jueves, 30 de junio de 2011

ESCÁNDALO LITÚRGICO EN LA DIÓCESIS DE LOS ANGELES


1h. 53m. de escándalo litúrgico. Uno más de los frutos del Concilio.

Enviado por el P. Cardozo

jueves, 23 de junio de 2011

SEMÓN DEL SANTO CURA DE ARS SOBRE EL CORPUS CHRISTI


Incola ego sum in terra.
Soy como extranjero en mi tierra,
(Ps. CXVIII, 19.)

Estas palabras nos recuerdan todas las miserias de la vida, el menosprecio con que hemos de mirar las cosas creadas y perecederas, el deseo con que debemos esperar la salida de este mundo para encaminarnos a nuestra verdadera patria, ya que esta tierra no lo es.

Consolémonos, sin embargo, del destierro a que estamos sujetos; en él tenemos un Dios, un amigo, un consolador y un Redentor, que puede endulzar nuestras penas, haciéndanos vislumbrar grandes bienes, desde este valle de miserias; lo cual debe llevarnos a exclamar, como la Esposa de los Cantares: «¿Habéis visto a mi amado? Y si lo habéis visto, decidle que no hago más que penar» (Cant., V, 8.) ¿Hasta cuándo, Señor, exclama el santo Rey Profeta en sus transportes de amor y arrobamiento, hasta cuándo prolongaréis mi destierro lejos de Vos? (Ps. CXIX, 5.). Mas dichosos que los santos del Antiguo Testamento, no solamente poseemos a Dios por la grandeza de su inmensidad, en virtud de la cual se halla en todas partes; sino que le tenemos con nosotros tal cual estuvo durante nueve meses en el seno de María, tal cual estuvo en la cruz. Más afortunados aún que los primeros cristianos, quienes hacían cincuenta o sesenta leguas de camino para tener la dicha de verle, nosotros le poseemos en cada parroquia, cada parroquia puede gozar a su gusto de tan dulce compañía. ¡Oh, pueblo feliz!

¿Cuál es mi propósito?. Vedlo aquí. Quiero mostraros la bondad de Dios en la institución del adorable sacramento de la Eucaristía y los grandes provechos que de este sacramento podemos sacar.

I.- Digo yo que lo que hace la felicidad de un buen cristiano, hace la desgracia de un pecador.
¿Queréis de ello una prueba? Vedla aquí. Para el pecador que no quiere salir del pecado, la presencia de Dios se convierte en un suplicio: quisiera él borrar el pensamiento de que Dios le está mirando y le juzgará, se oculta, huye de la luz del sol, se hunde en las tinieblas, siente indecible horror por todo lo que puede evocarle aquel pensamiento; un ministro de Dios le estorba, le causa odio, huye de él, cuando piensa que tiene un alma inmortal, que hay un Dios que le recompensará o castigará durante toda la eternidad; conforme a sus obras; le parece que tales pensamientos son otros tantos verdugos que le atormentan sin cesar. ¡Ah!, ¡triste existencia la de un pecador que vive en pecado! ¡Es en vano que te ocultes de la presencia de Dios, nunca podrás conseguirlo! «¿Adán, Adán, donde estás?» «Señor, exclama, he pecado y temo vuestra presencia» (Gen., III, 9-10). Adán, temblando, corre a ocultarse, y es precisamente en el momento en que creía no ser visto de Dios cuando se hizo oír su voz: «Adán en todas partes me hallarás; has pecado, y Yo he sido testigo de tu crimen; mis ojos estaban fijos en ti». «Caín, Caín, ¿dónde está tu hermano?». Al oír la Voz del Señor, Caín quedó estupefacto. Pero Dios le persiguió con la espada en el cinto: «Caín, la sangre de tu hermano clama venganza» (Gen., IV, 9-10). Cuan cierto es que el pecador se halla en un continuado espanto y desesperación. ¿Qué hiciste, pecador? Dios te castigará. No, no, exclama, Dios no me ha visto, «no hay Dios». ¡Ah!, desgraciado, Dios te ve y te castigará. De lo cual concluyo que en vano el pecador querrá tranquilizarse, olvidar sus pecados, huir de la presencia de Dios y procurarse todo cuanto su corazón pueda desear; a pesar de todo esto, no dejará de ser un desdichado; en todas partes arrastrará sus cadenas y su infierno. ¡Ah!, ¡triste existencia! No vayamos más lejos; estos pensamientos son demasiados desesperanzadores; de ningún modo nos conviene hoy este lenguaje; dejemos a esos pobres desgraciados en las tinieblas, ya que en ellas quieren vivir; dejemos que se condenen, ya que no quieren salvarse.

«Venid, hijos míos, decía el santo Rey David, venid, pues tenga grandes cosas que anunciaros; venid, y os diré cuán bueno es el Señor para los que le aman. Tiene preparado para sus hijos un alimento celestial que da frutos de vida. En todas partes hallaremos a nuestro Dios; si vamos al cielo, allí estará; si pasamos el mar, le veremos a nuestro lado. Si nos sumergimos en la profundidad caótica de las aguas, hasta allí nos acompañará» (Ps. XXXIII; CXXXVIII. XXII.). Nuestro Dios no nos pierde de vista, cual una madre que está vigilando al hijito que da los primeros pasos. «Abraham, dice el Señor, anda en mi presencia y la hallarás en todas partes.» «¡Dios mío!, exclama Moisés, servíos mostrarme vuestra faz: con ella tendré cuanto puedo desear» (Exod, XXXIII, 13.). Cuán consolado queda un cristiano, al pensar que Dios le ve, que es testigo de sus penalidades y de sus combates, que tiene a Dios de su parte. Digámoslo mejor, ¡todo un Dios le estrecha dulcemente contra su seno! ¡Pueblo cristiano! ¡Cuán dichoso eres al gozar de tantos favores que no se conceden a los demás pueblos! razón tenía al decirnos, que si la presencia de Dios es una tiranía para el pecador, es en cambio una delicia infinita; un cielo anticipado para el buen cristiano.

Hermoso y consolador es lo que os acabo de decir, más aún no es todo, es poca cosa todavía, me atrevo a decir, en comparación del amor que Jesucristo nos manifiesta en el adorable sacramento de la Eucaristía. Si me dirigiese a gente incrédula o impía, que se atreve a dudar de la presencia de Jesucristo en este adorable sacramento, comenzaría por aportar pruebas tan claras y convincentes, que morirían de pena por haber dudado un misterio apoyado en argumentos tan fuertes v persuasivos. Les diría yo: si es verdad la existencia de Jesucristo, también es verdad este misterio, ya que Aquél, después de haber tomado un fragmento de pan en presencia de sus apóstoles, les dijo: «Ved aquí pan; pues bien, voy a transformarlo en mi Cuerpo; ved aquí vino, el cual voy a transformar en mi sangre; este cuerpo es verdaderamente el mismo que será crucificado, y esta sangre es la misma que será derramada en remisión de los pecados ; y cuantas veces pronunciéis estas palabras, dijo además a sus apóstoles, obraréis el mismo milagro; esta potestad la comunicaréis unos a otros hasta el fin de los siglos»(Matth., XXVI ; Luc., XXII.). Mas ahora dejemos a un lado estas pruebas; tales razonamientos son inútiles para unos cristianos que tantas veces han gustado las dulzuras que Dios les comunica en el sacramento del amor.

Dice San Bernardo que hay tres misterios en los cuales no puede pensar sin que su corazón desfallezca de amor y de dolor, El primero es el de la Encarnación, el segundo es el de la muerte y pasión de Jesús, y el tercero es el del adorable sacramento de la Eucaristía. Al hablarnos el Espíritu Santo del misterio de la encarnación, se expresa en términos que nos muestra la imposibilidad de comprender hasta dónde llega el amor de Dios a los hombres, pues dice: «Así amó Dios al mundo», como si nos dijese: dejo a vuestra mente, dejo a vuestra imaginación la libertad de formar sobre ello las ideas que os plazca; aunque tuvieseis toda la ciencia dé las profetas, todas las luces de los doctores y todos los conocimientos de los ángeles, os sería imposible comprender el amor que Jesucristo ha sentido por vosotros en estos misterios. Cuando nos habla San Pablo de los misterios de la Pasión de Jesucristo, ved cómo se expresa: «Con todo y ser Dios infinito en misericordia y en gracia, parece haberse agotado por amor nuestro. Estábamos muertos y nos dio la vida. Estábamos destinados a ser infelices por toda una eternidad, y con su bondad y misericordia ha cambiado nuestra suerte» (Eph., II, 4-6.). Finalmente, al hablarnos, San Juan, de la caridad que Jesucristo mostró con nosotros al instituir el adorable sacramento de la Eucaristía, nos dice «que nos amó hasta el fin» (Joan., XIII, 1.) es decir, que amó al hombre, durante toda su vida, con un amor sin igual. Mejor dicho, nos amó cuanto pudo. ¡Oh, amor, cuan grande y cuán poco conocido eres!

Y pues, amigo mío, ¿no amaremos a un Dios que durante toda la eternidad ha suspirado por nuestro bien? ¡Un Dios que tanto lloró nuestros pecados, y que murió para borrarlos! Un Dios que quiso dejar a los ángeles del cielo, donde es amado con amor tan perfecto y puro, para bajar a este mundo, sabiendo muy bien que aquí sería despreciado. De antemano sabía las profanaciones que iba a sufrir en este sacramento de amor. No se le ocultaba que unos le recibirían sin contrición; otros sin deseo de corregirse; ¡ay!, otros tal vez, con el crimen en su corazón, dándole con ello nueva muerte. Pero nada de esto pudo detener su amor. ¡Dichoso pueblo cristiano! ... «Ciudad de Sión, regocíjate, prorrumpe en la más franca alegría, exclama el Señor por la boca de Isaías, ya que tu Dios mora en tu recinto» (Is.,XII,6.). Lo que el profeta Isaías decía a su pueblo, puedo yo decíroslo con más exactitud. ¡Cristianos, regocijaos!, vuestro Dios va a comparecer entre vosotros. Este dulce Salvador va a visitar vuestras plazas, vuestras calles, vuestras moradas; en todas partes derramará las más abundantes bendiciones. ¡Moradas felices aquellas delante de las cuales va a pasar! ¡Oh, felices caminos los que vais a estremeceros bajo tan santos y sagrados pasos! ¿Quién nos impedirá decir, al volver a discurrir por la misma vía: Por aquí ha pasado mi Dios, por esta senda ha seguido cuando derramaba sus saludables bendiciones en esta parroquia?

