jueves, 28 de noviembre de 2013

LA VIRTUD DE LA HUMILDAD (XIV)


CAPÍTULO 14 

De algunos grados y escalones por donde hemos de subir a 
la perfección de este segundo grado de humildad. 

Por ser este segundo grado de humildad de lo más práctico y dificultoso que hay en el ejercicio de esta virtud, dividámosle, como lo dividen algunos Santos, y haremos de él cuatro grados o escalones, para que así poco a poco, y como por sus pasos contados, vayamos subiendo a la perfección de la humildad que este grado nos pide. 

El primer escalón es no desear ser honrado y estimado de los hombres, antes huir de todo lo que dice honra y estimación. Llenos tenemos los libros de ejemplos de Santos que estaban tan lejos de desear ser tenidos y estimados del mundo, que huían de las honras y dignidades y de todas las ocasiones que les podían acarrear estimación delante de los hombres como de un enemigo capital. 

De esto nos dio primero ejemplo Cristo nuestro Redentor y Maestro, que huyó cuando entendió que querían venir a elegirle por rey (Jn 6, 15), después de aquel famoso milagro de haber hartado a cinco mil hombres con cinco panes y dos peces, no teniendo Él peligro alguno en ningún estado, por alto que fuese, sino para darnos ejemplo. Y por la misma razón, cuando manifestó la gloria de su sacratísimo cuerpo a sus tres discípulos en su admirable transfiguración, les mandó que no lo dijesen a nadie hasta después de su muerte y gloriosa Resurrección (Mt 9, 30); y dando vista a los ciegos y haciendo otros milagros, les encargaba el secreto (Mc., 7, 36); todo para darnos a nosotros, ejemplo que huyamos de la honra y estimación de los hombres, por el gran peligro que en ello hay de desvanecernos y perdernos.

En las Crónicas de la Orden del bienaventurado San Francisco se cuenta que oyendo fray Gil contar la caída de fray Elías, que había sido ministro general y gran letrado, y entonces era apóstata y descomulgado, porque se fue para el emperador Federico II, rebelde a la Iglesia, se echó fray Gil en tierra oyendo estas cosas, y se apretaba fuertemente con ella. Y preguntado por qué hacía aquello, respondió: Quiero descender cuanto pudiere, porque aquél cayó por subir mucho. Gerson trae a este propósito aquello que fingen los poetas de Anteo, gigante, hijo de la Tierra, que peleando con Hércules, cada vez que se echaba en la tierra cobraba nuevas fuerzas, y así no podía ser vencido; pero Hércules, cayendo en la cuenta, le levantó en alto y así le cortó la cabeza. Eso, dice Gerson, pretende el demonio con las alabanzas, honra y estimación del mundo, levantarnos en alto para degollarnos y hacernos dar mayor caída; y por eso el verdadero humilde se echa en la tierra de su propio conocimiento, y teme y huye tanto ser levantado y estimado. 

El segundo escalón, dice San Anselmo, es sufrir con paciencia ser despreciado de otros; qué cuando se os ofreciere alguna ocasión que parezca que en menoscabo y desprecio vuestro, la llevéis bien. Ahora no tratamos que deseéis injurias y afrentas, y que la andéis a buscar y os holguéis y regocijéis en ellas; de eso trataremos después, que es cosa más alta y más perfecta. Lo que decimos es que a lo menos cuando se nos ofreciere la ocasión de alguna cosa que toque a vuestro desprecio, la llevéis con paciencia, si no podéis con alegría, conforme a aquello del Sabio (Eccli 2, 41): Todo lo que se te ofreciere, aunque sea muy contrario al gusto y a la sensualidad, recíbelo bien, y aunque te duela; súfrelo con humildad y paciencia. Este es un medio muy grande para alcanzar la humildad y para conservarla. Porque así como honra y estimación de los hombres es ocasión para ensoberbecernos y desvanecernos, y por eso huían tanto de ella los Santos; así, todo lo que es en nuestro desprecio y desestima, es muy grande medio para alcanzar la humildad y conservarnos y crecer en ella. 

Decía San Laurencio Justiniano que la humildad es semejante al arroyo o corriente, que en el invierno lleva grande avenida y en el verano pequeña; así, la humildad, con la prosperidad desmedra y con la adversidad crece. Muchas son las ocasiones que de esto se nos ofrecen cada día, y grande ejercicio de humildad podríamos traer si anduviésemos con atención y cuidado de aprovecharnos de ellas. Dice muy bien aquel Santo: «Lo que agrada a los otros, irá adelante; lo que a ti te contenta, no se hará; lo que dicen los otros, será oído; lo que dices tú, será contado por nada: pedirán los otros, y recibirán; tú pedirás, y no alcanzarás; otros serán muy grandes en la boca de los hombres; de ti no se hará cuenta; a los otros se encargarán los negocios; tú serás tenido por inútil. Por esto se entristecerá la naturaleza; mas será grande cosa si lo sufres callando.» Cada uno entre en cuenta consigo y vaya discurriendo en particular por las ocasiones que se pueden y suelen ofrecer, y vea cómo le va en ellas. Mirad cómo os va cuando alguno os manda con imperio y resolución; mirad cómo lo tomáis cuando os avisan o reprenden alguna falta; mirad lo que sentís cuando os parece que el superior no hace mucha confianza de vos, sino que antes anda con recato. Dice San Doroteo: Cualquier ocasión de éstas que se os ofreciere, recibidla como remedio y medicina para curar y sanar vuestra soberbia, y rogad a Dios por el que os ofrece esa ocasión, como por médico de vuestra alma, y persuadíos que el que aborrece estas cosas, aborrece la humildad. 

