis o siete dedos, porque ésta era la costumbre de los judíos. Y acabado el lavatorio, mandó Su Majestad preparar otra mesa alta como ahora usamos para comer, dando fin con esta ceremonia a las cenas legales y cosas ínfimas y figurativas y principio al nuevo convite en que fundaba la nueva ley de gracia; y de aquí comenzó el consagrar en mesa o altar levantado que permanece en la Iglesia Católica. Cubrieron la nueva mesa con una toalla muy rica y sobre ella pusieron un plato o salvilla y una copa grande de forma de cáliz, bastante para recibir el vino necesario, conforme a la voluntad de Cristo nuestro Salvador, que con su divino poder y sabiduría lo prevenía y disponía todo. Y el dueño de la casa le ofreció con superior moción estos vasos tan ricos y preciosos de piedra como esmeralda. Y después usaron de ellos los Sagrados Apóstoles para consagrar cuando pudieron y fue tiempo oportuno y conveniente. Sentóse a la mesa Cristo nuestro bien con los doce Apóstoles y algunos otros discípulos y pidió le trajesen pan cenceño de trigo puro sin levadura y púsolo sobre el plato, y vino puro de que preparó el cáliz con lo que era menester. 

1182. Hizo luego el Maestro de la vida una plática regaladísima a sus Apóstoles, y sus palabras divinas, que siempre eran penetrantes hasta lo íntimo del corazón, en esta plática fueron como rayos encendidos del fuego de la caridad que los abrasaba en esta dulce llama. Manifestóles de nuevo altísimos misterios de su divinidad y humanidad y obras de la Redención. Encomendóles la paz y unión de la caridad y se la dejó vinculada en aquel sagrado misterio que disponía obrar. Ofrecióles que amándose unos a otros los amaría su Eterno Padre como le amaba a él. Dióles inteligencia de esta promesa y que los había escogido para fundar la nueva Iglesia y Ley de Gracia. Renovóles la luz interior que tenían de la suprema dignidad, excelencia y prerrogativas de su purísima Madre Virgen. Y de todos estos misterios fue más ilustrado San Juan Evangelista, por el oficio a que estaba destinado. Pero la gran Señora desde su retiro y divina contemplación miraba todo lo que su Hijo santísimo iba obrando en el Cenáculo y con profunda inteligencia lo penetraba y entendía más que todos los Apóstoles y los Ángeles juntos, que asistían, como arriba queda dicho (Cf. supra n. 1163)), en figura corpórea adorando a su verdadero Señor, Rey y Criador suyo. Fueron traídos por los mismos Ángeles al Cenáculo Enoc y Elías del lugar donde estaban, disponiendo el Señor que estos dos Padres de la ley natural y escrita se hallasen presentes a la nueva maravilla y fundación de la Ley Evangélica y participasen de sus misterios admirables. 

1183. Estando juntos todos los que he dicho (Cf. supra n. 979, 1099), esperando con admiración lo que hacía el Autor de la vida, apareció en el Cenáculo la persona del Eterno Padre y la del Espíritu Santo, como en el Río Jordán y en el Tabor. Y de esta visión, aunque todos los Apóstoles y discípulos sintieron algún efecto, sólo algunos la vieron, en especia el Evangelista San Juan, que siempre tuvo vista de águila penetrante y privilegiada en los divinos misterios. Trasladóse todo el cielo al Cenáculo de Jerusalén, que tan magnífica fue la obra con que se fundó la Iglesia del Nuevo Testamento, se estableció la Ley de Gracia y se previno nuestra salvación eterna. Y para entender las acciones que hacía el Verbo humanado, advierto que, como tenía dos naturalezas, la divina y la humana, entrambas en una persona, que era la del Verbo, por esto las acciones de entrambas naturalezas se atribuyen y se dicen o predican de una misma persona, como también la misma se llama Dios y hombre; y conforme a esto, cuando digo que hablaba y oraba el Verbo humanado a su Eterno Padre, no se entiende que hablaba ni oraba con la naturaleza divina, en que era igual con el Padre, sino en la humana, en que era menor, porque consta como nosotros de alma y cuerpo. En esta forma Cristo nuestro bien en el Cenáculo confesó con alabanza y magnificencia a su Eterno Padre por su divinidad y ser infinito y pidiendo luego por el linaje humano oró y dijo: 

1184. Padre mío y Dios eterno, yo te confieso, te alabo y magnifico en el ser infinito de tu divinidad incomprensible, en la cual soy una misma cosa contigo y con el Espíritu Santo, engendrado ab aeterno por tu entendimiento como figura de tu sustancia y tu imagen de tu misma individua naturaleza. La obra de la Redención humana, que me encomendaste en la misma naturaleza que tomé en el vientre virginal de mi Madre, quiero consumar y darle la suma perfección y plenitud de tu divino beneplácito y pasar de este mundo a tu diestra y llevar a ti a todos aquellos que me diste (Jn 17, 12), sin que se pierda alguno en cuanto a nuestra voluntad y suficiencia de su remedio. Mis delicias son estar con los hijos de los hombres (Prov 8, 31) y en mi ausencia quedarán huérfanos y solos si los dejo sin mi asistencia no quedándome con ellos. Quiero, Padre mío, dejarles prendas ciertas y seguras de mi inextinguible amor y de los premios eternos que les tienes aparejados. Quiero dejarles memoria indefectible de lo que por ellos he obrado y padecido. Quiero que hallen en mis merecimientos remedio fácil y eficaz del pecado que participaron en la inobediencia del primer hombre y restaurar copiosamente el derecho que perdieron a la felicidad eterna para que fueron criados. 

1185. Y porque serán pocos los que se conservarán en esta justicia, es necesario que les queden otros remedios con que la puedan restaurar y acrecentar, recibiendo de nuevo altísimos dones y favores de tu inefable clemencia, para justificarlos y santificarlos por diversos medios y caminos en el estado de su peligrosa peregrinación. Nuestra voluntad eterna, con que determinamos su creación de la nada para ser y tener existencia, fue para comunicarles nuestra divinidad, perfecciones y eterna felicidad, y tu amor, que fue el que a mí me obligó a nacer pasible y humillarme por ellos hasta la muerte de cruz (Flp 2, 8), no se contenta ni satisface si no inventa nuevos modos de comunicarse a los hombres según su capacidad y nuestra sabiduría y poder. Esto ha de ser en señales visibles y sensibles, proporcionadas a la sensible condición de los hombres, y que tengan efectos invisibles, que participe su espíritu invisible e inmaterial. 

