martes, 30 de abril de 2013

CONDENADA UNA ACTIVISTA PROVIDA QUE INFORMABA ANTE UN ABORTORIO




NO LE ADMITEN PRUEBAS QUE DEMUESTRAN SU INOCENCIA

Margarita Cabrer niega haber insultado a las trabajadoras de una clínica abortista y no pagará las dos multas que le impuso el juez.
Decía el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, que con la nueva ley del aborto ninguna mujer irá a la cárcel por abortar. Y dice la verdad, porque de momento quien ha sido condenada -y no precisamente por abortar- es Margarita Cabrer, cuyo delito ha sido el de informar a las mujeres que acuden al abortorio Guadiana-Los Arcos de Badajoz.
El juez se ha basado para condenarla dos veces por un delito de faltas (con multas de 40 y 60 euros) en el testimonio de un familiar de una de las mujeres que fue al abortorio, que aseguró haberla escuchado gritar contra dos trabajadoras del centro.
“Es absolutamente falso, jamás he gritado contra nadie”,
se defiende Margarita.
En realidad, el modus operandi de Margarita -ama de casa, casada y madre de tres hijos- es muy distinto de lo que cabría esperar de una mujer condenada. Porque en los últimos tres años y medio -y armada únicamente de un rosario y folletos- no ha hecho otra cosa que ir ante este abortorio a informar a las mujeres de que abortar no es la solución. Algo que molesta y mucho a los dueños de la clínica, cuyo gerente -Pablo Cubero- ha salido en dos ocasiones a reprochar el comportamiento de Margarita. La segunda vez que Cubero llamó la atención a Margarita, incluso llegó a las manos:
“La primera vez sólo fue agresión verbal, pero la segunda yo llevaba en el brazo unos papeles plastificados y cuando me los arrancó me hizo un pequeño corte en la mano; luego me zarandeó”.
La comparación con los antitaurinos
Todo aquello acabó con dos multas que Margarita dice que no piensa pagar y cuyas consecuencias -que podría ser la de ir a la cárcel 10 días- asume sin problemas:
“Lo terrible es que sigan matando a niños, no que yo vaya a la cárcel. ¿Acaso no escandaliza que mueran 60 niños a la semana?”
Porque si algo tiene claro la protagonista de esta historia es el número de mujeres que entran a abortar cada semana.
“Sólo realizan abortos lunes y martes, porque el médico que los practica viene de la clínica Dátor de Madrid”.
Y por cada mujer que no logra convencer, Margarita dibuja en el suelo una cruz en memoria del niño abortado.
Lejos de gritar o crear un ambiente hostil hacia las mujeres que acuden a la clínica, Margarita se acerca “con calma” a explicarles que abortar es el peor camino.
“Usamos un tono adecuado, es decir, nos dirigimos a ellas con tranquilidad, algo muy necesario porque vienen muy nerviosas y necesitan tacto”.
En una de estas ocasiones, Margarita fue grabada por un policía de paisano -ella lo supo más tarde- para ver cómo actuaba. Precisamente ese vídeo fue lo primero que solicitó Margarita para demostrar su inocencia cuando la llevaron a juicio. Esta fue la respuesta que recibió: ninguna.
Desde luego, el juez que le impuso las multas creyó a pies juntillas el testimonio de una persona que es parte interesada en el asunto y rechazó la buena relación que Margarita mantiene con las mujeres a las que convenció para no abortar. Algo que no habría logrado si realmente se dedicara a insultarlas.
Puestos a comparar, el caso de Margarita no sale muy bien parado con otros en los que los activistas -como sucede con los antitaurinos en los aledaños de las plazas- se van de rositas cuando llaman “asesinos” a los que no son como ellos. De momento, no se conoce condena alguna para los animalistas.

martes, 23 de abril de 2013

LA VIRTUD DE LA HUMILDAD (IV)


CAPITULO 4 

De la necesidad particular que tienen de esta virtud los 
que profesan ayudar a le salvación de los prójimos

Cuanto fueres mayor, tanto más te humilla, dice el Sabio (Eccli., 3. 20), y hallarás gracia delante de Dios. Los que profesamos ganar almas para Dios, tenemos oficio de grandes; que para nuestra confusión, bien lo podemos decir: nos ha llamado el Señor a un estado muy alto; porque nuestro Instituto es para servir a la Santa Iglesia en muy altos y levantados ministerios (para los cuales escogió Dios los Apóstoles) que son la predicación del Evangelio, la administración de los sacramentos y de su sangre preciosísima; que podemos decir con San Pablo (2 Cor., 5, 18): [Nos dio el ministerio de reconciliación]. Llama ministerio de reconciliación la gracia, y la predicación del Evangelio, y los Sacramentos, por donde se comunica esta gracia. [Y nos encomendó el predicar la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo]. Nos hizo Dios ministros suyos, embajadores suyos, como apóstoles suyos, legados del sumo pontífice Jesucristo, lenguas e instrumentos del Espíritu Santo: [Exhortando Dios mismo por nuestra boca]. Por nosotros es servido el Señor de hablar a las almas; por estas lenguas de carne quiere el Señor mover los corazones de los hombres. Pues por esto tenemos más necesidad que otros de la virtud de la humildad, por dos razones: la primera, porque cuanto más alto es nuestro Instituto y la alteza de nuestra vocación, tanto es mayor nuestro peligro y el combate de la soberbia y vanidad. Los montes más altos, dice San Jerónimo, con mayores vientos son combatidos. Andamos en ministerios muy altos, y por eso somos respetados y estimados de todo el mundo; somos tenidos por santos y por otros apóstoles en la tierra; y que nuestro trato es todo santidad y hacer santos a los que tratamos. Grande fundamento de humildad es menester para no dar con tan alto edificio en tierra; gran fuerza y gran caudal de virtud es menester para sufrir el peso de la honra y ocasiones que vienen con ella; cosa dificultosa es andar entre honras y que no se pegue algo al corazón; no todos tienen cabeza para andar en alto. ¡Oh, cuántos se han desvanecido y caído del estado alto en que estaban, por faltarles este fundamento de humildad! ¡Cuántos que parecía que como águilas iban levantados en el ejercicio de las virtudes, por soberbia quedaron hechos murciélagos! Milagros hacía aquel monje, de quien se escribe en la Vida de San Pacomio y Palemón, que andaba sobre las brasas sin quemarse; empero de aquello mismo se ensoberbeció y tenía en poco a los otros y decía de sí mismo: «Este es santo, que anda sobre las brasas sin quemarse: ¿cuál de vosotros hará otro tanto?» Le corrigió San Palemón, viendo que era soberbia, y al fin vino a caer miserablemente y acabar mal. Llena está la Escritura y las historias de los Santos de semejantes ejemplos. 

