miércoles, 25 de febrero de 2015

MILAGROS EUCARÍSTICOS - 29


UNA VISITA DEL NIÑO JESÚS
Año 1903, S. Martín de Manzaneda (España)

La Misión que los Padres Redentoristas predicaban en San Martín de Manzaneda, hasta entonces no muy concurrida, llegaba ya a su término.

El día 20 de abril del año 1903, era el señalado para la función de "Desagravios" o acto solemne de contrición delante de Jesús Sacramentado. La gente acudió puntual y en gran número, atraída, sobre todo, por el alumbrado que, en forma de pórtico o arco triunfal, habían preparado los Padres en el altar mayor para la exposición del Santísimo Sacramento. 

Según la voz pública refiere, estando el Padre Mariscal con el pueblo haciendo el acto de desagravio, después del sermón, el auditorio se puso repentinamente de pie como deseando ver mejor alguna cosa que aparecía sobre el altar, en el lugar mismo ocupado por el sagrado viril. El predicador mandó que se hincaran de rodillas y prosiguió hablando.

Una vocecita de niña se oyó en medio del silencio que entonces reinaba. Era una niña de siete años llamada Eudoxia Vega, del lugar de Escondido, que decía en gallego, a su madre: "Eu quero ver o neno, eu quero ver o neno".

El P. Mariscal exponía a la sazón aquellas palabras de Isaías: "Todo el día estoy con mis brazos extendidos hacia mi pueblo, que no cree en Mí y que me contradice continuamente". Muchos niños, niñas y mayores de edad, entre quienes se cuenta el señor cura párroco, D. Pedro Rodríguez, afirman que vieron entonces sobre el altar, en el lugar mismo de la sagrada Hostia, un Niño hermosísimo, como de unos siete a ocho años, vestido de túnica blanca y con los brazos extendidos hacia el pueblo, como si quisiese dar a todos un abrazo.

Una de las niñas, llamada Luisa Arias, reparó en que el Niño tenía una gran herida en el costado, a la que se aplicó la mano derecha, como para detener así la sangre que de ella corría.

El señor Cura, que hacía de preste en la función y estaba arrodillado al pie del altar, afirma haber visto al Niño Jesús, con los brazos no sólo extendidos, sino realmente clavadas las manos en una cruz con el pecho abierto y asomando por la herida el corazón; ofreciéndose a confirmar lo dicho con juramento solemne. Afirma, además, que al querer colocar en el copón la santa Hostia, cuando hubo llegado ya el momento y poseído de un gran temor por lo que acababa de ver hasta aquel instante, no se atrevía a tocar las sagradas especies. Entonces se vio a la sacrosanta Hostia, que animada de un movimiento propio, desde la "lúnula" del viril se entró por sí misma en el copón.

Los efectos saludables que obró la celestial visita del Niño Jesús en el pueblo de Manzaneda se hicieron sensibles desde el mismo día. La Misión cambió de aspecto, se hicieron reparaciones de todo género; y donde se notaba antes una frialdad glacial, comenzó a sentirse un extraordinario fervor.

El día de la Comunión general duró ésta desde las seis hasta las nueve y media de la mañana, efecto de que los pueblos comarcados atraídos por la fama del prodigio venían a San Martín, deseosos de participar del Cuerpo del Señor en donde se había mostrado tan amoroso y complaciente.

Para satisfacer a la piedad del pueblo que se cree favorecido con tan extraordinaria visita del Señor, en la cruz de Misión que se colocó el 27 de abril, grabose un Niño Jesús con los brazos extendidos, encima de un cáliz dorado, rodeado de resplandores.

(La Luz de Astorga y prensa católica de España 
del mes de abril de 1903.)

P. Manuel Traval y Roset