miércoles, 29 de julio de 2009

UNIÓN IRRAZONABLE

“La Iglesia de Cristo no sólo ha de existir necesariamente hoy, mañana y siempre, sino también ha de ser exactamente la misma que fue en los tiempos apostólicos, si no queremos decir que Cristo Nuestro Señor no ha cumplido su propósito, o se engañó cuando dijo que las puertas del infierno no habrían de prevalecer contra ella.

“Y aquí se Nos ofrece ocasión de exponer y refutar una falsa opinión de la cual parece depender toda esta cuestión, y en la cual tiene su origen la múltiple acción y confabulación de los católicos que trabajan, como hemos dicho, por la unión de las iglesias cristianas. Los autores de este proyecto no dejan de repetir casi infinitas veces las palabras de Cristo: “Sean todos una misma cosa… Habrá un solo rebaño y un solo pastor”, más de tal manera las entienden que, según ellos, sólo significan un deseo y una aspiración de Jesucristo, deseo que todavía no se ha realizado. Opinan, pues, que la unidad de fe y de gobierno, nota distintiva de la verdadera y única Iglesia de Cristo, no ha existido casi nunca hasta ahora, y ni siquiera hoy existe: podrá, ciertamente, desearse, y tal vez algún día se consiga, mediante la concorde impulsión de las voluntades: pero entre tanto, habrá que considerarla sólo como un ideal.

"Añaden que la Iglesia, de suyo o por su propia naturaleza, está dividida en partes; esto es, se halla compuesta de varías comunidades distintas, separadas todavía unas de otras, y coincidentes en algunos puntos de doctrina, aunque discrepantes en lo demás, y cada una con los mismos derechos exactamente que las otras; y que la Iglesia sólo fue única y una, a lo sumo desde la edad apostólica hasta tiempos de primeros Concilios Ecuménicos. Sería necesario pues -dicen-, que, suprimiendo y dejando a un lado las controversias y variaciones rancias de opiniones, que han dividido hasta hoy a la familia cristiana, se proponga se formule con las doctrinas restantes una norma común de fe, con cuya profesión puedan todos no ya reconocerse, sino sentirse hermanos. Y cuando las múltiples iglesias a comunidades estén unidas por un pacto universal, entonces será cuando puedan resistir sólida y fructuosamente los avances de la impiedad.

“Siendo todo esto así, claramente se ve que ni la Sede Apostólica puede en manera alguna tener parte en dichos Congresos, ni de ningún modo pueden los católicos favorecer ni cooperar a semejantes intentos; y si lo hiciesen, darían autoridad a una falsa religión cristiana, totalmente ajena a la única y verdadera Iglesia de Cristo.

La reunión de todas las "religiones" en Asís el año 1986
“Podrá parecer que dichos “pancristianos”, tan atentos a unir a las iglesias, persiguen el fin nobilísimo de fomentar la caridad entre todos los cristianos. Pero, ¿cómo es posible que la caridad redunde en daño de la fe?
“Siendo la fe integra y sincera, como fundamento y raíz de la caridad, necesario es que los discípulos de Cristo estén unidos principalmente con el vínculo de la unidad de fe.
“Por tanto, ¿cómo es posible imaginar una confederación cristiana, cada uno de cuyos miembros pueda, hasta en materias de fe, conservar su sentir y juicio propios aunque contradigan al juicio y sentir de los demás? ¿Y de qué manera, sí se nos quiere decir, podrían formar una sola y misma Asociación de fieles los hombres que defienden doctrinas contrarias?
“Entre tan grande diversidad de opiniones, no sabemos cómo se podrá abrir camino para conseguir la unidad de la Iglesia, unidad que no puede nacer más que de un solo magisterio, de una sola ley de creer y de una sola fe de los cristianos.
“En cambio, sabemos, ciertamente, que de esa diversidad de opiniones es fácil el paso al menosprecio de toda religión, o "indiferentismo", y al llamado "modernismo", con el cual los que están desdichadamente inficionados sostienen que la verdad dogmática no es absoluta sino relativa, o sea, proporcionada a las diversas necesidades de lugares y tiempos, y a las varias tendencias de los espíritus, no hallándose contenida en una revelación inmutable, sino siendo de suyo acomodable a la vida de los hombres.
“Bien claro se muestra, pues, por qué esta Sede Apostólica no ha permitido nunca a los suyos que asistan a los citados congresos de acatólicos; porque la unión de los cristianos no se puede fomentar de otro modo que procurando el retorno de los disidentes a la única y verdadera Iglesia de Cristo, de la cual un día desdichadamente se alejaron; a aquella única y verdadera Iglesia que todos ciertamente conocen, y que por la voluntad de su Fundador debe permanecer siempre tal cual Él mismo la fundó para la salvación de todos”.
(S.S Pío XI, Encíclica Mortalium animos, 6 de enero de 1928)

martes, 28 de julio de 2009

LA MISA DEL PADRE PÍO

Según el Hermano Narsi Decoste en “El Padre Pío”


Tomado de Semper Fidelis.

«No se venía a San Giovanni para ver una clínica ultramoderna o para escuchar narraciones de conversiones o de curaciones espectaculares. La mayoría de los peregrinos disponían de un día, a veces de una mañana: venían a asistir a la misa del Padre Pío. Esto es muy notable cuando se sabe que llegaban a veces de muy lejos, frecuente de América.
Naturalmente, algunos aprovechaban de una estancia en Italia, Roma, Nápoles o en otra parte, para hacer un salto hasta San Giovanni; muchos repartían el mismo día. Habían venido únicamente para esto.

Desde las dos o tres horas de la mañana, los pesados autobuses descargaban delante del convento a sus ocupantes, sorprendidos de ver ya la plaza de la iglesia negra de mundo. Se esperaba pacientemente la apertura de las puertas para entrar; esperando, se rezaba el rosario.

Para el incrédulo que venia simplemente como curioso, la misa del Padre Pío era tal vez una ceremonia como todas las otras; pero, para el creyente, era de un valor infinito por la presencia real del Señor que el celebrante llama infaliblemente sobre el altar por las palabras consagratorias. La misa siempre y en todas partes tiene el mismo valor, allí donde es celebrada válidamente: ¿Por qué querer asistir a la del Padre Pío? Indudablemente porque este capuchino hacía tangible la misteriosa y sin embargo real presencia.

Se comprende, por lo tanto, que nada puede ser añadido a su grandeza, a su valor, a su significación, que es únicamente limitada par la impenetrable voluntad de Dios.

Cuando el Padre Pío celebraba la misa, daba la impresión de una tan íntima, como intensa y completa unión con Aquel que se ofrecía al Padre Eterno, como víctima de expiación por los pecados de los hombres.

Desde que él estaba al pie del altar, el rostro del celebrante se transfiguraba.
No se encontraba allí solamente como sacerdote para el Sacrificio, sino como el hombre de Dios para dar testimonio de su existencia, como sacerdote que portaba él mismo las cinco llagas sangrantes de la crucifixión sobre el cuerpo. El Padre Pío poseía le don de hacer rezar a los otros. Se vivía la misa. Se era fascinado. Puedo decir, que solamente en San Giovanni, comprendí el divino Sacrificio.

Esta misa duraba largo tiempo; sin embargo, al seguirla en su larga celebración, se perdía toda noción de tiempo y de lugar. La primera vez que asistí a ella, lamenté que se terminara. ¡Con estupor, me di cuenta que había durado más de dos horas!

Toda la vida del Padre Pío estaba centrada sobre el Santo Sacrificio de la misa que, decía él, día tras día, salva al mundo de su perdición. Brunatto, que asistía generalmente al Padre y tuvo la alegría de acolitarle, testimonió que, durante los años de su aislamiento, la celebración duraba hasta siete horas. Más tarde, fue limitada por la obediencia y duraba alrededor de una hora.

Sí, verdaderamente, esta misa del Padre Pío era un acontecimiento inolvidable y se tenía razón de querer y asistir al menos una sola vez.

Cuando salía de la sacristía, el Padre era generalmente sostenido por dos cohermanos, pues sus pies traspasados le hacían sufrir atrozmente. De un paso pesado, arrastrando los pies, incierto, vacilante, avanzaba hacia el altar. Además de los estigmas, pasaba aún toda la noche en oración; lo que fue así por medio siglo.

Se le hubiera creído aplastado bajo el peso des pecados del mundo. Ofrecía todas las intenciones, los pedidos, las súplicas, que le habían sido confiadas por escrito u oralmente, del universo entero. Portaba, además, todas les aflicciones, los sufrimientos, las angustias por las cuales se venía a él y de las que se había cargado. Es por esto que el Ofrecimiento de esta misa era tan largo y tan impresionante.

Hacía todo para desviar la atención de él. Evitaba todo lo que podía ser espectacular en su porte, su expresión, sus gestos, en su manera de rezar y de callarse; y sin embargo, su porte, su modo de rezar, su silencio, y sobre todo las largas pausas, en toda su simplicidad, eran verdaderamente dramáticas.

Cuando, recogido en el silencio de una multitud íntimamente unida a él, el Padre Pío tomaba la patena en sus manos sangrantes y la ofrecía al Padre Todo Poderoso, ella pesaba con el peso enorme ese montón de buenas obras, de sufrimientos y de buenas intenciones. Este pan que iba luego a tomar vida, cambiado en Aquel que, sólo, realmente, era capaz de pagar completamente la deuda de los pecados de los hombres.