¡Qué día tan consolador para nosotros! Si nos es dado gozar de algún consuelo en este mundo, ¿no será, por ventura, en este momento feliz? Olvidemos, a ser posible, todas nuestras miserias. Esta tierra extranjera va a convertirse en la imagen de la celestial Jerusalén; las alegrías y fiestas del cielo, van a bajar a la tierra. «Péguese la lengua a mi paladar, si es capaz de olvidar estos grandes beneficios» (Ps. CYXXVI, 6.). ¿Que el cielo prive a mis ojos de la luz, si ellos han de fijar sus miradas en las cosas terrenas?

Si consideramos las obras de Dios: el cielo v la tierra, el orden admirable que reina en el vasto universo, ellas nos anuncian un poder infinito que lo ha creado todo, una sabiduría infinita que todo lo gobierna, una bondad suprema y providente que cuida de todo con la misma facilidad que si estuviese ocupada en un solo ser: tantos prodigios han de llenarnos forzosamente de sorpresa, espanto y admiración. Mas; fijándonos en el adorable sacramento de la Eucaristía, podemos decir que en él está el gran prodigio del amor de Dios con nosotros; en él es donde su omnipotencia, su gracia y su bondad brillan de la manera más extraordinaria. Con toda verdad podemos decir que éste es el pan bajado del cielo, el pan de los ángeles, que recibimos como alimento de nuestras almas. Es el pan de los fuertes que nos consuela y suaviza nuestras penas. Es éste realmente «el pan de los caminantes»; mejor dicho, es la llave qué nos franquea las puertas del cielo. «Quien me reciba, dice el Salvador, alcanzará la vida eterna: el que me coma no morirá. Aquel, dice el Salvador, que acuda a este sagrado banquete, hará nacer en él una fuente que manará hasta la vida eterna» (Joan., VI, 54.55; IV, 14.).

Más, para conocer mejor las excelencias de este don, debemos examinar hasta qué punto Jesucristo ha llevado su amor a nosotros en este sacramento. No era bastante que el Hijo de Dios se hiciese hombre por nosotros; para dejar satisfecho su amor, era preciso ofrecerse a cada uno en particular. Ved cuánto nos ama. En la misma hora en que sus indignos hijos activaban los preparativos para darle muerte, su amor le llevaba a obrar un milagro cuyo objeto es permanecer entre ellos. ¿Se ha visto, podrá verse amor más generoso ni más liberal que el que nos manifiesta en el Sacramento de su amor? ¿No habremos de afirmar, con el Concilio de Trento, que en dicho Sacramento es donde la liberalidad v generosidad divinas han agotado todas sus riquezas? (Ses., XIII, cap. II.). ¿Nos será dado hallar sobre la tierra, y hasta en el cielo, algo que con este misterio pueda ser comparado? ¿Se ha visto jamás que la ternura de un padre, la liberalidad de un rey para sus súbditos, llegase hasta donde ha llegado la que muestra Jesucristo en el Sacramento de nuestros altares? Vemos que los padres, en su testamento, dejan las riquezas a sus hijos; mas en el testamento del Divino Redentor, no son bienes temporales, puesto que ya los tenemos..., sino su Cuerpo adorable y su Sangre preciosa lo que nos da. ¡Oh, dicha del cristiano, cuán poco apreciada eres¡ No, Jesús no podía llevar su amor más allá que dándose a Sí mismo; ya que, al recibirlo, le recibimos con todas sus riquezas. ¿No es esto una verdadera prodigalidad de un Dios para con sus criaturas? Si Dios nos hubiese dejado en libertad de pedirle cuanto quisiéramos, ¿nos habríamos atrevido a llevar hasta tal punto nuestras esperanzas? Por otra parte, el mismo Dios, con ser Dios, ¿podía hallar alga más precioso para darnos?, nos dice San Agustín.

Pero, ¿sabéis aún cuál fue el motivo que movió a Jesucristo a permanecer día y noche en nuestros templos? Pues fue para que, cuantas veces quisiéramos verle, nos fuese dado hallarle. ¡Cuán grande eres, ternura de un padre! ¡Qué cosa puede haber más consoladora para, un cristiano, que sentir que adora a un Dios presente en cuerpo y alma! «Señor, exclama el Profeta Rey, ¡un día pasado junta a Vos es preferible a mil empleados en las reuniones del mundo»! (Pes., LXXXIII, 11.). ¿Qué es, en efecto, lo que hace tan santas y respetables nuestras iglesias?, ¿no es, por ventura, la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo? ¡Ah!, ¡pueblo feliz, el cristiano!

II.- Pero, me preguntaréis, ¿qué deberemos hacer para testimoniar a Jesucristo nuestro respeto y nuestra gratitud? Vedlo aquí:

1.° Deberemos comparecer siempre ante su presencia con el mayor respeto, y seguirle con alegría verdaderamente celestial, representándonos interiormente aquella gran procesión que tendrá lugar después del juicio final. Para quedar penetrados del más profundo respecto, bastará recordar nuestra condición de pecadores, considerando cuán indignos somos de seguir a un Dios tan santo y tan puro, Padre bondadoso al que tantas veces hemos despreciado y ultrajado, y que con todo nos ama aún y se complace en darnos a entender que está dispuesto a perdonarnos nuevamente. ¿Qué es lo que hace Jesucristo cuando le llevamos en procesión? Vedlo aquí. Viene a ser como un buen rey en medio de sus súbditos, como un padre bondadoso rodeado de sus hijos, como un buen pastor visitando sus rebaños. ¿En qué debemos pensar cuando marchamos en pos de nuestro Dios? Mirad. Hemos de seguirle con la misma devoción y adhesión que los primeros fieles cuando moraba aquí en la tierra prodigando el bien a todo el mundo. Sí, si acertamos a acompañarle con viva fe, tendremos la seguridad de alcanzar cuanto le pidamos.

Leemos en el Evangelio que un día, en el camino por donde pasaba el Señor, había dos ciegos, los cuales se pusieron a dar voces diciendo: «¡Jesús, hijo de David, ten piedad de nosotros!» Al verlos el Divino Maestro, moviose a compasión, y les preguntó qué querían. «Señor, le respondieron, haced que veamos.» «Pues ved», les dijo el Salvador (Matth., XX, 30-34.). Un gran pecador llamado Zaqueo, deseando verle pasar, se encaramó a un árbol; pero Jesucristo, que había venido para salvar a los pecadores, le dijo: «Zaqueo, baja del árbol pues quiero alojarme en tu casa», ¡En tu casa!, lo cual es como si le dijese: Zaqueo, desde hace mucho tiempo, la puerta de tu corazón está cerrada por el orgullo y las injusticias; ábreme hoy, pues vengo para otorgarte el perdón. Al momento, bajó Zaqueo, humillóse profundamente ante su, Dios, reparó todas sus injusticia no deseando ya por herencia otra cosa que la pobreza y el sufrimiento (Luc., XIX, 1-10.). ¡Oh, instante feliz, el cual le valió una eternidad de dicha! Otro día pasando el Salvador por otra calle, seguíale una pobre mujer, afligida por espacio de doce años a causa de un flujo de sangre: Se decía ella: «Si tuviese la dicha de tocar aunque sólo fuese el borde de sus vestiduras, estoy cierta que curaría » (Matth., IX, 20-22.). Y corrió, llena de confianza, a arrojarse a los pies del Salvador, y al momento quedó libre de su enfermedad. Si tuviésemos la misma fe y la misma confianza, obtendríamos también las mismas gracias; puesto que es el mismo Dios, el mismo Salvador y el mismo Padre, animado de la misma caridad. «Venid, decía el Profeta, venid, salid de vuestros tabernáculos, mostraos a vuestro pueblo que os desea y os ama.» ¡Ay!, ¡cuántos enfermos esperan la curación! ¡Cuántos ciegos a quienes habría que devolver la vista! ¡Cuantos cristianos, de los que van a seguir a Jesucristo, tienen sus almas cubiertas de llagas! ¡Cuántos cristianos están en las tinieblas y no ven que corren inminente peligro de precipitarse en el infierno! ¡Dios mío!, ¡curad a unos e iluminad a otros! ¡Pobres almas, cuán desdichadas sois!

Nos refiere San Pablo que, hallándose en Atenas, vio escrito en un altar: «Aquí reside el Dios desconocido» (Ignoto Deo (Act. XVII, 23).). Pero, ¡ay!, podría deciros yo lo contrario: vengo a anunciaros un Dios que vosotros conocéis como tal, y no obstante no le adoráis, antes bien le despreciáis. Cuántos cristianos, en el santo día del domingo, no saben cómo emplear el tiempo, y, con todo, no se dignan dedicar ni tan sólo unos momentos a visitar a su Salvador que arde en deseos de verlos juntos a sí, para decirles que los ama y que quiere colmarles de favores. ¡Qué vergüenza para nosotros!... ¿Ocurre algún acontecimiento extraordinario?, lo abandonáis todo y corréis a presenciarlo. Mas a Dios no hacemos otra cosa que despreciarle, huyendo de su presencia; el tiempo empleado en honrarle siempre nos parece largo, toda práctica religiosa nos parece durar demasiado. ¡Cuán distintos eran los primeros cristianos! Consideraban como los más felices de su vida los días y noches empleados en las iglesias cantando las alabanzas del Señor o llorando sus pecados; mas hoy, por desgracia; no ocurre lo mismo. Los cristianos de hoy, huyen de Él y le abandonan, y hasta algunos le desprecian; la mayor parte nos presentamos en las iglesias, lugar tan sagrado, sin reverencia sin amor de Dios, hasta sin saber para qué vamos allí. Unos tienen ocupado su corazón y su mente en mil cosas terrenas o tal vez criminales; otros están allí con disgusta y fastidio; otros hay que apenas si doblan la rodilla en las momentos en que un Dios derrama su sangre preciosa para perdonar sus pecados; finalmente, otros, aun no se ha retirado el sacerdote del altar, ya están fuera del templo. Dios mío, cuán poco os aman vuestras hijos, mejor dicho, cuanto os desprecian. En efecto, ¿cuál es el espíritu de ligereza y disipación que dejéis de mostrar en la iglesia? Unos duermen, otros hablan, y casi ninguno hay que se ocupe en lo que allí debería ocuparse.

