sábado, 30 de enero de 2016

MILAGROS EUCARISTICOS - 43


MENSAJEROS CELESTIALES
Año 1475, Aguaviva (España)

El sacerdote D. Bartolomé Sanz, vicario del pueblo de Aguaviva, consagró el día 23 de junio del año 1475, una Hostia grande, para conservarla y llevarla el día siguiente, festividad del Corpus Christi, en la procesión, depositándola con tres Formas pequeñas en una arquilla de plata, que encerró dentro del tabernáculo.

Y aunque por la noche no quedó en la iglesia otra luz que la de las lámparas, con todo, a las diez se declaro un voraz incendio que consumió toda la iglesia. Quedó el pueblo de Aguaviva tan triste como se puede pensar en semejante desgracia.

Apagado ya el fuego, comenzó el vicario a buscar junto al altar mayor si había quedado algo sin abrasarse, y limpiando la calcinada ara, halló una cruz pequeña de plata que contenía una partícula del Lignum Crucis. Hallazgo tan precioso sirvió para que se confirmara en la esperanza de hallar también ileso del incendio el Santísimo Sacramento, pues llamas que respetaron la santa Cruz, mayor comedimento habrían tenido con el Señor de cielos y tierra, que se dignó morir en ella. Siguió buscando las sagradas Formas con afán por espacio de cuatro días; pero no hallando indicio alguno de ellas, mandó a un muchacho llamado Bartolomé Manero, que consigo estaba, se quedara a la puerta de la iglesia, y no dejase entrar persona alguna hasta que volviese de visitar al vicario de Ginebrosa, que había venido a consolar a los de Aguaviva.

Estando, pues, ausente, entraron tres varones de aspecto muy venerable, por la puerta de la iglesia: el muchacho quiso impedirles la entrada, diciendo que su amo le había mandado no dejase entrar a nadie: pero ellos, como si no entendieran lo que se les decía, prosiguieron caminando hacia el altar mayor. Se fue entonces tras ellos, y llegando allí, le parecieron tan celestiales por su hermosura y resplandor, que dulcemente emocionado corrió a dar aviso a los citados vicarios.

Se van éstos a la iglesia, y no hallaron a los hombres que el niño dijo; pero sí sobre el ara del altar mayor la Hostia grande doblada por la una parte con que recogía las tres Formas pequeñas, todas ellas vueltas en color de carne y sangre.

Creen los de Aguaviva que aquellos varones fueron San Pedro, San Pablo y San Lorenzo, o ángeles enviados del cielo para que se descubriese el Santísimo Sacramento, que no se hallaba después de practicadas tantas diligencias.

No quedaron las sagradas Formas mucho tiempo con el color de carne y sangre, antes bien volviendo a su propio color están tan blancas, enteras y perfectas como el mismo día que se consagraron.
Se mandó hacer información jurídica del hecho, por el Arzobispo de Zaragoza, en aquel mismo año, y se practicó ante el notario don Nicolás Cid de Molinos, por el vicario de las Cuevas de Cañarte, mosen Jaime Cuadrado.

Se muestra este santísimo Misterio al pueblo en unos Corporales, en cuya orla se lee; "Amor me lo fay fer". Esto es: "El amor me hace obrar este prodigio".

(Lanuza, Hist. Ecles de Aragón, tomo I, libro 5, capítulo 20.
—P. Fr. Tomas Ramón, Devoción del Santísimo Sacramento,
libro 2°, milagro 35).


P. Manuel Traval y Roset

NADIE HACE MILAGROS CONTRA LA FE, YA QUE DIOS NO ES TESTIGO DE FALSEDADES


Creo muy interesante el siguiente texto a fin de aclarar los falsos milagros. Es el comentario nada menos que de Santo Tomás de Aquino sobre la Segunda Epístola de San Pablo a los Tesalonicenses, más específicamente sobre el Anticristo.

El texto completo puede ser leído en el blog Doctoris Angelici. A continuación, transcribo la parte que más interesa en este momento para que no se dejen engañar por los falsos milagros de la "iglesia" conciliar:

Y [el Anticristo] engañará de esta manera: primero valiéndose del poder secular; segundo, del poder de los milagros. Cuanto a lo primero dice: "con toda suerte de milagros", a saber, del mundo. "Se hará dueño de los tesoros de oro y de plata y de todas las preciosidades de Egipto" (Dan. 11,43). O con virtud fingida. Cuanto a lo segundo dice: "de señales". Las señales son una especie de "milagritos". Los prodigios en cambio son grandes, que demuestran que una persona es un ser prodigioso, como quien dice procul: lejos, a dígito: del dedo (Ap 13). Y hace: "prodigios falsos". Llámase falso un milagro, o porque le falta la verdadera razón del hecho, o la verdadera razón del milagro, o el debido fin del milagro. Lo primero es lo que hacen los prestidigitadores, mejor dicho, lo que se hace por arte de magia y brujería, cuando el diablo se encarga de dar gato por liebre para que parezca otra cosa de lo que es; como hizo Simón Mago con un carnero que mandó degollar, que luego se dejó ver vivo; o con un hombre, que todos creían degollado y, por haberle visto luego vivo, le creyeron resucitado. Y esto hace que a los hombres le formen fantasmas en la imaginación para engañar.

La segunda especie de milagros, impropiamente llamados así, son los que despiertan crecida admiración, por verse el efecto, sin conocerse su causa. Así pues "los milagros", que tienen no simplemente su causa oculta, sino para alguno oculta, dícense no simplemente milagros, sino prodigios. Mas los que tienen simplemente su causa oculta son propiamente milagros, cuyo autor es el mismo glorioso Dios, porque están por encima de todo el orden de la naturaleza creada. Pero algunas veces se hacen algunos prodigios, cuyas causas están ocultas, mas no fuera del orden de la naturaleza; y esto con más razón lo hacen los demonios, que conocen las virtudes de la naturaleza y tienen determinada eficacia para especiales efectos; y éstos hará el Anticristo, pero no los que tienen verdadera razón de milagro, porque no tienen poder en aquello que está sobre la naturaleza.

Dícense milagros en tercer lugar los que están ordenados a servir de testimonio a la verdad de la fe, o a llevar a los fieles a Dios, como se dice en San Marcos. Mas si alguno tuviese la gracia de hacer milagros, y no se valiese de ellos para este fin, los milagros serían verdaderos cuanto a la razón del hecho y a la razón del milagro; pero serían falsos cuanto al debido fin y a la intención divina.