1186. Para estos altísimos fines de vuestra exaltación y gloria pido, Señor y Padre mío, el fíat de vuestra voluntad eterna en mi nombre y de todos los pobres y afligidos hijos de Adán. Y si provocan sus culpas a vuestra justicia, su miseria y necesidad llama a vuestra infinita misericordia. Y con ella interpongo yo todas mis obras de la humanidad unida con lazo indisoluble a mi divinidad: la obediencia con que acepté ser pasible hasta morir, la humildad con que me sujeté a los hombres y a sus depravados juicios y la pobreza y trabajos de mi vida, mis afrentas y pasión, la muerte y el amor con que todo lo he admitido por tu gloria y porque seas conocido y adorado de todas las criaturas capaces de tu gracia y de tu gloria. Tú, Señor y Padre mío, me hiciste hermano de los hombres y su cabeza y de todos los electos que de nuestra divinidad han de gozar con nosotros para siempre, para que como hijos sean herederos conmigo de tus bienes eternos y como miembros participasen el influjo de la cabeza que les quiero comunicar, según el amor que como a hermano les tengo; y quiero, cuanto es de mi parte, traerlos conmigo a tu amistad y participación en que fueron formados en su cabeza natural el primer hombre. 

1187. Con este inmenso amor dispongo, Señor y Padre mío, que todos los mortales desde ahora puedan ser reengendrados con el Sacramento del Bautismo en tu amistad y gracia con plenitud y le puedan recibir luego que participen de la luz y sin propia voluntad, manifestándola por ellos otros para que renazcan en la de tu aceptación. Sean desde luego herederos de tu gloria, queden señalados por hijos de mi Iglesia con interior señal que no la pierdan, queden limpios de la mácula del pecado original, reciban los dones de las virtudes fe, esperanza y caridad, con que puedan obrar como hijos, conociéndote, esperando y amándote por ti mismo. Reciban también las virtudes con que detengan y gobiernen las pasiones desordenadas por el pecado y conozcan sin engaño el bien y el mal. Sea este sacramento la puerta de mi Iglesia y el que los haga capaces para los demás sacramentos y para nuevos favores y beneficios de nuestra gracia. Dispongo también que tras este sacramento reciban otro en que sean ratificados y confirmados en la fe santa que han profesado y han de profesar y la puedan defender con fortaleza llegando al uso de la razón. Y porque la fragilidad humana desfallecerá fácilmente en la observancia de mi ley y no sufre mi caridad dejarla sin remedio fácil y oportuno, quiero que sirva para esto el Sacramento de la Penitencia, donde reconociendo sus culpas con dolor y confesándolas se restituyan al estado de la justicia y continúen los merecimientos de la gloria que les tengo prometida y no queden triunfando Lucifer y sus secuaces de haberlos apartado luego del estado y seguridad en que los puso el Bautismo. 

1188. Justificados los hombres por medio de estos Sacramentos, estarán capaces de la suma participación y amor que conmigo pueden tener en el destierro de su vida mortal, y ésta ha de ser recibiéndome sacramentado en su pecho por inefable modo en especies de pan y vino, y en las del pan dejaré mi cuerpo y en las del vino dejaré mi sangre. En cada uno estaré todo real y verdaderamente, aunque así dispongo este sacramento misterioso de la Eucaristía, porque me doy en forma de alimento proporcionado a la condición humana y al estado de los viadores, por quien obro estas maravillas y con quienes estaré por este modo hasta el fin de los siglos venideros. Y para que tengan otro Sacramento que los purifique y defienda cuando los mismos hombres lleguen al término de vida, les ordeno el Sacramento de la Unción Extrema [de los enfermos], que también será alguna prenda de su resurrección en los mismos cuerpos señalados con este Sacramento. Y porque todos se ordenan a santificar los miembros del Cuerpo Místico de mi Iglesia, en la cual se ha de guardar sumo concierto y orden dando a cada uno el grado conveniente a su ministerio, y quiero que los ministros de estos Sacramentos tengan Orden en otro que los pongo en el supremo grado de Sacerdotes, respecto de todos los otros fieles, y que sirva para esto el Sacramento de la Orden, que los señale, distinga y santifique con particular excelencia; y aunque todos la recibirán de mí, quiero que sea por medio de una cabeza que sea mi Vicario y represente mi Persona y sea el supremo Sacerdote, en cuya voluntad deposito las llaves del cielo y todos le obedezcan en la tierra. Y para más perfección de mi Iglesia ordeno el último Sacramento, de Matrimonio, que santifique el vínculo natural que se ordena a la propagación humana, y queden todos los grados de la Iglesia ricos y adornados de mis infinitos merecimientos. Esta es, Eterno Padre, mi última voluntad, en que hago herederos a todos los mortales de mis merecimientos, vinculándolos en mi nueva Iglesia, donde los dejo depositados. 

1189. Esta oración hizo Cristo nuestro Redentor en presencia de los Apóstoles, pero sin demostración exterior. Pero la beatísima Madre, que desde su retiro le miraba y acompañaba en ella, se postró en tierra y ofreció al Eterno Padre como Madre las peticiones de su Hijo. Y aunque no podía añadir intensivamente cosa meritoria a las obras de su santísimo Hijo, con todo eso, como era su coadjutora, se extendió a ella esta petición, como en otras ocasiones, fomentando de su parte a la misericordia para que el Eterno Padre no mirase a su Unigénito sólo, pero siempre en compañía de su Madre. Y así los miró a entrambos y aceptó las oraciones y peticiones respectivamente de Hijo y Madre por la salvación de los hombres. Hizo otra cosa la Reina en esta ocasión, porque se la remitió a ella su Hijo santísimo. Y para entenderla, se advierta que Lucifer estuvo presente al lavatorio de los Apóstoles, como queda dicho en el capítulo pasado, y de lo que vio hacer a Cristo nuestro bien y que no le permitió a él salir del Cenáculo, colegía su astucia que disponía el Señor alguna obra grande en beneficio de los Apóstoles; y aunque se reconocía este Dragón muy debilitado y sin fuerzas contra el mismo Redentor, con todo esto con implacable furor y soberbia quiso investigar aquellos misterios para intentar contra ellos alguna maldad. Vio la gran Señora este conato de Lucifer y que le remitía su Hijo santísimo esta causa; encendida con el celo y amor de la gloria del Muy Alto y con potestad de Reina, mandó al dragón y a todas sus cuadrillas que al punto saliesen del Cenáculo y descendiesen al profundo del infierno. 

