SANTA PERPETUA Y FELICIDAD
Mártires ( -206)
Desde los primeros siglos del cristianismo, han sido muy admiradas y renombradas estas dos mártires africanas y puestas como modelo admirable y encantador. Yo prescindo aquí de ese su martirio y recuerdo la figura de la Eucaristía. A los mártires se les administraba la Eucaristía siempre que se podía.
Preguntó el hermano a Santa Perpetua si padecería el martirio. Que se lo preguntara a Dios, que le hacía tantas mercedes y comunicaciones. Se lo preguntó Perpetua a Dios y la dio la respuesta en el siguiente sueño: Leamos lo que nos narran las actas del martirio con estilo muy impresionante.
Dice Santa Perpetua: «Vino entonces a verme mi hermano, (en la cárcel) y me dijo: Hermana, yo sé que puedes mucho con Dios; pídele que te dé a entender por medio de alguna visión, si esto ha de parar en martirio. Como había mucho tiempo que el Señor me hacía grandes mercedes, y se dignaba permitirme que le hablase con simplicidad y confianza, respondí a mi hermano sin detenerme, que al día siguiente le daría noticias ciertas. Hice oración, y ve aquí lo que me fue mostrado.
«Vi una escala de oro maravillosamente alta, que se elevaba desde la tierra hasta el cielo; pero tan estrecha que sólo podía subir de una vez una persona. A los dos lados de la escala estaban clavadas de abajo a arriba navajas, garfios, puntas de espadas, lancetas, planchas de púas aceradas, y otros instrumentos de hierro, de manera que el que subiese descuidado y sin mirar atentamente a lo alto, sería herido y despedazado en todo su cuerpo. Al pie de la escala estaba echado un espantoso dragón de enorme grandeza, en ademán de arrojarse sobre los que pretendían subir, el cual hacía huir a todos por el terror que les causaba. El primero que subió fue Saturno, que había sido preso después que nosotros. Cuando llegó a lo alto de la escala, se volvió hacia mí y me dijo: Perpetua, aquí te espero; pero mira no te muerda ese dragón. Yo le respondí: En nombre de mi Señor Jesucristo no me hará mal. Levantó el dragón mansamente la cabeza, como que tenía miedo de mí, y habiéndose puesto sobre el primer peldaño de la escala, como que iba a subir por ella, yo puse el pie sobre la cabeza del dragón. Subí, y vi un jardín de una inmensa dilatación, y en medio de él, un hombre grande, que estaba sentado en traje de pastor, con los cabellos blancos, y estaba ordeñando a sus ovejas, rodeado de muchos millares de personas, todas vestidas de blanco. El pastor levantó la cabeza, me miró y me dijo: Hija, seas bienvenida; después me llamó, y me dio como un bocado de queso hecho de la leche que ordeñaba; le recibí con las manos juntas, le comí, y todos los que estaban alrededor de él respondieron: Amen. A este ruido desperté, y hallé que todavía estaba masticando una cosa dulce. Luego que conté esta visión a mi hermano, conocimos ambos por este misterioso sueño, que estábamos destinados para el martirio, y que el bocado delicioso significaba la Eucaristía, que se acostumbraba dar a los mártires para disponerlos a la pelea, y desde entonces nos consideramos entrambos como si ya no fuéramos de este mundo».
(Año Cristiano, día 11 de Marzo).
LA DIVINA EUCARISTIA
P. Valentín de San José, C.D.