Pero esto no sucederá con el Anticristo, porque nadie hace verdaderos milagros contra la fe, ya que Dios no es testigo de falsedades. Donde uno predique una falsa doctrina no puede hacer milagros, aunque un hombre de mala vida bien pudiera.

Luego señala a los que se dejarán engañar, al decir: "a aquéllos que se perderán", esto es, a los destinados a la perdición. "Ninguno de ellos ha perecido sino el hijo de la perdición". Y esto precisamente porque "mis ovejas oyen mi voz" (Jn 10).

Las palabras son tan claras, y con el peso de la autoridad del Doctor Angélico, que no tenemos nada más que añadir.


viernes, 29 de enero de 2016

LUTERO Y BERGOGLIO, UNA MISMA PATOLOGÍA






CATAPULTA

Arriesgo una hipótesis sobre el escandaloso anuncio de que Bergoglio irá a Suecia para juntarse con los luteranos y conmemorar los 500 años de la Reforma. No es tan sólo el falso ecumenismo lo que lo impulsa a semejante barrabasada, sino la ambición de recibir el premio Nobel y acceder así al liderazgo mundial, vieja ofuscación suya. Por eso va a Suecia, sede de la fundación Nobel, y no a Alemania, donde empezó la revuelta luterana.

Se trata de un hombre capaz de hacer cualquier cosa con tal de satisfacer su enfermizo ego, sin detenerse ante nada,en este caso el escándalo. No es la primera ni será la última vez.

En definitiva, y en cuanto a la egomanía, Lutero no era muy distinto de Bergoglio. Aquél, en aras de su trastornado “yo”, rompió la unidad de la Iglesia y éste sigue velozmente sus pasos.

De la herejía luterana y de sus cómplices, libera nos Dómine.

Y de Jorge Mario Bergoglio, también.

LA CEREZA DEL PASTEL II - EL PADRE CERRUTI COMPLEMENTA A SANTO TOMAS DE AQUINO

Como hemos visto en artículos anteriores ( aquí , aquí y aquí ), no puede haber milagros en la "nueva misa". Ahora es el Padre Pedro Cerruti que confirma este entendimiento.




EL PADRE PEDRO CERRUTI Y LA CEREZA DEL PASTEL

Ayer recibí de mi compadre una perla que no conocía. Un libro llamado "El Camino de la Verdad Suprema" del Padre Pedro Cerruti. Entre incontables asuntos tratados, este Sacerdote habla de los Milagros.

Sin muchas largas (soy pésimo para eso) veamos lo que dice este sacerdote sobre cómo reconocer un Milagro físico apologético. Él cita cuatro puntos importantes para que un Milagro, como criterio de revelación Divina, sea reconocido como tal:

1 - Verdad histórica: Si el milagro aconteció realmente;
2 - Verdad filosófica: Si el milagro es extraordinario, es decir, supera las fuerzas de toda naturaleza creada;
3 - Verdad teológica: Si el milagro fue producido por Dios;
4 - Verdad relativa: Si Dios lo produjo para confirmar una revelación.

No voy a entrar en detalles sobre todos los puntos pues no es el tema, pero voy a referirme al punto 3, donde el Sacerdote dice:

"La razón ve inmediatamente, ya a priori, que debe ser posible discernir los verdaderos milagros divinos de los prodigios del demonio. Dios con efecto: 1) no puede inducir a que el hombre sea inducido invenciblemente al error en materia moral y religiosa y acerca de su salvación eterna: se oponen a la Veracidad, la Santidad y la Providencia Divina; sería poner la Providencia en contradicción consigo misma, guiando a los hombres a la salvación y juntamente colocándolos en circunstancias tales, que, a pesar de sus diligencias y de su buena gana, tomarían invenciblemente, como verdades que conducen a la salvación, errores que de hecho alejan de ella; 2) ni puede permitir que el milagro, único criterio primario para reconocer la verdadera revelación divina, pierda su valor y eficacia, como acontecería si no se pudiera discernir de los prodigios del demonio: se opone a eso la Sabiduría divina".

No es difícil entender por qué un milagro eucarístico no acontecería en el NOM. Los fieles, a pesar de su buena voluntad, tomarían como verdad errores que, en vez de aproximarlos a su salvación, los alejarían de ella.

El Padre Cerruti también prefiere la Cereza del Pastel.


Fuente 1: Padre pedro Cerruti: El camino de la Verdad Suprema . 
Fuente 2: http://missaonsg.blogspot.com.br/2016/01/padre-pedro-cerruti-e-cereja-do-bolo.html . 
Cursiva en la imagen original y nuestros enlaces. 

información:
Este libro es el libro I del proyecto Resumen de Teología Católica . 
Descargar PDF del libro: aquí o aquí .
Comprar el libro: aquí .

lunes, 25 de enero de 2016

CARTA ABIERTA A TODOS LOS CATÓLICOS: R. P. Rafael OSB



NdB: Nos permitimos publicar esta carta del R. P. Rafael OSB, con su debida autorización, la cual fue escrita en el 2014 . Esta carta complementa las publicaciones sobre ¿Porque no ir a las misas de la FSSPX? publicadas en este sitio. ¡Viva Cristo Rey!




Fiesta de Cristo Rey 2014

Escribo esta carta para darles luz doctrinal con respecto a la situación actual de la Iglesia, de la FSSPX y de la Resistencia. Es necesario, como en cualquier ejército, que tengamos todos una misma línea de acción y de resistencia en medio de esta crisis apocalíptica que se irá agravando día tras día. Y en la que necesitamos colaborar en frente común.

Primeramente quisiera que reflexionaran  acerca de la crisis de la Iglesia:
Podemos ver una nueva religión apóstata, masónica, diabólica e idólatra enseñada por la Iglesia Oficial en todo el mundo desde el Concilio Vaticano II, por medio de papas de quienes se sospecha, eran miembros de la masonería: Juan XXIII, Paulo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. Todo hace indicar que allí se "ha sentado el Demonio" (Tercer Secreto de Fátima tal y como fue revelado por el Cardenal Otavianni por medio del Padre Luigi Villa) y que ahora "es la sede el Anticristo" (La Salette); si no en su persona, por lo menos por medio de su religión mundial ecumenista, con la cual domina al mundo católico y por la cual va a dominar al mundo entero. Por estas razones, no podemos de ninguna manera tener algo que ver con esta religión del demonio.

