miércoles, 29 de julio de 2009
UNIÓN IRRAZONABLE
martes, 28 de julio de 2009
LA MISA DEL PADRE PÍO
Naturalmente, algunos aprovechaban de una estancia en Italia, Roma, Nápoles o en otra parte, para hacer un salto hasta San Giovanni; muchos repartían el mismo día. Habían venido únicamente para esto.
Desde las dos o tres horas de la mañana, los pesados autobuses descargaban delante del convento a sus ocupantes, sorprendidos de ver ya la plaza de la iglesia negra de mundo. Se esperaba pacientemente la apertura de las puertas para entrar; esperando, se rezaba el rosario.
Para el incrédulo que venia simplemente como curioso, la misa del Padre Pío era tal vez una ceremonia como todas las otras; pero, para el creyente, era de un valor infinito por la presencia real del Señor que el celebrante llama infaliblemente sobre el altar por las palabras consagratorias. La misa siempre y en todas partes tiene el mismo valor, allí donde es celebrada válidamente: ¿Por qué querer asistir a la del Padre Pío? Indudablemente porque este capuchino hacía tangible la misteriosa y sin embargo real presencia.
Se comprende, por lo tanto, que nada puede ser añadido a su grandeza, a su valor, a su significación, que es únicamente limitada par la impenetrable voluntad de Dios.
Desde que él estaba al pie del altar, el rostro del celebrante se transfiguraba.
No se encontraba allí solamente como sacerdote para el Sacrificio, sino como el hombre de Dios para dar testimonio de su existencia, como sacerdote que portaba él mismo las cinco llagas sangrantes de la crucifixión sobre el cuerpo. El Padre Pío poseía le don de hacer rezar a los otros. Se vivía la misa. Se era fascinado. Puedo decir, que solamente en San Giovanni, comprendí el divino Sacrificio.
Esta misa duraba largo tiempo; sin embargo, al seguirla en su larga celebración, se perdía toda noción de tiempo y de lugar. La primera vez que asistí a ella, lamenté que se terminara. ¡Con estupor, me di cuenta que había durado más de dos horas!
Toda la vida del Padre Pío estaba centrada sobre el Santo Sacrificio de la misa que, decía él, día tras día, salva al mundo de su perdición. Brunatto, que asistía generalmente al Padre y tuvo la alegría de acolitarle, testimonió que, durante los años de su aislamiento, la celebración duraba hasta siete horas. Más tarde, fue limitada por la obediencia y duraba alrededor de una hora.
Sí, verdaderamente, esta misa del Padre Pío era un acontecimiento inolvidable y se tenía razón de querer y asistir al menos una sola vez.
Cuando salía de la sacristía, el Padre era generalmente sostenido por dos cohermanos, pues sus pies traspasados le hacían sufrir atrozmente. De un paso pesado, arrastrando los pies, incierto, vacilante, avanzaba hacia el altar. Además de los estigmas, pasaba aún toda la noche en oración; lo que fue así por medio siglo.
Se le hubiera creído aplastado bajo el peso des pecados del mundo. Ofrecía todas las intenciones, los pedidos, las súplicas, que le habían sido confiadas por escrito u oralmente, del universo entero. Portaba, además, todas les aflicciones, los sufrimientos, las angustias por las cuales se venía a él y de las que se había cargado. Es por esto que el Ofrecimiento de esta misa era tan largo y tan impresionante.
Hacía todo para desviar la atención de él. Evitaba todo lo que podía ser espectacular en su porte, su expresión, sus gestos, en su manera de rezar y de callarse; y sin embargo, su porte, su modo de rezar, su silencio, y sobre todo las largas pausas, en toda su simplicidad, eran verdaderamente dramáticas.
Cuando, recogido en el silencio de una multitud íntimamente unida a él, el Padre Pío tomaba la patena en sus manos sangrantes y la ofrecía al Padre Todo Poderoso, ella pesaba con el peso enorme ese montón de buenas obras, de sufrimientos y de buenas intenciones. Este pan que iba luego a tomar vida, cambiado en Aquel que, sólo, realmente, era capaz de pagar completamente la deuda de los pecados de los hombres.
En esta celebración no eran remarcables solamente las principales partes de la misa. El Padre Pío celebraba toda la misa con la misma atención sostenida, visiblemente consciente de la profunda significación de cada palabra, de cada gesto litúrgico.
Lo que pasaba entre Dios y él permanece un misterio, pero se podría adivinar alguna cosa en ciertos silencios, en ciertas pausas más largas; los trazos de su cara traducían a veces su intensa participación en el Drama que él vivía. Con los ojos cerrados, estaba frecuentemente en conversación con Dios, o transportado en éxtasis en la contemplación.
Sólo, un ángel sería capaz de describir dignamente esta misa. Las llagas permanentes de su cuerpo no eran sino los signos visibles del martirio interior que padecía con el «divino Crucificado». Por esto, la atención de la asamblea estaba fija en el punto culminante del Santo Sacrificio: la Consagración.
En efecto, se detenía un instante como para concentrarse. Parecía desencadenarse una lucha entre él, que tenía en sus manos la hostia inmaculada y, Dios sabe, que fuerza obscura e invisible que, sobre sus labios, retenía las palabras consagratorias cargadas de fuerza creadora.
Ciertos días, la misa era para él, a partir del Sanctus, un verdadero martirio. El sudor cubría su cara y las lágrimas corrían a lo largo de sus mejillas. Era verdaderamente el hombre de dolores tomado por la agonía. Involuntariamente, yo pensaba en Cristo en el Jardín de los Olivos.
Se veía claramente, que profiriendo las palabras de la Consagración, padecía un real martirio. A cada palabra, un choc parecía recorrer sus miembros. ¿Sería posible, como ciertos lo piensan, que él sufría entonces más intensamente la Pasión de Cristo y que los salmos dolorosos, que él reprimía cuanto posible, lo impedían en un momento continuar? O debemos interpretar a la letra las palabras del Padre diciendo que el demonio se aventure garfios hasta en el altar? En son actitud tan impresionante, se asistía por lo tanto a una lucha real contra Satán, que, en ese momento, redoblaba sus esfuerzos para atormentarlo.
Las dos suposiciones son aceptables.
Frecuente, cuando abandonaba el altar, después de la misa, ciertas expresiones involuntarias y reveladoras se le escapaban. Como hablándose a sí mismo, decía por ejemplo: «Me siento quemar... » y también : « Jesús me dijo... ».
En cuanto a mi, yo he estado, como todos aquellos que han tenido la alegría de participar en esta misa, vivamente impresionado por esta emocionante celebración.
Un día, hicimos al Padre, la pregunta: «Padre, ¿qué es su misa para usted?».
El Padre respondió: « Una unión completa entre Jesús y yo ».