En esta celebración no eran remarcables solamente las principales partes de la misa. El Padre Pío celebraba toda la misa con la misma atención sostenida, visiblemente consciente de la profunda significación de cada palabra, de cada gesto litúrgico.
Lo que pasaba entre Dios y él permanece un misterio, pero se podría adivinar alguna cosa en ciertos silencios, en ciertas pausas más largas; los trazos de su cara traducían a veces su intensa participación en el Drama que él vivía. Con los ojos cerrados, estaba frecuentemente en conversación con Dios, o transportado en éxtasis en la contemplación.

Sólo, un ángel sería capaz de describir dignamente esta misa. Las llagas permanentes de su cuerpo no eran sino los signos visibles del martirio interior que padecía con el «divino Crucificado». Por esto, la atención de la asamblea estaba fija en el punto culminante del Santo Sacrificio: la Consagración.

En efecto, se detenía un instante como para concentrarse. Parecía desencadenarse una lucha entre él, que tenía en sus manos la hostia inmaculada y, Dios sabe, que fuerza obscura e invisible que, sobre sus labios, retenía las palabras consagratorias cargadas de fuerza creadora.

Ciertos días, la misa era para él, a partir del Sanctus, un verdadero martirio. El sudor cubría su cara y las lágrimas corrían a lo largo de sus mejillas. Era verdaderamente el hombre de dolores tomado por la agonía. Involuntariamente, yo pensaba en Cristo en el Jardín de los Olivos.

Se veía claramente, que profiriendo las palabras de la Consagración, padecía un real martirio. A cada palabra, un choc parecía recorrer sus miembros. ¿Sería posible, como ciertos lo piensan, que él sufría entonces más intensamente la Pasión de Cristo y que los salmos dolorosos, que él reprimía cuanto posible, lo impedían en un momento continuar? O debemos interpretar a la letra las palabras del Padre diciendo que el demonio se aventure garfios hasta en el altar? En son actitud tan impresionante, se asistía por lo tanto a una lucha real contra Satán, que, en ese momento, redoblaba sus esfuerzos para atormentarlo.
Las dos suposiciones son aceptables.

Frecuente, cuando abandonaba el altar, después de la misa, ciertas expresiones involuntarias y reveladoras se le escapaban. Como hablándose a sí mismo, decía por ejemplo: «Me siento quemar... » y también : « Jesús me dijo... ».

En cuanto a mi, yo he estado, como todos aquellos que han tenido la alegría de participar en esta misa, vivamente impresionado por esta emocionante celebración.

Un día, hicimos al Padre, la pregunta: «Padre, ¿qué es su misa para usted?».

El Padre respondió: « Una unión completa entre Jesús y yo ».

La misa del Padre Pío era verdaderamente esto: Le Sacrificio del Gólgota, el Sacrificio de La Iglesia, el Sacrificio de la última Cena y también nuestro Sacrificio.

Y, aún: « ¿Somos los únicos que estamos en torno del altar durante la misa?

– En torno de el altar, están los Ángeles de Dios.

– Padre, ¿qué se encuentra en torno de el altar?

– Toda la Corte celestial.

– Padre, ¿está también presente la Virgen María durante la misa?

– ¿Puede una Madre permanecer indiferente para con su Hijo? ».

En una carta que el Padre escribió, en mayo 1912, sabemos que la Santísima Virgen lo acompañaba en el altar. La Madre de Dios y nuestra Madre evidentemente no tiene otra preocupación que la de su Hijo Jesús que se hacía visible, a nuestros ojos, en la carne del Padre Pío, herido de amor por Dios y sus hermanos.

-«Padre, ¿cómo debemos asistir a la misa?

– Como la Santísima Virgen y les santas mujeres, con amor y compasión. Como san Juan asistía a la Ofrenda Eucarística y al Sacrificio sangriento de la Cruz . »

Un día que la multitud de peregrinos era particularmente densa en la iglesia de San Giovanni, el Padre me dijo después de la misa:
-«¡Me acordé de usted en el altar!».
-Le pregunté: « Padre, ¿tiene usted en la memoria todas les almas que asisten a su misa? ». -Respondió: « ¡En el altar, veo a todos mis hijos como en un espejo!».

Toda la vida del Padre Pío ha sido una Pasión de Jesús. Su jornada entera era la continuación del Sacrificio de la misa.

NI SANTO, NI TAN SÚBITO

Tomado de la revista católica antimodernista, SISINONO n. 201, Abril 2009.

Un lector nos escribe

"Rev. Padres de si si no no:
… Querría exponer mi pensamiento y solicitar vuestra opinión sobre la obra de Karol Wojtila.
Mis padres y catequistas me han enseñado que ‘fuera de la Iglesia no hay salvación’.
Los Diez Mandamientos empiezan por estas palabras: “Yo soy el señor tú Dios, no tendrás otro Dios fuera de mí”. Precisado esto, he visto a Juan Pablo II besar el Corán, lo he visto deslizar una hoja de papel en una ranura del Muro de las Lamentaciones, lo he visto en otras muchas circunstancias totalmente incomprensible para mí. Si yo hubiera hecho lo mismo me habría sentido al menos en estado de pecado mortal, y en otros tiempos habría sido excomulgado. Habiendo suscitado el comportamiento de Juan Pablo II la duda e incertidumbre en la conciencia de tantos cristianos, ¿debería ser declarado santo inmediato? Para mí se trata de un Papa que habrá que olvidar. Os ruego que me digáis si me equivoco.
Anticipadamente os doy las gracias por vuestra respuesta y os saludo devotamente".

Carta firmada

RESPONDEMOS

Querido amigo:
Usted tiene razón y estamos totalmente de acuerdo.
Nunca hemos guardado silencio sobre los actos de Juan Pablo II, que independientemente de las intenciones de su autor, eran una grave amenaza para la fe.
Mientras estuvo vivo consideramos ser nuestro deber el alertar a las almas sobre los escándalos que emanaba de la autoridad suprema, afirmando en muchas ocasiones que la obediencia al “Papa actual” (empleando el lenguaje de Pablo VI), no puede nunca separarse de la obediencia a los “Papas de ayer”. Nos enseña el Concilio dogmático Vaticano I que a cada Papa se le promete la asistencia del Espíritu Santo, no para inventar una nueva religión, sino para transmitir fielmente el depósito de la fe. Pero desde el momento en que Karol Wojtila ha pasado al juicio de Dios, consideramos que nuestro deber respecto a él ha terminado.
De mortuis nisi bonum, decían los Romanos, y nosotros añadimos que cuando no se puede hablar bien, es mejor callar. Cualquier palabra tendría sabor a resentimiento personal, y en nosotros no ha sido más que el amor a la Iglesia y a las almas, en el que se cumple el amor de Dios, lo que nos ha empujado a escribir.
Añadimos que si los errores no tienen derecho a ninguna indulgencia (por eso tendremos siempre la misma libertad de expresión frente a los errores del Papa Wojtila), no es lo mismo cuando se trata de la persona que comete estos errores. El verdadero grado de responsabilidad personal sólo es conocido por Dios y es también por este motivo por lo que hemos juzgado más cristiano no decir nada de una ‘persona’ que ya ha salido de la escena de este mundo y ya ha sido juzgada ante el Tribunal de Dios.
Todas las manifestaciones públicas emprendidas por los medios de comunicación con motivo de las exequias de Juan Pablo II nos han dado la triste imagen de una generación, incluso entre los sacerdotes, que ha quedado con su pontificado aún menos cristiana que la que el había encontrado.
Peor aún, nos han ofrecido la imagen de una jerarquía convertida en esclava de la prensa y por consiguiente de la opinión pública, que sólo podrá librarse de esta servidumbre a muy alto precio
.

sábado, 25 de julio de 2009

LA CREMACIÓN

Pregunta:
¿Puede aceptarse la cremación siempre que el cuerpo permanezca inalterado durante el funeral y sólo sea cremado luego de la Misa de Responso?
Respuesta del Padre Peter R. Scott (FSSPX)
Es falso afirmar que la cremación es aceptable siempre que el cuerpo esté presente en el funeral.
Las leyes tradicionales de la Iglesia son muy explícitas en este punto. A aquéllos que hayan solicitado que sus cuerpos sean cremados, se les negará cristiana sepultura, a menos que hubieren dado alguna muestra de arrepentimiento (Canon 1240, §1, 5). Esto significa que se les negará cualquier tipo de Misa de Responso o ceremonia pública, incluso una Misa de aniversario (Canon 1241). La razón de este estricto reglamento se encuentra en el hecho de que los masones y los enemigos de la Iglesia, que no creen en la resurrección del cuerpo, alentaron esta práctica como una negación clara al respeto que se merece el cuerpo como templo del Espíritu Santo, que resucitará en el último día. Es una costumbre pagana, abominable a la santidad de la vida Católica.

Es cierto que en 1963, durante el Concilio Vaticano II, se flexibilizó esta ley. El Código de Derecho Canónico de 1983 refleja este cambio estableciendo que la cristiana sepultura sólo se le negará a aquellas personas que hayan elegido la cremación por razones opuestas a la Fe Católica (Canon 1184, §1, 2). Esta expresión ambigua abrió las puertas a la cremación sin control, con su consecuente falta de respeto por el cuerpo, sellado con la Santísima Trinidad en el bautismo.

Sin embargo, es una cuestión discutible, pues la Iglesia Conciliar ha abandonado cualquier Misa de Responso, y no sólo la de aquéllos que han sido o habrán de ser cremados. Aquí subyace la tragedia real, pues el Sacrificio de la Misa no se ofrece más por el eterno descanso de las pobres almas sufrientes del Purgatorio.

