domingo, 4 de enero de 2015

FIESTA DEL SACROSANTO NOMBRE DE JESÚS

 

Aunque en el Misterio de la Circuncisión se comprende también la solemnidad del Dulcísimo nombre de Jesús, la Iglesia ha concedido a muchas Religiones y a no pocas Iglesias particulares, que puedan celebrar fiesta singular de este Santísimo Nombre el Domingo entre la Circuncisión y Epifanía, o el 2 de Enero, sino cae ningún Domingo entre esos días.
La Iglesia, después de habernos manifestado la Encarnación del Hijo de Dios, nos revela todas las grandezas de su Santísimo Nombre.
A los niños judíos se les solía imponer el nombre al circuncidarlos. De ahí que la Iglesia traiga hoy el mismo Evangelio que el día de la Circuncisión. Jesús significa Salvador, porque “no se ha dado a los hombres ningún otro por el cual deban ser salvos”.
Nombre verdaderamente divino, que sólo Dios pudo imponer al Salvador del mundo. Nombre venerable, que hace doblar la rodilla a todas las grandezas de la tierra. Nombre sacrosanto, que pone en fuga a los espíritus diabólicos. Nombre omnipotente, en cuya virtud se han obrado los mayores milagros. Nombre salutífero, de quien reciben en cierto modo toda su eficacia los Sacramentos de la Nueva Ley. Nombre propicio, pues todo lo puede con Dios, y por respeto al nombre Jesús oye benigno nuestras oraciones. Nombre glorioso, extendido por el celo de los apóstoles a todos los gentiles y a todos los reyes de la tierra. Nombre augusto, por cuya confesión los santos mártires se gloriaron en sufrir cruelísimos tormentos. Nombre, en fin, incomparable, pues no hay otro debajo, del Cielo en cuya virtud podamos ser salvos.
Con razón, dice San Bernardo, se llama el Dulcísimo Nombre de Jesús “oleo saludableporque verdaderamente es oleo, que alumbra cuando la caridad le enciende; oleo que nutre cuando el corazón le gusta; oleo que sana cuando la devoción le aplica. Todo alimento del alma, que no esté empapado en este oleo, es seco; toda comida espiritual, que carezca de este condimento, es insípida. No hallo gusto en los libros, sino encuentro en ellos el Nombre de Jesús. Me fastidian las conversaciones, si el nombre de Jesús no se repite en ellas con frecuencia. Este nombre es miel para mi boca. No hay sonido más armonioso a mis oidos ¿Ni que cosa puede haber más dulce para el corazón?
¿Estás triste? Pues traslada el Nombre de Jesús desde el corazón a los labios, y verás qué presto las nubes se disipan, vuelve la serenidad, y se descubre el bello día. ¿Te inducen a la desesperación los remordimientos de tu conciencia, y te estremece la espantosa vista de tus enormes pecados? Pronuncia el Dulcísimo Nombre de Jesús, y verás como revive la confianza, y el tentador se pone en vergonzosa fuga. A solo el Nombre de Jesús se desarma todo el Infierno junto. El es el que hace derramar en la oración lágrimas tan dulces. El es el que infunde tanto aliento en los mayores peligros.
¿Quién invocó jamás este adorable Nombre, que no fuese prontamente socorrido? ¿Quién se vio nunca combatido de las pasiones más violentas, o atacado de sus más furiosos enemigos, que invocando este Dulcísimo Nombre, no hubiese conseguido una completa victoria?
Nombre de valor en los combates; Nombre de luz en los peligros; Nombre de consuelo en los trabajos; Nombre de salud a la hora de la muerte para todos los que le tienen grabado en el corazón”.
¡Qué veneración tuvieron los Santos a este augusto Nombre! San Ignacio Mártir decía de si mismo, que le llevaba impreso en el alma. San Bernardo no acertaba a hablar de otra cosa en sus conversaciones, y era esta la materia más frecuente de sus elogios. San Ignacio, Fundador de la Compañía, le pareció no podía dejar a sus hijos otro nombre, que les hiciese concebir más alta idea de la sublime perfección en que los empeñaba su estado, y su sagrado ministerio, que el de distinguirse con el Nombre de Compañía de Jesús.
Por eso esta Religión celebra el día de hoy la Fiesta de este Dulcísimo Nombre, así como lo hacen también otras Iglesias, y familias Religiosas, y en la misma conformidad, que lo practica toda la Iglesia Universal.

