miércoles, 30 de junio de 2010

VIGILANTES DE LA NOCHE



Este video trata sobre la Abadía benedictina de Barroux, Francia, que sigue la liturgia tradicional, es decir, la Santa Misa de siempre. En el que se muestra la vida de oración y de trabajo de los monjes benedictinos, marcada por los diferentes oficios de la jornada cantados en gregoriano.

lunes, 28 de junio de 2010

CARTA ABIERTA A LOS CATÓLICOS PERPLEJOS (X)

EL ECUMENISMO

En medio de esta confusión de ideas, en la que algunos cristianos parecen ahora complacerse, hay una tendencia particularmente perniciosa para la fe y tanto más peligrosa por cuanto se presenta con las apariencias de la caridad. La palabra ecumenismo, aparecida en 1927 en un congreso que se reunió en Lausanne, debería poner por sí misma en guardia a los católicos, teniendo en cuenta la definición que se da de dicha palabra en todos los diccionarios: "Ecumenismo-. movimiento favorable a la reunión de todas las Iglesias cristianas en una sola". No es posible fundir principios contradictorios, eso es evidente; no se puede reunir la verdad y el error para hacer de ellos una sola cosa. Esto sólo sería posible adoptando errores y rechazando parcial o totalmente la verdad. El ecumenismo se condena por sí mismo.

El término alcanzó tal difusión a partir del último concilio que penetró el lenguaje profano. Ahora se habla de ecumenismo universitario, de ecumenismo informático y de otros tipos de ecumenismo, para expresar una posición de diversidad, de eclecticismo.

En el lenguaje religioso, el ecumenismo se extendió últimamente a las religiones no cristianas, lo cual se tradujo inmediatamente en actos. Un diario del oeste de Francia nos indica mediante un ejemplo preciso el modo en que se realiza la evolución: en una pequeña parroquia de la región de Cherburgo, la población católica se preocupa por los trabajadores musulmanes que acaban de llegar a una construcción. Esta es una actitud caritativa y no se puede dejar de felicitar a dichos católicos. En una segunda fase, vemos a los musulmanes pidiendo un local para celebrar el Ramadan y a los cristianos ofreciéndoles el subsuelo de su iglesia. Luego comienza a funcionar en ese lugar una escuela coránica. Al cabo de dos años, los cristianos invitan a los musulmanes a celebrar la Navidad con ellos y mediante "una oración común preparada sobre la base de extractos de los suras del Corán y de los versículos del Evangelio". La caridad mal entendida condujo a esos cristianos a pactar con el error.

En Lille, los dominicos proporcionaron a los musulmanes una capilla para que fuera transformada en mezquita. En Versalles, se ha pedido dinero en las iglesias para "la compra de un lugar de culto para los musulmanes". En Roubaix y en Marsella les fueron cedidas otras capillas, así como una iglesia en Argenteuil. ¡Los católicos se convierten en apóstoles del peor enemigo de la Iglesia de Cristo que es el islamismo y ofrecen sus óbolos a Mahoma! Según parece, en Francia hay más de cuatrocientas mezquitas y en muchos casos fueron los católicos quienes proporcionaron el dinero para su construcción.

Hoy todas las religiones tienen derecho de ciudadanía en la iglesia. Un cardenal francés celebraba un día la misa en presencia de monjes tibetanos a los que había puesto en la primera fila, vestidos con sus hábitos de ceremonia y se inclinaba frente a ellos mientras un animador anunciaba; "Los bonzos participarán con nosotros en la celebración eucarística". En una iglesia de Rennes se celebró el culto de Buda; en Italia, veinte monjes fueron iniciados solemnemente en el zen por un budista.