El tercer escalón que hemos de subir es no holgarnos ni tornar contentamiento cuando somos alabados y estimados de los hombres. Esto es más dificultoso que lo pasado. Dice San Agustín: «Aunque es fácil cosa carecer de alabanzas y no se nos dar nada de no ser alabados y honrados cuando eso no se ofrece; pero no holgarse uno cuando le alaban y estiman, y no tomar contentamiento en eso, es muy dificultoso.» San Gregorio trata muy bien este punto, sobre aquellas palabras de Job (31, 26): Si vi al sol cuando resplandecía, y la luna cuando andaba claramente, y se alegró allá dentro mi corazón. Dice San Gregorio, que esto dice Job porque no se holgaba ni tomaba vano contentamiento en las alabanzas y estimación de los hombres, que eso es mirar al sol cuando resplandece, y a la luna cuando está con gran claridad; mirad uno la buena fama y opinión que tiene cerca de los hombres y sus alabanzas, y holgar alabanzas suya, de allí toma ocasión para humillarse y contentarse de eso. 

Pues dice que esta diferencia hay entre los soberbios y los humildes, que los soberbios se huelgan cuando los alaban, y aunque sea mentira el bien que dicen de ellos, se huelgan, porque no tienen cuenta con lo que son verdaderamente en sí y delante de Dios; sólo pretenden ser tenidos y estimados de los hombres, y así se alegran y engríen con eso como quien ha alcanzado el fin que pretendía. Empero el verdadero humilde de corazón, cuando ve que le alaban y estiman y dicen bien de él, entonces se encoge y se confunde más, conforme a aquello del Profeta (Sal 87, 16): Cuando me ensalzaban, entonces me humillaba yo más, y andaba con mayor vergüenza y tentar. Y con razón, porque teme no sea más castigado de Dios por no tener aquello de que es alabado, o si por ventura lo tiene, teme no se libre su premio y galardón en aquellas alabanzas: y le digan después (Lc 16, 25): Ya recibiste en tu vida el premio de tus obras. De manera, que de lo que los soberbios toman ocasión para engreírse y desvanecerse, que es de las alabanzas de los hombres, de eso toman los humildes ocasión para confundirse y humillarse. 

Y eso es, dice San Gregorio, lo que dice el Sabio (Prov. 27, 21): Así como la plata se prueba en el lugar donde es fundida, y el oro en el crisol, así es probado el hombre en la boca de quien le alaba. La plata o el oro, si es malo, en el fuego se consume, mas si es bueno, en el fuego se clarifica y purifica más. Pues así, dice el Sabio, se prueba el hombre con las alabanzas. Porque el que cuando es alabado y estimado se ensalza y envanece con las alabanzas que oye, ése es oro o plata no buena, sino reprobada, pues le consume el crisol de la lengua; pero el que oyendo alabanzas suyas, de allí toma ocasión para humillarse y confundirse más, es plata y oro finísimo, pues no se consumió con el fuego de las alabanzas; antes quedó más acendrado y clarificado con ellas, porque quedó más humillado y confundido. Pues tomad ésta por señal de si vais aprovechando en virtud y humildad, o no, pues por tal nos la da el Espíritu Santo. Mirad si os pesa cuando os alaban y estiman, o si os holgáis y contentáis de eso, y ahí veréis si sois oro u oropel. 

De nuestro Padre San Francisco de Borja leemos que ninguna cosa le daba tanta pena como cuando se veía honrar por santo o por siervo de Dios Y preguntado una vez por qué se afligía tanto de ello, pues él no lo deseaba ni procuraba, respondió que temía la cuenta que había de dar a Dios por ello, siendo el tan otro del que se pensaba; que es lo que decíamos de San Gregorio. Así nosotros hemos de estar tan fundados en nuestro propio conocimiento, que no basten los vientos de las alabanzas y estimación de los hombres a levantarnos y sacarnos de nuestra nada. Antes entonces nos hemos de confundir y avergonzar más, viendo que son falsas aquellas alabanzas, y que no hay en nosotros aquella virtud de que nos alaban, ni somos tales, cuales el mundo nos predica y habíamos de ser. 

EJERCICIO DE PERFECCIÓN Y 
VIRTUDES CRISTIANAS.
Padre Alonso Rodríguez, S.J.

lunes, 25 de noviembre de 2013

HERMANN COHEN, APOSTOL DE LA EUCARISTIA

Por Charles Sylvayn


                       Muerte de la señora de Cohen

La señora de Cohen falleció el 13 de diciembre de 1855, mientras el padre Hermann predicaba el adviento en Lion. Él mismo refiere la noticia a su amigo De Cuers:

«Dios acaba de descargar un terrible golpe sobre mi corazón. Mi pobre madre ha muerto... ¡y yo quedo en la incertidumbre! Sin embargo, tanto se ha rogado que debemos esperar que entre su alma y Dios algo habrá ocurrido en esos últimos instantes que nosotros no conocemos.

«He recibido orden de ir a París a consolar a la familia»...

Fácil será imaginarse el dolor del padre Hermann al enterarse de la muerte de su madre. Había rogado tanto y tanto había hecho rogar por su conversión...

«Yo tengo también madre -exclamaba un día, después de hablar de Mónica conversando, la víspera de su muerte, con su hijo Agustín-. La he dejado para seguir a Jesucristo, y ya no me llama su buen hijo. Sus cabellos están encanecidos, ya se le surca la frente, y tengo miedo de verla morir. ¡Oh, no! No quisiera que muriese antes de que amara a Jesucristo, y desde hace muchos años espero para mi madre lo que Mónica esperaba para Agustín. Y¿quién sabe si Dios no ha ligado la gracia de su conversión al fruto que sacáis de mis palabras?»

No obstante, si su dolor fue muy profundo, su esperanza en la bondad infinita de Dios no desfalleció ni un momento. La noche del mismo día en que recibió esta penosa noticia, debía predicar. Después de haber rogado y llorado mucho, subió al púlpito como de ordinario, conmoviendo a todos con un sermón sobre la muerte.

Algún tiempo después, confiaba al santo Cura de Ars las inquietudes que sentía sobre la muerte de su pobre madre, muerta sin la gracia del bautismo.

«Tenga esperanza, le respondió el hombre de Dios, y espere. Usted recibirá un día, en la fiesta de la Inmaculada Concepción, una carta que le traerá un gran consuelo».

