NIÑO CRUCIFICADO
Año 1490. Ávila (España)
Irritados los judíos porque el Santo
Tribunal de la Inquisición
perseguía y castigaba sus nefandos
crímenes, maquinaron matar a todos los cristianos de España por medio de un hechizo que propuso en
el año 1490 un judío venido de Francia, llamado Benito García de las Mesuras,
el cual consistía en quemar el corazón de un niño cristiano juntamente con una
Hostia consagrada, y echar cenizas en la fuente pública y en los ríos, con lo
cual morirían cuantos cristianos bebiesen de aquellas aguas.
Un vecino de La Guardia , llamado Juan
Franco, robó en Toledo un niño cristiano y, llevándolo a la Guardia , lo entregó a los
judíos, quienes lo crucificaron como a nuestro Señor Jesucristo, y le
arrancaron el corazón. Enterrado el santo niño y ya en posesión del corazón,
faltábales la Hostia
consagrada, que no tardaron en obtener de un mal sacristán, en cambio de un
capote que le prometieron.
Pasado algunos días, se reunieron los
pérfidos judíos para arreglar el hechizo con la Hostia y el corazón pero
antes de poner en ejecución tan diabólicos intentos, quisieron asegurarse,
y determinaron enviar a Benito García de
las Mesuras con el corazón del niño y la sagrada Forma a la Aljama de Zamora, sinagoga
muy principal, para que los doctos rabinos dispusieran con todo acierto el
deseado hechizo.
Puesto en camino el desventurado Mesuras,
llegó a la ciudad de Ávila. Apenas entró en la posada y acomodó la caballería,
se fue a la iglesia Catedral: allí hincado de rodillas, fingiendose devotísimo
cristiano, sacó un librito de Horas, donde había metido la Hostia consagrada, y daba a
entender que rezaba en dicho librito.
Detrás de él estaba haciendo oración un
fervoroso cristiano, y observó que de aquel librito salían unos resplandores
celestiales, y se persuadió que aquel devoto forastero sería un varón justo o
que llevaba en sí algún alto misterio.
Con este motivo no quería apartarse de él ni perderlo de vista, y siguiole
cuando se salió de la iglesia, hasta ver dónde posaba, y luego sin detenerse se
fue presuroso a dar noticia de lo que
había visto a los inquisidores, para que con su autoridad averiguasen que
prodigio era aquél que se indicaba con los resplandores.
Los señores inquisidores, tomaron a su
cuidado el negocio, enviaron a gentes a la posada, quienes encontraron a
Mesuras comiendo y bebiendo con mucho sosiego, mas apenas lo llamaron a su
aposento, quedó el infeliz todo inmutado, pálido el rostro, trabada la lengua,
temblándole las piernas, helados de pavor y miedo los huesos, mostrando así en
su exterior, ser culpable de algún horrendo crimen.
Llévenle al santo Tribunal, hácenle los
inquisidores varias preguntas, y conociendo por sus respuestas haber delito
encubierto, queda detenido en la cárcel, hasta que por fin se rindió confesando
sus crímenes y descubriendo los cómplices, quienes fueron severamente
castigados.
Concluida la confesión, exigiéronle al
punto las dos santas reliquias. Sacó en seguida un pañuelo, en el que había
puesto el corazón del niño, y al desenvolverlo no encontró en él más que las
señales de haber estado allí. Quedó atónito el judío y exclamó.
¿Dónde está el corazón?... Yo mismo lo
envolví en este pañuelo… Aquí están claras las señales… Yo lo he traído con
sumo cuidado… Perderse, no, no ha podido ser, ni persona alguna me lo ha podido
quitar… Más ¿Dónde está? Yo no lo sé…
Echo luego mano al libro de Horas, abriolo
por donde estaba la sagrada Forma y recibiéndola los inquisidores con
reverencia, la colocaron en una caja preciosa, y juntándose toda la clerecía y
pueblo, se formó una solemne y majestuosa procesión, en la que uno de los
inquisidores, vestido de estola y capa pluvial, acompañado de todos los
ministros del Santo Tribunal llevó la Sacrosanto Hostia
al convento de Santo Tomás de la misma
ciudad, donde se conserva milagrosamente después de tantos siglos, para gloria
del Santísimo sacramento y honor del mártir, el santo niño Cristóbal.
(Doctor Martín Moreno, Pbro.
Misionero del Santo Niño de la
Guardia )
P. Manuel Traval y Roset
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