La religión católica está siendo perseguida por todos lados y a todos los niveles. A la verdadera Iglesia Católica siempre se la reconocerá por sus cuatro marcas divinas: Una, Santa, Católica, Apostólica y se conserva, sin ninguna duda, en los auténticos seguidores de Mons. Marcel Lefebvre y también en otros católicos que todavía tienen la fe aunque se encuentren nadando en medio de  las herejías del Concilio Vaticano II.

Uno puede acercarse a estos buenos católicos que todavía existen, para iluminarlos, pero de ninguna manera nos podemos acercar a la jerarquía que está pecando con esta Ramera (la religión del Anticristo) por comisión o por omisión; no hablando, no condenando, no alertando a las ovejas contra el lobo.

   Ahora, es obvio y evidente que la FSSPX ha dado un giro gravísimo, extraviándose del rumbo que había marcado Mons. Lefebvre. En lugar de servir a Cristo Rey y combatir a los enemigos de Cristo sin descanso, han decidido “descansar” las armas y de manera sistemática han estado acercándose a los enemigos de Cristo (diciendo una y otra vez que allí está la Iglesia Católica y que si no nos relacionamos con ella no nos podemos llamar católicos) y por lo tanto, les guste o no, lo piensen o no, se están alejando de Cristo Rey y de su servicio y están cooperando a la apostasía de la Tradición, por lo menos con su silencio. Pero no solo por su silencio, también hay colaboración activa con la destrucción de la Iglesia ya que al juzgar que esa bestia descomunal y diabólica es la Iglesia Inmaculada de Cristo, le están poniendo a la bestia la etiqueta de católica,  provocando con esto que los demás se acerquen a ella y pequen en ella y con ella. 

Por eso decimos sin titubear que la FSSPX como asociacion ya está cooperando con la destrucción, con la apostasía, con el triunfo del Anticristo. La FSSPX se ha puesto ya el sello de la bestia (Apoc. sexto sello) y ya no podemos en conciencia colaborar con ella. Podemos contactar todavía a sus miembros para iluminarlos y ayudarlos, pero ya no como Asociación. La nueva Roma es la Gran Ramera del Apocalipsis con la que “pecaron todos los reyes de la tierra”; y si sabemos que basta un mal deseo para cometer adulterio, se  puede decir que aunque la FSSPX no se ha casado con la Gran Ramera (firmar acuerdo),  ya adulteró en su corazón al desear estar con ella.

   ¡Católicos, resistamos al modernismo! Imitemos a grandes resistentes por Jesucristo y su Iglesia como San Rafael Guízar y Valencia y Jesús Degollado Guízar (último general en jefe Cristero), ellos siempre pelearon contra los enemigos de Cristo sin dar ni ceder un palmo de terreno. Siguiendo el ejemplo de Nuestro Señor y de estos grandes resistentes es que ya no podemos colaborar más, de ninguna manera con la FSSPX.

     Ahora les hago un llamado atento a todos y cada uno de los catolicos que no buscan compromisos con "la bestia" para que no se dejen poner el sello de la bestia ni en su brazo (cooperando con la bestia de alguna manera), ni en su frente (cooperando con las fuerzas destructoras de la inteligencia diabólica en contra de la  Iglesia Católica), ya que sabemos por el Apocalipsis que los que se dejen poner el sello del Anticristo “serán borrados del libro de la vida”. Este es un tema muy serio. 

     La conclusión que sacamos no esta basada en opiniones, sino en doctrina, en principios. Son momentos de defender a Jesucristo y su Iglesia, de resistir a sus enemigos y si es necesario y Dios lo quiere, de regresar a las catacumbas y de prepararnos para el martirio. 

    En esta fiesta de Cristo Rey les hago un atento llamado y los exhorto para que con las armas de la verdad y bajo el estandarte de JESUS, MARIA Y JOSÉ, luchemos hasta la muerte contra los enemigos de Cristo y de nuestras almas. ¡AL PRECIO QUE SEA! ¡VIVA CRISTO REY! 