Estas palabras proféticas estaban casi olvidadas, cuando el 8 de diciembre de 1861, seis años después de la muerte de su madre, un Padre de la Compañía de Jesús entregaba al padre Hermann una carta. Estaba escrita por una venerable sierva de Dios, que murió más tarde con fama de santidad y que era conocida por sus numerosos escritos sobre temas de espiritualidad, especialmente por su Eucaristía meditada, que alcanzó numerosas ediciones. La carta decía así:

«El 18 de octubre, después de la santa comunión, me hallaba en uno de esos instantes de unión íntima con Nuestro Señor, en los que me hace sentir su presencia en el sacramento de su amor de manera tan grata, que la fe ya no me parece necesaria paracreer en ella. Al cabo de un rato, hizo que oyera su voz y se dignó darme algunas explicaciones relativas a una conversación que yo había tenido la víspera. Me acordé entonces de que, en dicha conversación, una de mis amigas me había manifestado su extrañeza de que Nuestro Señor, que había prometido otorgar todo a la oración, hubiese permanecido sordo, sin embargo, a las que el Rdo. padre Hermann le había dirigido tantas veces para obtener la conversión de su madre. Su sorpresa iba casi hasta el descontento, y me costó trabajo hacerle comprender que debíamos adorar la justicia de Dios y no tratar de penetrar sus secretos. Me atreví a preguntar a mi buen Jesús cómo era posible que, siendo la bondad misma, hubiera podido resistir a los ruegos del padre Hermann y no hubiese concedido la conversión de su madre.

«Ésta fue su respuesta:

«¿Por qué Ana quiere siempre sondear los secretos de mi justicia y trata de penetrar los misterios que no puede comprender? Dile que no debo la gracia a nadie, que la doy a quien me place, y que al obrar así no dejo de ser justo ni ceso de ser la justicia misma. Pero ha de saber también que, antes de faltar a las promesas que tengo hechas a la oración, trastornaré el cielo y la tierra, y que todo ruego que busca mi gloria y la salvación de las almas, siempre es oído favorablemente, cuando va acompañado de las cualidades necesarias».

«Luego añadió: "Y para probaros esta verdad, quiero enterarte de lo que ocurrió cuando la muerte de la madre del padre Hermann". Mi buen Jesús me iluminó entonces con un rayo de su luz divina y me dio a conocer, o mejor, me hizo ver en Él lo que voy a procurar contar.

«En los últimos momentos de la madre del padre Hermann, cuando estaba a punto de exhalar el último suspiro y que parecía estar privada de conocimiento, casi sin vida, María, nuestra buena Madre, se presentó ante su divino Hijo y, postrándose a sus pies, le dijo: "Gracia, piedad, Hijo mío, por esta alma que va a perecer. Un instante más y estará perdida, perdida para siempre. Haz, te lo ruego, por la madre de mi siervo Hermann, lo que quisieras que él hiciera por la tuya, si ésta estuviese en su lugar y tú estuvieras en el suyo. El alma de su madre es su bien más querido. Mil veces me la ha dedicado, y la ha confiado a mi amor, a la solicitud de mi corazón. ¿Podré soportar que perezca? No, no; esta alma me pertenece, la quiero, la reclamo como herencia, como el precio de tu sangre y de mis dolores al pie de tu cruz".

«Apenas la excelsa suplicante había acabado de hablar, cuando una gracia fuerte, poderosa, brotó del manantial de todas las gracias, del corazón adorable de nuestro Jesús, y fue a iluminar el alma de la pobre judía moribunda, triunfando instantáneamente de su obstinación y resistencia. Esta alma se volvió inmediatamente con amorosa confianza hacia Aquél cuya misericordia la perseguía hasta en los brazos de la muerte, y le dijo: "¡Oh Jesús, Dios de los cristianos, Dios que mi hijo adora! Yo creo, yo espero en ti ¡ten piedad de mí".

«En este grito, oído de Dios solo y que partía de las más íntimas profundidades del corazón de la moribunda, estaba encerrado el arrepentimiento sincero de su obstinación y de sus culpas, el deseo del bautismo, la voluntad expresa de recibirlo y de vivir según las reglas y los preceptos de nuestra santa religión, en el caso de que hubiera podido volver a la vida. Este impulso de fe y de esperanza en Jesús fue el último sentimiento de su alma. En el instante en que ella subía hacia el trono de la divina misericordia, los débiles lazos que la retenían a su envoltura mortal se rompieron y caía a los pies de Aquél que había sido su salvador antes de erigírsele en juez.

«Después de haberme mostrado todas estas cosas, Nuestro Señor añadió: "comunica todo esto al padre Hermann; es un consuelo que quiero otorgar a sus prolongadas penas, para que bendiga y haga bendecir por todas partes la bondad del corazón de mi Madre y el poder que ejerce sobre el mío».

Esta carta, verdaderamente sorprendente e imprevisible, había sido anunciada al padre Hermann con toda precisión por el santo Cura de Ars con seis años de antelación.

domingo, 24 de noviembre de 2013

DICHOS DE SANTOS


“Los cristianos fieles a la Tradición, aunque sean reducidos a un puñado, son la verdadera Iglesia de Jesucristo Nuestro Señor”.

San Atanasio

sábado, 23 de noviembre de 2013

“DE DIOS NADIE SE BURLA”*




1) Noticia del 6 de noviembre: “En una histórica votación la Cámara estatal de Illinois aprobó la legalización del matrimonio entre homosexuales. 

Con una votación de 61-54 los legisladores enviaron la medida de regreso al Senado para un cambio técnico aunque esa Cámara ya aprobó en febrero. La ley pasará luego al gobernador Pat Quinn, quien se ha comprometido a firmarla. 

Illinois es el estado natal del presidente Barack Obama, quien dijo recibir con agrado la noticia”.


