martes, 15 de abril de 2014

PROGRES DE CAPIROTE

La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz y el actor malagueño Antonio Banderas, durante la visita a la Casa Hermandad de la cofradía de Jesús el Cautivo  Leer más:  Susana Díaz, con Antonio Banderas en la Semana Santa de Málaga
La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz y el actor malagueño Antonio Banderas, durante la visita a la Casa Hermandad de la cofradía de Jesús el Cautivo Leer más: Susana Díaz, con Antonio Banderas en la Semana Santa de Málaga.
IL.- La Semana Santa de Málaga registró el domingo de Ramos y el Lunes Santo los mayores í­ndices de participación que se recuerdan. Ayer lunes mismo, más de un millón de malagueños abarrotaban las calles y plazas a la espera de que surtiera el milagro de la salida del Cautivo, el Cristo que en Málaga representa hasta un estilo de vida. Lo que hoy sin embargo queremos contarles tiene menos que ver con la solemnidad de la Semana Santa que con la actitud estas fechas de los progres locales, regionales, nacionales y hasta internacionales.
Como el año pasado y el anterior, aparcarán sus odios patológicos al cristianismo y, al verles en su fingido recogimiento detrás de los cristos y de las vírgenes, nos parecerá imposible que hayan existido antes todos esos actos réprobos, obscenos y blasfemos contra los católicos, esas zeroladas contra las normas diocesanas, esa exaltación del holocausto abortista o esas leyes que restringen el derecho de millones de familias a vivir conforme a sus propios credos morales y educativos.
La imagen destacada de ayer lunes fue la del actor Antonio Banderas, en actitud arrobada con la presidenta de la Junta de Andalucía, la incalificable Susana Díaz. A su lado, los representantes cofrades, acomplejados ante el brillo mediático de ese par de tunantes, dando curso a la laicidad de la Semana Santa, al pasar por alto que el Parlamento andaluz apoyara unánimemente la futura ley sobre la transexualidad, que permitirá a los niños andaluces elegir el sexo que quieran, o que la propia cateta amenazara a un colegio religioso de Málaga por oponerse a que un niño de siete años ejerciera de niña. ¿Pero qué religión profesan estos cofrades malagueños? ¿A qué principios católicos se atienen estos miserables?
Es normal ver estos días cómo todos esos bribones progresistas pugnan por un puesto de portador de trono, por una más que visible ubicación en las presidencias o por alcanzar el privilegio de los toques de salida o recogida de los sagrados titulares de las distintas hermandades que salen estos días. Hay que ver a todos esos truenos oficiando de nazarenos. Hay que verlos. Y hay que verlas. Y hay que ver también cómo el Obispado de Málaga guarda un desconcertante silencio.
Pero el problema no es que los representantes de la izquierda anticlerical se muden la piel y se cambien el disfraz justo en ví­speras de elecciones. El problema es que los creyentes, la entera comunidad cristiana, no aproveche la oportunidad para correrles a capirotazos. ¿Se puede compartir paseo procesional con el canalla encargado de subvencionar los ataques a la fe católica? Incluso el año pasado, en una de las procesiones andaluzas, una que subvencionó con dinero público la representación de una orgí­a entre curas y monjas, asumió, con desvergonzado atrevimiento, el carácter dolorista del Viernes Santo vistiendo de riguroso luto.
Más grotesco sin embargo fue lo ocurrido ayer en Málaga. Acompañantes, corifeos y aduladores de la presidenta de la Junta de Andalucí­a, declaradamente atea, se disputaban como ‘hooligans’, casi a codazos, un puesto preferente en la tribuna de autoridades. Todo sea por expresar un sentimiento que, pese a no tenerlo, saben muy por encima de todos los demás sentimientos laicos en los que se inspira la moralmente maltrecha clase polí­tica gobernante. Todo sea por la disputa del voto de ese pueblo que, pese a todo, vive y siente la Pasión de Cristo.
Que nadie dude sobre lo que pasará una vez concluya la Semana Santa. Los mismos felones que mendigan hoy alguna medallita de alguna hermandad, o que se disputan el privilegio de ser vistos con los hermanos mayores de las cofradí­as, volverán a las andadas. Que nadie dude que a partir del próximo lunes se pondrán otra vez manos a la obra en la difí­cil tarea de demoler el andamiaje humaní­stico de nuestra fe para seguir subvencionando la extensión del islam en nuestras ciudades, la anarquía moral en nuestras escuelas o la aprobación de normas como la Ley de Libertad Religiosa, que concede el mismo arraigo moral e histórico a un oscuro clérigo musulmán que a un servidor de Cristo.
A esa colección de progres de capirote nosotros les impondrí­amos la penitencia de que tuviesen que procesionar en prendas menores, en señal de contrición y arrepentimiento. Sin embargo las leyes contra la Vida, las rechiflas contra la moral tradicional y los espectáculos, subvencionados contra los católicos, esta colección progre de caraduras vuelve a cambiar su chip estos días para transmutarse en hombres y mujeres casi decentes. Lo dicho: a procesionar en prendas menores. Y a la cabeza, Susana Díaz. Con un buen cirio en la mano, naturalmente.