Con la bendición
Padre Rafael OSB


viernes, 22 de enero de 2016

LA MONSTRUOSIDAD DEL ARTE SACRO CONTEMPORÁNEO


La nueva catedral de Créteil, en Val di Marna, inaugurada el 20 de septiembre de 2015, acrecienta la ya larga lista de adefesios arquitectónicos de las últimas décadas. Lo que hace más grave esta devastación es que se trata de arquitectura sacra, es decir, de una expresión artística que debería ayudar al hombre a elevarse al Cielo.
La primera característica de esas iglesias, así como de otros templos de la liturgia postmoderna, es que, por el contrario, alejan de Dios. Son iglesias feas porque los arquitectos que las proyectan desnaturalizan intencionadamente su función de lugar donde se celebra el culto divino. Es bello lo que es verdadero, y verdadero es lo que cumple su objetivo, lo que no traiciona su propio fin y naturaleza. En este sentido, como señalaba Mario Palmaro, la belleza posee un carácter normativo inherente, remite a la naturaleza humana que no cambia en ningún momento y lugar. Y como el hombre tiene naturaleza racional, «en las cosas humanas, –afirma santo Tomás de Aquino– lo bello se da cuando una cosa se ordena según la razón» (Summa Theologica, II-IIae, q. 142, a. 2).
Los arquitectos modernos se guían por sus propias construcciones mentales deformes en vez por las leyes inmutables que gobiernan el universo. Pero todo lo que produce el hombre sólo tiene perfección y belleza en la medida en que corresponde al fin que le es propio. Si Dios es el fin último de todas las cosas, todo ser creado tiene una finalidad concreta que se corresponde a su propia naturaleza y esencia. El fin es también una función, una actividad específica dirigida a un objetivo.
La belleza de una obra de arte se deriva de su funcionalidad, esto es, de la capacidad de alcanzar el fin al que está dirigida. Santo Tomás lo explica con un ejemplo elocuente: «Todo artífice tiende a dar a su obra la forma mejor, pero no en un sentido absoluto, sino con respecto a un fin. No le preocupa si tal disposición tiene de por sí una deficiencia determinada. Por eso, el artesano que construye una sierra la hace de hierro para que cumpla adecuadamente su función. No le interesa hacerla de vidrio, material más hermoso, porque esa belleza le impediría cumplir su función» (Summa Theologica, I, q. 91, a. 3).
Una sierra de vidrio no sería hermosa porque sería inútil, del mismo modo que una espada que no cortase no sería bella. Una catedral se edifica para celebrar el Santo Sacrificio de la Misa y congregar a los fieles para adorar y rezar. Está bien hecha, o sea es una verdadera catedral, si ayuda a los fieles a rezar y adorar. Si no logra este fin, será irremediablemente fea como las iglesias modernas, que parece más bien que fueran garajes o bodegas de almacenamiento en vez de lugares de oración.
Las catedrales de Chartres, Amiens, Orvieto y San Marcos están consideradas las cuatro biblias de mármol por su capacidad para reproducir en piedra los textos sagrados del Cristianismo y constituyen, por el contrario, un luminoso ejemplo de la correspondencia entre medio y fin. Lo que has hace hermosas es que están creadas con vistas a elevar al hombre al Cielo y cumplen perfectamente dicho objetivo.
Hoy en día es mayor el número de turistas que visitan las catedrales europeas que el de fieles que asisten a los cultos. Y sin embargo las catedrales se construyeron para rezar, no para ser admiradas como obras de arte. Su belleza es consecuencia de la verdad que transmiten y que pocos captan. Antes que fomentar la construcción de horrendos templos, la Iglesia debería tener el cometido de acompañar toda visita a una catedral con una apropiada catequesis que llevara de la belleza a la verdad.
Una obra de arte no es sólo una combinación de superficies, formas y colores, sino la visualización de un pensamiento. Personas procedentes de todos los países y con ideologías muy variadas admiran la belleza de las obras de arte cristianas, sin tener en cuenta que esas obras no se habrían realizado si en primer lugar no hubieran sido concebidas según una mentalidad que era la filosofía del Evangelio. Las catedrales, los frescos y los objetos que forman parte de nuestro patrimonio cultural esconden una concepción del mundo que se reencuentra, un sentido que se redescubre. No podría haber una evangelización más eficaz hoy en día.
La catedral de Créteil, como la iglesia construida por Massimiliano Fuksas en Foligno y el nuevo santuario del padre Pío edificado por Renzo Piano en San Giovanni Rotondo son horrorosos porque reniegan de su propia identidad de lugares sagrados. Son edificios feos, horrendos, porque no son funcionales. Es decir, que no corresponden al fin para el que fueron construidos. Quien visita las nuevas iglesias de Créteil, Foligno o San Giovanni Rotondo no contempla la belleza ni conoce la verdad; se encuentra en un ambiente contrario al deseo de recogimiento y elevación a Dios. La filosofía de vida que ha inspirado esas edificaciones es la de los arquitectos imbuidos de espíritu agnóstico y relativista que las han ideado.
Es la cosmovisión del Occidente nihilista y opulento, extraño a Dios, encerrado en su orgullo, inmerso en su egoísmo. En los neopaganos tiempos que corren no hay lugar para la liturgia milenaria de la Iglesia, para las melodías del gregoriano o de la polifonía, para la tierna devoción de los fieles a la Virgen y los santos. Como mucho, se apela a la Kaaba de La Meca, como en Foligno, o a la religiosidad masónica, como en San Giovanni Rotondo. El mensaje de Créteil es igualmente destructivo: la impresión es la de ser una efímera e ilusoria Disneylandia de la fe.
Las raíces cristianas de la sociedad se extirpan cada vez que se erige un templo como los proyectados por las estrellas de la arquitectura contemporánea. Y esas raíces cristianas se vuelven a implantar cada vez que se construyen y decoran templos según las reglas dictadas por la razón, la fe y la Tradición. Las raíces cristianas se defienden también combatiendo el arte contemporáneo y prestando oídos al mensaje doloroso que nos transmite el pasado a través de las viejas catedrales. Radici Cristiane nació hace dieciocho años para hacer eco de esa voz.
Roberto de Mattei
[Traducido por J.E.F]

jueves, 21 de enero de 2016

FUE UNA CRUZADA esta vez contra el comunismo




D. Luís Rodríguez, combatiente requeté de la última CRUZADA ESPAÑOLA de 1936 nos recuerda en este reportaje como el CARLISMO ha participado en tres guerras contra el LIBERALISMO y otra contra el COMUNISMO (ambos instrumentos de la masoneria y el sionismo) en DEFENSA DE LA CRISTIANDAD. El alzamiento, que fue militar y profundamente popular, se dirigia a quebrantar los asesinatos que en nuestra PATRIA se estaban realizando contra sacerdotes, religiosos y españoles de piedad, y contra la SOVIETIZACIÓN de España que conllevaría la miseria politica, moral y económica de los españoles. Los BOINAS ROJAS supieron, llenos de fervor, participar en un movimiento nacional cuyo objetivo era devolver a España la JUSTICIA, LA PAZ Y LA CARIDAD a un pueblo maltratado por ideologías disolventes ajenas al verdadero ESPÍRITU ESPAÑOL; su ser CATÓLICO. Los españoles de hoy debemos a todos aquellos que participaron en la VICTORIA NACIONAL DE 1939 todo un legado de bienestar y progreso social salvaguarda de lo más importante en una sociedad; DIOS Y SU SANTA RELIGIÓN.

martes, 12 de enero de 2016

MONS. LEFEBVRE - DE LA MISA EVANGÉLICA DE LUTERO AL NOVUS ORDO MISSAE



Señoras y señores:

Esta tarde hablaré de la misa evangélica de Lutero y de las semejanzas asombrosas del nuevo rito de la misa con las innovaciones rituales de Lutero.

¿Por qué estas consideraciones? Porque nos las inspira la idea de ecumenismo que presidió la Reforma litúrgica, según palabras del propio presidente de la Comisión; porque si se probare que esa filiación del nuevo rito existe de verdad, el problema teológico, es decir, el problema de la fe no puede dejarse de plantear de acuerdo con el conocido adagio de "Lex orandi, lex credendi".

Pues bien, los documentos históricos de la Reforma litúrgica de Lutero resultan muy instructivos para explicar la Reforma actual.

Para comprender con claridad cuáles fueron los objetivos de Lutero en esas reformas litúrgicas, debemos recordar brevemente la doctrina de la Iglesia referente al sacerdocio y el Santo Sacrificio de la Misa.

El Concilio de Trento en su XXII Sesión nos enseña que Nuestro Señor Jesucristo, para no poner fin con su muerte a su sacerdocio, instituyó en la última Cena un sacrificio visible destinado a aplicar la virtud salvadora de su Redención a los pecados que cometemos todos los días. Con ese fin estableció que sus apóstoles y sus sucesores fueran sacerdotes del nuevo testamento, instituyendo el sacramento del Orden, que imprime carácter sagrado e indeleble a esos sacerdotes de la Nueva Alianza.