En lo que concierne a los verdaderos católicos, la cremación no es una práctica aceptable, excepto en casos extremos de peligro, como en el caso de plagas u otras enfermedades infecciosas. Tiene que seguir tratándose como una negación clara al dogma católico referente al cuerpo como templo del Espíritu Santo y la resurrección del cuerpo. Los sacerdotes tradicionales deben consecuentemente, rehusar celebrar los servicios de la cristiana sepultura y la Misa de Responso para todas aquellas personas que hayan solicitado que sus cuerpos sean cremados. Y más aún, los católicos tradicionales tienen el deber de explicar esta situación a sus familiares, para no encontrarse en la situación de tener que implementar la cremación o negar una Misa de Responso.

Tomado de TradiciónCatólica.com

miércoles, 22 de julio de 2009

"EL TRIUNFO DE LA IGLESIA" SEGÚN LA VISIÓN DE SAN JUAN BOSCO

Tomado de Semper Fidelis.

La Iglesia, dice Don Bosco:"debera pasar tiempos criticos y sufrir grandes daños pero al final el Cielo mismo intervendra para Salvarla. Después vendra la paz y habra en la Iglesia un nuevo y vigoroso florecimiento.

Me vi sobre una pequeña isla rocosa en medio del mar, mientras la tempestad rugia furiosa. Entonces surgio una nave grande y potente, que las olas gigantescas combatian, lanzandola de derecha a izquierda.

El Papa estaba erguido sobre esa embarcación y a su Lado, divise cardenales, obispos, sacerdotes, religiosas y mucha gente.
Comprendi que esa vision debia significar la Santa Iglesia Catolica.
Muchas naves poderosas y enemigas la circundaron y arremetieron contra ella, causandole daños, para que naufragara.

Cuando he aquí que el Papa cae herido gravemente. Inmediatamente los que le acompañan acuden a ayudarle y le levantan. El Pontífice es herido una segunda vez, cae nuevamente y muere. Un grito de victoria y de alegría resuena entre los enemigos; sobre las cubiertas de sus naves reina un júbilo indecible. Pero apenas muerto el Pontífice, otro ocupa el puesto vacante.Los cardenales que estaban en la nave de la Iglesia eligieron inmediatamente, de entre ellos al nuevo Papa. Al mismo tiempo se conoció en el mundo la doble noticia de la muerte del Papa y la elección de su sucesor. Los enemigos comienzan a desanimarse.

Difícil sobre toda ponderación, fue el deber que asumió el nuevo Pontífice, su nave con grandes averias, parecia perdida al empuje de los furiosos ataques de sus enemigos, que se creian dueños de la victoria.

Entonces vi surgir entre las tinieblas y sobre la tormenta dos magnificas columnas luminosas. Sobre una de ellas campea una estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: "Auxilium Christianorum".
Sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con las palabras: "Salus credentium" (Salvación de los creyentes).Renació la esperanza y se fortalecieron los ánimos entre la gente que estaba en la nave de la Iglesia.

El nuevo Papa, venciendo y superando todos los obstáculos, dio la orden de arrumbar hacia las dos columnas y al llegar al espacio comprendido entre ambas, la amarra con una cadena que pende sobre la proa a un áncora de la columna que ostenta la Hostia; y con otra cadena que pende de la popa la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada. Cumplido esto, hizo que la nave anclara alli fijamente.

Entonces se produce una gran confusión; observe la desbandada de barcos enemigos que se dan a la huída, se dispersan, se chocaban entre si y se aniquilaban mutuamente.Unas al hundirse procuran hundir a las demás. Otras navecillas que han combatido valerosamente a las ódenes del Papa, son las primeras en llegar a las columnas donde quedan amarradas.Algunos pudieron escapar del desastre y desaparecieron de mis miradas. Numerosos naufragos de las embarcaciones destruidas, nadaban y remaban sobre los restos flotantes, hacia la gran nave de la Iglesia, que los acogió con misericordia y los puso a salvo.
En el mar reina una calma absoluta .

San Juan Bosco, visión del 26 de mayo de 1862.

martes, 21 de julio de 2009

EL ENCUBRIMIENTO DE BERTONE DEL TERCER SECRETO SIGUE DESHACIÉNDOSE

Tomado de fatima.org
Recurren a la fuerza porque no tienen respuestas”

26 de septiembre de 2007, Fort Erie (Canadá): El Centro de Fátima, el apostolado más grande del mundo que promueve el Mensaje de Fátima en su integridad, está indignado por la noticia del asalto cometido contra la persona de los Doctores Antonio Socci y Solideo Paolini. Estos dos periodistas italianos, que han mostrado por su investigación que el Tercer Secreto todavía no se ha revelado completamente, fueron asaltados físicamente en un evento reciente dirigido por el Cardenal Bertone, Secretario de Estado vaticano.Gala del Cardenal Bertone

El viernes 21 de septiembre, el Cardenal Bertone tuvo una presentación oficial de su libro L’Ultima Veggente di Fatima (La última vidente de Fátima). Tuvo lugar en la Universidad Pontificia Urbaniana de Roma y contaban con la presencia de dignatarios del gobierno, banqueros, prelados del Vaticano y miembros de la prensa.

También estuvieron presentes Antonio Socci, autor de Il Quarto Segreto di Fatima (El cuarto secreto de Fátima), y Solideo Paolini, autor de No desprecien las profecías.Estos dos autores han demostrado ciertos hechos que nos hacen pensar que una parte del Secreto todavía no ha sido revelada.

Y como el Doctor Socci es un periodista conocido y un personalidad de la televisión, su libro (publicado en noviembre de 2006) causó revuelo en Italia y otras partes del mundo. El libro La última vidente de Fátima del Cardenal Bertone fue una tentativa de desmentir la tesis principal del libro de Socci, aunque no tuvo éxito en este propósito.

El testimonio firme del Arzobispo Capovilla

Además de otros datos que indican que el Tercer Secreto no se divulgó completamente, el libro de Socci contiene el testimonio del Arzobispo Capovilla, secretario personal del Papa Juan XXIII que estuvo presente cuando éste leyó el Secreto.

En julio de 2006, el Arzobispo Capovilla confesó al Doctor Solideo Paolini que efectivamente existían dos textos diferentes pero complementarios del Tercer Secreto: uno guardado en el Santo Oficio y otro conservado en el departamento papal. Esta información se publicó en el libro de Socci.

Después de la publicación del libro, el Doctor Socci recibió una carta personal del Papa Benedicto XVI agradeciéndole el libro y alabando los sentimientos que le sirvieron de inspiración para escribirlo.

Durante los diez meses después de la publicación del libro de Socci, el Arzobispo Capovilla no desmintió sus palabras, aunque Solideo Paolini, en un discurso impartido en Brasil, en agosto de 2007, para el congreso “El único camino a la paz mundial” organizado por el Centro de Fátima, señaló que el Vaticano estaba presionando al Arzobispo a causa de lo que había dicho acerca del Secreto.
El Arzobispo Capovilla no desmintió

El Doctor Paolini visitó nuevamente a Capovilla el 21 de junio de 2007 mientras el Arzobispo redactaba un informe escrito que consistía en documentos, fotocopias y hojas sueltas. Capovilla dijo que “eran asuntos a los que tenía que responder”. Viendo la correspondencia, Paolini observó: “Parecía que el Vaticano le había pedido un informe completo de sus declaraciones, como si le hubieran dicho: ¿Qué es lo que exactamente le dijiste? ¿Y por qué?”

Entonces no fue una sorpresa que en la presentación del Cardenal Bertone el 21 de septiembre, proyectaron para el auditorio un corto video con un desmentido aparente de Capovilla.

La entrevista filmada fue dirigida por el periodista Giuseppe De Carli (coautor del libro de Bertone), y ciertas partes ya se habían publicado la semana anterior en The London Telegraph y en un medio italiano muy curioso, Donna Diva, revista femenina de chismes.

En esa entrevista, el Arzobispo supuestamente confesó que las cuatro páginas presentadas por el Vaticano en 2000 eran las mismas que vio en 1959. Pero ningún experto serio sobre el Secreto ha sugerido que las cuatro páginas no fueron auténticas, sino que la revelación del Vaticano no fue completa.

El Arzobispo también dijo: “Nunca se me ocurrió que podría haber un cuarto secreto. Nunca me han contado eso, tampoco he dicho nada por el estilo”.

Pero la frase “cuarto secreto de Fátima” no es más que un término periodístico inventado por el Doctor Socci para señalar aquella parte del Tercer Secreto que todavía no fue revelada, hecho que él demuestra con hechos y razones. Socci nunca ha declarado que existe un “Cuarto Secreto”. Así que Capovilla no está mintiendo cuando dice que no existe un “cuarto secreto”.

Capovilla nunca ha afirmado categóricamente que las cuatro páginas publicadas por el Vaticano forman la totalidad de los escritos de Sor Lucía acerca del Secreto. Así que lo que presentó Capovilla a causa de la presión por parte del Vaticano no fue un desmentido real, sino sólo aparente, de sus declaraciones a Paolini.

Emboscada del Doctor Socci en su búsqueda de la verdad completa

Sin embargo, Socci y Paolini nunca llegaron a ver el clip de Capovilla a causa de un incidente complicado antes del inicio de la conferencia.

Dentro del auditorio, poco antes de que empezara el evento, el Doctor Socci había pedido permiso al Padre Federico Lombardi, director de la Oficina de Prensa del Vaticano, para poder hablar con el Cardenal Bertone. El Padre Lombardi le negó el permiso, insistiendo que el Cardenal no iba responder a preguntas.