1190. Diole nueva virtud a María santísima para esta hazaña el brazo del Omnipotente, por la rebeldía de Lucifer, que ni él ni sus demonios pudieron resistir y así fueron lanzados a las cavernas infernales hasta que se les dio nuevo permiso para que saliesen y se hallasen a la pasión y muerte de nuestro Redentor, donde con ella habían de quedar del todo vencidos y desengañados de que Cristo era el Mesías y Redentor del mundo, Dios y hombre verdadero. Y de aquí se entenderá cómo Lucifer y los demonios estuvieron presentes a la cena legal y lavatorio de los pies de los Apóstoles y después a toda la pasión, pero no estuvieron en la institución de la Sagrada Eucaristía, ni en la comunión que entonces hicieron y dio Cristo nuestro Señor. Levantóse luego la gran Reina a más alto ejercicio y contemplación de los misterios que se prevenían, y los Santos Ángeles, como a valerosa y nueva Judit, le cantaron la gloria de este gran triunfo contra el Dragón infernal. Al mismo tiempo hizo Cristo nuestro bien otro cántico, confesando y dando gracias al Eterno Padre por las peticiones que le había concedido en beneficio de los hombres. 

1191. Precediendo todo lo que he dicho, tomó en sus manos venerables Cristo bien nuestro el pan que estaba en el plato y, pidiendo interiormente licencia y dignación para obligar al Altísimo a que entonces y después en la Santa Iglesia, en virtud de las palabras que había de pronunciar, se hiciese presente real y verdaderamente en la hostia como quien las obedecía, levantó los ojos al cielo con semblante de tanta majestad, que a los Apóstoles, a los Ángeles y a la misma Madre Virgen les causó nuevo temor reverencial. Y luego pronunció las palabras de la consagración sobre el pan, dejándole convertido transubstancialmente en su verdadero cuerpo, y la consagración del vino pronunció sobre el cáliz y convirtiéndole en su verdadera sangre. Al mismo punto que acabó Cristo Señor nuestro de pronunciar las palabras, respondió el Eterno Padre: Este es mi Hijo dilectísimo, en quien yo tengo mi agrado y le tendré hasta el fin del mundo, y estará Él con los hombres el tiempo que les durare su destierro. Esto mismo confirmó también la persona del Espíritu Santo. Y la humanidad santísima de Cristo en la persona del Verbo hizo profunda reverencia a la divinidad en el sacramento de su cuerpo y sangre. Y la Madre Virgen desde su retiro se postró en tierra y adoró a su Hijo sacramentado con incomparable reverencia. Luego le adoraron los Ángeles de su custodia y con ellos hicieron lo mismo todos los Ángeles del cielo, y tras los santos espíritus le adoraron Enoc y Elías en su nombre y en el de los antiguos Patriarcas y Profetas de las leyes natural y escrita, cada uno respectivamente. 

1192. Todos los apóstoles y discípulos, porque tuvieron fe de este gran misterio, excepto el traidor Judas Iscariotes, le adoraron con ella con profunda humildad y veneración, cada uno según su disposición. Luego nuestro gran sacerdote Cristo levantó en alto su mismo cuerpo y sangre consagrados, para que de nuevo le adorasen todos los que asistían a esta Misa nueva, y así lo hicieron todos. Y en esta elevación fue más ilustrada su purísima Madre, y San Juan Evangelista, Enoc y Elías, para conocer por especial modo cómo en las especies del pan estaba el sagrado cuerpo y en las del vino la sangre, y en entrambas todo Cristo vivo y verdadero, por la unión inseparable de su alma santísima y su cuerpo y sangre, y cómo estaba la divinidad, y en la persona del Verbo la del Padre y del Espíritu Santo, y por estas uniones y existencias, inseparables concomitancias, quedaban en la Eucaristía todas las tres personas, con la perfecta humanidad de Cristo Señor nuestro. Esto conoció con más alteza la divina Señora y los demás en sus grados. Conocieron también la eficacia de las palabras de la consagración y cómo tenían ya virtud divina para que, pronunciadas con la intención de Cristo por cualquiera de los sacerdotes presentes y futuros en la debida materia, convirtiesen la sustancia del pan [de trigo puro] en su cuerpo y la del vino [de vid puro] en su sangre, dejando a los accidentes sin sujeto y con nuevo modo de subsistir sin perderse; y esto con tal certeza y tan infalible, que antes faltará el cielo y la tierra, que falte la eficacia de esta forma de consagrar, debidamente pronunciada por el ministro y sacerdote de Cristo. 

1193. Conoció también por especial visión nuestra divina Reina cómo estaba el Sagrado Cuerpo de Cristo nuestro Señor escondido debajo de los accidentes del pan y vino, sin alterarlos, ni ellos a él, porque ni el cuerpo puede ser sujeto suyo, ni ellos pueden ser formas del cuerpo. Ellos están con la misma extensión y calidades antes y después, ocupando el mismo lugar, como se conoce en la hostia consagrada; y el cuerpo sagrado está con modo indivisible, aunque tiene toda su grandeza, sin confundirse una parte con otra, y está todo en toda la hostia y todo en cualquiera parte, sin que la hostia le ensanche ni limite, ni el cuerpo a la hostia; porque ni la extensión propia del cuerpo tiene respecto a la de las especies accidentales, ni la de las especies pende del cuerpo santísimo, y así tienen diferente modo de existencia, y el cuerpo se penetra con la cantidad de los accidentes sin que le impidan. Y aunque naturalmente con su extensión pedía diferente lugar y espacio la cabeza de las manos y éstas del pecho y así las demás, pero con el poder divino se pone el cuerpo consagrado con esta grandeza en un mismo lugar, porque entonces no tiene respecto al espacio extendido que naturalmente ocupa, y de todos estos respectos se absuelve, porque sin ellos puede ser cuerpo cuantitativo. Y tampoco está en un lugar sólo ni en una hostia, sino en muchas juntamente, aunque sean sin número las hostias consagradas. 

1194. Entendió asimismo que el sagrado cuerpo, aunque no tenía dependencia natural de los accidentes en el modo que he dicho, pero con todo eso no se conservaría en ellos sacramentado más del tiempo que durasen sin corromperse los accidentes del pan y del vino, porque así lo ordenó la voluntad santísima de Cristo, autor de estas maravillas. Y ésta fue como una dependencia voluntaria y moral de la existencia milagrosa de su cuerpo y sangre con la existencia incorrupta de los accidentes. Y cuando ellos se corrompen y destruyen por las causas naturales que pueden alterarlos, como sucede después de recibido el sacramento, que el calor del estómago los altera y corrompe, o por otras causas que pueden hacer lo mismo, entonces cría Dios de nuevo otra sustancia en el último instante en que las especies están dispuestas para recibir la última transmutación, y con aquella nueva sustancia, faltando ya la existencia del cuerpo sagrado, se hace la nutrición del cuerpo que se alimenta y se introduce la forma humana que es el alma. Y esta maravilla de criar nueva sustancia que reciba los accidentes alterados y corruptos, es consiguiente a la determinación de la voluntad divina de no permanecer el cuerpo con la corrupción de los accidentes, y también al orden de la naturaleza, porque la sustancia del hombre que se alimenta, no puede acrecentarse sino con otra sustancia que se le añade de nuevo, y los accidentes no pueden continuarse en esta sustancia. 

