Muy importante este Sermón del P. Cardozo.
Ya teníamos información acerca de que un sacerdote del priorato de São Paulo tuvo que salir y refugiarse en un monasterio por sus declaraciones contrarias a la política de Mons. Fellay. (Ver aquí)
Ahora queda clara su posición contraria al acuerdo y a la política llevada a cabo por Mons. Fellay.
Gracias a nuestro amigo, traductor y transcriptor por esta nota.
Queridos hermanos, querido fieles:
Salí de Dios y vine al mundo. Salir de Dios. Nuestro Señor está mostrando claramente Su divinidad. Salir de Dios y no ser Dios es un imposible. Cristo es Dios. Cristo, el Hijo de Dios; consubstancial al Padre. Y vino al mundo, ¿vino al mundo para qué? Para cumplir el plan de redención. Para mostrarnos, para revelarnos la doctrina de Dios. Es por esto que nuestra santa religión es del Cielo. Por eso nuestra santa religión no es invención humana. Es por esto que es divina. Es por esto que nuestra santa religión, si no la aceptamos, no alcanzaremos la salvación. Y es por esto, por salvar la divinidad de Cristo, por salvar su santa religión, que nosotros debemos defender esta santa religión.
Cuando en la catequesis, a veces a los niños se les dice –para tener una idea de lo que es Dios–, imaginen ustedes que nosotros no podemos mirar el sol mucho tiempo, no logramos mirar el sol mucho tiempo. Y el sol, esta magnífica estrella, es una de tantas, de tantas, que Dios creó. Y si por alguna situación pudiésemos, nosotros pequeñitos, acercarnos, ponernos cerca del sol, y mirar dentro del sol; imagínense esta cosa. ¿Qué sería? ¡Fantástico! ¡Magnífico! ¡Ver esta masa incandescente de calor, de luz! Y cuando uno dice estas cosas a los niños del catecismo, los niños saben; abren los ojos y consideran y piensan: ¡qué gran cosa sería ponernos cerca del sol! Y mirar el sol de cerca. Poder ver el sol; poder mirar las entrañas mismas del sol.
Bien, si esto nos admira, ¿qué no será ver al mismo Dios, que creó el sol? ¿Qué no será ponernos tan cerca de Dios, que podamos mirar a Dios. Es por esto que –queridos fieles–, meditar en la divinidad de Cristo es fantástico. Es maravilloso. Y Mons. Lefebvre tiene una frase que me impactó mucho. Mons. Lefebvre dijo “¿qué cosa más opuesta a la divinidad de Cristo que un acto ecuménico?” ¡Cierto! Aquella gente que hace un acto ecuménico es porque no cree en la divinidad de Cristo, no cree. Cristo es [para ellos] un igual a un Buda, a un Mahoma, en fin… y esto choca, no puede ser.
Cuando uno tiene claro quién es Cristo, la divinidad de Cristo y que Cristo viene a revelarnos Su verdad, Su doctrina. Es que no encuentro una manera de combinar esta situación. Y pongo el ejemplo del ecumenismo porque es un ejemplo que hace poco hemos tenido; a mediados de octubre hubo otra reunión ecuménica de Roma y una vez más se repitieron las blasfemias contra la divinidad de Cristo.
Hoy se cumplen 95 años de la primera aparición de Nuestra Señora en Fátima. ¿Y por qué la Santísima Virgen, en Fátima, le dice a Sor Lucía, cuando después da el secreto de Fátima el 13 de julio, y después la Virgen tiene una aparición a Sor Lucía en Pontevedra, y le dice que el Papa tiene que revelar el secreto en el año 1960. A más tardar en 1960. ¿Por qué esta fecha de 1960? ¿Por qué no 1955 o 70? En fin, todos los expertos en Fátima coinciden en que el año 1960 fue el año en que el Papa Juan XXIII anuncia la apertura del concilio. Y ahí comienza la gran debacle. Ahí comienza toda esta situación de crisis de la Iglesia. Toda esta situación que lleva a un par de obispos grandes como leones, valientes como leones –Mons. Lefebvre y Mons. de Castro Mayer–, a querer combatir por la verdad, a defender la Verdad Católica contra toda la vorágine modernista, que a partir de este concilio especialmente, se hace dueña de la Iglesia, invade la Iglesia de Cristo y desdibuja la Iglesia de Cristo. Es así que comienza este combate por la Tradición.
Es así que llegamos al día de hoy, en donde lamentablemente hemos leído la carta que el Superior General de la Fraternidad de San Pío X da en contestación a la carta que los tres otros Obispos –Mons. de Galarreta, Mons. Williamson y Mons. Tissier–, le escriben alertando de los riesgos gravísimos en que está por poner a la congregación.
Si vosotros leéis esta carta, vais a ver que tiene una semejanza terrible con la carta que Dom Gerard escribe a Mons. Lefebvre defendiendo el acuerdo que hace con Roma. Tiene una semejanza terrible con la carta que el padre Rifán en su momento hace defendiendo sus relaciones con Roma. Y otro tanto sucede con el padre Muñoz, del Oasis, etcétera.
Esta carta de Mons. Fellay, necesariamente nos pone en la misma circunstancia en que puso a este convento en su momento de enfrentar este convento con el Barroux. Es así que el mismo Mons. Fellay dice que sí, que ya hay una división.
La división ya está hecha. Dom Tomás me acercó una carta. Yo no conocía esta carta. Me pareció magnífica y muy a propósito del tiempo que estamos por vivir.
Esta carta la escribe Mons. Lefebvre a Dom Tomás el día 18 de agosto de 1978. Y cambien [el nombre de] Dom Gerard y pongan [el de] Mons. Fellay y va a ser lo mismo.
En esta parte dice Mons. Lefebvre:
«Dom Gerard, en sus declaraciones, pone lo que le he concedido y acepta por debajo la obediencia de la Roma modernista que permanece fundamentalmente antitradicional, lo que motivó mi separación. El quiere al mismo tiempo guardar la amistad y el apoyo de los tradicionalistas, lo cual es inconcebible. Él nos acusa de “resistencialismo”. Yo bien le avisé, pero su acción estaba ya tomada hacía mucho tiempo y él no quiso ya escuchar consejos. Las consecuencias ahora son inevitables: pero ya no tenemos ninguna relación con el Barroux y avisamos a todos nuestros fieles para que no ayuden más a una obra que de aquí en adelante está en las manos de nuestros enemigos, de los enemigos de Nuestro Señor y de Su Reino Universal. Las hermanas benedictinas están angustiadas. Ellas vinieron a ver y yo las aconsejé lo que les aconsejo igualmente: –y esto lo subrayo– guardar».
O sea, Mons. Lefebvre aconseja a Dom Tomás, (escuchemos este consejo porque es para todos nosotros) «guardar su libertad y rehusar todo laso con esta Roma modernista».
Esto es lo que nos toca hacer, queridos fieles. Que la Santísima Virgen de Fátima nos dé la fidelidad a la Santa Iglesia Católica, la fidelidad al combate por la santa Tradición, la fidelidad para que podamos guardar la fe y alcanzar la salvación de nuestras almas. Ave María purísima.