Ese sacrificio visible se cumple sobre nuestros altares por una acción sacrificial por la cual Nuestro Señor, realmente presente bajo las especies del pan y del vino, se ofrece como Víctima a su Padre. Y al ingerir esa víctima comulgamos en la carne y la sangre de Nuestro Señor ofreciéndonos también en unión con Él.

Así pues, la Iglesia nos enseña que:

El sacerdocio de los ministros es esencialmente diferente del sacerdocio de los fieles, que no tienen sacerdocio pero que forman parte de una Iglesia que requiere absolutamente el celibato y una señal externa que lo distinga de los fieles, o sea, el hábito sacerdotal.

El acto esencial del culto realizado por el sacerdote es el Santo Sacrificio de la Misa, que difiere del sacrificio de la Cruz únicamente en que éste fue cruento y aquél es incruento. Se cumple por un acto sacrificial realizado por las palabras de la Consagración y no mediante un simple relato, memorial de la Pasión o de la Cena.

Por ese acto sublime y misterioso se aplican los beneficios de la Redención a cada alma y también a las ánimas del Purgatorio. Y eso se expresa admirablemente en el Ofertorio.

La presencia real de la víctima se hace, por tanto, necesaria y se opera por el cambio de la substancia del pan y del vino en la substancia del cuerpo y la sangre de Nuestro Señor. Por consiguiente, se debe adorar la Eucaristía y tener por ella un inmenso respeto: de ahí la tradición de reservar a los sacerdotes el encargarse de la Eucaristía.

La Misa del sacerdote solo en la cual él es el único que comulga es, pues, un acto público, un sacrificio del mismo valor que todo sacrificio de la Misa y soberanamente útil al sacerdote y a todas las almas. Por eso, la Misa privada es algo recomendado y deseado por la Iglesia.

Éstos son los principios que dan origen a las oraciones, a los cantos y a los ritos que han hecho de la Misa Latina una verdadera joya cuya piedra preciosa es el Canon. No puede leerse sin emoción lo que acerca de eso dijo el Concilio de Trento: "Como conviene tratar santamente las cosas santas y como ese Sacrificio es la más santa de todas, para que fuese ofrecido y recibido dignamente la Iglesia Católica instituyó muchos siglos atrás el santo Canon, de tanta pureza y tan libre de error que nada hay en él que no exhale santidad y piedad exterior y que no eleve hacia Dios a los espíritus de quienes se ofrecen. En efecto, se compone de las palabras mismas del Señor, de las tradiciones de los Apóstoles y de las piadosas instrucciones de los Santos Pontífices" (Sesión XXII, cap. 4).

Veamos ahora cómo Lutero realizó su Reforma, es decir, su misa evangélica, como él mismo la llama, y con qué espíritu. Para eso recurriremos a una obra de León Cristiani que data de 1910 y que, por tanto, está libre de que se sospeche alguna influencia de las reformas actuales. Esa obra se titula Del Luteranismo al Protestantismo. Nos interesa por las citas que trae de Lutero o de sus discípulos sobre el tema de la Reforma litúrgica.

Ese estudio es muy instructivo, ya que Lutero no vacila en manifestar el espíritu liberal que lo anima. "Ante todo —escribe—suplico amigablemente (...) a todos los que quieran examinar o seguir la presente ordenanza del servicio divino, no ver en ella una ley obligatoria que por ello esclavice a ninguna conciencia. Que cada uno la adopte cuando, donde y como le plazca. Así lo quiere la libertad cristiana" (p. 314).

"El culto se dirigía a Dios como homenaje; de ahora en adelante se dirigirá al hombre para consolarlo e iluminarlo. El sacrificio ocupaba el primer lugar; ahora lo suplantará el sermón" (p. 312).

¿Qué piensa Lutero del sacerdocio? En su obra sobre la misa privada busca demostrar que el sacerdocio católico es una invención del demonio. Para ello invoca un principio, en lo sucesivo fundamental: "Lo que no está en la Escritura es un agregado de Satanás. Ahora bien, la Escritura no conoce el sacerdocio visible. No conoce más que un sacerdote, un Pontífice, el único: Cristo. Con Cristo todos somos sacerdotes. El sacerdocio es a la vez único y universal. ¡Qué locura querer acapararlo para unos pocos! ... Toda distinción jerárquica entre los cristianos es digna del Anticristo. Por lo tanto, malditos sean los pretendidos sacerdotes" (p. 269).

En 1520 escribe su Manifiesto a la nobleza cristiana de Alemania en el cual ataca a los "Romanistas" y pide un Concilio libre.

"La primera muralla alzada por los Romanistas" es la distinción entre clérigos y laicos. "Se ha descubierto —dice— que el papa, los obispos, los sacerdotes y los monjes componen el estado eclesiástico, en tanto que los príncipes, los señores, los artesanos y los campesinos forman el estado secular. Eso es una pura invención y una mentira. En verdad, todos los cristianos son el estado eclesiástico, entre ellos no hay más diferencia que la de la función... Si el papa o un obispo da la unción, hace tonsuras, ordena, consagra, se viste de distinta forma que los laicos, puede hacer que tramposos o ídolos sean ungidos, pero no puede hacer un cristiano ni un eclesiástico... todo lo que sale del bautismo puede jactarse de ser consagrado sacerdote, obispo y papa, aunque no convenga a todos ejercer esa función" (pp. 148-149).

De esa doctrina Lutero saca consecuencias contra el hábito eclesiástico y contra el celibato. Él mismo y sus discípulos dan el ejemplo: abandonan el celibato y se casan.

¡Cuántos hechos derivados de las Reformas del Vaticano II se asemejan a las conclusiones de Lutero!: el abandono del hábito religioso y eclesiástico, los numerosos matrimonios aprobados por la Santa Sede, o sea la ausencia de todo carácter distintivo entre el sacerdote y el laico. Ese igualitarismo se manifestará en la atribución de funciones litúrgicas hasta ahora reservadas a los sacerdotes.

La supresión de las órdenes menores y del subdiaconado, el matrimonio de los diáconos, contribuyen al concepto puramente administrativo del sacerdote y a la negación del carácter sacerdotal: la ordenación se orienta hacia el servicio de la comunidad y ya no hacia el sacrificio, que es lo único que justifica la concepción católica del sacerdocio.

Los sacerdotes obreros, sindicalistas, o que buscan un empleo remunerado por el Estado, contribuyen también a hacer desaparecer toda distinción. Van más lejos que Lutero.