2.° Digo que habiendo sido los hombres criados por Dios y enriquecidos sin cesar por su mano con los más abundantes favores, debemos todos testificarle nuestra agradecimiento, y a la vez afligirnos por haberle ultrajado. Nuestra conducta debe ser la de un amigo que se entristece por las desgracias que a su amigo sobrevienen: a esto se llama mostrar una amistad sincera. Sin embargo, por favores que haya podido prestar un amigo, nunca hará lo que Dios ha hecho por nosotros. - Pero, me diréis, ¿quiénes deben, al parecer de usted, sentir un amor más intenso y más ardiente a la vista de los ultrajes que Jesucristo recibe de los malos cristianos? - Es indudable que todos han de afligirse por los desprecios de que es objeto, todos han de procurar desagraviarle; mas entre los cristianos hay algunos que están obligados a ello de un modo especial, y son los que tienen la dicha de pertenecer a la cofradía del Santísimo Sacramento. He dicho: «Que tienen la dicha». ¿Habrá otra mayor que la de ser escogidos para desagraviar a Jesucristo de los ultrajes que recibe en el Sacramento de su amor? No os quepa duda; vosotros, como cofrades, estáis obligados a llevar una vida mucho más perfecta que el común de los cristianos. Vuestros pecados son mucho más sensibles a Dios Nuestro Señor. No es bastante con llevar un cirio en la mano, para dar a entender que somos contados entre los escogidos de Dios; es preciso que nuestro comportamiento nos singularice, como el cirio nos distingue de los que no lo llevan. ¿Por qué llevamos esos cirios que brillan, si no es para indicar que nuestra vida debe ser un modelo de virtud, para mostrar que consideramos como una gloria el ser hijos de Dios y que estamos prestos a dar la vida por defender los intereses de Aquel a quien nos hemos consagrado perpetuamente? Sí, esforzarse en adornar las iglesias y los altares es dar, ciertamente, señales exteriores muy buenas y laudables; pero no hay, bastante. Los bethsamitas, cuando el arca del Señor pasó por su tierra, dieron muestras del mayor celo y diligencia; en cuanto la divisaron, salió el pueblo en masa para precederla; todos se ocuparon diligentemente en preparar la leña para ofrecer los sacrificios. Sin embargo, cincuenta mil hubieron de morir, por no haber guardado bastante respeto (1 Reg., VI.). ¡Cuánto ha de hacernos temblar este ejemplo! ¿Que objetos guardaba aquella arca? Un poco de maná, las tablas de la Ley; y porque los que a ella se acercan no están bien penetrados de su presencia, el Señor los hiere de muerte. Pero, decidme, ¿quiénes de los que reflexionen tan sólo por un momento sobre la presencia de Jesucristo, no quedarán sobrecogidos de temor? ¡Cuántos desgraciados forman parte del cortejo del Salvador, con un corazón lleno de culpas! ¡Ah, infeliz!, en vano doblarás la rodilla, mientras un Dios se yergue para bendecir a su pueblo; sus penetrantes miradas no dejarán por eso de ver los horrores que cobija tu corazón. Más, si nuestra alma está pura, entonces podremos figurarnos que vamos en pos de Jesucristo como en pos de un gran rey, que sale de la capital de su reino para recibir los homenajes de sus súbditos y colmarlos de favores.

Leemos en el Evangelio que aquellos dos discípulos que iban a Emmaús andaban en compañía del Salvador sin conocerle; y cuando le hubieron reconocido, desapareció. Enajenados por su dicha, decíanse el uno al otro: «Cómo se explica que no le hayamos reconocido, ¿Acaso nuestros corazones no se sentían inflamados de amor cuando nos hablaba explicándonos las Escrituras?» (Luc., XXIV, 13-32.) . Mil veces más dichosos que aquellas discípulos somos nosotros, ya que ellos iban en compañía de Jesucristo sin conocerle, mas nosotros sabemos que quien marcha en nuestra compañía presidiéndonos, es nuestro Dios y Salvador, el cual va a hablar al fondo de nuestro corazón, en donde infundirá una infinidad de buenos pensamientos y santas inspiraciones. «Hijo mío, te dirá, ¿por qué no quieres amarme? ¿Por qué no dejas ese maldito pecado que levanta una muralla de separación entre ambos? ¡Ah!, hijo mío, aquí tienes el perdón, ¿quieres arrepentirte?» Pero ¿qué le responde el pecador? «No, no, Señor, prefiero vivir bajo la tiranía del demonio y ser reprobado, a imploraros perdón.»

Mas, me dirá alguno, nosotros no decimos esto al Señor. - Pero yo replico que se lo, decís repetidamente, o sea, cada vez que Dios os inspira el pensamiento de convertiros. ¡Ah, desgraciado! día vendrá en que pedirás lo que hoy rehúsas, y entonces tal vez no te será concedido. Es muy cierto, que si tuviésemos la dicha de que Dios se nos hiciese visible, como ha acontecido a muchos santos, ya en la figura de un niño en el pesebre, ya traspasado por los clavos en la cruz, sentiríamos hacia Él mayor respeta y amor; pera esto no lo merecemos, y si nos aconteciese un caso semejante nos creeríamos ya santos, lo cual sería un motivo de orgullo. Más, aunque Dios no nos otorgue esta gracia, no deja por ello de estar presente, y presto a concedernos cuanto le pidamos.

Refiérese en la historia que, dudando un sacerdote de esta verdad, después de haber pronunciado las palabras de la consagración: «¿Cómo es posible, decía entre sí, que las palabras de un hombre obren tan gran milagro?» Mas Jesucristo, para echarle en cara su poca fe, hizo que la santa Hostia sudase sangre en abundancia, hasta el punto que fue preciso recoger ésta con una cuchara (Las maravillas divinas en la Santa Eucaristía, por el P. Rossignoli, S. J., CXIII. maravilla.). Y el mismo autor nos refiere también que un día se pegó fuego a una capilla, y ardió toda la construcción hasta quedar destruida; mas la santa Hostia quedó suspendida en el aire sin apoyarse en ninguna parte. Habiendo acudido un sacerdote para recibirla en un vaso, vino en seguida ella misma a posarse allí…(Es el milagro de las sagradas Hostias de Faverney; en la diócesis de Besançon, ocurrido el día 26 de mayo de 1608. Cfr. Monseñor de Segur, en La Francia al Pie del Santísimo Sacramento, XV.).

Si amásemos a Dios, sería para nosotros una gran alegría, una gran dicha el venir todas los domingos al templo a emplear algunos momentos en adorarle y pedirle perdón de los pecados; miraríamos aquellos instantes como los más deliciosos de nuestra vida. ¡Cuán consoladores y suaves son los momentos pasados con este Dios de bondad! ¿Estás dominado por la tristeza?, ven un momento a echarte a sus plantas, y quedarás consolado. ¿Eres despreciado del mundo?, ven aquí, y hallarás un amigo que jamás quebrantará la fidelidad. ¿Te sientes tentado?, aquí es donde vas a hallar las armas más seguras y terribles para vencer a tu enemigo. ¿Temes el juicio formidable que a tantos santos ha hecho temblar?, aprovéchate del tiempo en que tu Dios es Dios de misericordia y en que tan fácil es conseguir el perdón. ¿Estás oprimido por la pobreza?, ven aquí, donde hallarás a un Dios inmensamente rico, que te dirá que todos sus bienes son tuyos, no en este mundo sino en el otro: Allí es donde te preparo riquezas infinitas; anda, desprecia esos bienes perecederos y en cambio obtendrás otros que nunca te habrán de faltar. ¿Queremos comenzar a gozar de la felicidad de los santos?, acudamos aquí y saborearemos tan venturosas primicias.
¡Cuán dulce es gozar de los castos abrazos del Salvador! ¿No habéis experimentado jamás una tal delicia? Si hubieseis disfrutado de semejante placer, no sabríais aveniros a veros privados de él. No nos admire, pues, que tantas almas santas hayan pasado toda su vida, día y noche, en la casa de Dios, no sabiendo apartarse de su presencia.

Leemos en la historia que un santo sacerdote hallaba tal delicia y consuelo en el recinto de los templos, que hasta se acostaba sobre las gradas del altar, para que, al despertarse, le cupiese la dicha de hallarse junto a su Dios; y Dios, para recompensarle, permitió que muriese al pie del altar. Mirad a San Luis: durante sus viajes, en vez de pasar la noche en la cama, la pasaba al pie de los altares, junto a la dulce presencia del Salvador. ¿Por qué, pues, sentimos nosotros tanta indiferencia y fastidio al venir aquí? Es que nunca hemos disfrutado de tan deliciosos momentos?

¿Qué debemos sacar de todo esto?, vedlo aquí. Hemos de tener como uno de los instantes más felices de nuestra vida aquel en que nos es dado estar en compañía de tan buen amigo. Formemos en su cortejo con santo temor; como pecadores, pidámosle, con dolor y lágrimas en los ojos, perdón de nuestros pecados, y podemos estar ciertos de que lo alcanzaremos... Si nos hemos reconciliado, imploremos el don precioso de la perseverancia. Digámosle formalmente que preferimos mil veces morir antes que volver a ofenderle. Mientras no améis a vuestro Dios, jamás vais a quedar satisfechos: todo os agobiará, todo os fastidiará; mas, en cuanto le améis, comenzaréis una vida dichosa; y en ella podréis esperar tranquilamente la muerte!... ¡Aquella muerte feliz, que nos juntará a nuestro Dios!... ¡Ah, dulce felicidad!, ¿cuándo llegarás?... ¡Cuán largo es el tiempo de espera!, ¡ven!, ¡tú nos procurarás el mayor de todos los bienes, o sea la posesión del mismo Dios!... Esto es lo que os deseo…

San Juan Bta. Mª Vianney (Cura de Ars)

miércoles, 22 de junio de 2011

BREVE HISTORIA DE LA FIESTA DEL CORPUS CHRISTI


A finales del siglo XIII en Lieja, Bélgica surgen una corriente eucarística que da origen a varias costumbres actuales como la Exposición y Bendición con el Santísimo, el uso de campanillas durante la elevación en la misa y la Fiesta del Corpus Christi. Santa Juliana de Mont Cornillón, priora de la Abadía de Cornillón en Leija convenció al Obispo Roberto de Thorete de que estableciera una fiesta en honor a la Eucaristía.

