sábado, 28 de noviembre de 2015

MILAGROS Y PRODIGIOS DEL SANTO ESCAPULARIO DEL CARMEN - 41


ARROJA UN HOMBRE DESALMADO A UN NIÑO DE DIEZ AÑOS EN UN PROFUNDO POZO Y NUESTRA MADRE SANTÍSIMA LE SOCORRE, MANIFESTANDO EL LUGAR DONDE YACÍA

Nuestro venerable P. Fr. Miguel de la Fuente nos dice, en su "Compendio Historial", que un niñito de diez años, que vestía con devoción el Escapulario de nuestra Santísima Madre, ofendió con una simplicidad propia de sus cortos años y de su candorosa inocencia a un hombre desalmado, el cual, montando en cólera, lo hirió gravísimamente y, dándole por muerto, lo echó en un profundo pozo que había en las cercanías del lugar donde se desarrollara el suceso, para ocultar su crimen, cargándole o arrojando sobre el niño gran cantidad de enormes piedras, para dificultar más el que pudiera ser de algunos descubierta su monstruosa barbarie.

Al echarle de menos, sus afligidos padres corrieron como una exhalación en todas direcciones, por hallar vivo o muerto al hijo de sus entrañas, al que creyeran como , Jacob a su José devorado por alguna fiera inhumana. Desconfiados de hallarle con vida, hicieron voto a la Santísima Virgen nuestra Madre de entrarle o consagrarle a Ella en nuestra sagrada religión, como se les manifestase, y al instante comenzaron a paladear y gozar del fruto de su promesa, pues un humilde pastorcito, llamado Aníbal, que apacentaba sus ganados no lejos de aquel pozo donde se hallaba sepultado el niño devoto de la Virgen, vio que una de sus ovejitas, separándose de las demás, se iba acercando al pozo, corriendo peligro de caer dentro del mismo, por no tener brocal. El pastorcito le tiro una piedra, por ver si lograba alejarla de allí, mas, con el ruido vio que se acercaba más al borde, por lo que decidió acercarse él mismo para espantarla y alejarla. Mas, ¡Oh, milagro de la Madre de las misericordias! Tan luego como se acercó percibió una voz lastimera y decaída que le llamaba por su nombre desde el fondo: ¡Aníbal, Aníbal!, oyó el pastor que le gritaban. Se turbo todo con tan extraña novedad y asegurándose de lo que oía corrió presuroso al lugar a fin de dar cuenta a la Justicia del suceso.

Corrieron todos despavoridos hacia el pozo y percibieron la misma voz que les anunciara Aníbal haber oído. Amarraron con una cuerda a un joven decidido y le hicieron descender hasta el fondo. Fue quitando una a una las piedras que cubrían el cuerpecito del delicado niño y que hubiesen bastado para aplastarle y matarle sin remedio, si la Virgen Santísima no velase por él; y al reconocer que era Dominguito, a quien sus padres lloraban sin consuelo, comenzó a dar voces de indecible júbilo, comunicando a todos la fausta noticia. Le saco del pozo vivo, aunque con poquísimos alientos, por el gran peso que gravitara sobre el infeliz, mas, al instante se recobró, pues llevado en brazos al lugar, al siguiente día, que era sábado, le vieron del todo sano, jovial y alegre, sin recordarse de lo que pasara en el fondo del pozo por la ira de aquel hombre malvado.

Le llevaron al siguiente día, domingo, en procesión solemne a la ciudad de Nápoles, rodeándole inmensa multitud de fieles, y le condujeron a nuestro convento donde, sin dilación, lo entregaron sus devotos padres a María Santísima, vistiéndole nuestro santo hábito y practicando heroicamente lo que dice el Real Salmista : Vovete et reddite Deo vestro, etc. "prometed y cumplid"; donde entre el prometer a Dios y el cumplir lo prometido sólo media una dicción (que no es dilación), sino que une con su cumplimiento la promesa, pues en materia de votos lo mismo debe ser el prometer que el cumplir. Así vemos que lo practicaron estos devotos padres, para ejemplo nuestro, quedando auténtico en Nápoles tal prodigio para que nosotros demos perennes gracias a María Santísima por tanta merced y tan insigne beneficio. 
Ave María.

Milagros y Prodigios del Santo Escapulario del Carmen
por el P. Fr. Juan Fernández Martín, O.C.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

ORACIÓN A SAN MIGUEL ARCÁNGEL




                              Arcángel San Miguel, defiéndenos 
                      en la batalla, sé nuestro amparo 
                      contra la perversidad y asechanzas 
                      del demonio. ¡Reprímale Dios!, 
                      pedimos suplicantes; y tú, Príncipe 
                      de la Milicia Celestial, con el 
                      divino poder, lanza en el infierno a 
                      Satanás y a los demás espíritus 
                      malignos, que andan dispersos por 
                      el mundo para la perdición de las 
                      almas.

                                                                    Amén.

domingo, 22 de noviembre de 2015

MILAGROS EUCARÍSTICOS - 41


EL MESIAS PROMETIDO
Año 1554, Valencia (España)

Un judío convertido al Cristianismo contrajo una grave enfermedad, y al verse en peligro de muerte rogó muy encarecidamente llamasen al Arzobispo de Valencia, Santo Tomás de Villanueva, para confiarle antes que muriese, la siguiente relación:

"Era yo niño, dijo, y aún no había abandonado la religión judaica a que pertenecía toda mi familia. Yendo de camino para cumplir un encargo de mi padre, me acompañaba un amigo joven como yo, y con el cual nos pusimos a hablar del Mesías prometido y siempre esperado por los hebreos.

"En nuestra conversación, animada de buena fe, expresamos el sincero interés de que el Deseado de las naciones naciese en nuestros días para tener la dicha de contemplarle, y a medida que más discurríamos, más se inflamaba nuestro deseo de ser los primeros en saludar al Enviado de Dios.

"Era ya de noche. De repente una maravillosa claridad alumbró una parte del cielo. Parecía como si en aquella dirección se hubiera rasgado el azul de los cielos, y pues mi padre me había recomendado en varias ocasiones que si yo llegaba alguna vez a presenciar cualquier fenómeno extraordinario, me apresurase a pedir una gracia al Señor, me acordé entonces de su encargo.

"Mi compañero y yo nos pusimos de rodillas suplicando a Dios se dignase mostrarnos el Mesías prometido.

"Estábamos, pues, en oración, cuando vimos aparecer en medio de una luminosa aureola un cáliz resplandeciente y encima una Hostia. Asombrados primero por el prodigio, nos sentimos luego maravillosamente fortificados, comprendiendo que era Este el único y verdadero Mesías.

