jueves, 3 de junio de 2010

LA COMUNIÓN SACRÍLEGA


San Antonio Mª Claret

Apenas hay delito que más ofenda a Dios que el de la comunión sacrílega. Los Santos Padres lo demuestran con palabras y ejemplos asombrosos. El que comulga en pecado mortal comete un delito mayor que Herodes, dice San Agustín; más horrendo que Judas, dice San Juan Crisóstomo; más terrible que el que cometieron los judíos crucificando al Salvador, dicen otros santos. Y por todos añade San Pablo: será reo del Cuerpo y Sangre del Señor; esto, dice la Glosa: será castigado como si con sus manos hubiere muerto al Hijo de Dios, Es la comunión sacrílega un delito tan enorme, que Dios no espera a castigarlo en el infierno, sino que ya empieza en este mundo con enfermedades y muertes; de modo que ya en tiempo de los Apóstoles, según San Pablo, muchos por sus comuniones sacrílegas padecían gravísimos males corporales y otros morían. San Cipriano refiere de algunos de su tiempo que lo mismo era recibir indignamente la sagrada Comunión, que hallarse acometidos de intolerables dolores en las entrañas, hasta morir reventados. San Juan Crisóstomo conoció a muchos poseídos del demonio por causa de este delito; y San Gregorio Papa asegura que en Roma hizo grandes estragos la peste que sobrevino, por haberse continuado en aquella ciudad las diversiones, convites, espectáculos e impurezas después de la Comunión pascual; y lo mismo refiere de su tiempo San Anselmo, por haber cumplido mal con este precepto. Se lee en la vida de San Bernardo que un monje se atrevió a comulgar en pecado mortal; pero, ¡cosa terrible!, apenas le hubo dado el Santo la Sagrada Hostia, reventó como Judas y como él se condenó eternamente.

Refiere el célebre P. Arbiol que había en cierto pueblo una señora que en una fiesta muy solemne fue a confesar; y el confesor, hallándola en ocasión próxima voluntaria, le dijo que no podía absolverla si no se apartaba primeramente de la ocasión, y que en aquel día no podía recibir la sagrada Comunión; pero ella quiso recibirla sin hacer caso de lo que le dijo el confesor, y al momento que tuvo la sagrada Hostia en la garganta, la ahogó, quedando muerta en la misma iglesia en presencia de mucha gente.

Gran número de casos de esta naturaleza podría referirte, no sólo antiguos, sino también modernos, aunque al presente no suceden tantos, por causa, según creo, de que los buenos por temor se retraerían de frecuentar los Santos Sacramentos; y Jesús, por el amor que nos tienen y para nuestro bien, prefiere dejar impunes visiblemente los sacrilegios y que los buenos lo reciban con frecuencia, a que éstos no se atrevan a recibirle, atemorizados por los castigos de los profanadores; pero si a estos últimos no los castiga visiblemente, ya lo hace invisiblemente con ceguedad de entendimiento, y con dureza de corazón y con su abandono en este mundo, y después, en el otro, con las penas eternas del infierno. Encomiéndate a María Santísima, para que te alcance los auxilios que necesitas para poder recibir con frecuencia y dignamente los Santos Sacramentos.

Y a fin de que conozcas mejor cuánto conviene recibir con buena disposición los Santos Sacramentos y los diferentes efectos que causan, por conclusión te referiré otro caso que se lee en las vidas de los Santos Padres: Había un Obispo muy virtuoso, que, habiéndosele avisado que dos personas vivían en trato ilícito, suplicó al Señor se dignase manifestarle el estado de la conciencia de sus súbditos. Oyó Dios sus súplicas, y un día, después de haber distribuido la sagrada Comunión a un gran concurso, vio que los unos tenían el rostro negro como un carbón, a otros les centelleaban los ojos, y otros muy hermosos y vestidos de blanco. Repitió la súplica el buen Prelado, a fin de que Dios le manifestase aquel misterio. Al instante apareciose un ángel, y le dijo: “Has de saber que estos que tienen el rostro negro son los impuros y deshonestos; esos otros que les centellean los ojos son los avaros, usureros y vengativos; y los que ves tan hermosos y vestidos de blanco son los que se hallan en gracia y adornados de virtudes.” Acudieron también a comulgar las dos personas acusadas de trato ilícito, y las vio igualmente resplandecientes y hermosas, por lo qué pensó el santo Obispo haber sido engañado; mas el ángel le dijo que era verdad cuanto le habían dicho de ellas, pero que habiéndose apartado de la ocasión y hecho una buena confesión, les habían sido perdonados todos sus pecados, y con esto habían quedado bien dispuestas para recibir la sagrada Comunión, la cual les había causado estos admirables efectos.

Por lo tanto, apreciable hermano en Jesucristo, por el grande amor que te profeso, te suplico y encargo no vayas jamás a recibir la sagrada Comunión en pecado mortal; mas no te asustes si en tan desgraciado estado te encuentras. Confiésate bien antes, y de veras arrepentido; excítate a muchos y fervientes actos de humildad, confianza y amor, y comulgando con esta disposición quedarás lleno de los grandes y celestiales frutos que causa la sagrada Eucaristía a quien la recibe dignamente. Quiero aquí referirte los principales para que te aficiones más y más a frecuentarla.


1.º Aumenta la gracia.

2.º Da luz al alma a fin de conocer el bien para seguirlo y el mal para huirlo.

3.º Aviva la fe y la esperanza.

4.º Enciende la caridad.

5.º Modera la ira y demás pasiones, preservándonos de pecar.

6.º Nos une con Jesucristo.

7.º Nos da una suavidad espiritual, mediante la cual se hacen con gusto todas las obras de virtud.

8.º Ahuyenta los demonios, para que no nos tienten tan a menudo.

9.º Calma los remordimientos de la conciencia.

10.º Hace tener gran confianza en Dios en la hora de la muerte.

11.º Alimenta el alma dándole vigor, así como el pan material lo da al cuerpo.

12.º Por último, nos da especiales auxilios para perseverar en el bien y llegar a la eterna gloria de la cual es prenda cierta la que te deseo de todo corazón, como para mí mismo.

De Camino Recto y Seguro para llegar al Cielo.