El 1247se celebró la primera fiesta del
Corpus Christi el jueves posterior a la
fiesta de la Santísima Trinidad.

Casi 20 años más tarde, un sacerdote llamado Juan de Parga se dirigía a Roma en busca de una renovación de fe. El sacerdote estaba teniendo fuertes dudas acerca de la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Camino a Roma pernoctó en la Iglesia de Santa Cristina en Bolsena (70 millas al norte de Roma). A la mañana siguiente celebró la Misa y al momento de partir la hostia comenzó a sangrar. El sacerdote envolvió la hostia en el corporal y la llevó ante el Papa Urbano VII, el cual tenía su corte en Orvieto (muy cerca de Bolsena). A raíz de este milagro y la petición de varios obispos el Santo Padre extiendó la fiesta del Corpus Christi a toda la Iglesia por la bula Transiturus.

Papa Urbano IV

El Papa Urbano IV ordenó a Santo Tomás de Aquino a que escribiera la liturgia de la fiesta. Ante la muerte de Urbano IV, su precedor Clemente V reiteró la institución de la fiesta en toda la Iglesia. A pesar que ninguno de los decretos hablaba de procesiones con el Santísimo, papas, como Martín V y Eugenio IV concedieron indulgencias a estas procesiones y las mismas se hicieron comunes apartir del siglo XIV.

El Milagro Eucarístico de Bolsena webcatolicodejavier.

En la Basílica de Santa Cristina de Bolsena se guardan con celo, desde hace siete siglos, las reliquias menores del milagro de Bolsena una de las piedras sagradas sobre las cuales se perciben todavía bien visibles grumos de la preciosa Sangre del Redentor , que han alimentado la piedad de generaciones y generaciones de fieles.
El hecho eucarístico milagroso acaeció hacia 1264, en una región que fue testigo de las vicisitudes del papado, y va vinculada al nombre de dos de los más poderosos exponentes del pensamiento teológico: Tomás de Aquino y Juan Fidenza, más conocido con el nombre de San Buenaventura.

Un sacerdote de Praga, atormentado por dudas acerca de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, mientras dividía la Hostia santa en la celebración de la Misa, vio el corporal lleno de sangre que brotaba de las sagradas especies. Asombrado y aturdido por tan gran prodigio, le vino la duda de si había de terminar o seguir la Misa.

En la esperanza de ocultar a los presentes lo sucedido y con el deseo de pedir ayuda y explicación a la competente autoridad, resolvió suspender la celebración de la Santa Misa, y, recogidas las sagradas especies en paños sagrados, corrió a la sacristía, sin reparar que, en el trayecto, algunas gotas de la preciosísima Sangre habían caído sobre el mármol del pavimento. Esto sucedía en la Basílica de Santa Cristina, sobre el altar puesto bajo el baldaquino de mármol lombardo.
Cuando acaecía este milagro, era Ministro General de los Franciscanos Juan Fidenza, conocido bajo el nombre de Buenaventura de Bagnorea, ciudad natal del Santo, a pocos kilómetros de Bolsena. Profundo conocedor de los hombres y de los lugares, el Doctor Seráfico fue encargado por el Papa Urbano IV de presidir la comisión de teólogos instituida para controlar la verdad de los hechos.
Realizado su cometido por la comisión, confirmó la verdad del milagro, y el Papa ordenó a Jaime Maltraga, Obispo de Bolsena, que le llevase a Orbieto, donde tenía su residencia, el sagrado corporal, el purificador y los linos manchados de sangre. Acompañado el Papa de su corte, salió al encuentro de las sagradas reliquias, y, en el puente de Rivochiero, tomó entre sus manos el sagrado depósito y lo llevó procesionalmente a Orbieto.

Fuente: Crux et Gladius

domingo, 19 de junio de 2011

DOCTRINA SOBRE LA SANTÍSIMA TRINIDAD



De las Personas Divinas

— ¿Qué queréis decir cuando decís que Dios es un Espíritu en tres Personas?
— Que hay en El tres Personas, cada una de las cuales se identifica con Dios, y posee los atributos de la divinidad (XXX, 2).— ¿Cuáles son los nombres de las tres divinas Personas?
— Padre, Hijo y Espíritu Santo.— ¿Quién es el Padre?
— El que sin haber tenido principio, engendra al Hijo y da origen al Espíritu Santo.— ¿Quién es el Hijo?
— El engendrado del Padre, y del cual, junto con Padre, procede el Espíritu Santo.— ¿Quién es el Espíritu Santo?
— El procedente del Padre y del Hijo.— Las divinas Personas, ¿son distintas de Dios en sí mismo?
— No señor.
— ¿Son distintas entre sí?
— Sí señor.— ¿Qué queréis decir cuando decís que las divinas Personas son distintas entre sí?
— Que el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo; el Hijo no es el Padre, ni el Espíritu Santo; que el Espíritu Santo no es el Padre, ni el Hijo.— ¿Pueden separarse las divinas Personas?
— No señor.¿Están unidas desde toda la eternidad?
— Sí señor.— ¿Posee el Padre, con respecto al Hijo, todo lo que hemos visto que hay en Dios?
— Sí señor.— ¿Y el hijo con relación al Padre?
— También.— ¿Y el Espíritu Santo con relación al Padre y al Hijo?
— Sí señor.— ¿Luego son tres Dioses con conexiones eternas?
— No señor; son tres Personas que se identifican con Dios, a pesar de lo cual permanecen realmente distintas.— ¿Las divinas Personas forman sociedad?
— Sí, y la más perfecta de cuantas existen, (XXXI, 3, ad 1).— ¿Por qué?
Porque, siendo tres, cada una de ellas posee de modo infinito la perfección, la duración, el amor, la felicidad, y todas y cada una constituyen su propia bienaventuranza en el seno de la divinidad.— ¿Cómo sabemos que hay tres personas en Dios?
Porque El mismo nos lo ha revelado.— ¿Puede la razón humana sin el auxilio de la fe, averiguar la existencia de las divinas Personas?
— No señor (XXXII. 1, ad 2).— ¿Cómo se llaman las verdades inasequibles a la inteligencia, y que sólo por la fe conocemos?
— Llámanse Misterios.— ¿Es, por consiguiente, un misterio, la existencia de las divinas Personas?
— Es misterio, y el más profundo de todos.— ¿Qué nombre recibe?
El de Misterio de la Santísima Trinidad (XXX, 1).— ¿Podremos llegar a entenderlo?
Sí señor, y con su conocimiento seremos eternamente felices.— ¿Podremos en esta vida entrever algo de los admirables secretos del misterio de la Santísima, Trinidad, estudiando la naturaleza y operaciones de los seres Espirituales?
— Sí señor; dos son los actos inmanentes del ser Espiritual: entender y amar, y en cada uno se establecen relaciones de principio a término y de término a principio de operación. De aquí se deduce, conforme a lo que enseña la fe, que el Padre, en el acto de entender, es principio, por cuanto dice o pronuncia un Verbo, y el Verbo tiene relación de término, dicho o pronunciado. Lo propio sucede en el acto de amor. El Padre y el Hijo forman un principio de amor con relación al Espíritu Santo, que es el término.— ¿En qué cualidad divina se funda el misterio de la Santísima Trinidad?
— En la fecundidad y riqueza infinita de la divina naturaleza, en virtud de la cual se establecen en Dios misteriosas procesiones de origen (XXVIII, 1).— ¿Cómo se llaman las procesiones de origen?
— Generación y procesión (XXVIII, 1, 3).— ¿Qué se deduce de la existencia de la generación y procesión?
— Que entre los dos términos de cada procesión hay relación real, por los mismos términos constituida (XXVIII, 1).— ¿Cuántas y cuáles son las relaciones en Dios?
Son cuatro: Paternidad, Filiación, Inspiración activa, y Procesión o Inspiración pasiva (XXVIII,4).— ¿Es lo mismo relación que Persona divina?
— Sí señor (XL. 1).— ¿Por qué siendo cuatro las relaciones, no son más que tres las Personas?
— Porque la relación llamada inspiración activa, en vez de oponerse relativamente a la paternidad ni a la filiación, conviene a una y a otra; por tanto, las Personas constituidas por la paternidad y la filiación, pueden y deben ser sujeto de la inspiración activa, la cual no constituye persona, sino que conviene conjuntamente a las Personas de Padre e Hijo (XXX, 2).— ¿Guardan orden entre sí las divinas Personas?
— Sí señor; guardan orden de origen, en virtud del cual, el Padre puede enviar al Hijo, y el Padre y el Hijo, al Espíritu Santo (XLII, XLIII).— Las acciones divinas (exceptuando los actos nocionales de engendrar e inspirar), ¿son comunes a las tres Personas?
— Sí señor; y así, el entender y amar de Dios, es un sólo acto efectuado por las tres Personas, lo mismo que todas las acciones divinas que produzcan algo extrínseco a la divinidad (XXXIX, XLI).— ¿No hay, a pesar de ello, algunos actos que se atribuyan especialmente a determinadas Personas?
— Sí señor; y se les atribuyen en virtud de cierta conveniencia entre aquellos actos y los caracteres distintivos de la Persona; así, por apropiación, se atribuye la omnipotencia al Padre, al Hijo la sabiduría., y la bondad al Espíritu Santo, aunque los tres son igualmente poderosos, sabios y buenos (XXXIX, 7, 8; XLV, 6).— Luego siempre que hablamos de Dios en relación con el mundo, ¿entendemos hablar de El como uno en esencia y trino en Persona?
— Sí señor; excepto cuando hablamos de la Persona del Verbo en el misterio de la Encarnación (XLV, 6).
Catecismo de la Suma Teológica (Santo Tomás de Aquino)Por Tomás Pègues O.P.
(Ed. Difusión – Bs. Aires – Año 1945)
Publicado en: Stat Veritas
Visto en: Devoción Católica

viernes, 17 de junio de 2011

QUERRÍA DEJAR DE AMARLOS


En el pequeño coro de la iglesia, en adoración, el Padre Pío escuchaba los lamentos de Jesús, que un día le dijo:

"¡con qué ingratitud es pagado mi amor por parte de los hombres!