"La fe tomó posesión de nuestros corazones, y dimos gracias a Dios por habernos alumbrado con la verdad. De regreso a casa, el temor me impidió exponer a mi padre lo ocurrido, mas cuando me encontré libre de la potestad paterna, no tardé en recibir el santo Bautismo y abrazar la Religión Cristiana. En cuanto a mi compañero, nada más he sabido de él."

Tal fue, dice el santo Arzobispo, la interesante relación del israelita, quien me suplicó publicara después de su muerte, a mayor gloria divina.

(Santo Tomás de Villanueva, Sermón 2° De Corpore Christi.)

P. Manuel Traval y Roset

sábado, 21 de noviembre de 2015

miércoles, 18 de noviembre de 2015

El EXTRAORDINARIO E IMPRESIONANTE CASO DE POSESIÓN DIABOLICA DE ANTOINE GAY


Del libro: Presencia de Satán en el Mundo Moderno.
por Monseñor Cristiani.
Capitulo IV dedicado a la Posesión.
Titulo original: El caso muy especial de Antoine Gay (1790-1871) 
Editado en 1962.


Nuestras fuentes de información 

Más que nunca, frente a las aventuras inverosímiles que vamos a exponer en este capítulo, experimentamos la necesidad imperiosa de indicar nuestras fuentes de información. 

Un autor lionés que conocemos, J. H. Gruninger, escribió recientemente, en 1952, la vida y sufrimientos de Antoine Gay bajo el título algo enigmático de El poseído que glorificó la Inmaculada. Extrajo su documentación de un folleto publicado en 1896 por Delhomme et Briguet, en Lyon, cuyo autor era Víctor Stenay. Este nombre era un seudónimo adoptado por el señor Blanc, presidente en Lyon de la Asociación de San Francisco de Sales. Para escribir su folleto, el señor Blanc recurrió a una libreta de anotaciones apuntadas por el señor Houzelot, grabador en París, cuyos negocios le llamaban con frecuencia a Lyon; a una cantidad de cartas, certificados e informes recogidos por el mismo con respecto a la posesión de Antoine Gay; a la vida del padre Chiron, que se había ocupado mucho de Gay, escrita por el abate Zéphyrin Gandon; a los recuerdos y testimonios de cantidad de personas que habían conocido a Antoine Gay. 

Es menester observar que su caso se había discutido apasionadamente. Muchos testigos consideraban que la posesión diabólica era indudable en este hombre y pensaban que se debía practicar el exorcismo para liberarlo. Pero surgieron dudas, oposiciones, a tal punto que jamás fue puesto en práctica el exorcismo. Existen buenas razones para creer que esto no ocurrió sin un permiso especial de Dios. El autor de la obra mencionada que vamos a analizar está convencido que las pruebas de Antoine Gay tenían una razón de ser, es decir, lo que llamaremos, en el caso de Héléne Poirier, una finalidad. 

Parecería que hubiera existido, como en el caso de las apariciones de Lourdes a Bernadette cuya finalidad era demostrar la existencia de lo sobrenatural en una época de duda y de incredulidad, una especie de réplica a la frase ya citada y tan frecuentemente reproducida de Baudelaire: "La mejor astucia del Diablo es la de hacernos creer que no existe".

Esta astucia sería perniciosa para nosotros. El Diablo no desea nada tanto como el poder de actuar entre los hombres sin que se reconozca su presencia ni su acción. Pero Dios no se lo permite. Tiene orden de revelarse, de buena o mala gana. Los hechos que consignamos en este libro son prueba evidente de ello. 

Antecedentes 

Antoine Gay, nació en Lantenay, en el Ain, el 31 de mayo de 1790. Fué bautizado al día siguiente, y tenemos en nuestro poder su acta de bautismo que nos informa que su padre era "notario real" en Lantenay, pequeña aldea del cantón de Brénod, distrito de Nantua. El niño adquirió una educación muy rudimentaria, pero se convirtió en excelente carpintero y, después de su servicio militar, bajo el primer Imperio, fijó su residencia en Lyon. Era un hombre bastante apuesto, grande, moreno, de rostro lleno de dulzura, de rasgos regulares y tranquilos. Desde el punto de vista religioso, puede decirse que los sucesos de la Revolución no habían tenido efecto sobre él. Era muy piadoso tanto que en su juventud había tenido el proyecto de hacerse religioso. Su proyecto fue, sin embargo, por razones que se ignoran, pospuesto durante mucho tiempo: en 1836, cuando ya contaba cuarenta y seis años, se presentó en la Trapa de Aiguebelle donde le dieron el hábito de hermano-converso. No pudo quedarse allí como consecuencia de una enfermedad nerviosa, cuyo verdadero carácter no llegó a discernirse en seguida. Quienes conocieron más tarde a Antoine Gay no tuvieron dudas de que su enfermedad no era otra cosa que la posesión. El demonio, que estaba en él, confesará un día que hacía más de quince años que se hallaba dentro de él, sin que nadie lo supiera y el interesado menos que nadie. 

Al salir de la Trapa, sin embargo, síntomas de posesión aparecieron muchas veces con nitidez. Era en 1837. Antoine Gay se vio sometido a sufrimientos atroces. ¡El Demonio estaba en él!

Las pruebas 

Inmediatamente, como es natural, reclamamos pruebas. Démoslas tal cual se hallan consignadas en nuestros documentos. 

En primer lugar tenemos, reproducido en la obra de Gruninger, el certificado siguiente emanado del R. P. Burnoud, antiguo superior de los misionarios de la Salette, y dirigido a monseñor Ginoulhiac, entonces obispo de Grenoble: 

"En tres sesiones que se prolongaron de una a dos horas, hemos procedido al examen del señor Gay, de Lyon. Pensamos que es muy probable que este hombre esté poseído por el demonio. 

"Nuestra opinión está fundada: 

"lº Sobre lo que nos ha revelado de muchas cosas secretas que el hombre no podía saber de ningún modo; 

"2º Sobre los signos exteriores de descontento que ha dado cuando pronunciábamos ciertas fórmulas y oraciones del Ritual «en latín». Como es indudable que Gay no conoce el latín, no podemos atribuir sino a la presencia de una inteligencia superior las contorsiones que en relación con las circunstancias en las cuales se han producido, tenían algo de sobrenatural; 

"3º Sobre algunas respuestas a preguntas que le hicimos en latín y que nos parecieron indicar el conocimiento de este idioma por el ser que nos contestaba en francés por boca del señor Gay; 

"4º Sobre los innumerables certificados que le han sido otorgados por personas respetables y dignas de fe quienes atestiguan la buena fe, la virtud, la sinceridad del señor Gay. Si estos testimonios son verídicos, Gay no interpreta una comedia; bajo esta hipótesis está poseído. . ." 