Pues por esto tenemos particular necesidad de estar muy fundados en esta virtud; porque, si no, estamos en gran peligro de desvanecernos y caer en pecado de soberbia, y en la mayor que hay, que es la soberbia espiritual. San Buenaventura, declarando esto, dice que hay dos maneras de soberbia: una, de las cosas temporales, y ésta llama soberbia carnal; otra, de las cosas espirituales, que llama soberbia espiritual; y ésta, dice es mayor soberbia y mayor pecado que la primera, y la razón está clara; porque el soberbio, dice San Buenaventura, es ladrón, comete hurto, porque se alza con lo ajeno, contra la voluntad de su dueño: Alzase con la gloría y honra que es propia de Dios y que no la quiere él dar a otro, sino reservarla para sí. [Mi gloria no la daré a otro], dice Él por Isaías (42, 8). Esa quiere hurtar a Dios el soberbio, y alzarse con ella, y atribuirla a sí. Pues cuando uno se ensoberbece de un bien natural, de la nobleza, de la buena disposición del cuerpo, del buen entendimiento, de las letras u otras habilidades semejantes, ladrón es; pero no es tan grande el hurto, porque aunque es verdad que todos esos bienes son de Dios, pero son los salvados de su casa; empero el que se ensoberbece de los dones espirituales de gracia, de la santidad, del fruto que hace en las almas, ése es gran ladrón, robador de la honra de Dios; ladrón famoso que, hurta las joyas más ricas y de mayor precio y valor delante de Dios, que las estimó Él en tanto, que por ellas dio por bien empleada su sangre y su vida. Y así el bienaventurado San Francisco andaba con grande temor de caer en esta soberbia, y decía a Dios: Señor, si algo me diereis, guardadlo Vos, que yo no me atrevo, porque soy un gran ladrón, que me alzo con vuestra hacienda. Pues andemos nosotros también con este temor, que tenemos más razón de tenerle, pues no somos tan humildes como San Francisco; no caigamos en esta soberbia tan peligrosa; no nos alcemos con la hacienda de Dios, que la traemos entre las manos y ha hecho Dios mucha confianza de nosotros; no sé nos pegue algo, ni nos atribuyamos a nosotros cosa alguna; volvámoselo todo a Dios. 

No sin gran misterio, Cristo, nuestro Redentor, cuando apareció a sus discípulos el día de su gloriosa Ascensión, primero los reprendió de su incredulidad y dureza de corazón (Mc., 16, 14), y después les mandó ir a predicar el Evangelio por todo el mundo, y les dio poder para hacer muchos y grandes milagros; dándonos a entender que quien ha de ser levantado a grandes cosas, primero es menester que sea humillado y se abata en sí mismo y tenga conocimiento de sus propias flaquezas y miserias, para que, aunque después vuele sobre los cielos y haga milagros, quede entero en su propio conocimiento, y asido a su propia bajeza, sin atribuirse a sí mismo otra cosa sino su indignidad. Teodorato nota a este propósito que por esta misma causa, queriendo Dios elegir a Moisés por capitán y caudillo de su pueblo, y hacer por su medio tantas maravillas y señales como había de hacer, quiso que primero aquella mano con que había de dividir el mar Rojo y hacer obras tan maravillosas, entrándola en el seno, la sacase y viese toda llena de lepra (Éxodo 4. 6). 

La segunda razón por la cual tenemos más particular necesidad de humildad, es para hacer fruto con esos mismos ministerios que tenemos, de manera que no sólo nos es necesaria la humildad para nosotros, para nuestro propio aprovechamiento, para que no nos desvanezcamos y ensoberbezcamos, y así nos perdamos sino también para ganar a nuestros prójimos y hacer fruto en sus almas. Uno de los principales y más eficaces medios para esto es la humildad, que desconfiemos de nosotros mismos y no estribemos en nuestras fuerzas, industria y prudencia, sino que pongamos toda nuestra confianza en Dios, y a Él lo refiramos y atribuyamos todo, conforme a aquello del Sabio (Prov. 3, 5): [Ten confianza en Dios de todo tu corazón, y no estribes en tu prudencia]. Y la razón de esto, como diremos después más largamente (caps. 10 y 23), es porque cuando desconfiamos de nosotros ponemos toda nuestra confianza en Dios, se lo atribuimos todo a Él, y le hacemos cargo de todo, con que le obligamos mucho a que Él tome la mano en ello. Señor, haced vuestro negocio: la conversión de las almas negocio vuestro es y no nuestro: ¿qué   parte somos nosotros para esto? Pero cuando vamos confiados en nuestros medios y en nuestras razones, nos hacemos parte en el negocio, atribuyendo mucho a nosotros mismos, y todo eso quitamos a Dios. Son como las dos balanzas, que cuanto sube la una, baja la otra; cuanto atribuimos a nosotros, quitamos a Dios, y nos queremos alzar con la gloria y honra que es propia suya; y así permite El que no se haga nada. ¡Y plega al Señor que no sea ésta algunas veces la causa de no hacer tanto fruto en los prójimos! 

