NOVENA
Por la señal de la Santa Cruz, etc.
ACTO DE CONTRICION
Señor mío Jesucristo, mi Dios, mi padre, mi dueño, a quien amo más que a mi vida, más que a mi alma y más que a todas las cosas. Postrado ante vuestra inefable clemencia, cual pródigo de vuestra divina gracia, imploro vuestra piedad infinita. A mí me pesa en mi corazón y en mi alma haber ofendido a una Majestad tan inmensa. Pequé, Señor, ¡oh grave mal! ¡Os ofendí, oh bien sumo! ¡Os dejé, oh Padre mío! Pésame, Señor, haberos ofendido, por ser vos quien sois, tan digno del amor de las criaturas, así del cielo como de la tierra. Propongo, ayudado de vuestra gracia, enmendar los desórdenes de mi vida, llorar y confesar mis culpas, haciendo de ellas rigurosa penitencia. Os ofrezco mi vida, obras y trabajos, con el precio de vuestra sangre préciosa y todos los méritos de nuestra gloriosísima Reina por cuya intercesión poderosa espero perseverar, hasta el fin de mi vida, en vuestro santo temor, amor y gracia. Amén.
ORACION PREPARATORIA
PARA TODOS LOS DIAS
Inmenso y piadosísimo Dios que, movido de tu inefable caridad, inclinaste amoroso tus oídos a los ayes y lamentos de tu pueblo que, bajo el cruel yugo de Faraón, ansioso suspiraba por su libertad, la que concedió tu mano poderosa por medio de aquella prodigiosa zarza, que por símbolo de nuestra gloriosa Reina María Santísima de las Cruces, conservó intacto su verdor, sin sentir de las llamas la voracidad; postrado ante vuestro acatamiento divino, os pido, oh dulcísimo dueño, que, pues suspiramos en el Egipto de este mundo, no nos oprima más el Faraón del demonio. Logremos, Señor, nuestra deseada libertad, para gozar la verdadera tierra de promisión; mirad que, triste y afligido, vuestro pueblo espera en la animada Zarza de María el alivio de sus trabajos; hablar, Señor, a nuestras almas por medio de vuestra Madre escogida; concededme lo que os pido en esta novena, si es para gloria vuestra y bien de mi alma, para que, por medio de tu inefable clemencia, dirija mis pensamientos a la consecución de la bienaventuranza. Amén
ORACION
PARA EL PRIMER DIA
Emperatriz inefable y soberana de tu pueblo, amada protectora, mística vara del poder divino, en quien depositó Dios lo portentoso de su virtud: suplícote, Madre amorosísima mía, centro de toda piedad y clemencia, por los repetidos y singulares beneficios que. aun entre sombras, te debió el antiguo pueblo, que oigas clemente mis súplicas y me hagas merecedor de tus antiguas gracias, y pues eres de este pueblo la honra, la gracia y la alegría, haz, Señora, no me oprima la cadena de la culpa ni padezca el deshonor de ser esclavo de ella, y qué, preocupada mi alma de la gracia, regule mis pasos a la consecución de la gloria donde, con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, vives y vivirás por los siglos de los siglos. Amén.
ORACION
QUE SE REPETIRA TODOS LOS DIAS
Amada princesa del Empíreo, glorioso complemento de la Trinidad Santísima, gozo de los Celestiales Espíritus y deliciosa complacencia de los bienaventurados: a vuestra admirable y soberana presencia está mi alma humildemente rendida; volved, Señora, vuestros hermosos ojos y compadeceos de mis miserias y trabajos; y pues sois madre de este triste pueblo, oíd piadosa sus gemidos, acordaos que jamás dejasteis sin consuelo al que humilde implora vuestro patrocinio; confiado, pues, en vuestras piadosas entrañas, os represento mis fatigas. No queráis, Madre del Divino Verbo, despreciar mis lágrimas y suspiros; oídme propicia y piadosa, y concededme lo que os pido en esta novena, si es para gloria de Dios y bien de mi alma, y no siendo así, alcanzadme de la divina piedad me abrace gustoso con la cruz de la penitencia, para, que, con la tolerancia en los trabajos, consiga por su amor el reino de los cielos. Amén.
Aquí cada uno, con humildad y confianza, pedirá a Dios el favor que pretende alcanzar por intercesión de María Santísima de las Cruces.
