viernes, 18 de junio de 2010

PENA QUE CAUSA A DIOS EL PECADO DE ESCANDALO - SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO


Introducción, definición. –Ante todo, es preciso explicar en qué consiste el pecado de escándalo. He aquí cómo lo define Santo Tomás: “Es una palabra o una acción que constituye para el prójimo ocasión de ruina espiritual”.

El escándalo es, pues, cualquier dicho o acción con la que eres causa u ocasión de contribuir a que el prójimo pierda el alma. Este escándalo puede ser directo o indirecto. Es directo cuando directamente te esfuerzas por inducir al prójimo a cometer un pecado. Es escándalo indirecto cuando con tu mal ejemplo o con tus palabras prevés la caída del prójimo y no te privas de decir aquella mala palabra o de cometer aquella mala obra. Desde el momento en que hay materia grave, el escándalo, ya directo o indirecto, es pecado mortal.

I

Veamos ahora la pena que causa a Dios el pecado de escándalo. Para comprenderlo, consideremos:

1.º Cómo Dios creó al alma a su imagen de modo especial. –En primer lugar, la creó a imagen del mismo Dios. Hagamos un hombre a imagen nuestra. Dios hizo salir de la nada, con un fiat, al resto de las criaturas, como con un guiño de su voluntad; pero al alma la creó con su mismo soplo; por eso se lee: insuflando en sus narices aliento vital.

2.º Desde toda la eternidad la creó para el cielo. Además, esta alma, el alma de tu prójimo, fue amada por Dios desde toda la eternidad: Te he amado con amor eterno; por eso te atraigo con bondad. Finalmente, la creó para llamarla un día al cielo y hacerla partícipe de su gloria y de su reino, como nos dice San Pedro: Para que por estos (bienes) os hagáis participantes de la divina naturaleza. En el cielo la hará partícipe de su mismo gozo: Entra en el gozo de tu Señor. Entonces es cuando Dios se dará a sí mismo en recompensa: Soy para ti tu escudo; tu salario será sobre manera grande (Gen. 15.1).

3.º Sobre todo, la rescató con la sangre de Jesucristo. –Lo que sobre todo nos manifiesta cuán grande aprecio tiene Dios del alma es la obra de la redención que Jesucristo llevó a cabo para rescatarla del abismo del pecado. “¿Quieres saber tu valor”, pregunta San Euquerio, y responde: “Si no crees a tu Creador, pregunta a tu Redentor. Y San Ambrosio, para darnos a comprender precisamente cuán a pecho debemos tomar la salvación de nuestros hermanos, nos dice: “Considera la muerte de Cristo y deduce lo que vale la salvación de tu hermano”. Por tanto, si Cristo dio su sangre para rescatar el alma, tenemos derecho para decir que ésta vale la sangre de Dios, ya que apreciamos el valor de una cosa según el precio en que la tasa un prudente comprador. Comprados fuisteis a costa de precio (1 Ped. 1, 19).Por esto San Hilario decía: “Al considerar el precio en que fue tasada la redención humana, parece que el hombre vale tanto como Dios”. Por todo ello comprendemos cómo nuestro Salvador nos inculca: En verdad os digo, cuanto hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeñuelos, conmigo lo hicisteis (Mt. 25, 40).

II
ESTE PECADO MATA AL ALMA

-Siendo esto así, ¡qué pena tan amarga causa a Dios el escandaloso que le hace perder un alma! Baste decir que le roba y le mata una hija por quien para salvarla había derramado la sangre y dado la vida. Por eso San León llama homicida al escandaloso. “Quién escandaliza, son sus palabras, asesina el alma de su prójimo.”
…Y PRIVA A JESUCRISTO DEL FRUTO DE SUS LÁGRIMAS, DOLORES, etc. –El escandaloso comete un homicidio tanto más atroz cuando que arrebata a su hermano no ya la vida corporal sino la vida del alma, y priva a Jesucristo del fruto de todas sus lágrimas, dolores y, en una palabra, de cuanto el Salvador padeció para ganar aquella alma. Por esto escribió el Apóstol a los fieles de Corinto: Y pecando así contra los hermanos y sacudiendo a golpes su conciencia, que es débil, contra Cristo pecáis (1 Cor. 8, 12). Quien escandaliza al prójimo se dirá que peca propiamente contra Cristo, porque, al decir de San Ambrosio, quien es causa de que se pierda un alma es causa de que Jesucristo pierda una obra en que empleó tantos años de fatigas y de sufrimientos. Cuéntase que el bienaventurado Alberto Magno empleó treinta años de trabajos en confección de una cabeza parecida a la de un hombre, consiguiendo que articulase ciertas palabras, y que Santo Tomás, receloso de que hubiera allí algo diabólico, cogió la citada cabeza y la rompió. Alberto Magno se le quejó diciéndole: “Me rompiste treinta años de trabajo”. No entro ni salgo en la veracidad del hecho; pero lo cierto es que, cuando Jesucristo ve perdida el alma por obra y desgracia del escandaloso, puede muy bien echarle en rostro este reproche: “Malvado, ¿qué hiciste? Me perdiste esta alma, por la que empleé treinta y tres años de vida”.