San Bernardino de Siena y San Juan Capistrano, llevaban en sus misiones populares el monograma del Santísimo Nombre, rodeado de rayos, pintado en una tabla de madera, con el que bendecían a los enfermos y obraban milagros. Al finalizar sus sermones mostraban el emblema a los fieles y les pedían que se arrodillaran para a adorar al Redentor.
Recomendaban que colocaran el monograma de Jesús a las puertas de sus ciudades y a las puertas de sus casas. San Bernardino predicaba esta devoción nueva, y fue acusado por sus enemigos y conducido al tribunal del Papa Martín V. Defendido por San Juan Capistrano que le reconocía como su maestro y lo hizo con tanta elocuencia, justicia y éxito que el Papa no sólo permitió la adoración del Santísimo Nombre de Jesús, sino que asistió a una procesión en la que se llevaba el Santo Monograma. La tabla usada por San Bernardino es venerada en la actualidad, en Santa María en Ara Coeli en Roma.
EL MONOGRAMA

El monograma que representa el Santísimo Nombre de Jesús consiste en las tres letras: JHS. En la Edad Media el Nombre de Jesús se escribía: JHESUS; el monograma contiene la primera y la última letra del Santísimo Nombre de Jesús.
Se encuentra por primera vez en una moneda de oro del siglo VIII: DN IHS CHS REX REGNANTIUM (El Señor Jesucristo, Rey de Reyes). Las tres letras son las iniciales de "Jesús Hominum Salvator", Jesús Salvador de los Hombres.
San Ignacio de Loyola adoptó este monograma para la Compañía de Jesús, añadiéndole una cruz sobre la H y tres clavos bajo ella. Y se formó el emblema, considerando que los clavos eran originalmente una "V", y el monograma significa "In Hoc Signo Vinces", “Con esta Señal conquistaréis”, palabras que vio Constantino en los cielos bajo el signo de la Cruz antes de la batalla en el puente Milvio en 312, que favoreció su conversión al cristianismo.
Santa Teresa lo ponía al inicio de todas sus cartas.
San José, padre putativo de Jesús, cumplió las palabras del Arcángel San Gabriel: "Le pondrás el nombre de Jesús, porque Él va a salvar a su pueblo de sus pecados" (Mt 1, 21). Así como en el crucifijo honramos toda la Pasión de Cristo resumida en el símbolo de la cruz, de igual manera el nombre de Jesús nos recuerda todo el amor simbolizado en él (Filip. II, 9,10).
"Hablando de él, nos sentimos iluminados; pensando en él, recibimos el alimento de nuestras almas; invocándole, encontramos la paz”, como dice San Bernardo de Claraval.
Los primeros orígenes de esta Fiesta remontan al Siglo XVI. El Concilio de Lyon prescribió en 1274 una devoción especial al nombre de Jesús, y el beato Gregorio X comisionó a la Orden de Predicadores para propagarla. La Santa Sede concedió a los Franciscanos, en 1530, la celebración de la fiesta del Santo Nombre de Jesús y el uso se fue extendiendo. En 1721 Inocencio XIII la hizo Fiesta Universal. San Pío X la trasladó al primer Domingo de Enero, pero si este Domingo coincidía con la Epifanía, el Nombre de Jesús sería celebrado el día 2.

El Nombre de Jesús, invocado con confianza:
-Brinda ayuda en las necesidades corporales y espirituales, según la promesa de Cristo: "En mi nombre tomarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y obtendrán su salud" (Mc. 16, 17-18).
En el Nombre de Jesús aliviaron a los lisiados (Hch. 3,6; 9,34) y vida a los muertos (Hch. 9,40).
-Da consuelo en el espíritu. El Nombre de Jesús le recuerda al pecador su misericordia: el padre del hijo pródigo y del buen samaritano; al justo le recuerda la esperanza y la recompensa de la vida eterna.
-Nos protege de satanás y sus tentaciones, ya que el demonio le teme al Nombre de Jesús, quien lo ha vencido en la Cruz.

-En el nombre de Jesús obtenemos toda bendición y gracia en el tiempo y la eternidad, pues Cristo dijo: "lo que pidan al Padre se los dará en mi nombre." (Jn. 16,23). Por lo tanto, la Iglesia concluye todas sus oraciones con las palabras: "Por Jesucristo Nuestro Señor", etc.
Así se cumple la palabra de San Pablo"Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos." (Filip. 2, 10).
Jesús iba a obrar la Redención con los más atroces sufrimientos, “humillándose –dice San Pablo– no sólo hasta la muerte sino hasta la muerte de cruz. Por ello Dios lo exaltó y le dio un nombre sobre todo nombre, y al nombre de Jesús se doble toda rodilla”.
San Bernardo de Claraval en el siglo XI escribió un poema de cincuenta estrofas conocido como “ Iubilus de nomine Iesu”. Es un himno tan bello que a la Iglesia le ha servido para entresacar de él las estrofas que se cantan en los himnos de los oficios de Vísperas, Maitines y Laudes de la festividad del Santísimo nombre de Jesús.
La traducción del bello himno de Vísperas Jesu dulcis memoria, hecha por el P. Edward Caswall, ha contribuido a la difusión del poema de San Bernardo. Las Letanías del Santo Nombre de Jesús, que son un comentario de los atributos del Nombre del Salvador, provienen tal vez de San Bernardino y San Capistrano. Monseñor Challoner las llama Letanías del Dulcísimo Nombre de Jesús.

