SOBRE LA VIDA DEL AUTOR LATINO,
Creemos que el lector apreciará la idea que hemos tenido de encabezar esta nueva edición con el resumen de la vida de Holzhauser, la que un escritor anónimo nos dejó en un libro publicado en Bamberg, año 1799.
Este verdadero siervo de Dios, Suabo de origen, nació en el humilde pueblo llamado Longnau, situado a la distancia de algunas leguas de Augsburgo, el año de gracia 1613, en Agosto. Su padre era zapatero. Desde su niñez se hizo notar por la inocencia de sus costumbres. Como en su aldea no había escuela, frecuentó la de la pequeña villa de Verding, situada cerca de una legua de la casa paterna, donde se dedicó particularmente al estudio de la lengua alemana. Tenia por costumbre abreviar el camino con oraciones y santos cantitos, sus mas ordinarias, delicias. En 1624; a la edad de once años, comenzó el estudio de la lengua latina en Augsburgo, donde, acosado por la pobreza, buscaba el sustento de puerta en puerta. Después continuó sus estudios en Neuburgo, sobre el Danubio, ahí encontró suerte mas propicia con la protección de los Padres de la compañía de Jesús. En fin acabó su carrera literaria en Ingolstadt.
Desde sus primeros años fue favorecido con celestiales visiones. Confesó públicamente haber sido libertado de la peste por la intercesión de la Madre de Dios, para con la cual estaba animado de la mayor devoción. Invocó a esta Madre del buen consejo, sobre todo, en la elección de confesor y estado de vida, y así fue como por su inspiración se confirmó más y mas en la resolución que había tomado de entrar en la carrera eclesiástica. Animado de un gran celo por la oración, fuerte en la fe, y lleno de confianza en Dios, superó de un modo admirable las numerosas dificultades con que tropezó su proyecto. Aunque pobre, su caridad no dejó por esto de ser tan ardiente para con los indigentes, como misericordioso y benévolo era él para con el prójimo. No calculando peligro alguno, distribuía sus cuidados y socorros a cuantos infelices se hallaban en la guerra y demás azotes que le son inseparables. En el fervor de su celo, enseñaba la doctrina cristiana a los ignorantes, consolaba a los afligidos, fortalecía a los débiles, levantaba a los caídos, corregía los abusos, y en las frecuentes injurias que recibía de los malos, se mostraba lleno de alegría por haber sido encontrado digno de sufrir por el nombre de Jesucristo.
A estas virtudes, Bartolomé, añadió la practica de la mortificación, abnegación, castidad, humildad, mansedumbre y paciencia, mostrándose así verdadero tipo del estudiante cristiano, y nunca perdió de vista el oráculo del Espíritu Santo: Adolescens juxta viam suam ambulan, etiam cum senuerit, non recedet ab ea. Prov. c, XXII. v. 6.
Apenas terminó su carrera escolástica, inspirado por señales manifiestas de la voluntad divina de trabajar para gloria de Dios y salvación de las almas, deliberó entrar en nuevo estado de vida, y se alistó en los registros de la milicia eclesiástica. En el corriente del año tercero de sus estudios teológicos, se preparó al sacerdocio, y en 1639, se ordenó de sacerdote en la ciudad episcopal de Eichstadt, sobre el Danubio, y celebró su primera misa en Ingolstadt, el día de Pentecostés, en la misma capilla de N. S. de la Victoria, donde había con tanta frecuencia ofrecido su corazón a Dios, consagrándole todos sus bienes en fervorosas oraciones. No tardó en ser confesor y en ejercer las demás funciones del santo ministerio, y esto con tal suceso, que número crecido de penitentes afluían a su confesonario. Sin embargo, temeroso de agotar sus fuerzas en el cultivo de la viña del Señor, procuró asociarse cooperadores celosos, capaces de continuar y propagar su obra,
Así es como en 1640 indujo a tres curas mas antiguos que él a seguir ciertas reglas que entre sí se impusieron. Estos, no obstante, permanecieron en sus curatos hasta tanto que sus superiores les dieron licencia de rendirse completamente a la invitación de Bartolomé.
