Vano es el que pone su esperanza en los hombres o en otra cosa creada. No te
avergüences de servir a otros por amor a Jesucristo y parecer pobre en este siglo.
No confíes en ti mismo, sino pon tu esperanza en Dios. Haz lo que puedas, y Dios
favorecerá tu buena voluntad. No confíes en tu ciencia ni en la astucia de nadie, sino en la gracia de Dios que ayuda a los humildes y abate a los presumidos.
Si tienes riquezas, no te gloríes en ellas ni en los amigos, aunque sean poderosos,
síno en Dios, que todo lo da, y, sobre todo, desea darse a Sí mismo. No te ensalces por
la gallardía y hermosura del cuerpo, que con pequeña enfermedad se destruye y afea. No te
engrías de tu habilidad o ingenio, no sea que desagrades a Dios, de quien es todo bien
natural que tuvieres.
No te estimes por mejor que otros, porque no seas quizá tenido por peor delante de
Díos, que sabe lo que hay en el hombre. No te ensoberbezcas de tus buenas obras,
porque de otra manera son los juicios de Dios que los de los hombres, y a El muchas
veces desagrada lo que a estós les contenta. Si tuvieres algo bueno, piensa que son mejores
los otros, porque así conserves la humildad. No te daña si te pusieres debajo de todos; mas es muy dañoso si te antepones a sólo uno. Continua paz tiene el humilde; mas en el
corazón del soberbio hay emulación y saña frecuente.
IMITACIÓN DE CRISTO
Tomás de Kempis
No hay comentarios:
Publicar un comentario