De nuestro bienaventurado Padre San Ignacio leemos en su Vida, que con unas pláticas de doctrina cristiana que hacía en Roma, llanas y con palabras toscas e impropias, porque no sabía bien la lengua italiana, hacia tan grande fruto en las almas, que en acabando la plática venían los oyentes, heridos los corazones de dolor, gimiendo y sollozando a los pies del confesor, que de lágrimas y sollozos apenas podían hablar. Porque no ponía la fuerza en las palabras, sino en el espíritu: [No en retórica de humana sabiduría, sino en la manifestación del espíritu y virtud de Dios], como dice San Pablo (I Cor., 2, 4). Iba desconfiado de sí, Y ponía toda su confianza en Dios, y así Él daba tanta fuerza y espíritu a aquellas palabras toscas, e impropias, que parecía que arrojaba unas como llamas encendidas en los corazones de los oyentes. Ahora no sé si el no hacer tanto fruto es que vamos muy asidos a nuestra prudencia, y estribamos y confiamos mucho en nuestros medios, letras y razones, y en el modo de decirlas muy pulido y elegante, y nos vamos saboreando y contentando mucho de nosotros mismos. Pues yo haré, dice Dios, que cuando a vos os parece que habéis dicho mejores cosas y más concertadas razones, quedáis muy contento y ufano, pareciéndoos que habéis hecho algo, entonces hagáis menos y se cumpla en vos aquello que dice el Profeta Oseas (9, 14): [Dadles, Señor. —¿Qué les daréis? —Dadles vientres estériles sin hijos, y pechos secos sin leche]. Yo os haré madre estéril, que no tengáis más que el nombre: el P. Fulano, el P. Predicador; con el nombre sólo os quedaréis, y no tendréis hijos espirituales; os daré pechos secos, que no se os peguen hijos, ni se les pegue lo que les decís: que eso merece el que se quiere alzar con la hacienda de Dios, y atribuirse a sí lo que es propio de su divina Majestad. 

No digo yo que no ha de ir muy bien estudiado y muy bien mirado lo que se predica; pero no basta eso, es menester que vaya también muy bien llorado y muy encomendado a Dios, y que después que os hayáis quebrado la cabeza en estudiarlo y rumiado digáis (Lc., 17, 10): Siervos somos sin provecho, [lo que estábamos obligados a hacer, hicimos]. ¿Qué puedo yo hacer? Cuando mucho, un poco de ruido con mis palabras, como la escopeta sin pelota, pero el golpe en el corazón, Vos, Señor, sois el que le habéis de dar. (Prov., 21, 1): [En las manos del Señor está el corazón del rey; adonde quisiere lo inclinará]. Vos, Señor, sois el que habéis de herir y mover los corazones: ¿Qué parte somos nosotros para eso? ¿Qué proporción hay de nuestras palabras, y de cuantos medios humanos podemos nosotros poner, para un fin tal alto y sobrenatural como es convertir las almas? Ninguna. Pues ¿por qué quedamos tan ufanos y contemos de nosotros mismos, cuando nos parece que se hace fruto, y que nos suceden bien los negocios, como si nosotros los hubiéramos acabado? ¿Por ventura, dice Dios por Isaías (10, 15), se gloriará el hacha, o la sierra, contra el que obra con ella, diciendo: Yo soy la que he cortado, yo soy la que he aserrado la madera? Eso es como si el báculo se ensalzase y engriese, porque le levantan, siendo un leño que no se puede menear si no le menean. Pues de esa manera somos nosotros respecto del fin espiritual y sobrenatural de la conversión de las almas. Somos como unos leños, que no nos podemos mover ni menear si Dios no nos menea. Y así, todo se lo hemos de atribuir a Él, y no tenemos de qué gloriarnos. 

Estima Dios tanto que no estribemos en nuestras fuerzas y medios humanos, y que no nos atribuyamos nada a nosotros, sino que todo se lo atribuyamos a Él, y a Él demos la gloria de todo, que por esto dice San Pablo (1 Cor, 1, 27-31) que Cristo nuestro Redentor, para la predicación de su Evangelio y convertir el mundo, no quiso escoger letrados, ni hombres elocuentes, sino unos pobres pescadores, idiotas y sin letras. Escogió Dios ignorantes e idiotas para confundir a los sabios del mundo; escogió pobres y flacos, para confundir a los fuertes y poderosos; escogió los bajos y abatidos en el mundo y que parece que no eran nada en él, para derribar reyes y emperadores y todos los grandes de la tierra. ¿Sabéis por qué?, dice San Pablo: Para que no se gloríe el hombre delante de Dios, ni tenga ocasión de atribuirse nada a sí, sino que [el que se gloría, se gloríe en el Señor], todo lo atribuya a Dios, y a Él dé la gloria de todo. Si los predicadores del Evangelio fueran muy ricos y poderosos, y con mucha gente y mano armada fueran por ese mundo a predicar el Evangelio, pudiera atribuir la conversión al poder y fuerza de armas; si escogiera Dios para eso grandes letrados y grandes retóricos del mundo, que con sus letras y elocuencia convencieran a los filósofos, se pudiera atribuir la conversión a su elocuencia y a la sutileza de sus argumentos, y se disminuyera con eso el crédito y reputación de le virtud de Cristo. Pues no de esa manera, dice San Pablo (1 Cor, 1, 17): No quiso Dios que fuese con sabiduría y elocuencia de palabras, para no se menoscabase la estima de la virtud y eficacia de la cruz y Pasión de Cristo. Dice San Agustín: Nuestro Señor Jesucristo, queriendo quebrantar y abajar las cervices de los soberbios, no buscó pescadores por oradores, sino por unos pobres pescadores derribó y ganó a los oradores y a los emperadores. Gran retórico y orador fue San Cipriano, pero primero fue un San Pedro pescador, por medio del cual creyese y se convirtiese, no sólo el orador, sino también el emperador. 

Llena está la sagrada Escritura de ejemplos en que escogía Dios instrumentos y medios flacos para hacer cosas grandes, para enseñarnos esta verdad y que quedase muy fija en nuestros corazones, que no tenemos de qué gloriarnos, ni qué atribuir nada a nosotros, sino todo a Dios. Eso nos quiso decir aquella insigne victoria de Judith, una mujer flaca contra un ejército de más de ciento y cuarenta mil hombres. Esto nos dice lo de un pastorcico David, que muchacho sin armas, con su honda, derribó al gigante Goliat. Para que sepa todo el mundo, dice (1 Sam., 17, 46), que hay Dios en Israel, y entiendan todos que no ha menester Dios espada ni lanza para vencer, porque suya es la batalla y suya es la victoria; y para que eso se entienda, la quiere Él dar sin armas. 