OFRECIMIENTO
PARA TODOS LOS DIAS
María Santísima de las Cruces, reina de los ángeles, refugio de pecadores y consuelo de afligidos: a vos vengo, ¡oh Madre de piedad!, ¡oh bondad compasiva!, ¡oh dulcísima clemencia! ¡oh tiernísima misericordia!, ¡oh piadosísima reina! Confiado que me habéis de conceder el favor que os pido, si es para gloria de Dios y bien de mi alma; y no siendo así, protesto ante mi ángel custodio, ante vuestra presencia y del divino acatamiento, que quiero que mis deseos sean nulos y mis súplicas no sean oídas. Y en agradecimiento de que así os lo pido y suplico, os ofrezco el amor con que os ama vuestro hijo mi Señor Jesucristo, el amor de los serafines, las alabanzas de los ángeles, las reverencias de las dominaciones, la alegría de los bienaventurados, los corazones de los justos y el deseo que tengo de que todos os amen en la tierra como os aman los moradores de la gloria, en cuya compañía espero, por vuestra intercesión, alabaros por toda una eternidad. Amén.
Sea bendito y alabado el Santísimo Sacramento...
AVE MARIA
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ORACION
PARA EL SEGUNDO DIA
¡Oh poderosísima María! ¡Mar inmenso de divinas gracias! ¡Abismo insondable de perfecciones!, en cuyo venturoso seno tomó cuerpo el divino Verbo para que el tirano Faraón del demonio viese infeliz la destrucción de su imperio. Suplícote, Princesa soberana, con la humildad más profunda, que, así como el antiguo pueblo halló en las aguas del mar su protección y amparo, porque eran de tu soberanía místico símbolo, así este tu pueblo, triste y desconsolado, libre de las invasiones del común enemigo, que cruel intenta subyugarlo, por medio de las cristalinas aguas de la gracia, camine por el desierto de este mundo a la tierra deseada de la promisión, donde, haciendo coro con los angélicos espíritus, alabando y bendiciendo tus piadosísimas entrañas, le demos a la Majestad de Dios todo honor, toda gloria, porque vive y reina por todos los siglos de los siglos. Amén.
ORACION
PARA EL TERCER DIA
¡Excelentísima María! Refugio y consuelo de las almas, mística piedra de Oreb, formada a desvelos de la deidad para saciar la sed de los mortales y que no desfallezcan en el camino de las virtudes. Con todo mi corazón y alma te suplico, gloriosísima reina, que así como el pueblo de Israel logró saciar la sed que le afligía, así, ostentando ahora tu clemencia con este pueblo, que humilde te venera, con los copiosos raudales de la gracia, apagues en nosotros los desordenados afectos de concupiscencia, y que cobremos vida, para que, abrasado nuestro corazón en verdadera fe, amor y caridad, caminemos por este peligroso destierro, sin que nos alcancen las asechanzas del demonio, y sólo nos preocupe una sed grande de gozar de nuestro Dios y Señor, que vive y reina por todos los siglos de los siglos. Amén.
ORACION
PARA EL CUARTO DIA
Princesa inmaculada de los cielos, arca que fabricó el divino poder para depósito del Verbo increado, que es de las grandezas de Dios el más precioso tesoro: suplicámoste, dulcísima María, feliz esperanza de nuestras almas, por la gloria y grandeza inefable de ser digna Madre de nuestro Dios hombre, que así como los hijos de Israel, en sus aflicciones, trabajos y congojas hallaron en el arca la, protección más divina, así este vuestro pueblo amado, que humilde implora, vuestro celestial patrocinio, halle en las que le comprimen y, cercan, así en, el cuerpo como en el alma, el refugio que, confiado, espera de vuestras piadosísimas entrañas. No miréis, Señora, que lo desmerecemos por nuestras culpas y que sólo somos acreedores a las mayores penas. Atended, sí, a que sois nuestra clementísima Madre, y que, corno a tal, os ruega nuestro corazón humilde, para que, puestos bajo vuestra admirable sombra y regulando los pasos de nuestra vida, merezcamos veros y gozaros en la eterna.
Amén.