No obstante, hemos advertido que en este certificado el R. P. Burnoud no llegaba sino a la conclusión de una muy grande "probabilidad". Continuó, con todo, estudiando el asunto. En carta escrita al señor Blanc por el señor Houzelot, hallamos, efectivamente, las siguientes líneas: 

"He visto al padre Burnoud, cuando era arcipreste en Vinay: me ha declarado que después de examinar seriamente al señor Gay, había llegado a la certidumbre de que estaba realmente poseído".

Certificado médico 

Y veamos ahora un certificado emanado de un médico. Tiene fecha del 12 de noviembre de 1843 y lleva la firma del doctor Pictet: 

"Nos abajo firmantes, doctores en medicina, domiciliado en la Cruz Roja, certificamos que el señor Gay ha sido sometido a nuestra revisación por el señor abate Collet y por el señor Nicod, cura de esta ciudad, de acuerdo con el deseo de monseñor el Cardenal Arzobispo de Lyon, para que fuera examinado por los médicos. Lo cual habiéndolo hecho muy escrupulosamente durante cuatro meses y diariamente, en todas las situaciones y a toda hora, tales como en la iglesia, en la misa, haciendo con él el Viacrucis, en conversación pública y privada, en la mesa, en la calle, etc., etc., no hemos podido descubrir la menor alteración física o moral. Que por el contrario goza de perfecta salud de cuerpo y de alma, de una rectitud de juicio y de razonamiento poco comunes, que no sufre jamás la mínima alteración ni siquiera en las crisis extraordinarias que se repiten inopinada y frecuentemente en él, bajo la influencia de una causa oculta, inapreciable naturalmente, por los medios de nuestro arte, que hace actuar a su cuerpo y que habla por su boca, independientemente de su voluntad. 

"Atestiguamos además que, habiéndonos identificado con el señor Gay, por la oración y una abnegación entera de nosotros mismos, de nuestra ciencia y de nuestra propia razón, para implorar la ayuda del Espíritu Santo, estamos convencidos que este estado extraordinario no puede ser más que una posesión. Y esta convicción nuestra es tanto más firme cuanto que en nuestra primera entrevista particular con el señor Gay, lo extraordinario que habla por su boca llegó hasta el fondo de nuestra conciencia, nos hizo la historia de nuestra vida desde la edad de doce años y nos habló de las particularidades que solamente Dios, nuestro confesor y nosotros conocemos. Y hemos sido testigos de que la misma cosa se repitió con respecto a otras personas, varias de las cuales se convirtieron". 

¿Por qué no hubo exorcismo? 

Después de certificado tan explícito, no puede dejar de sorprendernos sobremanera que el arzobispado de Lyon no haya llegado a la conclusión de que era necesario proceder al exorcismo. De hecho, a pesar de todos los testimonios, nunca se recurrirá a él. Y cuando reflexionamos sobre las circunstancias, nos vemos obligados a suponer que Dios no quería el exorcismo. Admitamos, en efecto, las aseveraciones constantes del demonio principal que habitaba en Gay. No cesó de proclamar — con un poco tal vez de jactancia, como es propio del demonio—: Este caso de posesión es el más extraordinario que haya existido jamás. ¿En qué era extraordinario? En que el diablo estaba ahí, si podemos.

"He visto a eclesiásticos que han hecho al demonio preguntas muy difíciles; éste las resolvía inmediatamente, como lo han confesado estos mismos sacerdotes... He visto al demonio llorar cuando se vio obligado a confesar las verdades de la religión de Jesucristo, o de dar buenos consejos o pruebas de la posesión. «¡Es —decía— el mayor sufrimiento que Dios pueda mandarme el obligarme a destruir mi obra!»" 

Se comprende, pues, muy bien, creemos nosotros, que Dios no haya permitido jamás que se practicara el exorcismo. Hubiera sido, nos atrevemos a decirlo, injusto de parte de Dios infligir los sufrimientos que el exorcismo causa al demonio, a un diablo que estaba ahí por obediencia, completamente involuntaria, al omnipotente poder divino. 

Sea como fuere, el hecho es que Gay no fué nunca exorcizado, cuando todos los que se acercaban a él tenían la prueba perentoria de que estaba poseído. 

Algunas peripecias de esa vida 

No vayamos a creer que los testigos autorizados de esta extraña aventura espiritual abrigaban con respecto a Antoine Gay sentimientos de aversión o de desconfianza. Por el contrario, estaban convencidos de su grande virtud y de sus méritos y el certificado del doctor Pictet es prueba de ello. En el otoño de 1843, es decir, después del largo examen realizado por el doctor Pictet, los amigos del poseído trataron de mandarlo de vuelta a la Trapa de Aiguebelle donde había estado un tiempo hacía siete años. Se le pidió primero al padre Abbé de proceder al exorcismo. Pero éste opuso objeciones, alegó que estaba en la diócesis de Valence y que el sujeto pertenecía a la de Lyon. El padre Abbé, que, sin embargo, estaba convencido del hecho de la posesión, envió a Gay a ver a su amigo, el capellán de los Hermanos de Privas, en la diócesis vecina de Viviers. Gay permaneció allí veintidós días en el transcurso de los cuales dió muchas muestras de posesión, pero regresó finalmente a Lyon, sin haber sido sometido al exorcismo. De 1844 a 1847, vive en esa ciudad, en el número 72 de la calle des Macchabées, no lejos de la iglesia de S. Irenée. Se le ve, pues, errar a veces por las plazas públicas, gesticulando y profiriendo palabras extrañas. Cierto día, denunciado como demente, es conducido a la Antiquaille donde permanece tres meses, pero vuelve a salir gracias a la intervención bienhechora del célebre Bossan, el futuro arquitecto de Fourviére. Pero siempre sin exorcismos. En 1845, dos sacerdotes respetables habían presentado a Gay al arzobispo, monseñor de Bonald, quien lo había recibido amablemente y había prometido estudiar la cuestión con solicitud. Pero las cosas quedaron ahí, sin que se supiera por qué. 