Este fue también el misterio de Gedeón, el cual había juntado treinta y dos mil hombres contra los madianitas, que eran más de ciento y treinta mil, y le dice Dios (Judic., 7, 2): Gedeón, mucha gente tienes; con tanta gente no podrás vencer. Mirad que razón da Dios: «No podréis vencer, porque sois muchos». Si dijera: «No podréis vencer, porque ellos son muchos, y vosotros pocos», parece que llevaba camino. Os engañáis, no lo entendéis, esa fuera razón de hombres, esa otra es razón propia de Dios: «No podréis vencer, dice Dios, porque sois muchos»; ¿por qué? Porque no se gloríe contra Mi Israel [y diga: Con mis fuerzas y mi brazo me he librado], y se alce con la victoria puede muy ufano, pensando que con sus fuerzas ha vencido. Da Dios traza que sólo queden trescientos hombres a Gedeón, y con ésos le manda que presente la batalla al enemigo, y con ellos le dio la victoria. Y aun no fue menester que se pusiesen en armas, ni que echasen mano a las espadas, sino sólo con el sonido de las trompetas, que llevaban en una mano, y con el ruido de quebrar los cántaros y el resplandor de las hachas encendidas, que llevaban en la otra mano, causó Dios tanto terror y espanto en los enemigos, que unos a otros se atropellaban y mataban, huyendo, pensando que venía todo el mundo sobre ellos. Ahora no diréis que por vuestras fuerzas habéis vencido. Eso es lo que pretende Dios.

Pues si en las cosas temporales y humanas, en las cuales nuestros medios tienen alguna proporción con el fin, y nuestras fuerzas con la victoria, no quiere Dios que nos atribuyamos a nosotros cosa alguna, sino que la victoria de la batalla y el buen suceso de los negocios, todo se le atribuya a Él; si aun en las cosas naturales ni el que planta, ni el que riega es algo: no es el hortelano el que hace crecer las plantas y dar fruto a los árboles, sino Dios; ¿qué será en las cosas espirituales y sobrenaturales de la conversión de las almas, y de su aprovechamiento y crecimiento en virtud, donde nuestros medios, fuerzas e industrias quedan tan cortas y tan atrás, que ninguna proporción tienen con tan alto fin? 

Y así dice el Apóstol San Pablo (1 Cor., 3, 7): [Ni el que planta es algo ni el que riega, sino] Dios sólo es el que puede dar el crecimiento y fruto espiritual. Dios sólo es el que puede poner terror y espanto en los corazones de los hombres. Dios sólo es el que puede hacer que los hombres aborrezcan los pecados y dejen la mala vida: que nosotros solamente podemos hacer un poco de ruido con la trompeta de su Evangelio; y si quebrantamos los cántaros de nuestros cuerpos con la mortificación para que nuestra luz resplandezca delante de los hombres con vida muy ejemplar, no haremos poco; con eso Dios dará la victoria. 

Saquemos de aquí dos cosas que ayudarán mucho para ejercitar nuestros ministerios con mucho consuelo y aprovechamiento, así nuestro como de los prójimos. La primera, lo que está dicho, que desconfiemos de nosotros y pongamos toda nuestra confianza en Dios, y, todo el fruto y buen suceso de los negocios se lo atribuyamos a Él. Dice San Crisóstomo: no nos ensoberbezcamos, sino confesémonos por inútiles para que así seamos útiles y provechosos. Y San Ambrosio dice: Si queréis hacer mucho fruto en los prójimos, guardad aquel documento que nos enseña el Apóstol San Pedro (1 Pedro 4, 11]. El que habla haga cuenta que Dios puso aquellas palabras en su boca; el que obra haga cuenta que Dios es el que obra por él, y le dé a él la gloria y honra de todo. No nos atribuyamos a nosotros cosa alguna, ni nos alcemos con nada, ni tomemos vano contentamiento de ello. La segunda cosa que hemos de sacar, es no desanimarnos, ni desconfiar, viendo nuestra poquedad y miseria. De lo cual tenemos también mucha necesidad: porque ¿quién viéndose llamado a un fin e Instituto tan alto sobrenatural, como es convertir almas, sacarlas de pecados, de herejías e infidelidad; quién poniendo los ojos en sí no desmayará? ¡JESÚS! ¡Qué desproporción tan grande! No dice a mí esa empresa; que yo soy más necesitado, miserable que todos. ¡Oh! ¡Qué engañado estáis! Antes por eso dice a vos esa empresa. No podía acabar de creer Moisés que él había de hacer una obra tan grande, como era sacar al pueblo de Israel del cautiverio de Egipto, y se excusaba con Dios que le enviaba a eso: ¿Quién soy yo, para ir a tratar con el rey y hacer que deje salir el pueblo de Israel de Egipto? (Éxodo 3, 11). Enviad, Señor, a quien habéis de enviar (Éxodo 4, 13); que yo no soy para eso, que soy tartamudo. Eso es lo que yo he menester, dice Dios: que no lo has de hacer tú, Yo seré contigo, y te enseñaré lo que has de hablar. Lo mismo aconteció al profeta Jeremías (1, 6): le enviaba Dios a predicar a las gentes, y comienza a excusarse: ¡Ah!, ¡ah!, ¡ah! ¿No veis, Señor, que no acierto a hablar, que soy niño? ¿Cómo me queréis enviar a una empresa tan grande? Y aun por eso, que bien estáis en la cuenta; eso es lo que anda Dios a buscar; antes, si tuvierais muchas partes, por ventura no os escogiera Dios para eso, porque no os alzarais con ello y os atribuyerais a vos algo. Anda Dios a escoger gente humilde, gente que no se atribuya nada a sí, y por ésos quiere hacer cosas grandes. 