Estaría menos ofendido por ellos si los hubiera amado menos... (y en ese momento Jesús calló y suspiraba, y luego retomó) pero ¡ay de mí! ¡Mi corazón está hecho para amar! Los hombres viles y frágiles no se hacen ninguna violencia para vencer las tentaciones, las que por el contrario los deleitan en su iniquidad. Las almas más predilectas por mí, cuando son probadas, decaen, las débiles me abandonan ante el temor y la desesperación y las fuertes se van relajando poco a poco.

Me quedo solo en la noche, sólo de día en las iglesias. No cuidan más del sacramento del altar; no se habla nunca de este sacramento de amor; e incluso aquellos que hablan de él, ¡ay de mí! con que indiferencia, con que frialdad.

Se han olvidado de mi corazón, ninguno se preocupa más de mi amor; estoy siempre entristecido. Mi casa se ha transformado para muchos en un teatro de diversiones; ni siquiera mis ministros, por los que siempre he tenido predilección, a los que he amado como a la pupila de mis ojos, ellos tendrían que consolar a mi corazón lleno de amargura; ellos deberían ayudarme en la redención de las almas, en cambio, ¿quién lo creería? De ellos debo recibir ingratitud y desconocimiento. Veo, hijo mío, a muchos de ellos que... (en ese instante se quedó quieto, los sollozos le cerraron la garganta, lloró en secreto) que bajo aspecto hipócrita me traicionan con comuniones sacrílegas, pisando la luz y las fuerzas que continuamente les doy ... (Epist. I,342)

El Padre Pío adoraba el misterio eucarístico y permanecía aturdido ante la humildad del Hombre-Dios. A Rafaela Cerase le había escrito:

¡Él que es una sola cosa con el Padre, él que es el amor y la delicia del Eterno Padre, a pesar de saber que todo lo que haría en la tierra sería grato y ratificado por su Padre en el cielo, pidió su permiso para quedarse entre nosotros!

¡Cuánto exceso de amor del Hijo por nosotros y al mismo tiempo cuánto exceso de humildad para pedirnos que le permitamos quedarse con nosotros hasta el fin del mundo! ¡Pero cuánto exceso de amor del Padre por nosotros que, luego de haberle visto lastimoso recibiendo pésimos tratamientos, permite a este su Hijo dilecto quedarse todavía entre nosotros, para ser cada día objeto de nuevas injurias!

Este buen Padre, ¿cómo ha podido consentir esto?

No bastaba, Oh Padre Eterno, haber permitido una vez que este Hijo tuyo haya sido entregado al furor de los enemigos judíos?

¿Cómo soporta, oh Padre, tu piadosísimo corazón el ver a tu Hijo Unigénito dejado de lado o incluso despreciado por tantos indignos cristianos? (...) ¿Quién, por lo tanto, oh Dios, defenderá este mansísimo Cordero, que nunca abre la boca por su causa y sólo la abre por nosotros?

Padre, no puedo pedirte que saques a Jesús de en medio nuestro, si no ¿cómo podría vivir yo, débil y frágil, sin este alimento eucarístico? Padre santo, te pido que aceleres el fin del mundo o que termines con tanta iniquidad que contra la persona adorable de tu Unigénito, continuamente se permiten (Epist. II. 343


Fuente: Athelas

lunes, 13 de junio de 2011

SAN ANTONIO DE PADUA - 13 DE JUNIO

SAN ANTONIO
DE PADUA,
Confesor y Doctor de la Iglesia
n. 1195 en Lisboa, Portugal; † 13 de junio de 1231

Patrono de los oprimidos, pobres, quienes sufren de hambre; personas amputadas; animales (domésticos, pequeños, asnos, caballos); indígenas americanos; ancianos; mujeres embarazadas; cosechas; pescadores; marineros; náufragos; azafatas; viajeros; correo; Padua, Italia; Lisboa, Portugal. Se lo invoca para pedir la fe en el Santísimo Sacramento y para encontrar objetos extraviados. Protector contra el naufragio; hambre; esterilidad.

San Antonio de Padua se hizo religioso de San Francisco con el propósito de ir a morir mártir predicando la fe a los moros. La enfermedad le impidió mantener este designio. Predicó a la gente y convirtió a muchos; predicó a los peces y le escucharon. Ordenó al mulo de un hereje que adorase la Santa Hostia; obedeciole el animal, confundiose y convirtiose su dueño. Resucitó a un muerto para justificar a su propio padre. Tenía gran devoción a la Santísima Virgen y la invocaba en todas sus tentaciones. Nuestro Señor lo asistió en la hora de su muerte, que acaeció en el año 1231, en el trigésimo sexto año de su edad.

MEDITACIÓN
SOBRE CÓMO HAY QUE
GOBERNAR LA LENGUA

I. Treinta y dos años después de la muerte de San Antonio de Padua, se encontró su lengua tan fresca como lo estaba en el momento de su muerte. Dios quiso recompensar mediante este milagro el buen uso que de ella había hecho hablando siempre de Dios, sea en sus predicaciones, sea en sus conversaciones familiares. Y tú, ¿hablas sólo de Dios o a Dios? ¿Tu corazón está de acuerdo con tus palabras cuando hablas de Dios y cuando le dices que lo amas y que detestas tus pecados?

II. No siempre se puede hablar de Dios, pero se puede referir a Dios todo lo que se dice. Consolar a los afligidos, reprender a los pecadores, hablar de los quehaceres temporales de que Dios quiere que te ocupes, no es hablar de Dios; pero si haces esto por amor de Dios, por esto serás recompensado. No pronuncies, pues, ni una sola palabra que no tienda a la gloria de Dios. Para ello, imita a los primeros cristianos. Ellos hablan como hombres que saben que los escucha Dios (Tertuliano).

III. Es menester que te calles por amor de Dios, cuando eres calumniado, cuando se te dice alguna palabra hiriente a la cual podrías responder con otra aguda, y cuando se presenta la ocasión de alabarte o de vituperar a los otros; nunca debe decirse una palabra inútil, ni hablar de las faltas del prójimo. ¿Nada dices tú que pueda fastidiarlo o escandalizarlo? Saber callarse es más difícil que hablar (San Ambrosio).

El silencio.
Orad por la conversión de los pecadores.

ORACIÓN

Que la piadosa solemnidad de vuestro confesor San Antonio difunda santa alegría en vuestra Iglesia, Señor, a fin de que ella reciba sin cesar el auxilio de vuestras gracias, y merezca gustar un día de los gozos eternos. Por J. C. N. S.

jueves, 9 de junio de 2011

NATIVIDAD, UNA PELÍCULA QUE UN CATÓLICO NO DEBE VER

Natividad (2006)
Dirigida por: Catherine Hardwicke
Escrita por: Mike Rich

En “Natividad” se ataca, lisa y llanamente, a la figura de María que aparece como una joven como las demás, que se fija en los mozalbetes del lugar, por momentos deprimida, siempre pasiva y abúlica, que no expresa ninguna vida interior. Parece aburrirse o es simplemente aburrida, hastiada, por momentos angustiada y lo que es peor dubitativa, de fe tambaleante y poco caritativa ya que no se la ve atenta a las necesidades de los otros.

Ya al comienzo vemos que María es sujeto de reprimendas de parte de los padres porque se ha quedado jugando con las chicas y muchachos y no hizo lo que tenía que hacer. Dicho sea de paso, los chicos no parecen muy inocentes que digamos porque un muchacho se lanza encima de una de las amigas de esta María y se revuelcan por el suelo. Ya se verá que estos detalles marginales no son baladíes.

Al padre, los soldados enviados por Herodes, le quitan un asno de su propiedad José lo recupera comprándolo y se lo da a María y le dice: “Dile a tu padre que se lo dejaron olvidado, así conservará su orgullo”. Bueno, es lo que se diría una mentira piadosa y después de todo el buen Joaquín tendría su orgullo como el que más. ¿Habrá esta María dicho la mentirilla? Pasemos por alto este otro detalle y vayamos a los desposorios. Cuando los padres –si ambos, padre y madre, están vivos- enligen a José como su futuro esposo ella se fastidia y dice: “¿Por qué me obligan a desposarme con un hombre que no amo?” “¿Por qué?” Le responde la madre: “Podemos alimentarnos todos (José estaba según el autor de la película en mejor posición que ellos). Lo hemos hecho por ti”. Casamiento por conveniencia, no por elección de la providencia. Aparte de mostrar la moza aires de rebeldía, tal actitud es inaudita dado que a José lo presentan como un joven bueno, y en tiempos y sociedades en que los matrimonios se pactaban primero, hubiera sido motivo de alegría conseguir un hombre así (a menos que los autores quieran insinuar que a ella le gustaba otro) y luego, el tema es anacrónico porque por la misma razón que pactar un matrimonio era parte de la vida habitual no había lugar a quejas ni planteamientos.

Luego, la misma madre dice: “…siempre hay esperanza”. A lo que esta María replica: “¿Incluso en Nazaret?”. Vaya, vaya que es escéptica la niña. Así que poca o nada la esperanza.

El anuncio del ángel no podría haber sido enmarcado y presentado en un contexto de menor sobrenaturalidad. ¡Un ángel que se pasea mientras ella lo escucha, no en la intimidad sino en el campo donde hay otros que están por ahí!

El ángel la saluda: “¿Salve, oh elegida! Qué va, nada de “llena de gracia”. Elegida puede haber muchas pero llena de gracia, de la plenitud de la gracia sólo una.

Cuando ella al escuchar el anuncio pregunta al ángel: “¿Cómo es posible?”, lo hace moviendo la cabeza en signo de negación. Duda. ¿Fue esto así? Si fue así ¿por qué no fue castigada como lo había sido Zacarías que quedó mudo por dudar? Yahvé es un Dios celoso que no admite de sus elegidos dudas. Moisés por algo menor, por no haber confiado y golpear dos veces la roca para que brote agua, es castigado y no verá la Tierra Prometida (Cf. Números 20, 12).

Nos preguntamos dónde está la Madre de la fe, la Madre de los creyentes, la “¿Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!” (Lc. 1, 45). Pero esta María duda al punto que yendo a visitar a Isabel suspira al Dios, a quien no le termina de creer: “¿Por favor, Señor, haz que Isabel esté encinta tal como me dijo el ángel!.

Ella da su conformidad apáticamente al ángel: “Soy la esclava del Señor” y se arrodilla mientras el ángel está en pie, Imagino que un director católico no habría dispuesto esa escenografía y conociendo la iconografía habría hecho arrodillar al Arcángel ante la Encarnación del Verbo Eterno de Dios, que se hace presente por el sí de la Virgen. Pero, convengámoslo, esto es mucho pedirle a una directora presbiteriana.