La misa del Padre Pío era verdaderamente esto: Le Sacrificio del Gólgota, el Sacrificio de La Iglesia, el Sacrificio de la última Cena y también nuestro Sacrificio.
Y, aún: « ¿Somos los únicos que estamos en torno del altar durante la misa?
– En torno de el altar, están los Ángeles de Dios.
– Padre, ¿qué se encuentra en torno de el altar?
– Toda la Corte celestial.
– Padre, ¿está también presente la Virgen María durante la misa?
– ¿Puede una Madre permanecer indiferente para con su Hijo? ».
En una carta que el Padre escribió, en mayo 1912, sabemos que la Santísima Virgen lo acompañaba en el altar. La Madre de Dios y nuestra Madre evidentemente no tiene otra preocupación que la de su Hijo Jesús que se hacía visible, a nuestros ojos, en la carne del Padre Pío, herido de amor por Dios y sus hermanos.
-«Padre, ¿cómo debemos asistir a la misa?
– Como la Santísima Virgen y les santas mujeres, con amor y compasión. Como san Juan asistía a la Ofrenda Eucarística y al Sacrificio sangriento de la Cruz . »
Un día que la multitud de peregrinos era particularmente densa en la iglesia de San Giovanni, el Padre me dijo después de la misa:
-«¡Me acordé de usted en el altar!».
-Le pregunté: « Padre, ¿tiene usted en la memoria todas les almas que asisten a su misa? ». -Respondió: « ¡En el altar, veo a todos mis hijos como en un espejo!».
Toda la vida del Padre Pío ha sido una Pasión de Jesús. Su jornada entera era la continuación del Sacrificio de la misa.
NI SANTO, NI TAN SÚBITO
Un lector nos escribe
"Rev. Padres de si si no no:
… Querría exponer mi pensamiento y solicitar vuestra opinión sobre la obra de Karol Wojtila.
Mis padres y catequistas me han enseñado que ‘fuera de la Iglesia no hay salvación’.
Los Diez Mandamientos empiezan por estas palabras: “Yo soy el señor tú Dios, no tendrás otro Dios fuera de mí”. Precisado esto, he visto a Juan Pablo II besar el Corán, lo he visto deslizar una hoja de papel en una ranura del Muro de las Lamentaciones, lo he visto en otras muchas circunstancias totalmente incomprensible para mí. Si yo hubiera hecho lo mismo me habría sentido al menos en estado de pecado mortal, y en otros tiempos habría sido excomulgado. Habiendo suscitado el comportamiento de Juan Pablo II la duda e incertidumbre en la conciencia de tantos cristianos, ¿debería ser declarado santo inmediato? Para mí se trata de un Papa que habrá que olvidar. Os ruego que me digáis si me equivoco.
Anticipadamente os doy las gracias por vuestra respuesta y os saludo devotamente".
Carta firmada
RESPONDEMOS
Usted tiene razón y estamos totalmente de acuerdo.
Nunca hemos guardado silencio sobre los actos de Juan Pablo II, que independientemente de las intenciones de su autor, eran una grave amenaza para la fe.
Mientras estuvo vivo consideramos ser nuestro deber el alertar a las almas sobre los escándalos que emanaba de la autoridad suprema, afirmando en muchas ocasiones que la obediencia al “Papa actual” (empleando el lenguaje de Pablo VI), no puede nunca separarse de la obediencia a los “Papas de ayer”. Nos enseña el Concilio dogmático Vaticano I que a cada Papa se le promete la asistencia del Espíritu Santo, no para inventar una nueva religión, sino para transmitir fielmente el depósito de la fe. Pero desde el momento en que Karol Wojtila ha pasado al juicio de Dios, consideramos que nuestro deber respecto a él ha terminado.
De mortuis nisi bonum, decían los Romanos, y nosotros añadimos que cuando no se puede hablar bien, es mejor callar. Cualquier palabra tendría sabor a resentimiento personal, y en nosotros no ha sido más que el amor a la Iglesia y a las almas, en el que se cumple el amor de Dios, lo que nos ha empujado a escribir.
Añadimos que si los errores no tienen derecho a ninguna indulgencia (por eso tendremos siempre la misma libertad de expresión frente a los errores del Papa Wojtila), no es lo mismo cuando se trata de la persona que comete estos errores. El verdadero grado de responsabilidad personal sólo es conocido por Dios y es también por este motivo por lo que hemos juzgado más cristiano no decir nada de una ‘persona’ que ya ha salido de la escena de este mundo y ya ha sido juzgada ante el Tribunal de Dios.
Todas las manifestaciones públicas emprendidas por los medios de comunicación con motivo de las exequias de Juan Pablo II nos han dado la triste imagen de una generación, incluso entre los sacerdotes, que ha quedado con su pontificado aún menos cristiana que la que el había encontrado.
Peor aún, nos han ofrecido la imagen de una jerarquía convertida en esclava de la prensa y por consiguiente de la opinión pública, que sólo podrá librarse de esta servidumbre a muy alto precio.
sábado, 25 de julio de 2009
LA CREMACIÓN
Es cierto que en 1963, durante el Concilio Vaticano II, se flexibilizó esta ley. El Código de Derecho Canónico de 1983 refleja este cambio estableciendo que la cristiana sepultura sólo se le negará a aquellas personas que hayan elegido la cremación por razones opuestas a la Fe Católica (Canon 1184, §1, 2). Esta expresión ambigua abrió las puertas a la cremación sin control, con su consecuente falta de respeto por el cuerpo, sellado con la Santísima Trinidad en el bautismo.
Sin embargo, es una cuestión discutible, pues la Iglesia Conciliar ha abandonado cualquier Misa de Responso, y no sólo la de aquéllos que han sido o habrán de ser cremados. Aquí subyace la tragedia real, pues el Sacrificio de la Misa no se ofrece más por el eterno descanso de las pobres almas sufrientes del Purgatorio.
En lo que concierne a los verdaderos católicos, la cremación no es una práctica aceptable, excepto en casos extremos de peligro, como en el caso de plagas u otras enfermedades infecciosas. Tiene que seguir tratándose como una negación clara al dogma católico referente al cuerpo como templo del Espíritu Santo y la resurrección del cuerpo. Los sacerdotes tradicionales deben consecuentemente, rehusar celebrar los servicios de la cristiana sepultura y la Misa de Responso para todas aquellas personas que hayan solicitado que sus cuerpos sean cremados. Y más aún, los católicos tradicionales tienen el deber de explicar esta situación a sus familiares, para no encontrarse en la situación de tener que implementar la cremación o negar una Misa de Responso.
Tomado de TradiciónCatólica.com
miércoles, 22 de julio de 2009
"EL TRIUNFO DE LA IGLESIA" SEGÚN LA VISIÓN DE SAN JUAN BOSCO
Me vi sobre una pequeña isla rocosa en medio del mar, mientras la tempestad rugia furiosa. Entonces surgio una nave grande y potente, que las olas gigantescas combatian, lanzandola de derecha a izquierda.