Cuentan los sagrados Evangelistas (Lc., 10, 21; Mt., 11, 25) que, viniendo de predicar los Apóstoles, viendo Cristo nuestro Redentor el fruto y maravillas que habían hecho, se regocijó en Espíritu Santo, y comenzó a glorificar y dar gracias a su Padre Eterno: Gracias te doy, Padre Eterno, Señor del Cielo y de la tierra que escondiste estas cosas a los sabios y prudentes del mundo, y las revelaste y comunicaste a los pequeñuelos, y por ellos quieres hacer tantas maravillas y milagros; bendito y alabados seáis, Señor, para siempre, porque os ha placido hacerlo así. ¡Oh! ¡Dichosos los pequeñuelos, dichosos los humildes, los que no se atribuyen nada a sí, porque ésos son los que levanta Dios; ésos son por quien hace las maravillas; toma Él por instrumento para hacer grandes cosas, grandes conversiones y grande fruto en las almas! Por eso nadie desconfíe, nadie se desanime (Lc., 12, 32). No quieras temer, manada pequeña [porque se complació mi Padre de daros el reino], no desmayes ni te desanimes, Compañía mínima de JESÚS, por verte pequeñuela y la más mínima de todas, porque le ha placido a vuestro Padre celestial de franquearos las almas y los corazones de los hombres. Yo seré con vosotros, dijo Cristo nuestro Redentor a nuestro padre Ignacio cuando le apareció yendo a Roma [Yo os seré propicio en Roma]. Yo os ayudaré. Yo seré en vuestra compañía. Y por este milagro y aparición maravillosa se le dio a esta Religión este nombre y apellido de Compañía de JESÚS, para que entendamos que no somos llamados a la Compañía y Orden de Ignacio, sino a la Compañía de JESÚS, y tengamos por cierto que JESÚS será siempre en nuestra ayuda, como Él se lo prometió a nuestro Padre, y que a Él tenemos por caudillo y capitán, y así no nos cansemos ni desmayemos en esta empresa tan grande de ayudar a las almas, a que Dios nos ha llamado.


EJERCICIO DE PERFECCIÓN Y 
VIRTUDES CRISTIANAS.
Padre Alonso Rodríguez, S.J

lunes, 22 de abril de 2013

PASAJES DE LA BIBLIA


“Ved, que Yo os pongo hoy delante bendición y maldición; la bendición, sí cumplís los mandamientos de Yahvé, vuestro Dios, que Yo os prescribo hoy; la maldición, si no cumplís los mandamientos de Yahvé, vuestro Dios”. (Dt. 11,26-27)

domingo, 21 de abril de 2013

REPRESIÓN REPUBLICANA EN FRANCIA




La policía francesa dispara gases lacrimógenos a los  
manifestantes contra la ley

AUMENTAN LAS AGRESIONES POLICIALES Y PARAPOLICIALES CONTRA MANIFESTANTES PACÍFICOS PROFAMILIA
París, 20 abril 2013. Hace pocos días FARO se ocupaba de la escalada de la represión aberrosexualista y anticristiana en Francia, orquestada por el masón Presidente de la República, François Hollande (de quien es fiel aliado Mariano Rajoy) y su Ministro del Interior, el masón español (¡qué ironía!) Manuel Carlos Valls.
Continúa aumentando la represión y las agresiones policiales y parapoliciales contra manifestantes pacíficos, y hasta la criminalización de quienes visten sudaderas profamilia. Están siendo prohibidas y violentamente disueltas las concentraciones contra las leyes que pretenden imponer un supuesto matrimonio entre aberrosexuales así como la adopción de niños por parte de éstos.
Ayer viernes 19, cuando las tristemente célebres Compañías Republicanas de Seguridad (CRS) procedían a disolver la Manif pour Tous, se unieron a ésta dos sacerdotes tradicionalistas, el Padre Xavier Beauvais (rector de la famosa iglesia parisina de San Nicolás du Chardonnet) y uno de sus coadjutores. Sacerdotes católicos que han puesto en evidencia la indiferencia y el distanciamiento que son actualmente la norma de la jerarquía oficial ante las movilizaciones en defensa de la familia y la ley natural. Los presbíteros resultaron agredidos por las CRS; el coadjutor fue detenido e interrogado. Puede verse la escena en este vídeo de Line Press France:http://www.youtube.com/watch?v=YExWrr_OpfE&list=PL4185B91D95659362
Por su parte la Acción Francesa, en un comunicado titulado La estrategia de la tensión es de doble filo, denuncia la arbitraria detención ayer mismo de uno de sus representantes en la vigilia profamilia de la explanada de los Inválidos. Previamente habían sido hostigados por la policía republicana cuando los miembros de la AF asistían al funeral de aniversario de otro militante en en Saint Germain l’Auxerrois. La misma Acción Francesa proporciona un vídeo que desmonta la falsa versión policial y judicial de los hechos y muestra cómo la policía detiene violentamente sin motivo alguno a un joven padre de familia: http://www.actionfrancaise.net/craf/?Video-Expliquez-moi-cette-violence (a partir del minuto 11′ 53″).
Este fin de semana continúan las movilizaciones contra las leyes aberrosexualistas de la República.

sábado, 20 de abril de 2013

EL CAMAFELLAYÓN

Existe una especie de animal, el camaleón, de la familia de los saurios, de movimientos lentos pero que cambia instantáneamente de color según lo que le sea más propicio en su ambiente. 

Y he aquí que los zoólogos acaban de descubrir una especie rarísima en los confines de las montañas suizas: el camafellayón. Es un animal eclesiástico de lento intelecto pero que cambia instantáneamente de corriente doctrinal según lo que le sea más propicio (primero para ser obispo, superior general, después el cambio de color inverso para la adhesión a Roma… y ahora, recientemente, regresa a su color inicial para mantener, a pesar de su descrédito, su posición a la cabeza de la Fraternidad).

Con su lengua protráctil, este animal de sangre fría y corazón de piedra puede desgraciadamente atrapar a sus presas a distancia internet. Los pastores locales quisieran eliminarlo a causa de los estragos que causa a sus ovejas que tienen a su cargo, pero esta especie está bajo la protección de financieros y abogados que se preocupan por su supervivencia. 

Eusebio




viernes, 19 de abril de 2013

LA VIRTUD DE LA HUMILDAD (III)


CAPÍTULO 3 

En que se declara más en particular cómo la humildad 
es fundamento de todas las virtudes, discurriendo por 
las más principales. 

Para que se vea mejor cuán verdadera es esta sentencia de los Santos, que la humildad es fundamento de todas las virtudes, y cuán necesario es este fundamento para todas ellas, iremos discurriendo brevemente por las más principales. 

