miércoles, 30 de marzo de 2011

GLOBOS, GLOBOS, GLOBOS (...Y OTROS DETALLES)


Hace un par de semanas trajeron a Sevilla una cruz y un icono que circulan en una especie de tournée para ambientar la JMJ. En una tierra de artísticas cruces y admirable imaginería, extrañaron esos dos elementos de culto, tan simples: La cruz era dos tablones lisos barnizados con una plaquita de bronce con una leyenda, y el icono una copia regularcilla de la Salus Populi Romani. Pero como eran 'imágenes oficiales' se les preparó una adecuada recepción y circulación, oficiales también.

En España, desde el curso pasado, el lema pastoral general es JMJ-JMJ-JMJ, y casi nada más. Las Jmjs son un invento juanpablista típico-tópico, que se inspira en concentraciones juveniles no-religiosas (conciertos de pop y rock) para causar un impacto espiritual en las juventudes católicas (sin despreciar la asistencia de otras posibles juventudes concurrentes; 'abiertos', como se dice ahora) con el atractivo principal de la presencia del Papa, el verdadero movilizador.

En alguno de estos articuletes del blog recuerdo haber escrito que la Jmj ha sido una de las herencias juanpablistas endosadas a Benedicto XVI, que ha tenido que apechar con ellas, velis nolis. A mí me parece - tengo esa impresión - que al Papa actual no le van nada este tipo de actos, pero es lo que hay y con esos bueyes hay que arar, como se suele decir. Aunque yo digo (yo sé) que lo que se quiere cambiar se cambia: ¡Cosas mayores se han cambiado!

En sí mismas, las Jmjs son un cambio de estilo notable (muy notable) en la manera de relacionarse el Papa con la juventud. Antes, el Papa se veía con los fieles católicos, sin muchas diferenciaciones. En cuanto los transportes agilizaron y facilitaron los viajes a Roma, ya en tiempos de Pio XII era común que el Papa recibiera a grupos más determinados. Con Juan Pablo II lo excepcional se hizo corriente, y desde el principio de su pontificado se fue imponiendo cierto estilo quasi confraternizador: El Papa se salía del discurso escrito, improvisaba, bromeaba ligeramente, se reía con todos y como todos. Esas y todas las demás escenas que fueron la estampa nuestra de cada día, mucha gente, muchas palabras, muchas fotos, mucho entusiasmo. Y mañana más. Y pasado mañana, también. Y para el mes que viene dos veces más. Y así. A Juanpablo IIº lo quería todo el mundo, con musiquilla ambiental de estadio (¡¡¡oé-oé-oé-oéeee!!!).

A la liturgia, ya bastante y alarmantemente deformada, alterada y degradada por los mil abusos del post-concilio, se le fueron añadiendo, además, ciertos elementos ocasionales, circunstanciales, anecdóticos. Teníase entonces la impresión de que se confundían audiencias pontificias con liturgias papales. Exceptuando (y no del todo) las celebraciones más solemnes en la Basílica de San Pedro, en otros sitios el altar del Papa se convertia en una especie de Sala Nervi, donde quasi tutto se admitía. El entorno litúrgico del Papa empezó a enrarecerse, in crescendo.

Todo ese estilo de las liturgias juanpablistas, pese al cambio notable y la relativa restauración promovida por Benedicto XVI, se ha perpetuado en dos especiales 'marcos': Las celebraciones con ocasión de los viajes apostólicos, y las Jmjs.


La recepción en Sevilla de la cruz y el icono de las Jmjs han significado también un adelanto de las formas que se verán (expresión espiritual y estilo litúrgico) en la JMJ de Madrid. A mí lo que más me ha chocado han sido los globos, esos globos azules que se pasearon por las calles y luego entraron en los solemnes espacios catedralicios del la Metropolitana Hispalense para quedar flotando etéreamente sobre la tarima del altar de plata, flanqueando al Sr. Arzobispo y a los curas sevillanos que se asistieron al acto. Quasi una alegoría de lo que hay y lo que habrá, diría yo. Los globos de gas dominando el escenario.



También danzaron unas melífluas danzarinas en camisón de dormir; y hubo guitarritas y paseo con canciones para la traslación de la cruz y el icono a algunas parroquias y conventos. Lo de los conventos es preocupante porque la ingenuidad de las buenas monjitas puede derivar facilmente en la adopción de las formas que ven (que les llevan). Y como son cosas oficiales. Y como lo manda el arzobispo. Y como es por el Papa. Y como el Papa va estar... Total, que es de temer (me temo yo) que el dia menos pensado pongan globos de gas en los altares, u organicen un viacrucis con globos, o adornen con globitos el Monumento del Jueves Santo.

Digo globos queriendo decir, por inclusión, todo lo demás.

p.s.
De todas formas, hubo algún lapsus en el que las tendencias sevillanas se impusieron y marcaron una nota de mejor gusto, como la tarde del Viernes que tocó hacer el Viacrucis a la Cruz del Campo, que por la molesta lluvia se redujo al tramo entre la Casa de Pilatos (el palacio sevillano de los Duques de Medinaceli) y la vecina parroquia de San Esteban.

Aquí más fotos (muchas fotos).


+T.


Fuente:
Ex Orbe

SAN JUAN CLÍMACO - 30 DE MARZO


SAN JUAN CLÍMACO

Abad n. hacia el año 569 en Siria;
† hacia el año 649 en el Monte Sinaí

San Juan Clímaco subió al cielo por la escala que nos presenta, pues todo lo que enseña en su hermoso libro titulado Escala Espiritual, él mismo lo practicó. Dejó el mundo y se hizo monje a la edad de 16 años. Su vida desde entonces fue una mortificación continua. Empleaba su tiempo en llorar sus pecados, en conversar con Dios, o bien en componer libros destinados a instruir y edificar al prójimo. Fue nombrado abad del Monte Sinaí, y murió a la edad de 80 años apenas transcurrida la primera mitad del siglo VII.

MEDITACIÓN

SOBRE LOS TRES GRADOS

DE LA SUBIDA HACIA DIOS

I. El primer grado de la perfección es el desprecio del mundo y de todo aquello que ama el mundo: honores, placeres y riquezas. Vanos son los honores del mundo; criminales sus placeres; peligrosas sus riquezas. ¡Qué difícil es llegar a este grado! ¡Cuánta virtud se necesita para pisotear lo que adoran los hombres! Pero, lo que es difícil no es imposible, sobre todo si consideran que el mundo pasa con su concupiscencia y que es preferible abandonarlo a él antes que ser por él abandonados. II. El segundo grado es la abnegación de uno mismo. Has de renunciar a tus placeres, a tus más caras inclinaciones, a tu propia voluntad, has de triunfar de ti mismo en todo. Fácil es decirlo, pero difícil hacerlo. Es necesario, sin embargo, porque nada harías abandonando el mundo, si no renuncias a ti mismo. Es pues menester que, en adelante, sea mi propio enemigo, que me declare la guerra, que luche contra todas las inclinaciones de la naturaleza corrompida. III. El tercer grado es la conformidad con la voluntad de Dios en todo y en cualquier parte. Si llegaste ya a este estado, di que has encontrado un paraíso en este mundo; serás feliz y habrás encontrado todas las virtudes. Dios mío, enseñadme a hacer vuestra santa voluntad. Si Vos no me enseñáis este secreto, haré yo mi propia voluntad y Vos me abandonaréis; no seréis mi Dios mientras sea yo mi señor (San Agustín).

El deseo de la perfección
Orad por los que tienen vocación religiosa.

ORACIÓN

Haced, Señor, os suplicamos, que la intercesión de San Juan Clímaco, abad, nos torne agradables a Vuestra Majestad, a fin de que obtengamos por sus ruegos lo que no podemos esperar de nuestros méritos. Por J. C. N. S.

sábado, 26 de marzo de 2011

MONS. AGUER, PARA QUIENES QUIEREN SER “CRISTIANOS DE VERDAD”: “APRENDAMOS DE LOS MÁRTIRES ACTUALES”

En su reflexión televisiva semanal en el programa “Claves para un Mundo Mejor” (América TV), Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata, comentó la “persecución de los cristianos en el mundo, especialmente la persecución de los católicos” señalando que en estas últimas décadas “los católicos han sido perseguidos en numerosos países, especialmente en aquellos que son oficialmente islámicos”.

Indicó que “pensemos en Sudán, en Timor Oriental, en Eritrea, en Somalia, en Irak, en Egipto, en Arabia Saudita… O bien se les impide edificar una iglesia –el caso de Arabia Saudita es paradigmático- o practicar plenamente su culto o bien son considerados parias de la sociedad y ubicados en un nivel inferior a todos los efectos. O bien son víctimas del extremismo islámico que, esto ha ocurrido recientemente, pone bombas en las iglesias y ataca precisamente cuando se está celebrando la eucaristía”.

Luego puso como ejemplo el asesinato, hace pocos días, de “Shahbaz Bhatti, un paquistaní de 42 años, un político cristiano, que era además Ministro para las Minorías Religiosas de ese país”.

El prelado platense dijo que “este hombre ha sido objeto del odio del extremismo islámico que lo había amenazado y que finalmente lo asesinó” y valoró el Testamento Espiritual de Shahbaz Bhatti que lo consideró de “una profundidad conmovedora que hace recordar el caso de los grandes mártires de los primeros siglos cristianos. Y no estoy exagerando”.

Compartió detalles de ese Testamento Espiritual donde el líder católico paquistaní cuenta los inicios de su compromiso social, desde “el amor de Jesús” y al ver “las espantosas condiciones en que se encontraban los cristianos de Pakistán me causaron una profunda turbación” y como si bien le han o “requerido poner fin a mi empeño aún a riesgo de mi propia vida” su respuesta “ha sido siempre la misma: No quiero popularidad ni posiciones de poder quiero solo un puesto a los pies de Jesús. Quiero que mi vida, mi carácter, mis acciones hablen por mí y digan que estoy siguiendo a Jesucristo. Tal deseo es tan fuerte que me consideraré privilegiado en el caso que Jesús quiera aceptar el sacrificio de mi vida”.

“Quiero vivir por Cristo y por Él quiero morir. No experimento ningún miedo en este país. Muchas veces los extremistas han querido matarme, encarcelarme, me han amenazado, perseguido o han aterrorizado a mi familia. Yo digo que mientras tenga vida hasta mi último aliento seguiré sirviendo a Jesús y a esta humanidad pobre, sufriente, los cristianos, los necesitados, los pobres”, explica el paquistaní poco antes de su asesinato.

Mons. Héctor Aguer dio detalles de los motivos del tremendo asesinato y propuso sacar algunas conclusiones del doloroso acontecimiento como no olvidar “que muchos cristianos, muchos católicos son perseguidos en el mundo de hoy. Nosotros, en cuanto miembros de la Iglesia, estamos unidos a ellos por la fe y la caridad, debemos rezar por ellos para que el Señor los lleve a un estado de pleno ejercicio de la libertad de profesar la verdad y el culto católico”.

También afirmó que “ejemplos como el de Shahbaz Bhatti tienen que infundirnos coraje. Nosotros no pasamos por una situación de persecución de estas características aunque cada tanto surge en la sociedad argentina, en pequeños sectores, con un resentimiento y un odio anticatólico bien marcado”.

Manifestó que “nosotros no tenemos que sentirnos acorralados y tenemos que conservar el coraje de profesar siempre con claridad nuestra fe sin miedo alguno” y consideró que “el caso de Shahbaz Bhatti es un buen modelo para los políticos cristianos. No para los que se dicen cristianos, no para los que se creen cristianos, sino para quienes quieren serlo de verdad”. Y culminó afirmando: “Ojalá nosotros pudiéramos contar con muchos políticos así…”

Adjuntamos el texto completo de la alocución televisiva de Mons. Héctor Aguer:

“Hoy quiero hablarles de un tema que no aparece en los medios de comunicación, la persecución de los cristianos en el mundo, especialmente la persecución de los católicos”.

