XI
Aparición de la Cruz en tiempo de
Constantino Coprónimo
Cedreno refiere en su Compendio de la historia, que
corriendo el tercer año (744) del imperio de Constantino Coprónimo, apareció en el cielo una Cruz hacia el Norte. Añade que durante una parte del sexto año del mismo reinado, los vestidos de los hombres y los ornamentos de las Iglesias aparecían súbitamente marcados de Cruces, que parecían pintadas al óleo, sin que pudiera, comprenderse cómo se imprimían. Al primer suceso siguió una peste, y al segundo acompañó otra tan mortífera, que devastó gran parte del imperio y dejó desierta la ciudad de Constantinopla.
Teodoro Studita pinta este terrible azote con los más negros colores, ocupándose igualmente de las milagrosas Cruces.
«Habiendo la cólera del cielo, dice, descargado en esta
época sobre el mundo con un peso formidable, no puedo
menos de consagrar dos palabras al caso. El castigo, semejante a las plagas de Egipto, no se localizó en algunas ciudades ni provincias; se extendió por todas partes e hirió principalmente la capital del imperio, la infortunada Bizancio... Cruces de un color azul celeste aparecían súbitamente impresas en los vestidos y trazadas con tal regularidad, que hubieran parecido obra del más hábil artista, a no saber que las imprimía la mano de Dios.
»Los desgraciados que, a veces sin darse cuenta, eran
marcados por estas señales, morían casi repentinamente; muchos que por la mañana conducían los cadáveres al cementerio, por la tarde eran ellos conducidos con otros, pues en un solo féretro iban muchos cadáveres juntos; las acémilas arrastraban carros llenos de muertos, y nunca llegaba el último carro. Ayes fúnebres y gritos lamentables se oían por doquiera; no había suficientes brazos para levantar y enterrar los muertos. Las casas quedaban vacías, los pueblos sin moradores; en el espacio de dos meses, Constantinopla, poco antes tan populosa y bulliciosa, quedó muda y deshabitada».
Los católicos atribuyeron este terrible azote a las
impiedades de los iconoclastas, y especialmente a las
de Constantino Coprónimo, que hacia a la Cruz una
guerra encarnizada, y cuyo mote griego de Coprónimo
recordaba su inmundicia de cuando recibió el bautismo, pues manchó con sus excrementos la sagrada pila.
El hecho de aquella epidemia es tan auténtico, que
no hay medio de ponerlo en duda; y en cuanto a la
impresión de las Cruces sobre los destinados a ser víctimas, imposible es explicarlo sin la intervención directa de la Divinidad airada. Si las marcas hubieran
sido en la piel, quizá pudiera creerse que eran meros
síntomas de una enfermedad fulminante; pero siendo
en los vestidos, ¿quién podrá explicar naturalmente el
fenómeno? Sabemos que la lepra atacaba a veces las
casas y los vestidos de los judíos; mas esto no explica
naturalmente lo otro, pues nadie, en el estado actual
de nuestros acontecimientos, podrá demostrar que esta
particularidad provenía de causas naturales. A idénticas observaciones se prestan otros acontecimientos que vamos a referir.
APOLOGÍA DEL GRAN MONARCA
P. José Domingo María Corbató
Biblioteca Españolista
Valencia-Año 1904