Comenzando por las teologales, para la fe es menester humildad: dejo los niños, a los cuales se les infunde la fe, sin acto propio en el Bautismo; hablo de los adultos, que ya tienen uso de razón. La fe pide un entendimiento humilde y rendido. [Cautivando nuestro entendimiento en servicio de Cristo], dice el Apóstol San Pablo (2 Cor., 10, 51); y el entendimiento soberbio es impedimento y estorbo para recibir la fe; y así dice Cristo nuestro Redentor a los fariseos (Jn., 5. 44): ¿Cómo podéis vosotros creer en Mí, pues buscáis ser honrados unos de otros, y no buscáis la honra que de sólo Dios viene? Y no sólo para recibir la fe es menester humildad, sino también para conservarla. Doctrina es común de los doctores y Santos, que la soberbia es principio de todas las herejías. Estima uno tanto su parecer y juicio, que le antepone al sentir común de los Santos y de la Iglesia, y de ahí viene a dar en herejías. Y así dice el Apóstol (2 Tim., 3, I): Os hago saber que en los días postreros habrá unos tiempos muy peligrosos, porque los hombres serán muy amadores de sí mismos, codiciosos, altivos, soberbios. A la relación y soberbia atribuye los errores y herejías, como lo prosigue muy bien San Agustín.

La esperanza, con la humildad se sustenta: porque el humilde siente su necesidad, y entiende que no puede de sí cosa alguna, y así con más afecto se vale de Dios y pone toda su esperanza en El. 

La caridad y amor de Dios, con la humildad se aviva y enciende; porque el humilde conoce que todo lo que tiene le viene de la mano de Dios y que él está muy lejos de merecerlo, y con esto se enciende e inflama mucho en amor de Dios. Decía el Santo Job (7, 17): ¿Quién es el hombre, Señor, para que os acordéis de él, y pongáis vuestro corazón en él, y le hagáis tantos favores y mercedes? ¿Yo tan malo para con Vos y Vos tan bueno para conmigo? ¿Yo porfiar a ofenderos cada día y Vos a hacerme mercedes cada hora? Este es uno de los principales motivos de que se ayudaban los Santos para encenderse mucho en amor de Dios. Mientras más consideraban su indignidad y miseria, más obligados se hallaban a amar a Dios, que puso los ojos en tan grande bajeza. Decía la sacratísima Reina de los ángeles (Lc., 1, 46-48): Magnifica y engrandece mi ánima al Señor, porque puso los ojos en la bajeza de su sierva. 

Para la caridad con los prójimos, bien se ve cuán necesaria es la humildad; porque una de las cosas que suele entibiar y disminuir el amor de nuestros hermanos es juzgar sus faltas y tenerlos por imperfectos y defectuosos; y el humilde está muy lejos de eso, porque tiene puestos los ojos en sus faltas propias, y en los otros nunca mira sino sus virtudes; y así a todos los tiene por buenos, y a sí sólo por malo e imperfecto y por indigno de estar entre sus hermanos; y de aquí nace en él una estima y respeto y un amor grande a todos. Más: al humilde no le pesa de que todos le sean preferidos, y de que se haga caso de los otros y que el sólo sea olvidado, ni de que a los otros se les encomienden las cosas mayores y a él las bajas y pequeñas; no hay envidia entre los humildes, porque la envidia nace de la soberbia; y así, si hay humildad, ni habrá envidia ni encuentros ni cosa que entibie el amor de los hermanos. 

De la humildad nace también la paciencia, tan necesaria en esta vida; porque el humilde conoce sus culpas y pecados, se ve digno de cualquier pena, ningún trabajo le viene que no lo juzgue por menor de lo que había de ser conforme a sus culpas; y así calla y no se sabe quejar, antes dice con el profeta Miqueas (7, 9): Sufriré de buena gana el castigo que Dios me envía, porque he pecado contra Él. Así como el soberbio de todo se queja y le parece que le hacen sin razón, aunque no se la hagan, y que no le tratan como merece, así, el humilde, aunque le hagan sin razón, no lo echa de ver, ni lo juzga por tal; en ninguna cosa entiende que le hacen agravio, antes todo le parece que le viene ancho, y de cualquier manera que le traten está muy satisfecho que le tratan mejor de lo que él merece. Gran medio es la humildad para la paciencia. Y así el Sabio avisando al que quiere servir a Dios que se prepare para sufrir tentaciones y disgustos, y que se arme de paciencia, el medio que le da para ello es que se humille (Ecli., 2, 2 y 4): Trae abatido tu corazón, y así sufre; todo lo que se te ofreciere aunque sea muy contrario al gusto y a la sensualidad, recíbelo bien; y aunque te duela, súfrelo. Pues, ¿cómo será eso? ¿Qué armas me vestís para que no lo sienta o para que, ya que lo sienta, lo lleve bien? Tened humildad y así tendréis paciencia. 

De la humildad nace también la paz, tan deseada de todos y tan necesaria al religioso; así lo dice Cristo nuestro Redentor (Mt., 11, 29): [Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas]. Sed humildes y tendréis gran paz con vos, y también con vuestros hermanos. Así como entre los soberbios siempre hay rencillas, contiendas y porfías, dice el Sabio (Prov., 13, 10), así entre los humildes no puede haber rencilla ni disensión, si no es aquella santa rencilla y porfía de cuál será más humillado, y de dar cada uno la ventaja al otro, cual fue aquella graciosa contienda entre San Pablo y San Antonio sobre el partir el pan: el uno importunaba al otro porque era huésped; el otro a éste porque era más anciano; cada uno buscaba por dónde preferir y dar la ventaja al otro. Estas son buenas rencillas y contiendas, que así como nacen de verdadera humildad, así no sólo no van contra la paz y caridad fraterna, sino la confirman y conservan más. 

Vengamos a aquellas tres virtudes propias y esenciales del religioso, a que nos obligamos por los tres votos de la pobreza, castidad y obediencia. 

La pobreza tiene tanta conexión y parentesco con la humildad, que parecen hermanas de un vientre. Y así, por la pobreza de espíritu que Cristo nuestro Señor puso por la primera de las bienaventuranzas, unos Santos entienden la humildad, otros la pobreza voluntaria, cual es la que los religiosos profesan. Y es menester que la pobreza ande siempre muy acompañada de humildad, porque la una sin la otra es cosa peligrosa; fácilmente se suele criar un espíritu de vanagloria y soberbia del vestido pobre y vil, y de allí suele nacer un menosprecio de los otros; y por esto San Agustín huía de muy viles vestiduras, y quería que sus religiosos trajesen vestidos honestos y decentes para huir de este inconveniente. Y por otra parte, también es menester humildad para que no queramos andar muy acomodados y que no nos falte nada, sino que nos contentemos con lo que nos dieren, y con lo peor, pues somos pobres y profesamos pobreza. 