Comparación sacada de las Sagradas Escrituras. –Léese en las Sagradas Escrituras que los hijos de Jacob, después de vender a su hermano a los mercaderes, fueron a decir al padre: ¡Una bestia feroz lo ha devorado! Y para dar a entender mejor a Jacob que José había sido presa de la tal bestia feroz, mojaron el vestido de José en la sangre de un cabrito, preguntándole: Comprueba, por favor, si es la túnica de tu hijo o no, a lo que el padre hubo de responder entre gemidos de dolor: ¡La túnica de mi hijo es! ¡Una bestia feroz lo ha devorado! De igual modo también, cuando un alma, a consecuencia del escándalo, acaba de caer en pecado, los demonios le toman la estola bautismal teñida en la sangre del Cordero inmaculado, es decir, la gracia de que le ha despojado el escandaloso, gracia que Jesucristo le había adquirido con el precio de su sangre, y preguntan a Dios: “¿Es éste el vestido de tu hijo?” Si Dios pudiera estallar en sollozos, a no dudarlo que a la vista de esta alma así sacrificada, de su hijo asesinado, sus lágrimas correrían más amargas que las de Jacob, exclamando: Si, es el vestido de mi hijo amadísimo; una bestia feroz lo ha devorado. Y luego buscando a esta bestia feroz, exclamaría: “¿Dónde está el monstruo feroz que acaba de devorar a mi hijo?”

Conclusión. Profunda irritación de Dios, que le excita a la venganza.-Y una vez hallado este monstruo feroz, ¿qué hará el Señor? Los asaltaré, dice como osa privada de sus cachorros. Así hablaba Dios por boca de Oseas. Cuando la osa vuelve a la guarida y no halla sus cachorros, sale a recorrer el bosque en busca del ladrón, y si lo encuentra lánzasele para desgarrarlo. Así se precipitará el Señor sobre el escandaloso que le arrebató uno tan sólo de sus hijos.

Tal vez diga el escandaloso: “Si se ha condenado ya aquel prójimo, ¿qué puedo hacer yo?” Puesto que él se ha condenado por culpa tuya, responde el Señor, tuya es la responsabilidad: Yo he de reclamar su sangre de tu mano. También se lee en el Deuteronomio: No tendrás conmiseración: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie. Sí, dice el Señor, ya que tú causaste la perdición de un alma, es preciso que también pierdas la tuya. –Pasemos ya al segundo punto.

CASTIGOS CON QUE DIOS AMENAZA A LOS ESCANDALOSOS

I
LA AMENAZA DE UN CASTIGO

1º. Grande.- ¡Ay del hombre por quien viene el escándalo! Si grande es la pena que el escandaloso causa a Dios, grande ha de ser también el castigo que le espera. He aquí cómo habla Jesucristo de tal castigo: Quien escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, mejor fuera que le colgasen alrededor del cuello una muela de tahona y le sumergiesen en alta mar. El escandaloso merece que se le arroje al mar con una piedra de molino al cuello, y no con una piedra cualquiera, sino con una piedra asnaria, es decir, piedra enorme a la que en Palestina daban vuelta los asnos en los molinos. Cuando algún malhechor muere ajusticiado en la plaza, los espectadores se mueven a compasión, y si no lo pueden librar de la muerte, al menos lo encomiendan a Dios; pero si el desgraciado es arrojado a altar mar, nadie lo compadecerá. Por esto dice un autor que Jesucristo habló de esta suerte de castigo en relación con el escandaloso, para declararlo tan odioso a los mismos ángeles y santos que ni siquiera tienen ánimo de encomendar a Dios a quien se ha hecho reo de la perdición de una sola alma: “Es indigno de que se le vea y de que se le ayude.”