El Papa estaba erguido sobre esa embarcación y a su Lado, divise cardenales, obispos, sacerdotes, religiosas y mucha gente.
Comprendi que esa vision debia significar la Santa Iglesia Catolica.
Muchas naves poderosas y enemigas la circundaron y arremetieron contra ella, causandole daños, para que naufragara.
Cuando he aquí que el Papa cae herido gravemente. Inmediatamente los que le acompañan acuden a ayudarle y le levantan. El Pontífice es herido una segunda vez, cae nuevamente y muere. Un grito de victoria y de alegría resuena entre los enemigos; sobre las cubiertas de sus naves reina un júbilo indecible. Pero apenas muerto el Pontífice, otro ocupa el puesto vacante.Los cardenales que estaban en la nave de la Iglesia eligieron inmediatamente, de entre ellos al nuevo Papa. Al mismo tiempo se conoció en el mundo la doble noticia de la muerte del Papa y la elección de su sucesor. Los enemigos comienzan a desanimarse.
Difícil sobre toda ponderación, fue el deber que asumió el nuevo Pontífice, su nave con grandes averias, parecia perdida al empuje de los furiosos ataques de sus enemigos, que se creian dueños de la victoria.
Entonces vi surgir entre las tinieblas y sobre la tormenta dos magnificas columnas luminosas. Sobre una de ellas campea una estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: "Auxilium Christianorum".
Sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con las palabras: "Salus credentium" (Salvación de los creyentes).Renació la esperanza y se fortalecieron los ánimos entre la gente que estaba en la nave de la Iglesia.
El nuevo Papa, venciendo y superando todos los obstáculos, dio la orden de arrumbar hacia las dos columnas y al llegar al espacio comprendido entre ambas, la amarra con una cadena que pende sobre la proa a un áncora de la columna que ostenta la Hostia; y con otra cadena que pende de la popa la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada. Cumplido esto, hizo que la nave anclara alli fijamente.
Entonces se produce una gran confusión; observe la desbandada de barcos enemigos que se dan a la huída, se dispersan, se chocaban entre si y se aniquilaban mutuamente.Unas al hundirse procuran hundir a las demás. Otras navecillas que han combatido valerosamente a las ódenes del Papa, son las primeras en llegar a las columnas donde quedan amarradas.Algunos pudieron escapar del desastre y desaparecieron de mis miradas. Numerosos naufragos de las embarcaciones destruidas, nadaban y remaban sobre los restos flotantes, hacia la gran nave de la Iglesia, que los acogió con misericordia y los puso a salvo.
En el mar reina una calma absoluta .
martes, 21 de julio de 2009
EL ENCUBRIMIENTO DE BERTONE DEL TERCER SECRETO SIGUE DESHACIÉNDOSE
También estuvieron presentes Antonio Socci, autor de Il Quarto Segreto di Fatima (El cuarto secreto de Fátima), y Solideo Paolini, autor de No desprecien las profecías.Estos dos autores han demostrado ciertos hechos que nos hacen pensar que una parte del Secreto todavía no ha sido revelada.
Y como el Doctor Socci es un periodista conocido y un personalidad de la televisión, su libro (publicado en noviembre de 2006) causó revuelo en Italia y otras partes del mundo. El libro La última vidente de Fátima del Cardenal Bertone fue una tentativa de desmentir la tesis principal del libro de Socci, aunque no tuvo éxito en este propósito.
El testimonio firme del Arzobispo Capovilla
En julio de 2006, el Arzobispo Capovilla confesó al Doctor Solideo Paolini que efectivamente existían dos textos diferentes pero complementarios del Tercer Secreto: uno guardado en el Santo Oficio y otro conservado en el departamento papal. Esta información se publicó en el libro de Socci.
Después de la publicación del libro, el Doctor Socci recibió una carta personal del Papa Benedicto XVI agradeciéndole el libro y alabando los sentimientos que le sirvieron de inspiración para escribirlo.
Durante los diez meses después de la publicación del libro de Socci, el Arzobispo Capovilla no desmintió sus palabras, aunque Solideo Paolini, en un discurso impartido en Brasil, en agosto de 2007, para el congreso “El único camino a la paz mundial” organizado por el Centro de Fátima, señaló que el Vaticano estaba presionando al Arzobispo a causa de lo que había dicho acerca del Secreto.El Arzobispo Capovilla no desmintió
Entonces no fue una sorpresa que en la presentación del Cardenal Bertone el 21 de septiembre, proyectaron para el auditorio un corto video con un desmentido aparente de Capovilla.
La entrevista filmada fue dirigida por el periodista Giuseppe De Carli (coautor del libro de Bertone), y ciertas partes ya se habían publicado la semana anterior en The London Telegraph y en un medio italiano muy curioso, Donna Diva, revista femenina de chismes.
En esa entrevista, el Arzobispo supuestamente confesó que las cuatro páginas presentadas por el Vaticano en 2000 eran las mismas que vio en 1959. Pero ningún experto serio sobre el Secreto ha sugerido que las cuatro páginas no fueron auténticas, sino que la revelación del Vaticano no fue completa.
El Arzobispo también dijo: “Nunca se me ocurrió que podría haber un cuarto secreto. Nunca me han contado eso, tampoco he dicho nada por el estilo”.
Pero la frase “cuarto secreto de Fátima” no es más que un término periodístico inventado por el Doctor Socci para señalar aquella parte del Tercer Secreto que todavía no fue revelada, hecho que él demuestra con hechos y razones. Socci nunca ha declarado que existe un “Cuarto Secreto”. Así que Capovilla no está mintiendo cuando dice que no existe un “cuarto secreto”.
Capovilla nunca ha afirmado categóricamente que las cuatro páginas publicadas por el Vaticano forman la totalidad de los escritos de Sor Lucía acerca del Secreto. Así que lo que presentó Capovilla a causa de la presión por parte del Vaticano no fue un desmentido real, sino sólo aparente, de sus declaraciones a Paolini.
Emboscada del Doctor Socci en su búsqueda de la verdad completa
Dentro del auditorio, poco antes de que empezara el evento, el Doctor Socci había pedido permiso al Padre Federico Lombardi, director de la Oficina de Prensa del Vaticano, para poder hablar con el Cardenal Bertone. El Padre Lombardi le negó el permiso, insistiendo que el Cardenal no iba responder a preguntas.
Según se reportó en el diario Il Riformista: “Con mucha bondad Socci pidió permiso para hacer una sola pregunta al Cardenal, a la cual el prelado podría responder con un simple sí o no. La pregunta habría sido la siguiente: ‘Eminencia, ¿estás dispuesto a jurar por el Evangelio que no sigue nada después de aquella frase conocida de la Virgen que forma parte de la versión del Tercer Secreto de Fátima publicada por el Vaticano en el año 2000 (“En Portugal el dogma de la fe se preservará siempre etc.”)?’”