El R. P. Chiron 

Se produce un vuelco en la vida de Gay cuando un nuevo protector, el padre Marie-Joseph Chiron, se acerca a él. Se trata de un santo hombre cuya vida ha sido escrita por el abate Zéphyrin Gandon, con prefacio de monseñor Hurault, obispo de Viviers (Aubanel, padre, Avignon). 

El padre Chiron, cuya memoria se venera en la diócesis de Viviers, era el más indicado para interesarse en el caso de Antoine Gay. Fundó, en efecto, una congregación en la cual uno de los fines era ocuparse de los alienados. Nunca creyó que Gay fuese loco, pero sí que estaba poseído por el demonio y resolvió dedicarse a aliviarlo en la medida en que Dios lo permitía. 

Mientras tanto, Gay se había convertido en terciario franciscano con el nombre de hermano Joseph-Marie. 

En 1850, el padre Chiron parte con él rumbo al convento de Vernet-les-Bains, en la diócesis de Perpignan, con el fin de presentarlo al obispo del lugar para obtener el permiso de exorcizarlo, lo cual no pudo, por lo demás, realizarse, siempre por razones que ignoramos, pero que responden sin duda a la hipótesis que hemos hecho: el Diablo estaba ahí en "servicio obligado". 

Durante este viaje se produjo un episodio que arroja un poco de luz sobre el mundo misterioso de los demonios. 

La discusión de Perpignan 

El padre Chiron se interesaba en Perpignan por la suerte de una mujer, madre de tres niños, que era poseída desde hacía veinte años. Toda la parroquia la había visto correr con una velocidad extrema, elevándose alrededor de cincuenta centímetros sobre el suelo —hazaña que volveremos a comentar en un próximo capítulo con respecto a otra posesa. 

Ahora bien, mientras el padre Chiron se hallaba en la casa de esta mujer, le presentaron a una desgraciada llamada Chiquette, pero cuyo verdadero nombre era, en catalán, Francoise. Esta Chiquette, que contaba treinta y seis años, era muda; pero era poseída por un demonio llamado Madeste que estaba muy lejos, por cierto, de ser mudo. Y se produjo entre Madeste e Isacaron, el demonio que habitaba dentro de Antoine Gay, una querella de una violencia inaudita. El padre Chiron en persona ha contado la cosa en estos términos: 

"No bien se encontró en presencia de Isacaron se entabló entre los dos ángeles caídos un diálogo de una violencia poco común. Los demonios de los posesos parecían dos perros rabiosos. Hablaban un idioma completamente desconocido, muy dulce, que no comprendíamos para nada. Más tarde supe por Isacaron, que me tradujo la discusión, que se trataba de un punto de preeminencia: cuál de los dos era más importante. Me vi obligado con frecuencia a intervenir entre ambos que estaban prontos a irse a las manos. 

"No es necesario decir que estos dos poseídos nunca se habían visto, pero los demonios posesores, por supuesto, se conocían bien. Tuvieron en los días que siguieron y en seis ocasiones diferentes disputas siempre vehementes en el mismo lenguaje desconocido, y esto ocurrió en presencia de varios testigos." 

Estos hechos provocaron en el padre Chiron una impresión muy grande. En carta dirigida poco después al obispo de Clermont-Ferrand los exponía detalladamente y llegaba a la conclusión muy justa: "Sin la posesión hechos semejantes serían inexplicables". 

Estamos enteramente de acuerdo con esta opinión. Pero este episodio nos sugiere la idea de que el entendimiento cordial no existe tratándose de demonios ¡lo cual sería por lo demás muy asombroso! 

De vuelta a Lyon, Antoine Gay y su protector esperaron el fin del verano para ir a la Salette. 

Una estancia en Ars 

La reputación del santo cura de Ars era tan grande y esta localidad se hallaba tan próxima a Lyon que hubiera sido muy sorprendente que Antoine Gay no fuera presentado al abate Vianney. De hecho fue a Ars en 1853 y prolongó su peregrinaje durante quince días. Al hacer esto obedecía al arzobispo de Lyon, monseñor de Bonald en persona, quien había dicho al señor Goussard, uno de los familiares de Gay: "Lo llevará usted donde el cura de Ars y se quedará allí varios días con él." El señor Houzelot, siempre atento al caso Gay, era de la partida. Esto ocurría a fines de noviembre. El domingo próximo siguiente, cuatro de diciembre, la humilde parroquia de Ars celebraba la fecha de la Inmaculada Concepción. 

No olvidemos que el dogma de la Concepción Inmaculada de la Virgen no estaba todavía proclamado. Debía serlo el 8 de diciembre de 1854. 


Se produjo —volviendo a Ars— un acontecimiento inesperado. Antoine Gay, arrodillado al pie de la imagen de la Virgen, con los brazos en cruz y los ojos llenos de lágrimas, pronunciaba una declaración solemne, que, con toda evidencia, emanaba del espíritu infernal que estaba en él, puesto que Antoine Gay no tenía una formación teológica suficiente para que del fondo de su alma saliera un discurso tan impresionante: 

Homenaje de un Demonio a María 

"¡Oh, María! ¡Oh, María! ¡Obra maestra de las manos divinas! Tú eres lo que Dios ha hecho de más grande. 
"¡Criatura incomparable, tú eres la admiración de todos los habitantes del Cielo; todos te honran, todos te obedecen y te reconocen por la Madre del Creador. Tú has sido elevada por encima de los ángeles y de toda la Corte celestial; estás sentada junto a Dios, eres el Templo de la divinidad, has llevado en tu seno todo lo que hay de más fuerte, de más grande, de más poderoso y de más amable! " 
. . . María, has recibido en tu seno virginal a Aquel que te ha creado, eres Virgen y eres Madre; no hay nada que pueda comparársete. Después de Dios, tú eres todo lo que hay de más grande; tú eres la Mujer fuerte; tú sola das más gloria a Dios que todos los habitantes del Cielo juntos. . . 

"En ti no ha habido jamás ninguna mancha. Que todos los que digan que no eres Virgen y Madre sean excomulgados; ¡tú has concebido sin pecado, tú eres inmaculada!.. . 
"¡Te alabo, oh, María! ¡Pero todas las alabanzas que te doy remontan a Dios, el autor de todo bien!. . . Después del corazón de tu divino Hijo, ninguno hay que pueda ser comparado al tuyo. ¡Oh, corazón bueno! ¡Oh corazón tierno! ¡No abandonas ni siquiera a los más ingratos y los más culpables de los mortales! ¡Tu corazón está penetrado de dulzura para con los miserables que no merecen gracia ni misericordia; los infames pecadores son convertidos por ti! 
"¡Ah, si los habitantes de la tierra te conocieran! ¡Si supieran apreciar tu ternura, tu poder, tu bondad, ninguno perecería! Todos los que recurren a ti con una entera confianza y que te rezan continuamente, sea cual fuere el estado en que se hallan, tú los salvarás y los bendecirás eternamente. . . ¡Me veo obligado a humillarme a tus plantas y a pedirte perdón por todos los ultrajes que hago soportar al poseído!
"¡Confieso hoy, día de una de tus fiestas mas solemnes del año, que tu divino Hijo me obliga a decir que ésta es la más solemne de todas tus fiestas!" 

