domingo, 22 de noviembre de 2015

MILAGROS EUCARÍSTICOS - 41


EL MESIAS PROMETIDO
Año 1554, Valencia (España)

Un judío convertido al Cristianismo contrajo una grave enfermedad, y al verse en peligro de muerte rogó muy encarecidamente llamasen al Arzobispo de Valencia, Santo Tomás de Villanueva, para confiarle antes que muriese, la siguiente relación:

"Era yo niño, dijo, y aún no había abandonado la religión judaica a que pertenecía toda mi familia. Yendo de camino para cumplir un encargo de mi padre, me acompañaba un amigo joven como yo, y con el cual nos pusimos a hablar del Mesías prometido y siempre esperado por los hebreos.

"En nuestra conversación, animada de buena fe, expresamos el sincero interés de que el Deseado de las naciones naciese en nuestros días para tener la dicha de contemplarle, y a medida que más discurríamos, más se inflamaba nuestro deseo de ser los primeros en saludar al Enviado de Dios.

"Era ya de noche. De repente una maravillosa claridad alumbró una parte del cielo. Parecía como si en aquella dirección se hubiera rasgado el azul de los cielos, y pues mi padre me había recomendado en varias ocasiones que si yo llegaba alguna vez a presenciar cualquier fenómeno extraordinario, me apresurase a pedir una gracia al Señor, me acordé entonces de su encargo.

"Mi compañero y yo nos pusimos de rodillas suplicando a Dios se dignase mostrarnos el Mesías prometido.

"Estábamos, pues, en oración, cuando vimos aparecer en medio de una luminosa aureola un cáliz resplandeciente y encima una Hostia. Asombrados primero por el prodigio, nos sentimos luego maravillosamente fortificados, comprendiendo que era Este el único y verdadero Mesías.

"La fe tomó posesión de nuestros corazones, y dimos gracias a Dios por habernos alumbrado con la verdad. De regreso a casa, el temor me impidió exponer a mi padre lo ocurrido, mas cuando me encontré libre de la potestad paterna, no tardé en recibir el santo Bautismo y abrazar la Religión Cristiana. En cuanto a mi compañero, nada más he sabido de él."

Tal fue, dice el santo Arzobispo, la interesante relación del israelita, quien me suplicó publicara después de su muerte, a mayor gloria divina.

(Santo Tomás de Villanueva, Sermón 2° De Corpore Christi.)

P. Manuel Traval y Roset