2.º Riguroso.- No se contenta Dios con no dejar nunca impune al escandaloso, sino que le trata siempre con la más rigurosa justicia, porque lo aborrece soberanamente. “Dios, dice San Juan Crisóstomo, es paciente con ciertos pecados aun gravísimos, pero nunca con el escándalo, por lo horrible que es a sus ojos”. El señor lo había ya declarado por boca de Ezequiel: Tornaré mi rostro contra tal hombre y (lo convertiré) en ejemplo (y proverbio) y lo extirparé de en medio de mi pueblo; y sabréis que soy yo Yahvé (Ez. 14, 8). Y realmente vemos por las Escrituras Sagradas que uno de los pecados que castiga Dios con mayor rigor es del escándalo. Los padres ya se sabe que escandalizan no tan sólo cuando dan mal ejemplo a sus hijos, sino también cuando no los corrigen como conviene. Pues bien, he aquí lo que Dios dijo del sacerdote Helí, culpable tan sólo por no haber corregido a sus hijos que escandalizaban al pueblo judío robando del altar las carnes sacrificadas: He aquí que voy a hacer en Israel una cosa que a todo aquel que la oiga le retiñirán ambos oídos, porque nota la Sagrada Escritura, con motivo del escándalo dado por los hijos de Helí: Era… el pecado de estos jóvenes muy grave a los ojos de Yahvé /1 Rey. 2, 17) ¿Cuál era, pues, el grave pecado que cometían? Dice San Gregorio que “inducir al pueblo al mal”. También Jeroboam fue severamente castigado, y ¿por qué? Por escandaloso. Entregará a Israel, a causa de los pecados que Jeroboam ha cometido y ha hecho cometer a Israel (3 Rey. 14, 16). En la familia de Acab, enemiga toda ella de Dios, cayó el más espantoso de los castigo sobre Jezabel; fue, en efecto, lanzada de lo alto de una ventana y devorada de los perros, que tan sólo le dejaron el cráneo y las extremidades de los pies y de las manos. ¿Por qué? Responde el abulense: “Porque Jezabel incitaba a Acab a toda clase de iniquidades”.


II
ESTE CASTIGO SE VERIFICARÁ SOBRE TODO EN EL INFIERNO

- El infierno fue creado para castigar el pecado de escándalo. Al principio creó Dios el cielo y la tierra. ¿Cuándo creó el infierno? Cuando Lucifer comenzó a seducir a los ángeles para rebelarse contra Dios. En efecto, para impedirle que sedujese a los ángeles que habían permanecido fieles, Dios lo arrojó del cielo inmediatamente después de su pecado.

1º. Castigo debidamente merecido. –Jesucristo llamaba a los fariseos, que con su mal ejemplo escandalizaban al prójimo, hijos del demonio, que fue desde el principio el homicida de las almas: Vosotros tenéis por padre al diablo… El era homicida desde el principio (Jn. 8, 44). Y cuando San Pedro le escandalizó insinuándole que no se dejara prender y matara a los judíos, con lo que impediría la redención humana, Jesucristo lo llamó demonio: Vete de ahí, quítame de delante, Satanás; piedra de escándalo eres para mí (Mt. 16, 23).

Y a la verdad, ¿qué otro oficio ejerce el escandaloso más que ser ministro del demonio? No harían ciertamente los demonios tan cosecha de almas cuanta hacen si no los ayudarán tan malvados ministros. Hace más daño un compañero escandaloso que lo harían cien demonios.

Explicación. –Comentado San Bernardo las palabras del rey Ezequías: En salud se me ha trocado la amargura, pone en boca de la Iglesia de su tiempo las siguientes palabras: “Actualmente la Iglesia no tiene paganos, no tiene herejes que la persigan; pero la persiguen sus mismos hijos, es decir, los cristianos escandalosos. Los cazadores de red para coger avecillas llevan reclamos, que no son mas que otras avecillas atadas por un hilo y ciegas”. Así hace el demonio, dice San Efrén: “Cuando coge presa a un alma, en primer lugar la ciega y la sujeta como esclava, convirtiéndola así en reclamo suyo para engañar a los demás y atraparlos en la red del pecado”. Y San León afirma que “no sólo incita (en demonio) a las almas a engañar a los demás, sino que hasta las fuerzas a ello”.

2º. Será castigo terrible, porque será proporcionado a todos los pecados causados por los escandalosos. -¡Desgraciados escandalosos! En el infierno tendrán que sufrir la pena de cuantos pecados hicieron cometer a los demás. Cuenta Cesáreo que al punto de morir cierto escandaloso lo vio un santo varón presentarse al tribunal de Dios, donde fue condenado al infierno, a cuya puerta salieron a recibirle todas las almas que había escandalizado, las cuales dijéronle: “Ven acá, maldito; ven a pagar los pecados que no hiciste cometer”, y esto diciendo se le lanzaron encima, como otras tantas bestias feroces, para destrozarlo.