“A lo largo de todo el Siglo XX, y ha continuado ese proceso en los diez u once años que van del Siglo XXI, los católicos han sido perseguidos en numerosos países, especialmente en aquellos que son oficialmente islámicos”.

“Pensemos en Sudán, en Timor Oriental, en Eritrea, en Somalia, en Irak, en Egipto, en Arabia Saudita… O bien se les impide edificar una iglesia –el caso de Arabia Saudita es paradigmático- o practicar plenamente su culto o bien son considerados parias de la sociedad y ubicados en un nivel inferior a todos los efectos. O bien son víctimas del extremismo islámico que, esto ha ocurrido recientemente, pone bombas en las iglesias y ataca precisamente cuando se está celebrando la eucaristía”.

“Pero hay un hecho al cual me quiero referir puntualmente y es que ha sido asesinado, hace pocos días, Shahbaz Bhatti, un paquistaní de 42 años, un político cristiano, que era además Ministro para las Minorías Religiosas de ese país”.

“Es decir que su función en el Gobierno Paquistaní era precisamente provocar el diálogo, lograr que las minorías religiosas ocuparan un lugar de plena dignidad y el ejercicio de la libertad de profesar su fe en la sociedad paquistaní”.

“Bueno este hombre ha sido objeto del odio del extremismo islámico que lo había amenazado y que finalmente lo asesinó”.

“Pero yo quiero leer algunos pasajes del Testamento Espiritual de Shahbaz Bhatti porque son de una profundidad conmovedora que hace recordar el caso de los grandes mártires de los primeros siglos cristianos. Y no estoy exagerando”.

“Dice: Fue el amor de Jesús lo que me indujo a ofrecer mis servicios a la Iglesia. Las espantosas condiciones en que se encontraban los cristianos de Pakistán me causaron una profunda turbación”.

“Recuerdo un viernes de Pascua, cuando tenía 13 años, escuche un sermón sobre el sacrificio de Jesús por nuestra redención y por la salvación del mundo, y pensé corresponder a ese amor suyo dando amor a nuestros hermanos y hermanas, poniéndome al servicio de los cristianos, especialmente de los pobres, los necesitados y perseguidos que viven en este país islámico”.

“Me han requerido poner fin a mi empeño y siempre he rehusado, aún a riesgo de mi propia vida. Mi respuesta ha sido siempre la misma: No quiero popularidad ni posiciones de poder quiero solo un puesto a los pies de Jesús. Quiero que mi vida, mi carácter, mis acciones hablen por mí y digan que estoy siguiendo a Jesucristo. Tal deseo es tan fuerte que me consideraré privilegiado en el caso que Jesús quiera aceptar el sacrificio de mi vida”.

“Quiero vivir por Cristo y por Él quiero morir. No experimento ningún miedo en este país. Muchas veces los extremistas han querido matarme, encarcelarme, me han amenazado, perseguido o han aterrorizado a mi familia. Yo digo que mientras tenga vida hasta mi último aliento seguiré sirviendo a Jesús y a esta humanidad pobre, sufriente, los cristianos, los necesitados, los pobres”.

“Lo que precipitó especialmente y de un modo definitivo la ira de los extremistas islámicos contra Shahbaz Bhatti ha sido su empeño, como político y como miembro del gobierno, en lograr que se superara un artículo, el N° 295 del Código Penal, por el cual se condena a muerte a aquel que ofenda a Mahoma y a prisión perpetua a aquel que ultraje el Corán”.

“Estas figuras penales, obviamente, son usadas de un modo arbitrario para liquidar a los cristianos, Además implican por ellas mismas un atentado contra la libertad religiosa”.

“Yo sacaría de aquí algunas pocas consecuencias”.

“En primer lugar no olvidemos que muchos cristianos, muchos católicos son perseguidos en el mundo de hoy. Nosotros, en cuanto miembros de la Iglesia, estamos unidos a ellos por la fe y la caridad, debemos rezar por ellos para que el Señor los lleve a un estado de pleno ejercicio de la libertad de profesar la verdad y el culto católico”.

“En segundo lugar: ejemplos como el de Shahbaz Bhatti tienen que infundirnos coraje. Nosotros no pasamos por una situación de persecución de estas características aunque cada tanto surge en la sociedad argentina, en pequeños sectores, con un resentimiento y un odio anticatólico bien marcado”.

“En algunos lugares se ve precisamente. Por ejemplo en algunas universidades. En la mayor parte de las universidades nacionales vemos como se desprecia la fe, muchos profesores se dan el lujo de ultrajar verdades de la fe y a los creyentes y todo eso infunde temor a tantos chicos y tantas chicas”.

“Nosotros no tenemos que sentirnos acorralados y tenemos que conservar el coraje de profesar siempre con claridad nuestra fe sin miedo alguno”.

“Y, por último, creo que el caso de Shahbaz Bhatti es un buen modelo para los políticos cristianos. No para los que se dicen cristianos, no para los que se creen cristianos, sino para quienes quieren serlo de verdad”.

“Es conmovedor cómo este hombre paquistaní lo único que pensaba y llevaba en su corazón era agradar a Jesucristo y dice: me gustaría poder terminar este trabajo que estoy haciendo para poder mirar con confianza al Señor cuando me encuentre con Él”,

“Ojalá nosotros pudiéramos contar con muchos políticos así…”

Fuente: Diario Pregón de la Plata

MILAGROS Y PRODIGIOS DEL SANTO ESCAPULARIO DEL CARMEN - 5


PRÉNDESE FUEGO EN UNA CASA, Y ARROJANDO A LAS LLAMAS EL SANTO ESCAPULARIO SE APAGA

El Rvdo. P. Mtro. Fr. Francisco Boersio, nos dice que en Ada, lugar del Obispado de Milán, prendiose fuego en la casa de Alejandro Coto. Fue tan desdichado, que cuando llegó el remedio fue tarde, pues hallándose la casa en despoblado y algo distante del lugar, no siendo más que él y un hermano suyo para apagarlo, tras hacer esfuerzos desesperados, vieron con gran sentimiento y dolor que por todas partes era el inmueble presa de las llamas. En tal congoja y tribulación ocurriósele a uno de ellos el echar o arrojar sobre las llamas el Escapulario de la Santísima Virgen del Carmen que traía pendiente de su cuello, a lo cual le alentó el otro hermano, diciéndole que había oído decir muchas veces que echando el Santo Escapulario sobre el fuego se había apagado de súbito. Ejecutároslo así y el conflicto o falta de medíos materiales para lograr sofocar el fuego, alentó aún más su fe y devoción para suplicar con ansias a María Santísima se dignase poner remedio, mediante su bendito Escapulario, a aquella tribulación que les descorazonaba y afligía sobremanera.

No tardó más la Santísima Virgen en socorrerles que ellos tardaran en arrojarle con ardiente fe y rendida confianza sobre las llamas de aquel fuego devastador, pues al punto reconocieron la superior virtud del Santo Escapulario y resolviéronse en denso humo las voraces llamas.

Respiraron consolados con tal prodigio ambos hermanos, que puestos de rodillas no cesaban de dar gracias con indecible júbilo y alborozo a la Madre de Dios; pero he aquí que al levantarse quiso el cielo que admirasen otro mayor, pues entre vivas ascuas hallaron el Santo Escapulario de María intacto, sin haber osado el fuego tocarle ni ofenderlo lo más mínimo.

Llegó presto a Milán la noticia del suceso, y el Sr. Vicario lo examinó y jurídicamente lo aprobó, para que en todo tiempo diésemos gracias a nuestra Madre amable, que así se digna consolar a los que con viva fe y rendida confianza acuden a su valiosísima protección en los instantes de inminente peligro.

Milagros y Prodigios del Santo Escapulario del Carmen
por el P. Fr. Juan Fernández Martín, O. C.

viernes, 25 de marzo de 2011

IN MEMORIAM

Monseñor Marcel Lefebvre

(29 de noviembre 1905 - 25 de marzo de 1991)

LA ANUNCIACIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA Y LA ENCARNACIÓN DEL VERBO - 25 DE MARZO

Y habiendo entrado el Ángel a donde estaba María, le dijo:
Dios te salve, llena eres de gracia, el Señor es contigo,
bendita tú eres entre todas las mujeres.
(Lucas 1, 28)


Considera al Arcángel Gabriel entrando a donde estaba María, para anunciarle que la Santísima Trinidad la ha elegido para ser Madre de Dios. Su humildad y su pudor alármanse ante esta noticia; pero es tranquilizada asegurándosele que será madre sin dejar de ser virgen. “Hágase en mí según tu palabra”, exclama; y, al instante, con la sangre purísima de la Virgen Inmaculada, el Espíritu Santo forma el cuerpo adorable de Jesús.

MEDITACIÓN
SOBRE LA ANUNCIACIÓN

I. Hoy, María es hecha Madre de Dios; su humildad y su pureza le han valido este inefable honor. ¡Qué alegría me da, oh divina María, veros elevada a tan alto rango de gloria! Mas, puesto que sois Madre de Jesucristo, también lo sois de los cristianos. ¡Ah, cuán consolador es este pensamiento! Sois todopoderosa para socorrerme, porque sois la Madre de Dios; poseéis un corazón henchido de amor por mí, porque sois mi Madre. También yo, si quiero, mediante la fe y la caridad puedo poseer a Jesús en mi corazón. Si sólo María ha engendrado a Cristo según la carne, todos los cristianos pueden engendrarle en sus corazones por la fe (San Ambrosio).

II. Desde hoy, Jesús es nuestro hermano; el amor que nos tiene lo hace semejante a nosotros, a fin de hacernos semejantes a Él. Viene a la tierra para que vayamos al cielo. ¡Os adoro, Verbo encarnado en el seno virginal de María! ¡Quien me diera el poder de haceros una merced tan preciosa como Vos me hicisteis! Oh. Hermano amabilísimo, os ofrezco todas mis acciones, todo mi ser.

III. María es nuestra Madre, Jesús nuestro Hermano: ¿somos dignos hijos de María, dignos hermanos de Jesucristo? María es totalmente pura, humilde y obediente: ¿posees tu esas virtudes? Jesús en todo busca la gloria de su Padre y la salvación de las almas: ¿estás animado tú del mismo celo? ¿No tendría motivo Jesús para quejarse y decir a su Madre: Los hijos de mi Madre han combatido contra mí? (Cantar de los Cantares).

La devoción a la Santísima Virgen.
Orad por las asociaciones marianas.

ORACIÓN

Oh Dios, que habéis querido que vuestro Verbo se encarnase en el seno de la bienaventurada Virgen María en el momento en el que al anunciarle el Ángel este misterio, Ella pronunció su fíat, conceded que nuestras plegarias, mientras honramos
a la que firmemente creemos que verdaderamente es Madre de Dios, obtengan el auxilio de su intercesión junto a Vos.
Por J. C. N. S.


Fuente: Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J.

jueves, 24 de marzo de 2011

EL PADRE PÍO CONVIERTE A UN MASÓN

El confesionario fue el lugar habitual de los sucesivos «milagros» realizados por él. Llegaba a pasar hasta quince horas al día confesando, con lo cual abundaban las verdaderas transformaciones interiores. Una de las conversiones espectaculares, antes de la primera persecución de que fue objeto, fue la del famoso abogado genovés Cesare Festa, gran dignatario de la masonería italiana y primo del doctor Giorgio Festa. Éste había comentado en su informe médico:

«Después de varios exámenes y ver la evolución con el tiempo de las heridas del Padre Pío, no hay otra explicación que la de que nos encontramos ante un caso sobrenatural».