Habiendo concluido sus estudios teológicos, y sanado de una angina por el manifiesto auxilio de Dios, se fue con uno de sus socios para Salzburgo, donde, guiado por divina inspiración, fundó su primer instituto, en 1636. Se puso en camino a pie, sin saco, con escasa plata, y caminando se encontró con un cuarto socio. Llegó felizmente al término de su viaje con el amparo de la divina providencia. Bien acogido por la autoridad eclesiástica, obtuvo luego después un canonicato en Tittmonig, ciudad del arzobispado de Salzburgo, cerca de Baviera, en la Salza. Esa ciudad tiene una muy antigua ciudadela con una colegiata dedicada a San Lorenzo. Es la más distinguida ciudad de cuantas la rodean. Desde que fue instalado como canónigo con carga de almas, consiguió para él y los suyos una vasta casa, cabalmente la misma que en sueños había visto cuando se hallaba en lngolstadt. El número de sus compañeros crecía de día en día, y sin ser estorbado por sus cohermanos, ganó infinidad de almas a Jesucristo con la palabra de Dios y con la caridad para con los pobres y enfermos. Mas tarde dejó cierto número de los suyos en Tittmonig, colocándose él a la cabeza de una parroquia y decanato de San Juan, en la Leogonia, valle del Tirol, camino de Inspruk a Salzburgo, el día de la Purificación de la Santísima Virgen, en 1642. Aquí, como en todas partes, se esmeró en poner las cosas en el mejor orden posible, enseñando la doctrina cristiana a los niños y aun a los adultos, visitando escuelas, y no descuidando nada de cuanto pudiera restablecer la disciplina eclesiástica. Así es que no tardó en conciliarse el aprecio de todos los habitantes del lugar.
Habiendo observado cuanto importaba que los jóvenes destinados al estado eclesiástico, fueran temprano imbuidos en los principios sólidos de la fe y demás virtudes cristianas, vio modo de establecer seminarios donde poder formar sacerdotes ejemplares. El primero de esos seminarios se fundó en Salzburgo, año 1643, y mas tarde, por graves razones, se trasladó a Ingolstadt, en 1649. Al mismo tiempo estableció su instituto en Augsburgo, en Gerlanda, luego en Ratisbona, habiendo obtenido de Roma la aprobación, por empeño del duque Maximiliano de Babiera, de quien recibió la siguiente carta en 1646.
«La divina bondad se ha dignado suscitar sacerdotes con el único fin de procurar a la Iglesia hombres que, viviendo según las reglas de los santos cánones y disciplina eclesiástica, se dediquen enteramente y con puro corazón, a las funciones sacerdotales, y que, velando sobre si mismos y buscando la perfección, trabajen sinceramente por la gloria de Dios y salvación de las almas».
Con el objeto de conseguir ese fin, Bartolomé prescribió tres cosas: la cohabitación y comunidad fraterna, el alejamiento de mujeres, y la comunidad de bienes. Sin embargo, solo fue en Enero 7 de 1670, cuando recibió de la sagrada congregación de obispos y regulares la tan suspirada aprobación, en los siguientes términos: «No hay necesidad de aprobar esta santa institución, supuesto que no prescribe cosa alguna contraria a lo que el clero practicó en la primitiva Iglesia.»
Trabajó con gran suceso en alivio de los desgraciados, durante el hambre con que fue el Tirol afligido, en 1649.
Después de haber ejercido el santo ministerio por espacio de diez años en el valle de Leogonia, su casa se encontró en suma escasez con motivo de la supresión de diezmos e imposiciones extraordinarias de que se le agravó. No se abatió, antes bien sintió el venerable siervo de Dios un estimulo en esas pruebas para ponerse con los suyos en las manos de la divina providencia.
En recompensa de su fidelidad y paciencia, Dios dispuso los eventos de tal manera, que Bartolomé saliera de esas montañas, donde su nombre está todavía en bendición, para trasladarse a la Franconia y diócesis de Majencia. En 1654, hizo que los suyos fundaran un seminario en Wurzburgo, y, a invitación del elector de Majencia, quien lo admitió mas tarde en su intimidad, fue cura y deán en Binjen sobre el Rhin.
Cuando estaba para volver a su patria Carlos, rey de Inglaterra, desterrado por entonces en Alemania, tocado de la reputación de Bartolomé que había vaticinado cosas estupendas sobre la Inglaterra, con manifiesto y sumo deseo de verle, bajó por el Rhin. Habiéndole pues hecho llamar, conversó con él una hora, para oír de su propia boca lo que predecía de su reino y de su propio reinado. El siervo de Dios había profetizado sería aquel reino reducido a las mayores miserias, y ni aun siquiera el rey sería perdonado, pero una vez vuelta la paz, convertidos los ingleses a la fe católica romana, harían por la Iglesia mas de lo que hicieron después de su primera conversión, No se debe pasar en silencio que, en esa isla se prohibió el ejercicio de la religión católica desde 1658 baja pena de muerte, y cuyo decreto fue después levantado en 1778, lo cual había Bartolomé anunciado de un modo admirable en 1635, como sigue: Et intellecci juge sacrificium, centum viginti annis ablatum esse. Y entendí que el sacrificio eterno había de suprimirse por espacio de ciento veinte años. Es indecible lo mucho que deseó esta conversión. Su mayor interés era ir en persona con intento de iniciar semejante obra, no haciendo caso de ningún peligro por su vida. Sin embargo se lo estorbaron, a pesar suyo, los cuidados que exigían su parroquia y las escuelas latinas que acababa de abrir en Binjen, para mayor ventaja de los moradores de esa ciudad y lugares circunvecinos.