Entonces Socci y Paolini se dirigieron a la entrada del “Aula Magna” (el “gran auditorio” de la Universidad), esperando hablar con el Cardenal a su llegada. Viendo al Dr. Socci, el Cardenal Bertone desapareció por una puerta lateral para evitar la pregunta de Socci.
Los periodistas empezaron a preguntar a Socci qué había sucedido. En ese instante se aproximaron al Dr. Socci los guardias vaticanos y le ordenaron que no hablara más con los periodistas y que se fueran, tanto él como Paolini. Cuando Socci respondió que simplemente era un periodista, que tenía todo el derecho de estar allí, los agentes empezaron a empujarlos.
“Es una locura – dijo Socci, según cita Il Corriere della Sera – sólo quería hacerle una pregunta breve a la cual podía responder sí o no. Pero cuando el Cardenal Bertone supo que estaba, salió por una puerta de servicio y entró directamente al aula. A causa de esta táctica curiosa, todos los presentes se rieron [de Bertone].
“Después – continuó Socci – tres guardaespaldas vaticanos me echaron del local, diciendo que no podía entrevistarme allí. Una situación ridícula que indignó a todos mis compañeros que estaban presentes y a mí también me asombró, puesto que soy un enérgico defensor del Vaticano”.Otros documentos de prueba del Doctor Solideo Paolini
El Doctor Paolini tenía grabado al Arzobispo Capovilla cuando confesó que efectivamente existían dos textos distintos del Tercer Secreto. El Dr. Socci estaba poniendo la grabación para los periodistas cuando los guardias le hicieron salir del local.
El periódico italiano Il Giornale informó: “Para los periodistas presentes allí, Socci nos pasó una grabación en la cual Capovilla había dicho el 21 de junio de 2007: hay algo más además de estas cuatro páginas, sí, un anexo. Estas palabras vendrían a respaldar la teoría de la existencia de otra hoja con la interpretación del Secreto”.El recurso a la fuerza bruta
“La evasión de Bertone frente a Socci y Paolini, su negativa a contestar preguntas, el trato brutal de estos dos periodistas por parte de los agentes de seguridad vaticanos, todo eso sólo aumenta la convicción que Bertone tiene algo de ocultar respeto a la revelación completa del Tercer Secreto”, dijo Vennari.
“No es la primera vez que sucede ese tipo de incidentes – dice Coralie Graham, editora de The Fatima Crusader –. Parece que están dispuestos a valerse de la fuerza bruta para acallar a los mensajeros. Antonio Socci recibe ahora el mismo trato que el Padre Gruner, siendo denigrado por los funcionarios vaticanos y sufriendo violencia a manos de los guardias vaticanos. ¿Por qué tienen miedo?”
La Sra. Graham señaló que en 1992, el Padre Gruner fue atacado en el Santuario de Fátima por agentes del Santuario cuando el Padre hizo ciertas preguntas difíciles al Rector acerca del Tercer Secreto y la Consagración de Rusia.
Bertone impone su opinión personal a la Iglesia
El Papa Benedicto se enfrenta a una situación difícil ya que el Cardenal Bertone se ha metido en un callejón sin salida y el Vaticano junto con él; y todo eso porque Bertone sigue aferrado a su opinión personal, es decir, que no hay nada más en relación al Tercer Secreto que lo que ya fue revelado al mundo.
“Al analizar el libro de Bertone y su presentación televisada del 31 de mayo que duró casi dos horas, queda claro que su posición es completamente indefendible, inverosímil y completamente innecesaria. Su encubrimiento se ha vuelto todavía más sospechoso con la grabación del Arzobispo Capovilla (quien sigue en vida y es uno de los principales testigos oculares del Tercer Secreto de Fátima) en la que afirma que sí existe ‘un anexo’ al documento que el Cardenal Bertone insiste en que está completo.
“Así que queda claro que el encubrimiento de la del Tercer Secreto en su integridad, por parte del Cardenal, está deshaciéndose delante de nuestros ojos. Por supuesto, el ‘anexo’ al que se refiere Capovilla contiene simplemente las palabras de la Virgen, la parte que falta del Tercer Secreto”.Los fieles tienen el derecho de saber
“Tenemos que rezar para que el Papa Benedicto ponga fin a esta farsa de Bertone y divulgue al mundo la parte del Tercer Secreto que todavía nos falta.
El Papa Benedicto necesita muchas oraciones para cumplir con este mandato explícito de Nuestra Señora de Fátima para divulgar completamente el Tercer Secreto a todos los fieles.
Por su obediencia a la Madre de Dios, la Reina celestial, el Papa Benedicto no sólo renovará la autoridad moral y credibilidad del Vaticano. También transmitirá la palabras más salvíficas de la Virgen al mundo que es amenazado por ‘fuerzas apocalípticas que se avecinan cada día más a la humanidad’, en palabras de Juan Pablo II”.Conclusión del reportaje especial
En julio de 2006, Capovilla le dijo a Paolini que ambas fechas son correctas porque hay dos sobres con dos textos. Capovilla lacró el texto con su sello personal, según aparece en el anexo. Fue traducido al inglés por el personal del Centro de Fátima.
(Vea tambien “Declaration of Dr. Solideo Paolini” [“Declaración del Dr. Solideo Paolini”] en la página 22 de número 87 de The Fátima Cursader para más información sobre este punto).
domingo, 19 de julio de 2009
VISIÓN DE LA BEATA JACINTA DE FÁTIMA
-¿No viste al Santo Padre?-No.
En otra ocasión fuimos a “Lapa do Cabezo”; llegados allí, nos postramos en tierra, para rezar las oraciones del Ángel. Pasado un tiempo, Jacinta se levanta y me llama:
-¿No ves tantas carreteras, tantos caminos y campos llenos de gente, que llora de hambre y no tienen nada para comer? ¿Y al Santo Padre, en una Iglesia, delante del Inmaculado Corazón de María, rezando? ¿Y a mucha gente rezando con él?
Pasados unos días, me preguntó:
-No. ¿No ves que eso hace parte del Secreto? ¿Qué por eso, luego se descubriría todo?-Está bien, entonces no digo nada.
Tomado de MEMORIAS DE LUCIA.
sábado, 18 de julio de 2009
LA REINECITA
Tomado de Crux et Gladius.
Se trata de una imágen no muy difundida de Santa Teresita, un óleo sobre tela del autor V. Sánchez Muñoz titulado:
La Reinecita.
Explicación del cuadro (Por el Padre Miguel Sánchez Muñoz hermano del pintor Vicente Sánchez Muñoz)
Aparece Santa Teresita, quinceañera, no vestida de negro, como en la foto que a ella le tomaron siendo postulante, sino con vestido claro, como cuando se presentó, en compañía de su papá, al Sr. Obispo de Bayeux y Lisieux para pedirle el permiso de hacerse carmelita a a los quince años.