Nota catapúltica 

El presidente de la Cámara de Diputados, el católico Michael Madigan, del Partido Demócrata, antes de votar afirmativamente, citó en su apoyo la infelicísima respuesta de Francisco a un periodista, a su vuelta de las Jornadas Mundiales de la Juventud (Río de Janeiro, julio 2013): ¿Quién soy yo para juzgar a un gay? 

http://rorate-caeli.blogspot.com/2013/11/words-have-consequences.html 

2) Noticia del 17 de noviembre: 


Al menos cinco personas murieron en Illinois, como consecuencia de los fenómenos climáticos, dijo el jefe de los servicios de emergencia del estado Jonathon Monken a la cadena CNN, a la vez que advirtió que “las cifras van a crecer considerablemente”. 

http://www.infobae.com/2013/11/17/1524479-un-fuerte-tornado-arraso-el-estado-illinois-al-menos-cinco-muertos

*San Pablo, Epístola a los Gálatas,6,7 

“Sacerdotes, religiosos y laicos participarán este 20 de noviembre en la oración de súplica y exorcismo presidida por el Obispo de Springfield, Illinois (Estados Unidos), Mons. Thomas Paprocki, como acto de reparación por la aprobación del “matrimonio” gay que el Gobernador de ese estado, Patt Quinn, firmará ese mismo día”. 

http://www.aciprensa.com/noticias/obispo-hara-oracion-de-exorcismo-ante-aprobacion-de-matrimonio-gay-en-eeuu-33935/#.Uou_9NJyFVY 

Notas catapúlticas

1) ¿El Cardenal Bergoglio y los obispos no podrían haber hecho lo mismo cuando se implantó el putimonio en la Argentina?

2) En mayo de 2011, Monseñor Paprocki, que parece tener los pantalones bien puestos, ordenó que después de la misa se volviese a rezar la oración a San Miguel Arcángel, desterrada por el Novus Ordo. He aquí un obispo que sí cree en la existencia del diablo y no de la boca para afuera. 

http://www.catapulta.com.ar/?cat=23

LA NUEVA RELIGIÓN: “FRATERNAL”, HUMANISTA Y MASÓNICA



El cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, intervino ayer en la sesión de apertura del Global Forum del KAICIID, el Centro Internacional para el Diálogo Interreligioso y Cultural “Rey Abdulah Ben Abdelazid”, con sede en Viena, fundado por Arabia Saudita, España y Austria, con la Santa Sede en calidad de organismo observador y fundador. 

Durante su intervención de apertura, el cardenal subrayó que “el diálogo interreligioso nos enseña a prestar atención para no dar de las otras religiones una imagen negativa en lugares como las escuelas y las universidades, a través de los medios de comunicación o, sobre todo, en los discursos religiosos. Nos enseña a no disminuir las convicciones religiosas de los otros, especialmente cuando están ausentes. Nos enseña a considerar la diversidad en todos sus aspectos, – étnico, cultural, o de visión del mundo – como una riqueza y no como una amenaza”. Asimismo, explicó que en este mundo cambiante que se está volviendo cada vez más ‘provisional’, “las religiones están llamadas a proponer – no imponer – razones para vivir“. 

Del mismo modo, el purpurado destacó que “en el centro de nuestras preocupaciones está la persona humana, hombres y mujeres. Son ellos el objeto de atención de los líderes políticos y religiosos. Cada uno de nosotros es un ciudadano y un creyente y no un ciudadano o un creyente. Todos pertenecemos a la misma familia humana. Y esto significa que compartimos la misma dignidad, afrontamos los mismos problemas, gozamos de los mismos derechos y estamos llamados a cumplir el mismo deber”. 

Para concluir, el presidente del dicasterio para el Diálogo Interreligioso reiteró que una de las tareas del KAICIID debe ser la promoción de “la inteligencia del corazón, es decir, la que nos inspira a respetar todo lo que Dios cumple en cada ser humano y, al mismo tiempo, el misterio que cada ser humano representa. Debemos evitar, absolutamente, que las religiones engendren miedos y actitudes de superioridad o exclusión”. Y con esta finalidad el Centro puede representar “un lugar donde conocerse mejor y compartir capacidades para poder construir un mundo más seguro e iluminado, en el que todos sus habitantes vivan en espíritu de fraternidad”. 

jueves, 21 de noviembre de 2013

LA PRESENTACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA - 21 DE NOVIEMBRE


María fue presentada en el Templo por sus padres a la edad de tres años, para ser educada allí santamente en el servicio del Señor. Los padres y las madres de las principales familias de Jerusalén concurrieron al Templo para rendir homenaje a la familia de David, y los ángeles cubrieron a la niña con sus alas y cantaron en armonioso concierto. Aunque niñita, conocía ella la grandeza del Señor a quien iba a servir. Así, para llegar hasta el pontífice Zacarías, subió las gradas del Templo con una firmeza y una agilidad que excedían la de su edad. El Espíritu de Dios que animaba su alma suplía la flaqueza de su cuerpo. 


MEDITACIÓN 
SOBRE LA PRESENTACIÓN
DE LA SANTÍSIMA VIRGEN 

I. Desde los tres años de edad, es decir, lo más pronto que puede, María se consagra al servicio del Señor. Sus padres la ofrecen con gusto a Aquél que se las había concedido accediendo a sus plegarias. ¡Dichosos los que desde tierna edad comienzan a servir a Dios! ¿Qué esperas tú para darte a Dios? Dale todo lo que tengas; nada perderás en el cambio, porque Él se dará a ti enteramente. Es un cambio ventajoso abandonar todo por un bien que es superior a todo (San Bernardo).

II. María, en este día, ofrece al Señor todo lo que tiene, todo lo que puede hacer, y todo lo que es; en una palabra, se da a Él sin reserva. ¿Imitas a María, tú que das a Dios una partícula de tu corazón y que lo reservas por entero para el mundo y para ti mismo? Quieres dividir tu corazón entre las creaturas y Dios; es imposible. ¡Señor, es tardar demasiado no darme a un Señor tan bueno! Os ofrezco mi cuerpo y mi alma, todo lo que tengo, todo lo que puedo y todo lo que soy. 