1195. Todos estos y otros milagros recopiló la diestra del Omnipotente en este Augustísimo Sacramento de la Eucaristía, y todos los entendió la Señora del cielo y tierra y los penetró profundamente, y en su modo San Juan Evangelista y los Padres que allí estaban de la ley antigua y los Apóstoles entendieron muchos de ellos. Conociendo este beneficio común y tan grande la purísima Madre, conoció también la ingratitud que los mortales habían de tener de tan inefable misterio, fabricado para su remedio, y tomó por su cuenta desde entonces recompensar y suplir con todas sus fuerzas nuestra grosería y desagradecimiento, dando ella las gracias al Eterno Padre y a su Hijo santísimo por tan rara maravilla y favor del linaje humano. Y esta atención le duró toda la vida y muchas veces lo hacía derramando lágrimas de sangre de su ardentísimo corazón para satisfacer nuestro reprensible y torpe olvido. 


1196. Mayor admiración me causa lo que sucedió al mismo Jesús nuestro bien, que habiendo levantado el santísimo sacramento para que le adorasen los discípulos, como he dicho (Cf. supra n. 1192), le dividió con sus sagradas manos y se comulgó a sí mismo el primero, como primero y sumo sacerdote. Y reconociéndose, en cuanto hombre, inferior a la divinidad que recibía en su mismo cuerpo y sangre cansagrados, se humilló, encogió y tuvo como un temblor en la parte sensitiva, manifestando dos cosas: la una, la reverencia con que se debía recibir su sagrado cuerpo; la otra, el dolor que sentía de la temeridad y audacia con que muchos de los hombres llegarían a recibir y tratar este altísimo y eminente Sacramento. Los efectos que hizo la comunión en el Cuerpo de Cristo nuestro bien fueron divinos y admirables, porque por un breve espacio redundaron en Él los dotes de gloria de su alma santísima como en el Tabor, pero esta maravilla sólo fue manifiesta a su purísima Madre y algo conocieron San Juan, Enoc y Elías. Y con este favor se despidió la humanidad santísima de recibir descanso y gozo hasta la muerte en la parte inferior. También vio la Virgen Madre con especial visión cómo se recibía Cristo su Hijo santísimo a sí mismo sacramentado y cómo estuvo en su divino pecho el mismo que se recibía. Y todo esto hizo grandiosos efectos en nuestra Reina y Señora. 

1197. Hizo Cristo nuestro bien en comulgándose un cántico de alabanzas al Eterno Padre y se ofreció a sí mismo sacramentado por la salvación humana, y luego partió otra partícula del pan consagrado y la entregó al Arcángel San Gabriel, para que la llevase y comulgase a María santísima. Quedaron los Santos Ángeles con este favor como satisfechos y recompensados de que la dignidad Sacerdotal tan excelente les tocase a los hombres y no a ellos, y sólo el haber tenido en sus manos en forma humana el cuerpo sacramentado de su Señor y verdadero Dios les causó grande y nuevo gozo a todos. Esperaba la gran Señora y Reina con abundantes lágrimas el favor de la sagrada comunión, cuando llegó San Gabriel con otros innumerables Ángeles, y de la mano del santo príncipe la recibió la primera después de su Hijo santísimo, imitándole en la humillación, reverencia y temor santo. Quedó depositado el santísimo Sacramento en el pecho de María santísima y sobre el corazón, como legítimo sagrario y tabernáculo del Altísimo. Y duró este depósito del sacramento inefable de la Eucaristía todo el tiempo que pasó desde aquella noche hasta después de la resurrección, cuando consagró San Pedro y dijo la primera Misa, como diré adelante (Cf. infra p. III n. 112); porque ordenó el todopoderoso Señor esta maravilla así, para consuelo de la gran Reina y también para cumplir de antemano por este modo la promesa hecha después a su Iglesia, que estaría con los hombres hasta el fin del siglo (Mt 28, 20), porque después de su muerte no podía estar su humanidad santísima en la Iglesia por otro modo, mientras no se consagraba su cuerpo y sangre. Y en María purísima estuvo depositado este maná verdadero como en arca viva, con toda la ley evangélica, como antes las figuras en el arca de Moisés. Y en todo el tiempo que pasó hasta la nueva consagración no se consumieron ni alteraron las especies sacramentales en el pecho de esta Señora y Reina del cielo. Dio gracias al Eterno Padre y a su Hijo santísimo con nuevos cánticos a imitación de lo que el Verbo divino encarnado había hecho. 

1198. Después de comulgada la divina Princesa, dio nuestro Salvador el pan sacramentado a los Apóstoles y les mandó que entre sí lo repartiesen y recibiesen, como lo recibieron, y les dio en estas palabras la dignidad sacerdotal, que comenzaron a ejercer comulgándose cada uno a sí mismo con suma reverencia, derramando copiosas lágrimas y dando culto al cuerpo y sangre de nuestro Redentor que habían recibido. Quedaron con preeminencia de antigüedad en la potestad de Sacerdotes, como fundadores que habían de ser de la Iglesia evangélica. Luego San Pedro, por mandado de Cristo nuestro Señor, tomó otras partículas consagradas y comulgó a los dos padres antiguos Enoc y Elías. Y con el gozo y efectos de esta comunión quedaron estos dos Santos confortados de nuevo para esperar la visión beatífica, que tantos siglos se les dilataba por la voluntad divina, y esperar hasta el fin del mundo. Dieron los dos Patriarcas fervientes alabanzas y humildes gracias al Todopoderoso por este beneficio y fueron restituidos a su lugar por ministerio de los Santos Ángeles. Esta maravilla ordenó el Señor, para dar prendas y participación de su encarnación, redención y resurrección general a las leyes antiguas, natural y escrita, porque todos estos misterios encierra en sí el Sacramento de la Eucaristía, y dándoseles a los dos varones santos Enoc y Elías, que estaban vivos en carne mortal, se extendió esta participación a los dos estados de la ley natural y escrita, porque los demás que le recibieron pertenecían a la nueva ley de gracia, cuyos padres eran los Apóstoles. Así lo conocieron los dos santos Enoc y Elías y en nombre de los demás santos de sus leyes dieron gracias a su Redentor y nuestro por este oculto beneficio. 