Así habló Isacaron, demonio de la impureza, por boca de Antoine Gay, y sus palabras fueron recogidas por el señor Houzelot, del cual las hemos extraído. Y comprendemos mejor, después de esta confesión obligada de un demonio, que María, cinco años más tarde, haya dicho a Bernadette quien, suplicante, le preguntaba su nombre: ¡SOY LA INMACULADA CONCEPCIÓN! 

El abate Toccanier, auxiliario del cura de Ars, estaba presente cuando las memorables alabanzas a la Virgen fueron proclamadas por Isacaron en la forma que acabamos de consignar. 

Houzelot tuvo la idea de pedirle a este último que le dictara más lentamente lo que acababa de decir, con el fin de anotar sus palabras, e Isacaron accedió. El abate Toccanier no podía ocultar su emoción. "No existe nada comparable si no es en los Padres de la Iglesia", dijo a los presentes, con respecto a la larga proclamación del Demonio. 

Quiso, por lo demás, tener con éste una discusión teológica sintética, otro día, y quedó estupefacto de la seguridad de las respuestas que le fueron hechas en la más pura ortodoxia. 

Sigue la ausencia de exorcismos 

Sin embargo, no era posible olvidar que el poseso había ido a Ars para ser liberado allí de sus pruebas. El santo cura ¿tendría sobre Antoine Gay los mismos poderes que le hemos visto ejercer sobre tantos otros en el capítulo precedente? 

Aunque en esta fecha el abate Vianney estaba muy rodeado y era difícil llegar a él, Antoine Gay le fue presentado varias veces. Lo llevó consigo al presbiterio. Cierta noche, sobre todo, el cura vio que Gay caía a sus plantas como si fuera impulsado por un poder invisible, pero al mismo tiempo el poseso lo amenazaba con el puño y le gritaba con tono amenazador: ¡Vianney! ¡Eres un ladrón! ¡Nos arrancas las almas que hemos tenido tanto trabajo en seducir! 

Al oír estas palabras el santo hombre se limitó a hacer sobre la cabeza de Gay la señal de la cruz. Se oyó que el demonio lanzaba un grito de furor. 

Se decidió, no obstante, que se procedería al exorcismo. El santo cura estaba, en efecto, convencido que tenía que vérselas con un poseído. El abate Goussard, a pedido suyo, regresó a Lyon para solicitarle al cardenal de Bonald el permiso de proceder al exorcismo. 

"El cura de Ars, repuso el cardenal, no necesita mi permiso; sabe muy bien que se lo doy, o si no que se dirija a monseñor de Belley." 

Sin tardanza, el abate Toccanier escribió a monseñor Chalandon, entonces obispo de Belley. Este se apresuró a otorgar el permiso solicitado. Y sin embargo el exorcismo una vez más ¡fue postergado y finalmente omitido! ¿Por qué? El cura de Ars pensó que era mejor realizarlo en forma muy solemne en Fourviere, en el santuario de la Virgen. 

Pero el tiempo transcurrió sin que una decisión de esta clase fuera tomada. Antoine Gay fue llevado de regreso a Lyon sin haber sido liberado de su terrible compañero. . . Con esto nos cuesta aún más descartar la idea de que Dios no deseaba liberar al poseso por dos razones: la primera, porque Antoine Gay no cesaba, a través de su prueba, de santificarse, y la segunda, porque el demonio que habitaba en él tenía que terminar la tarea que le había sido impuesta. Veamos primero este último punto. 

Una página de San Grignion de Montfort 

Para los que se sientan asombrados por la humildad con la cual un demonio semejante al que poseía a Antoine Gay se vio obligado en Ars, y en muchas ocasiones en otras partes, durante los cuarenta años de su presencia dentro de ese pobre hombre, a pronunciar el elogio más solemne de la Virgen, nos parece suficiente recordar la página siguiente de San Louis Grignion de Montfort, en su célebre tratado De la verdadera devoción a la Santísima Virgen. 

Hablando de la hostilidad que existe entre María y Satán, el santo escribe: 

"Jamás ha formado ni ha creado Dios una enemistad más irreconciliable que durará y aumentará hasta el mismo fin: es entre María y el Diablo; entre los hijos servidores de la Santísima Virgen y los hijos y agentes de Lucifer; de modo que el más terrible de los enemigos que Dios ha creado contra el Diablo es María, su santa Madre. Hasta le ha dado desde el paraíso terrestre, aunque todavía ella no estaba sino en su mente, tanto odio contra ese maldito enemigo de Dios, tanta industria para descubrir la malicia de esta antigua serpiente, tanta fuerza para vencer, echar por tierra y aplastar a este orgulloso impío, que él la teme más, no solamente que a todos los ángeles y los hombres, sino en cierto sentido que a Dios mismo. No es que la ira, el odio y el poder de Dios no sean infinitamente más grandes que los de la Santísima Virgen, puesto que los de María son limitados; pero es que, primeramente, Satán, por su orgullo, sufre infinitamente más al ser vencido y castigado por una pequeña y humilde sirvienta de Dios, y su humildad lo humilla más que el poder divino; en segundo lugar, porque Dios ha dado a María un poder tan grande contra los diablos que temen más, como se han visto obligados a confesarlo, a pesar suyo, por boca de los poseídos, uno solo de sus suspiros por algún alma que las oraciones de todos los santos, y una sola de sus amenazas contra ellos que todos sus tormentos" (obra citada, N° 52). 

¿No es esto precisamente lo que acabamos de oír y comprender por boca de Antoine Gay, órgano del demonio Isacaron? Pero tenemos que oír al mismo personaje en la función providencial que le había tocado en suerte. 

Un combate patético

Quienes han oído a Antoine Gay, y son muchísimos, han atestiguado siempre que se advertía en él una extraña dualidad. Y esta dualidad no era solamente entre él y el demonio que lo poseía, sino entre los diversos lenguajes del demonio mismo. 