III. María se consagra para siempre al servicio de Dios, y si sale del Templo es solamente porque Ella es el templo vivo en que debe habitar Jesús. ¿No es verdad acaso que te has presentado alguna vez a Dios para servirlo? Pero, cobarde de ti, pronto te has cansado de servir a un Señor tan bueno: te has retractado, con tus acciones, de la promesa que le habías hecho! Virgen Santa, preséntame a tu Hijo muy amado; quiero ser todo de Él hasta el fin de mi vida. En un cristiano, no es el comienzo, sino el fin lo que merece elogios (San Jerónimo).

La devoción a la Santísima Virgen. 
Orad por los que quieren abrazar la vida religiosa. 

ORACIÓN 

Oh Dios, que habéis querido que la Bienaventurada María, siempre virgen, en quien residía el Espíritu Santo, fuese hoy presentada en el Templo, haced, por su intercesión, que merezcamos ser presentados en el templo de vuestra gloria. Por J. C. N. S.

lunes, 18 de noviembre de 2013

MILAGROS Y PRODIGIOS DEL SANTO ESCAPULARIO DEL CARMEN - 19


SE APARECE UN ALMA DEL PURGATORIO Y DEPONE COMO TESTIGO CALIFICADO SOBRE LA VERDAD Y UTILIDAD DE ESTA SANTA INDULGENCIA SABATINA 

En la ciudad de Barcelona, nos dice el doctísimo Daniel de la Virgen María, murió por el año 1620 la Srta. Catalina Bosser, doncella muy devota y recogida, y luego de transcurridos cuatro meses se apareció a una prima suya, llamada Magdalena Nicolás. Esta última, muy medrosa y timorata, después de grandes sobresaltos y pavorosos miedos, concediéndole Dios la gracia que da en semejantes casos para no dejarse alucinar ni seducir del enemigo, con gran paz de conciencia tuvo la dicha de recibir la visita o aparición de su prima Catalina, la cual le manifestó que llevaba ya cerca de cinco meses sufriendo horribles tormentos en las llamas expiatorias del Purgatorio, por ciertas mandas y promesas que había dejado de cumplir en vida, rogándole le ayudase con sus oraciones y caridades a salir cuanto antes de aquel fuego abrasador. 

Tomó desde luego a su cargo, la piadosa doncellita Magdalena, el cumplir por su querida prima todo cuanto le había revelado en la visión, y cuál no sería su asombro cuando al cabo de seis días se le volvió a aparecer para darle las gracias por su caridad y diligencia en socorrerla. Magdalena, más respuesta ya de sus sustos y sobresaltos anteriores, interrogó a su prima por el estado en que se encontraba una hermana suya, que hacía pocos días que falleciera en Cerballón. Con inmenso júbilo le respondió la prima que el alma de su hermana había volado al cielo el sábado inmediato a su fallecimiento, por virtud del privilegio sabatino, que como fervorosa cofrade lograra merecer. Y añadió después: Vos, hija mía, tomad y llevad con fervor el Santo Escapulario, pues yo no lo llevaba y por esto me he visto en tan grandes tribulaciones e indecibles tormentos. Dichosos, hija mía, aquellos que le visten, pues es gran verdad que por los ruegos e intercesión de María Santísima vuelan las almas de sus cofrades al cielo en el primer sábado después de su muerte. 

Quedó consoladísima Magdalena con esta aparición, y tan inflamada en santo ardor y celo por la devoción y el culto a la Virgen Santísima del Carmen y a su bendito y milagroso Escapulario, que fue el mayor apóstol en sus tiempos de esta devoción. Manifestó después Magdalena, al Ordinario, estas apariciones, el cual, luego de examinar su santa vida y seriedad y caridad ardiente, que hacían piadosamente creíbles sus afirmaciones, interpuso su jurídica autoridad y permitió que se imprimiesen en Barcelona estos hechos o apariciones para gloria y alabanza de nuestra Madre dulcísima del Carmen, que así se digna favorecer a sus devotos. 

Milagros y Prodigios del Santo Escapulario del Carmen 
por el P. Fr. Juan Fernández Martín, O.C.

sábado, 16 de noviembre de 2013

RECORDANDO LA CLARIVIDENCIA DEL PADRE JULIO MEINVIELLE


“¡Estamos viviendo los días de la muerte en el mundo y en la Iglesia.El mundo marcha hacia una planificación universal, hacia un proselitismo mundial en una mezcla de confusión de todas las ideas, de todas las religiones, de todas las normas de pensamiento y de sociedad, una sociedad mundial sin fronteras, sin Iglesia y pueblo, sin jerarquía, sin otros valores que los inferiores del sexo y el dinero!
Esta sociedad así  igualada por la depravación mundial y social marcha por encima de pueblos, de raza, de culturas, de naciones, de religiones, hacia una igualación en los  medios: prensa, radio, televisión y cine, hacia una masificación homogénea y total.

Esta sociedad indiferenciada, homogénea, viscosa, donde se han de dar cita todos los vicios y corrupciones, va a ser gobernada igualmente por un poder mundial, que ha de repartir entre todos sus integrantes las dosis correspondientes de trabajo, de cultura, de placer y de ocio. todo estará perfectamente planificado, el hombre quedará absorbido por las preocupaciones y entretenimientos terrestres, de suerte que no le quedará tiempo para pensar en su salvación.
En ella nadie pensará en el pecado y en la virtud, nadie en Cristo y en Dios.

Será una sociedad materialista y atea, todos estarán totalmente absorbidos en el trabajo, la cultura, el placer, el sexo y la diversión…El Evangelio será proscrito pero no porque su predicación sea  perseguida sino porque será silenciado, se hablará en cambio del hombre, del alimento terrestre, del perfeccionamiento físico y psíquico de la humanidad, de la paz, de la felicidad terrestre…

Nada  del más allá, ni de religión, ni de lo sobrenatural…; se hablará del cristianismo, al menos, en ciertos ambientes, pero de un cristianismo terrestre, con preocupaciones puramente humanas y temporales…”

Padre Julio Meinvielle, 1969.


viernes, 15 de noviembre de 2013

DEL ABUSO DEL MATRIMONIO

Grave advertencia de la Santa Iglesia a sus hijos en estos tiempos de apostasía. Que los que quieren salvar sus almas lo mediten y tomen en cuenta. Que nadie se tranquilice por seguir a aquellos falsos profetas, sacerdotes y obipos que traicionan su deber, ciegos y guías de ciegos que caerán todos en el hoyo.