Cuán lejos está toda esa anunciación de lo que han escrito los santos como san Sofronio: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. ¿Y que puede ser más sublime que este gozo, oh Virgen Madre?... ¿Acaso se puede imaginar una gracia más espléndida? El Señor está contigo. ¿Y quién es el que puede competir contigo? Dios proviene de ti. Verdaderamente, bendita tú entre las mujeres, pues a pesar de ser una mujer, criatura de Dios como todas las demás, has llegado a ser, de verdad, Madre de Dios. Pues, lo que nacerá de ti es, con toda verdad, el Dios hecho hombre” (sermón 2. Anunciación de la Virgen).

En la visitación no hay nada del relato del Evangelio de San Lucas, no hay emoción de parte de esta María y, en cambio, las palabras de un supuesto diálogo que quita toda tensión del misterio, haciendo banal el encuentro que debió ser sublime. San Lucas escribe: “En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno. Isabel quedó llena de Espíritu Santo y exclamó a gritos: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor? Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¿Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!” (1, 39-45).

De esto nada. Nada de la exultación del relato evangélico y tampoco la fidelidad que cabría esperar al diálogo. Isabel se limita a un genérico “Bendita sea la que cree”.

Sabemos que el cine es primariamente imágenes y que las imágenes dicen más que las palabras porque quedan impresas de manera más fuerte. Estas imágenes de “Natividad” hablan de una María no feliz, insulsa, apática y que no expresa ni está a la altura del acontecimiento más grande de la creación, porque la Encarnación de Dios que se hace hombre en su seno es más grandioso que la creación de trillones de galaxias.

Las palabras del relato lucano están en parte truncadas y en parte intercaladas con otras de pura invención del autor del film de manera que, como queda dicho, pierde fuerza toda la escena. El Magnifícat, canto de alabanzas de la Virgen que rompe su silencio evangélico, está ausente y sólo aparece al final –en la huida a Egipto- fuera totalmente del contexto y significativamente recortado “el Poderoso ha hecho obras grandes” cuando debería haber sido “el Poderoso ha hecho obras grandes por mí” (Lc. 1, 49). La diferencia no es sutil al quitar el “por mí”, ya que hay que negarle todo merecimiento a la Virgen. ¿Y este es el film que se publicita como la verdadera historia del Nacimiento de Jesús!

Pero, hay más en esta visitación. No es Isabel a quien el Espíritu Santo le revela la presencia del Señor en María sino que es María quien le dice a Isabel: “Isabel, ¿se mueve!”. A lo que responde Isabel que a ella también se le mueve el hijo que lleva dentro. Nada de sobrenaturalidad. Todo normal.

La visita a Isabel, por la actitud de esa María, parecería que fue sólo para comprobar si era verdad lo que había dicho Dios por el ángel. Porque no se la ve que ayude mucho que digamos. Sigue en su pasividad y abulia.

Al regreso a Nazaret, hay todo una discusión a cuatro. De una parte la maría del film, que cuenta que se le apareció el ángel, y de la otra José y los padres de ella que no le creen. Por supuesto, todo esto absolutamente inventado.

Viene luego el sueño de José y el censo por el que tienen que ir a Belén.
Hay detalles en la película en los que, insisto, hay que reparar. No se debe pensar que están ahí porque sí. Tienen un fin preciso porque son los que van dando la tonalidad a lo que se quiere dar como mensaje y además porque obran en manera subliminal.

En la ida a Belén el detalle es que los detienen soldados romanos para revisarlos y a esa María la palpan, la manosean. Si no se está atento puede pasar desapercibido. Luego, otro detalle, una adivina les regala dulces y lee la mano a la Virgen. “Tu mano me dice que es varón”, le espeta. En esto repito lo dicho en otra carta:

Siendo la Virgen inmaculada, plena de la gracia, llena del Espíritu Santo y por añadidura hija de Israel, que conocía perfectamente que la adivinación era abominable a Dios (Deuteronomio 18, 10) y que si no lo hubiera conocido igualmente el Espíritu la hubiera alertado del pecado, cómo, entonces se puede admitir o siquiera imaginar que se prestase a que le adivinasen el futuro. ¿No habría retirado velozmente la mano y se habría apartado de aquella mujer?

Otro detalle: Al vadear un río aparece una culebra y esta María llena de miedo cae de la cabalgadura, está por ahogarse y José la salva. Me pregunto: ¿Por qué la directora habrá elegido una culebra, una víbora, asustando a esa María y haciendo que las aguas la arrastren? Pienso que muchos habríamos imaginado a la Virgen enfrentando ala víbora –imagen de Satanás- y nunca arrastrada por las aguas. Sugestivamente esas aguas hacen pensar las que vomita de la boca el Dragón del Apocalipsis. “Entonces el Dragón vomitó de sus fauces como un río de agua, detrás de la Mujer, para arrastrarla con su corriente. Pero la tierra vino en auxilio de la mujer: abrió la tierra su boca y tragó el rió vomitado de las fauces del Dragón” (Apoc. 12, 15-16). El caos satánico no consigue arrastras a la Mujer.

Cuando buscan alberguen en Belén ella reza: “¿No puedes ayudarnos?”. Esa no es oración de la Virgen que sabe que Dios es Todopoderoso.

Además, a esta María le falta caridad porque, otro detalle, en un momento en que los siguen a María y a José, el burro que llevaba a una mujer se cae y ellos siguen como si nada hubiera ocurrido.

Es decir que ni fe, ni esperanza, ni caridad, ni valor, ni temor de Dios, nada.

Y llegamos a una de las peores escenas: la del parto. La María del film pare con dolor. Cierto, ya a lo largo de la película había demostrado que no era la Inmaculada, la que desde el momento en que fue concebida fue librada del pecado original y que nunca pecó. Esta María –de directora protestante- es como todos los demás mortales y, por tanto, a ella le cabe la misma maldición que a las demás mujeres: “con dolor parirás a tus hijos”. (Gen. 3, 16 b)

Grita, cuando el nacimiento de Jesús debe haber sido de un gozo inefable y, por para colmo de herejías, José hace de comadrona. Desde luego, es de inferir que María ya no es virgen después de ese parto. Esta directora sabe más que todos los santos juntos, que toda la tradición de los Padres. San Ignacio de Antioquia escribió: “Al Príncipe de este mundo le quedaron ocultos: la virginidad de María y el parto de ella así como la muerte del Señor. Tres misterios clamorosos en el silencio de Dios” (Ef. 19, 1). No sólo sabe más que los santos sino que el mismo diablo.

Sin embargo, no debería sorprendernos una obra así porque sabemos que la directora es presbiteriana, por tanto era de esperar algo por el estilo aunque, como se ha visto, abundan detalles que van más allá de presentar a la Virgen como a una mujer cualquiera ya que se busca denigrarla. Lo que sí sorprende y no se logra entender es cómo fue posible estrenarla en el Vaticano, en el Aula Pablo VI algo que no logró un director, este sí católico, como Mel Gibson.

CONCLUSIÓN

La película desmerece a la Madre de Dios, ofende la fe y la verdad de las Escrituras. Simplemente proyecta prejuicios y la personalidad de los autores.

La virgen de “Natividad” es una joven vulgar, cualquiera de nosotros podríamos elegir una mucho mejor que esa María que nos proponen. Por tanto, la ofensa va dirigida directamente a Dios que fue quien la creó y predestinó para ser Madre de su Hijo.

La María del film carece de las virtudes teologales, es pecadora y concupiscente, apática, llena de temores y no trasluce vida interior alguna. A esta María, como me decía un sacerdote muy amigo, yo no le rezo.

María, Madre y Virgen, hay solo una: la verdadera de la fe. Aquella de quien San Bernardo dijo: De María “nunquam Satis”, nunca se ha de hablar, alabar, elogiar lo suficiente cuando de ella se trata.

(Extractos de un artículo del P.Justo Antonio Lofeudo, mslbs)

miércoles, 8 de junio de 2011

TALIBANES CONTRA EL VALLE DE LOS CAÍDOS

Por Pío Moa

El Valle de los Caídos "es una maravilla", como ha reconocido Preston: quizá el monumento más logrado en su género del siglo XX en cualquier país del mundo.

He dicho que un perturbado como Rodríguez no se iba a marchar del poder sin cometer aún unas cuantas fechorías y dejarnos el rastro de su miseria: de momento la legalización y triunfo de la ETA, con la que guarda tanta afinidad ideológica (socialista, antifranquista, etc.) y el ataque al Valle de los Caídos. Tal como el Gobierno colaborador y hasta chivato de la ETA, esto es, delincuente y encarcelable, comisionó a Peces Barba para silenciar y desacreditar a las víctimas del terrorismo, ahora ha montado una comisión de bellacos contra el Valle de los Caídos.

El Valle de los Caídos "es una maravilla", como ha reconocido Preston: quizá el monumento más logrado en su género del siglo XX en cualquier país del mundo. Fue construido primero para conmemorar la victoria del bando nacional y más tarde la reconciliación, al depositar allí restos de combatientes de los dos bandos. Esa reconciliación fue plenamente lograda, para la inmensa mayoría de la población, durante el franquismo, aunque persistiese una minoría ferozmente irreconciliable: terroristas, comunistas y simpatizantes de ambos.

Lo más repugnante es el lenguaje empleado por los bellacos: afirman que el Valle "es todavía un lugar controvertido en la conciencia de los españoles". Son ellos, los irreconciliables, quienes lo "controvierten", precisamente con un "Himalaya de mentiras", como decía Besteiro, enconando los odios con palabras de apariencia razonable. Invocan la totalitaria y antidemocrática "ley de memoria histórica", que presenta a los chekistas y etarras como víctimas, soborna a los familiares con "indemnizaciones" a cargo de todos nosotros y prohíbe lo que llama "exaltación del franquismo", es decir, del régimen del cual no solo procede el monumento, sino también la prosperidad, la democracia y la paz que aún dura, logradas contra los terroristas, comunistas, socialistas y demás irreconciliables talibanes. Dicen que buscan "honrar y rehabilitar la memoria de todas las personas fallecidas a consecuencia de la Guerra Civil y de la represión política que siguió". ¿A quién pueden honrar y rehabilitar unos colaboradores de la ETA? ¿Y cómo puede honrarse a las víctimas equiparándolas a los chekistas y asesinos? Hablan de "fomentar las aspiraciones de reconciliación y convivencia". Esas aspiraciones estaban plenamente logradas y el Gobierno delincuente las está arruinando, precisamente. Su desvergüenza y cinismo alcanzan cotas increíbles.