Se distinguía sin dificultad el tono de Antoine Gay, al natural. Se expresaba siempre con voz dulce, con bondad y lentitud, sin apartarse jamás del decoro más culto. 

En cambio, cuando el principal de los tres demonios que habían elegido domicilio en él, Isacaron, tomaba la palabra, la voz se tornaba, por el contrario, breve, imperiosa, apasionada: adoptaba un tono autoritario y hablaba de tú con todo el mundo sin miramientos ni distinciones, aun cuando se dirigiese a los más altos dignatarios de la Iglesia. 


Sólo que en sus palabras se podían discernir dos registros completamente diferentes. Ora hablaba, si podemos decirlo así, en calidad de Diablo —y esto era necesario para que se supiese bien lo que era— y entonces mostraba su rabia, rechinaba los dientes, profería horribles blasfemias. 

Su fealdad se reflejaba en las facciones del poseso y todos los que lo vieron aseguran que era algo horroroso tanto para los ojos como para los oídos.

Era el primer registro, el registro infernal para llamarlo por su nombre. 

Pero cuando cumplía con la tarea que le había sido impuesta, es decir, cuando se expresaba como esclavo de Dios e interpretaba su papel, no sólo era ortodoxo en lo que decía sino que su tono se tornaba untuoso, elocuente, a veces sublime. 

En el transcurso de un mismo diálogo, se veía al posesor y al poseído tomar la palabra por turno y se comprendía la lucha espantosa que se desarrollaba en el corazón del pobre Antoine Gay. 

Por ejemplo, acaba de hablar, de deplorar el estado en que se encuentra, de proporcionar las pruebas de su piedad muy sincera. Súbitamente y sin transición, Isacaron interviene por boca de él. La voz cambia. Se hace ronca y se asiste a un desbordamiento de gritos, de injurias e invectivas. ¡El que era antes todo dulzura y humildad, se muestra de pronto amargo, sarcástico, obsceno! 

Confesiones diabólicas 

Pero lo que asombra, lo que hasta entonces no se había visto sino muy raramente, son los testimonios del mismo demonio sobre la misión que ha recibido y la cual tiene que cumplir de buena o mala gana. 

No es una vez al pasar, sino diez veces por día que vuelve sobre el tema y que lo proclama: 

"¡Me veo forzado a alabarte, oh, Maestro Soberano! —exclama—. ¡Las criaturas están obligadas a reconocerte y reconocer tu poder, tu bondad y también tu justicia terrible! 

"Soy yo, Isacaron, príncipe de los demonios impuros, que está obligado por orden de Aquel que es todo, a hacer escribir cantidad de cosas." Durante ese tiempo, en efecto, los oyentes y en especial Houzelot, 

"Estoy obligado a decir cosas que parecen asombrar a los hombres más sabios: las digo para gloria del Todopoderoso, para vergüenza y confusión del Infierno. 
"La voluntad de Aquel delante del cual todo se doblega en el Cielo es que yo, el diablo Isacaron que poseo el cuerpo de Gay, hable por su boca, actúe por sus miembros y haga muecas horribles, lance gritos espantosos, yo, que me veo forzado por Dios a dar todos los días pruebas de la posesión de este hombre. 

"¡Oh, sublime Maestro! ¡Cuánto me haces sufrir! ¡Me obligas a demoler mis fuertes, mis bastiones! Que sea maldito el momento en que yo entré en este cuerpo. Nunca hubiese creído verme forzado a trabajar para gloria del Altísimo y trabajar en la conversión de las almas." 

Existen muchas pruebas de que Isacaron deseaba que lo relevaran de su tarea, que hubiera querido el exorcismo para poder partir ¡que sentía que no lo hicieran! 

Cierto día que se habló delante de Gay del padre de Ravignan, entonces encargado de las Conferencias de Notre-Dame, después de Lacordaire, el demonio por boca de Gay, exclamó: 

"¡Es un hombre! ¡Es un sacerdote! ¡Le dirás que diga la misa para liberación del poseído y para que el poder que tengo sobre su cuerpo me sea quitado antes de su liberación!" 

Una escena de predicación 

He aquí una escena que cuenta el hermano Prime, de las Escuelas Cristianas, en Feurs, Loire. 

El padre Chiron, al dirigirse de Lyon a Clermont-Ferrand con Antoine Gay, le había escrito que se detendría en Feurs con un poseso. 

Llegó efectivamente. El hermano y toda la comunidad fijan su mirada sobre su compañero de ruta. ¿Qué ven? Un hombre muy tranquilo, muy correcto, y hasta muy afable. El hermano no puede creer lo que ve. Susurra en el oído del padre Chiron: "¿No me había dicho que traería al poseso con usted?" 

Pero apenas había hecho esta reflexión cuando el "señor muy correcto", de pronto, cambia de rostro. 

"La espuma en la boca, los ojos inyectados en sangre, con un tono que me hace palidecer —escribe el hermano—: «¿Acaso no me ves?», me dice. 

"Creo — añade el hermano — que me hubiera caído al suelo de terror si el padre Chiron no me hubiera sostenido." 

Y era casi siempre así. En el momento que menos se esperaba, el pobre Gay se entregaba de pronto a contorsiones increíbles, se arrojaba al suelo, daba vueltas sobre sí mismo sin perder jamás el equilibrio. Y este hombre que era generalmente pesado adquiría una liviandad y una flexibilidad extraordinarias. Cierto día lanzó un puntapié con el pie izquierdo a la cabeza de un interlocutor de bastante estatura y volvió a posarlo en el suelo con la misma facilidad con que lo hubiera hecho el mejor acróbata. 

Pero, cuando se esperan escenas de ira, he ahí que se produce un nuevo cambio. Los ojos se llenan de lágrimas. La voz del demonio se suaviza. La misma boca que profería injurias comienza una predicación y se le oyen decir propósitos como los siguientes: 

"El malo no es feliz. Si se está lleno de sí mismo, se está lleno del espíritu del demonio. ¡Es por lo sentidos que perdemos al hombre! 

"Dios se sirve de los hombres para probarlos. Si están afligidos reciban esto como una gracia. ¡La cruz es preferible a todo! ¡Dios la ha llevado para la salvación de los hombres y la hace llevar a los que ama! 

"El mundo cree que la humildad es debilidad e incapacidad; ¡y yo les digo que la humildad es poder y grandeza! 

"Si ustedes conocieran la desgracia de los reprobados serían todos santos. No hay idioma para expresar los tormentos de los condenados; no hay espíritu humano capaz de comprenderlos. 