El segundo error doctrinal grave de Lutero será consecuencia del primero y estará fundado también en su primer principio: la fe o la confianza es lo que salva, y no las obras, así como niega el acto sacrificial que es esencialmente la Misa católica.

Para Lutero la misa puede ser un sacrificio de alabanza, es decir, un acto de alabanza, de acción de gracias, pero para nada un sacrificio expiatorio en el que se renueva y se aplica el sacrificio de la Cruz.

Al hablar de las perversiones del culto en los conventos, decía: "El elemento principal de su culto, la misa, sobrepasa toda impiedad y toda abominación, hacen de eso un sacrificio y una obra buena. Aunque no hubiese otro motivo para dejar el hábito, para salir del convento, para romper los votos, ése solo bastaría ampliamente" (p. 258).

La misa es una "sinaxis", una comunión. La Eucaristía ha estado sometida a una triple y lamentable cautividad: se ha retaceado a los laicos el uso del Cáliz, se ha impuesto como dogma la opinión inventada por los tomistas de la transubstanciación, se ha hecho de la misa un sacrificio.

Lutero toca aquí un punto capital. Pero no vacila. "Por lo tanto, es un error evidente e impío —escribe— ofrecer o aplicar la misa por pecados, por satisfacciones, por los difuntos... La misa es ofrecida por Dios al hombre, y no por el hombre a Dios...".

En cuanto a la Eucaristía, como ante todo debe excitar la fe, debería ser celebrada en lengua vulgar, para que todos pudiesen comprender bien la grandeza de la promesa que se les recuerda (p. 176).

Lutero decidirá, como consecuencia de esa herejía, la supresión del ofertorio, que expresa claramente el fin propiciatorio y expiatorio del sacrificio; suprimirá la mayor parte del Canon, conservará los textos esenciales pero como relato de la Cena. Con el fin de estar más cerca de lo que se realiza en la Cena, agregará en la consagración del pan "quod pro vobis tradetur", suprimirá las palabras "mysterium fidei" y las palabras "pro multis". Considerará como palabras esenciales del relato las que preceden a la consagración del pan y del vino y las frases que siguen.

Lutero estima que la misa es, en primer lugar, la liturgia de la Palabra, y en segundo lugar una comunión. No se puede menos que quedar estupefacto al comprobar que la nueva Reforma ha aplicado las mismas modificaciones y que, en verdad, los textos modernos puestos en manos de los fieles ya no hablan de sacrificio sino de la "liturgia de la Palabra", del relato de la Cena y del reparto del pan o de la Eucaristía.

El artículo VII de la Instrucción que introducía el nuevo rito era significativo de una mentalidad ya protestante. La corrección que luego se agregó no satisface en absoluto.

La supresión de la piedra del altar, la introducción de la mesa revestida de un solo mantel, el sacerdote vuelto hacia el pueblo, la hostia colocada siempre sobre la patena y no sobre el corporal, la autorización del pan común, de vasos hechos de cualquier metal, incluso los menos nobles, y muchos otos detalles contribuyen a inculcar en los asistentes las nociones protestantes opuestas esencial y gravemente a la doctrina católica.

Nada más necesario para la supervivencia de la Iglesia Católica que el Santo Sacrificio de la Misa; echar sombras sobre él equivale a sacudir los cimientos de la Iglesia. Toda la vida cristiana, religiosa, sacerdotal, se funda sobre la Cruz, sobre el Santo Sacrificio de la Cruz renovado sobre el altar.

Lutero concluye con la negación de la transubstanciación y de la presencia real, tal como fue enseñada por la Iglesia Católica. Para él, el pan sigue siendo pan. En consecuencia, como lo dice su discípulo Melanchton, que se alza con fuerza contra la adoración del Santísimo Sacramento: "Cristo instituyó la Eucaristía como un recuerdo de su Pasión. Es una idolatría adorarlo" (p. 262).

De ahí la comunión en la mano y bajo las dos especies: efectivamente, al negar la presencia del cuerpo y la sangre de Nuestro Señor bajo cada una de las dos especies, es normal que la Eucaristía sea considerada como incompetente bajo una sola especie.

Ahí se puede medir la extraña similitud de la Reforma actual con la de Lutero. Todas las nuevas autorizaciones referentes al uso de la Eucaristía van en sentido de menos respeto, del olvido de la adoración: comunión en la mano y su distribución por laicos, incluso por mujeres; reducción de las genuflexiones, lo cual ha llevado a que numerosos sacerdotes las omitan; uso de pan común y de vasos comunes, todas reformas que contribuyen a la negación de la presencia real tal como se enseña en la Iglesia Católica.

No se puede menos que sacar como conclusión que, por estar los principios íntimamente unidos con la práctica según el adagio "lex orandi, lex credendi", el hecho de imitar en la liturgia de la Misa la Reforma de Lutero lleva infaliblemente a adoptar poco a poco las propias ideas de Lutero. La experiencia de los últimos seis años, a partir de la publicación del nuevo Ordo, lo prueba con creces. Las consecuencias de ese modo de proceder, presuntamente ecuménico, son catastróficas, primeramente en el terreno de la fe, y sobre todo en la corrupción del sacerdocio y la escasez de vocaciones, en la unidad de los católicos, desunidos en todas partes por causa de esa cuestión que los toca tan de cerca, y en las relaciones con los protestantes y los ortodoxos.

La concepción protestante sobre ese tema vital y esencial de la Iglesia —Sacerdocio-Sacrificio-Eucaristía— es totalmente opuesta a la de la Iglesia Católica. No por nada se celebró el Concilio de Trento y se produjeron todos los documentos del Magisterio vinculados con él desde hace cuatro siglos.

Resulta imposible, desde el punto de vista psicológico, pastoral, y teológico, que los católicos abandonen una liturgia que constituye verdaderamente la expresión y el sostén de su fe para adoptar nuevos ritos que fueron concebidos por herejes, sin someter con ello su fe a un enorme peligro. No se puede imitar constantemente a los protestantes sin convertirse en uno de ellos.

¡Cuántos fieles, cuántos sacerdotes jóvenes, cuántos obispos, han perdido la fe desde la adopción de esas reformas! No se puede contrariar a la naturaleza y a la fe sin que ellas se tomen su venganza.

Os resultará de provecho leer el relato de las primeras misas evangélicas y sus consecuencias para convencernos de ese extraño parentesco entre las dos Reformas.