Con su primo Cesare, ateo y rabiosamente anticlerical, mantenían una discusión interminable, hasta que al fin un día le dijo:

–Cesare, anda, vete a San Giovanni Rotondo y encontrarás allí un testigo que acabará con todas tus objeciones. Después ya continuaremos hablando.

Cesare decidió ir, con el propósito de desenmascarar y denunciar lo que él creía ser un fraude.

El Padre Pío no le conocía ni sabía de su existencia. Cuando le vio entrar en la sacristía junto a otros peregrinos, le espetó bruscamente:

–¿Qué hace ése entre nosotros? Es un masón.

–Pues sí, es cierto, lo soy.

–¿Qué papel desempeñas en la masonería?

–Luchar contra la Iglesia.

El Padre Pío, sin decir más, le señaló el confesonario, y ante la estupefacción de todos los presentes el abogado masón se arrodilló, abrió su corazón, y con la ayuda del padre capuchino examinó toda su vida pasada. Cuando se levantó era otro hombre, ¡llevaba la paz en su corazón! Permaneció tres días en el convento y regresó a Génova. Su conversión salió en la primera página de los periódicos. Cesare Festa fue a Lourdes y volvió a San Giovanni Rotondo para recibir de manos del Padre Pío el escapulario de la Orden Tercera franciscana.

Todo en pocos meses: de masón a franciscano. Fue recibido por el Papa Benedicto XV, quien le confió esta misión:

–Tengo en gran estima al Padre Pío, a pesar de algunos informes desfavorables que me han hecho llegar. Es un hombre de Dios. Comprométase usted a darlo a conocer, porque no es apreciado por todos como él se merece.

La Gran Logia italiana se reunió para expulsar al abogado renegado. Cesare Festa decidió asistir y dar a conocer su testimonio. El mismo día recibió una carta del Padre Pío animándole:

«No te avergüences de Cristo y de su doctrina; es momento de lucha a rostro descubierto. El Espíritu Santo te dará la fortaleza necesaria».

(Fuente: Vida del Padre Pío, Enrique Calicó) Gratis date

martes, 22 de marzo de 2011

SÍ A LOS CRUCIFIJOS, DECLARA LA CORTE DE ESTRASBURGO

La Corte Europea de Derechos Humanos con sede en Estrasburgo resolvió, en una sentencia inapelable, que los crucifijos pueden permanecer en las escuelas públicas.

Este fallo, emitido el viernes 18 de marzo, se da luego de la posición favorable a los crucifijos adoptados por la Corte Suprema de Casación de Italia y de la Corte Constitucional de Austria.

Con esta resolución la Corte Europea establece que "no existe violación del artículo 2 del protocolo N° 1 (derecho a la educación) de la Convención Europea de Derechos Humanos".

Este artículo se refiere a la obligación del Estado, "en el ejercicio de sus funciones en relación a la educación, a respetar el derecho de los padres a educar a sus hijos de acuerdo con sus convicciones religiosas y filosóficas".
El fallo de la Corte europea indica que "si bien el crucifijo es por encima de todo un símbolo religioso, no hay evidencia para la Corte de que su exposición en una pared de un aula pueda influenciar en los alumnos".

"Además –dice la resolución– si bien se comprende que la demandante haya visto que esta exposición del crucifijo en las aulas a la que asistían sus hijas como una falta de respeto del Estado a su derecho de educar en conformidad con sus propias convicciones filosóficas, su percepción subjetiva no ha sido suficiente para establecer una violación al artículo 2 del protocolo 1".

El fallo también recuerda que el gobierno italiano explicó en su apelación que "la presencia de los crucifijos en las escuelas públicas corresponde a una tradición que consideran importante perpetuar".

Asimismo, las autoridades de Italia resaltaron que el crucifijo no es solo un símbolo religioso sino que "representa los principios y valores que formaron los cimientos de la democracia y la civilización occidental, y que su presencia en las clases es justificable a este respecto".

La Corte Europea de Derechos Humanos aceptó la apelación presentada por el gobierno de Italia el pasado 28 de enero de 2010, luego de que en noviembre de 2009 decidiera que los crucifijos no debían estar en las aulas de las escuelas.

La resolución de noviembre de 2009 le daba la razón a una madre de familia de dos alumnas que alegaba que los crucifijos "no correspondían" a la forma que sus hijas deberían ser educadas.

Ante esta decisión, el gobierno de Italia defendió la presencia de los crucifijos en las aulas de los colegios públicos, como un símbolo que representa las raíces cristianas del país.

Fuente: Aica

Comentario Druídico: La sentencia es justa, obviamente. Los fundamentos discutibles, pero por una vez nos benefician, así que no los vamos a discutir. Aunque hay que dejar en claro que la sentencia "(el crucifijo) representa los principios y valores que formaron los cimientos de la democracia y la civilización occidental, y que su presencia en las clases es justificable a este respecto" es bastante ambigua y en varios aspectos, objetable.

El crucifijo representa los principios que formaron la civilización occidental. Vale. Habría que definir entonces qué se entiende por civilización occidental. Si por ella se entiende el producto de un estado evolutivo desde la barbarie medieval a las luces de la Revolución Francesa y el democratismo masónico en curso, hemos de decir que el crucifijo no tiene nada que ver con dicha "civilización". Comprendemos que con habilidad política se haya argumentado esto ante la Corte de Estrasburgo, pero el argumento es falso, y lo peor que podemos hacer es creer en los argumentos falsos que usan algunos (bien intencionados) para defender las buenas causas.

El democratismo liberal que reina en Europa y América, y en otras partes del mundo por influencia de las potencias occidentales, al cual todo el mundo asocia con lo "occidental", está muy lejos de ser occidental, salvo por accidente, porque es una desviación o crecimiento anómalo del cuerpo de principios y doctrinas que dieron origen a la civilización cristiana.

No, ni el liberalismo, ni la social-democracia; ni el capitalismo crudo y extremo, ni la doctrina de los derechos humanos, son coherentes con el pensamiento cristiano. Son un yuyo venenoso que creció en nuestro patio, que nadie con poder pudo erradicar y ahora nos ha malezado todo, ahogando hasta las raíces el árbol noble de la Cruz y sus frutos. Un yuyal, con alimañas y todo, que hasta los mismos pastores han aceptado, algunos por convicción y otros por considerarlo inevitable.

Celebremos que los crucifijos quedan en las aulas. Dios bendecirá a los que han peleado por esto. Pero no creamos las mentiras que se argumentaron para conseguirlo, ni los principios en nombre de los cuales se otorgó esta graciosa permisión.

Tomado de Panorama Católico

lunes, 21 de marzo de 2011

“DESREGULACIÓN LITÚRGICA ” Y METÁSTASIS RAHNERIANA


Al presentar su libro Come andare a Messa e non perdere la fe, Monseñor Nicola Bux,consultor de la Congregación de la Congregación para la Doctrina de la Fe dijo que,

“En el campo litúrgico, estamos frente a una desregulación insoportable”

“…el debilitamiento de la fe y la disminución del número de fieles podrían atribuirse a los abusos litúrgicos y a las Misas malas, es decir, las que traicionan su sentido original y donde, en el centro, ya no está Dios sino el hombre con el bagaje de sus preguntas existenciales”.

“Asistir a una celebración eucarística pueda significar, de hecho, también encontrarse ante las formas litúrgicas más extrañas, con sacerdotes que discuten de economía, política y sociología, hilvanando homilías en las que Dios desaparece”.

“Todos se sienten con el derecho de enseñar y practicar una liturgia a su manera”

Entre los responsables de la “desregulación insoportable” Monseñor Bux señaló a Karl Rahner,

“el cual, a raíz del Concilio, denunciaba la reflexión teológica entonces imperante que, en su opinión, se mostraba poco atenta u olvidadiza de la realidad del hombre”

“(y cuyo) pensamiento teológico que, con triste evidencia, ha sido capaz de generar errores, el más clamoroso de los cuales es el modo de entender el sacramento

(porque) “se trata de un culto hecho a la propia medida (…) se convierte en una fiesta que la comunidad se hace a sí misma;

“(con un)resultado irremediable: De la adoración de Dios se pasa a un círculo que gira en torno a sí mismo: comer, beber, divertirse”.

(Texto completo aquí)


OBSERVACIONES DEL ARTILLERO

1) Tenga por seguro Monseñor Bux que”el debilitamiento de la fe y la disminución del número de fieles se pueden-no”podrían”- atribuir a “los abusos litúrgicos y a las Misas malas”,que desde hace casi medio siglo se han convertido en prácticas habituales. (Ese medio siglo que llevó implantar en Inglaterra la Reforma, según decía Belloc en su famoso libro sobre el tema; hasta ese punto hemos llegado hoy).

2) Con el solo criterio de mi fe carboneril,juzgo por el fruto que trajo la reforma litúrgica del débil Papa Montini y el nefasto Bugnini:el cambalache generalizado, frente al cual los católicos de mi generación no reaccionan con la energía necesaria.

¿Cuál será su fe? ¿Conservarán la que aprendieron en sus casas y en los colegios? ¿Será que no hacen la pata ancha para no ser tenido por “religiosamente incorrectos”? Conozco a más de uno que públicamente se dice “conservador” o “tradicionalista”,pero que asiste a “Eucaristías” indecorosas e indecentes,se confiesa con curas que relativizan los pecados y recibe la comunión de “ministras extraordinarias”.Cobardía y respeto humano que le dicen…

3) Sobre Rahner,uno de los númenes del Concilio y su intento-exitoso-de reducir o disolver la teología en mera antropología, con la exaltación enfermiza de la subjetividad humana que tanto influyó en el Vaticano II, afirma Monseñor Brunero Gherardini:

“ma è proprio il Concilio a risaltare con enfasi gli aspetti soggettivi delle conquiste di veritá, per meter tutti ed ognuno ad uno stesso livello: tanto nel possesso,quanto nella ricerca. Nasce in tal modo ed in questa cornice il richiamo ai “germi del Verbo”(Giovanni Paolo II,Encicl.Redemptor hominis,11)

(Ver su importante libro Concilio Ecumenico Vaticano II,un discorso da fare,Casa Mariana Editrice,Frigento (AV),2009,p.98)

4) En el párrafo de la RH al que hace referencia Monseñor Gherardini ,el Papa Juan Pablo II sostiene que:

“El documento conciliar dedicado a las religiones no cristianas está particularmente lleno de profunda estima por los grandes valores espirituales, es más, por la primacía de lo que es espiritual y que en la vida de la humanidad encuentra su expresión en la religión y después en la moralidad que refleja en toda la cultura. Justamente los Padres de la Iglesia veían en las distintas religiones como otros tantos reflejos de una única verdad «como gérmenes del Verbo», 67 los cuales testimonian que, aunque por diversos caminos, está dirigida sin embargo en una única dirección la más profunda aspiración del espíritu humano, tal como se expresa en la búsqueda de Dios y al mismo tiempo en la búsqueda, mediante la tensión hacia Dios, de la plena dimensión de la humanidad, es decir, del pleno sentido de la vida humana. El Concilio ha dedicado una atención especial a la religión judía, recordando el gran patrimonio espiritual y común a los cristianos y a los judíos, y ha expresado su estima hacia los creyentes del Islam, cuya fe se refiere también a Abrahán”. 68

http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_04031979_redemptor-hominis_sp.html

5) Apostilla “malaúvica” del Artillero: en 1962, es decir,mientras se desarrollaba el Concilio-así salió-Rahner tomó por amante a la escritora zurda Luise Rinser, relación que se prolongó hasta su muerte en 1984. En la foto, los dos tórtolos.