Y menciona una recomendación del Consejo de Europa para que en el Valle de los Caídos se explique cómo fue construido por prisioneros republicanos. Eso no se puede explicar, porque es falso. Solo se puede mentir sobre ello.

Con toda su miseria, esta demagogia delictiva ofrece una excelente oportunidad para que las personas honradas del país clarifiquen "la conciencia de los españoles" y europeos difundiendo la verdad. Tiene que salirles el tiro por la culata. La reacción no debe limitarse a la de los descerebrados de Sol.


Fuente: Libertad Digital

lunes, 6 de junio de 2011

NUEVAS JERARQUÍAS REPRESENTANTES

Repito de vez en cuando que no soy aficionado a coleccionar obispos; quiero decir que no suelo llevar una guía who is who, sino que sólo conozco, identifico y silueteo a los jerarcas más cercanos y a los más conspicuos, así como a los peores y a los pocos optimi que hay. Por supuesto, atino cuando me trazo un perfil, que puedo modificar o corregir en detalles, pero me suelo hacer concepto bastante justo de los sujetos.

Por ejemplo de este nuevo vip de la Curia Vaticana, el tercer hombre, el Sustituto de la Secretaría de Estado recien nombrado: Giovanni Angelo Becciu. El otro día contaba Andrea Tornielli en su blog que este nuevo Sostituto es focolarino, de los focolares, de los focolari de Chiara Lubich.

Los focolares son uno de los movimientos más identificativos de las tendencias del catolicismo post-conciliar, quizá el que más. Nacido de una experiencia muy personal de su fundadora, lleva el sello de una espiritualidad de inspiración cristiana con vocación de apertura a todo, una especie de reconocimiento-adopción del projimo más extraño, cuanto más distinto más atractivo. Con una trayectoria in crescendo, en el sentido que acabo de decir, de la comunicación-comunidad con personas y círculos calvinistas y luteranos europeos, se ha ido pasando a una especie de encarnación comunitario-afectiva-efectiva del espectro de Asís. Quizá me explique mejor con unas fotos de muestra. Vean ustedes:





Esa es Chiara, en fotos tomadas en los 15 últimos años de su vida. ¿No les recuerda a ustedes a alguien, a algún personaje mayor, a algún reciente beato? Es curiosa la mímesis, o la coincidencia, ¿verdad?

La galeria fotográfica de sus exequias, refuerzan la impresión: En su funeral, celebrado por el mismísimo Cardenal Secretario de Estado Tarsizio Bertone, en la Basílica de San Pablo Extramuros, destacaban en primer plano, en asientos de protocolo, representantes de todos los credos cristianos y de todas las religiones exótico-paganas. Muy colorista, muy juanpablista.

Hubo celebraciones in memoriam, Misas y sufragios por todo el mundo. En Uruguay, lo celebraron así (pongo el youtube como muestra, para que se me entienda, por eso de que una imagen vale más que mil palabras



Pues de este corte y estilo es la espiritualidad de ese que dicen es el tercer hombre del Vaticano. Concluirán conmmigo que la confusión no sólo vive y reina, sino que se hace fuerte, se instala, progresa y abre vías de futuro, horizontes para el porvenir.

En su articulete, Tornielli comenta que si Bacciu es focolarino, el hasta ahora Sostituto, Fernando Filoni (recien nombrado Prefecto de la Congregación para la Evangelización), es reconocido como neocatecumenal, de los kikos de Kiko, nuestro Kiko Arguello, otro fenómeno del post-concilio y el juanpablismo. No se dirá, pués, que no están bien representados en la cúpula de la Jerarquía todos los representantes de todas las tendencias, todas las fuerzas. Y no cito a todas, obviamente.

Antes, en otras circunstancias, en otra época, quienes se daban tortas por tener un Cardenal en la Curia eran las órdenes religiosas (franciscanos, dominicos, agustinos, carmelitas...etc.); después también hubo cardenales jesuítas, teatinos, filipenses...Ahora lo que hay es esto porque esto es lo que hay. Realismo católico-eclesial puro y duro, para cascar las narices de los ilusos que se dan de bruces contra la evidencia, tan evidente como contundente.

¿Hasta cuándo? Hasta que Dios quiera. Una de las mejores cosas anejas a nuestra condición terrena es la mortalidad, que impone, velis-nolis, la obligada renovación de personas y oficios, si no por voluntad de mejoría sí por la fuerza mayor del obituario.

No quiero decir con esto que estemos a la espera de que den tierra a esta generación, no, ni muchos menos. Entre otras razones porque esta - nos guste más o menos o la detestemos - es nuestra generación, y cuando ella pase, nosotros pasaremos también con ella.

Pero conste nuestra inconformidad, para que no se nos acuse de conformistas, para que nadie diga que no hablamos, que no gritamos, que hemos ocultado nuestra queja y no señalamos la enfermedad, que tapamos la llaga y no la enseñamos.

Por otra parte, no nos anclamos en esperanzas humanas, convencidos como estamos de la grave verdad del Profeta: "...maledictus homo qui confidit in homine et ponit carnem brachium suum et a Domino recedit cor eius/Maldito el hombre que confía en el hombre y en la carne pone su fuerza y aleja su corazón del Señor".

Pero, con la paradoja del Misterio, más fuerte que los versículos del Antiguo Testamento, llevamos grabado en el alma lo más nuevo y definitivo: Que "... Verbum caro factum est et habitavit in nobis/el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros". Desde esta verdad, todo lo esperamos en Aquel que nos conforta. Y esperamos todo, 'un cielo nuevo y una tierra nueva'. Por eso nuestra expectativa, tan grande, no se abate por las ruindades de los hombres.

Aunque sabe Dios que, mientras esperamos y guardamos la lámpara encendida, sufrimos por su Iglesia en su Iglesia.

+T.

Fuente: Ex Orbe

sábado, 4 de junio de 2011

ENTRE EL ARTE Y LA BAZOFIA


Aunque escrito en 2003 con ocasión de la Bienal de Venecia, el artículo que reproduzco en esta entrada creo que puede ser interesante para más de uno de esos que tienen en tan alta estima el arte moderno y a pintores como Picasso. Nunca está de más saber que él mismo no tenía en gran estima su arte, o cómo el famoso "Guernica" se pintó dos años antes de lo que dicen los libros de arte e historia (como puede verse en la noticia que reproduzco junto al artículo) para exaltar la fiesta de los toros (nada que ver, pues, con el famoso bombardeo de dicha ciudad).


ENTRE EL ARTE Y LA BAZOFIA
(Jorge Garrido San Román; 21-VI-03)

No hace falta tener una especial perspicacia para comprender que la degeneración de una sociedad supone también la de sus principales instituciones y manifestaciones externas, siendo el arte una de ellas. Así podemos comprobar como las sociedades que alcanzan su cenit como civilización perfilan su propio concepto del arte conforme a unos cánones que se consideran clásicos, en oposición a la imperfección anterior y a la degeneración posterior que, con mayor o menor gusto, se suele producir en el período de ocaso. Es éste del arte uno de los muchos detalles que delatan la crisis de la civilización occidental, y por ello no resulta extraño que hoy ya no se tenga claro qué es arte y qué no lo es, pues hoy en día nadie se atreve a decir claramente que una obra determinada pueda ser cualquier cosa menos arte. Quien ose opinar de esa manera puede encontrarse con que la “progresía” le llame de todo menos guapo. De entrada se tratará sin duda de un ignorante, carca, inculto y hasta puede que fascista.

En la reciente Bienal de Venecia el pabellón español fue encargado al presunto artista Santiago Sierra, quien no tuvo ocurrencia más “artística” que tapar con un plástico la palabra “España”, tapiar la entrada principal y permitir el acceso sólo por la puerta de atrás a los ciudadanos españoles que enseñasen el DNI a los vigilantes de seguridad contratados al efecto. Claro que lo mejor de todo era el interior del pabellón: un local a medio hacer y lleno de porquería, basura y escombros. Vamos una verdadera obra de arte que, además, le debió de llevar mucho trabajo al presunto artista –y eso por no entrar en la legitimidad de sus emolumentos, claro-. Según los “expertos” era toda una obra maestra que denunciaba el muro que le ponemos a los extranjeros para entrar en nuestros países que, en realidad son una mierda. Vamos, arte puro. ¡Pero si hasta llegó a ser finalista para el premio de la Bienal, pese que el jurado no pudo entrar para valorarlo!

Hay quien relaciona estas tendencias “artísticas” con la importancia del compromiso del creador, pero confunden los conceptos. Una cosa es el arte comprometido -es decir, el arte con un claro mensaje que, trascendiendo lo meramente sensitivo se proyecta a lo social-, y otra cosa es el compromiso sin arte. Por ello yo no dudo de la originalidad del mensaje del señor Sierra, aunque tampoco lo comparta, pero de ahí a decir que eso es arte... ¡por favor! El arte es otra cosa, es la materialización de un sentimiento por medio de una obra creativa conforme a criterios como belleza, armonía, perfección, originalidad, transmisión de sensaciones y/o mensajes, etcétera. No es que la obra de arte tenga que atenerse a todos los criterios en la misma medida, pues los distintos estilos surgen precisamente de la distinta importancia que se le da a cada uno, pero de eso a la bazofia del señor Sierra hay un abismo. Y es que entre el arte y la bazofia hay diferencias, y decir que lo del pabellón español era una bazofia no es exagerar, sino utilizar la palabra adecuada según la Academia de la Lengua: “1.- Mezcla de heces, sobras o desechos de comida. 2.- Cosa soez, sucia y despreciable.” ¿Acaso hay otra palabra que defina mejor a ese auténtico excremento con que el señor Sierra obsequió a los amantes del arte?

Claro, que bien visto la cosa tiene su gracia, pues ver a tanto “amante del arte” admirar esa “obra” y elogiarla como lo hacía más de uno es para desternillarse de risa. A mí me recordaba al espectáculo humorístico que hace casi dos años estrenó ese antiguo falangista llamado Pedro Reyes. En él se le veía apreciar un cuadro con evidente admiración. Se trataba de una auténtica obra de arte, con un mensaje muy profundo y una sensibilidad maravillosa. Era un cuadro magnífico y de un valor incalculable, pues por algo era de quien era. Claro que en plena explicación al auditorio de las maravillas de la obra pasó por allí el encargado y le dio la vuelta al cuadro, pues estaba del revés...