Padre Guillermo Devillers


(De la Encíclica "Casti Connubii", de 31 de diciembre de 1930)

Viniendo ahora a tratar, Venerables Hermanos, de cada uno de los aspectos que se oponen a los bienes del matrimonio, hemos de hablar, en primer lugar, de la prole, la cual muchos se atreven a llamar pesada carga del matrimonio, por lo que los cónyuges han de evitarla con toda diligencia, y ello, no ciertamente por medio de una honesta continencia (permitida también en el matrimonio, supuesto el consentimiento de ambos esposos), sino viciando el acto conyugal. Criminal licencia ésta, que algunos se arrogan tan sólo porque, aborreciendo la prole, no pretenden sino satisfacer su voluptuosidad, pero sin ninguna carga; otros, en cambio, alegan como excusa propia el que no pueden, en modo alguno, admitir más hijos a causa de sus propias necesidades, de las de la madre o de las económicas de la familia.

Ningún motivo, sin embargo, aun cuando sea gravísimo, puede hacer que lo que va intrínsecamente contra la naturaleza sea honesto y conforme a la misma naturaleza; y estando destinado el acto conyugal, por su misma naturaleza, a la generación de los hijos, los que en el ejercicio del mismo lo destituyen adrede de su naturaleza y virtud, obran contra la naturaleza y cometen una acción torpe e intrínsecamente deshonesta. 

Por lo cual no es de admirar que las mismas Sagradas Letras atestigüen con cuánto aborrecimiento la Divina Majestad ha perseguido este nefasto delito, castigándolo a veces con la muerte, como recuerda San Agustín: "Porque ilícita e impúdicamente yace, aun con su legítima mujer, el que evita la concepción de la prole. Que es lo que hizo Onán, hijo de Judas, por lo cual Dios le quitó la vida"(1) 

Habiéndose, pues, algunos manifiestamente separado de la doctrina cristiana, enseñada desde el principio y transmitida en todo tiempo sin interrupción, y habiendo pretendido públicamente proclamar otra doctrina, la Iglesia católica, a quien el mismo Dios ha confiado la enseñanza y defensa de la integridad y honestidad de costumbres, colocada, en medio de esta ruina moral, para conservar inmune de tan ignominiosa mancha la castidad de la unión nupcial, en señal de su divina legación, eleva solemne su voz por Nuestros labios y una vez más promulga que cualquier uso del matrimonio, en el que maliciosamente quede el acto destituido de su propia y natural virtud procreativa, va contra la ley de Dios y contra la ley natural, y los que tal cometen, se hacen culpables de un grave delito. 

Por consiguiente, según pide Nuestra suprema autoridad y el cuidado de la salvación de todas las almas, encargamos a los confesores y a todos los que tienen cura de las mismas que no consientan en los fieles encomendados a su cuidado error alguno acerca de esta gravísima ley de Dios, y mucho más que se conserven —ellos mismos— inmunes de estas falsas opiniones y que no contemporicen en modo alguno con ellas. Y si algún confesor o pastor de almas, lo que Dios no permita, indujera a los fieles, que le han sido confiados, a estos errores, o al menos les confirmara en los mismos con su aprobación o doloso silencio, tenga presente que ha de dar estrecha cuenta al Juez supremo por haber faltado a su deber, y aplíquese aquellas palabras de Cristo: "Ellos son ciegos que guían a otros ciegos, y si un ciego guía a otro ciego, ambos caen en el hoyo"[Mt. 15, 14].

Sabe muy bien la santa Iglesia que no raras veces uno de los cónyuges, más que cometer el pecado, lo soporta, al permitir, por una causa muy grave, el trastorno del recto orden que aquél rechaza, y que carece, por lo tanto, de culpa, siempre que tenga en cuenta la ley de la caridad y no se descuide en disuadir y apartar del pecado al otro cónyuge. Ni se puede decir que obren contra el orden de la naturaleza los esposos que hacen uso de su derecho siguiendo la recta razón natural, aunque por ciertas causas naturales, ya de tiempo, ya de otros defectos, no se siga de ello el nacimiento de un nuevo viviente. Hay, pues, tanto en el mismo matrimonio como en el uso del derecho matrimonial, fines secundarios -verbigracia, el auxilio mutuo, el fomento del amor recíproco y la sedación de la concupiscencia-, cuya consecución en manera alguna está vedada a los esposos, siempre que quede a salvo la naturaleza intrínseca del acto y, por ende, su subordinación al fin primario. 

Pero se ha de evitar en absoluto que las deplorables condiciones de orden económico den ocasión a un error mucho más funesto todavía. Ninguna dificultad puede presentarse que valga para derogar la obligación impuesta por los mandamientos de Dios, los cuales prohíben todas las acciones que son malas por su íntima naturaleza; cualesquiera que sean las circunstancias, pueden siempre los esposos, robustecidos por la gracia divina, desempeñar sus deberes con fidelidad y conservar la castidad limpia de mancha tan vergonzosa, pues está firme la verdad de la doctrina cristiana, expresada por el magisterio del Concilio Tridentino: "Nadie debe emplear aquella frase temeraria y por los Padres anatematizada de que los preceptos de Dios son imposibles de cumplir al hombre redimido. 

Dios no manda imposibles, sino que con sus preceptos te amonesta a que hagas cuanto puedas y pidas lo que no puedas, y El te dará su ayuda para que puedas"[2]. La misma doctrina ha sido solemnemente reiterada y confirmada por la Iglesia al condenar la herejía jansenista, que contra la bondad de Dios osó blasfemar de esta manera: "Hay algunos preceptos de Dios que los hombres justos, aun queriendo y poniendo empeño, no los pueden cumplir, atendidas las fuerzas de que actualmente disponen: fáltales asimismo la gracia con cuyo medio lo puedan hacer"[3].