1199. Otro milagro muy secreto sucedió en la comunión de los Apóstoles, y esto fue que el pérfido y traidor Judas Iscariotes, viendo lo que su divino Maestro disponía mandándoles comulgar, determinó como infiel no hacerlo, sino reservar el sagrado cuerpo, si pudiese ocultamente, para llevarle a los pontífices y fariseos y decirles que quién era su Maestro, pues decía que aquel pan era su mismo cuerpo y ellos lo acriminasen por gran delito, y si no pudiese conseguir esto, intentaba hacer algún otro vituperio del divino Sacramento. La Señora y Reina del cielo, que por visión clarísima estaba mirando todo lo que pasaba y la disposición con que interior y exteriormente recibían los Apóstoles la Sagrada Comunión y sus efectos y afectos, vio también los execrables intentos del obstinado Judas Iscariotes. Encendióse toda en el celo de la gloria de su Señor, como Madre, como Esposa y como Hija y, conociendo era voluntad suya que usase en aquella ocasión de la potestad de Madre y Reina, mandó a sus Ángeles que sucesivamente sacasen a Judas Isacriotes de la boca el pan y vino consagrado y lo restituyesen a donde estaba lo demás sacramentado, porque en aquella ocasión le tocaba defender la honra de su Hijo santísimo, para que Judas Iscariotes no le injuriase como intentaba con aquella nueva ignominia que maquinaba. Obedecieron los Ángeles y cuando llegó a comulgar el pésimo de los vivientes Judas Isacriotes le sacaron las especies sacramentales, una tras de otra, de la boca y, purificándolas de lo que habían recibido en aquel inmundísimo lugar, las redujeron a su primera disposición y las colocaron ocultamente entre las demás, celando siempre el Señor la honra de su enemigo y obstinado apóstol. Después recibieron estas especies los que fueron comulgando tras de Judas Isacriotes por sus antigüedades, porque ni él fue el primero ni el último que comulgó, y los Ángeles Santos lo ejecutaron en brevísimo espacio. Hizo nuestro Salvador gracias al Eterno Padre y con esto dio fin a los misterios de la cena legal y sacramental y principio a los de su pasión, que diré en los capítulos siguientes. La Reina de los cielos continuaba en la atención, admiración de todos y en los cánticos de alabanza y magnificencia al altísimo Señor. 

Doctrina que me dio la Reina del cielo. 

1200. ¡Oh hija mía, si los profesores de la santa fe católica abriesen los corazones endurecidos y pesados, para recibir la verdadera inteligencia del sagrado misterio y beneficio de la Eucaristía! ¡Oh, si desahogados y abstraídos de los afectos terrenos y moderando sus pasiones, aplicasen la fe viva para entender en la divina luz su felicidad, en tener consigo a Dios eterno sacramentado y poderle recibir y frecuentar, participando los efectos de este divino maná del cielo, si dignamente conociesen esta gran dádiva, si estimasen este tesoro, si gustasen su dulzura, si participasen en ella la virtud oculta de su Dios omnipotente, nada les quedaba que desear ni que temer en su destierro! No deben querellarse los mortales en el dichoso siglo de la ley de gracia, que les afligen su fragilidad y sus pasiones, pues en este pan del cielo tienen a la mano la salud y la fortaleza; no de que son tentados y perseguidos del demonio, pues con el buen uso de este Sacramento inefable le vencerán gloriosamente, si para esto dignamente le frecuentan. Culpa es de los fieles no atender a este misterio y valerse de su virtud infinita para todas sus necesidades y trabajos, que para su remedio le ordenó mi Hijo santísimo. Y de verdad te digo, carísima, que tienen Lucifer y sus demonios tal temor a la presencia de la Eucaristía, que el acercarse a ella les causa mayores tormentos que estar en el infierno. Y aunque entran en los templos para tentar a las almas, esto hacen como violentándose a padecer crueles penas, a trueque de derribar una alma y atraerla a que cometa un pecado, y más en los lugares sagrados y presencia de la Eucaristía. Y por alcanzar este triunfo los compele su indignación, que tienen contra Dios y contra las almas, para que se expongan a padecer aquel nuevo tormento de estar cerca de Cristo mi Hijo santísimo sacramentado. 


1201. Y cuando le llevan en procesión por las calles, de ordinario huyen y se alejan a toda prisa, y no se atrevieran a acercarse a los que le van acompañando, si no fuera por la confianza que tienen, con tan larga experiencia, de que vencerán a algunos, para que pierdan la reverencia al Señor. Y por esto trabajan mucho en tentar en los Templos, porque saben cuánta injuria se hace en esto al mismo Señor que está sacramentado por amor, para aguardar a santificar los hombres y a que le den el retorno de su amor dulcísimo y demostrativo con tantas finezas. Por esto entenderás el poder que tiene quien dignamente recibe este pan sagrado de los ángeles contra los demonios y cómo temerían a los hombres si le frecuentasen con devoción y pureza, procurándose conservar en ella hasta otra comunión. Pero son muy pocos los que viven con este cuidado y el enemigo está alerta acechando y procurando que luego se olviden, entibien y distraigan, para que no se valgan contra ellos de armas tan poderosas. Escribe esta doctrina en tu corazón, y porque, sin merecerlo tú, ha ordenado el Altísimo, por medio de la obediencia, que cada día participes de este sagrado Sacramento recibiéndole, trabaja por conservarte en el estado que te pones para una comunión hasta que hagas otra, porque la voluntad de mi Señor y la mía es que con este cuchillo pelees las guerras del Altísimo en nombre de la Santa Iglesia contra los enemigos invisibles, que hoy tienen afligida y triste a la Señora de las gentes (Lam 1, 1), sin haber quien la consuele ni dignamente lo considere. Llora por esta causa y divídase tu corazón de dolor, porque estando el omnipotente y justo Juez tan indignado contra los católicos, por haber irritado su justicia con los pecados tan desmedidos y repetidos debajo de la santa fe que profesan, no hay quien considere, pese y tema tan grande daño, ni se disponga al remedio que pudieran solicitar con el buen uso del divino sacramento de la Eucaristía y llegando a él con corazones contritos y humillados y con mi intercesión. 