Según se reportó en el diario Il Riformista: “Con mucha bondad Socci pidió permiso para hacer una sola pregunta al Cardenal, a la cual el prelado podría responder con un simple sí o no. La pregunta habría sido la siguiente: ‘Eminencia, ¿estás dispuesto a jurar por el Evangelio que no sigue nada después de aquella frase conocida de la Virgen que forma parte de la versión del Tercer Secreto de Fátima publicada por el Vaticano en el año 2000 (“En Portugal el dogma de la fe se preservará siempre etc.”)?’”

Entonces Socci y Paolini se dirigieron a la entrada del “Aula Magna” (el “gran auditorio” de la Universidad), esperando hablar con el Cardenal a su llegada. Viendo al Dr. Socci, el Cardenal Bertone desapareció por una puerta lateral para evitar la pregunta de Socci.

Los periodistas empezaron a preguntar a Socci qué había sucedido. En ese instante se aproximaron al Dr. Socci los guardias vaticanos y le ordenaron que no hablara más con los periodistas y que se fueran, tanto él como Paolini. Cuando Socci respondió que simplemente era un periodista, que tenía todo el derecho de estar allí, los agentes empezaron a empujarlos.

“Es una locura – dijo Socci, según cita Il Corriere della Sera – sólo quería hacerle una pregunta breve a la cual podía responder sí o no. Pero cuando el Cardenal Bertone supo que estaba, salió por una puerta de servicio y entró directamente al aula. A causa de esta táctica curiosa, todos los presentes se rieron [de Bertone].

“Después – continuó Socci – tres guardaespaldas vaticanos me echaron del local, diciendo que no podía entrevistarme allí. Una situación ridícula que indignó a todos mis compañeros que estaban presentes y a mí también me asombró, puesto que soy un enérgico defensor del Vaticano”.
Otros documentos de prueba del Doctor Solideo Paolini

Solideo Paolini, compañero del Doctor Socci, también fue maltratado brutalmente por los guardias vaticanos que le arrancaron el teléfono móvil, hiriéndole la mano.

El Doctor Paolini tenía grabado al Arzobispo Capovilla cuando confesó que efectivamente existían dos textos distintos del Tercer Secreto. El Dr. Socci estaba poniendo la grabación para los periodistas cuando los guardias le hicieron salir del local.

El periódico italiano Il Giornale informó: “Para los periodistas presentes allí, Socci nos pasó una grabación en la cual Capovilla había dicho el 21 de junio de 2007: hay algo más además de estas cuatro páginas, sí, un anexo. Estas palabras vendrían a respaldar la teoría de la existencia de otra hoja con la interpretación del Secreto”.
El recurso a la fuerza bruta

John Vennari, editor de Catholic Family News, observó: “Parece que en el evento que tuvo lugar el 21 de septiembre en la Urbaniana, Bertone quiso aprovecharse del gran poder y prestigio del Vaticano para declarar de una vez que el Secreto había sido revelado en su totalidad.

“La evasión de Bertone frente a Socci y Paolini, su negativa a contestar preguntas, el trato brutal de estos dos periodistas por parte de los agentes de seguridad vaticanos, todo eso sólo aumenta la convicción que Bertone tiene algo de ocultar respeto a la revelación completa del Tercer Secreto”, dijo Vennari.

“No es la primera vez que sucede ese tipo de incidentes – dice Coralie Graham, editora de The Fatima Crusader –. Parece que están dispuestos a valerse de la fuerza bruta para acallar a los mensajeros. Antonio Socci recibe ahora el mismo trato que el Padre Gruner, siendo denigrado por los funcionarios vaticanos y sufriendo violencia a manos de los guardias vaticanos. ¿Por qué tienen miedo?”

La Sra. Graham señaló que en 1992, el Padre Gruner fue atacado en el Santuario de Fátima por agentes del Santuario cuando el Padre hizo ciertas preguntas difíciles al Rector acerca del Tercer Secreto y la Consagración de Rusia.

Bertone impone su opinión personal a la Iglesia

El Padre Gruner, director del Centro de Fátima, dijo: “Sin duda debemos rezar ahora más que nunca por Benedicto XVI. Debemos recordar las palabras de Jesús mismo a Sor Lucía de Fátima: ‘ruega mucho por el Santo Padre’.

El Papa Benedicto se enfrenta a una situación difícil ya que el Cardenal Bertone se ha metido en un callejón sin salida y el Vaticano junto con él; y todo eso porque Bertone sigue aferrado a su opinión personal, es decir, que no hay nada más en relación al Tercer Secreto que lo que ya fue revelado al mundo.

“Al analizar el libro de Bertone y su presentación televisada del 31 de mayo que duró casi dos horas, queda claro que su posición es completamente indefendible, inverosímil y completamente innecesaria. Su encubrimiento se ha vuelto todavía más sospechoso con la grabación del Arzobispo Capovilla (quien sigue en vida y es uno de los principales testigos oculares del Tercer Secreto de Fátima) en la que afirma que sí existe ‘un anexo’ al documento que el Cardenal Bertone insiste en que está completo.

“Así que queda claro que el encubrimiento de la del Tercer Secreto en su integridad, por parte del Cardenal, está deshaciéndose delante de nuestros ojos. Por supuesto, el ‘anexo’ al que se refiere Capovilla contiene simplemente las palabras de la Virgen, la parte que falta del Tercer Secreto”.
Los fieles tienen el derecho de saber

El Padre Gruner continúa diciendo: “La gente me pregunta, ‘¿cómo puede Bertone seguir insistiendo que no falta ninguna parte del Tercer Secreto?’ Lo está diciendo con reservas mentales, como si dijera ‘en mi opinión es todo lo que hay’, aunque no pronuncia expresamente las palabras ‘en mi opinión’. No nos explica en qué se basa su opinión. Sin embargo, cuando él afirma que el resto del Tercer Secreto no es auténtico, se trata solamente de la opinión personal que él formó porque esta parte no cuadra con sus ideas preconcebidas. Se puede llegar a esta conclusión al ver su presentación televisada del 31 de mayo de 2007.

“Tenemos que rezar para que el Papa Benedicto ponga fin a esta farsa de Bertone y divulgue al mundo la parte del Tercer Secreto que todavía nos falta.

El Papa Benedicto necesita muchas oraciones para cumplir con este mandato explícito de Nuestra Señora de Fátima para divulgar completamente el Tercer Secreto a todos los fieles.

Por su obediencia a la Madre de Dios, la Reina celestial, el Papa Benedicto no sólo renovará la autoridad moral y credibilidad del Vaticano. También transmitirá la palabras más salvíficas de la Virgen al mundo que es amenazado por ‘fuerzas apocalípticas que se avecinan cada día más a la humanidad’, en palabras de Juan Pablo II”.
Conclusión del reportaje especial

Para más información sobre la existencia de otro texto del Tercer Secreto:

Vea “A Reserved Note of L.F. Capovilla” [“Nota privada del L.F. Capovilla”] (la versión original italiana aparece en la página 25 del número 87 de The Fatima Crusader, y la traducción al inglés en la página 27), que es un texto en italiano dado por el Arzobispo Capovilla al Dr. Solideo Paolini en julio de 2006 que confirma que Pablo VI leyó el texto del Tercer Secreto por primera vez el 27 de junio de 1963. Eso no cuadra con la fecha del 27 de marzo de 1965, que según Bertone es cuando Pablo VI leyó el Tercer Secreto por primera vez (el documento de Capovilla está disponible en la página web, tanto en italiano – http://www.fatima.org/it/news/itnote_capovilla.asp como en inglés – http://www.fatima.org/news/newsviews/092707capovilla.asp

En julio de 2006, Capovilla le dijo a Paolini que ambas fechas son correctas porque hay dos sobres con dos textos. Capovilla lacró el texto con su sello personal, según aparece en el anexo. Fue traducido al inglés por el personal del Centro de Fátima.

(Vea tambien “Declaration of Dr. Solideo Paolini” [“Declaración del Dr. Solideo Paolini”] en la página 22 de número 87 de The Fátima Cursader para más información sobre este punto).

domingo, 19 de julio de 2009

VISIÓN DE LA BEATA JACINTA DE FÁTIMA

Un día fuimos a pasar las horas de la siesta junto al pozo de mis padres. Jacinta, se sentó al borde del pozo; Francisco, vino conmigo a buscar miel silvestre en las matas de un retamar que había allí en una ribera. Pasado un rato, Jacinta me llama:

-¿No viste al Santo Padre?-No.

-No sé cómo fue, yo vi al Santo Padre en una casa muy grande, de rodillas, delante de una mesa, con las manos en la cara, llorando. Fuera de la casa había mucha gente, unos le tiraban piedras, otros le maldecían y le decían muchas palabras feas. ¡Pobrecito el Santo Padre! Tenemos que pedir mucho por él.

Ya dije cómo un día dos sacerdotes nos recomendaron la oración por el Santo Padre y nos explicaron quién era el Papa. Jacinta me preguntó después:

-¿Es el mismo que yo ví llorando y del cual aquella Señora nos habló en el Secreto?-Lo es –le respondí.-Ciertamente, aquella Señora también lo mostró a estos señores Padres; ves, yo no me engañé; es necesario rezar mucho por él.

En otra ocasión fuimos a “Lapa do Cabezo”; llegados allí, nos postramos en tierra, para rezar las oraciones del Ángel. Pasado un tiempo, Jacinta se levanta y me llama:

-¿No ves tantas carreteras, tantos caminos y campos llenos de gente, que llora de hambre y no tienen nada para comer? ¿Y al Santo Padre, en una Iglesia, delante del Inmaculado Corazón de María, rezando? ¿Y a mucha gente rezando con él?

Pasados unos días, me preguntó:

-¿Puedo decir, que vi al Santo Padre y a toda aquella gente?

