martes, 16 de abril de 2013

LA VIRTUD DE LA HUMILDAD (II)



CAPITULO 2 

Que la humildad es fundamento de todas las virtudes. 

San Cipriano dice: [La humildad es fundamento de la santidad]. San Jerónimo: [La primera virtud de los cristianos es la humildad]. San Bernardo: [La humildad es fundamento y guarda de las virtudes]. Todos dicen que la humildad es fundamento de la santidad y de todas las virtudes. Y San Gregorio en una parte la llama maestra y madre de todas las virtudes, y en otra dice que es raíz y origen de las virtudes. Esta metáfora y comparación de la raíz es muy propia, y declara mucho las propiedades y condiciones de la humildad: porque cuanto a lo primero, dice San Gregorio, así como la flor se sustenta en la raíz, y cortada se seca; así la virtud, cualquiera que sea, si no persevera en la raíz de la humildad, se seca y pierde luego. Más: así como la raíz está debajo de la tierra, y se huella y pisa, no tiene en sí hermosura ni olor, pero de allí recibe el árbol vida: así el humilde está soterrado, es hollado y tenido en poco; no parece que tiene lustre ni resplandor, sino que está echado al rincón y olvidado: empero eso es lo que le conserva y hace crecer. Más: así como para que el árbol crezca y dure, y lleve mucho fruto, es menester arraigarse la raíz, y cuanto ésta estuviere más honda y más dentro de la tierra, tanto el árbol echará más fruto y durará más, conforme a aquello de Isaías (2 Reyes 19, 30): [Echará raíces hacia abajo y dará frutos arriba]; así el fructificar todas las virtudes y el conservarse en ellas está en echar hondas raíces de humildad. Cuanto más humilde fuereis, tanto más medraréis y creceréis en virtud y perfección. Finalmente, así como la soberbia es raíz y principio de todo pecado, como dice el Sabio (Eccli., 10 15), así dicen los Santos que la humildad es raíz y fundamento de toda virtud. 

Pero dirá alguno: ¿cómo decís que la humildad es fundamento de todas las virtudes y del edificio espiritual, pues comúnmente dicen los Santos que la fe es el fundamento, conforme a aquello de San Pablo (I Cor, 3, 11): [Ninguno puede poner otro fundamento más del que está puesto, que es Cristo Jesús]. A esto responde muy bien Santo Tomás: Dos cosas se requieren para fundar bien una casa: lo primero, es necesario abrir bien los cimientos y echar fuera todo lo movedizo hasta llegar a lo firme, para edificar sobre ello, y después de muy bien ahondado el cimiento y sacada fuera toda la tierra movediza, se comienza a sentar la primera piedra, la cual, con las demás que se van asentando, es el principal fundamento del edificio. De esta manera, dice Santo Tomás, se han la humildad y la fe en este edificio espiritual y fábrica de las virtudes: la humildad es la que abre las zanjas; su oficio es ahondar el cimiento y echar fuera todo lo movedizo, que es la flaqueza de las fuerzas humanas. No habéis de fundar sobre vuestras fuerzas, que todo eso es arena, todo eso habéis de echar fuera, desconfiando de vos mismo, y ahondando hasta llegar a la peña viva y piedra firme, que es Cristo (1 Cor., 10, 4). Ese es el principal fundamento; pero porque para asentarse ese fundamento es menester eso otro, lo cual se hace con la humildad, por eso se llama también la humildad fundamento, y así el que con la humildad abriere bien las zanjas y ahondare en su propio conocimiento, y echare fuera todo lo movedizo de la estima y confianza de sí mismo hasta llegar al verdadero fundamento, que es Cristo, este tal edificará buen edificio, que aunque lo combatan los vientos y crezcan las aguas, no lo derrocarán, porque está fundado sobre piedra firme. Pero si edificare sin humildad, luego caerá su edificio, porque está fundado sobre arena. 

No son virtudes verdaderas, sino aparentes y falsas, las que no se fundan en humildad. Y así: dice San Agustín, que en aquellos romanos y filósofos antiguos no había virtudes verdaderas, no sólo por faltarles la caridad, que es la que forma y la que da vida y ser a todas, y sin la cual no hay ninguna verdadera y perfecta virtud, sino porque les faltaba también el fundamento de la humildad; en su fortaleza, en su justicia, en su templanza, pretendían ser estimados y dejar memoria de sí; eran unas virtudes huecas y sin sustancia, y una sombra de virtudes. Y así, como no eran perfectas ni verdaderas, sino aparentes, dice que se las premió y remuneró Dios a los romanos con los bienes de esta vida, que son también bienes aparentes. Pues si queréis edificar verdaderas virtudes en vuestra alma, procurad de echar primero buen fundamento de humildad. 

Dice San Agustín: Si queréis ser grande y levantar muy alto edificio de virtudes, ahondad bien las zanjas. Y cuanto uno quiere levantar más alto el edificio, tanto más ahonda los cimientos, porque no hay alto sin hondo; y así, a la medida y proporción que ahondareis y echareis los cimientos de la humildad, podréis levantar esta torre de la perfección evangélica que habéis comenzado. Santo Tomás de Aquino, entre otras sentencias graves que se refieren suyas, decía de la humildad: Quien anda con deseo de honra, quien huye de ser tenido en poco, y le pesa si lo es, aunque haga maravillas, lejos está de la perfección, porque todo es virtud sin cimiento.


EJERCICIO DE PERFECCIÓN Y 
VIRTUDES CRISTIANAS.
Padre Alonso Rodríguez, S.J.