Ella nunca usó peinado alto, excepto en esta ocasión, en que quiso peinarse así para verse más grande y así lograr que el Prelado le diera el permiso deseado.
Contemplando el cuadro, se divisa al fondo, medio nimbada, su Basílica, (la mayor del mundo después de la de San Pedro de Roma). Simboliza el gran edificio de su santidad, edificio que ella se propuso levantar y que lo dejó bien terminado, pues ella dijo “Yo no quiero ser una santa a medias”.
A corta distancia de Teresita se ve un camino que va rumbo a la Basílica. Este camino significa su “caminito”. Camino corto, camino seguro de santidad que le reveló el Espíritu Santo y que ella nos enseñó… Este camino se ve bordeado de rosas porque es un camino de amor.
Al fondo, al lado derecho del que contempla el cuadro, vemos un entierro con su fúnebre cortejo, que se dirige en sentido muy distinto del camino. Ese entierro representa al espíritu del mundo, espíritu que Cristo excluye de la Salvación…
El muerto de ese entierro es Satanás que es el primero que murió a la vida de la gracia… ¡y cuánto apesta ya ese muerto!...
El cortejo de ese entierro lo forman todos los tontos que siguen a Satanás aceptando las máximas del mundo fincadas en el egoísmo: amor a las riquezas, honores y placeres.
Este entierro con su cortejo fúnebre y sombrío, presenta un recio contraste con la figura de Teresita, que aparece toda ella linda y encantadora, como capullo de rosa en días de primavera.
Esto hace alusión a lo que ella misma nos cuenta: pues dice que cuando entró con su papá en la Catedral de Bayeux se celebraba en esos momentos un solemne funeral, y que “la iglesia estaba llena de damas vestidas de luto”…
A petición de Don Luis, Teresita pasó por en medio de aquella fúnebre concurrencia, luciendo ella su “vestido claro y su sombrero blanco”…
Después ella diría: “obliguemos a este mundo corrompido a percibir la fragancia de nuestra vida”…
Finalmente, Teresita aparece teniendo en sus manos una rosa blanca, recién abierta y que no tardara en deshojarse…
Esa rosa blanca simboliza su vida.
Así tituló ella su vida: “Historia primaveral de una florecita blanca”…
Blanca rosa perfumada que llenó de fragancia los ámbitos de todo el mundo… ¡Eso es Teresita!
Quedara como enlace permanente para descarga desde rapidshare en la barra lateral,( en una calidad espectacular(U. H. Q. : 28.574 Mb.), lo que hace posible su impresión en tamaño póster. (no fue fácil de conseguir, por lo mismo es que la compartimos con ustedes.).
PROPAGUE ESTE LINK PARA QUE LA IMAGEN SE HAGA CONOCIDA.
http://cruxetgladius.blogspot.com/
viernes, 17 de julio de 2009
PROFECÍAS DE SAN NILO
Fue discípulo ferviente de San Juan Crisóstomo. Funcionario en la Corte de Constantinopla, casado, tuvo dos hijos. Mientras San Juan Crisóstomo era el patriarca, antes de su destierro (398-403), dirigió a Nilo en el estudio de la Escritura y en los trabajos de piedad.
San Nilo dejó a su esposa y a un hijo y se llevó al otro, Theodulos, con él, al Monte Sinaí para ser monje. El obispo de Eleusa ordenó sacerdotes a ambos, a San Nilo y a su hijo. La madre y el otro hijo también abrazaron la vida religiosa en Egipto.
Fue una persona muy conocida por la Iglesia Oriental; con sus escritos y tuvo una parte importante en la historia de su tiempo. Era conocido como teólogo, estudioso bíblico y escritor asceta, así que gente de todo tipo, desde el emperador hacía abajo, le escribía para consultarlo.
Profetizo:
Después del 1900, hacia mediados del siglo 20, las personas de ese tiempo se volverán irreconocibles. Cuando el tiempo del advenimiento del Anticristo se acerque, las mentes de las personas crecerán en confusión por las pasiones carnales, y el deshonor y la injusticia se volverán más fuertes. Entonces el mundo será irreconocible.
La apariencia de las personas cambiará, y será imposible distinguir a los hombres de las mujeres debido a su inmodestia en el vestido y estilo de pelo. Estas personas serán crueles y serán como los animales salvajes debido a las tentaciones del Anticristo.
No habrá respeto por padres ni superiores, el amor desaparecerá, y los pastores cristianos, obispos, y sacerdotes se volverán hombres vanos, fallando completamente en distinguir el camino recto del errado. En ese momento, las morales y tradiciones de los Cristianos y de la iglesia cambiarán.
Las personas abandonarán la modestia, y la dispersión reinará. La falsedad y la codicia alcanzarán grandes proporciones, y desgracias vendrán a aquellos que amontonen tesoros.
Lujuria, adulterio, homosexualidad, hechos secretos y asesinatos gobernarán en la sociedad. En ese momento del futuro, debido al poder de tan grandes crímenes y libertinaje, se privarán las personas de la gracia del Espíritu Santo que recibieron en el Santo Bautismo e igualmente el remordimiento.
Las iglesias de Dios serán privadas del temor de Dios y de pastores piadosos, y la desgracia vendrá a los cristianos que permanezcan en el mundo en ese momento; ellos perderán su fe completamente porque les faltará la oportunidad de ver la luz del conocimiento en ninguna persona.
Entonces se separarán del mundo e irán a santos refugios buscando aliviar sus sufrimientos espirituales, pero por todas partes encontraran obstáculos y constreñimiento. Y todo esto resultará del hecho de que el Anticristo quiere ser Señor de todo y convertirse en gobernante del universo entero.
Producirá milagros y señales fantásticas. Dará también sabiduría depravada a un infeliz para que descubra una manera de que el hombre pueda mantener una conversación con alguien de un extremo de la tierra a otro.
En aquel tiempo, los hombres también volarán a través del aire como los pájaros y descenderán al fondo del mar como los peces. Y cuando hayan logrado todo eso, estas personas infelices gastarán sus vidas en medio del confort sin saber, pobres almas, que esto es un engaño del Anticristo.
¡Y, el impío! Así completará la ciencia con la vanidad que se saldrá del camino correcto y guiará a las personas a perder la fe en la existencia de Dios en tres hipóstasis.
jueves, 16 de julio de 2009
LA VERDAD Y EL NÚMERO
al número como prueba de la verdad
o que no juzgan de la verdad sino por el número
De Dios debemos esperar la fuerza y las luces necesarias para combatir la mentira y el error y a Él recurriremos para obtenerlas. Él es el Dios de la Verdad, Él nos ha sacado del seno del error y de la ilusión, Él nos dice en el fondo del corazón: "Yo soy la Verdad", Él sostiene nuestra esperanza y anima nuestro celo, cuando nos dice: "Tened confianza, Yo he vencido al mundo.