-No. ¿No ves que eso hace parte del Secreto? ¿Qué por eso, luego se descubriría todo?
-Está bien, entonces no digo nada.

Tomado de MEMORIAS DE LUCIA.
Ediciones "Sol de Fátima".

sábado, 18 de julio de 2009

LA REINECITA

Tomado de Crux et Gladius.

Se trata de una imágen no muy difundida de Santa Teresita, un óleo sobre tela del autor V. Sánchez Muñoz titulado:

La Reinecita.

Explicación del cuadro (Por el Padre Miguel Sánchez Muñoz hermano del pintor Vicente Sánchez Muñoz)


Aparece Santa Teresita, quinceañera, no vestida de negro, como en la foto que a ella le tomaron siendo postulante, sino con vestido claro, como cuando se presentó, en compañía de su papá, al Sr. Obispo de Bayeux y Lisieux para pedirle el permiso de hacerse carmelita a a los quince años.

Ella nunca usó peinado alto, excepto en esta ocasión, en que quiso peinarse así para verse más grande y así lograr que el Prelado le diera el permiso deseado.

Contemplando el cuadro, se divisa al fondo, medio nimbada, su Basílica, (la mayor del mundo después de la de San Pedro de Roma). Simboliza el gran edificio de su santidad, edificio que ella se propuso levantar y que lo dejó bien terminado, pues ella dijo “Yo no quiero ser una santa a medias”.

A corta distancia de Teresita se ve un camino que va rumbo a la Basílica. Este camino significa su “caminito”. Camino corto, camino seguro de santidad que le reveló el Espíritu Santo y que ella nos enseñó… Este camino se ve bordeado de rosas porque es un camino de amor.

Al fondo, al lado derecho del que contempla el cuadro, vemos un entierro con su fúnebre cortejo, que se dirige en sentido muy distinto del camino. Ese entierro representa al espíritu del mundo, espíritu que Cristo excluye de la Salvación…

El muerto de ese entierro es Satanás que es el primero que murió a la vida de la gracia… ¡y cuánto apesta ya ese muerto!...

El cortejo de ese entierro lo forman todos los tontos que siguen a Satanás aceptando las máximas del mundo fincadas en el egoísmo: amor a las riquezas, honores y placeres.

Este entierro con su cortejo fúnebre y sombrío, presenta un recio contraste con la figura de Teresita, que aparece toda ella linda y encantadora, como capullo de rosa en días de primavera.

Esto hace alusión a lo que ella misma nos cuenta: pues dice que cuando entró con su papá en la Catedral de Bayeux se celebraba en esos momentos un solemne funeral, y que “la iglesia estaba llena de damas vestidas de luto”…

A petición de Don Luis, Teresita pasó por en medio de aquella fúnebre concurrencia, luciendo ella su “vestido claro y su sombrero blanco”…

Después ella diría: “obliguemos a este mundo corrompido a percibir la fragancia de nuestra vida”…

Finalmente, Teresita aparece teniendo en sus manos una rosa blanca, recién abierta y que no tardara en deshojarse…


Esa rosa blanca simboliza su vida.

Así tituló ella su vida: “Historia primaveral de una florecita blanca”…

Blanca rosa perfumada que llenó de fragancia los ámbitos de todo el mundo… ¡Eso es Teresita!

Quedara como enlace permanente para descarga desde rapidshare en la barra lateral,( en una calidad espectacular(U. H. Q. : 28.574 Mb.), lo que hace posible su impresión en tamaño póster. (no fue fácil de conseguir, por lo mismo es que la compartimos con ustedes.).

PROPAGUE ESTE LINK PARA QUE LA IMAGEN SE HAGA CONOCIDA.
http://cruxetgladius.blogspot.com/

viernes, 17 de julio de 2009

PROFECÍAS DE SAN NILO


San Nilo fue un ermitaño que hace 1500 años predijo con impresionante exactitud los hechos actuales.

Fue discípulo ferviente de San Juan Crisóstomo. Funcionario en la Corte de Constantinopla, casado, tuvo dos hijos. Mientras San Juan Crisóstomo era el patriarca, antes de su destierro (398-403), dirigió a Nilo en el estudio de la Escritura y en los trabajos de piedad.

San Nilo dejó a su esposa y a un hijo y se llevó al otro, Theodulos, con él, al Monte Sinaí para ser monje. El obispo de Eleusa ordenó sacerdotes a ambos, a San Nilo y a su hijo. La madre y el otro hijo también abrazaron la vida religiosa en Egipto.

Fue una persona muy conocida por la Iglesia Oriental; con sus escritos y tuvo una parte importante en la historia de su tiempo. Era conocido como teólogo, estudioso bíblico y escritor asceta, así que gente de todo tipo, desde el emperador hacía abajo, le escribía para consultarlo.

Profetizo:

Después del 1900, hacia mediados del siglo 20, las personas de ese tiempo se volverán irreconocibles. Cuando el tiempo del advenimiento del Anticristo se acerque, las mentes de las personas crecerán en confusión por las pasiones carnales, y el deshonor y la injusticia se volverán más fuertes. Entonces el mundo será irreconocible.

La apariencia de las personas cambiará, y será imposible distinguir a los hombres de las mujeres debido a su inmodestia en el vestido y estilo de pelo. Estas personas serán crueles y serán como los animales salvajes debido a las tentaciones del Anticristo.

No habrá respeto por padres ni superiores, el amor desaparecerá, y los pastores cristianos, obispos, y sacerdotes se volverán hombres vanos, fallando completamente en distinguir el camino recto del errado. En ese momento, las morales y tradiciones de los Cristianos y de la iglesia cambiarán.

Las personas abandonarán la modestia, y la dispersión reinará. La falsedad y la codicia alcanzarán grandes proporciones, y desgracias vendrán a aquellos que amontonen tesoros.

Lujuria, adulterio, homosexualidad, hechos secretos y asesinatos gobernarán en la sociedad. En ese momento del futuro, debido al poder de tan grandes crímenes y libertinaje, se privarán las personas de la gracia del Espíritu Santo que recibieron en el Santo Bautismo e igualmente el remordimiento.

Las iglesias de Dios serán privadas del temor de Dios y de pastores piadosos, y la desgracia vendrá a los cristianos que permanezcan en el mundo en ese momento; ellos perderán su fe completamente porque les faltará la oportunidad de ver la luz del conocimiento en ninguna persona.

Entonces se separarán del mundo e irán a santos refugios buscando aliviar sus sufrimientos espirituales, pero por todas partes encontraran obstáculos y constreñimiento. Y todo esto resultará del hecho de que el Anticristo quiere ser Señor de todo y convertirse en gobernante del universo entero.

Producirá milagros y señales fantásticas. Dará también sabiduría depravada a un infeliz para que descubra una manera de que el hombre pueda mantener una conversación con alguien de un extremo de la tierra a otro.

En aquel tiempo, los hombres también volarán a través del aire como los pájaros y descenderán al fondo del mar como los peces. Y cuando hayan logrado todo eso, estas personas infelices gastarán sus vidas en medio del confort sin saber, pobres almas, que esto es un engaño del Anticristo.

¡Y, el impío! Así completará la ciencia con la vanidad que se saldrá del camino correcto y guiará a las personas a perder la fe en la existencia de Dios en tres hipóstasis.

Entonces el bondadoso Dios verá la caída de la raza humana y acortará los días por causa de esos pocos que serán salvados, porque el enemigo quiere incluso llevar al escogido a la tentación, si eso es posible. Entonces la espada del castigo aparecerá de repente y matará a los pervertidores y a sus sirvientes.

jueves, 16 de julio de 2009

LA VERDAD Y EL NÚMERO


Homilía de San Atanasio contra los que consideran
al número como prueba de la verdad
o que no juzgan de la verdad sino por el número

De Dios debemos esperar la fuerza y las luces necesarias para combatir la mentira y el error y a Él recurriremos para obtenerlas. Él es el Dios de la Verdad, Él nos ha sacado del seno del error y de la ilusión, Él nos dice en el fondo del corazón: "Yo soy la Verdad", Él sostiene nuestra esperanza y anima nuestro celo, cuando nos dice: "Tened confianza, Yo he vencido al mundo.

Después de eso, ¿cómo no sentir compasión por los que sólo miden la fuerza y el poder de la Verdad por el gran número? ¿Han olvidado por consiguiente, que Nuestro Señor Jesucristo no eligió sino doce discípulos, gentes simples, sin letras, pobres e ignorantes, para oponerlos, con una misericordia totalmente gratuita, al mundo entero y que no les dio, como única defensa, sino la confianza en Él? ¿Ignoran acaso que les dio como instrucción a estos doce enviados, no el seguir al gran número, y a esos millones de hombres que se perdían, sino ganar a esa multitud y comprometerla a seguirlos? ¡Cuán admirable es la fuerza de la Verdad! Sí, la Verdad es siempre vencedora, aunque no esté sostenida sino por un número muy pequeño.

No tener otro recurso sino el gran número, recurrir a él como a una muralla contra todos los ataques, y como a una respuesta para todas las dificultades, es reconocer la debilidad de su causa, es convenir en la imposibilidad en que se está de defenderse, es, en una palabra, reconocerse vencido.

¿Qué pretendéis, en efecto, cuando nos objetáis vuestro gran número? ¿Queréis como en otro tiempo, levantar una segunda Torre de Babel, para tener a raya a Dios y atacarlo en caso de necesidad? ¡Qué ejemplo el de esa multitud insensata!