"En la noche del 24 al 25 de diciembre de 1521, la muchedumbre invadió la Iglesia parroquial... La «misa evangélica» iba a comenzar. Karlstadt sube a la cátedra, predica sobre la Eucaristía, presenta la comunión bajo las dos especies como obligación y la confesión previa como inútil. Basta solamente con la fe. Karlstadt se presenta en el altar con traje seglar, recita el Confiteor, empieza la misa como siempre hasta el evangelio. El ofertorio, la elevación, en una palabra, todo lo que recuerda la idea de sacrificio, se suprime. Después de la consagración viene la comunión. Entre los asistentes muchos no se han confesado, muchos han comido y bebido y hasta tomado aguardiente, pero se acercan igual que los otros. Karlstadt distribuye las hostias y presenta el cáliz. Los comulgantes toman con la mano el pan consagrado y beben a su gusto. Una de las hostias se escapa y cae sobre la ropa de un asistente, un sacerdote la levanta. Otra hostia cae al suelo. Karlstadt dice a los laicos que la levanten y, como se niegan a ello por respeto o por superstición, se contenta con decir: que se quede donde está, siempre que no le pasen por encima".

El mismo día un sacerdote de los alrededores daba la comunión bajo las dos especies a unas cincuenta personas, de las cuales solamente cinco se habían confesado. El resto había recibido la absolución en masa y como penitencia se les había recomendado simplemente no recaer en el pecado.

Al día siguiente Karlstadt celebraba sus esponsales con Anna de Mochau. Muchos sacerdotes imitaron su ejemplo y se casaron.

Durante ese tiempo, Zwilling, escapado de su convento, predicaba en Eilemburgo. Se había quitado el hábito de monje y usaba barba. Con traje de seglar, tronaba contra la misa privada. En Año Nuevo distribuyó la comunión bajo las dos especies. Las hostias se distribuyeron de mano en mano. Muchos se las guardaron en el bolsillo y se las llevaron. Una mujer, al consumir la hostia, dejó caer unos trozos al suelo. Nadie hizo caso. Los fieles tomaron ellos mismos el cáliz y apuraron grandes tragos.

El 29 de febrero de 1522 Zwilling se casó con Catherine Falki. Hubo entonces una verdadera epidemia de casamientos de sacerdotes y de monjes. Los monasterios comenzaron a vaciarse. Los monjes que quedaban en los conventos arrasaron los altares con excepción de uno solo, quemaron las imágenes de los santos, y hasta el óleo de los enfermos.

Entre los sacerdotes reinaba la mayor anarquía. Cada uno decía la misa a su gusto. El consejo, desbordado, resolvió fijar una liturgia nueva destinada a poner orden, aprobando las reformas.

Por ese medio se reguló la manera de decir misa. El introito, el Gloria, la epístola, el evangelio y el Sanctus se conservaban, seguidos por una predicación. El ofertorio y el canon se suprimieron. El sacerdote recitaría simplemente la institución de la Cena, se dirían en alta voz y en alemán las palabras de la Consagración, y se daría la comunión bajo las dos especies. El canto del Agnus Dei de la comunión y del Benedicamus Dominus terminaba el servicio (pp. 281-285).

Lutero se preocupa por crear nuevos cánticos. Busca poetas y los encuentra, no sin dificultades. Las fiestas de los santos desaparecen. Lutero dispone las transiciones. Conserva el mayor número posible de ceremonias antiguas, limitándose a cambiar su sentido. La misa conserva gran parte de su aparato exterior. El pueblo vuelve a encontrar en las iglesias la misma decoración, los mismos ritos, con retoques hechos para agradarle, porque ahora se le tienen muchas más contemplaciones que antes. Tiene conciencia de que se lo toma más en cuenta en el culto. Toma parte más activa por el canto y la oración en alta voz. Poco a poco el latín da paso definitivamente al alemán.

La consagración será cantada en alemán y se concibe en estos términos: "Nuestro Señor, la noche en que fue traicionado, tomó pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad y comed, éste es mi cuerpo que fue entregado por vosotros. Haced esto, todas las veces que lo hagáis, en memoria mía. De la misma manera tomó el cáliz después de la cena y dijo: Tomad y bebed todos, éste es el cáliz, un nuevo testamento, en mi sangre que fue vertida por vosotros y por la remisión de los pecados. Haced esto, todas las veces que lo hagáis, en memoria mía" (p. 317).

De esa manera se ve el agregado de las palabras "quod pro vobis tradctur" (que fue entregado por vosotros) y la supresión de "mysterium fidei" y de "pro multis" en la consagración del vino.

Estos relatos acerca de la misa evangélica, ¿no expresan los sentimientos que tenemos en cuanto a la liturgia reformada a partir del Concilio?

Todos esos cambios del nuevo rito son verdaderamente peligrosos porque poco a poco, sobre todo los sacerdotes jóvenes, que ya no tienen idea del Sacrificio, de la presencia real, de la transubstanciación y para los cuales todo eso ya no significa nada, repito, los sacerdotes jóvenes pierden la intención de hacer lo que hace la Iglesia, y ya no dicen misas válidas.

Ciertamente, los sacerdotes de edad, cuando celebran según el nuevo rito, tienen todavía la fe de siempre. Han dicho Misa durante tantos años que conservan sus mismas intenciones y se puede creer que sus misas son válidas. Pero en la medida en que esas intenciones se alejan, desaparecen; en tal medida, sus misas ya no serán válidas.

Han querido aproximarse a los protestantes, pero son los católicos los que se han vuelto protestantes, y no los protestantes los que se han vuelto católicos. Eso es evidente.

Cuando cinco cardenales y quince obispos asistieron al "Concilio de jóvenes" en Taizé, ¿cómo pueden esos jóvenes saber qué es el catolicismo y qué es el protestantismo? Algunos tomaron la Comunión entre los protestantes, y otros entre los católicos.

Cuando el cardenal Willebrands fue al Consejo Ecuménico de Iglesias, en Ginebra, declaró: "Debemos rehabilitar a Lutero". ¡Y lo dijo como enviado de la Santa Sede!

Veamos la Confesión. ¿En qué se ha convertido el Sacramento de la Penitencia con esa absolución colectiva? Esa manera de decir a los fieles: "Os hemos dado la absolución colectiva, podéis comulgar, y cuando tengáis ocasión, si tenéis pecados graves, iréis a confesaros en los próximos seis meses, o dentro de un año...", ¿quién puede decir que esa manera de obrar sea pastoral? ¿Qué idea podremos forjarnos del pecado mortal?