Fuente: Catapulta

sábado, 19 de marzo de 2011

SAN JOSÉ - 19 DE MARZO

Teniendo, pues, qué comer, y con qué cubrirnos,
contentémonos con esto.
(1 Timoteo 6, 8)


SAN JOSÉ,
Esposo de la Bienaventurada
Virgen María

Patrono de la Iglesia Católica; trabajadores; carpinteros; artesanos; personas en trance de muerte; familia; padres de familia; mujeres embarazadas; matrimonios; niños por nacer; tesoreros; emigrantes e inmigrantes; viajeros; ingenieros; justicia social; quienes luchan contra el comunismo. Se lo invoca cuando se quiere comprar o vender una propiedad; en los momentos de duda; para pedir, por su intercesión, una buena y santa muerte.

San José fue esposo legal de María y padre nutricio de Jesús. Bastan estas dos palabras para su elogio. La gran humildad de que dio pruebas ejerciendo el oficio de carpintero, la solicitud con que rodeó la infancia del Salvador, su respeto para con la Madre de Dios, lo hicieron digno de morir en los brazos de Jesús y de María. ¡Oh dulce muerte! ¿Quieres tú morir como él? Imita sus virtudes e invoca su protección.

MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA DE SAN JOSÉ

I. San José mereció, por su pureza, el honor de ser elegido por Dios para ser el esposo de su Madre. ¡Qué gloria para ti, oh gran santo, mandar a una esposa omnipotente en el cielo y en la tierra! Imita la pureza, la humildad y la modestia de José, y María se mostrará contigo llena de ternura. Para que llegues a ser un gran santo, haz, siguiendo el ejemplo de San José, todas tus acciones pensando que Dios te ve.

II. Fue el padre nutricio de Jesús, y Jesús le estaba sometido. Admira la humildad del Salvador, que, pudiendo nacer en el palacio de Augusto o de Herodes, prefiere elegirse un padre pobre y desconocido, un padre que debe trabajar con sus manos para procurarle alimento y vestido. A ejemplo de San José, nunca te separes de Jesús: que en todos tus actos sea tu compañero, conversa a menudo con Él. Haz un lugar a Jesús en medio de tus hijos: que tu Señor venga a tu familia, que tu Creador se acerque a su creatura (San Agustín).

III. San José murió en brazos de Jesús y de María. Tú también quieres terminar tu existencia con una muerte dichosa y santa: ten una gran devoción a San José. Nos asegura Santa Teresa que ha obtenido todo lo que ha pedido por los méritos de San José. Pídele esta última gracia que debe coronar tu vida y hacerte comenzar una eternidad de dicha. Con frecuencia durante tu vida, y sobre todo en la hora de tu muerte, pronuncia los tres hermosos nombres de Jesús, María y José.

La devoción a San José.
Orad por los agonizantes.

ORACIÓN

Haced, Señor, que los méritos del bienaventurado José, esposo de vuestra Santísima Madre, nos ayuden, a fin de que obtengamos por su intercesión lo que nuestra flaqueza no puede merecer. Vos que, siendo Dios, vivís y reináis por todos los siglos de los siglos.

Texto tomado de Tradición Católica.com

GLORIOSO PATRIARCA SAN JOSÉ

Por Arturo Gallardo

Después de la Siempre Virgen María, el Santo Patriarca San José es el protector mas grande que tenemos en el cielo como afirman muchos santos, sus virtudes son como luz que perdura por toda la eternidad, por eso Dios le ha escogido y confiado la gran misión de ser el padre nutricio del Divino Redentor, Esposo de la Reina de los Cielos, Testigo de su Santidad, Custodio de su Pureza, Patriarca de la Sagrada Familia como afirma el Doctor de la Iglesia San Alfonso María de Ligorio. A San José hombre justo (Mt 1, 19) se le ha confiado la gran responsabilidad de custodiar a la Sagrada Familia, por eso es llamado con toda razón Custodio de las Vírgenes, porque esa es la misión que se le ha confiado, proteger a la Virgen María, y custodiar la Pureza del Niño Jesús. "El justo es amado de Dios y de los hombres, y su memoria se conserva en bendición. Hizole el Señor semejante en la gloria a los Santos, y engrandeciole, e hizole terrible a los enemigos; y el, con su palabra, hizo cesar las horrendas plagas. Glorificole ante los reyes; diole preceptos que promulgase a su pueblo y le mostró su gloria. Le Santifico por medio de su fe y mansedumbre, y escogiole entre todos los hombres. Oyo a Dios y su voz; y le hizo Dios entrar dentro de la nube. Y diole cara a cara los mandamientos y la ley de vida y de ciencia" (Ecles. 15, 1-6).

Este hombre de fe, que supo escuchar la voz de Dios como dice el libro del Eclesiástico, el todopoderoso lo ha tomado como su padre en la tierra, para ser su Vicario, y para enseñarle al Redentor el humilde oficio de carpintero. El crecimiento de Nuestro Señor "en sabiduría, edad y gracia (Lc 2, 52) se desarrollo en el ámbito de la Sagrada Familia, esto es, alimentar, vestir e instruir a Jesús en la Ley y en un oficio, como corresponde a los deberes de Padre. (Juan Pablo II Redemptoris Custos). Su fatiga diaria para llevar el sustento a su Familia, motivado por el amor a su Santísimo Hijo y su Bendita Esposa, hace de San José un ejemplo de la fidelidad en los deberes diarios, un modelo de trabajador, que desempeña su humilde oficio con paciencia y mansedumbre, con esfuerzo, y con gran confianza en la Divina Providencia. Es por eso que la Iglesia no duda en invocar a San José como patrono de los Trabajadores.

Nuestro Santo Patrono también esta íntimamente relacionado con los misterios de la infancia de Jesús, desde que el Divino Salvador estuvo por nueve meses en el vientre purisimo de la Virgen María, cuanto no irían en aumento las virtudes de San José hasta alcanzar la perfección. ¡Que Gloria mas grande que el haber tomado en sus brazos al Divino Redentor, sonreírle, abrazarle y sobre todo el haber escuchado de sus labios la palabra padre!. Moisés escucho la voz de Dios, como los profetas, ¡pero San José no solo lo escucho, sino que lo pudo tomar entre sus brazos!. Este es uno de los grandes misterios de Dios.. " y el Verbo de Dios se hizo carne y habito entre nosotros (Jn 1,14)". Decía el padre Faber (+1873) en sus escritos sobre San José, que el mando hace a los hombres profundos más humildes que la obediencia. La humidad de San José fue mantenida toda su vida por el oficio que tenía que desempeñar, de mandar a Jesús y de ser el superior de su Dios. La casita de Nazaret era como el blanco corporal extendido sobre el altar ¡Que prodigios de santidad debe haber encerrado una vida digna de semejante misterio, una vida que llegaba a semejante altura!. También hay que recordar que Nuestro Señor Jesucristo era conocido como el hijo de José el Carpintero (Jn 1, 45; 6, 42, Lc 4, 22 ), quién honraba a su padre y a su madre; ¡quién pudiese comprender con que amor Nuestro Señor honraba a sus Padres!. Por este misterio de la vida de Jesús, que como devotos a San José amamos y contemplamos, nos debe de servir como garantía para nunca dudar de su poderoso patrocinio.

Sin embargo aun cuando San José es conocido como el Santo del Silencio, sus virtudes, sus obras, sus actos de fe y protección dicen mas que mil palabras, por eso San Alfonso exclamaba: ¡Como era tu humildad, la que te ha llevado a guardar el silencio, a ponerte siempre el último, a vivir como un pobre carpintero, a parecer un pobre ignorante, sin aptitud, sin talento, sin apariencia y sin prudencia!. Cuanto más te has rebajado, más Dios te ha exaltado, junto a Él en la Gloria. Tus méritos son sorprendentes, tus privilegios son muy grandes. El cielo admira tus esplendores, el mundo está lleno de tus favores y hasta el purgatorio". Este Santo protector de las Familias, con su ejemplo nos enseña que a Dios no le importa que obremos en la tierra grandes cosas, sino que basta con cumplir su santa voluntad, obrar con amor en silencio, con humildad, en la sencillez y en la alegría de confiar por siempre en Él.

Y sobre todo lo que hace grande a este Santo Varón de Dios al igual que su Bendita Esposa, es su confianza en el Señor, pues supieron escuchar con gran humildad y docilidad la voz de Dios como nos dice la Sagrada Escritura: "Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer." (Mat. 1,19-20, 24). Lo mismo ocurrió cuando el Ángel del Señor le anuncio que huyera a Egipto para proteger al niño: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» Mateo 2,13. San José humildemente obedeció el mandato del Señor y tomo a su Bendita familia para llevarla a un lugar seguro, ya que Dios le había confiado esa gran responsabilidad. Y una vez concluido el exilio en Egipto con docilidad obedeció una vez mas la orden del Señor que les dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño.» El se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea". (Mateo 2, 22).

Si contemplamos la misión de la Madre de Dios, es inseparable meditar la misión del Santo Patriarca José, al considerar estas palabras de la Escritura que dicen: "Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre" (Mt. 1,16). Sobre este misterio dice el Papa Leon XIII: "Es cierto que la dignidad de Madre de Dios llega tan alto que nada puede existir más sublime; mas, porque entre la beatísima Virgen y José se estrechó un lazo conyugal, no hay duda de que a aquella altísima dignidad, por la que la Madre de Dios supera con mucho a todas las criaturas, él se acercó más que ningún otro. Ya que el matrimonio es el máximo consorcio y amistad —al que de por sí va unida la comunión de bienes— se sigue que, si Dios ha dado a José como esposo a la Virgen, se lo ha dado no sólo como compañero de vida, testigo de la virginidad y tutor de la honestidad, sino también para que participase, por medio del pacto conyugal, en la excelsa grandeza de ella. El se impone entre todos por su augusta dignidad, dado que por disposición divina fue custodio y, en la creencia de los hombres, padre del Hijo de Dios. De donde se seguía que el Verbo de Dios se sometiera a José, le obedeciera y le diera aquel honor y aquella reverencia que los hijos deben a sus propio padres. De esta doble dignidad se siguió la obligación que la naturaleza pone en la cabeza de las familias, de modo que José, en su momento, fue el custodio legítimo y natural, cabeza y defensor de la Sagrada Familia" (Enciclica Quamquam Pluries). Por eso podemos decir con San Bernardino de Siena que "siendo María la dispensadora de las gracias que Dios concede a los hombres, ¿con cuánta profusión no es de creer que enriqueciese de ella a su esposo San José, a quién tanto amaba, y del que era respectivamente amada? " Y así, José crecía en virtud y en amor para su esposa y su Hijo, a quién cargaba en brazos en los principios, luego enseñó su oficio y con quién convivió durante treinta años".

Santa Teresa de Jesús siempre recomendó la devoción a San José, el Santo más santo después de la Bendita Virgen María: "Querría yo persuadir a todos que fueran devotos a San José, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios"

¡Poderosísimo protector nuestro, Señor San José Ruega por nosotros!