Que vuestro gran número me presente la Verdad en toda su pureza y su brillo, estoy dispuesto a rendirme y mi derrota es segura; pero que no me dé como prueba y razón nada más que su propio gran número y su autoridad: es querer causar terror y dar miedo, pero de ningún modo persuadirme

Cuando diez mil hombres se hubiesen reunido para hacerme creer en pleno día que es de noche, para hacerme aceptar una moneda de cobre por una moneda de oro, para persuadirme a tomar un veneno descubierto y conocido por mí, como un alimento útil y conveniente, ¿estaría obligado por eso a creerles?

Por consiguiente, puesto que no estoy obligado a creer en el gran número, que está sujeto a error en las cosas puramente terrestres, ¿Por qué cuando se trata de los dogmas de la religión y de las cosas del cielo, estaría yo obligado a abandonar a los que están apegados a la Tradición de sus Padres, a quienes creen con todos los que han sido antes que ellos, lo que se ha creído en los siglos más remotos, y confirmado además, por la Sagrada Escritura? ¿Por qué, digo, estaría yo obligado a abandonarlos para seguir a una multitud que no da ninguna prueba de lo que afirma? ¿Acaso el Señor mismo no nos dijo que había muchos llamados, pero pocos escogidos; que la puerta de la vida es pequeña, que la vía que lleva a ella es estrecha y que son pocos los que la encuentran? Por consiguiente, ¿cuál es el hombre razonable que no prefiriese ser de este pequeño número, que entra a la vida eterna por ese camino estrecho, a ser del gran número que corre y se precipita a la muerte por el camino ancho? ¿Quién de vosotros, si hubiese estado en los tiempos en que San Esteban fue lapidado y expuesto a los insultos del gran número, no hubiese preferido e incluso no hubiese deseado ser de su partido, aunque él estuviese solo, antes que seguir al pueblo, que por el testimonio y la autoridad de la multitud creía estar en la verdadera fe?

Un solo hombre de una probidad reconocida merece más fe y más atención que otros diez mil que no cuentan sino con su número y su poder. Buscad en las Escrituras y encontraréis las pruebas. Leed el Antiguo Testamento, allí veréis a Fineés [nieto de Aarón, Éxodo 6,25] quien se presenta solo ante el Señor, solo apacigua su cólera y hace cesar la matanza de los israelitas, de los que acababan de perecer veinticuatro mil. Si se hubiese contentado con decirse entonces, ¿quién osará oponerse aun número tan grande que está unido para cometer el crimen? ¿qué puedo yo contra la multitud? ¿de qué me serviría oponerme al mal que cometen con voluntad plena? ¿habría obrado valientemente y habría detenido el mal que cometía el gran número? No, sin duda, el resto de los israelitas habría perecido y Dios no habría perdonado a ese pueblo gracias al celo de Fineés. Es necesario, por consiguiente, que se prefiera el sentimiento de un hombre con probidad, que obra y habla con la libertad que da la Religión, a las opiniones y a las máximas corrompidas de una multitud.

En cuanto a vosotros, seguid si queréis al gran número que perece en las aguas y abandonad a Noé, el único que es conservado; pero al menos no me impidáis salvarme en el Arca con el pequeño número. Seguid si queréis al gran número de los habitantes de Sodoma; en cuanto a mí, yo acompañaré a Lot; y aunque él esté solo, no lo abandonaré para seguir a la multitud de la que se separó para buscar su salvación.

No creáis, sin embargo, que desprecio el gran número; no, lo respeto, y sé los miramientos que hay que tener con él: pero es ese gran número que da prueba y hace ver la verdad de lo que afirma, y no ese gran número que teme y evita la discusión y el examen; no ese gran número que parece siempre dispuesto al asalto y que ataca con orgullo, sino ese gran número que reprende con bondad; no ese gran número que triunfa y se complace en la novedad, sino ese gran número que conserva la heredad que sus Padres le han legado y está apegado a ella.

Pero, en cuanto a vosotros, ¿cuál es ese gran número del que os jactáis? Qué decir de los individuos vencidos, seducidos y ganados por las caricias, los presentes, de los individuos enceguecidos y arrastrados por su incapacidad y su ignorancia, de los individuos que, unos por timidez y otros por temor, sucumbieron ante vuestras amenazas y vuestro crédito, de los individuos que prefieren un placer de un momento, aunque pecando, a la vida que debe ser eterna.

¿Así, por consiguiente, pretendéis sostener el error y la mentira por medio del gran número, y establecerlo con perjuicio de la Verdad, que un grandísimo número no enrojeció en confesar públicamente a expensas de su vida? ¡Ah, por cierto, hacéis ver la magnitud del mal y hacéis conocer la profundidad de la llaga, pues la desgracia es tanto mayor cuanto más individuos se encuentran envueltos en ella!

"No sigáis la muchedumbre para obrar mal,
ni el juicio te acomodes al parecer del mayor número,
si con ello te desvías de la verdad"
SAN ATANASIO

("OEUVRES", París, 1698, T. ii, PP. 561-563.
(Reproducido en la Revista "ROMA", nº 113, Mayo de 1990)

domingo, 12 de julio de 2009

ROSARIO DE ALABANZAS

Existe una sociedad en la que cada miembro se compromete a decir, cada día, cincuenta blasfemias contra la Santísima Virgen, en contraposición de la cual se ha publicado el siguiente:

ROSARIO DE ALABANZAS A LA SANTISIMA VIRGEN
EN DESAGRAVIO DE LAS BLASFEMIAS

¡Oh María, Madre mía Inmaculada¡ Deseando desagraviarte de las ofensas que recibe tu purísimo Corazón, especialmente de las blasfemias que se dirigen contra Ti, te ofrezco estas alabanzas con el fin de consolarte por tantos hijos ingratos que no te aman, y consolar el Corazón de tu Divino Hijo a quien tanto ofenden las injurias dirigidas contra Ti.
Dígnate, dulcísima Madre mía, recibir éste mi pobre obsequio: haz que te ame cada vez más, y mira con ojos de misericordia a esos desgraciados para que no tarden en arrojarse en tus maternales brazos. Amén.

Dígnate que te alabe, Virgen Sagrada.
Dame virtud contra tus enemigos.
(*)
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea tu Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción a los cielos.
Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea su Corazón Inmaculado.
Bendita sea su Pureza Virginal.
Bendita sea su Divina Maternidad.
Bendita sea su Mediación Universal.
Benditos sean sus Dolores y Lágrimas.
Benditas sean las gracias con que el Señor la coronó como Reina de cielos y tierra.
Gloria a María Hija del Padre, gloria a María Madre del Hijo, gloria a María Esposa del Espíritu Santo.

(Desde el (*) se repite cinco veces, y al final se añade):
Madre mía, te amo por los que no te aman, te alabo por los que te blasfeman, me entrego a Ti por los que no quieren reconocerte por Madre.

(Con licencia Eclesiástica)

jueves, 9 de julio de 2009

LA DIVINA MISERICORDIA


Superexaltat autem
misericordia iudícium.
La misericordia
triunfa sobre el juicio.
Sant., 2, 13.


PUNTO PRIMERO
Dios misericordioso espera al pecador.


La bondad es comunicativa por naturaleza; de suyo tiende a compartir sus bienes con los demás. Dios, que por su naturaleza es la bondad infinita, siente vivo deseo de comunicarnos su felicidad, y por eso propende más a la misericordia que al castigo. «castigar —dice Isaías— es obra ajena a las inclinaciones de la divina voluntad.» «se enojará para hacer su obra (ó venganza), obra que es ajena de Él, obra que es extraña a Él» (is., 28, 21). y cuando el Señor castiga en esta vida es para ser misericordioso en la otra (Sal. 59, 3). muéstrase airado con el fin de que nos enmendemos y aborrezcamos el pecado (Sal. 5). y si nos castiga es porque nos ama, para librarnos de la eterna pena (Sal. 6). ¿Quién podrá admirar y alabar suficientemente la misericordia con que Dios trata a los pecadores, esperándolos, llamándolos, acogiéndolos cuando vuelven a Él?... y ante todo, ¡qué gracia valiosísima nos concede Dios al esperar nuestra penitencia!...cuando le ofendiste, hermano mío, podía el Señor enviarte la muerte, y, sin embargo, te esperó; y en vez de castigarte, te colmó de bienes y te conservó la vida con su paternal providencia. hacía como si no viera tus pecados, a fin de que te convirtieses (Sb., 11, 24). ¿y cómo, Señor, vos, que no podéis ver un solo pecador, veis tantos y calláis? ¿miráis aquel deshonesto, aquel vengativo, a ese blasfemo, cuyos pecados se aumentan de día en día, y no los castigáis? ¿por qué tanta paciencia?... Dios espera al pecador a fin de que se arrepienta, para poder de ese modo perdonarle y salvarle (Is., 30, 18). dice Santo Tomás que todas las criaturas, el fuego, el agua, la tierra, el aire, por natural instinto se aprestan a castigar al pecador por las ofensas que al creador hace; pero Dios, por su misericordia, las detiene... Vos, Señor, aguardáis al impío para que se enmiende; mas ¿no veis que el ingrato se vale de vuestra piedad para ofenderos? (Is., 26, 15). ¿Por qué tal paciencia?... Porque Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y se salve (Ez., 33, 11).

¡Oh paciencia de Dios! dice San Agustín que si Dios no fuese Dios, parecería injusto, atendiendo a su demasiada paciencia para con el pecador. Porque espera que se valga el hombre de aquella paciencia para más pecar, diríase que es en cierto modo una injusticia contra el honor divino. «Nosotros pecamos —sigue diciendo el mismo santo—, nos entregamos al pecado (algunos firman paces con el pecado, duermen unidos a él meses y años enteros), nos regocijamos del pecado (pues no pocos se glorían de sus delitos), ¿y Vos estáis aplacado?... nosotros os provocamos a ira, y Vos a misericordia.» Parece que a porfía combatimos con Dios; nosotros, procurando que nos castigue; Él, invitándonos al perdón.

