Del libro: Presencia de Satán en el Mundo Moderno.
por Monseñor Cristiani.
Capitulo IV dedicado a la Posesión.
Titulo original: El caso muy especial de Antoine Gay (1790-1871)
Editado en 1962.
Nuestras fuentes de información
Más que nunca, frente a las aventuras inverosímiles que vamos
a exponer en este capítulo, experimentamos la necesidad imperiosa
de indicar nuestras fuentes de información.
Un autor lionés que conocemos, J. H. Gruninger, escribió recientemente,
en 1952, la vida y sufrimientos de Antoine Gay bajo el
título algo enigmático de El poseído que glorificó la Inmaculada.
Extrajo su documentación de un folleto publicado en 1896 por
Delhomme et Briguet, en Lyon, cuyo autor era Víctor Stenay. Este
nombre era un seudónimo adoptado por el señor Blanc, presidente
en Lyon de la Asociación de San Francisco de Sales. Para escribir
su folleto, el señor Blanc recurrió a una libreta de anotaciones apuntadas
por el señor Houzelot, grabador en París, cuyos negocios le
llamaban con frecuencia a Lyon; a una cantidad de cartas, certificados
e informes recogidos por el mismo con respecto a la posesión
de Antoine Gay; a la vida del padre Chiron, que se había ocupado
mucho de Gay, escrita por el abate Zéphyrin Gandon; a los recuerdos
y testimonios de cantidad de personas que habían conocido a Antoine
Gay.
Es menester observar que su caso se había discutido apasionadamente.
Muchos testigos consideraban que la posesión diabólica era
indudable en este hombre y pensaban que se debía practicar el exorcismo para liberarlo. Pero surgieron dudas, oposiciones, a tal punto
que jamás fue puesto en práctica el exorcismo. Existen buenas razones
para creer que esto no ocurrió sin un permiso especial de Dios.
El autor de la obra mencionada que vamos a analizar está convencido
que las pruebas de Antoine Gay tenían una razón de ser, es decir,
lo que llamaremos, en el caso de Héléne Poirier, una finalidad.
Parecería que hubiera existido, como en el caso de las apariciones
de Lourdes a Bernadette cuya finalidad era demostrar la existencia
de lo sobrenatural en una época de duda y de incredulidad, una especie
de réplica a la frase ya citada y tan frecuentemente reproducida
de Baudelaire: "La mejor astucia del Diablo es la de hacernos creer
que no existe".
Esta astucia sería perniciosa para nosotros. El Diablo no desea
nada tanto como el poder de actuar entre los hombres sin que se
reconozca su presencia ni su acción. Pero Dios no se lo permite. Tiene
orden de revelarse, de buena o mala gana. Los hechos que consignamos
en este libro son prueba evidente de ello.
Antecedentes
Antoine Gay, nació en Lantenay, en el Ain, el 31 de mayo de 1790.
Fué bautizado al día siguiente, y tenemos en nuestro poder su acta
de bautismo que nos informa que su padre era "notario real" en Lantenay,
pequeña aldea del cantón de Brénod, distrito de Nantua. El
niño adquirió una educación muy rudimentaria, pero se convirtió
en excelente carpintero y, después de su servicio militar, bajo el
primer Imperio, fijó su residencia en Lyon. Era un hombre bastante
apuesto, grande, moreno, de rostro lleno de dulzura, de rasgos regulares
y tranquilos. Desde el punto de vista religioso, puede decirse
que los sucesos de la Revolución no habían tenido efecto sobre él.
Era muy piadoso tanto que en su juventud había tenido el proyecto
de hacerse religioso. Su proyecto fue, sin embargo, por razones que
se ignoran, pospuesto durante mucho tiempo: en 1836, cuando ya
contaba cuarenta y seis años, se presentó en la Trapa de Aiguebelle
donde le dieron el hábito de hermano-converso. No pudo quedarse
allí como consecuencia de una enfermedad nerviosa, cuyo verdadero
carácter no llegó a discernirse en seguida. Quienes conocieron más
tarde a Antoine Gay no tuvieron dudas de que su enfermedad no
era otra cosa que la posesión. El demonio, que estaba en él, confesará
un día que hacía más de quince años que se hallaba dentro de él,
sin que nadie lo supiera y el interesado menos que nadie.
Al salir de la Trapa, sin embargo, síntomas de posesión aparecieron
muchas veces con nitidez. Era en 1837. Antoine Gay se vio sometido a sufrimientos atroces. ¡El Demonio estaba en él!
Las pruebas
Inmediatamente, como es natural, reclamamos pruebas. Démoslas
tal cual se hallan consignadas en nuestros documentos.
En primer lugar tenemos, reproducido en la obra de Gruninger,
el certificado siguiente emanado del R. P. Burnoud, antiguo superior
de los misionarios de la Salette, y dirigido a monseñor Ginoulhiac,
entonces obispo de Grenoble:
"En tres sesiones que se prolongaron de una a dos horas, hemos
procedido al examen del señor Gay, de Lyon. Pensamos que es muy
probable que este hombre esté poseído por el demonio.
"Nuestra opinión está fundada:
"lº Sobre lo que nos ha revelado de muchas cosas secretas que
el hombre no podía saber de ningún modo;
"2º Sobre los signos exteriores de descontento que ha dado
cuando pronunciábamos ciertas fórmulas y oraciones del Ritual «en
latín». Como es indudable que Gay no conoce el latín, no podemos
atribuir sino a la presencia de una inteligencia superior las contorsiones
que en relación con las circunstancias en las cuales se han
producido, tenían algo de sobrenatural;
"3º Sobre algunas respuestas a preguntas que le hicimos en
latín y que nos parecieron indicar el conocimiento de este idioma por
el ser que nos contestaba en francés por boca del señor Gay;
"4º Sobre los innumerables certificados que le han sido otorgados
por personas respetables y dignas de fe quienes atestiguan la
buena fe, la virtud, la sinceridad del señor Gay. Si estos testimonios
son verídicos, Gay no interpreta una comedia; bajo esta hipótesis
está poseído. . ."