Para la guarda de la castidad, que sea necesaria la humildad, tenemos muchos ejemplos en las Historias de los Padres del Yermo, de feas y torpísimas caídas en hombres de muchos años de penitencia y vida solitaria, que todas ellas nacían de falta de humildad, y de presunción y fiarse de sí, lo cual suele Dios castigar con permitir semejantes caídas. Es la humildad tan grande ornato de la castidad y pureza virginal, que dice San Bernardo: Me atrevo a decir que, sin humildad, aun la virginidad de nuestra Señora no agradara a Dios. 

Vengamos a la virtud de la obediencia, en la cual quiere nuestro Padre que nos señalemos los de la Compañía. Cosa clara es que no puede ser buen obediente el que no fuere humilde: ni dejarlo de ser el que lo fuere. Al humilde cualquiera cosa se le puede mandar, no así al que no lo fuera. El humilde no tiene juicio contrario, en todo se conforma con el superior, así con la obra como con la voluntad y entendimiento: no hay en él contradicción ni resistencia alguna. 

Pues si venimos a la oración, en que estriba la vida del religioso y del varón espiritual, si no va acompañada de humildad, no tiene valor; y la oración con humildad penetra los Cielos. La oración del que se humilla, dice el Sabio (Eccli., 35, 21), penetrará los Cielos y no descansará hasta [que llegue al trono del Altísimo, ni saldrá de allí hasta] que alcance de Dios todo lo que desea. Aquella santa y humilde Judith, encerrada en su oratorio, vestida de cilicio, cubierta de ceniza, postrada en tierra, clama y da voces (9, 16): Siempre os agradó, Señor, la oración de los humildes y de los mansos de corazón.- (Sal.. 101, 18): Miró Dios la oración de los humildes, y no menospreció sus ruegos. -(Sal 73. 21): no hayáis miedo que sea desechado el humilde ni que vaya confundido; él alcanzará lo que pide. Dios oirá su oración. Mirad cuánto agradó a Dios aquella oración humilde del publicano del Evangelio, que no osaba alzar los ojos al Cielo, ni acercarse al altar, sino allá lejos en un rincón del templo, hiriendo sus pechos, con humilde conocimiento, decía (Lc., 18, 13): Señor, habed misericordia de mí, que soy gran pecador. De verdad os digo, dice Cristo nuestro Redentor, que salió éste justificado del templo, y el otro fariseo soberbio que se tenía por bueno, salió condenado. 

De esta manera podríamos discurrir por las demás virtudes; y así si queréis un atajo para alcanzarlas todas, y un documento breve y compendioso para llegar presto a la perfección, éste es: sed humilde. 


EJERCICIO DE PERFECCIÓN Y 
VIRTUDES CRISTIANAS.
Padre Alonso Rodríguez, S.J.

jueves, 18 de abril de 2013

CARTA DE FRANCISCO A HEBE DE BONAFINI





Texto de la carta del Papa Francisco a las "Madres de la Plaza de Mayo"

Apreciada Señora de Bonafini:

Me complace acusar recibo de la atenta carta del pasado 21 de marzo, que Usted ha tenido la bondad de dirigir a Su Santidad Francisco, con ocasión de su elección a la Sede de San Pedro. A este respecto, cumplo gustoso con el encargo de hacerle llegar la gratitud del Santo Padre por su amable escrito, así como por los nobles sentimientos que lo han motivado.

El Papa corresponde a esta delicada atención pidiendo a Dios la fuerza para luchar, desde el ministerio que acaba de asumir, a favor de la erradicación de la pobreza en el mundo, de modo que cese el sufrimiento de tantas personas que pasan necesidad. Su Santidad valora y aprecia mucho a quienes están cerca de los más desfavorecidos y se esfuerzan por ayudarlos, comprenderlos y salir al encuentro de sus justas aspiraciones. En su oración, suplica asimismo que ilumine a los que son responsables del bien común, para que combatan el flagelo de la miseria con medidas eficaces, ecuánimes y solidarias.

Estimada Señora, el Santo Padre comparte su dolor y el de tantas madres y familias que han padecido y padecen la pérdida trágica de sus seres queridos en ese momento de la historia argentina, y con afecto les imparte una particular Bendición, como signo de esperanza y aliento, a la vez que pide el favor de que recen y hagan rezar por él.

Con mis cordiales saludos en Cristo.

 RECORDATORIO DE LOS "NOBLES SENTIMIENTOS" DE LA SRA. HEBE PASTOR DE BONAFINI:



El día que las "Madres de la Plaza de Mayo" sección Bonafini tomaron y profanaron la Catedral de Bs. As., ante el silencio absoluto y la inacción del Cardenal Bergoglio.


Rindiendo honores junto con la corrupta Presidente de Argentina al criminal marxista "Che" Guevara en la "Universidad" de las Madres.


Con el Obispo corrupto y Presidente corrupto de Paraguay Lugo, destituido más tarde por el Congreso de aquel país.


Homenaje a las terroristas FARC de Colombia, en la sede de la "Universidad" de las Madres de Plaza de Mayo.


Abrazo con el tirano cubano Fidel Castro Ruz.


Si Francisco quiere empezar por la erradicación de la pobreza -que no es su misión específica- podría sugerirle a la Bonafini que done parte del dinero obtenido por las estafas de la sociedad que mantuvo con los parricidas hermanos Shoklender.

FOTOGRAFÍAS DE LAS FALSAS APARICIONES DE GARABANDAL

Fotografías de las falsas apariciones de la Virgen en San Sebastián de Garabandal, España, en los años 60.  

Parece ser que estas niñas estaban robando manzanas cuando tuvieron la primera "aparición", desde luego no era una ocupación muy piadosa que digamos la de estas niñas en ese momento. 
Como se puede ver en estas fotografías, en los éxtasis tienen unas posturas raras, extravagantes y absurdas muy distintas de las verdaderas apariciones de la Santísima Virgen. Lo que hace pensar solo con ver estas imágenes que estos fenómenos no son sobrenaturales (de Dios), sino que son preternaturales (del Diablo). 
La Iglesia en su día declaro «que no consta la sobrenaturalidad de dichas apariciones».






