Claro que también hay artistas verdaderos que deciden dedicarse al pseudoarte por razones puramente monetarias pero no porque no sean capaces de hacer obras estimables. No lo reconocerán nunca en público, claro, pero ocasionalmente pueden tener arranques de sinceridad como aquél que tuvo Pablo Ruiz Picasso en una carta dirigida a Giovanni Papini. En ella Picasso reconocía cosas como éstas:

“Desde el momento en que el arte no es ya el primer alimento que nutre a los mejores, el artista puede ejercer su talento en todos los intentos de nuevas fórmulas, en todos los caprichos de la fantasía, en todos los expedientes de charlatanismo intelectual. En el arte, el pueblo ya no busca consolación y exaltación, sino que los refinados, los ricos, los ociosos, los destiladores de quintaesencia buscan lo nuevo, lo extraño, lo original, lo extravagante, lo escandaloso. Y yo mismo, desde el cubismo y más allá, he contentado a estos maestros y a estos críticos, con todas las cambiantes rarezas que me han pasado por la cabeza, y cuanto menos las comprendían, más me admiraban


A fuerza de divertirme con todos estos juegos, con todas estas paparruchas, con todos estos rompecabezas, jeroglíficos y arabescos, me he hecho célebre, y muy rápidamente. Y la celebridad significa para un pintor: ventas, ganancias, fortuna, riqueza. Y hoy, como usted sabe, soy célebre, soy rico. Pero cuando estoy a solas conmigo mismo, no tengo valor de considerarme como un artista en el sentido grande y antiguo de la palabra. Grandes pintores fueron Giotto, el Ticiano, Rembrandt y Goya; yo soy solamente un entretenedor público que ha comprendido a su tiempo y se ha aprovechado lo mejor que ha podido de la imbecilidad, la vanidad, la avidez de sus contemporáneos. La mía es una amarga confesión, más dolorosa de lo que pueda parecer, pero tiene el mérito de ser sincera.”

¿Para qué añadir más?

Fuente: Clamar en el desierto

jueves, 2 de junio de 2011

FRANCIA NECESITA OBISPOS CATÓLICOS


Sacerdotes franceses
piden que Roma les nombre mejores obispos

El próximo 5 de Junio, será consagrado Obispo de Rodez, Francia, el padre Francois Fonlupt, un sacerdote que sostiene, entre otras cosas, teorías heréticas sobre la Eucaristía. Evidentemente, algo anda mal en el servicio de información del Vaticano en Francia.

El padre Fonlupt publicó, en Marzo de 2007, en la revista Chercheurs de Dieu (Nº 161), órgano del Servicio Nacional de Catequesis y Catecumenado, un artículo llamado "Comunión fraterna y Comunión en el Cuerpo de Cristo".

Según un comentario a este breve artículo publicado en Osservatore Vaticano, para el padre Fonlupt "el Cuerpo del Señor, su presencia de Resucitado, se hace presente a través del pan y del vino, pero también, de manera real y significante en la asamblea". Hay por lo tanto para él, equivalencia de realidad y de significado, entre las especies consagradas y la asamblea que celebra. Es decir que hay presencia real en la asamblea (Cuerpo místico), e inversamente presencia mística en el pan y el vino consagrados. En última instancia, esto es una herejía material muy cercana al concepto calvinista de la Eucaristía.

Pues 21 sacerdotes franceses, en representación de otros muchos parece que desilusionados con los nombramientos que efectúa la Santa Sede, le han escrito una súplica al Cardenal Mark Ouellet, Prefecto de la Congregación para los Obispos, carta que reproducimos abajo según nuestra traducción.

Osservatore Vaticano, publicación que la ha dedo a conocer, se ha reservado los nombres de los firmantes para no exponerlos a represalias. Pero adelantó que del total, 4 son religiosos, 2 miembros de institutos amparados en Ecclesia Dei, y 15 pertenecen al clero secular de distintas diócesis. Algunos han sido ordenados recientemente y otros tienen ya más de 20 años de sacerdocio, pero todos son menores de 50. Puede considerárselos tan partidarios de la reforma de la reforma litúrgica, como adversarios de las interpretaciones modernistas del Concilio Vaticano II. No se han incluido a seminaristas, que estaban deseosos de firmar esta súplica, para evitar represalias que en Francia serían durísimas.

Vamos a la carta:

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A su Eminencia el Cardenal Ouellet,
Prefecto de la Congregación para los Obispos

Eminencia:

Queríamos hacerle saber, que una gran parte de los sacerdotes y de los católicos de Francia, no comprenden el por qué de las actuales designaciones episcopales.

Las últimas tres o cuadro décadas, han sido testigos de la decadencia del catolicismo en nuestro país, fenómeno que continúa dramáticamente (decaimiento constante de la práctica dominical, del número de sacerdotes, de religiosos, de catecúmenos, de vocaciones, etc.)
No es imposible, que la Santa Sede se vea pronto obligada a convertir ciertas diócesis francesas, en administraciones apostólicas, teniendo en cuenta el número irrisorio de sus sacerdotes en actividad.

Pero este Catolicismo enfermo no ha muerto aún. Transformado por la terrible prueba de la secularización, tiene todavía, aunque no sepamos por cuánto tiempo más, la capacidad de revitalizarse: los grupos scouts, las escuelas verdaderamente católicas, los movimientos católicos, las múltiples comunidades nuevas, las jóvenes y vivaces comunidades tradicionales, las nuevas generaciones de sacerdotes realmente misioneros, las seminaristas diocesanos y las potenciales vocaciones tipo "generación Benedicto XVI", los posibilidades litúrgicas y vocacionales ofrecidas por el Motu Proprio Summorum Pontificum, las jóvenes familias numerosas, las activas agrupaciones en defensa de la vida.
Este catolicismo anhela dar vuelta una página mortífera de su historia: los abusos litúrgicos, la desastrosa predicación en lo que concierne a moral del matrimonio, el complejo antirromano latente (1), las prácticas sacramentales ilícitas (por ejemplo: las bendiciones de "matrimonios" entre divorciados, las absoluciones colectivas), la catequesis de dudosa ortodoxia acerca del sacramento de la Eucaristía, etc.

En este contexto, no podemos entender los nombramientos episcopales. Muchos obispos de Francia tienen un enfrentamiento creciente con este catolicismo revitalizado. Y para nosotros, constituye una inmensa decepción el ver que una parte de los nombrados hasta hoy, bajo el pontificado de Benedicto XVI, mantienen todavía un espíritu "generación 68" (2) más o menos reciclado, como si se hubieran reproducido por cooptación (3); mientras que la otra parte ha sido elegida, tratando de lograr un consenso imposible, entre hombres de una timidez reformadora extrema.

Los sacerdotes, religiosos y clérigos a los que nosotros representamos, desean que se haga, a una sociedad cada vez más indiferente, un anuncio claro del Evangelio. Y están animados por un sincero deseo de reconciliación y de paz entre los católicos de Francia, que se saben, en lo futuro, ampliamente minoritarios.

Pero para poner en ejecución una nueva pastoral, hace falta elegir nuevos pastores. Y resulta que los sacerdotes de entre 50 y 60 años que tienen un perfil pastoral, psicológico e intelectual sólido, que responde perfectamente a las necesidades vitales del nuevo catolicismo francés, son numerosos.
Eminencia, la salvación del catolicismo francés depende del nombramiento de obispos que respondan a sus necesidades reales y a sus verdaderas expectativas.

Expresamos a su Eminencia, nuestro profundo y religioso respeto, al mismo tiempo que le rogamos transmita al Santo Padre el Papa, el afecto devoto y respetuoso de éstos sus fieles hijos, sacerdotes de Jesucristo.

(1): Se ha dicho que la Iglesia en Francia tiene una tendencia separatista con respecto al Papa y a jurisdicción de Roma, conocida con el nombre de Galicanismo.
(2): La generación del 68 fue protagonista de los acontecimientos turbulentos del Mayo francés. Su espíritu es sinónimo de revolución y progresismo.
(3): Cooptar:Llenar las vacantes que se producen en el seno de una corporación mediante el voto de los integrantes de ella.

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Ilustra esta entrada: Retrato del Cardenal Louis Edouard Pie, obispo de Poitiers y modelo de obispo católico.

JUEVES DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

"Tres jueves hay en el año, que relucen más que el sol
Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión".

Procuremos ir este día al Santo Sacrificio de la Misa.

En aquél tiempo: Estando sentados a la mesa los once discípulos, aparecióseles Jesús, y les dio en rostro con su incredulidad y dureza de corazón, por no haber creído a los que le habían visto resucitado. Y les dijo: Id por todo el mundo, y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y se bautice, se salvará; mas el que no crea, se condenará. Y estas señales seguirán a los que creyeren: Lanzarán demonios en mi nombre; hablarán nuevas lenguas; cogerán serpientes; y si beben algún veneno, no les dañará; pondrán las manos sobre los enfermos, y los sanarán. Y el Señor Jesús después de hablarles, subióse al cielo, y estaba sentado a la diestra de Dios. Mas ellos salieron, y predicaron en todas partes con la ayuda del Señor, que confirmaba su doctrina con los milagros que la acompañan.

(Mc. 16, 14-20).
Del Evangelio de la misa del Jueves de la Ascensión del Señor


Los evangelistas describen al final de los evangelios y al principio del libro de los Hechos de los Apóstoles, que Jesús "fue elevado al cielo", por lo que los cristianos repetimos en nuestro Credo:

"Subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre". Esta afirmación es un modo de hablar para decir que Jesús se fue al Padre, llevando consigo su naturaleza humana. En la Ascensión (fiesta de primera clase) celebramos la subida de Cristo al Padre y nuestra futura ascensión con Él si llevamos una vida de obediencia a sus mandamientos y preservamos en la fe. Al celebrar el misterio de la Ascensión del Señor, recuerda que EL CIELO ES NUESTRA META y que la vida terrena es el camino para conseguirla.

"Mientras miraban fijamente al cielo hacia donde iba Jesús, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: Hombres de Galilea, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? Éste que ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá como lo han visto subir al cielo". (Hch 1, 3-11).

Fuente: Catolicidad