No obstante, hemos advertido que en este certificado el R. P.
Burnoud no llegaba sino a la conclusión de una muy grande "probabilidad".
Continuó, con todo, estudiando el asunto. En carta escrita
al señor Blanc por el señor Houzelot, hallamos, efectivamente, las
siguientes líneas:
"He visto al padre Burnoud, cuando era arcipreste en Vinay:
me ha declarado que después de examinar seriamente al señor Gay,
había llegado a la certidumbre de que estaba realmente poseído".
Certificado médico
Y veamos ahora un certificado emanado de un médico. Tiene
fecha del 12 de noviembre de 1843 y lleva la firma del doctor Pictet:
"Nos abajo firmantes, doctores en medicina, domiciliado en la
Cruz Roja, certificamos que el señor Gay ha sido sometido a nuestra revisación por el señor abate Collet y por el señor Nicod, cura de
esta ciudad, de acuerdo con el deseo de monseñor el Cardenal Arzobispo
de Lyon, para que fuera examinado por los médicos. Lo cual
habiéndolo hecho muy escrupulosamente durante cuatro meses y diariamente,
en todas las situaciones y a toda hora, tales como en la
iglesia, en la misa, haciendo con él el Viacrucis, en conversación pública y privada, en la mesa, en la calle, etc., etc., no hemos podido
descubrir la menor alteración física o moral. Que por el contrario
goza de perfecta salud de cuerpo y de alma, de una rectitud de juicio
y de razonamiento poco comunes, que no sufre jamás la mínima alteración
ni siquiera en las crisis extraordinarias que se repiten inopinada
y frecuentemente en él, bajo la influencia de una causa oculta,
inapreciable naturalmente, por los medios de nuestro arte, que
hace actuar a su cuerpo y que habla por su boca, independientemente
de su voluntad.
"Atestiguamos además que, habiéndonos identificado con el señor
Gay, por la oración y una abnegación entera de nosotros mismos,
de nuestra ciencia y de nuestra propia razón, para implorar la ayuda
del Espíritu Santo, estamos convencidos que este estado extraordinario
no puede ser más que una posesión. Y esta convicción nuestra es
tanto más firme cuanto que en nuestra primera entrevista particular
con el señor Gay, lo extraordinario que habla por su boca llegó hasta
el fondo de nuestra conciencia, nos hizo la historia de nuestra vida
desde la edad de doce años y nos habló de las particularidades que
solamente Dios, nuestro confesor y nosotros conocemos. Y hemos sido
testigos de que la misma cosa se repitió con respecto a otras personas,
varias de las cuales se convirtieron".
¿Por qué no hubo exorcismo?
Después de certificado tan explícito, no puede dejar de sorprendernos
sobremanera que el arzobispado de Lyon no haya llegado a
la conclusión de que era necesario proceder al exorcismo. De hecho,
a pesar de todos los testimonios, nunca se recurrirá a él. Y cuando
reflexionamos sobre las circunstancias, nos vemos obligados a suponer
que Dios no quería el exorcismo. Admitamos, en efecto, las
aseveraciones constantes del demonio principal que habitaba en Gay.
No cesó de proclamar — con un poco tal vez de jactancia, como es
propio del demonio—: Este caso de posesión es el más extraordinario
que haya existido jamás.
¿En qué era extraordinario? En que el diablo estaba ahí, si podemos.
"He visto a eclesiásticos que han hecho al demonio preguntas muy
difíciles; éste las resolvía inmediatamente, como lo han confesado
estos mismos sacerdotes... He visto al demonio llorar cuando se vio
obligado a confesar las verdades de la religión de Jesucristo, o de dar
buenos consejos o pruebas de la posesión. «¡Es —decía— el mayor
sufrimiento que Dios pueda mandarme el obligarme a destruir mi
obra!»"
Se comprende, pues, muy bien, creemos nosotros, que Dios no
haya permitido jamás que se practicara el exorcismo. Hubiera sido,
nos atrevemos a decirlo, injusto de parte de Dios infligir los sufrimientos
que el exorcismo causa al demonio, a un diablo que estaba
ahí por obediencia, completamente involuntaria, al omnipotente poder
divino.
Sea como fuere, el hecho es que Gay no fué nunca exorcizado,
cuando todos los que se acercaban a él tenían la prueba perentoria
de que estaba poseído.
Algunas peripecias de esa vida
No vayamos a creer que los testigos autorizados de esta extraña
aventura espiritual abrigaban con respecto a Antoine Gay sentimientos
de aversión o de desconfianza. Por el contrario, estaban convencidos
de su grande virtud y de sus méritos y el certificado del doctor
Pictet es prueba de ello. En el otoño de 1843, es decir, después del
largo examen realizado por el doctor Pictet, los amigos del poseído
trataron de mandarlo de vuelta a la Trapa de Aiguebelle donde había
estado un tiempo hacía siete años. Se le pidió primero al padre Abbé
de proceder al exorcismo. Pero éste opuso objeciones, alegó que estaba
en la diócesis de Valence y que el sujeto pertenecía a la de Lyon.