No terminaría nunca de citar ejemplos de sincretismo que se nos presentan todos los días. Asistimos al desarrollo de asociaciones, al nacimiento de movimientos que siempre encuentran un eclesiástico para presidirlos, como ese movimiento que quiere llegar "a la fusión de todas las espiritualidades en el amor". O bien se lanzan proyectos asombrosos como la transformación de Nótre-Dame-de-la-Garde en lugar de culto monoteísta para los cristianos, los musulmanes y los judíos, proyecto que felizmente encontró la firme oposición de grupos de laicos.

El ecumenismo, en su acepción estrecha, es decir, reservado a los cristianos, organiza celebraciones eucarísticas comunes con los protestantes, como se ha hecho especialmente en Estrasburgo; o bien son los anglicanos quienes invitan en la catedral de Chartres para celebrar la "Cena eucarística". La única celebración que no se admite ni en Chartres, ni en Estrasburgo, ni en Rennes ni en Marsella es la de la Santa Misa según el rito codificado por san Pío V.

¿Qué conclusión puede sacar de todo esto el católico que ve a las autoridades eclesiásticas consintiendo en ceremonias tan escandalosas? La conclusión de que todas las religiones tienen su valor, de que podría muy bien buscar uno la salvación entre los budistas o los protestantes. Ese católico corre el riesgo de perder la fe en la Santa Iglesia. Y eso es lo que se les sugiere; se quiere someter a la iglesia al derecho común, se la quiere colocar en el mismo plano que las otras religiones, se evita decir (hasta entre sacerdotes, seminaristas y profesores de seminario) que la Iglesia católica es la única iglesia, que ella sola posee la verdad, que ella sola es la única capaz de dar la salvación a los hombres por obra de Jesucristo. Ahora se dice abiertamente: "La (Iglesia no es más que un fermento espiritual en la sociedad pero al igual que las demás religiones..., tal vez un poco más que las otras religiones..." En rigor de verdad se acepta, y no siempre, asignarle una ligera superioridad. En ese caso la Iglesia sería tan solo útil, ya no sería necesaria. Constituiría uno de los medios de alcanzar la salvación.

Es menester decirlo claramente: semejante concepción se opone de manera radical al dogma mismo de la iglesia católica. La Iglesia es la única arca de salvación, no debemos tener miedo de afirmarlo. Muchas veces se habrá oído decir: "Fuera de la Iglesia no hay salvación" y esto choca a las mentalidades contemporáneas. Es fácil hacer creer que este principio ya no está en vigor, que ha quedado superado. Parece un principio de severidad excesiva.

Sin embargo nada ha cambiado, pues nada puede cambiar en este dominio. Nuestro Señor no fundó varias Iglesias, sino que fundó sólo una. Sólo hay una cruz por obra de la cual uno puede salvarse y esa cruz le ha sido dada a la Iglesia católica, no ha sido dada a las demás. Cristo dio todas sus gracias a su Iglesia que es su esposa mística. Ninguna gracia otorgada al mundo, ninguna gracia registrada en la historia de la humanidad se distribuye sin pasar por la Iglesia.

¿Quiere eso decir que ningún protestante, ningún musulmán, ningún budista, ningún animista se salvará? No, eso no es cierto, pensarlo es incurrir en un segundo error. Aquellos que protestan contra la intolerancia al oír la fórmula de san Cipriano "Fuera de la Iglesia no hay salvación" ignoran el Credo "Reconozco un solo bautismo para la remisión de los pecados" y no están suficientemente instruidos sobre lo que es el bautismo. Hay tres maneras de recibirlo: el bautismo por el agua, el bautismo por la sangre (éste es el bautismo de los mártires que confesaron su fe cuando todavía eran catecúmenos) y el bautismo de deseo.

El bautismo de deseo puede ser explícito. Muchas veces en África oíamos que uno de nuestros catecúmenos decía: "Padre mío, bautíceme en seguida pues si muriera antes de su próximo paso por aquí iría al infierno". Nosotros les respondíamos: "No, si no tenéis un pecado mortal sobre la conciencia y si tenéis el deseo del bautismo ya poseéis la gracia en vosotros".