El sacramento de la Confirmación también se encuentra en análoga situación. Ahora hay una fórmula corriente: "Te signo con la Cruz y recibe el Espíritu Santo". Deben aclarar cuál es la gracia especial del Sacramento por el cual se da el Espíritu Santo. Si no se dice: "Ego te confirmo in nomine Patris...", ¡no hay Sacramento! También lo dije a los cardenales porque me afirmaron: "¡Dais la Confirmación en donde no tenéis derecho a hacerlo!". Lo hago porque los fieles tienen miedo de que sus hijos ya no tengan la gracia de la Confirmación, porque tienen dudas sobre la validez del Sacramento que se da ahora en las iglesias. Para tener al menos la seguridad de recibir verdaderamente la gracia, me piden dar la Confirmación. Lo hago porque me parece que no puedo rehusarme a los que me piden la Confirmación válida, aun cuando no sea lícita. Porque estamos en una época en la que el derecho divino natural y sobrenatural se impone al derecho positivo eclesiástico cuando éste se le opone en lugar de ser su canalización.

Nos encontramos en una crisis extraordinaria. No podemos seguir esas reformas. ¿Dónde están los buenos frutos que han dado? ¡Eso es lo que me pregunto, en verdad! La reforma litúrgica, la reforma de los seminarios, la reforma de las congregaciones religiosas... ¡Todos esos capítulos generales! ¿Dónde han puesto ahora a esas pobres congregaciones? Todo desaparece... ¡Ya no hay novicios, ya no hay vocaciones! .

El Cardenal-Arzobispo de Cincinatti lo reconoció asimismo en el Sínodo de Obispos en Roma: "En nuestros países —representaba a todos los países de habla inglesa—ya no hay vocaciones porque ya no se sabe qué es el sacerdote". Por lo tanto, debemos permanecer en la Tradición. Sólo la Tradición nos da verdaderamente la gracia, nos da verdaderamente la continuidad en la Iglesia. Si abandonamos la Tradición, contribuiremos a la demolición de la Iglesia.

También le dije a los cardenales: "¿No veis en el Concilio que el esquema sobre la libertad religiosa es un esquema contradictorio? En su primera parte se dice: "Nada ha cambiado en la Tradición" y en el contenido de ese esquema todo es contrario a la Tradición. Es contrario a lo que dijeron Gregorio XVI, Pío IX y León XIII".

"Entonces, ¡hay que elegir! O estamos de acuerdo con la libertad religiosa del Concilio y en ese caso nos oponemos a lo que dijeron esos Papas; o estamos de acuerdo con esos Papas y en ese caso no estamos de acuerdo con lo que se dice en el esquema de la libertad religiosa. Es imposible estar de acuerdo con las dos cosas. Y agregué: Opto por la Tradición, estoy por la Tradición y no por esas novedades, que son el liberalismo.

Nada menos que ese liberalismo que fue condenado por todos los Pontífices durante un siglo y medio. Ese liberalismo ha entrado en la Iglesia a través del Concilio: la libertad, la igualdad y la fraternidad".

La libertad: la libertad religiosa; la fraternidad: el ecumenismo; la igualdad: la colegialidad. Y ésos son los tres principios del liberalismo, que provino de los filósofos del siglo del siglo XVI y desembocó en la Revolución francesa.

Ésas son las ideas que han entrado en el Concilio por medio de palabras equívocas. Y ahora vamos a la ruina, la ruina de la Iglesia, porque esas ideas son absolutamente contra natura y contra la fe. No hay igualdad entre nosotros, no hay verdadera igualdad. Ya lo dijo muy bien y con toda claridad el Papa León XIII en su encíclica sobre la libertad.

Después, la fraternidad. Si no hay un padre, ¿adónde iremos a buscar la fraternidad? Si no hay Padre, si no hay Dios, ¿cómo vamos a ser hermanos? ¿Cómo podemos ser hermanos sin un padre común? ¡Imposible! ¿Tenemos que abrazar a todos los enemigos de la Iglesia, a los comunistas, a los budistas, a todos los que están contra la Iglesia?, ¿a los masones?

Y ese decreto fechado hace una semana que dice que ahora ya no hay excomunión para un católico que entra en la masonería. ¿La masonería que destruyó a Portugal?, ¿que estuvo en Chile con Allende, y ahora en Vietnam del Sur? Hay que destruir a los Estados católicos: Austria durante la Primera Guerra mundial, Hungría, Polonia... ¡Los masones quieren la destrucción de los países católicos! ¿Qué pasará dentro de un año en España, en Italia, etcétera? ¿Por qué la Iglesia abre los brazos a toda esa gente que son enemigos de la Iglesia?

¡Ah, cuánto debemos rezar, rezar! Presenciamos un ataque del demonio contra la Iglesia como jamás se vio. Debemos rezar a Nuestra Señora la Santísima Virgen María; para que venga en nuestra ayuda, porque verdaderamente no sabemos qué ocurrirá mañana. ¡Es imposible que Dios tolere todas esas blasfemias, esos sacrilegios, que se hacen a Su gloria, a Su majestad! Pensemos en las leyes del aborto, que vemos en tantos países, en el divorcio en Italia, toda esa ruina de la ley moral, esa ruina de la verdad. ¡Resulta difícil creer que todo eso pueda ocurrir sin que un día Dios hable y castigue al mundo con penas terribles!

Por eso debemos pedir a Dios misericordia para nosotros y para nuestros hermanos; pero debemos luchar, combatir. Combatir para mantener la Tradición y no tener miedo. Mantener, por sobre todo, el rito de nuestra Santa Misa, porque es el fundamento de la Iglesia y de la civilización cristiana. Si ya no hubiera una verdadera Misa en la Iglesia, la Iglesia desaparecería.

Debemos, pues, conservar ese rito, ese Sacrificio. Todas nuestras iglesias se construyeron para esa Misa, no para otra: para el Sacrificio de la Misa, no para una Cena, para una Comida, para un Memorial, para una Comunión. ¡No! ¡Fue para el Sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo que continúa sobre nuestros altares! ¡Por eso nuestros antepasados construyeron esas iglesias hermosas, no para una Cena ni para un memorial, no!

Confío en vuestras oraciones para mis seminaristas, para hacer de ellos verdaderos sacerdotes, que posean la fe y que así puedan dar los verdaderos sacramentos y el verdadero Santo Sacrificio de la Misa. Muchas gracias.

(Conferencia pronunciada en Florencia el 15 de febrero de 1975).


LA MISA NUEVA
Mons. Marcel Lefebvre