El padre Abbé, que, sin embargo, estaba convencido del hecho de
la posesión, envió a Gay a ver a su amigo, el capellán de los Hermanos
de Privas, en la diócesis vecina de Viviers. Gay permaneció
allí veintidós días en el transcurso de los cuales dió muchas muestras
de posesión, pero regresó finalmente a Lyon, sin haber sido sometido
al exorcismo. De 1844 a 1847, vive en esa ciudad, en el número 72
de la calle des Macchabées, no lejos de la iglesia de S. Irenée. Se
le ve, pues, errar a veces por las plazas públicas, gesticulando y profiriendo
palabras extrañas. Cierto día, denunciado como demente,
es conducido a la Antiquaille donde permanece tres meses, pero vuelve
a salir gracias a la intervención bienhechora del célebre Bossan,
el futuro arquitecto de Fourviére. Pero siempre sin exorcismos. En
1845, dos sacerdotes respetables habían presentado a Gay al arzobispo,
monseñor de Bonald, quien lo había recibido amablemente y
había prometido estudiar la cuestión con solicitud. Pero las cosas
quedaron ahí, sin que se supiera por qué.
El R. P. Chiron
Se produce un vuelco en la vida de Gay cuando un nuevo protector,
el padre Marie-Joseph Chiron, se acerca a él. Se trata de un
santo hombre cuya vida ha sido escrita por el abate Zéphyrin Gandon,
con prefacio de monseñor Hurault, obispo de Viviers (Aubanel,
padre, Avignon).
El padre Chiron, cuya memoria se venera en la diócesis de Viviers,
era el más indicado para interesarse en el caso de Antoine Gay.
Fundó, en efecto, una congregación en la cual uno de los fines era
ocuparse de los alienados. Nunca creyó que Gay fuese loco, pero sí
que estaba poseído por el demonio y resolvió dedicarse a aliviarlo en
la medida en que Dios lo permitía.
Mientras tanto, Gay se había convertido en terciario franciscano
con el nombre de hermano Joseph-Marie.
En 1850, el padre Chiron parte con él rumbo al convento de
Vernet-les-Bains, en la diócesis de Perpignan, con el fin de presentarlo
al obispo del lugar para obtener el permiso de exorcizarlo, lo
cual no pudo, por lo demás, realizarse, siempre por razones que ignoramos,
pero que responden sin duda a la hipótesis que hemos hecho:
el Diablo estaba ahí en "servicio obligado".
Durante este viaje se produjo un episodio que arroja un poco de
luz sobre el mundo misterioso de los demonios.
La discusión de Perpignan
El padre Chiron se interesaba en Perpignan por la suerte de una
mujer, madre de tres niños, que era poseída desde hacía veinte años.
Toda la parroquia la había visto correr con una velocidad extrema,
elevándose alrededor de cincuenta centímetros sobre el suelo —hazaña
que volveremos a comentar en un próximo capítulo con respecto
a otra posesa.
Ahora bien, mientras el padre Chiron se hallaba en la casa de
esta mujer, le presentaron a una desgraciada llamada Chiquette, pero
cuyo verdadero nombre era, en catalán, Francoise. Esta Chiquette, que
contaba treinta y seis años, era muda; pero era poseída por un demonio
llamado Madeste que estaba muy lejos, por cierto, de ser mudo.
Y se produjo entre Madeste e Isacaron, el demonio que habitaba
dentro de Antoine Gay, una querella de una violencia inaudita. El
padre Chiron en persona ha contado la cosa en estos términos:
"No bien se encontró en presencia de Isacaron se entabló entre
los dos ángeles caídos un diálogo de una violencia poco común. Los
demonios de los posesos parecían dos perros rabiosos. Hablaban un
idioma completamente desconocido, muy dulce, que no comprendíamos
para nada. Más tarde supe por Isacaron, que me tradujo la discusión, que se trataba de un punto de preeminencia: cuál de los
dos era más importante. Me vi obligado con frecuencia a intervenir
entre ambos que estaban prontos a irse a las manos.
"No es necesario decir que estos dos poseídos nunca se habían
visto, pero los demonios posesores, por supuesto, se conocían bien.
Tuvieron en los días que siguieron y en seis ocasiones diferentes disputas
siempre vehementes en el mismo lenguaje desconocido, y esto
ocurrió en presencia de varios testigos."
Estos hechos provocaron en el padre Chiron una impresión muy
grande. En carta dirigida poco después al obispo de Clermont-Ferrand
los exponía detalladamente y llegaba a la conclusión muy justa:
"Sin la posesión hechos semejantes serían inexplicables".
Estamos enteramente de acuerdo con esta opinión. Pero este episodio
nos sugiere la idea de que el entendimiento cordial no existe
tratándose de demonios ¡lo cual sería por lo demás muy asombroso!
De vuelta a Lyon, Antoine Gay y su protector esperaron el fin
del verano para ir a la Salette.
Una estancia en Ars
La reputación del santo cura de Ars era tan grande y esta localidad
se hallaba tan próxima a Lyon que hubiera sido muy sorprendente
que Antoine Gay no fuera presentado al abate Vianney. De
hecho fue a Ars en 1853 y prolongó su peregrinaje durante quince
días. Al hacer esto obedecía al arzobispo de Lyon, monseñor de Bonald
en persona, quien había dicho al señor Goussard, uno de los familiares
de Gay: "Lo llevará usted donde el cura de Ars y se quedará allí
varios días con él." El señor Houzelot, siempre atento al caso Gay,
era de la partida. Esto ocurría a fines de noviembre. El domingo
próximo siguiente, cuatro de diciembre, la humilde parroquia de Ars
celebraba la fecha de la Inmaculada Concepción.
No olvidemos que el dogma de la Concepción Inmaculada de la
Virgen no estaba todavía proclamado. Debía serlo el 8 de diciembre
de 1854.
