Un mancebito, natural de la villa del Moral, volvía a su pueblo dirigiendo un jumento en que llevaba dos costales de harina desde los molinos del Guadiana, en tiempo que hacía mucho calor: cayó el animal y no pudiendo levantarse con la carga, se halló el afligido niño con dos dificultades imposibles de vencer; la una, que no podía por si solo cargar los costales que echó a tierra para que el animal pudiera levantarse, y la otra, que se le había quebrado una vasija de barro que traía llena de agua y habiéndose vertido, perecería de sed. Recorrió el campo y no hallando quién le amparase, se le aumentó la pena. En esta aflicción acudió al favor de Dios y acordándose de María Santísima la invocó muy de veras pidiéndole fuese su intercesora.
Se le apareció esta Divina Señora cercada de ángeles y resplandores; y repentinamente halló Juan (que así se llamaba el mancebo), su jumento con los costales cargados y la vasija entera y llena de agua; hablóle esta Soberana reina, diciéndole entregase a sus padres el trigo molido y después fuese a la villa de Daimiel y manifestase a la justicia, de su parte, que en aquel sitio (señalándole con sus plantas santísimas) era voluntad de su Hijo y suya que edificasen un templo con el titulo de SANTA MARIA DE LAS CRUCES, en donde fuese su nombre venerado. Cumplió el mancebito con lo que se le había mandado, vinieron las Autoridades de Daimiel y otras muchas personas y encontraron este soberano simulacro y una vela encendida, en donde le edificaron una bella Ermita y Casa, (Vide Flos Santos, Benedict. del R. Padre M. Fr. Antonio de Hered., tomo I, página 479.)
Son tantos los prodigios que obra la grandeza de Dios por intercesión de María Santísima de las Cruces que parece que por esta Soberana Reina fueron dichas aquellas palabras de mi Padre San Bernardo: Omnibus omnia facta est María, ut de plenitudine ejus accipiant universi, captivus redentionen, ejer curationem, tristis consolationem, pecator veniam, justus gratiam et Angelus letitiam, (Govea, tomo I, pág. 187) “En María y por María- dice el Santo-tienen los cautivos rescate; los enfermos, salud; los desconsolados, alivio; los pecadores, perdón; los justos, gracia, y los Ángeles alegría.”
Es el templo de María Santísima de las Cruces, conforme lo que dice San Gregorio Thaumaturgo, oficina de todos los prodigios: Omnium miraculorum oficina. (Govea, Tomo I, pág. 388.) Porque no hay enfermo que en él no halle salud, afligido que no halle alivio, necesitado que no encuentre remedio, perseguido que no halle socorro. Todos tienen seguro el amparo, pronta la medicina y cierta la consolación, porque es casa de clemencia, domicilio de misericordia y hospicio de benignidad. Díganlo tantas mortajas como en él se ven, no como despojos de la muerte, sino como triunfos de la vida; díganlo tantos pies, tantas manos y tantos brazos cuantos puso allí la grandeza del benificio para hacer inmortal la deuda del agradecimiento, y, finalmente, díganlo los moradores de Daimiel, cuantas veces se ha llevado al pueblo por necesidad de agua que no hayan tenido pronto el socorro.
DAIMIEL
Después de muchas diligencias y molestar a varios amigos literatos han podido adquirirse, acerca de esta villa, las noticias siguientes:
1ª Que Daimiel era, en lo antiguo, una población más numerosa que en los tiempos posteriores. 2ª Que fue devastada cuando los sarracenos ocuparon nuestra Península. 3ª Que fue la primera que se reparó después de las gloriosas jornadas de Don Alonso X. 4ª Que a mediados del siglo XIII, siendo ya villa, fue donada por el Rey don Sancho IV a los caballeros de Calatrava, en el mismo año en que murió Don Alonso, Emperador de las Españas. 5ª y última, que ha producido grandes capitanes y hombres muy distinguidos en las letras entre los últimos Juan de Fontecha, que escribió varias obras de medicina en latín y castellano.
SANTUARIO DE LAS CRUCES
Acerca de éste se han adquirido las siguientes noticias: 1ª Que se llama aquel Campo de las Cruces, porque habiendo ocurrido una acción de guerra entre moros y cristianos, éstos pusieron en sepulturas separadas los cadáveres de los suyos, colocando cruces en ellas; 2ª. Que la aparición de la Virgen se verificó a fines del siglo XV o principios del XVI, atendiendo a que por entonces se hallaba establecida en Ciudad Real una Cancillería, y según don Antonio Ponz, en su viaje de España, la Cancillería residió en dicha ciudad desde el año 1494 hasta 1505, en que se trasladó a Granada por orden de los Reyes Católicos; 3ª. Y última, que el joven Juan recibió el sagrado orden del Presbiterado y consagró toda su vida al culto de la Virgen de las Cruces y que sus restos mortales fueron colocados en aquel sepulcro que se distingue en la iglesia del santuario.
REPARACIÓN DEL MISMO
En el año de 1845 se hallaba aquel edificio en muy mal estado, a consecuencia de circunstancias a todos notorias; pero la ilustre Corporación municipal, los señores párrocos, el mayordomo de la Virgen y las notabilidades de la villa convinieron en repararle; invitaron a todos los vecinos para que, cada cual según su posibilidad, diese limosna para tan señalado objeto, y se reunió, en efecto, para reparar el templo y buena parte de la casa, y el 25 de septiembre del mismo año se trasladó la sagrada imagen y se colocó en su antiguo trono.
Jamás se borrará de la memoria de los que tuvieron la dicha de asistir a aquel acto tal religioso la piedad que ostentó la sociedad daimieleña hacia su excelsa Patrona; el católico más indiferente hubiera experimentado las emociones del alma naturalmente cristianas.
Fray Manuel de Oviedo y Treviño
Del hábito de Calatrava y Cura que fue de
la Parroquia de Santa María de dicha Villa.