Después de eso, ¿cómo no sentir compasión por los que sólo miden la fuerza y el poder de la Verdad por el gran número? ¿Han olvidado por consiguiente, que Nuestro Señor Jesucristo no eligió sino doce discípulos, gentes simples, sin letras, pobres e ignorantes, para oponerlos, con una misericordia totalmente gratuita, al mundo entero y que no les dio, como única defensa, sino la confianza en Él? ¿Ignoran acaso que les dio como instrucción a estos doce enviados, no el seguir al gran número, y a esos millones de hombres que se perdían, sino ganar a esa multitud y comprometerla a seguirlos? ¡Cuán admirable es la fuerza de la Verdad! Sí, la Verdad es siempre vencedora, aunque no esté sostenida sino por un número muy pequeño.
No tener otro recurso sino el gran número, recurrir a él como a una muralla contra todos los ataques, y como a una respuesta para todas las dificultades, es reconocer la debilidad de su causa, es convenir en la imposibilidad en que se está de defenderse, es, en una palabra, reconocerse vencido.
¿Qué pretendéis, en efecto, cuando nos objetáis vuestro gran número? ¿Queréis como en otro tiempo, levantar una segunda Torre de Babel, para tener a raya a Dios y atacarlo en caso de necesidad? ¡Qué ejemplo el de esa multitud insensata!
Que vuestro gran número me presente la Verdad en toda su pureza y su brillo, estoy dispuesto a rendirme y mi derrota es segura; pero que no me dé como prueba y razón nada más que su propio gran número y su autoridad: es querer causar terror y dar miedo, pero de ningún modo persuadirme
Cuando diez mil hombres se hubiesen reunido para hacerme creer en pleno día que es de noche, para hacerme aceptar una moneda de cobre por una moneda de oro, para persuadirme a tomar un veneno descubierto y conocido por mí, como un alimento útil y conveniente, ¿estaría obligado por eso a creerles?
Por consiguiente, puesto que no estoy obligado a creer en el gran número, que está sujeto a error en las cosas puramente terrestres, ¿Por qué cuando se trata de los dogmas de la religión y de las cosas del cielo, estaría yo obligado a abandonar a los que están apegados a la Tradición de sus Padres, a quienes creen con todos los que han sido antes que ellos, lo que se ha creído en los siglos más remotos, y confirmado además, por la Sagrada Escritura? ¿Por qué, digo, estaría yo obligado a abandonarlos para seguir a una multitud que no da ninguna prueba de lo que afirma? ¿Acaso el Señor mismo no nos dijo que había muchos llamados, pero pocos escogidos; que la puerta de la vida es pequeña, que la vía que lleva a ella es estrecha y que son pocos los que la encuentran? Por consiguiente, ¿cuál es el hombre razonable que no prefiriese ser de este pequeño número, que entra a la vida eterna por ese camino estrecho, a ser del gran número que corre y se precipita a la muerte por el camino ancho? ¿Quién de vosotros, si hubiese estado en los tiempos en que San Esteban fue lapidado y expuesto a los insultos del gran número, no hubiese preferido e incluso no hubiese deseado ser de su partido, aunque él estuviese solo, antes que seguir al pueblo, que por el testimonio y la autoridad de la multitud creía estar en la verdadera fe?
Un solo hombre de una probidad reconocida merece más fe y más atención que otros diez mil que no cuentan sino con su número y su poder. Buscad en las Escrituras y encontraréis las pruebas. Leed el Antiguo Testamento, allí veréis a Fineés [nieto de Aarón, Éxodo 6,25] quien se presenta solo ante el Señor, solo apacigua su cólera y hace cesar la matanza de los israelitas, de los que acababan de perecer veinticuatro mil. Si se hubiese contentado con decirse entonces, ¿quién osará oponerse aun número tan grande que está unido para cometer el crimen? ¿qué puedo yo contra la multitud? ¿de qué me serviría oponerme al mal que cometen con voluntad plena? ¿habría obrado valientemente y habría detenido el mal que cometía el gran número? No, sin duda, el resto de los israelitas habría perecido y Dios no habría perdonado a ese pueblo gracias al celo de Fineés. Es necesario, por consiguiente, que se prefiera el sentimiento de un hombre con probidad, que obra y habla con la libertad que da la Religión, a las opiniones y a las máximas corrompidas de una multitud.
En cuanto a vosotros, seguid si queréis al gran número que perece en las aguas y abandonad a Noé, el único que es conservado; pero al menos no me impidáis salvarme en el Arca con el pequeño número. Seguid si queréis al gran número de los habitantes de Sodoma; en cuanto a mí, yo acompañaré a Lot; y aunque él esté solo, no lo abandonaré para seguir a la multitud de la que se separó para buscar su salvación.
No creáis, sin embargo, que desprecio el gran número; no, lo respeto, y sé los miramientos que hay que tener con él: pero es ese gran número que da prueba y hace ver la verdad de lo que afirma, y no ese gran número que teme y evita la discusión y el examen; no ese gran número que parece siempre dispuesto al asalto y que ataca con orgullo, sino ese gran número que reprende con bondad; no ese gran número que triunfa y se complace en la novedad, sino ese gran número que conserva la heredad que sus Padres le han legado y está apegado a ella.
Pero, en cuanto a vosotros, ¿cuál es ese gran número del que os jactáis? Qué decir de los individuos vencidos, seducidos y ganados por las caricias, los presentes, de los individuos enceguecidos y arrastrados por su incapacidad y su ignorancia, de los individuos que, unos por timidez y otros por temor, sucumbieron ante vuestras amenazas y vuestro crédito, de los individuos que prefieren un placer de un momento, aunque pecando, a la vida que debe ser eterna.
¿Así, por consiguiente, pretendéis sostener el error y la mentira por medio del gran número, y establecerlo con perjuicio de la Verdad, que un grandísimo número no enrojeció en confesar públicamente a expensas de su vida? ¡Ah, por cierto, hacéis ver la magnitud del mal y hacéis conocer la profundidad de la llaga, pues la desgracia es tanto mayor cuanto más individuos se encuentran envueltos en ella!
"No sigáis la muchedumbre para obrar mal,
ni el juicio te acomodes al parecer del mayor número,
si con ello te desvías de la verdad"
SAN ATANASIO
("OEUVRES", París, 1698, T. ii, PP. 561-563.
