MILAGRO EN JULIO DE 1935 EN LA IGLESIA DE MADRID
La cultísima escritora doña Carmen Fernández de Lara, dignísima directora de "Aspiraciones", publicó en el semanario católico español "Lealtad" un milagro obrado por la Santísima Virgen del Carmen, del que ella fue testigo presencial.
Yo sé de un verdadero milagro que presencié y que os voy a referir, para que conmigo améis a la Santísima Virgen del Carmen, y que si queréis comprobarlo, podéis hacerlo, puesto que viven algunos de los protagonistas que intervinieron en el milagro.
Yo conocí una madre... una verdadera madre, que adoraba a su hijo, que sólo para él vivía; una de esas que son honra y tipo de la mujer española.
El hijo era sano y bello, pero un mal día el niño amaneció enfermo; el doctor Fatás fue llamado, como médico de la casa, y éste llamó a consulta. El niño se moría. Nada podía la ciencia médica. Una pleuresía purulenta en último grado hacía precisa una intervención quirúrgica. Se llevó al enfermito al doctor Ramoneda, como el más indicado para que operara a la criatura. La madre, desolada, hizo promesas, suplicó y lloró. Fue sometido el niño a un examen detenido, y después a una punción exploradora, que acusó gran cantidad de pus, reconocieron los doctores presentes que la operación debía tener lugar el siguiente día, 16 de julio.
Llegó por fin; el padre salió llevando al niño amado para depositarlo en la mesa de operaciones, y la madre corrió hacia la Iglesia del Carmen, y, después de confesar y comulgar, oró, hora tras hora, perdiendo la noción del tiempo, a la Santísima Virgen del Carmelo para que, si se llevaba a su criatura, lo hiciera sin que se martirizara el pobre cuerpecito.
—¡Que muera, Virgen mía, que muera si es preciso! ¡Pero que no sufra!
"¡Tiende, Señora, hacia mi hijo tu Santo Escapulario!", decía sin cesar entre lágrimas y sollozos; y así continuó, envuelta en la suave penumbra de la Iglesia. De pronto sintió una mano que se posaba sobre su hombro; era la de su marido. "¿Ha muerto? ¿Ha muerto?", interrogó la madre al ver el rostro demudado del padre. "¡No, no; está vivo y sano y te espera!"
"¿Salió bien entonces de la operación?"
"No, no ha sido necesaria; los médicos no se explican lo que ha ocurrido. Le llevaron a la mesa; el doctor Ramoneda volvió a reconocerlo, y con cara de asombro llamó a los demás doctores que con él estaban. Nada hablaron, nada dijeron; yo comprendía que ocurría algo grave por sus rostros, pero no me atrevía a preguntar; creí que el niño iba a morir... Por fin se rompió el silencio:
"Sí, sí; no existe pus; cicatrizada la pequeña herida hecha por la punción de ayer; nada de fiebre... Asombroso, asombroso. Vean ustedes.
Volvieron a examinar, y dirigiéndose a mí, el doctor Ramoneda nos dijo:
"El niño está curado; no he sido yo; ha sido Dios, indudablemente; lléveselo usted."
Envolví a mi niño cuidadosamente y lo traje a casa; aún no acierto a explicarme lo que ha sucedido.
" ¡Yo sí; yo sí!", exclamó la madre. "Ha sido la Santísima Virgen del Carmen, que al ver mis lágrimas, al contemplar mi dolor, ha tenido lástima y ha curado a mi hijo. ¡Le ha salvado! ¡ Me le ha devuelto! ¡Gracias, Madre mía, gracias!"
Y cayó de rodillas besando el santo suelo del templo bendito.
¡Iglesia del Carmen! ¡Iglesia milagrosa, cuya Virgen bendita ampara a todos los que en esa calle viven! ¡Virgen amada, que en nuestros dolores tiendes tu Escapulario y nos libras de todo mal, de toda pena, y desciendes por fin a sacarnos del propio Purgatorio!
Milagros y Prodigios del Santo Escapulario del Carmen
por el P. Fr. Juan Fernández Martín, O.C.