Se produjo —volviendo a Ars— un acontecimiento inesperado.
Antoine Gay, arrodillado al pie de la imagen de la Virgen, con los
brazos en cruz y los ojos llenos de lágrimas, pronunciaba una declaración
solemne, que, con toda evidencia, emanaba del espíritu infernal
que estaba en él, puesto que Antoine Gay no tenía una formación
teológica suficiente para que del fondo de su alma saliera un discurso
tan impresionante:
Homenaje de un Demonio a María
"¡Oh, María! ¡Oh, María! ¡Obra maestra de las manos divinas!
Tú eres lo que Dios ha hecho de más grande.
"¡Criatura incomparable, tú eres la admiración de todos los habitantes
del Cielo; todos te honran, todos te obedecen y te reconocen
por la Madre del Creador. Tú has sido elevada por encima de los ángeles
y de toda la Corte celestial; estás sentada junto a Dios, eres el
Templo de la divinidad, has llevado en tu seno todo lo que hay de
más fuerte, de más grande, de más poderoso y de más amable!
"
. . . María, has recibido en tu seno virginal a Aquel que te ha
creado, eres Virgen y eres Madre; no hay nada que pueda comparársete.
Después de Dios, tú eres todo lo que hay de más grande; tú
eres la Mujer fuerte; tú sola das más gloria a Dios que todos los
habitantes del Cielo juntos. . .
"En ti no ha habido jamás ninguna mancha. Que todos los que
digan que no eres Virgen y Madre sean excomulgados; ¡tú has concebido
sin pecado, tú eres inmaculada!.. .
"¡Te alabo, oh, María! ¡Pero todas las alabanzas que te doy remontan
a Dios, el autor de todo bien!. . . Después del corazón de tu
divino Hijo, ninguno hay que pueda ser comparado al tuyo. ¡Oh, corazón
bueno! ¡Oh corazón tierno! ¡No abandonas ni siquiera a los
más ingratos y los más culpables de los mortales! ¡Tu corazón está
penetrado de dulzura para con los miserables que no merecen gracia
ni misericordia; los infames pecadores son convertidos por ti!
"¡Ah, si los habitantes de la tierra te conocieran! ¡Si supieran
apreciar tu ternura, tu poder, tu bondad, ninguno perecería! Todos
los que recurren a ti con una entera confianza y que te rezan continuamente,
sea cual fuere el estado en que se hallan, tú los salvarás
y los bendecirás eternamente. . . ¡Me veo obligado a humillarme a tus
plantas y a pedirte perdón por todos los ultrajes que hago soportar
al poseído!
"¡Confieso hoy, día de una de tus fiestas mas solemnes del año,
que tu divino Hijo me obliga a decir que ésta es la más solemne de
todas tus fiestas!"
Así habló Isacaron, demonio de la impureza, por boca de Antoine
Gay, y sus palabras fueron recogidas por el señor Houzelot, del cual
las hemos extraído. Y comprendemos mejor, después de esta confesión
obligada de un demonio, que María, cinco años más tarde, haya dicho
a Bernadette quien, suplicante, le preguntaba su nombre: ¡SOY LA
INMACULADA CONCEPCIÓN!
El abate Toccanier, auxiliario del cura de Ars, estaba presente
cuando las memorables alabanzas a la Virgen fueron proclamadas por
Isacaron en la forma que acabamos de consignar.
Houzelot tuvo la idea de pedirle a este último que le dictara más
lentamente lo que acababa de decir, con el fin de anotar sus palabras,
e Isacaron accedió. El abate Toccanier no podía ocultar su emoción.
"No existe nada comparable si no es en los Padres de la Iglesia", dijo
a los presentes, con respecto a la larga proclamación del Demonio.
Quiso, por lo demás, tener con éste una discusión teológica sintética,
otro día, y quedó estupefacto de la seguridad de las respuestas que
le fueron hechas en la más pura ortodoxia.
Sigue la ausencia de exorcismos
Sin embargo, no era posible olvidar que el poseso había ido a Ars
para ser liberado allí de sus pruebas. El santo cura ¿tendría sobre
Antoine Gay los mismos poderes que le hemos visto ejercer sobre tantos
otros en el capítulo precedente?
Aunque en esta fecha el abate Vianney estaba muy rodeado y era
difícil llegar a él, Antoine Gay le fue presentado varias veces. Lo
llevó consigo al presbiterio. Cierta noche, sobre todo, el cura vio que
Gay caía a sus plantas como si fuera impulsado por un poder invisible,
pero al mismo tiempo el poseso lo amenazaba con el puño y le gritaba
con tono amenazador: ¡Vianney! ¡Eres un ladrón! ¡Nos arrancas
las almas que hemos tenido tanto trabajo en seducir!
Al oír estas palabras el santo hombre se limitó a hacer sobre la
cabeza de Gay la señal de la cruz. Se oyó que el demonio lanzaba
un grito de furor.
Se decidió, no obstante, que se procedería al exorcismo. El santo
cura estaba, en efecto, convencido que tenía que vérselas con un
poseído. El abate Goussard, a pedido suyo, regresó a Lyon para solicitarle
al cardenal de Bonald el permiso de proceder al exorcismo.
"El cura de Ars, repuso el cardenal, no necesita mi permiso; sabe
muy bien que se lo doy, o si no que se dirija a monseñor de Belley."
Sin tardanza, el abate Toccanier escribió a monseñor Chalandon,
entonces obispo de Belley. Este se apresuró a otorgar el permiso solicitado.
Y sin embargo el exorcismo una vez más ¡fue postergado y
finalmente omitido! ¿Por qué? El cura de Ars pensó que era mejor
realizarlo en forma muy solemne en Fourviere, en el santuario de
la Virgen.