Revelación a María de Agreda sobre San José

"Hija mía, aunque has escrito que mi esposo San José es excelentísimo entre los santos y príncipes de la celestial Jerusalén, pero ni tú puedes ahora manifestar su eminente santidad, ni los mortales pueden conocerla antes de llegar a la vida de la Divinidad, donde con admiración y alabanza del mismo Señor se harán capaces de este privilegio; el día último, cuando todos los hombres sean juzgados, llorarán amargamente los infelices condenados no haber conocido por sus pecados este medio tan poderoso y eficaz para su salvación (la devoción a San José), ni haberse valido de Él para ganarse la amistad de mi Divino Hijo, el justo juez. Y todos los del mundo han ignorado mucho los privilegios y prerrogativas que el Altísimo Señor concedió a mi Santo Esposo José y cuánto puede su intercesión con su Majestad y conmigo, porque te aseguro, muy querida hija, que en presencia de la Divina Justicia es uno de los grandes intercesores para detenerla contra los pecadores y alcanzar grandes mercedes.

Y por la noticia y la luz que de esto has recibido y recién escrito, quiero que seas muy agradecida a la dignación del Señor y al favor que en esto hago contigo; y de aquí en adelante en lo que queda de tu vida procures adelantarte en la devoción y cordial afecto a mi Santo Esposo José y bendecir al Señor, porque le favoreció con tantos dones y por el gozo que yo tuve de conocerlo. En todas tus necesidades te has de valer de su intercesión y solicitarle muchos devotos, y que las religiosas se fijen mucho en esto, pues lo que pide mi Esposo José en el Cielo concede el Altísimo en la tierra y a sus peticiones y palabras tiene vinculados grandes y extraordinarios favores para los hombres, si ellos no se hacen indignos de recibirlos.

Y todos estos privilegios corresponden a la perfección de este admirable Santo y a sus virtudes tan grandiosas, porque la Divina Misericordia se inclinó a ellas y le miró con mucho agrado, para conceder admirables misericordias para José y para los que acuden a su intercesión" .

Fuente. "Mistica ciudad de Dios de la Venerable María de Agreda con aprobación por decreto de los Papas Inocencio XI y Clemente XI"

Santa Faustina escribió en su Diario la siguiente experiencia: "San José me pidió tenerle una devoción constante. El mismo me dijo que rezara diaramente tres oraciones y la oración "Acuérdate" una vez al día. Me miró con gran bondad y me explicó lo mucho que está apoyando esta obra (La de la Misericordia ). Me prometió su especialisima ayuda y protección. Rezo diariamente las oraciones pedidas (Pater Noster, Ave María y Acuerdate San José) y siento su protección especial"

Oración Acuérdate San José

Acuérdate ¡Oh piadosisímo Patriarca y mi más querido Protector!, amado San José, que jamás se ha oído decir, que uno solo de cuantos han acudido a tu protección e implorado tu socorro haya sido desamparado por Tí.

Yo pecador, animado con tal confianza, acudo a ti, ¡Oh Padre Nutricio del Verbo Encarnado!, a tí vengo, delante de tí, me presento bajo el peso de mis pecados.

No quieras ¡Oh Esposo Castísimo de la Virginal Madre de Dios, nuevo Abraham de Corazón traspasado y voluntad perfecta!, despreciar mis súplicas. Antes bien, dígnate escucharlas y cumplirlas benignamente. Amén.

Oración de León XIII

A Vos, bienaventurado José, acudimos en nuestra tribulación, y después de implorar el auxilio de vuestra Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente vuestro patrocinio. Por aquella caridad que con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, os tuvo unido y por el paterno amor con que abrazasteis al Niño Jesús, humildemente os suplicamos que volváis benigno los ojos a la herencia que, con su sangre, adquirió Jesucristo, y con vuestro poder y auxilio socorráis nuestras necesidades.

Proteged, oh providentísimo Custodio de la Divina Familia, la escogida descendencia de Jesucristo; apartad de nosotros toda mancha de error y de corrupción; asistidnos propicio desde el cielo, fortísimo libertador nuestro, en esta lucha con el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo librasteis al Niño Jesús de inminente peligro de la vida, así ahora defended la Iglesia santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, y a cada uno de nosotros protegednos con perpetuo patrocinio para que a ejemplo vuestro y sostenidos por vuestro auxilio, podamos santamente vivir, piadosamente morir, y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza. Amén.

A San José le hizo Dios Señor y Príncipe de su casa...Ya que tuvo como esposa a la Inmaculada Virgen María, de quien por obra del Espíritu Santo nació Nuestro Señor Jesucristo, quien, entre los hombres, se dignó ser tenido como hijo de José, y a él estuvo sometido" (Pio IX, Decr. Patrocinio de San José, 8-XII-1870).

Fuente: Semper Fidelis

viernes, 18 de marzo de 2011

SAN CIRILO DE JERUSALEN - 18 DE MARZO

Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
(Mateo 5, 7)


SAN CIRILO,
Obispo y Confesor
n. hacia el año 315; † hacia el año 387

San Cirilo era obispo de Jerusalén cuando Juliano el Apóstata, por odio al cristianismo, quiso restablecer el templo de Jerusalén. Predíjole este santo que no quedaría piedra sobre piedra. En efecto, el rayo y los temblores derribaron lo que el apóstata había hecho edificar. Era San Cirilo tan caritativo que los arrianos, para arrebatarle su episcopado, lo acusaron de haber vendido los ornamentos de la iglesia y distribuido su precio entre los pobres. Murió en el año 387.

MEDITACIÓN
SOBRE LA MISERICORDIA

I. Debes compadecer los sufrimientos del prójimo, provengan de enfermedad o de pobreza. Esta compasión debe excitar en ti el deseo de aliviarlos, y este deseo debe ser efectivo. ¡Cuántas ocasiones pierdes de hacer el bien a los desgraciados! Nada hay que te haga más semejante a Dios como la caridad para con los pobres. Si no estás en condición como para socorrerlos, ruega a Dios que lo haga Él y agradécele el que te haya librado de las miserias que hacen gemir a tu prójimo. Nunca se parece tanto el hombre a la Divinidad como cuando hace el bien a sus semejantes; sé providencia para los desventurados, imitando la misericordia de Dios (San Gregorio).

II. Ten compasión de los pecadores; por ricos y felices que sean en apariencia, su suerte es mucho más digna de compasión que de envidia. Son tanto más dignos de lástima, cuanto que no conocen su mal estado y no quieren ponerle remedio. Adviérteles, si lo puedes, hazles conocer el lastimoso estado de su alma; ruega a Dios por ellos; apártalos de las ocasiones peligrosas; emplea para esto, tu solvencia, tus riquezas: bien que quiso dar su vida por ellos Jesucristo. No envidies a los malos, antes bien compadécelos (San Pedro Damián).

III. ¿Acaso tú mismo no eres digno de compasión, a causa de tus miserias o de tus pecados? Si es a causa de tus miserias, ten paciencia: Jesús vivió en el dolor, los santos pasaron su vida en las lágrimas. Si tus pecados te hacen digno de compasión, ten piedad de ti mismo; sal, lo más pronto posible, de ese funesto estado.

La caridad.
Orad por los afligidos.

ORACIÓN

Dios todopoderoso, haced, os lo suplicamos, que la solemnidad del bienaventurado Cirilo, vuestro confesor y pontífice, acreciente en nosotros el espíritu de piedad y el deseo de nuestra salvación. Por J. C. N. S.

Fuente: Tradición Católica.com

jueves, 17 de marzo de 2011

SAN PATRICIO - 17 DE MARZO

En el Bautismo hemos sido sepultados con Jesucristo,
muriendo al pecado.
(Romanos 6, 4)


SAN PATRICIO,
Obispo y Confesor
n. hacia el año 387 en Escocia;
† hacia el año 461 en County Down, Irlanda

Patrono de ingenieros; personas excluidas. Protector contra las serpientes.

San Patricio, nacido en Gran Bretaña, fue secuestrado, joven aún, por una banda de salteadores y fue conducido a Irlanda, donde sus raptores lo pusieron a cuidar unos rebaños. Soportó su desventura con resignación y la santificó con oración. Libre de su cautiverio, fue consagrado obispo, y volvió a Irlanda para anunciar la buena nueva del Evangelio. Dios bendijo su abnegación. Bautizó gran número de idólatras, ordenó sacerdotes para secundarlo en sus trabajos y fundó varios monasterios. Al morir dejó sometida al dulce yugo del Evangelio a casi toda Irlanda.

MEDITACIÓN
SOBRE LAS OBLIGACIONES
CONTRAÍDAS EN EL BAUTISMO

I. En nuestro bautismo hemos renunciado, por boca de nuestros padrinos, al demonio, a sus pompas y a sus obras. ¿Hemos cumplido esta promesa? ¿No hemos dejado de ser hijos de Dios para serlo del demonio? ¿Cuya es la imagen que llevamos? ¿A quién obedecemos, a Jesús o al demonio? Y, sin embargo, ¿qué hizo por ti el demonio? ¿Murió por ti ? ¿Y qué te promete en cambio de tantos sacrificios, mil veces más penosos que los que Jesucristo te pide, y sin prometerte como Éste el cielo?

II. El Bautismo borra el pecado original y los actuales que se hayan cometido antes de recibirlo. Esta inocencia bautismal, ¿no la perdiste por el pecado mortal? Si la has perdido, llora, llora tu falta y tu desgracia: las lágrimas de la penitencia son un segundo bautismo, sin el cual ya no hay para ti esperanzas de salvación. Las lágrimas son el diluvio que lava las manchas y expía los pecados del mundo (San Gregorio Nazianzeno).

III. Antiguamente se daba a los recién bautizados una vestidura blanca que llevaban durante la octava de Pascua. Un cristiano debe ser reconocido por la inocencia y la santidad de su vida. ¿Por qué puede reconocerse que eres cristiano? ¿Qué te distinguiría de los infieles si vivieses entre ellos? No es sólo por el nombre de Cristo que lleva por lo que se ha de reconocer a un cristiano, sino por el espíritu de Cristo que anima sus obras (San Juan Crisóstomo).

El fervor.
Orad por Irlanda.

ORACIÓN

Oh Dios, que os dignasteis enviar a San Patricio, vuestro confesor pontífice, para anunciar vuestra gloria a las naciones, concedednos, en consideración a sus méritos e intercesión, la gracia de cumplir lo que Vos nos mandáis.
Por J. C. N. S.

lunes, 14 de marzo de 2011

SERMÓN DEL SANTO CURA DE ARS SOBRE EL ORGULLO

Non sum sicut caeteri hominum.
Yo no soy cómo los demás.
(S. Lucas, XVIII, 11.)


Tal es el lenguaje ordinario de la falsa virtud y el de los orgullosos, quienes, siempre satisfechos de si mismos, estén en todo momento dispuestos a criticar y censurar el comportamiento de los demás. Tal es también la manera de hablar de los ricos, que miran a los pobres cómo si fuesen de una naturaleza distinta de la suya, y los tratan conforme a esta manera de pensar. En una palabra, esta es la manera de hablar de casi todo el mundo. Son contados, hasta entre la gente de la más baja condición, los que no estén manchados con este maldito pecado, que no formen siempre buena opinión de si mismos, que no se coloquen en todo momento por encima de sus iguales, y no lleven su detestable orgullo hasta afirmarse en la creencia de que son ellos mejores que muchos otros. De todo lo cual deduzco yo que el orgullo es la fuente de todos los vicios y la causa de todos los males que acontecen y acontecerán hasta la consumación de los siglos. Llevamos hasta tal punto nuestra ceguera, que muchas veces nos gloriamos de aquello que debería llenarnos de confusión. Unos se muestran orgullosos porque creen tener mucho talento; otros, porque poseen algunos palmos de tierra o algún dinero; más todos éstos lo que debieran hacer es temblar ante la terrible cuenta que Dios les pedirá algún día. Cuántos hay que necesitan hacer esta oración que San Agustín dirigía a Dios Nuestro Señor: «Dios mío, haced que conozca lo que soy, y nada más necesito para llenarme de confusión y desprecio» (Noverim me, ut oderin me). Voy, pues, ahora a mostraros:
1.° Hasta que punto el orgullo nos ciega y nos hace odiosos a los ojos de Dios y de los hombres;
2.° De cuántas maneras lo cometemos; y 3.° Lo que debemos practicar para corregirnos.