1202. En esta culpa, que en todos los hijos de la Iglesia es gravísima, son más reprensibles los indignos y malos sacerdotes, porque de la irreverencia con que ellos tratan al santísimo sacramento del altar han tomado ocasión los demás católicos para despreciarle. Y si el pueblo viera que los sacerdotes se llegaban a los divinos misterios con temor y temblor reverencial, conocieran que con el mismo habían de tratar todos y recibir a su Dios sacramentado. Y los que así lo hacen, resplandecen en el cielo como el sol entre las estrellas, porque de la gloria de mi Hijo santísimo en su humanidad, a los que le trataron y recibieron con toda reverencia, les redunda especial luz y resplandor de gloria, el cual no tienen los que no han frecuentado con devoción la Sagrada Eucaristía. Y a más de esto tendrán después sus cuerpos gloriosos unas señales o divisas en el pecho, donde le recibieron, muy brillantes y hermosísimas, en testimonio de que fueron dignos tabernáculos del santísimo sacramento cuando lo recibieron. Esto será de gran gozo accidental para ellos y júbilo de alabanza para los ángeles y admiración para todos. Recibirán también otro premio accidental, porque entenderán y verán con especial inteligencia el modo con que está mi Hijo santísimo en la Eucaristía y todos los milagros que en ella se encierran, y será tan grande el gozo, que sólo él bastará para recrearlos eternamente cuando no tuvieran otro en el cielo. Pero la gloria esencial de los que con digna devoción y pureza recibieron la Eucaristía igualará y en muchos excederá a la que tienen algunos Mártires que no le recibieron. 

1203. Quiero también, hija mía, que de mi boca oigas lo que yo juzgaba de mí, cuando en la vida mortal había de recibir a mi Hijo y Señor sacramentado. Y para que mejor lo entiendas renueva en tu memoria todo lo que has entendido y conocido de mis dones, gracia, obras y merecimientos de mi vida, como te la he manifestado (Cf. supra p. I n. 229, 237 y passim) para que lo escribas. Fui preservada en mi concepción de la culpa original y en aquel instante tuve la noticia y visión de la divinidad que 48 muchas veces has repetido, tuve mayor ciencia que todos los santos, excedí en amor a los supremos serafines, nunca cometí culpa actual, siempre ejercité todas las virtudes heroicamente y la menor de ellas fue más que lo supremo de los otros muy santos en lo último de su santidad, los fines de todas mis obras fueron altísimos, los hábitos y dones sin medida y tasa, imité a mi Hijo santísimo con suma perfección, trabajé fielmente, padecí animosa y cooperé con todas las obras del Redentor en el grado que me tocaba y jamás cesé de amarle y merecer aumentos de gracia y gloria en grado eminentísimo. Pues todos estos méritos juzgué que se me habían pagado dignamente con sola una vez que recibí su Sagrado Cuerpo en la Eucaristía, y aun no me juzgaba digna de tan alto beneficio. Considera tú ahora, hija mía, lo que tú y los demás hijos de Adán debéis pensar llegando a recibir este admirable Sacramento. Y si para el mayor de los santos fuera premio superabundante sola una comunión, ¿qué deben sentir y hacer los Sacerdotes y los fieles que la frecuentan? Abre tú los ojos entre las densas tinieblas y ceguedad de los hombres y levántalos a la divina luz, para conocer estos misterios. Juzga tus obras por desiguales y párvulas, tus méritos por muy limitados, tus trabajos por levísimos y tu agradecimiento por muy inferior y corto para tan raro beneficio como tener la Iglesia Santa a Cristo mi Hijo santísimo sacramentado y deseoso de que todos le reciban para enriquecerlos. Y si no tienes digna retribución que ofrecerle por este bien y los que recibes, por lo menos humíllate hasta el polvo y pégate con él y confiésate indigna con toda la verdad del corazón, magnifica al Altísimo, bendícele y alábale, estando siempre preparada para recibirle con fervientes afectos y padecer muchos martirios por alcanzar tan grande bien. 

MISTICA CIUDAD DE DIOS 
VIDA DE LA VIRGEN MARÍA 
Venerable María de Jesús de Agreda 
Libro VI, Cap. 11

LA FOBIA DE BERGOGLIO VA “IN CRESCENDO”


Dado como soy a las lecturas sobre la cuestión de la guerra, me entenderá el lector si empleo términos bélicos para describir lo que está haciendo Jorge Mario Bergoglio con la Iglesia. Y la guerra de la que hablo, es la guerra psicológica, indispensable para desarmar las conciencias.

Apenas llegado, Bergoglio empezó con su retórica demagógica, llena de vueltas y de ambigüedades. Un ejemplo fue su respuesta :¿Quién soy para juzgar? cuando fue preguntado sobre los homosexuales, salida rápidamente difundida por todos los medios, que celebraban jubilosamente y de antemano, un cambio en la enseñanza de la Iglesia. A esto se lo podría llamar “el bombardeo de las periferias”, anticipo de ataques a mayor y continua escala.

Una segunda etapa fue la intervención de los modernistas alemanes, encabezados por Kasper, cuyos libros teológicos debían ser leídos “de rodillas”, según dijo el mismo Bergoglio. Había llegado el turno de esparcir minas sobre el terreno, una vez que las periferias recibiesen lo suyo. Debo decir que los germanos cumplieron su tarea muy eficazmente y Kasper y su pandilla se impusieron a cardenales y obispos, haciendo y deshaciendo a piacere. (Y hasta la UCA se llegó Kasper, ante el silencio cómplice de los profesores que todavía se dicen católicos, de cuyos nombres prefiero olvidarme, por el momento).

Ya ablandado el terreno y debilitadas las conciencias, estamos en la tercera etapa, con los cañones ya disparando contra el centro mismo de la doctrina y de la disciplina. Amoris laetitia fue la señal inequívoca de que el modernismo va por todo. Por todo lo que resta, claro está, después del Vaticano II cuyos efectos perniciosos se hacen sentir después de medio siglo. (El tiempo requerido, según Belloc, para que los ingleses se dieran cuenta de que eran anglicanos y no católicos).

Como se sabe, Amoris ha dado lugar a un marasmo de interpretaciones diversas y encontradas, cuando ya no tiene sentido discutir sobre lo que es el documento: un intento demoledor de la moral tradicional. Pero algunos despistados siguen confiando en el “conservador” cardenal Müller, discípulo de Gustavo Gutiérrez (¡¡)…

Y sobre llovido, mojado. Ahora se trata de la cuestión de las diaconisas:

“Unas 900 religiosas de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), se reunieron hoy con el papa Francisco en el aula Pablo VI. Respondiendo a las preguntas de las religiosas, el pontífice afirmó que se podría crear una comisión que estudie la cuestión del diaconado de las mujeres y aclare los motivos por los cuales no se les permite a las consagradas la homilía de la misa. Son dos de los muchos temas delicados a los que respondió el papa Francisco durante el encuentro con la UISG.”


En nombre de “la inclusión” y en contra de “los fariseos y su rígido apego a la letra de la ley”, Amoris fue un ataque al Sacramento del Matrimonio. Y el diaconado de la mujeres es un ataque al Orden Sagrado. Y el que diga que la reunión con la UISG no fue armada previamente, que vaya a otro perro con ese hueso.

De Jorge Mario Bergoglio y de su fobia contra la Iglesia de siempre, libera nos Domine,

Notas catapúlticas

1) Según un cable de AFP: “En el Sínodo de la Familia de octubre un obispo canadiense Paul-André Durocher, propuso el diaconado femenino, recibiendo grandes aplausos.