EL HIMNO JESU DULCIS MEMORIA.
Es dulce el recuerdo de Jesús,
que da verdaderos gozos al corazón
pero cuya presencia es dulce
sobre la miel y todas las cosas.

Nada se canta más suave,
nada se oye más alegre,
nada se piensa más dulce
que Jesús el Hijo de Dios.

¡Oh Jesús!, esperanza para los penitentes,
qué piadoso eres con quienes piden,
qué bueno con quienes te buscan,
pero ¿qué con quienes te encuentran?

¡Oh Jesús!, dulzura de los corazones,
fuente viva, luz de las mentes
que excede todo gozo
y todo deseo.

Ni la lengua es capaz de decir
ni la letra de expresar.
Sólo el experto puede creer
lo que es amar a Jesús.

¡Oh Jesús! rey admirable
y noble triunfador,
dulzura inefefable
todo deseable.

Permanece con nosotros, Señor,
ilumínanos con la luz,
expulsa la tiniebla de la mente
llena el mundo de dulzura.

Cuando visitas nuestro corazón
entonces luce para él la verdad,
la vanidad del mundo se desprecia
y dentro se enardece la Caridad.

Conoced todos a Jesús,
invocad su amor,
buscad ardientemente a Jesús,
inflamaos buscándole.

¡Oh Jesús! flor de la Madre Virgen,
amor de nuestra dulzura
a ti la alabanza, honor de majestad divina,
Reino de la felicidad.

¡Oh Jesús! suma benevolencia,
asombrosa alegría del corazón
al expresar tu bondad
me urge la Caridad.

Ya veo lo que busqué,
tengo lo que deseé
en el amor de Jesús desfallezco
y en el corazón todo me abraso.

¡Oh Jesús, dulcísimo para mí!,
esperanza del alma que suspira
te buscan las piadosas lágrimas
y el clamor de la mente íntima.

Sé nuestro gozo, Jesús,
que eres el futuro premio:
sea nuestra en ti la gloria
por todos los siglos siempre. Amén.
Iesu dulcis memoria
Dans vera cordis gaudia
Sed super mel et omnia
Eius dulcis praesentia.

Nil canitur suavius
Nil auditur iucundius
Nil cogitatur dulcius
Quam Jesus Dei Filius.

Iesu, spes paenitentibus
Quam pius es petentibus
Quam bonus Te quaerentibus
Sed quid invenientibus?

Iesu dulcedo cordium
Fons vivus lumen mentium
Excedens omne gaudium
Et omne desiderium.

Nec lingua valet dicere
Nec littera exprimere
Expertus potest credere
Quid sit Iesum diligere.

Iesu Rex admirabilis
Et triumphator nobilis
Dulcedo ineffabilis
Totus desiderabilis.

Mane nobiscum Domine
Et nos illustra lumine
Pulsa mentis caligine
Mundum reple dulcedine.

Quando cor nostrum visitas
Tunc lucet ei veritas
Mundi vilescit vanitas
Et intus fervet Caritas.

Iesum omnes agnoscite
Amorem eius poscite
Iesum ardenter quaerite
Quaerendo in ardescite.

Iesu flos matris Virginis
Amor nostrae dulcedinis
Tibi laus honor numinis
Regnum beatitudinis.

Iesu summa benignitas
Mira cordis iucunditas
In comprehensa bonitas
Tua me stringit Caritas.

Iam quod quaesivi video
Quod concupivi teneo
Amore Iesu langueo
Et corde totus ardeo.

O Iesu mi dulcissime
Spes suspirantis animae
Te quaerunt piae lacrymae
Et clamor mentis intimae.

Sis, Iesu, nostrum gaudium,
Qui es futurus praemium:
Sit nostra in te gloria
Per cuncta semper saecula. Amen.

Oremus:
¡Oh Dios!, que has constituido a tu unigénito Hijo como Salvador del mundo y quisiste que se llamara Jesús, concédenos propicio que al que por su santo nombre veneramos en la tierra, también disfrutemos de su presencia en el cielo. Por el mismo Cristo nuestro Señor . Amén.
Deus, qui unigenitum Filium tuum constituisti humani gener is Salvator em et Iesum vocari iussiti: concede propitius; ut cuius sanctus nomem veneramur in terris, eius quoque aspectu per fruamur in coelis. Per eumdem Christum Dominum nostrum. Amen.



Jesús de María

Vídeos recomendados:
a) Iglesia de Jesu en Roma, Italia.
b) Himno Jesús dulcis memoria.