I.-Para daros una idea de la gravedad de ese maldito pecado, sería preciso que Dios me permitiese ir a arrancar a Lucifer del fondo de los abismos, y arrastrarle aquí hasta este lugar que ocupo, para que el mismo os pintase los horrores de ese crimen, mostrándoos los bienes que le ha arrebatado, es decir el cielo, y los males que le ha causado, que no son otros que las penas del infierno.
¡Ay! ¡por un pecado que tal vez durara un solo momento, un castigo que durara toda una eternidad!. Y lo más terrible de ese pecado es que, cuanto más domina al hombre, menos culpable se cree éste del mismo. El efecto, jamás el orgulloso querrá convencerse de que lo es, ni jamás reconocerá que no anda bien: todo cuanto hace y todo cuanto habla, esta bien hecho y bien dicho. ¿Queréis haceros cargo de la gravedad de ese pecado? Mirad lo que ha hecho Dios para expiarlo. ¿Por qué causa quiso nacer de padres pobres, vivir en la oscuridad, aparecer en el mundo no ya en medio de gente de mediana condición, sino como una persona de la más ínfima categoría? Pues porque veía que ese pecado había de tal manera ultrajado a su Padre, que solamente Él podía expiarlo rebajándose al estado más humillante y más despreciable, cual es el de la pobreza; pues no hay como no poseer nada para ser despreciado de unos y rechazados de otros.

Mirad cuan grandes sean los males que ese pecado ocasionó. Sin el no habría infierno. Sin dicho pecado, Adán estaría aún en el paraíso terrenal, y nosotros todos, felices, sin enfermedades ni miseria alguna de esas que a cada momento nos agobian; no habría muerte; no estaríamos sujetos a aquel juicio que hace temblar a los santos; Ningún temor deberíamos tener de una eternidad desgraciada; el cielo nos estaría asegurado. Felices en este mundo, y aun más felices en el otro, pasaríamos nuestra vida bendiciendo la grandeza y la bondad de nuestro Dios, y después subiríamos en cuerpo y alma a continuar tan dichosa ocupación en el cielo. ¿Que digo?, ¡sin ese maldito pecado, Jesús no habría muerto! ¡Cuántos tormentos se habrían evitado a nuestro divino Salvador! ...

Pero, me diréis, ¿por que ese pecado ha causado peores daños que los otros? ¿Por qué? Oíd la razón. Si Lucifer y los demás ángeles malos no hubiesen caído en el pecado de orgullo, no existirían demonios, y, por consiguiente, nadie habría tentado a nuestros primeros padres, y así ellos hubieran tenido la suerte de perseverar. No ignoro que todos los pecados ofenden a Dios, que todos los pecados mortales merecen eterno castigo; el avaro, que sólo piensa en atesorar riquezas, dispuesto a sacrificar la salud, la fama y hasta la misma vida para acumular dinero, con la esperanza de proveer a su porvenir, ofende sin duda a la providencia de Dios, el cual nos tiene prometido que, si nos ocupamos en servirle y amarle, Él cuidará de nosotros. El que se entrega a los excesos de la bebida hasta perder la razón, y se rebaja a un nivel inferior al de los brutos, ultraja también gravemente a Dios, que le dio los bienes para usar rectamente de ellos consagrando sus energías y su vida a servirle. El vengativo que se venga de las injurias recibidas, desprecia cruelmente a Jesucristo, que, hace ya tantos meses o quizás tantos años, le soporta sobre la tierra, y aún más, le provee de cuanto necesita, cuando sólo merecería ser precipitado a las llamas del infierno. El impúdico, al revolcarse en el fango de sus pasiones, se coloca en un nivel inferior a las más inmundas bestias, pierde su alma y da muerte a su Dios; convierte el templo del Espíritu Santo en templo de demonios, hace de los miembros de Cristo, miembros de una infame prostituta; de hermano del Hijo de Dios, se convierte, no ya en hermano de los demonios, sino en esclavo de Satán. Todo esto son crímenes respecto a los cuales faltan palabras que expresen los horrores y la magnitud de los tormentos que merecen. Pues bien, yo os digo que todos estos pecados distan tanto del orgullo, en cuanto al ultraje que infieren a Dios como el cielo dista de la tierra: nada más fácil de comprender. Al cometer los demás pecados, o bien quebrantamos los preceptos de Dios, o bien despreciamos sus beneficios; o, si queréis, convertimos en inútiles los trabajos, los sufrimientos y la muerte de Jesús. Más el orgulloso hace como un súbdito que, no contento con despreciar y hollar debajo de sus plantas las leyes y las ordenanzas de sus soberano, lleva su furor hasta el intento de hundirle un puñal en el pecho, arrancarle del trono, hollarle debajo de sus pies y ponerse en su lugar. ¿Puede concebirse mayor atrocidad? Pues bien, esto es lo que hace la persona que halla motivo de vanidad en los éxitos alcanzados con sus palabras u obras. ¡Oh, Dios mío!, cuan grande es el número de esos infelices!

Oíd lo que nos dice el Espíritu Santo hablando del orgulloso: «Será aborrecido de Dios y de los hombres, pues el Señor detesta al orgulloso y al soberbio». El mismo Jesucristo nos dice «que daba gracias a su Padre por haber ocultado sus secretos a los orgullosos» (Matth., XI, 25.). En efecto, si recorremos la Sagrada Escritura, veremos que los males con que Dios aflige a los orgullosos son tan horribles y frecuentes que parece agotar su furor y su poder en castigarlos, así cómo podemos observar también el especial placer con que Dios se complace en humillar a los soberbios a medida que ellos procuran elevarse. Acontece igualmente muchas veces ver al orgulloso caído en algún vergonzoso vicio que le llena de deshonra a los ojos del mundo.

Hallamos un caso ejemplar en la persona de Nabucodonosor el Grande. Era aquel príncipe tan orgulloso, tenía tan elevada opinión de si mismo, que pretendía ser considerado cómo Dios (Judit, III, 13.) . Cuando más henchido estaba con su grandeza y poderío, de repente oyó una voz de lo alto diciéndole que el Señor estaba cansado de su orgullo, y que, para darle a conocer que hay un Dios, Señor y dueño de los reinos terrenos, le sería quitado su reino y entregado a otro; que sería arrojado de la compañía de los hombres, para ir a habitar junto a las bestias feroces, donde comería hierbas y raíces cual una bestia de carga. Al momento Dios le trastorno de tal manera el cerebro, que se imaginó ser una bestia, huyo a la selva y allí llego a conocer su pequeñez (Dan., IV, 27-34.). Ved los castigos que Dios envió a Core, Dathán, Abirón y a doscientos judíos notables. Estos, llenos de orgullo, dijeron a Moisés y a Aarón: «¿Y por que no hemos de tener también nosotros el honor de ofrecer al Señor el incienso cual vosotros lo hacéis?» El Señor mandó a Moisés y a Aarón que todos se retirasen de ellos y de sus casas, pues quería castigarlos. Apenas estuvieron separados, abriose la tierra debajo de sus pies y se hundieron vivos en el infierno (Num., XVI). Mirad a Herodes, el que hizo dar muerte a Santiago y encarceló a San Pablo. Era tan orgulloso, que un día, vestido con su indumentaria real y sentado en su trono, habló con tanta elocuencia al pueblo, que hubo quién llegó a decir: «No, éste que habla no es un hombre, sino un dios». AL instante, un ángel le hirió con una tan horrible enfermedad, que los gusanos se cebaban en su cuerpo vivo, y murió como un miserable. Quiso ser tenido por dios, y fue comido por los viles insectos (Act., XII, 21-23.). Ved también a Amán, aquel, soberbio famoso, que había decretado que todo súbdito debía doblar la rodilla delante de é1. Irritado y enfurecido porque Mardoqueo menospreciaba sus órdenes, hizo levantar una horca para darle muerte; pero Dios, que aborrece a los orgullosos, permitió que aquella horca sirviese para el mismo Amán (Esther, VII, 10)...

En todos partes y en todos tiempos hallamos ejemplos de cómo Dios se complace en confundir a los soberbios. Y no solamente el orgulloso es aborrecible a los ojos de Dios, sino que también resulta insoportable a los hombres. ¿Por qué causa?, me preguntaréis. - Pues porque no puede avenirse con nadie: unas veces quiere elevarse por encima de sus iguales, otras quiere igualarse con los que están sobre él, de manera que nunca puede estar en paz con nadie. Así es que los orgullosos están siempre en controversia con alguien, por lo cual todo el mundo los odia, huye de ellos y los desprecia. No hay pecado que produzca un cambio tan radical en el que lo comete cómo el orgullo; por é1, un ángel, la criatura más hermosa, se convirtió en el más horrible demonio, y entre los hombres, a un hijo de Dios lo convierte en esclavo de Satán.

II.-Muy horrible es ese pecado, me diréis; preciso es que quién lo comete no conozca ni los bienes que pierde, ni los males que atrae sobre si, ni, finalmente, los ultrajes que infiere a Dios y a su alma. Más ¿de que modo podremos saber que hemos caído en él? - ¿Cómo, amigo mío? Helo Aquí. Podemos muy bien decir que este pecado se halla en todas partes, acompaña al hombre en todo cuanto dice o hace: viene a ser cómo una especie de condimento que en todas partes entra. Escuchadme un momento y lo vais a ver. Jesucristo nos presenta un ejemplo en el Evangelio, al hablarnos de aquel fariseo que fue al templo a hacer su oración, permaneciendo de pie ante todo el mundo y diciendo en alta voz: «Os doy gracias, Señor, porque no soy cómo los demás lleno de pecados; empleo mi vida haciendo el bien y procurando agradaros». Aquí tenéis el verdadero carácter del orgulloso: en vez de dar gracias a Dios por haberse dignado servirse de él para el bien, mira a todo aquello como si procediese de sí propio y no de Dios. Entremos a examinar esto con más detención y veremos como casi nadie escapa a las redes del orgullo. Así los viejos como los jóvenes, así los pobres cómo los ricos, todos se alaban y glorían de lo que son y de lo que hicieron, o mejor, de lo que no son y de lo que no hicieron. Todos se aplauden y gustan de ser aplaudidos; todos corren de una parte a otra mendigando las alabanzas de los hombres, y cada uno trabaja por atraerse a los demás a su partido. Así pasa la vida la mayor parte de la gente.