NEORREPUBLICANOS Y NOSTALGIA SOVIETICA


¿Madrid 2013?
¿Madrid 1936?
Ángel David Martín Rubio
Se podría creer que el escenario político internacional ha cambiado sustancialmente desde los años ochenta del pasado siglo con la caída del Muro de Berlín y la apertura del Este.
En medio de dificultades semejantes a las nuestras, numerosos países cuentan con estructuras formalmente homologables con las del occidente europeo (pensemos en la ampliación comunitaria impensable hace apenas unos años). El sistema económico del comunismo ha sido sustituido por modelos orientados a la economía de mercado, no por ello sin desequilibros e injusticias. Parecía que el sistema totalitario implantado en la Unión Soviética durante la mayor parte del pasado siglo no era más que un negro recuerdo, una auténtica pesadilla. Pero ante la falta total de discurso alternativo, la izquierda echa mano de la nostalgia y saca a la calle las banderas rojas y el trapo tricolor.
Viendo lo ocurrido el domingo 14 de abril en Madrid y en numerosas ciudades españolas nos viene a la memoria la traducción de un artículo que fue reproducido en numerosas webs y blogs el año pasado. Bajo el significativo título de “En la URSS todos teníamos suficiente sol y pan” se hacía una fantástica evocación de la Rusia de los soviets para acabar concluyendo: “Tarde o temprano, la Unión Soviética volverá de nuevo. La historia a veces regresa nuevamente. En Francia, después de la victoria de la revolución burguesa fue la restauración de los Borbones. Pero fue sólo temporal. El actual régimen depredador en Rusia no durará mucho tiempo, caerá de todas las maneras. Un sistema justo debe regresar”. Se habla pues de regresar a un sistema del pasado que es calificado de “justo” y está claro que no se refieren a la Rusia de los zares.
Algunos de los difusores en España de tan infumable doctrina están, como no, vinculados al neorrepublicanismo y a la llamada recuperación de la memoria histórica. Al parecer, no tienen cosa mejor que hacer que insultar a la humanidad o pretender que ésta olvide lo que ha sido su propia historia. Nunca se ha hablado tanto de memoria y nunca se ha vivido instalado más cerca de la amnesia. Como si no hubiera ocurrido nada (aquí solo cuentan los muertos de un lado), olvidando el elevadísimo deterioro moral de las personas que han vivido y viven aún sometidos a los dictados del socialismo real, del comunismo y de los pseudo-populismos en ellos inspirados. Pisoteando, en una palabra, a los millones de víctimas de los asesinatos masivos, del sistema de campos de concentración y exterminio, de las hambrunas deliberadamente mantenidas, de las deportaciones, del terrorismo…
Los manifestantes del domingo saben que también España entre 1936 y 1939 sirvió de escenario a miles de crímenes llevados a cabo con técnica y participación soviética: checas, sacas, torturas… Hasta el presidente del gobierno, el socialista Juan Negrín, llegó a autorizar al Comisariado político establecido en el Ejército para suprimir físicamente “a aquellos que no estuviesen de nuestra parte y fueran enemigos declarados del régimen” en una orden que lleva fecha de 18 de marzo de 1938, siendo Prieto ministro de Defensa y que originó un número muy elevado de ejecuciones. Según el también socialista Julián Zugazagoitia, Negrín había dicho que “El terror también es un medio legítimo cuando se trata de salvar al país”.
Por algo el puño cerrado fue convertido por la República española en el saludo oficial del Ejército Popular, renunciando al tradicionalmente empleado en medios castrenses. “Hoy se publicará el Diario Oficial de Guerra una disposición cambiando el saludo militar, que será en lo sucesivo de esta forma: con armas, levantando el brazo en ángulo con el puño cerrado, o sea el saludo antifascista; y sin armas, levantando el brazo con el puño cerrado a la altura de la visera” (Fragua Social, Valencia, 7-octubre-1936). De esta guisa, políticos social-comunistas, soldados y oficiales componían una grotesca estampa cada vez que venían a poner su mano izquierda en una posición que algunos definían con agudo humor hispano apenas compatible con los dictados de Moscú a cuyo servicio estaba dicho Ejército.
Rojo, Modesto, Negrín y Líster

Hoy los neorrepublicanos españoles añoran a la Unión Soviética: al final el círculo se cierra. Una vez más, el pendón tricolor flamea a la sombra de la bandera roja.
Como recuerda el historiador Pierre Chanu hablando del comunismo: “Desde el principio del mundo ningún régimen, ninguna dinastía, ningún monarca había conseguido nada parecido. Ni siquiera el nazismo”. La comparación, por más que resulte muy socorrida, apenas resulta válida: porque el comunismo ha actuado durante más tiempo que él y antes que él. Y no es que la cuestión de las cifras sea primordial en este asunto es que, a pesar de ello, pretende conservar toda su legitimidad política e intelectual; sigue en el poder en varios países y recluta adeptos en el mundo entero dentro de sus más variadas formas.
El comunismo bolchevique se derrumbó, sobre todo porque el régimen edificado no respondía a la infantil evocación del redactor del periódico Sovietskaia Rossia, un periódico que puede extender sus mentiras por todo el mundo al amparo de las libertades que tanto le repugnan. Que los neorrepublicanos españoles lo añoren, me produce una sensación a medio camino entre el asco y la indignación. Más de lo primero que de lo segundo.
Porque verdaderamente indignado me siento al recordar a los millones de españoles que sin compartir el proyecto radical de cambio de régimen y de sociedad inspirado, sostenido y llevado adelante de manera sistemática en España por el Partido Socialista desde 1982, viven paralizados por la ideología liberal y admiten con naturalidad vivir en el ambiente jurídico y moral que la izquierda va imponiendo. Y peor aún “vampirizados” (la expresión no es mía) por otras organizaciones políticas y religiosas se prestan a colaborar en la deriva del proceso revolucionario contentándose mansurronamente con el papel de representar al sector moderado y teórico defensor retórico de unas libertades que hace mucho dejaron de existir.