martes, 22 de agosto de 2017

CONSAGRACION DEL MUNDO AL INMACULADO CORAZON DE MARIA, (PIO XII)



Reina del Santísimo Rosario, auxilio de los cristianos, refugio del género humano, triunfadora en todos los combates de Dios, nos prosternamos suplicantes ante vuestro trono, seguros de obtener misericordia y de recibir las gracias, el apoyo y la defensa oportuna en las presentes calamidades, no en virtud de nuestros propios méritos, de los que no podemos presumir, sino únicamente a causa de la inmensa bondad de vuestro corazón maternal.

A Vos, a vuestro Corazón Inmaculado, en esta hora trágica de la historia de la humanidad, nos confiamos y nos consagramos, no sólo en unión con la Santa Iglesia, Cuerpo Místico de vuestro amado Jesús, que sufre y sangra en las tribulaciones que soporta de tantas maneras y en tantos lugares, sino también con el mundo entero, desgarrado por feroces discordias, encendido por un incendio de odio, víctima de su propia iniquidad.

¡Que puedas Tú tocar tantas ruinas materiales y morales, tanto dolor y angustia de padres y madres, de esposos, de hermanos, de niños inocentes; tantas vidas tronchadas en su flor, tantos cuerpos lacerados en una afrentosa carnicería, tantas almas torturadas y agonizantes, y tantas otras en peligro de perderse para toda la eternidad!

¡Oh, Madre de misericordia, obténnos de Dios la paz! y sobre todo, aquellas gracias que pueden, en un instante, convertir los corazones humanos, esas gracias que preparan, conducen y aseguran la paz. Reina de la paz, ruega por nosotros y da al mundo en guerra la paz a la que aspiran los pueblos, ¡la paz en la verdad, en la justicia, en la caridad de Cristo! Concédele la paz de las armas y la paz de las almas, para que en la tranquilidad del orden se extienda el Reino de Dios.

Concede tu protección a los infieles y a todos los que aún yacen en la sombra de la muerte; concédeles la paz; haz que luzca para ellos el Sol de la Verdad y que puedan repetir con nosotros, ante el único Salvador del mundo: «¡Gloria a Dios en las alturas, y sobre la tierra paz a los hombres de buena voluntad!" (Lc. 2,14).

A los pueblos separados por el error y la discordia, y sobre todo a aquellos que profesan por Vos una devoción singular y en los cuales casi no hay hogar en que no se venere vuestra imagen (quizás hoy escondida y reservada en espera de días mejores), concédeles la paz, y condúcelos al único rebaño de Cristo, bajo el único y verdadero Pastor.

Obtén para la Santa Iglesia de Dios la paz y la libertad completa; detén el diluvio invasor del neopaganismo, fomenta en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la vida cristiana y el celo apostólico, a fin de que el pueblo de los que sirven a Dios crezca en número y en méritos.

De igual modo que al Corazón de vuestro amado Jesús fueron consagrados la Iglesia y todo el género humano, para que, habiendo puesto toda esperanza en Él, fuese para nosotros signos y prenda de victoria y salvación, así igualmente nosotros también nos consagramos perpetuamente a Vos, a vuestro Corazón Inmaculado, ¡oh Madre nuestra, Reina del mundo!, para que vuestro amor y vuestro patrocinio apresuren el triunfo del Reino de Dios, y que todas las naciones, puestas en paz entre ellas y con Dios, Os proclamen bienaventurada y entonen con Vos, de un extremo a otro del mundo, un eterno Magnificat de gloria, amor y reconocimiento al Corazón de Jesús, el único en que ellas pueden encontrar la Verdad, la Vida y la Paz. Amén.

Pío XII