Pero el tiempo transcurrió sin que una decisión de esta clase fuera
tomada. Antoine Gay fue llevado de regreso a Lyon sin haber sido
liberado de su terrible compañero. . . Con esto nos cuesta aún más
descartar la idea de que Dios no deseaba liberar al poseso por dos
razones: la primera, porque Antoine Gay no cesaba, a través de su
prueba, de santificarse, y la segunda, porque el demonio que habitaba
en él tenía que terminar la tarea que le había sido impuesta. Veamos
primero este último punto.
Una página de San Grignion de Montfort
Para los que se sientan asombrados por la humildad con la cual un
demonio semejante al que poseía a Antoine Gay se vio obligado en
Ars, y en muchas ocasiones en otras partes, durante los cuarenta años de su presencia dentro de ese pobre hombre, a pronunciar el elogio
más solemne de la Virgen, nos parece suficiente recordar la página
siguiente de San Louis Grignion de Montfort, en su célebre tratado
De la verdadera devoción a la Santísima Virgen.
Hablando de la hostilidad que existe entre María y Satán, el santo
escribe:
"Jamás ha formado ni ha creado Dios una enemistad más irreconciliable
que durará y aumentará hasta el mismo fin: es entre María
y el Diablo; entre los hijos servidores de la Santísima Virgen y los
hijos y agentes de Lucifer; de modo que el más terrible de los enemigos
que Dios ha creado contra el Diablo es María, su santa Madre.
Hasta le ha dado desde el paraíso terrestre, aunque todavía ella no
estaba sino en su mente, tanto odio contra ese maldito enemigo de
Dios, tanta industria para descubrir la malicia de esta antigua serpiente,
tanta fuerza para vencer, echar por tierra y aplastar a este
orgulloso impío, que él la teme más, no solamente que a todos los
ángeles y los hombres, sino en cierto sentido que a Dios mismo. No
es que la ira, el odio y el poder de Dios no sean infinitamente más
grandes que los de la Santísima Virgen, puesto que los de María son
limitados; pero es que, primeramente, Satán, por su orgullo, sufre
infinitamente más al ser vencido y castigado por una pequeña y
humilde sirvienta de Dios, y su humildad lo humilla más que el poder
divino; en segundo lugar, porque Dios ha dado a María un poder tan
grande contra los diablos que temen más, como se han visto
obligados a confesarlo, a pesar suyo, por boca de los poseídos, uno solo
de sus suspiros por algún alma que las oraciones de todos los santos,
y una sola de sus amenazas contra ellos que todos sus tormentos"
(obra citada, N° 52).
¿No es esto precisamente lo que acabamos de oír y comprender
por boca de Antoine Gay, órgano del demonio Isacaron?
Pero tenemos que oír al mismo personaje en la función providencial
que le había tocado en suerte.
Un combate patético
Quienes han oído a Antoine Gay, y son muchísimos, han atestiguado
siempre que se advertía en él una extraña dualidad. Y esta
dualidad no era solamente entre él y el demonio que lo poseía, sino
entre los diversos lenguajes del demonio mismo.
Se distinguía sin dificultad el tono de Antoine Gay, al natural.
Se expresaba siempre con voz dulce, con bondad y lentitud, sin apartarse
jamás del decoro más culto.
En cambio, cuando el principal de los tres demonios que habían
elegido domicilio en él, Isacaron, tomaba la palabra, la voz se tornaba,
por el contrario, breve, imperiosa, apasionada: adoptaba un tono autoritario y hablaba de tú con todo el mundo sin miramientos ni
distinciones, aun cuando se dirigiese a los más altos dignatarios de la
Iglesia.
Sólo que en sus palabras se podían discernir dos registros completamente
diferentes. Ora hablaba, si podemos decirlo así, en calidad
de Diablo —y esto era necesario para que se supiese bien lo que era—
y entonces mostraba su rabia, rechinaba los dientes, profería horribles
blasfemias.
Su fealdad se reflejaba en las facciones del poseso y todos los que
lo vieron aseguran que era algo horroroso tanto para los ojos como
para los oídos.
Era el primer registro, el registro infernal para llamarlo por su
nombre.
Pero cuando cumplía con la tarea que le había sido impuesta, es
decir, cuando se expresaba como esclavo de Dios e interpretaba su papel, no sólo era ortodoxo en lo que decía sino que su tono se
tornaba untuoso, elocuente, a veces sublime.
En el transcurso de un mismo diálogo, se veía al posesor y al
poseído tomar la palabra por turno y se comprendía la lucha espantosa
que se desarrollaba en el corazón del pobre Antoine Gay.
Por ejemplo, acaba de hablar, de deplorar el estado en que se
encuentra, de proporcionar las pruebas de su piedad muy sincera.
Súbitamente y sin transición, Isacaron interviene por boca de él. La
voz cambia. Se hace ronca y se asiste a un desbordamiento de gritos,
de injurias e invectivas. ¡El que era antes todo dulzura y humildad,
se muestra de pronto amargo, sarcástico, obsceno!
Confesiones diabólicas
Pero lo que asombra, lo que hasta entonces no se había visto sino
muy raramente, son los testimonios del mismo demonio sobre la misión
que ha recibido y la cual tiene que cumplir de buena o mala gana.
No es una vez al pasar, sino diez veces por día que vuelve sobre
el tema y que lo proclama:
"¡Me veo forzado a alabarte, oh, Maestro Soberano! —exclama—.
¡Las criaturas están obligadas a reconocerte y reconocer tu poder, tu
bondad y también tu justicia terrible!