PUNTO SEGUNDO
Dios misericordioso llama al pecador penitencia.

Consideramos, además, la misericordia de Dios cuando llama al pecador a penitencia... Rebelóse Adán contra Dios, y ocultóse después. Mas el Señor, que veía perdido a Adán, iba buscándole, y casi sollozando le llamaba: «Adán, ¿dónde estás?...» (Gn., 3, 9). «Palabras de un padre —dice el P. Pereira— que busca al hijo que ha perdido.» Lo mismo ha hecho Dios contigo muchas veces, hermano mío. Huías de Dios, y Dios te buscaba, ora con inspiraciones, ora con remordimientos de conciencia, ya por medio de pláticas santas, ya con tribulaciones o con la muerte de tus deudos y amigos. No parece sino que, hablando de ti, exclamara Jesucristo: «casi perdí la voz, hijo mío, a fuerza de llamarte» (Sal. 68, 4). «Considerad, pecadores —dice Santa Teresa— que, os llama aquel Señor que un día os ha de juzgar.»

¿Cuántas veces, cristiano, te mostraste sordo con el Dios que te llamaba? Harto merecías que no te llamase más. Pero tu Dios no deja de buscarte, porque quiere, para que te salves, que estés en paz con Él... ¿Quién es el que te llama? un Dios de infinita majestad. ¿Y qué eres tú sino un gusano miserable y vil?... ¿Y para qué te llama? No más que para restituirte la vida de la gracia, que tú habías perdido. Convertíos y vivid (Ez., 18, 32). Con el fin de recuperar la divina gracia, poco haría cualquiera aunque viviese por toda su vida en el desierto. Pero Dios te ofrecía darte de nuevo su gracia en un momento, y tú la rechazaste. Y con todo, Dios no te ha abandonado, sino que se acerca a ti y te busca solícito, y lamentándose te dice: «¿Por qué, hijo mío, quieres condenarte» (Ez., 18, 31).

Siempre que el hombre comete un pecado mortal, arroja de su alma a Dios. Pero el Señor ¿qué hace?... Llégase a la puerta de aquel ingrato, y clama (Ap., 3, 20); pide al alma que le deje entrar (Cant., 5, 2), y ruega hasta cansarse (Serm., 15, 6). sí, dice San Dionisio Areopagita; Dios, como amante despreciado, busca al pecador y le suplica que no se pierda. Y eso mismo manifestó San Pablo (2 Co., 5, 20) cuando escribía a sus discípulos: «Os rogamos por Cristo que os reconciliéis con Dios.» Bellísima es la consideración que sobre este texto hace San Juan Crisóstomo: «El mismo Cristo —dice— os ruega... ¿Y qué os ruega? Que os reconciliéis con Dios. De suerte que Él no es enemigo vuestro, sino vosotros de Él.» Con lo cual manifiesta el santo que no es el pecador quien ha de esforzarse en conseguir que Dios se mueva a reconciliarse con él, sino que basta con que se resuelva a aceptar la amistad divina, puesto que él y no Dios es quien se niega a hacer la paz.

Ah! Este bondadosísimo Señor acércase sin cesar a los innumerables pecadores y les va diciendo: «¡Ingratos! No huyáis de Mí... ¿Por qué huís? decídmelo. Yo deseo vuestro bien, y sólo procuro haceros dichosos... ¿Por qué queréis perderos?» ¿Y Vos, Señor, qué es lo que hacéis? ¿Por qué tanta paciencia y tanto amor para con estos rebeldes? ¿Qué bienes esperáis de ellos? ¿Qué honra buscáis mostrándoos tan apasionado de estos viles gusanos de la tierra que huyen de vos? «¿Qué cosa es el hombre para que le engrandezcas?... O ¿Por qué pones sobre él tu corazón?» (Jb., 7, 17).

PUNTO TERCERO
Dios misericordioso acoge al pecador arrepentido.

A veces los príncipes de la tierra desdeñan mirar a los vasallos que acuden a implorar perdón. mas no procede así Dios con nosotros. «No os volverá el rostro si contritos acudiereis a Él» (2 c., 30, 9). No; Dios no oculta su rostro a los que se convierten. Antes bien, Él mismo los invita y les promete recibirlos apenas lleguen... (Jer., 3, 1; zac., 1, 3). ¡Oh, con cuánto amor y ternura abraza Dios al pecador que vuelve a Él! claramente nos lo enseñó Jesucristo con la parábola del buen pastor (Lc., 15, 5), que, hallando la ovejuela perdida, la pone amorosamente sobre sus hombros, y convida a sus amigos para que con él se regocijen (Lc., 15, 6). Y San Lucas añade (Lc., 15, 7): «Habrá gozo en el cielo por un pecador que hiciere penitencia.» Lo mismo significó el Redentor con la parábola del hijo pródigo, cuando declaró que Él es aquel padre que, al ver que regresa el hijo perdido, sale a su encuentro, y antes que le hable, le abraza y le besa, y ni aun con esas tiernas caricias puede expresar el consuelo que siente.

Llega el Señor hasta asegurar que, si el pecador se arrepiente, Él se olvidará de los pecados, como si jamás aquél le hubiera ofendido. No repara en decir «Venid y acusadme —dice el Señor (Is., 1, 18; Ez, 18, 21-22)—; si fueren vuestros pecados como la grana, como nieve serán emblanquecidos; o sea: «venid, pecadores, y si no os perdono, reprendedme y tratadme de infiel...» Mas no, que Dios no sabe despreciar un corazón que se humilla y se arrepiente (Sal. 50, 19). Gloríase el Señor en usar de misericordia, perdonando a los pecadores (Is., 30, 18). ¿Y cuándo perdona?... al instante (Is., 30, 19). Pecador, dice el profeta, no tendrás que llorar mucho. en cuanto derrames la primera lágrima, el Señor tendrá piedad de ti (Is., 30, 19). No procede Dios con nosotros como nosotros con él. Dios nos llama, y nosotros no queremos oír. Dios, no. Apenas nos arrepintamos, y le pedimos perdón, el Señor nos responde y perdona.

Tomado del libro, Preparación para la muerte de San Alfonso Mª Ligorio.

ABUSO DE LA DIVINA MISERICORDIA


Ignoras quoniam benignitas Dei ad
poenitentiam te adducit?

¿No sabes que la benignidad de Dios te
convida a penitencia? Ro., 2, 4.


PUNTO PRIMERO
El que abusa de la misericordia de Dios excita su cólera.
Refiere San Mateo, en el capítulo XIII de su Evangelio la parábola de la cizaña, y dice que, habiendo crecido en un campo esa mala hierba mezclada con el buen grano, querían los criados ir a arrancarla. pero el amo les replicó: «dejadla crecer: después la arrancaremos para echarla al fuego» (Ma., 13, 29, 30). De esta parábola se deduce, por una parte, la paciencia de Dios para con los pecadores, y por otra, su rigor con los obstinados.
Dice San Agustín que el enemigo engaña de dos maneras a los hombres: «con desesperación y con esperanza.» Cuando el pecador ha pecado ya, le mueve a desesperarse por el temor de la divina justicia; pero antes de pecar le anima a que caiga en tentación por la esperanza de la divina misericordia. Por eso el santo nos amonesta diciendo: «después del pecado ten esperanza en la misericordia; antes del pecado teme la divina justicia.» Y así es, en efecto. Porque no merece la misericordia de Dios el que se sirve de ella para ofenderle. La misericordia se usa con quien teme a Dios, no con quien la utiliza para no temerle. El que ofende a la justicia —dice el Abulense—, puede acudir a la misericordia; mas el que ofende a la misericordia, ¿a quién acudirá?

Difícilmente se hallará un pecador tan desesperado que quiera expresamente condenarse. Los pecadores quieren pecar, mas sin perder la esperanza de salvación. pecan, y dicen: Dios es la misma bondad; aunque ahora peque, yo me me confesaré más adelante. Asi piensan los pecadores, dice San Agustín (Trac., 33, in Jn.). pero, ¡oh Dios mío!, así pensaron muchos que ya están condenados.

«No digas —exclama el Señor— la misericordia de Dios es grande: mis innumerables pecados, con un acto de contrición me serán perdonados» (Ecl., 5, 6). no habléis así —nos dice el señor—. ¿Y por qué? «porque su ira está tan pronta como su misericordia; y su ira mira a los pecadores» (Ecl., 5, 7).
La misericordia de Dios es infinita; pero los actos de ella, o sea los de conmiseración, son finitos. Dios es clemente, pero también justo. «Soy justo y misericordioso; —dijo el Señor a Santa Brígida—, y los pecadores sólo atienden a la misericordia.» «Los pecadores —escribe San Basilio— no quieren ver más que la mitad.» «Bueno es el Señor; pero, además, es justo. No queramos considerar únicamente una mitad de Dios.»
Sufrir al que se sirve de la bondad de Dios para más ofenderle —decía el Santo Ávila—, antes fuera injusticia que misericordia. La clemencia fue ofrecida al que teme a Dios, no a quien abusa de ella. Et misericordia ejus timentibus eum, como exclamaba en su cántico la Virgen Santísima. A los obstinados los amansa la justicia, porque, como dice San Agustín, la veracidad de Dios resplandece aun en sus amenazas.«Guardaos— dice San Juan Crisóstomo— cuando el demonio (no Dios) os promete la divina misericordia con el fin de que pequéis.» «¡Ay de aquel—añade San Agustín— que para pecar atiende a la esperanza!...(In Sal. 144). ¡A cuántos ha engañado y perdido esa vana ilusión!. ¡Desdichado del que abusa de la piedad de Dios para ofenderle más!... Lucifer —como afirma San Bernardo— fue con tan asombrosa presteza castigado por Dios, porque al rebelarse esperaba que no recibiría castigo.
El rey Manases pecó; convirtióse luego, y Dios le perdonó. Mas para Amón, su hijo, que, viendo cuan fácil había conseguido el perdón su padre, llevó mala vida con esperanza de ser también perdonado, no hubo misericordia. Por esa causa —dice San Juan Crisóstomo— se condenó Judas, porque se atrevió a pecar confiado en la benignidad de Jesucristo.
En suma: si Dios espera con paciencia, no espera siempre. Pues si el Señor siempre nos tolerase, nadie se condenaría; pero la opinión más común es que la mayor parte de los cristianos adultos se condena. «Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por él» (Mt., 7, 13).