(Reproducido en la Revista "ROMA", nº 113, Mayo de 1990)
domingo, 12 de julio de 2009
ROSARIO DE ALABANZAS
ROSARIO DE ALABANZAS A LA SANTISIMA VIRGEN
EN DESAGRAVIO DE LAS BLASFEMIAS
¡Oh María, Madre mía Inmaculada¡ Deseando desagraviarte de las ofensas que recibe tu purísimo Corazón, especialmente de las blasfemias que se dirigen contra Ti, te ofrezco estas alabanzas con el fin de consolarte por tantos hijos ingratos que no te aman, y consolar el Corazón de tu Divino Hijo a quien tanto ofenden las injurias dirigidas contra Ti.
Dígnate, dulcísima Madre mía, recibir éste mi pobre obsequio: haz que te ame cada vez más, y mira con ojos de misericordia a esos desgraciados para que no tarden en arrojarse en tus maternales brazos. Amén.
Dígnate que te alabe, Virgen Sagrada.
Dame virtud contra tus enemigos.
(*)
Bendita sea tu Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción a los cielos.
Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea su Corazón Inmaculado.
Bendita sea su Pureza Virginal.
Bendita sea su Divina Maternidad.
Bendita sea su Mediación Universal.
Benditos sean sus Dolores y Lágrimas.
Benditas sean las gracias con que el Señor la coronó como Reina de cielos y tierra.
Gloria a María Hija del Padre, gloria a María Madre del Hijo, gloria a María Esposa del Espíritu Santo.
Madre mía, te amo por los que no te aman, te alabo por los que te blasfeman, me entrego a Ti por los que no quieren reconocerte por Madre.
(Con licencia Eclesiástica)
jueves, 9 de julio de 2009
LA DIVINA MISERICORDIA
misericordia iudícium.
La misericordia
triunfa sobre el juicio.
Sant., 2, 13.
PUNTO PRIMERO
Dios misericordioso espera al pecador.
La bondad es comunicativa por naturaleza; de suyo tiende a compartir sus bienes con los demás. Dios, que por su naturaleza es la bondad infinita, siente vivo deseo de comunicarnos su felicidad, y por eso propende más a la misericordia que al castigo. «castigar —dice Isaías— es obra ajena a las inclinaciones de la divina voluntad.» «se enojará para hacer su obra (ó venganza), obra que es ajena de Él, obra que es extraña a Él» (is., 28, 21). y cuando el Señor castiga en esta vida es para ser misericordioso en la otra (Sal. 59, 3). muéstrase airado con el fin de que nos enmendemos y aborrezcamos el pecado (Sal. 5). y si nos castiga es porque nos ama, para librarnos de la eterna pena (Sal. 6). ¿Quién podrá admirar y alabar suficientemente la misericordia con que Dios trata a los pecadores, esperándolos, llamándolos, acogiéndolos cuando vuelven a Él?... y ante todo, ¡qué gracia valiosísima nos concede Dios al esperar nuestra penitencia!...cuando le ofendiste, hermano mío, podía el Señor enviarte la muerte, y, sin embargo, te esperó; y en vez de castigarte, te colmó de bienes y te conservó la vida con su paternal providencia. hacía como si no viera tus pecados, a fin de que te convirtieses (Sb., 11, 24). ¿y cómo, Señor, vos, que no podéis ver un solo pecador, veis tantos y calláis? ¿miráis aquel deshonesto, aquel vengativo, a ese blasfemo, cuyos pecados se aumentan de día en día, y no los castigáis? ¿por qué tanta paciencia?... Dios espera al pecador a fin de que se arrepienta, para poder de ese modo perdonarle y salvarle (Is., 30, 18). dice Santo Tomás que todas las criaturas, el fuego, el agua, la tierra, el aire, por natural instinto se aprestan a castigar al pecador por las ofensas que al creador hace; pero Dios, por su misericordia, las detiene... Vos, Señor, aguardáis al impío para que se enmiende; mas ¿no veis que el ingrato se vale de vuestra piedad para ofenderos? (Is., 26, 15). ¿Por qué tal paciencia?... Porque Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y se salve (Ez., 33, 11).
¡Oh paciencia de Dios! dice San Agustín que si Dios no fuese Dios, parecería injusto, atendiendo a su demasiada paciencia para con el pecador. Porque espera que se valga el hombre de aquella paciencia para más pecar, diríase que es en cierto modo una injusticia contra el honor divino. «Nosotros pecamos —sigue diciendo el mismo santo—, nos entregamos al pecado (algunos firman paces con el pecado, duermen unidos a él meses y años enteros), nos regocijamos del pecado (pues no pocos se glorían de sus delitos), ¿y Vos estáis aplacado?... nosotros os provocamos a ira, y Vos a misericordia.» Parece que a porfía combatimos con Dios; nosotros, procurando que nos castigue; Él, invitándonos al perdón.
PUNTO SEGUNDO
Dios misericordioso llama al pecador penitencia.
Consideramos, además, la misericordia de Dios cuando llama al pecador a penitencia... Rebelóse Adán contra Dios, y ocultóse después. Mas el Señor, que veía perdido a Adán, iba buscándole, y casi sollozando le llamaba: «Adán, ¿dónde estás?...» (Gn., 3, 9). «Palabras de un padre —dice el P. Pereira— que busca al hijo que ha perdido.» Lo mismo ha hecho Dios contigo muchas veces, hermano mío. Huías de Dios, y Dios te buscaba, ora con inspiraciones, ora con remordimientos de conciencia, ya por medio de pláticas santas, ya con tribulaciones o con la muerte de tus deudos y amigos. No parece sino que, hablando de ti, exclamara Jesucristo: «casi perdí la voz, hijo mío, a fuerza de llamarte» (Sal. 68, 4). «Considerad, pecadores —dice Santa Teresa— que, os llama aquel Señor que un día os ha de juzgar.»
¿Cuántas veces, cristiano, te mostraste sordo con el Dios que te llamaba? Harto merecías que no te llamase más. Pero tu Dios no deja de buscarte, porque quiere, para que te salves, que estés en paz con Él... ¿Quién es el que te llama? un Dios de infinita majestad. ¿Y qué eres tú sino un gusano miserable y vil?... ¿Y para qué te llama? No más que para restituirte la vida de la gracia, que tú habías perdido. Convertíos y vivid (Ez., 18, 32). Con el fin de recuperar la divina gracia, poco haría cualquiera aunque viviese por toda su vida en el desierto. Pero Dios te ofrecía darte de nuevo su gracia en un momento, y tú la rechazaste. Y con todo, Dios no te ha abandonado, sino que se acerca a ti y te busca solícito, y lamentándose te dice: «¿Por qué, hijo mío, quieres condenarte» (Ez., 18, 31).