Esa es la doctrina de la Iglesia que reconoce también el bautismo de deseo implícito. Este bautismo consiste en el acto de hacer la voluntad de Dios. Dios conoce todas las almas y por consiguiente sabe que en los medios protestantes, musulmanes, budistas y en toda la humanidad hay almas de buena voluntad. Esas almas reciben la gracia del bautismo sin saberlo, pero de una manera efectiva y, por lo tanto, quedan incorporadas a la iglesia.


Pero el error consiste en pensar que esas almas se salvan por su religión; se salvan en su religión, pero no por esa religión. No se salvan por obra del islamismo o por obra del sintoísmo. En el cielo no hay Iglesia budista, ni iglesia protestante. Estas son cosas que pueden parecer duras, pero así es la verdad. No fui yo quien fundó la Iglesia, fue Nuestro Señor, el hijo de Dios. Nosotros, los sacerdotes, estamos obligados a decir la verdad.

¡Pero al precio de qué dificultades llegan a recibir el bautismo de deseo los hombres de aquellos países en los que no ha penetrado el cristianismo! El error es una pantalla que oculta al Espíritu Santo. Por eso la Iglesia envió siempre misioneros a todos los países del mundo y muchos de ellos murieron en el martirio. Si se puede encontrar la salvación en cualquier religión, ¿para qué cruzar los mares e ir a climas insalubres para someterse a una vida penosa, a la enfermedad y a una muerte prematura? Después del martirio de san Esteban, el primero que dio su vida por Cristo, motivo por el cual se celebra su fiesta el día siguiente de Navidad, el 26 de diciembre, los apóstoles se embarcaron para difundir la buena nueva en toda la cuenca del Mediterráneo; ¿habrían procedido así si la salvación podía encontrarse también en el culto de Cibeles o en los misterios de Eleusis? ¿Por qué Nuestro Señor les habría dicho: "Id a evangelizar las naciones"?

Es pasmoso que hoy algunos pretendan dejar a cada uno el cuidado de encontrar su camino hacia Dios según las creencias de su "medio cultural". El obispo dijo a un sacerdote que quería convertir a pequeños musulmanes: "Pero no, haga de ellos buenos musulmanes, eso será mejor que convertirlos en católicos". Me han asegurado que los padres de Taizé habían solicitado antes del concilio hacerse católicos después de abjurar de sus errores. Las autoridades les dijeron entonces: "No, esperen, después del concilio ustedes serán el puente entre los católicos y los protestantes".


Quienes dieron semejante respuesta tienen una pesada responsabilidad ante Dios, pues la gracia se da en un determinado momento y tal vez no siempre ocurre. En la actualidad los padres de Taizé, que sin duda tienen buenas intenciones, continúan estando fuera de la Iglesia y siembran la confusión en el espíritu de los jóvenes que van a verlos.

Ya me he referido a las conversiones que cesaron bruscamente en países como los Estados Unidos donde se producían alrededor de ciento setenta mil por año, como Gran Bretaña, como Holanda.

El espíritu misionero se ha extinguido porque se ha dado una mala definición de la Iglesia y a causa de la declaración del concilio sobre la libertad religiosa de la que ahora tendré que hablar.

Mons. Marcel Lefebvre

(Continuará)

sábado, 26 de junio de 2010

LIBRO: EN LAS AGUAS TURBIAS DEL CONCILIO VATICANO II


“El Concilio es como un manantial que se convierte
en un río. La corriente del río nos sigue aun cuando
la fuente del manantial está lejos. Se puede decir que
el Concilio dejó un legado a la Iglesia que lo celebró. El
Concilio no nos obliga tanto a mirar hacia atrás, al acto
de su celebración, sino, más bien, nos obliga a tomar en
consideración la herencia que de él hemos recibido, la
cual está presente y permanecerá presente en el futuro.
¿Qué herencia es esa?”