Quien ofende a Dios, fiado en la esperanza de ser perdonado, «es un escarnecedor y no un penitente» —dice San Agustín—. por otra parte, nos afirma San Pablo que «Dios no puede ser burlado» (ga., 6, 7). Y sería burlarse de Dios el ofenderle siempre que quisiéramos y luego ir a la gloria. Quien siembra pecados no ha de esperar otra cosa que el eterno castigo del infierno (Gal., 6, 8).
La red con que el demonio arrastra a casi todos los cristianos que se condenan es, sin duda, ese engaño con que los seducía diciéndoles: pecad libremente, que a pesar de todo ello os habéis de salvar. Mas el Señor maldice al que peca esperando perdón .
La esperanza después del pecado, cuando el pecador de veras se arrepiente, es grata a Dios; pero la de los obstinados le es abominable (Jb., 11, 20). Semejante esperanza provoca el castigo de Dios, así como provocaría a ser castigado el siervo que ofendiese a su señor precisamente porque éste es bondadoso y amable.

PUNTO SEGUNDO
El que abusa de la misericordia de Dios
para pecar merece ser de Él abandonado.
Dirá, quizá, alguno: «Puesto que Dios ha tenido para mi tanta clemencia en lo pasado, espero que la tendrá también en lo venidero.» mas yo respondo: «y por haber sido Dios tan misericordioso contigo, ¿quieres volver a ofenderle?» «¿de ese modo —dice San Pablo— desprecias la bondad y paciencia de Dios? ¿ignoras que si el Señor te ha sufrido hasta ahora no ha sido para que sigas ofendiéndole, sino para que te duelas del mal que hiciste?» (Ro., 2, 4). y aun cuando tú, fiado en la divina misericordia, no temas abusar de ella, el Señor te la retirará. «Si vosotros no os convirtiereis, entensará su arco y le preparará (sal. 7, 13). Mía es la venganza, y yo les daré el pago a su tiempo (Dt., 32, 35). Dios espera; mas cuando llega la hora de la justicia, no espera más y castiga.

Aguarda Dios al pecador a fin de que se enmiende (Is., 30, 18); pero al ver que el tiempo concedido para llorar los pecados sólo sirve para que los acreciente, válese de ese mismo tiempo para ejercitar la justicia (Lm., 1, 15). de suerte que el propio tiempo concedido, la misma misericordia otorgada, serán parte para que el castigo sea más riguroso y el abandono más inmediato. «Hemos medicinado a Babilonia y no ha sanado. Abandonémosla» (Jer., 51, 9).
¿Y cómo nos abandona Dios? O envía la muerte al pecador, que así muere sin arrepentirse, o bien le priva de las gracias abundantes y no le deja más que la gracia suficiente, con la cual, si bien podría el pecador salvarse, no se salvará. Obcecada la mente, endurecido el corazón, dominado por malos hábitos, será la salvación moralmente imposible; y así seguirá, si no en absoluto, a lo menos moralmente abandonado. «Le quitará su cerca, y será talada...» (is., 5, 5). ¡Oh, qué castigo! triste señal es que el dueño rompa el cercado y deje que en la viña entren los que quisieren, hombres y ganados: prueba es de que la abandona.
Así, Dios, cuando deja abandonada un alma, le quita la valla del temor, de los remordimientos de conciencia, la deja en tinieblas sumida, y luego penetran en ella todos los monstruos del vicio (Sal. 103, 20). El pecador, abandonado en esa oscuridad, lo desprecia todo: la gracia divina, la gloria, avisos, consejos y excomuniones; se burlará de su propia condenación (Pr., 18, 3).
Le dejará Dios en esta vida sin castigarle, y en esto consistirá su mayor castigo. «Apiadémonos del impío...; no aprenderá (jamás) justicia» (Is. 26, 10). Refiriéndose a ese pasaje, dice San Bernardo: «No quiero esa misericordia, más terrible que cualquier ira».
Terrible castigo es que Dios deje al pecador en sus pecados y, al parecer, no le pida cuenta de ellos (Sal. 10, 4). Diríase que no se indigna contra él (Ez., 16, 42) y que le permite alcanzar cuanto de este mundo desea (Sal. 80, 13). ¡Desdichados los pecadores que prosperan en la vida mortal! ¡Señal es de que Dios espera a ejercitar en ellos su justicia en la vida eterna! Pregunta Jeremías (Jer., 12, 1): «¿Por qué el camino de los impíos va en prosperidad?» y responde enseguida (Jer., 12, 3): «congrégalos como el rebaño para el matadero.»
No hay, pues, mayor castigo que el de que Dios permita al pecador añadir pecados a pecados, según lo que dice David (Sal. 68, 28-29): «Ponles maldad sobre maldad. .. borrados sean del libro de los vivos»; acerca de lo cual dice San Belarmino: «No hay castigo tan grande como que el pecado sea pena del pecado.» más le valiera a alguno de esos infelices que cuando cometió el primer pecado el señor le hubiera hecho morir; porque muriendo después, padecerá tantos infiernos como pecados hubiere cometido.

PUNTO TERCERO
El que abusa de la misericordia de Dios
merece caer en las manos de su justicia.
Refiérese en la vida del Padre Luis de Lanuza que cierto día dos amigos estaban paseando juntos en Palermo, y uno de ellos, llamado César, que era comediante, notando que el otro se mostraba pensativo en extremo, le dijo: «Apostaría a que has ido a confesarte, y por eso estás tan preocupado... yo no quiero acoger tales escrúpulos... Un día me dijo el Padre Lanuza que Dios me daba doce años de vida y que si en ese plazo no me enmendaba tendría mala suerte. Después he viajado por muchas partes del mundo; he padecido varias enfermedades, y en una de ellas estuve a punto de morir... Pero en este mes, cuando van a terminar los famosos doce años, me hallo mejor que nunca...». Y luego invitó a su amigo a que fuese, el sábado inmediato, a ver el estreno de una comedia que el mismo César había compuesto... En aquel sábado, que fue el 24 de noviembre de 1668, cuando César se disponía a salir a escena, dióle de improviso una congestión y murió repentinamente en brazos de una actriz. Así acabó la comedia.
Pues bien, hermano mío; cuando la tentación del enemigo te mueva a pecar otra vez, si quieres condenarte puedes libremente cometer el pecado; mas no digas que deseas tu salvación. mientras quieras pecar, date por condenado, e imagina que Dios decreta su sentencia, diciendo: «¿Qué más puedo hacer por ti, ingrato, de lo que ya hice?» (Is,, 5. 4). Ya que quieres condenarte, condénate, pues... tuya es la culpa.

Dirás, acaso, que en dónde está ese modo de misericordia de Dios... ¡Ah, desdichado! ¿No te parece misericordia el haberte Dios sufrido tanto tiempo con tantos pecados? Prosternado ante Él y con el rostro en tierra debieras estar dándole gracias y diciendo: «Misericordia del Señor es que no hayamos sido consumidos» (Lm., 3, 22).
Al cometer un solo pecado mortal incurriste en delito mayor que si hubieras pisoteado al primer soberano del mundo. Y tantos y tales has cometido que si esas ofensas de Dios las hubieses hecho contra un hermano tuyo, no las hubiera éste sufrido... Mas Dios no sólo te ha esperado, sino que te ha llamado muchas veces y te ha ofrecido el perdón. ¿Qué más debía hacer? (Is., 5, 4).
Si Dios tuviese necesidad de ti, o si le hubieses honrado con grandes servicios, ¿ podria haberse mostrado más clemente contigo? Así, pues, si de nuevo volvieras a ofenderle, harías que su divina misericordia se trocara en indignación y castigo.

Si aquella higuera hallada sin frutos por su dueño no los hubiera dado tampoco después del año de plazo concedido para cultivarla, ¿quién osaría esperar que se le diese más tiempo y no fuese cortada? escucha, pues, lo que dice San Agustín: «¡Oh árbol infructuoso!, diferido fue el golpe de la segur. ¡Mas no te creas seguro, porque serás cortado! Fue aplazada la pena —expresa el Santo—, pero no suprimida. Si abusas más de la divina misericordia, el castigo te alcanzará: serás cortado.»
¿Esperas, por tanto, a que el mismo Dios te envíe al infierno? Pues si te envía, ya lo sabes, jamás habrá remedio para ti. Suele el Señor callar, mas no por siempre. Cuando llega la hora de la justicia, rompe el silencio. Esto hiciste y callé. Injustamente creíste que sería tal como tú. Te argüiré y te pondré ante tu propio rostro (Sal. 49, 21). Te pondrá ante los ojos los actos de divina misericordia, y hará que ellos mismos te juzguen y condenen.

De la Preparación para la muerte de San Alfonso Mª Ligorio.