3.º Será inevitable para los endurecidos. –Nota San Bernardo que la Sagrada Escritura, al hablar de otros pecadores, deja abierta una puerta a la esperanza de enmienda y de perdón; más cuando habla de los escandalosos, habla como de precitos que ya estuvieran separados de Dios y sin esperanza de salvación.

III
APLICACIÓN. ESTADO DEPLORABLE Y CASTIGO ATERRADOR

1.º De los que predican el mal, sobre todo a los niños. –Comprendan el estado deplorable en que se encuentran quienes escandalizan con su mal ejemplo y quienes hablan deshonestamente ante sus compañeros, ante muchachas y ante niños inocentes, que al oír aquellas palabras se detienen a pensarlas, por lo que cometen miles de pecados. Pensad pues, el dolor con que se lamentarán los ángeles de la guarda de aquellos desgraciados niños viéndolos caer en pecado y cómo pedirán a Dios venganza contra semejantes bocas sacrílegas que los escandalizaron.

2.º Castigos de quienes se burlan de las gentes de bien. -¡Cuán terrible será también el castigo de quienes con sus continuadas burlas ridiculizan a las gentes de bien! No faltan quienes para hurtar la burla abandonan el bien y se dan a mala vida.

3.º Castigos de quienes favorecen relaciones culpables y se glorían de sus pecados.-Y ¿qué decir de quienes favorecen relaciones culpables y quienes se glorían del mal cometido? Efectivamente, hay quienes, en lugar de sentir desolación y arrepentimiento por los pecados, cometidos, lejos de hacer caso de ello, llegan hasta a gloriarse de su abominable conducta.

4.º Castigo de quienes incitan al mal. -¿Qué decir también de quienes incitan al mal, de quienes incitan a cometerlo, de quienes hasta enseñan el mismo mal, crimen de que los mismos demonios no son capaces?

5.º Crimen de los padres que lo permiten. -¿Qué decir, finalmente, de los padres que, lejos de impedir, pudiéndolo, los pecados de sus hijos, consienten que frecuenten malas compañías, que vayan a casas peligrosas y que conversen con jóvenes de diverso sexo? ¡Qué castigos tan terribles se preparan todos estos escandalosos para el día del juicio final!

PERORACIÓN

1.º Esperad. –y ¿qué?, dirá tal vez alguien; yo, que escandalicé, ¿estaré perdido? ¿No habrá, padre mío, para mí esperanza de salvación?-No; yo no pretendo decir que te desesperes: la misericordia de Dios es grande y prometió el perdón al corazón arrepentido.

2.º Reparad los escándalos. –Pero para salvaros es de absoluta necesidad que reparéis vuestros escándalos. San Cesáreo dice. “Muy justo es que, después de haberos perdido a vos mismo perdiendo a los demás, ayudéis al prójimo a salvarse, salvándoos a vos mismo”. Ya que te perdiste y con tus escándalos perdiste a muchas almas, justo es que repares el mal. Pues bien, así como llevaste a los otros al pecado, así es necesario que ahora los lleves a la virtud, por lo que no debes tener en adelante más que conversaciones edificantes, buenos ejemplos, fuga de las ocasiones, frecuencia de sacramentos, asiduidad a los cultos de la iglesia y a los sermones.

3.º No escandalicéis más. –De hoy en adelante guardaos, más que de la muerte, de hacer ni decir nada que pueda ser ocasión de escándalo al prójimo. “Baste al caído encontrarse solo por tierra”, dice San Cipriano. Y de Santo Tomás de Villanueva: “Bástennos nuestros propios pecados”. ¿Qué mal os hizo Jesucristo que no os baste haberlo ofendido vosotros, para que queráis que los demás lo ofendan? Esto es exceso de crueldad.

4.º Evitad la compañía de los escandalosos. –Guardaos en delante de dar el más mínimo escándalo, y sí os queréis salvar, huid cuanto os sea dado la compañía de los escandalosos. Estos demonios encarnados se condenarán, y si no os apartáis de ellos, también acabaréis por condenaros. ¡Ay del mundo a causa de los escándalos!, dice el Señor, para darnos a comprender que son muchos los que se condenan por que no se cuidan de evitar la compañía de los escandalosos. – Pero si es amigo mío, a quien debo muchos favores y en quien tengo grandes esperanzas. Si tu ojo te escandaliza, sácalo y échalo lejos de ti; mejor te vale con un solo ojo entrar en la vida que con tus ojos ser arrojado en la gehena del fuego. Por tanto, por muchos títulos que os ligaran a persona tan querida, tendríais que romper con ella y no volver a verla si os fuere ocasión de escándalo, porque vale más perderlo todo y salvar el alma sin un ojo que entrar con ambos en el infierno.

Preparación para la Vida Eterna
San Alfonso María de Ligorio