La puerta por la, cual el orgullo entra más copiosamente son las riquezas. En cuanto una persona aumenta sus bienes, la veréis ya mudar de vida; hace lo que decía Jesucristo de los fariseos: «Esas gentes gustan de que les llamen maestros, de que todo el mundo las salude; siempre aspiran a los primeros puestos; se presentan ricamente vestidas» (Matth., XXIII) abandonan ya su primer aire de sencillez; si los saludáis, ni se dignarán quitarse el sombrero, apenas se inclinarán un poco la cabeza; andan con la cabeza erguida, ponen especial cuidado en escoger las más bellas palabras, cuya significación muchas veces ignoran, pero se complacen en repetirlas. Aquí halla hallaréis a un hombre que os llenara la cabeza dándoos cuenta de las herencias que le han tocado para hacer ostentación de la importancia de su fortuna. Toda su preocupación está en que le alaben y le tengan en mucho ¿Se ha visto coronada por el éxito alguna empresa suya? Pues le falta tiempo para darlo a conocer, a fin de hacer ostentación de su saber. ¿Ha dicho algo digno de aplauso? No cesa ya de repetirlo a cuantos le quieren escuchar, hasta fastidiarlos y dar pie a que se burlen de su fatuidad. ¿Ha realizado, por ventura, algún viaje? Preparaos, pues, a oír cien veces sus narraciones, hinchadas y exageradas, hablando de lo que vio con tanta desaprensión que llega a inspirar lástima a los que le escuchan. Los pobres orgullosos piesan que de esta manera lograran ser tenidos por personas de talento, mas lo que ocurre es que en la intimidad todo el mundo los desprecia. Ante las bravatas de cierta gente, una persona seria no sabe abstenerse de formular para sus adentros este o parecido juicio: ¡he aquí un soberbio; el pobre piensa ser creído en todo cuanto afirma!...

Ved a un artesano contemplando la obra de otro; hallará en ella mil defectos y dirá: «¡ Ah! ¿qué le vamos a hacer? ¡ su capacidad no da más de si !» Pero, como el orgulloso no rebaja nunca a los demás sin elevarse así mismo, entonces a renglón seguido, os hablará de tal o cual obra por él realizada, diciéndoos que ha llamado la atención de los inteligentes, que se ha hablado mucho de ella… El orgulloso, al toparse con varias personas reunidas, generalmente cree que hablan de él, ya en bien ya en mal.

¿Se trata de una joven agraciada, o que tal cree ser? La veréis andar con un aire de afectación, con una vanidad cual princesa. ¿Está bien provista de vestidos y adornos? Pues con el mayor disimulo dejará muchas veces su ropero abierto para que se enteren de ello los que frecuentan la casa. Quién se enorgullece de su hogar y de sus bestias; quién de saber confesarse, de saber orar bien, de presentarse con mayor modestia en el templo. Una madre se enorgullecerá de sus hijos; un labrador, de tener las tierras mejor cultivadas que otros a quien critica, y se envanecerá de su saber. Un joven petimetre lleva con ostentación una gran cadena en el chaleco; pero, si se le pregunta qué hora es, no puede decirlo porque no tiene reloj; otro, que lo lleva a cada momento habla de si es tarde o temprano, para tener ocasión de lucirlo ante los demás. Si es un jugador, tomará en su mano todo lo que tiene o hasta pidió prestado, para dar a entender que no le importa perder unas pesetas. ¡Y cuántos hay que, para asistir a una partida de placer, tienen que pedir prestado no sólo el dinero si no también el vestido!

¿Es una persona que entra por primera vez en relaciones con una familia donde no era conocida? En seguida la oiréis de dar grandes explicaciones acerca de su abolengo, sus bienes, su talento, y todo cuanto puede contribuir a que formen de ella un elevado concepto. Sí, nada más ridículo, nada más tonto que estar siempre dispuesto a hablar de lo que se a ha hecho, de lo que se dicho. Oíd a un padre de familia, cuando sus hijos se hallan en estado de poder contraer matrimonio. En cuanto se le ofrece ocasión, habla de esta manera, para que le oiga todo el mundo: «Tengo prestados tantos miles de pesetas, mis tierras rinden tanto»; mas pedidle tan sólo un real para los pobres, y os contestará que no tiene nada. Un sastre o una modista habrán acertado en la confección de un traje o un vestido; si se ofrece la ocasión de ver pasar a la persona que lo lleva y alguien alaba el vestido y quiere saber su autor, pronto responden: «¿Mirad bien, es obra mía!». ¿Por qué hablan? Pues para dar a conocer su habilidad. Si no hubiesen acertado, y los comentarios fuesen desfavorables, se guardarían muy bien de abrir la boca por temor a la humillación. Y no hablemos de de las mujeres en lo concerniente a las cosas del hogar… Mas he de advertiros que este pecado debe ser aún más temido entre las personas que parecen profesar una gran piedad. He Aquí un ejemplo (Orígenes... Pastor apostólico, tomo 1, p. 261. (Nota del Santo).

Este maldito pecado del orgullo se desliza hasta entre los que ejercen las más bajas funciones. Así un trabajador de tierras, un podador, por ejemplo, si le ocurre practicar su oficio en lugares donde acude mucha gente, veréis que pone en su obra todos sus cinco sentidos, «a fin, dirá él, de que los que pasen por aquí no puedan decir que no se mi obligación». Este pecado se mezcla también con el crimen o con la virtud: ¡cuántos son los que se glorían de haber hecho el mal! Escuchad la conversación de algunos bebedores: «¡Ah!, dirá uno, el otro día me topé con fulano; apostamos a quién bebería más sin embriagarse; y le gane.» Es también orgullo, desear riquezas que no se tienen o envidiar las de los demás, por ser los ricos respetados en el mundo.

Hallareis algunos que, según su manera de hablar, son humildes en extremo, y llegan hasta despreciar su persona, cómo si públicamente quisiesen confesar su pequeñez. Más decidles algo que los humille de verdad. A la primera palabra les veréis erguirse, y plantaros cara, y hasta llegaran al extremo de desacreditaros y volver contra vuestra reputación, por el pretendido agravio que le habéis inferido. Mientras se los alabe y lisonjee, serán ellos muy humildes. Otras veces sucede que, cuando delante de nosotros se habla con encomio de otra persona, nos sentimos molestados, cual si aquello nos humillara; ponemos mala cara, o bien decimos: «¡Ah!, ¡es como los demás, fue ella quién hizo esto o lo de más allá, no posee las bellas cualidades que le atribuís, se ve que no la conocéis».

He dicho que el orgullo se mete hasta en nuestras buenas obras. Son muchos los que no darían limosna ni favorecerían al prójimo si no fuese porque, mediante ello, son tenidos por personas caritativas y de buenos sentimientos. Si ocurre tener que dar limosna delante de los demás, dan mayor cantidad que cuando están a solas. Si desean hacer publico el bien que han practicado o los servicios que a los demás han prestado, comenzaran hablando de esta manera: «Fulano es muy desgraciado, apenas puede vivir; tal día vino a manifestarme su miseria y le di tal cosa».

El orgulloso nunca quiere ser reprendido, en todo le asiste el derecho; todo cuanto dice esta bien dicho; todo cuanto hace esta bien hecho. En cambio, le veréis constantemente preocuparse de la conducta de los demás todo lo encuentra defectuoso: nada esta bien hecho ni bien dicho. Una acción realizada con las mejores intenciones del mundo, su lengua viperina la convierte en cosa mala.

¿Cuántos hay, también, que mienten o inventan por causa del orgullo? Si les ocurre narrar sus dichos o sus hechos, ponen mucho más de lo que hay en realidad. En cambio, otros mienten por temor de la humillación. En otras palabras: los viejos se vanaglorian de lo que no hicieron; si hemos de dar oídos a sus palabras, diremos que fueron los más valerosos conquistadores de la tierra; parece Cómo si hubiesen recorrido el universo entero; y los jóvenes alábanse de lo que no harán nunca; todos mendigan, todos corren detrás de una boqueada de humo, que ellos llaman honor. Tal es el mundo de boy; explorad vuestra conciencia, poned la mano sobre el corazón, y, forzosamente tendréis que reconocer la verdad de lo que os digo.

Pero lo más triste y lamentable es que este pecado sume al alma en tan espesas tinieblas, que nadie se cree culpable del mismo. Nos damos perfecta cuenta de las vanas alabanzas de los demás, conocemos muy bien cuando se atribuyen elogios que jamás merecieron; más nosotros creemos ser siempre merecedores de los que se nos tributan. Y yo os digo que quién busca la estimación de los hombres es ciego. -¿Por que, me diréis?- He aquí la razón, amigo mío. Ante todo, no diré que pierda todo el mérito de cuanto hace, que todas sus limosnas, sus oraciones y sus penitencias no sean más que motivo de condenación. El creerá haber hecho algo bueno, y todo estará estropeado por el orgullo. Pero os digo yo que es un ciego. Para merecer la estimación de Dios y de los hombres, lo más seguro es huir de los honores en vez de procurarlos; no hay más que persuadirse de que nada somos, nada merecemos; y estemos ciertos de que lo tendremos todo. En todo tiempo se ha visto que cuanto más una persona quiere ensalzarse, tanto más permite Dios su humillación; y cuanto más empeño pone en esconderse, mayor es el brillo que Dios concede a su fama. Mirad: no tenéis más que poner la mano y los ojos sobre la verdad para reconocerla. Una persona, es decir, un orgulloso, corre a mendigar las alabanzas de los hombres; ¡y veréis que apenas si es conocido en una parroquia! Mas aquel que hace cuanto puede para ocultarse, que se desprecia a si mismo y se tiene en nada, hallareis que en veinte o cincuenta leguas a la redonda son elogiadas y conocidas sus buenas cualidades. En una palabra: su fama se esparce par las cuatro partes del mundo; cuanto más se oculta, más conocido es; mientras que cuanto más el otro quiere hacerse visible, más profundamente se hunde en las tinieblas, lo cual hace que nadie le conozca, y él mucho menos que los demás.

Si el fariseo, según habéis visto, es el verdadero retrato del orgulloso, el publicano es una imagen visible del corazón sinceramente penetrado de su pequeñez, de su nada, de su escaso mérito y de su gran confianza en Dios. Jesús nos lo presenta cómo un modelo cumplido, al cual podemos tomar seguramente por guía. El publicano, nos dice San Lucas, echa en olvido todo el bien que ha podido hacer durante su vida, para ocuparse solamente de su indignidad y de su miseria espiritual; no se atreve a comparecer delante de un Dios tan santo. Lejos de imitar al fariseo, que se situó en un lugar donde podía ser visto de todo el mundo y recibir sus alabanzas, el pobre publicano apenas se atreve a entrar en el templo, corre a ocultarse en un rincón, se considera cómo si estuviese sólo ante su juez, en toda la faz en tierra, el corazón quebrantado de dolor y los ojos bañados en lágrimas; tanta es su confusión al considerar sus pecados y la santidad de Dios, delante del cual se considera tan indigno de comparecer, que ni se atreve a mirar el altar. Con el corazón lleno de amargura, exclama: «¡Dios mío, dignaos tener piedad de mi, pues soy un gran pecador! » (Luc., XVIII, 13.). Esta humildad movió de tal manera el corazón de Dios, que, no solamente le perdonó sus pecados, sino que le alabó públicamente diciendo que aquel publicano, aunque pecador, le había sido más agradable por su humildad que no el fariseo con la aparatosa ostentación de sus buenas obras: «Pues os digo, afirma Jesucristo, que aquel publicano regresó a su casa libre de becado, mientras que el fariseo regresó más culpable que antes de entrar en el templo. De donde deduzco que quién se exalta será humillado, y quién se humilla será exaltado». Hasta aquí hemos visto en que consiste el orgullo, cuan horrible sea este vicio, cuanto ofende a Dios y cuan duramente lo castiga el Señor. Vamos a ver ahora lo que sea su virtud contraria, a saber, la humildad.