"Soy yo, Isacaron, príncipe de los demonios impuros, que está
obligado por orden de Aquel que es todo, a hacer escribir cantidad
de cosas."
Durante ese tiempo, en efecto, los oyentes y en especial Houzelot,
"Estoy obligado a decir cosas que parecen asombrar a los hombres
más sabios: las digo para gloria del Todopoderoso, para vergüenza y
confusión del Infierno.
"La voluntad de Aquel delante del cual todo se doblega en el
Cielo es que yo, el diablo Isacaron que poseo el cuerpo de Gay, hable
por su boca, actúe por sus miembros y haga muecas horribles, lance
gritos espantosos, yo, que me veo forzado por Dios a dar todos los
días pruebas de la posesión de este hombre.
"¡Oh, sublime Maestro! ¡Cuánto me haces sufrir! ¡Me obligas a
demoler mis fuertes, mis bastiones! Que sea maldito el momento en
que yo entré en este cuerpo. Nunca hubiese creído verme forzado a
trabajar para gloria del Altísimo y trabajar en la conversión de las
almas."
Existen muchas pruebas de que Isacaron deseaba que lo relevaran
de su tarea, que hubiera querido el exorcismo para poder partir ¡que
sentía que no lo hicieran!
Cierto día que se habló delante de Gay del padre de Ravignan,
entonces encargado de las Conferencias de Notre-Dame, después de
Lacordaire, el demonio por boca de Gay, exclamó:
"¡Es un hombre! ¡Es un sacerdote! ¡Le dirás que diga la misa
para liberación del poseído y para que el poder que tengo sobre su
cuerpo me sea quitado antes de su liberación!"
Una escena de predicación
He aquí una escena que cuenta el hermano Prime, de las Escuelas
Cristianas, en Feurs, Loire.
El padre Chiron, al dirigirse de Lyon a Clermont-Ferrand con Antoine
Gay, le había escrito que se detendría en Feurs con un poseso.
Llegó efectivamente. El hermano y toda la comunidad fijan su
mirada sobre su compañero de ruta. ¿Qué ven? Un hombre muy
tranquilo, muy correcto, y hasta muy afable. El hermano no puede
creer lo que ve. Susurra en el oído del padre Chiron: "¿No me había
dicho que traería al poseso con usted?"
Pero apenas había hecho esta reflexión cuando el "señor muy
correcto", de pronto, cambia de rostro.
"La espuma en la boca, los ojos inyectados en sangre, con un
tono que me hace palidecer —escribe el hermano—: «¿Acaso no
me ves?», me dice.
"Creo — añade el hermano — que me hubiera caído al suelo de
terror si el padre Chiron no me hubiera sostenido."
Y era casi siempre así. En el momento que menos se esperaba,
el pobre Gay se entregaba de pronto a contorsiones increíbles, se
arrojaba al suelo, daba vueltas sobre sí mismo sin perder jamás el
equilibrio. Y este hombre que era generalmente pesado adquiría una liviandad y una flexibilidad extraordinarias. Cierto día lanzó un puntapié
con el pie izquierdo a la cabeza de un interlocutor de bastante
estatura y volvió a posarlo en el suelo con la misma facilidad con
que lo hubiera hecho el mejor acróbata.
Pero, cuando se esperan escenas de ira, he ahí que se produce
un nuevo cambio. Los ojos se llenan de lágrimas. La voz del demonio
se suaviza. La misma boca que profería injurias comienza una predicación
y se le oyen decir propósitos como los siguientes:
"El malo no es feliz. Si se está lleno de sí mismo, se está lleno
del espíritu del demonio. ¡Es por lo sentidos que perdemos al hombre!
"Dios se sirve de los hombres para probarlos. Si están afligidos
reciban esto como una gracia. ¡La cruz es preferible a todo! ¡Dios
la ha llevado para la salvación de los hombres y la hace llevar a los
que ama!
"El mundo cree que la humildad es debilidad e incapacidad; ¡y
yo les digo que la humildad es poder y grandeza!
"Si ustedes conocieran la desgracia de los reprobados serían todos
santos. No hay idioma para expresar los tormentos de los condenados;
no hay espíritu humano capaz de comprenderlos.
"¡El que ama a los hombres más que a Dios no será de ningún.
modo amado de Dios!
"Dios permite los reveses por el bien espiritual de los hombres, a
fin de hacerlos entrar en sí mismos y que vuelvan a El.
"¡No olviden jamás que las cruces son preferibles a los honores!
"Es preciso comprender que la vida es corta y que se deben
soportar las penas con espíritu de penitencia como provenientes de
Dios.
"No se puede amar a Dios sin amar a su prójimo. ¡Felices los que
saben abandonar todo por Dios!
"¡Ah! ¡Si los hombres pudieran ver la belleza de un hombre en
estado de gracia!
"La felicidad no está aquí abajo; ¡el que posee a Dios posee todo!
"El rico debe ser el ecónomo del pobre. Dios le ha puesto la riqueza
en la mano para ayudar a sus semejantes: ¡es el hombre de negocios
de Dios!
"El rico debe despreciarse a sí mismo y seguir las lecciones del
Salvador cuando dice: «Es más difícil para un rico salvarse que para
un camello pasar por el ojo de una aguja.»"
Pero lo más extraño era que Isacaron no había terminado de
pronunciar todas estas sentencias edificantes, cuando se enfurecía y
empezaba a blasfemar contra Dios, a injuriar a las criaturas, ¡a injuriarse
a sí mismo!
"¡Desdichados los orgullosos! —exclamaba—. ¡Desdichado yo, Isacaron!
¡Es el orgullo, la ingratitud y la desobediencia lo que han
hecho de mí un ángel rebelde y reprobado!"
