MILAGRO EN LA CIUDAD DE SEVILLA
El día 7 de julio del año 1615 aconteció en Sevilla que una niña de ocho años de edad, hija de don Sebastián Flores y de doña Teresa, su mujer, naturales de Sevilla y con domicilio en la calle de Redes, núm. 8, estando jugando con un trocito de jarro de vidrio quebrado y entrándoselo en la boca quedó casi ahogada, teniéndola ya por muerta todos cuantos la vieron en semejante trance. La pobre madre, toda desolada, con su hijita en los brazos yerta y amoratada, y con el dolor y sentimiento que es de suponer, sacóse del pecho el Escapulario de nuestra Madre del Carmen, que siempre llevara, y poniéndoselo a su hijita en el cuello, invocando con gran fervor y confianza a la Santísima Virgen, de la que era en extremo devota, vio como al punto arrojó la niña, sin esfuerzo alguno, el vidrio que la ahogaba. Todos los presentes que lo vieron, y eran muchos, atraídos por los lloros y lamentos de la madre, confesaron a una voz ser ciertamente un milagro obrado por la Madre amantísima del Carmen, mediante su bendito y milagroso Escapulario, ya que, al sólo contacto del mismo, había desaparecido el motivo de semejante aflicción.
Agradecidos aquellos buenos padres a la Reina del Carmelo, corrieron presurosos al vecino convento del Carmen, a tributar humildes y rendidas gracias a su celestial Bienhechora; y después de publicar esta maravilla en presencia de aquellos buenos religiosos, que no cesaban de alabar a su Madre amantísima por sus muchas bondades, difundieron por toda la ciudad del Betis el prodigio que había obrado con su pequeña hijita; y, para perpetuar su memoria, hicieron pintar un devoto lienzo que atestiguase el favor y recordase a las generaciones venideras las bondades y misericordias de María Santísima del Carmen, lienzo que, como exvoto junto con una garganta de plata, se conservó en el camarín de la Señora hasta la invasión francesa, como atestiguan los anales de aquel convento y nos refieren sus cronistas, desde Fray Pedro de Quesada hasta Fr. Miguel Rodríguez Carretero, quienes a fuer de hijos amantísimos de nuestra Madre, no dejaron de consignar cuanto sirviese para estimular la devoción y el fervor hacia tan dulce y amorosa Madre.
Agradecidos aquellos buenos padres a la Reina del Carmelo, corrieron presurosos al vecino convento del Carmen, a tributar humildes y rendidas gracias a su celestial Bienhechora; y después de publicar esta maravilla en presencia de aquellos buenos religiosos, que no cesaban de alabar a su Madre amantísima por sus muchas bondades, difundieron por toda la ciudad del Betis el prodigio que había obrado con su pequeña hijita; y, para perpetuar su memoria, hicieron pintar un devoto lienzo que atestiguase el favor y recordase a las generaciones venideras las bondades y misericordias de María Santísima del Carmen, lienzo que, como exvoto junto con una garganta de plata, se conservó en el camarín de la Señora hasta la invasión francesa, como atestiguan los anales de aquel convento y nos refieren sus cronistas, desde Fray Pedro de Quesada hasta Fr. Miguel Rodríguez Carretero, quienes a fuer de hijos amantísimos de nuestra Madre, no dejaron de consignar cuanto sirviese para estimular la devoción y el fervor hacia tan dulce y amorosa Madre.
Milagros y Prodigios del Santo Escapulario del Carmen
por el P. Fr. Juan Fernández Martín, O. C.