domingo, 30 de julio de 2017

LA ESPAÑA IRREDUCTIBLE DE CALLOSA DEL SEGURA (¡TODOS A UNA!)


Por Laureano Benítez Grande-Caballero. 

España. Año 81 de la Victoria. Toda la Comunidad Valenciana ha sido ocupada por invasores luciferinos, por cofradías de puño en alto, por hoplitas salidos en formación de las logias del inframundo, que imponen la inmersión lingüística al valenciano, la proclamación de la Comunidad como un sujeto político perteneciente a los «paisos catalans», la persecución sistemática a los católicos.

Pero… ¿toda la Comunidad está ocupada? No: dos focos irreductibles resisten ahora y siempre a los invasores, batallando férreamente contra el Leviatán rojo que quiere devorarlos, en una defensa heroica que a los infiernos hace temblar: Callosa del Segura, y la Cruz del Parque Ribalta en Castellón.

La presión vecinal impide la retirada de la Cruz de los Caídos de Callosa de Segura.

En Callosa del Segura, el Ayuntamiento, en manos del frente popular de los partidos de izquierda, quiere desmontar la Cruz de los Caídos que hay en la plaza España de la localidad, adherida a la Iglesia parroquial, en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica. El 14 diciembre pasado procedieron a la retirada de la Cruz, pero no pudieron consumarla debido a la activa oposición de muchos vecinos del pueblo, que desde entonces ―y son ya ocho meses de combate―, se van relevando en turnos de vigilancia para impedir su derribo. Con el rosario en la mano, organizan vigilias, retenes, concentraciones y encadenamientos, habiendo formado una plataforma que reúne casi 35.000 firmas.

Sin embargo, esto no ha sido óbice para que alcalde socialista Fran Maciá siga empeñado en retirar la Cruz.

Ya en los años 80 hubo debate en torno a la Cruz, pero al final se decidió dejarlo todo como estaba, hasta que con el advenimiento del Ayuntamiento de izquierdas volvió a reabrirse el caso.
Dicha cruz es un monumento privado costeado por familias que quieren conmemorar a sus 81 víctimas en la Guerra Civil, ya que Callosa quedó en la zona republicana. El principal objeto de debate era la presencia en la Cruz de una placa con una explícita exaltación falangista, placa que ya ha sido retirada, por lo cual legalmente no procede el traslado de la Cruz.

A pesar de esto, el Ayuntamiento propuso llevarla sin placas al cementerio, o con ellas a un museo para incluir un panel explicativo. Incluso ha ofrecido poner una cruz del municipio del siglo XVIII en el mismo lugar, oferta que los vecinos rechazan porque ―como afirma Toni Illán, portavoz de la plataforma― la ley se cumple a rajatabla después de la retirada de las placas, porque se trata de un recuerdo privado impulsado por dos familias, y porque «Los nombres que hay ahí son de víctimas, vecinos del pueblo asesinados», que no participaron en ningún combate.

Según Polonia Castellanos, presidenta de la Asociación Española de Abogados Cristianos ―que ha organizado una recogida de firmas para la defensa de la Cruz, que puede verse en https://www.change.org/p/ayuntamiento-de-callosa-de-segura-no-retiren-la-cruz-de-la-plaza-de-la-iglesia―, lo que realmente quieren es quitar la Cruz por ser un símbolo cristiano, citando el artículo 15.2 de la Ley de Memoria Histórica, según el cual ésta no será aplicable en manifestaciones artístico-religiosas: «Lo previsto en el apartado anterior no será de aplicación cuando las menciones sean de estricto recuerdo privado, sin exaltación de los enfrentados, o cuando concurran razones artísticas, arquitectónicas o artístico-religiosas protegidas por la ley».


Además de defender su fe y a sus familiares asesinados, los vecinos defienden numantinamente sus recuerdos, sus costumbres y tradiciones, ya que en esa Cruz es en donde se hacen las fotos en la Comunión y durante el domingo de Ramos.

Ante esta resistencia, no han tardado en aparecer los típicos graffitis de todo antisistema y anticatólico que se precie: «Así ardiera la Cruz».

En el páramo actual de una España sin pulso, donde se suceden las persecuciones a los católicos, las blasfemias, los ataques a la Iglesia católica, entre las nauseabundas vaharadas de azufre y el humo de Satanás, sin que casi nadie ―incluida la Conferencia Episcopal― plantee decidida batalla ante estos pogroms, ante esta dictadura neroniana, aquí tenemos a Callosa del Segura, el nuevo Fuenteovejuna de «¡Todos a una!», cuya lucha nos muestra el camino a los católicos que no queremos permanecer impasibles ante los invasores luciferinos.

Aquí está la España de siempre, la España eterna, los tercios de Numancia acantonados defendiendo su libertad y sus valores, sus tradiciones y su historia, sus familias y sus cruces. Aquí brilla el espíritu de tantos y tantos Masadas hispánicos; aquí borbotea la sangre de nuestras Agustinas de Aragón, de nuestros Empecinados, de nuestras Marías Malasañas, de nuestros Antonios Molles Lazos ―el requeté mártir de Jerez―… y de tantos héroes y heroínas que dieron su vida por la salvaguarda de la Patria y sus valores, porque, con más irreductibles Callosas del Segura en España, las puertas del infierno jamás prevalecerán contra nuestra Patria.