Para el vaticanista Marco Politi: “Francisco siente que el tiempo pasa y que él debe tomar decisiones valientes” y para Iacopo Scaramuzzi, otro vaticanista, “Es el método Bergoglio: instala un asunto, lanza una hipótesis, provoca, propone, pero no rompe”


2) Sobre la posibilidad de la homilía de las mujeres: “Le religiose chiedono a Francesco anche della possibilità di tenere l’omelia durante la Messa. Il Papa distingue tra la predica tenuta durante una Liturgia della Parola – che può essere svolta senza difficoltà da una donna, consacrata o laica – dalla Liturgia eucaristica, nella quale l’omelia è collegata alla presidenza della celebrazione, che è propria del sacerdote”. http://it.radiovaticana.va/news/2016/05/12/papa_a_consacrate_commissione_studier%C3%A0_diaconato_femminile/1229377

Es decir, que la puerta está bien abierta para que las féminas hablen en la “Liturgia de la Palabra”.

3) El diaconado femenino fue un proyecto del “Antipapa” Martini, jesuíta como Bergoglio y uno de sus gurúes: «Sul diaconato femminile la Chiesa non ha detto no», aveva spiegato già nel 1994 il cardinale Carlo Maria Martini, commentando lo stop di Giovanni Paolo II alle donne prete: una dichiarazione solenne, a un passo dai crismi dell’infallibilità pontificia e alla quale Papa Francesco ha ripetuto più volte di volersi attenere. Malgrado quel «no» per il porporato c’erano ancora «spazi aperti», perché il discorso sul ruolo della donna avrebbe potuto continuare a partire dal diaconato, «che il documento non menziona, quindi non esclude».

4) Todas las notas permiten sostener que “el golpe de las diaconisas” se gestó entre gallos y medianoche. Y con la anuencia de Bergoglio sale a la luz.

Fuente: Catapulta

SERMÓN DEL DOMINGO DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN - R. P. ALTAMIRA



Queridos hijos:

En este “Domingo después de la Ascensión”, quería hacerles una breve prédica comentando algunos pasajes de la Epístola de la Misa de hoy, y, dentro de tantas cosas que se podrían decir, relacionar esa epístola con problemas “actuales” que cargan, padecen, o soportan, nuestras familias: Quería hacer una aplicación de ese texto a la vida familiar.

Se trata de la Primera Epístola del Apóstol San Pedro (I Pe 4,7-11), carta del primer Papa de la Historia, y ya alguna vez hemos dicho que las famosas “Encíclicas” de los Papas son también “cartas”, cartas a todo el orbe católico. Utilizaremos entonces esta “Encíclica del Papa San Pedro”.

Veamos algunos pocos pasajes de esta epístola y hagamos algunos comentarios. “Estote prudentes et vigilate in orationibus”: Sed prudentes y vigilad en la oración. “Sed prudentes” dice San Pedro, y, al revés de “ser prudentes”, tenemos muchas cosas para decir sobre la vida familiar.

No es prudente dejar a los hijos (o incluso a los esposos) que estén con el tema de los jueguitos de la computadora o del celular; “allí están todo el día”; en realidad, ¡no hay que estar ni treinta minutos con esos jueguitos!

Hay familias que tienen sus hijos enviciados con estos juegos, “se pasan toda la noche jugando, horas y horas”, y hay madres que ya no saben qué hacer. Un joven llegó a decir algo así como que “jugar en red”, yo no sé a cuál de esos juegos, decir que eso era “el fin de su vida”; ¿o sea que la finalidad de una vida es un jueguito electrónico?

Esos jueguitos, además, destruyen la capacidad intelectual de sus hijos; después son incapaces de concentración, incapaces de pasar horas estudiando con un libro (como muchas veces hay que hacer; todos lo sabemos). Y qué ocurre si sumamos a esos jueguitos todas las otras cosas que hay para “hacernos bobos y borregos” (hay gente mala que piensa en estas cosas, que las crea y que las fomenta).

¿Y qué otras cosas existen? “Es que ahora veo películas por internet, por youtube, por netflix, hasta las veo en mi celular”; y otra vez: “¡están todo el día viendo películas!”. Y sin entrar a las cosas indecentes que se muestran y se enseñan en las películas, consideren ¡la pérdida de tiempo que eso significa! “Y no sólo eso, sino que ahora puedo ver, y veo, los dibujos japoneses Animé por internet, en mi celular”.

Queridos hijos, “el fenómeno Animé” no es normal; el grado de encadenamiento, la forma como quedan “atrapados” y absolutamente cautivados sus hijos con esos dibujos no es normal:

Allí hay algo raro (yo no sé si diabólico). Hay mamás que tienen a sus hijos así y no saben qué hacer con ellos, ni cómo sacarlos. Además, esa empresa japonesa Animé ofrece de todo, y, por lo que me han dicho, también ofrece –perdón que lo diga- pornografía de lo peor en dibujos animados. ¿Y ustedes permiten que sus hijos vean eso?

“Pero es que eso no es todo, padre: También tengo que ocuparme del facebook, del whatsapp, del twitter, de los chats, de mi correo electrónico, de los videos graciosos de youtube, de los sitios que veo en internet”; la lista es interminable.

La otra parte de la cita mencionada dice “vigilate in orationibus”, “vigilad en la oración”, o en “las oraciones”. El verbo “vigilare” en latín significa entre otras cosas dormir menos, estar despiertos (en vigilia). Si ustedes quieren, el sentido sería pasar más tiempo en la oración, y, por qué no, despertarse antes para rezar.

Y la palabra está en plural, en “las” oraciones, y si la consideramos en sentido amplio, puede abarcar: La Santa Misa (venir tal vez entre semana a Misa), el Santo Rosario cada día, la Lectura de la Sagrada Escritura, la vida y los escritos de los santos, etc.

En las familias, la propuesta de San Pedro es: “Vigilar en la oración”. ¿Rezar cada día el Santo Rosario? Nada. ¿Pasar horas con lo que recién decíamos del internet? Eso sí.

“Ante omnia autem, mutuam in vobismetipsis caritatem continuam habentes, quia caritas operit multitudinem peccatorum”: Pero ante todo, tened mutua caridad entre vosotros, porque la caridad hace desaparecer [ante Dios] multitud de pecados. También mil cosas para decir. ¿Reina la caridad dentro de sus familias; caridad de los hijos hacia los padres (el respeto y el amor); caridad de los hermanos entre sí? ¿O son esas familias en que están todos peleados o peleándose; todos desunidos?