Siempre que el hombre comete un pecado mortal, arroja de su alma a Dios. Pero el Señor ¿qué hace?... Llégase a la puerta de aquel ingrato, y clama (Ap., 3, 20); pide al alma que le deje entrar (Cant., 5, 2), y ruega hasta cansarse (Serm., 15, 6). sí, dice San Dionisio Areopagita; Dios, como amante despreciado, busca al pecador y le suplica que no se pierda. Y eso mismo manifestó San Pablo (2 Co., 5, 20) cuando escribía a sus discípulos: «Os rogamos por Cristo que os reconciliéis con Dios.» Bellísima es la consideración que sobre este texto hace San Juan Crisóstomo: «El mismo Cristo —dice— os ruega... ¿Y qué os ruega? Que os reconciliéis con Dios. De suerte que Él no es enemigo vuestro, sino vosotros de Él.» Con lo cual manifiesta el santo que no es el pecador quien ha de esforzarse en conseguir que Dios se mueva a reconciliarse con él, sino que basta con que se resuelva a aceptar la amistad divina, puesto que él y no Dios es quien se niega a hacer la paz.
Ah! Este bondadosísimo Señor acércase sin cesar a los innumerables pecadores y les va diciendo: «¡Ingratos! No huyáis de Mí... ¿Por qué huís? decídmelo. Yo deseo vuestro bien, y sólo procuro haceros dichosos... ¿Por qué queréis perderos?» ¿Y Vos, Señor, qué es lo que hacéis? ¿Por qué tanta paciencia y tanto amor para con estos rebeldes? ¿Qué bienes esperáis de ellos? ¿Qué honra buscáis mostrándoos tan apasionado de estos viles gusanos de la tierra que huyen de vos? «¿Qué cosa es el hombre para que le engrandezcas?... O ¿Por qué pones sobre él tu corazón?» (Jb., 7, 17).
PUNTO TERCERO
Dios misericordioso acoge al pecador arrepentido.
A veces los príncipes de la tierra desdeñan mirar a los vasallos que acuden a implorar perdón. mas no procede así Dios con nosotros. «No os volverá el rostro si contritos acudiereis a Él» (2 c., 30, 9). No; Dios no oculta su rostro a los que se convierten. Antes bien, Él mismo los invita y les promete recibirlos apenas lleguen... (Jer., 3, 1; zac., 1, 3). ¡Oh, con cuánto amor y ternura abraza Dios al pecador que vuelve a Él! claramente nos lo enseñó Jesucristo con la parábola del buen pastor (Lc., 15, 5), que, hallando la ovejuela perdida, la pone amorosamente sobre sus hombros, y convida a sus amigos para que con él se regocijen (Lc., 15, 6). Y San Lucas añade (Lc., 15, 7): «Habrá gozo en el cielo por un pecador que hiciere penitencia.» Lo mismo significó el Redentor con la parábola del hijo pródigo, cuando declaró que Él es aquel padre que, al ver que regresa el hijo perdido, sale a su encuentro, y antes que le hable, le abraza y le besa, y ni aun con esas tiernas caricias puede expresar el consuelo que siente.
Llega el Señor hasta asegurar que, si el pecador se arrepiente, Él se olvidará de los pecados, como si jamás aquél le hubiera ofendido. No repara en decir «Venid y acusadme —dice el Señor (Is., 1, 18; Ez, 18, 21-22)—; si fueren vuestros pecados como la grana, como nieve serán emblanquecidos; o sea: «venid, pecadores, y si no os perdono, reprendedme y tratadme de infiel...» Mas no, que Dios no sabe despreciar un corazón que se humilla y se arrepiente (Sal. 50, 19). Gloríase el Señor en usar de misericordia, perdonando a los pecadores (Is., 30, 18). ¿Y cuándo perdona?... al instante (Is., 30, 19). Pecador, dice el profeta, no tendrás que llorar mucho. en cuanto derrames la primera lágrima, el Señor tendrá piedad de ti (Is., 30, 19). No procede Dios con nosotros como nosotros con él. Dios nos llama, y nosotros no queremos oír. Dios, no. Apenas nos arrepintamos, y le pedimos perdón, el Señor nos responde y perdona.
Tomado del libro, Preparación para la muerte de San Alfonso Mª Ligorio.
ABUSO DE LA DIVINA MISERICORDIA
PUNTO PRIMERO
El que abusa de la misericordia de Dios excita su cólera.
Difícilmente se hallará un pecador tan desesperado que quiera expresamente condenarse. Los pecadores quieren pecar, mas sin perder la esperanza de salvación. pecan, y dicen: Dios es la misma bondad; aunque ahora peque, yo me me confesaré más adelante. Asi piensan los pecadores, dice San Agustín (Trac., 33, in Jn.). pero, ¡oh Dios mío!, así pensaron muchos que ya están condenados.
«No digas —exclama el Señor— la misericordia de Dios es grande: mis innumerables pecados, con un acto de contrición me serán perdonados» (Ecl., 5, 6). no habléis así —nos dice el señor—. ¿Y por qué? «porque su ira está tan pronta como su misericordia; y su ira mira a los pecadores» (Ecl., 5, 7).
Quien ofende a Dios, fiado en la esperanza de ser perdonado, «es un escarnecedor y no un penitente» —dice San Agustín—. por otra parte, nos afirma San Pablo que «Dios no puede ser burlado» (ga., 6, 7). Y sería burlarse de Dios el ofenderle siempre que quisiéramos y luego ir a la gloria. Quien siembra pecados no ha de esperar otra cosa que el eterno castigo del infierno (Gal., 6, 8).
PUNTO SEGUNDO
El que abusa de la misericordia de Dios
para pecar merece ser de Él abandonado.
Aguarda Dios al pecador a fin de que se enmiende (Is., 30, 18); pero al ver que el tiempo concedido para llorar los pecados sólo sirve para que los acreciente, válese de ese mismo tiempo para ejercitar la justicia (Lm., 1, 15). de suerte que el propio tiempo concedido, la misma misericordia otorgada, serán parte para que el castigo sea más riguroso y el abandono más inmediato. «Hemos medicinado a Babilonia y no ha sanado. Abandonémosla» (Jer., 51, 9).
PUNTO TERCERO
El que abusa de la misericordia de Dios
merece caer en las manos de su justicia.
Dirás, acaso, que en dónde está ese modo de misericordia de Dios... ¡Ah, desdichado! ¿No te parece misericordia el haberte Dios sufrido tanto tiempo con tantos pecados? Prosternado ante Él y con el rostro en tierra debieras estar dándole gracias y diciendo: «Misericordia del Señor es que no hayamos sido consumidos» (Lm., 3, 22).
Si aquella higuera hallada sin frutos por su dueño no los hubiera dado tampoco después del año de plazo concedido para cultivarla, ¿quién osaría esperar que se le diese más tiempo y no fuese cortada? escucha, pues, lo que dice San Agustín: «¡Oh árbol infructuoso!, diferido fue el golpe de la segur. ¡Mas no te creas seguro, porque serás cortado! Fue aplazada la pena —expresa el Santo—, pero no suprimida. Si abusas más de la divina misericordia, el castigo te alcanzará: serás cortado.»