"¡El que ama a los hombres más que a Dios no será de ningún. modo amado de Dios! 

"Dios permite los reveses por el bien espiritual de los hombres, a fin de hacerlos entrar en sí mismos y que vuelvan a El. 

"¡No olviden jamás que las cruces son preferibles a los honores! 

"Es preciso comprender que la vida es corta y que se deben soportar las penas con espíritu de penitencia como provenientes de Dios. 

"No se puede amar a Dios sin amar a su prójimo. ¡Felices los que saben abandonar todo por Dios! 

"¡Ah! ¡Si los hombres pudieran ver la belleza de un hombre en estado de gracia! 

"La felicidad no está aquí abajo; ¡el que posee a Dios posee todo! 

"El rico debe ser el ecónomo del pobre. Dios le ha puesto la riqueza en la mano para ayudar a sus semejantes: ¡es el hombre de negocios de Dios! 

"El rico debe despreciarse a sí mismo y seguir las lecciones del Salvador cuando dice: «Es más difícil para un rico salvarse que para un camello pasar por el ojo de una aguja.»" 

Pero lo más extraño era que Isacaron no había terminado de pronunciar todas estas sentencias edificantes, cuando se enfurecía y empezaba a blasfemar contra Dios, a injuriar a las criaturas, ¡a injuriarse a sí mismo! 

"¡Desdichados los orgullosos! —exclamaba—. ¡Desdichado yo, Isacaron! ¡Es el orgullo, la ingratitud y la desobediencia lo que han hecho de mí un ángel rebelde y reprobado!" 

Algunas reflexiones de Isacaron 

Citemos aún algunas reflexiones de Isacaron sobre diversos temas: Sobre Pilatos: 

"Pilatos que era juez sabía que condenaba a un inocente y sin embargo el Diablo lo impulsó o condenar al Juez soberano, al Juez de jueces. ¡Pilatos al lavarse las manos se las ensuciaba!" 

Sobre María-Magdalena, de quien el Evangelio dice que el Señor había echado de ella "siete demonios": 

"María Magdalena es una gran santa a la cual hay que recurrir con entera confianza. En cuanto tuvo la felicidad de conocer a Dios, su contrición fue tan grande, sus lágrimas tan abundantes que ningún demonio ha podido hacerla pecar de nuevo. Es el modelo de los verdaderos penitentes que deben tenerla por abogada particular junto a Dios, porque Dios concede grandes favores a quienes la invocan." 

Sobre la meditación: 

"Si meditan bien sobre la vida del Salvador y de su santa Madre, los desafío a cometer contra Dios el menor pecado. 

"¡El hambre, la sed, la muerte, no son nada: el pecado sólo es temible!" 

Sobre la perfección cristiana: 

A una señora que preguntaba a Isacaron en qué consistía la perfección cristiana y cuál es el camino que conduce a ella, le contestó: 

"Tener horror del pecado mortal; no cometer voluntariamente pecados veniales, no perder de vista la presencia de Dios; saber humillarse todos los días de su vida, porque el orgullo es el peor de todos los vicios; dar buenos ejemplos y buenos consejos; hacer penitencia, como lo pedía el Precursor. ;Y que el que sea santo se santifique aún más!" 

Oración a María 

Terminemos estos aforismos de origen extraño por la Oración a María compuesta y dictada por el demonio Isacaron: 


ORACIÓN

                                  Oh, divina María, 
                                  a ti me dirijo con entera confianza, 
                                  tú que no descuidas a nadie, 
                                  tú que tienes tan a pecho 
                                  la salvación de los hombres, 
                                  y a quien Dios nada puede rehusar   
                                  de todo cuanto le pidas. 
                                  Tómame bajo tu protección poderosa,
                                  si te dignas escuchar 
                                  mis humildes plegarias, 
                                  el infierno todo no podrá dañarme, 
                                  Tú que eres en cierto modo 
                                  ¡la dueña de mi suerte! 
                                  Mi suerte está entre tus manos, 
                                  si tú me abandonas 
                                  ¡estaré perdido sin remedio! 
                                  Pero, no, ¡eres demasiado buena 
                                  para ignorar a quienes esperan en ti! 
                                  ¡Ruega por mí a la Santa Trinidad 
                                  y estoy seguro de mi salvación! 
                                  ¡Ah, cómo desearía hacerte conocer 
                                  a todos los habitantes de la tierra! 
                                  ¡Cómo quisiera anunciar por todas partes 
                                  tu grandeza! 
                                  ¡Tu bondad, tu poder! 
                                  Lo que yo no puedo hacer, deseo 
                                  que las inteligencias celestes lo hagan 
                                  y que los mismos demonios se vean forzados
                                  a publicar que tú eres la obra maestra 
                                  de las manos divinas, 
                                  que tienes el poder de Dios en la mano, 
                                  que eres terrible para los demonios 
                                  y que todo está sometido a ti. 
                                  ¡Eres la criatura incomparable! 
                                  Tú eres la única Virgen y Madre, 
                                  tú has dado al mundo al Redentor, 
                                  tú formas un rango aparte con San José. 
                                  Estás pues más arriba que todos los santos: 
                                  ¡eres verdaderamente divina! 
                                  Espero en ti y creo firmemente 
                                  que todas las potencias infernales 
                                  no podrán triunfar sobre mí. 
                                  ¡Así sea! 
                                  ¡Todos los ángeles y todos los santos 
                                  te bendicen para siempre jamás! 
                                  ¡Así sea! 

Después de haber pronunciado esta plegaria, se nos asegura que el demonio, poniéndose súbitamente burlón y haciendo alusión al hecho de que Antoine Gay hubiera estado encerrado durante tres meses como demente en la Antiquaille, en Lyon, exclamó: 

"¡Irán a los sanatorios a buscar locos que les dicten una oración semejante!"(1)  

El fin de Antoine Gay 

Con toda evidencia la vida de Antoine Gay había sido lo que podíamos llamar fuera de lo común. En el siglo XVII hubo un ejemplo sobrecogedor de una posesión que sirvió para la santificación del poseso en medio de las más aterradoras pruebas: se trata del Padre Surin, Jesuíta, que fue durante veinte años sometido a la posesión diabólica, como consecuencia de los exorcismos de las Ursulinas de Loudon. El caso de Antoine Gay es un poco distinto, pero se parece al del Padre Surin por este rasgo innegable: la santificación del poseso. Sus últimos años estuvieron marcados por una especie de abandono general, más terrible aún quizá que la posesión. El Padre Chiron había muerto en 1852. El santo cura de Ars, que también se había interesado en él, había abandonado este mundo en 1859. Después de esta muerte Antoine Gay vivió aún doce años. Pero no había ya casi nadie para acudir en su auxilio, por lo menos, en forma continuada. Pero aceptaba todo con maravillosa resignación. Su familia tenía vergüenza de él. Dos de sus hermanas eran hostiles con él. La más joven impedía que sus hijos fuesen a visitar a su tío. Y sin embargo, Antoine Gay, escuchando solamente su buen corazón, le dio doscientos francos — entonces era una buena suma — para que se cuidara cuando estuvo enferma. El demonio estaba siempre ahí. Antoine Gay combatía sin descanso a su cruel enemigo, mediante una vida de oraciones y de penitencias rigurosas. Vivía como uno de los monjes del desierto de antaño: ayunando, a pan y vino, acostándose sobre una tabla, usando el cilicio y aplicándose la disciplina. 