Algunas reflexiones de Isacaron
Citemos aún algunas reflexiones de Isacaron sobre diversos temas:
Sobre Pilatos:
"Pilatos que era juez sabía que condenaba a un inocente y sin
embargo el Diablo lo impulsó o condenar al Juez soberano, al Juez
de jueces. ¡Pilatos al lavarse las manos se las ensuciaba!"
Sobre María-Magdalena, de quien el Evangelio dice que el Señor
había echado de ella "siete demonios":
"María Magdalena es una gran santa a la cual hay que recurrir
con entera confianza. En cuanto tuvo la felicidad de conocer a Dios,
su contrición fue tan grande, sus lágrimas tan abundantes que ningún
demonio ha podido hacerla pecar de nuevo. Es el modelo de los verdaderos
penitentes que deben tenerla por abogada particular junto a
Dios, porque Dios concede grandes favores a quienes la invocan."
Sobre la meditación:
"Si meditan bien sobre la vida del Salvador y de su santa Madre, los desafío a cometer contra Dios el menor pecado.
"¡El hambre, la sed, la muerte, no son nada: el pecado sólo es
temible!"
Sobre la perfección cristiana:
A una señora que preguntaba a Isacaron en qué consistía la perfección
cristiana y cuál es el camino que conduce a ella, le contestó:
"Tener horror del pecado mortal; no cometer voluntariamente pecados
veniales, no perder de vista la presencia de Dios; saber humillarse
todos los días de su vida, porque el orgullo es el peor de todos
los vicios; dar buenos ejemplos y buenos consejos; hacer penitencia,
como lo pedía el Precursor. ;Y que el que sea santo se santifique
aún más!"
Oración a María
Terminemos estos aforismos de origen extraño por la Oración a
María compuesta y dictada por el demonio Isacaron:
ORACIÓN
Oh, divina María,
a ti me dirijo
con entera confianza,
tú que no descuidas a nadie,
tú que tienes tan a pecho
la salvación de los hombres,
y a quien Dios nada puede rehusar
de todo cuanto le pidas.
Tómame bajo tu protección poderosa,
si te dignas escuchar
mis humildes plegarias,
el infierno todo no podrá dañarme,
Tú que eres en cierto modo
¡la dueña de mi suerte!
Mi suerte está entre tus manos,
si tú me abandonas
¡estaré perdido sin remedio!
Pero, no, ¡eres demasiado buena
para ignorar a quienes esperan en ti!
¡Ruega por mí a la Santa Trinidad
y estoy seguro de mi salvación!
¡Ah, cómo desearía hacerte conocer
a todos los habitantes de la tierra!
¡Cómo quisiera anunciar por todas partes
tu grandeza!
¡Tu bondad, tu poder!
Lo que yo no puedo hacer, deseo
que las inteligencias celestes lo hagan
y que los mismos demonios se vean forzados
a publicar que tú eres la obra maestra
de las manos divinas,
que tienes el poder de Dios en la mano,
que eres terrible para los demonios
y que todo está sometido a ti.
¡Eres la criatura incomparable!
Tú eres la única Virgen y Madre,
tú has dado al mundo al Redentor,
tú formas un rango aparte con San José.
Estás pues más arriba que todos los santos:
¡eres verdaderamente divina!
Espero en ti y creo firmemente
que todas las potencias infernales
no podrán triunfar sobre mí.
¡Así sea!
¡Todos los ángeles y todos los santos
te bendicen para siempre jamás!
¡Así sea!
Después de haber pronunciado esta plegaria, se nos asegura que
el demonio, poniéndose súbitamente burlón y haciendo alusión al hecho
de que Antoine Gay hubiera estado encerrado durante tres meses
como demente en la Antiquaille, en Lyon, exclamó:
"¡Irán a los sanatorios a buscar locos que les dicten una oración
semejante!"(1)
El fin de Antoine Gay
Con toda evidencia la vida de Antoine Gay había sido lo que
podíamos llamar fuera de lo común. En el siglo XVII hubo un ejemplo
sobrecogedor de una posesión que sirvió para la santificación del
poseso en medio de las más aterradoras pruebas: se trata del Padre
Surin, Jesuíta, que fue durante veinte años sometido a la posesión
diabólica, como consecuencia de los exorcismos de las Ursulinas de
Loudon. El caso de Antoine Gay es un poco distinto, pero se parece
al del Padre Surin por este rasgo innegable: la santificación del poseso.
Sus últimos años estuvieron marcados por una especie de abandono
general, más terrible aún quizá que la posesión. El Padre Chiron había
muerto en 1852. El santo cura de Ars, que también se había interesado
en él, había abandonado este mundo en 1859. Después de esta
muerte Antoine Gay vivió aún doce años. Pero no había ya casi nadie
para acudir en su auxilio, por lo menos, en forma continuada. Pero
aceptaba todo con maravillosa resignación. Su familia tenía vergüenza
de él. Dos de sus hermanas eran hostiles con él. La más joven impedía
que sus hijos fuesen a visitar a su tío. Y sin embargo, Antoine Gay,
escuchando solamente su buen corazón, le dio doscientos francos
— entonces era una buena suma — para que se cuidara cuando estuvo
enferma. El demonio estaba siempre ahí. Antoine Gay combatía sin
descanso a su cruel enemigo, mediante una vida de oraciones y de
penitencias rigurosas. Vivía como uno de los monjes del desierto de
antaño: ayunando, a pan y vino, acostándose sobre una tabla, usando
el cilicio y aplicándose la disciplina.