Entre los problemas que cargamos por haber tenido el pecado original, tenemos nuestro egoísmo, pensar más en uno que en los otros, “primero yo, segundo yo, tercero yo”. Todos nosotros debemos trabajar en contra de nuestro egoísmo, para tratar de quitarlo. Y si lo relacionamos de nuevo con lo que decíamos más arriba: En vez de compartir en familia, en vez de dialogar en la mesa, en vez de aprovechar los momentos familiares de encuentro (el almuerzo y la cena); no, eso no; y todos en “su” mundo; respondiendo el chat en el almuerzo, viendo el correo electrónico en el almuerzo, viendo películas en la mesa.

Egoísmo por estar en “su” mundo del internet y no compartir en familia; todo el día con su “super-celular-moderno”.

“Hospitales invicem sine murmuratione”: Siendo hospitalarios (amables, serviciales) los unos con los otros, sin murmuración. ¿Somos hospitalarios dentro de la familia? ¿O somos incapaces de hacer un favor al otro; de buscarle algo; de ayudarle con algo; de alcanzarle algo que nos pide el papá, la mamá o uno de los hermanos; o si lo hacemos, lo hacemos con “murmuración”, quejándonos, protestando? Los esposos, ¿son amables, atentos, serviciales con sus esposas? Las esposas, ¿lo son con sus maridos? Los hijos, ¿son serviciales con su mamá cuando ella les pide cosas?, ¿o caen en la murmuración y en protestar porque ella les pide algo?, ¿hacen al revés de lo que dice la epístola de la Misa; en vez de hacerlo “sine” murmuratione (sin murmuración), lo hacen “cum” murmuratione (con murmuración, protestando)?

Ayuden en sus casas sin protestar. Sean respetuosos con su papá y con su mamá, obedientes hacia ellos, haciendo las cosas que ellos les pidan.

Relacionado con esto último, ahora les decimos varias cosas que están en la Sagrada Escritura sobre respetar a los padres, etc: (Eccli 7,29-30) “De todo corazón honra a tu padre y no olvides los dolores de tu madre. Acuérdate de que les debes la vida. ¿Cómo podrás pagarles lo que han hecho por ti?”.

Ahora, tres citas fuertísimas de castigos a los hijos que pequen contra sus padres: (Deut 27,16) “Maldito quien deshonre a su padre o su madre. Y todo el pueblo responderá: Amén”. (Proverbios 30,17) “Al que escarnece a su padre y pisotea el respeto de su madre, cuervos del valle le saquen los ojos y devórenle las crías del águila”. (Eccli 3,14-18) “Como un blasfemo es quien abandona a su padre, Y SERÁ MALDITO DEL SEÑOR QUIEN IRRITA A SU MADRE”.

Y ahora los “premios” para los hijos que son respetuosos con sus padres: (Eccli 3,4-11) “El que honra a su padre expía sus pecados, y el que honra a su madre es como el que guarda tesoros. El que honra a su padre se regocijará en sus hijos y será escuchado en el día de su oración [cuántas veces nuestras abuelitas o nuestras mamás, si les faltábamos el respeto, nos decían, como con profecía, que lo mismo nos iba a pasar después con nuestros hijos].

El que honra a su padre tendrá larga vida [el premio por ser respetuosos es tener una vida larga, pero podemos pensar que tal vez aquí hay una amenaza “a contrario”: los hijos que son irrespetuosos con sus padres morirán rápidamente, tempranamente].

El que obedece al Señor es el consuelo de su madre. El que teme al Señor honra a su padre y SIRVE COMO A SEÑORES A LOS QUE LE ENGENDRARON.

De obra y de palabra honra a tu padre, para que venga sobre ti bendición también “a contrario” podemos pensar que vendrá “maldición” sobre el hijo que es maleducado con sus padres].

Porque bendición de padre afianza la casa del hijo, y maldición de madre la destruye desde sus cimientos”. Sobre el premio que hay, AUN EN ESTA VIDA, por ser respetuosos con el papá y con la mamá, tenemos una cita en San Pablo a los Efesios (6,2-3), que se relaciona con lo dicho, y que dice: “Honra a tu padre y a tu madre, es el primer mandamiento que tiene promesa, PARA QUE TE VAYA BIEN y TENGAS LARGA VIDA sobre la tierra”.

Cuidado los hijos irrespetuosos, les puede pasar lo contrario del premio que está aquí prometido. Y Monseñor Juan Straubinger, comentando esto, dice: (nota 6,2) “Es notable el paréntesis que San Pablo introduce aquí en la cita del Cuarto Mandamiento para destacar que es el primero (y único) a cuyo amor [el amor y respeto a los padres] nos estimula Dios por una promesa de felicidad aun temporal [aun en la tierra].

Sin duda interesa al Divino Padre [a Dios] ver honrada la paternidad [ver que los padres sean honrados por sus hijos+…”.

Como conclusión queremos volver a las ideas del principio de la prédica, al estar distraídos en bagatelas, todo el día pensando y gastando nuestro tiempo en bobadas, y jamás en las cosas serias, jamás en las cosas de Dios, en el fin de nuestras vidas, jamás en las cosas que perdurarán, en las cosas eternas.

Como dice el profeta en la Sagrada Escritura: “La tierra está desolada, porque nadie reflexiona en su corazón”; todo es movimiento, todo es actividad, agitación, superficialidad.
Somos “superficiales”; y no somos personas “profundas”. Y así, como dice tan hermosísimamente ese Himno de Vísperas: “DUM NIL PERENNE COGITAT, SESEQUE CULPIS ILLIGAT”, “como no piensa (o no pensamos) en nada perenne (en cosas eternas, en las cosas de la eternidad), se ata a sí mismo con culpas (con pecados)” (Himno Lucis Creator Optime).

Es decir: No pensamos en nada eterno, todo es pasajero, pensamos y gastamos nuestra vida en lo caduco, y por no tener nuestra mente en lo eterno, hacemos pecados y nos encadenamos con ellos, “ílligat”. Con esto, en vez de llevar una vida familiar hermosa, según Dios y según su Catolicismo, nuestras vidas se van por carriles contrarios, por los carriles modernos, por la bobada del mundo moderno.

Termino con una última cita de la epístola de San Pedro, cita entonces de la Misa de hoy. Si estas palabras han servido, la consigna deberá ser desde hoy llevar vidas plenamente católicas en nuestras familias, UT IN ÓMNIBUS HONORIFICETUR DEUS, para que en todo sea honorificado Dios, para que en todo lo que hacemos en nuestra familia Dios sea glorificado, PER IESUM CHRISTUM DOMINUM NOSTRUM: por Jesucristo Nuestro Señor.

AVE MARÍA PURÍSIMA

P. Fernando Altamira