S.S. PÍO XI, PAPA

(1) San Agustín , "De Coniug. adult.", 2, 12 (PL 40, 482)
(2) San Agustin, De nat. et gratia c. 43,50 (PL 44, 271)
(3) Condenado

Tradición Católica nº 35- Febrero 1988.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

¿QUIÉN ES SAN MIGUEL ARCÁNGEL?

Él arroja al fondo del abismo la cabeza orgullosa del Dragón, y confunde a los rebeldes con su caudillo, expulsándolos del cielo (Salmos, 36, 30-31)


En la creación del mundo angélico, Dios colocó a San Miguel en el segundo puesto después de Lucifer. El creador dividió a los Ángeles en tres grandes jerarquías y en nueve coros. Sus nombres están revelados en la Sagrada Escritura: Serafines, Querubines, Tronos, Dominaciones, Potestades, Principados, Virtudes, Arcángeles y Ángeles. Los Ángeles se quedarán eternamente en el mismo coro. Todos estos fúlgidos Espíritus arden por el deseo de Cumplir la Santa Voluntad de Dios con la velocidad del pensamiento.
¡San Miguel, al ver que era uno de los primeros Príncipes, revestido de poder, gloria esplendor más que los demás, se humilla, se pone a los pies de Dios y reconoce con profunda gratitud que la magnificencia en la naturaleza angélica y todos los dones y privilegios de la Gracia son gratuitos por la bondad del Creador, sin ningún mérito suyo y sin ningún derecho a dicha dignidad en cuanto fue creado de la nada y su origen será siempre la nada!
Un amor seráfico, una dedicación profunda inunda su radiante espíritu y se humilla en la contemplación de la Bondad y del Amor Divino. En esta tranquila armonía del Cielo nada podía presagiar los funestos eventos de una guerra inminente que destruirá sus filas en todos los coros angélicos.
La prueba de los Ángeles y la derrota de los rebeldes por medio de San Miguel
Antes de que Dios ponga el fundamento invisible de la Creación, puso como fundamento invisible la OBEDIENCIA en todas las criaturas razonables, Jesucristo adquiere su nueva gloria como Jefe de la humanidad, mediante la obediencia a los decretos eternos de la Santa Trinidad. María Santísima recorre el camino real de la Maternidad Divina con su humilde: “Fiat mihi secun-dum verbum tuumo”. Es el camino maestro también para los Ángeles.
Para admitir estos sublimes Espíritus a la visión Beatificada en la gloria eterna y confirmarlos en la Gracia, Dios quiere someterlos a una prueba. Todos los Ángeles recibieron una visión clara del Ser Divino y de sus infinitas perfecciones, debían reconocer la Majestad Divina como súbditos del señor. Creador de su radiante existencia: adorarlo, servirlo como su Único y Sumo Bien. Gran parte de ellos obedeció con alegría y con humildad, ofreciendo con amor a la propia adoración y a la propia existencia para obedecer en todo a la voluntad Divina. También Lucifer se sometió, pero más por conveniencia que por amor, siéndole por el momento imposible retirarse ante una orden tan amorosa. También porque el orgullo estaba apenas germinando en su espíritu. Era la pequeña semilla del mal que luego se convirtió en el árbol gigantescote los pecados de toda especie trasplantado en el mundo visible.
En un segundo tiempo, como vio María Agreda Abadesa en el maravilloso libro de la “Mística Ciudad de Dios” y es la opinión de muchos teólogos, Dios mostró a los Ángeles al Verbo Divino su Unigénito, revestido con la naturaleza humana, preferida por El y muy favorecida, hasta ensalzarla en el Trono eterno de la Santísima Trinidad. Pidió a los Ángeles que lo adoren como a su Rey, no solo en su Naturaleza Divina, sino también unida hipostáticamente con la naturaleza humana y servirlo. Con la luz de la Gracia actual, Dios iluminó a todos los Ángeles los méritos infinitos del verbo humanado y que, ha merecido también para cada uno de ellos todas las Gracias y Dones que poseen, comprendida la gloria y la felicidad sin fin que nos espera a todos en la Visión Beatífica.
A este precepto, todos los obedientes y Santos Ángeles se rindieron y prestaron asenso y obsequio con humilde y amoroso afecto de toda su voluntad.
Exultación y sumisión por parte de los Ángeles obedientes. Para sí hosanna, admiración, gran estupor, gran condescendencia y humillación del Verbo Divino. Pero no Lucifer. Su repugnancia por la naturaleza crece, y si antes obedecía de mala gana, ahora no puede más. La envidia inunda su espíritu soberbio, cegado por su suprema belleza y poder personal, resiste a la Voluntad Divina. Invita también a los otros Ángeles para que desobedezcan, prometiéndoles un Reino independiente del de Cristo Humanado. él, Lucifer, sería el jefe, y ellos, príncipes. Decía con soberbia:
Subiré al Cielo (visión beatífica), sobre los astros de Dios, en salzaré mi trono… subiré a la altura de la nubes… seré igual al Altísimo (Is 14,14).
Este insensato grito de rebelión se hizo eco en el ambiente celestial y fue acogido por un tercio de los Ángeles. Inició así la grande y tremenda guerra para destronar a Dios y apropiarse de su trono. Viendo San Miguel el caos y el tumulto provocado por los rebeldes, con una gran voz exclamo:“¿Quién (ES) COMO DIOS?”, sumergiéndose en su nada ante el Creador de toda existencia. Lo adora, ofrece su amor fiel, todo su ser al servicio de la Majestad Divina, para defender su Honor y la Gloria humillada por los rebeldes ingratos. Con un discurso inflamado por la Gloria del Señor, exhorta a todos los Ángeles para que resistan a la malsana rebelión de Lucifer, recodándoles el sagrado deber de adoración y de gratitud para con Dios y la humilde sumisión por los inmensos beneficios recibidos. Exhorta a todos para que acepten con un amor humilde todos los planes y proyectos que se refieren a la Encarnación del Verbo Divino. El hijo unigénito del Padre es siempre su Rey y Creador aún bajo las condiciones de la naturaleza humana.
En este punto Dios interviene, con su tercera orden, disimulando con Paciencia Divina al tumulto causado por Lucifer y por sus partesanos. La autenticidad de este hecho vio y lo describió San Juan Apóstol en el Apocalipsis:
Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Está en cinta y grita con los dolores de parto y con el tormento de dar a luz (Ap. 12.1).
En este cuadro estupendo Dios mostró a todos los ángeles la divina maternidad de María Santísima e intelectualmente la unión Hipostática de la Naturaleza Divina con la naturaleza humana en la Sagrada Persona de Jesucristo: “Mágnum pietatis Sacramentumo” (Tm 3,16).
Para salvar a los Ángeles tribulados y vacilantes San Miguel gritó:
Veneremos a esta mujer singular y bendita, que será la obra de arte de la Santísima Trinidad, la Madre futura del Verbo Divino y nuestra futura, gloriosa y admirable Reina Arrodillémonos ante los planes divinos que recaen sobre Ella.
Respondió Lucifer.
No ¡Nunca serviré a una naturaleza inferior de la mía, como es la naturaleza humana!.
Con él gritaron muchísimos Ángeles.
Dios respondió:
Y bien, esta Mujer a la que le has negado veneración, será Aquella que te aplastará la cabeza y por ella serás vencido y aniquilado. Porque si por tu soberbia entrará la muerte en el mundo del futuro, por su humildad entrará la vida y la salud a todos los mortales, los cuales gozarán del premio y la corona que tú y los tuyos has perdido.
Los buenos entonan cantos armoniosos en honor de María Santísima para alabar su futura existencia y deciden unánimemente defender contra los rebeldes el honor del Verbo Encarnado y de su futura Madre y Reina.
En este punto Lucifer prorrumpe contra la Mujer predilecta con insultos ásperos y blasfemias que eran inauditos en el ambiente del Cielo.
¿Quién (ES) COMO DIOS?, exclama nuevamente San Miguel y desencadena una gran guerra en el Cielo, como vio San Juan Apóstol en la isla de Pathmos y describe su visión del Apocalipsis: “Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón.Lucharon encarnizadamente el dragón y sus ángeles, pero fueron derrotados y los arrojaron del cielo para siempre (Ap 12. 7-8).
La caída de los ángeles rebeldes
A la derrota de Lucifer, sigue un castigo adecuado para su pecado. El ángel rebelde se vio trasformado de Espíritu de Luz en un monstruo horrible con siete cabezas, que significaban las siete legiones en las cuales fueron divididas y ordenados los ángeles caídos, transformados también ellos en seres repugnantes, en diablos, Lucifer nombra un jefe para cada Legión, según los siete vicios capitales: Soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia, pereza. Pecados con los cuales más tarde, arrastrarán a los hombres para poblar su reino del eterno dolor.
Entre el inmenso asombro de San Miguel y de los Ángeles buenos se abrió un abismo en el ancla deforme de la tierra donde Lucifer se precipito transformando en un Dragón Rojo con todos sus secuaces.
En la profundidad del infierno Lucifer comprendió su equivocación que terminó en tragedia irreparable:
La diadema de nuestra cabeza ha caído; ay de nosotros que hemos pecado.
Pero era tarde… demasiado tarde… para siempre, para una eternidad.
¡Que Dios nos libre a todos nosotros de un cálculo tan arriesgado!
Cuando regresó la calma después de la separación, las tinieblas del pecado de la Luz de la Gracia, la mirada adolorida de Dios busca consuelo ante la Imagen de la “Mujer vestida de Sol” suspirando el tiempo de su creación y con ímpetu divino susurra… Ave, Ave oh llena de Gracia…
¡Yo estaré siempre contigo!
Luego Dios se dirigió a San Miguel y lo felicitó por su fidelidad y por su espléndida victoria. Contemplando el gran vacío arrastrado por los rebeldes, su Amor de Padre de todas las criaturas se desfoga en un amargo lamento de frente a tanta pérdida e ingratitud, hablando como para consigo mismo:
…Eras un dechado de perfección, lleno de sabiduría y hermosura perfecta. Estabas en el Edén, en el jardín de Dios, adornado con piedras preciosas: rubí, topacio, diamante, crisólito, ónice, bereilo, zafiro, carbunclo y esmeralda.
De oro labrado eran tus aros y colgantes desde el día en que fuiste creado. Eras un querubín protector de alas extendidas: yo te había puesto sobre las montañas de Dios.