ORACION
PARA EL QUINTO DIA
¡Oh clementísima María!, regalado maná de la gloria, en quien las celestiales jerarquías hallan las más deliciosas complacencias: a ti, Señora, recurre humilde mi alma como a centro de toda piedad y clemencia. Suplícote, pues, amada protectora de mi vida, que así como las israelíticas turbas, en la soledad penosa del desierto, hallaron para su hambre el más abundante socorro en aquel dulce maná con que el cielo los regaló, así este tu pueblo afligido logre satisfacer el hambre que padece de la gracia y bienes celestiales, con el místico maná de tus virtudes. Sea sólo éste el alimento que dé a nuestros corazones el verdadero gusto para que, aborreciendo los viles y groseros que ofrece el Egipto de este mundo, caminemos seguros de perecer hasta que alimentemos nuestras almas con la vista clara de Dios. Amén.
ORACION
PARA EL SEXTO DIA
Augustísima reina de los cielos, dulce embeleso de los angélicos coros, místico y peregrino altar, en cuyas virginales aras se ofreció el mismo hijo de Dios, como sacrificio el más solemne por los repetidos pecados de los hombres. A ti, amantísima Señora, dirige nuestro rendimiento sus súplicas; sean aceptos nuestros clamores en el sagrado altar de tus piedades, para que, aplacando de Dios el justo enojo, siéndole agradables nuestros humildes sacrificios, merezcamos por tu intercesión soberana, como en el desierto los afligidos israelitas, el ser objeto de tu inefable misericordia, para que, viviendo y muriendo en su santa gracia, puesta nuestra alma en tus manos, sea digno sacrificio en el templo de la gloria donde vives y reinas. Amén.
ORACION
PARA EL SEPTIMO DIA
Madre del verbo increado, místico precioso candelero en quien, sobre la raíz y fundamento de la fe, puso el Señor el oro de la caridad, para que su amado querido pueblo, firme en la creencia de los misterios divinos, rendido adorase a la deidad, observando diligente los preceptos de la ley: humildes te suplicamos, Señora, que oigas clemente nuestros súplicas, y pues imperas amorosa en nuestras almas, haz se disipen las densas tinieblas con que las aflige la niebla opaca de la culpa, para que, iluminados con las luces de tus virtudes, caminemos con fe por este triste valle, hasta merecer por tu intercesión poderosa gozar felices de la bienaventuranza. Amén.
ORACION
PARA EL OCTAVO DIA
Oh liberalísima y suprema reina!, mística vara del Divino poder, mar inmenso de divinas gracias, abismo de perfecciones, refugio y consuelo de las almas, mística piedra de Oreb, arca que fabricó el poder divino, regalado maná de la gloria, dulce embeleso de los angélicos coros, místico precioso candelero, seguro amparo de nuestras almas, piscina caudalosa de misericordia y acueducto de las celestiales influencias en cuyas puras cristalinas aguas halló Israel el universal remedio a sus dolencias. A vos recurrimos, vida y consuelo de nuestras almas, haciéndonos presentes las enfermedades que nos cercan; fijad en nosotros vuestros ojos celestiales, y oíd cariñosa nuestros clamores para que consiguiendo, como los hijos de Israel, la deseada salud en lo espiritual y temporal, logremos felices, por vuestra piadosa intercesión, lo que os pide nuestro corazón con rendida humildad, para que haciéndonos por este medio merecedores de los divinos auxilios, publiquemos en el mundo vuestros favores soberanos, ínterin que os darnos rendidas y repetidas gracias en el altar supremo del reino de la gloria
ORACION
PARA EL NOVENO DIA
María Santísima de las Cruces, celestial prodigio, tesoro de gracia, milagro de la divinidad, arcano de amor, fuente de vida, medianera entre Dios y los hombres, triunfadora de los demonios, escuela de la divinidad, escala del paraíso, áncora de la esperanza, nieve de la virginidad, incendio de caridad, terso, puro y celestial espejo donde la imagen inmensa de nuestro Dios se retrata con perfección la más singular, y a quien puso en el tabernáculo de su templo, para que adornase sus almas el pueblo israelítico. Disponed, Señora, nuestros corazones para que, solícitos en adquirir virtudes, y purificados con el fuego de la caridad, nos miremos como en un espejo en vuestra imagen preciosísima, donde, delineando cuidadosos vuestras perfecciones, nos hagamos a los ojos de Dios tan agradables, que, deponiendo el justo formidable enojo con que nos mira justiciero por el pecado, seamos como retrato de vuestras virtudes, amados hijos de tus caricias y favores, para que, caminando perfectos por este destierro, logremos gozosos el galardón del Empíreo. Amén,—Ave María.
Fray D. Manuel de Oviedo y Treviño.
Del hábito de Calatrava y Cura que fue de
la Parroquía de Santa María de Daimiel.