III.- «Si el orgullo es la fuente de toda clase de vicios» (Eccli, X, 15.), podemos también afirmar que la humildad es la fuente y el fundamento de toda clase de virtudes (Prov., XV, 33.) ; es la puerta por la cual pasan las gracias que Dios nos otorga ; ella es la que sazona todos nuestros actos, comunicándoles tanto valor, y haciendo que resulten tan agradables a Dios ; finalmente, ella nos constituye dueños del corazón de Dios, hasta hacer de Él, por decirlo así, nuestro servidor; pues nunca ha podido Dios resistir a un corazón humilde (1 Petr., V, 5.).- Pero, me diréis, ¿en que consiste esa humildad, que tantas gracias nos merece?-Helo aquí, amigo mío. Escúchame: has podido conocer ya si realmente estabas dominado por el orgullo, y ahora vas a ver si tienes la dicha de poseer esta tan rara cómo hermosa virtud; si la posees en toda su integridad, tienes segura la gloria del cielo. La humildad, nos dice San Bernardo, es una virtud que nos hace conocer a nosotros mismos, y nos inclina a concebir un constante desprecio de cuanto procede de nuestra persona. La humildad es una antorcha que presenta a la luz del día nuestras imperfecciones; no consiste, pues, en palabras ni en obras, sino en el conocimiento de sí mismo, gracias al cual descubrimos en nuestro ser un cúmulo de defectos que el orgullo nos ocultara hasta el presente. Y digo que esta virtud nos es absolutamente necesaria para ir al cielo; oíd, si no, lo que nos dice Jesucristo en el Evangelio: «Si no os volvéis cómo niños, no entrareis en el reino de los cielos. En verdad os digo que, si no os convertís, si no apartáis esos sentimientos de orgullo y de ambición, tan naturales al hombre, nunca llegaréis al cielo (Matth., XVIII, 3.). «Si, nos dice el Sabio, la humildad todo lo alcanza» (Ps. Cl, 18.). ¿Queréis alcanzar el perdón de los pecados? Presentaos ante vuestro Dios en la persona de sus ministros, y allí, llenos de confusión, considerándoos indignos de obtener el perdón que imploráis, podéis tener la seguridad de alcanzar misericordia. ¿Sois tentados? Corred a humillaros, reconociendo que por vuestra parte no podéis hacer más que perderos: y tened por cierto que os veréis libres de la tentación. ¡Oh, hermosa virtud, cuan agradables son a Dios las almas que la poseen! El mismo Jesucristo no pudo darnos más hermosa idea de sus méritos que manifestándonos que había querido tomar «la forma de esclavo» (Philip., 11, 7.) la más vil condición a que puede llegar un hombre. ¿Que es lo que tan agradable hizo a la Santísima Virgen ante los ojos de Dios sino la humildad y el desprecio de si misma?.

Leemos en la historia (Vida de los Padres del desierto, 1, p. 52.) que San Antonio tuvo una visión en la que Dios le presentó el mundo cubierto con una red cuyos cuatro extremos estaban sostenidos por demonios. «¡Ah!, exclamo el Santo, ¿Quién podrá escapar de esta red? » «Antonio, le dijo el Señor, basta tener humildad: es decir, si reconoces que de tu parte nada mereces, que de nada eres capaz con tus solas fuerzas, entonces saldrás triunfante». Un amigo de San Agustín le pregunto cual era la virtud que debía practicar para ser más agradable a Dios. Contestole el Santo: «Te basta la sola humildad. En vano he trabajado en buscar la verdad; para conocer el camino que más seguramente lleve a Dios, nunca he sabido hallar otro». Escuchad lo que nos cuenta la historia (Vida de los Padres del desierto, San Macario de Egipto, t. 11, p. 358.). San Macario, un día que regresaba a su morada con un haz de leña, hallo al demonio empuñando un tridente de fuego, el cual le dijo: «Oh, Macario, cuanto sufro por no poderte maltratar; ¿por que me haces sufrir tanto?, pues cuanto haces, lo practico yo mejor que tu: si tu ayunas, yo no como nunca; si tu pasas las noches en vela, yo no duermo nunca; solamente me aventajas en una cosa, y con ella me tienes vencido». ¿Sabéis cual era la cosa que tenía San Macario y el demonio no? ¡Ah!, amados míos, la humildad. ¡Oh, hermosa virtud, cuan dichoso y cuan capaz de grandes cosas es el mortal que la posee!

En efecto, aunque tuvieseis todas las demás virtudes, si os faltase esta, nada tendríais. Abandonad toda vuestra fortuna a los pobres, llorad los pecados durante toda la vida, someteos a todas las penitencias que vuestro cuerpo pueda soportar, pasad los años de vuestra existencia en el retiro; si no tenéis humildad, habréis de condenaros. Por esto vemos que todos los santos pasaron su vida entera trabajando en adquirirla o conservarla. Cuanto más les colmaba Dios de favores, más profundamente se humillaban. Mirad a San Pablo, arrebatado hasta el tercer cielo; se tiene por gran pecador, un perseguidor de la Iglesia de Cristo, un miserable bastardo, indigno del lugar que ocupa (I Tim., 1, 13; I Con, XV, 8-9.). Mirad a San Agustín, a San Martín: entraban en el templo temblando, tanta era la confusión que sentían al considerar su miseria espiritual. Estas deberían ser nuestras disposiciones para ser agradables a Dios. Vemos que un árbol, cuanto más cargado de fruto se halla, más inclina hacia el suelo sus ramas; así también nosotros, cuanto mayor sea el número de nuestras buenas obras, más profundamente debemos humillarnos, reconociéndonos indignos de que Dios se sirva de tan vil instrumento para hacer el bien.
Solamente por humildad podemos reconocer a un buen cristiano.

Más, me diréis, ¿de que manera podremos distinguir si un cristiano es humilde? -Nada más fácil, según ahora vais a ver. Ante todo os digo que una persona verdaderamente humilde nunca habla de si propia, ni en bien ni en mal; contentase con humillarse delante de Dios, que la conoce tal cual es. Sus ojos no atienden más que a su conducta propia, y gime siempre por reconocerse muy culpable; por otro lado, no deja de trabajar por hacerse cada vez más digna de Dios. Nunca la veréis emitir su juicio sobre la conducta de los demás, nunca deja de formar buena opinión de todo el mundo. ¿Hay alguien a quién sepa despreciar? A nadie más que a si propia. Siempre echa a buena parte lo que hacen sus hermanos, pues esta muy persuadida de que solo ella es capaz de obrar el mal. De aquí viene que, si habla de su prójimo, es para elogiarlo; si no puede decir de los demás cosa buena, se calla; cuando la desprecian, piensa que en ello hacen los demás lo que deben, pues, después de haber ella despreciado a su Dios, bien merece ser despreciada de los hombres; si le tributan elogios, se ruboriza y huye, lamentándose de ver que en el día del juicio final va a causar una gran decepción a los que la creían persona de bien, cuando en realidad esta llena de pecados. Siente tanto horror de las alabanzas, cuanto los orgullosos aborrecen la humillación. Prefiere siempre para amigos a los que le dan a conocer sus defectos. Si se le ofrece la ocasión de favorecer a alguien, escogerá siempre cómo objeto de sus atenciones a quién le calumnió o le causo algún perjuicio. Los orgullosos buscan siempre la compañía de quienes los adulan y tienen en algo; ella, por el contrario, se apartara de la lisonja para ir en busca de los que parecen tenerla en opinión desfavorable. Sus delicias consisten en hallarse sólo con su Dios, mostrarle sus miserias, y suplicarle que se apiade de ella. Ya esté sola, ya en compañía de otros, ningún cambio observaréis en sus oraciones, ni en su manera de obrar. Encaminando todas sus acciones solamente a agradar a Dios, nunca se preocupa de lo que podrán decir de ella los demás. Trabaja par agradar a Dios, mientras que al mundo lo coloca debajo de sus plantas. Así piensan y obran los que poseen el preciado tesoro, de la humildad...

Jesucristo parece no hacer distinción entre el sacramento del Bautismo, el de la Penitencia y la humildad. Nos dice que, sin el Bautismo, jamás entraremos en el reino de los cielos (Ioan., III, 5.); sin el de la Penitencia, después de hacer pecado, no cabe esperar el perdón, y en seguida nos dice también que sin la humildad no entraremos en el cielo (Matth., XVIII, 3.). Aunque estemos llenos de pecados, si somos humildes, tenemos la seguridad de alcanzar perdón; más sin la humildad, aunque llevemos realizadas cuántas buenas obras nos sean posibles, no alcanzaremos la salvación. Ved un ejemplo que os mostrara esto perfectamente.

Leemos en el libro de los Reyes (III Reg., XXI.) que el rey Acab era el más abominable de los soberanos que habían reinado hasta su tiempo; no creo que se pueda decir más de lo que de él dice el Espíritu Santo. Escuchad: «Era un rey dado a toda suerte de impurezas; echaba mano, sin discreción, de los bienes de sus súbditos; fue causa de que los israelitas se rebelasen contra su Dios; parecía un hombre vendido y comprometido a realizar toda suerte de iniquidades: en una palabra, con sus crímenes dejo buenos a cuántos le habían precedido. Por todo lo cual, no pudiendo Dios soportar por más tiempo sus maldades, dispuesto a castigarle, llamo a su profeta Elías, ordenándole que se presentase al rey para darle a conocer los divinos propósitos: «Dile que los perros comerán sus carnes y se abrevaran en su sangre; descargare sobre su cabeza toda mi cólera y toda mi venganza; nada omitiré para castigarle, hasta el punto de hacer llegar el exceso de mi furor a los perros que se hayan alimentado de sus despojos». Fijaos aquí en cuatro cosas: 1. ¿Se ha visto jamás hombre malvado cómo aquel? 2. ¿Se ha visto jamás que determinación tan clara de hacer perecer a un hombre, ciertamente merecedor de tal castigo? 3. ¿Se ha dado nunca orden tan precisa? «Todo ello, dijo el Señor, tendrá efecto en este lugar. » 4. ¿ Se ha visto nunca en la historia de un hombre condenado a un suplicio tan infame cual el que debía sufrir Acab, esto es, hacer que su cuerpo y su sangre sirviesen de pasto a los perros? ¿Quién podrá librarle de las manos de enemigo tan poderoso, el cual ha comenzado ya a ejecutar sus designios?.

En cuanto el profeta terminó su mensaje, Acab comenzó a rasgar sus vestiduras. Escuchad lo que le dijo el Señor: «Vamos, ya no es tiempo, comenzaste demasiado tarde; ahora me burlo de ti». Entonces ciñó a su cuerpo un áspero cilicio: ¿Crees tu, le dijo el Señor, que esto me inspirara piedad y hará revocar mi decreto; ahora ayunas: debías haber ayunado de la sangre de tantas personas a quienes diste muerte». Entonces el rey se arrojó al suelo y se cubrió de ceniza; cuando era preciso aparecer en publico, andaba con la cabeza descubierta y los ojos fijos al suelo. «Profeta, dijo el Señor; has visto de que manera se ha humillado Acab; postrándose con la faz en tierra?. Pues ve a decirle que, ya que se ha humillado, dejare de castigarle; ya no descargare sobre su cabeza los rayos de mi venganza que para el tenía preparados. Dile que su humildad me ha conmovido, ha hecho revocar mis órdenes y ha desarmado mi cólera»(III Reg., XXI.).

Pues bien, ¿tenía razón al deciros que la humildad es la más hermosa, la más preciosa de todas las virtudes, que todo lo puede delante de Dios, que Dios no sabe denegar nada a sus instancias?.
Poseyéndola, tenemos también todas las demás; pero, si nos falta, nada valen todas las demás. Terminemos, pues, diciendo que conoceremos si un cristiano es bueno por el desprecio que haga de si mismo y de sus obras, y por la buena opinión que en todo momento le merezcan los hechos o los dichos del prójimo. Si así nos portamos, tengamos por seguro que nuestro corazón gozara de felicidad en esta vida, y después alcanzaremos la gloria del cielo
...

San Juan Bta. Mª Vianney (Cura de Ars)