Durante los seis últimos años de su vida, fue asistido en su pobre
morada, situada en el 72 de la Rué des Macchabées, parroquia de
Santa Irenée, por piadosos y caritativos lioneses, sobre todo, una
señora bondadosa que permanecía junto a él durante largas horas.
Estas visitas consolaban al pobre hombre, porque en presencia de
ciertas personas el demonio atormentaba menos violentamente a su
víctima.
Pero le estaba reservada una nueva prueba que volvemos a encontrar
en casos más recientes: Isacaron, el diablo que se comportaba
como amo de su cuerpo, no quería que se confesara, como Gay
hubiera deseado hacerlo. Isacaron era categórico. Le aseguraba que
no se confesaría antes de haber sido sometido al exorcismo. ¿Por qué
esta exigencia? Parecería que el demonio sufría también él una presión
providencial. Estaba ahí, lo hemos visto, como "en servicio obligado" e interpretaba un papel que constituía para él un suplicio particular.
Hubiera deseado, pues, el exorcismo para salir de eso. Y como
el exorcismo no se realizaba, quería por lo menos perder el alma de
este infortunado del cual no podía escaparse, alejándolo de los sacramentos.
Le aseguró, pues: "¡No te confesarás antes que yo salga de
tu cuerpo!" Y añadía: "Nunca ha habido una posesión como ésta, y
nunca habrá otra semejante", lo cual creemos sin dificultad.
De hecho el demonio impidió a Gay, cierta vez, durante tres
semanas, de oír misa el domingo. Un día el padre Perrier fue a verlo
en compañía del señor Blanc. El padre Perrier había estado otrora
en la casa de los jesuítas de Lalouvesc, y allí había conocido a Antoine
Gay. Acababa de ser nombrado en la residencia de Lyon. Al visitar al
poseso su intención era facilitarle la confesión. Pero en esta ocasión
todavía Isacaron declaró una vez más que no se confesaría antes de
su propia liberación. Los dos visitantes esperaron en vano. Todo el
tiempo que duró su presencia, Gay se vio en la imposibilidad de
articular una palabra.
En 1869, Antoine Gay, entonces de 79 años, fue por algunas
semanas a Lantenay, en su provincia natal, para arreglar cuestiones
de sucesión que lo enemistaban con su familia. En carta dirigida a la
mencionada señora de Lyon que iba a verlo de tiempo en tiempo,
leemos estas líneas quejumbrosas: "El diablo me hace todavía más
mal que en Lyon. Deseo que recen mucho por mí porque se acerca
mi fin. No sé cuándo podré regresar a Lyon; siempre surgen obstáculos,
el mundo se pone de parte del demonio. Mi aflicción va siempre
en aumento... Le ruego que presente mis humildes respetos al padre
Perrier. Le dirá usted que me recomiendo a sus oraciones, que no
me olvide en el Santo Sacrificio de la Misa. . ."
Y como postdata esta mención: "El infame Isacaron me ha dicho:
contesta pronto."
Después de esta carta Antoine Gay regresó a Lyon. Cayó muy
pronto en un estado lamentable. Al verlo pasar las gentes movían la
cabeza con compasión. Se le oía decir: "No puedo ya quedarme en
mi miserable choza." Su enemigo interior no le dejaba un momento
de respiro. Lloraba sin cesar. Y sin embargo su fe permanecía intacta:
"Todo cuanto puedo decir y hacer — decía — es llamar en mi auxilio
a la Santísima Virgen y San José." Durante la guerra de 1870-71
que el demonio había anunciado por su boca, fue más atormentado que
nunca. Isacaron lo obligaba a tenerse con los brazos en cruz durante
horas sin permitirle cambiar de posición. Veía acercarse su fin rápidamente.
El 4 de junio de 1871, la señora T . . . , la caritativa persona
que lo visitaba de tiempo en tiempo, fue a verlo; lo encontró muy
enfermo y se quedó junto a él alrededor de una hora y media. El
repetía sin cesar que su fin se acercaba, pero que no sería liberado.
Desde hacía dos meses no había podido ir a Misa por causa de su debilidad. El cura de Santa Irenée que vivía muy cerca de la casa de
Gay fue advertido de su estado por la señora T . . . Trató una vez de
confesarlo. Era el 13 de junio, día de San Antonio de Padua. Todos
los esfuerzos fueron inútiles. "Antes del exorcismo, no", decía Isacaron.
Y nada más que con estas palabras, Antoine Gay se quedaba
mudo bajo la presión diabólica. El cura no dejó por eso de dar la
absolución y la extremaunción al moribundo, que éste recibió con
todas las muestras de la más profunda fe. Un cuarto de hora más
tarde moría en presencia del cura que lo había asistido hasta el
último instante. ¡Este valiente cristiano había vivido casi medio siglo
en las cadenas y la indeseable intimidad del príncipe del Infierno!
El acto de defunción de Antoine Gay figura en un registro de
la parroquia de Santa Irenée, con la mención que sigue:
"En el año 1871 y el 14 del mes de junio, he dado sepultura
eclesiástica a Antoine-Louis Gay, fallecido el 13 del corriente a la
edad de 81 años", firmado Chazelle, vicario.
Entre los que lo conocieron bien y que le mostraron su simpatía
es menester nombrar además de los que ya hemos mencionado tales
como el Padre Chiron, el santo cura de Ars, el Padre Perrier, el abate
Toccanier, a hombres de mucho renombre como el R. P. Collin, fundador
de los Padres Maristas, el abate Chevrier, fundador del Prado,
y muchos otros.
(1) Para más detalles sobre Antoine Gay ver: J. H. Gruninger, "El poseso que glorificó la Inmaculada", Ed. del autor, 4, rué Vaubecour, Lyon.