Mientras se ocupaba así en cumplir con los deberes del buen pastor para con sus ovejas, y prodigaba a sus cooperadores e institutos todas las solicitudes de un buen padre, cayó en una fiebre mortal, y alzando sus ojos al cielo, rodeado de los suyos que lloraban y rogaban, rindió su último suspiro en Mayo 20 de 1658, a los 45 años de edad, a los 19 de sacerdote, 18 años después de instalado su instituto. Su cuerpo descansa en la Iglesia parroquial de Binjen, delante del altar de la santa cruz, en un sepulcro cerrado, y con este epitafio.
Venerabilis vir Dei servus Bartholomeaus Halzhauser, SS. Theologiae, Licenciatus, Eclesiae Vigensis pastor, et decanus; Vitae Clericorum saecularium in communi viventium in superiore Germania restitutor, obiit ano 1658, die maji 20. (1)
Además de las virtudes admirables de su juventud, que luego en su carrera eclesiástica llevó al mas alto grado de perfección, estaba Holzhauser dotado de una ciencia profunda y favorecido con el don de profecía; he ahí lo que nadie negará. Puede uno por otra parte convencerse de ello por sus obras de las cuales nos han quedado muchas, y en especial por su Interpretación del Apocalipsis, cuya traducción francesa damos aquí.
En esta obra se notará singular y prodigiosa conexión de tiempos y acontecimientos, estableciendo o manifestando el sistema general más bello de toda la Iglesia, extendiéndose desde su origen hasta la consumación de los siglos.
Escribió en el Tirol esta interpretación, cuando estaba afligido de las mayores pruebas, pasando así días enteros en el ayuno y oración, separado de todo comercio humano. Como no concluyó su obra ni interpretó el Apocalipsis sino hasta el cap. 15, le preguntaron sus clérigos la razón de ello: les respondió que no se sentía mas inspirado, y que no podía continuar. (Parece que Dios por razones particulares, quería reservar el resto de sus secretos para otra época). Después añadió que alguno se ocuparía de su obra más tarde, y la coronaria. Tal es el compendio que damos de la vida de Holzhauser, a fin que no parezcamos como quien quiere ocultar al lector lo muy grato que es a la divina bondad asistir a los hombres en los tiempos mas difíciles. Vivió entre los horrores de la guerra de 30 años, desde 1618 hasta 1648.
No pretendemos elevarnos aquí sobre el juicio de los hombres; y nos sometemos con filial reverencia a la santa Iglesia romana en todo cuanto ella juzgue sobre esta obra.
Por lo que toca al siglo presente, ¿que tenemos que esperar de él? ¡Ay! como toda carne ha corrompido sus caminos, y como el espíritu se horroriza de todo aquello que no lisonjea con gusto los sentidos, podemos de antemano preveer el juicio del mundo. Sin embargo, no todos los hombres piensan como el siglo, y sabido es que la divina providencia se ha dignado suscitar hombres eminentes en talento y piedad para mover a los otros a la penitencia y paciencia con el ejemplo y la palabra. No ignoramos cuantos hay que, tocados de la historia y conducta de los Macabeos, sacan de las Escrituras valor y consuelo. ¿Quién pues se atreverá a reprendernos de que nos hayamos esforzado en socorrer a nuestros hermanos en estos tiempos de tan rudas pruebas y calamidades? ¿Acaso no fue y será siempre permitido dar pan a los hambrientos y agua a los sedientos, cuando el médico lo permite y aun lo ordena?
Te suplicamos por lo tanto amado lector, acojas con benevolencia nuestro humilde trabajo, deseándote de nuestra parte toda especie de prosperidad para el cuerpo y para el alma.
¡QUEDA CON DIOS, Y TODO TE SEA PROPICIO!
(1) Nota del T. E. Aquí ponemos la traducción del texto latino, la que no se encuentra en la edición francesa. E. venerable siervo de Dios Bartolomé Holzhauser, Licenciado en sagrada teología, pastor de la Iglesia de Binjen y deán: En la alta Alemania, restablecedor de los clérigos seglares para que vivan en vida común. Murió en Mayo 20 de 1658.
INTERPRETACIÓN DEL APOCALIPSIS
Venerable Bartolomé Holzhauser.
Paginas de la XVIII a la XXV.
Traducido al Español por el
Reverendo Padre Fray Ramón de Lérida,
Capuchino Misionero Apostólico.
Imprimátur
Fr. Damiano de Vareggio Vist. Apost. I Comis. Gen. Cap.
Serena, 6 Mayo 1860.
Imprimase
EL OBISPO DE LA SERENA (CHILE)
Imprenta de la Serena.- Convento de San Agustín N.º 36.
Año 1860.