Caminabas entre piedras de fuego. Intachable era tu conducta, desde el día en que fuiste creado, hasta que se encontró la iniquidad en ti. Al prosperar tus negocios te llenaste de violencia y pecados. Entonces yo te expulsé de las montañas de Dios y a ti, el querubín protector, te hice desaparecer de entre las piedras de fuego.

La belleza te ensoberbeció, el esplendor echó a perder tu sabiduría. 
Yo te arrastré por tierra y te convertí en objeto de burla para los reyes… Todos los pueblos que te conocían se quedarán asombrados por ti; serás motivo de espanto y desaparecerás para siempre” (Ez 28, 12-19). “¡Cómo has caído del cielo, oh Lucifer, Lucero del alba! (Is 14, 12).
Solo un Dios, que ama a todos con un Amor Infinito, inmutable, puede lamentarse así de la pérdida de su Ángel primogénito.
Este dolor nos fue revelado por medio del Espíritu Santo, mediante la boca de los santos Profetas del Antiguo Testamento. También el Padre Eterno dice: “Buscaba consoladores, pero no los he encontrado”.
Dios Omnipotente, para premiar la fidelidad heroica de San Miguel, le dio el puesto dejado vacío por Lucifer, lo constituyó en el Primer Ministro de la Santa Trinidad Príncipes angélicos y jefe Supremo de los nueve coros de Ángeles, lleno de poder, honor y gloria y más cerca del trono Divino. Su esplendor está en grado de iluminar toda la tierra, como vio San Juan en el Apocalipsis.
Fuente: Libro ¿Quién es San Miguel Arcángel? de Gloria Crux.