Durante los seis últimos años de su vida, fue asistido en su pobre morada, situada en el 72 de la Rué des Macchabées, parroquia de Santa Irenée, por piadosos y caritativos lioneses, sobre todo, una señora bondadosa que permanecía junto a él durante largas horas. Estas visitas consolaban al pobre hombre, porque en presencia de ciertas personas el demonio atormentaba menos violentamente a su víctima. 

Pero le estaba reservada una nueva prueba que volvemos a encontrar en casos más recientes: Isacaron, el diablo que se comportaba como amo de su cuerpo, no quería que se confesara, como Gay hubiera deseado hacerlo. Isacaron era categórico. Le aseguraba que no se confesaría antes de haber sido sometido al exorcismo. ¿Por qué esta exigencia? Parecería que el demonio sufría también él una presión providencial. Estaba ahí, lo hemos visto, como "en servicio obligado" e interpretaba un papel que constituía para él un suplicio particular. Hubiera deseado, pues, el exorcismo para salir de eso. Y como el exorcismo no se realizaba, quería por lo menos perder el alma de este infortunado del cual no podía escaparse, alejándolo de los sacramentos. 

Le aseguró, pues: "¡No te confesarás antes que yo salga de tu cuerpo!" Y añadía: "Nunca ha habido una posesión como ésta, y nunca habrá otra semejante", lo cual creemos sin dificultad. 

De hecho el demonio impidió a Gay, cierta vez, durante tres semanas, de oír misa el domingo. Un día el padre Perrier fue a verlo en compañía del señor Blanc. El padre Perrier había estado otrora en la casa de los jesuítas de Lalouvesc, y allí había conocido a Antoine Gay. Acababa de ser nombrado en la residencia de Lyon. Al visitar al poseso su intención era facilitarle la confesión. Pero en esta ocasión todavía Isacaron declaró una vez más que no se confesaría antes de su propia liberación. Los dos visitantes esperaron en vano. Todo el tiempo que duró su presencia, Gay se vio en la imposibilidad de articular una palabra. 

En 1869, Antoine Gay, entonces de 79 años, fue por algunas semanas a Lantenay, en su provincia natal, para arreglar cuestiones de sucesión que lo enemistaban con su familia. En carta dirigida a la mencionada señora de Lyon que iba a verlo de tiempo en tiempo, leemos estas líneas quejumbrosas: "El diablo me hace todavía más mal que en Lyon. Deseo que recen mucho por mí porque se acerca mi fin. No sé cuándo podré regresar a Lyon; siempre surgen obstáculos, el mundo se pone de parte del demonio. Mi aflicción va siempre en aumento... Le ruego que presente mis humildes respetos al padre Perrier. Le dirá usted que me recomiendo a sus oraciones, que no me olvide en el Santo Sacrificio de la Misa. . ." 

Y como postdata esta mención: "El infame Isacaron me ha dicho: contesta pronto." 

Después de esta carta Antoine Gay regresó a Lyon. Cayó muy pronto en un estado lamentable. Al verlo pasar las gentes movían la cabeza con compasión. Se le oía decir: "No puedo ya quedarme en mi miserable choza." Su enemigo interior no le dejaba un momento de respiro. Lloraba sin cesar. Y sin embargo su fe permanecía intacta: "Todo cuanto puedo decir y hacer — decía — es llamar en mi auxilio a la Santísima Virgen y San José." Durante la guerra de 1870-71 que el demonio había anunciado por su boca, fue más atormentado que nunca. Isacaron lo obligaba a tenerse con los brazos en cruz durante horas sin permitirle cambiar de posición. Veía acercarse su fin rápidamente. El 4 de junio de 1871, la señora T . . . , la caritativa persona que lo visitaba de tiempo en tiempo, fue a verlo; lo encontró muy enfermo y se quedó junto a él alrededor de una hora y media. El repetía sin cesar que su fin se acercaba, pero que no sería liberado. Desde hacía dos meses no había podido ir a Misa por causa de su debilidad. El cura de Santa Irenée que vivía muy cerca de la casa de Gay fue advertido de su estado por la señora T . . . Trató una vez de confesarlo. Era el 13 de junio, día de San Antonio de Padua. Todos los esfuerzos fueron inútiles. "Antes del exorcismo, no", decía Isacaron. Y nada más que con estas palabras, Antoine Gay se quedaba mudo bajo la presión diabólica. El cura no dejó por eso de dar la absolución y la extremaunción al moribundo, que éste recibió con todas las muestras de la más profunda fe. Un cuarto de hora más tarde moría en presencia del cura que lo había asistido hasta el último instante. ¡Este valiente cristiano había vivido casi medio siglo en las cadenas y la indeseable intimidad del príncipe del Infierno! 

El acto de defunción de Antoine Gay figura en un registro de la parroquia de Santa Irenée, con la mención que sigue: 

"En el año 1871 y el 14 del mes de junio, he dado sepultura eclesiástica a Antoine-Louis Gay, fallecido el 13 del corriente a la edad de 81 años", firmado Chazelle, vicario. 

Entre los que lo conocieron bien y que le mostraron su simpatía es menester nombrar además de los que ya hemos mencionado tales como el Padre Chiron, el santo cura de Ars, el Padre Perrier, el abate Toccanier, a hombres de mucho renombre como el R. P. Collin, fundador de los Padres Maristas, el abate Chevrier, fundador del Prado, y muchos otros.  

(1) Para más detalles sobre Antoine Gay ver: J. H. Gruninger, "El poseso que glorificó la Inmaculada", Ed. del autor, 4, rué Vaubecour, Lyon.