Paulo Vl



El estudio más completo acerca del Concilio Vaticano II que se haya hecho hasta ahora y el objetivo primario es el análisis del Concilio Vaticano II, su espíritu, su pensamiento de fondo y sus frutos. El objetivo secundario es el estudio de la unidad que dichos elementos presentan entre sí.

Plan de la obra:

1° Análisis de la letra de los documentos conciliares (volumen I).

2° Análisis del espíritu del concilio (volúmenes II, III, IV y V).

3° Análisis de los frutos del Vaticano II (además de los tratados en los volúmenes anteriores, especialmente los volúmenes VI, VII, VIII, IX, X y XI).

Descripción sumaria de cada volumen de esta obra:

I En las Aguas Turbias del Concilio Vaticano II: busca analizar la letra de los documentos conciliares y muestra la imposibilidad de hacerlo debido a su ambigüedad lingüística intencional.

II Animus Injuriandi I (Deseo de Insultar I): presenta una larga serie de ofensas hechas a la Santa Madre Iglesia por los jerarcas y teólogos más representativos tanto de los tiempos inmediatos previos al Vaticano II como posteriores a éste.

III Animus Injuriandi II: relata las ofensas contra la religión.

IV Animus Delendi I (Deseo de Destruir I): presenta una doctrina del progresismo y un plan para la auto-demolición de la Iglesia y los importantes hechos que muestran cómo este nefasto trabajo está siendo realizado.

V Animus Delendi II: presenta un resumen de las dos principales iniciativas desarrolladas por la corriente progresista: el ecumenismo y la secularización. El objetivo indirecto de estas iniciativas, alentadas oficialmente por los pontífices conciliares, es la destrucción de la fe católica y los restos de la Cristiandad que todavía viven en los Estados y en la sociedad occidentales.

VI Inveniet fidem? (¿Encontrará Fe?): demuestra cómo los documentos conciliares están propiciando una sistemática destrucción de la fe católica.

VII Destructio Dei (La Destrucción de Dios): demuestra cómo la teología conciliar está mudando la concepción personal y transcendente de Dios que la fe católica nos enseñó.

VIII Fumus Satanae (El humo de Satanás): presenta el nuevo concepto inmanente de Dios que está siendo predicado por la teología conciliar.

IX Creatio (Creación): presenta la nueva doctrina progresista – el evolucionismo – y cómo está siendo aplicada para modificar la noción de la creación y de la historia.

X Peccato, Redemptio (Pecado y Redención): analiza el ataque a las nociones tradicionales de pecado original y de la redención y las nuevas teorías que las reemplazan.

XI Ecclesia (La Iglesia): analiza los principales nuevos conceptos de Iglesia que vienen del Vaticano II: Iglesia misterio, pueblo de Dios, Iglesia pecadora, Iglesia peregrina, Iglesia pobre, etc.

Dada la profundidad y seriedad de análisis, como también por la abundante documentación contenida, esta obra está dirigida a un público bastante amplio, ya que creemos merece la lectura cuidadosa y reflexiva de obispos, sacerdotes, estudiosos, historiadores, fieles y público en general.

Juan Valdivieso V.
Editor


PRÓLOGO ESPECIAL
por

R.P. Malachi Martin, SJ.

Este primer volumen de la colección Eli, Eli, Lamma Sabacthani? coloca al autor Atila Sinke Guimarães como uno de los actuales estudiosos mejor informados de aquel evento que marcó época: el Concilio Vaticano II. Hasta el momento, el examen más enciclopédico y detalladamente informado sobre el Concilio había sido realizado por el profesor (Romano) Amerio, en su Iota Unum. La colección de Guimarães concurre justamente a reemplazar Iota Unum como el mejor libro de fuente, de múltiples finalidades, sobre el Concilio. Y no es arriesgado o apresurado predecir que esta obra de Guimarães será un trabajo de referencia sobre la materia, inclusive a lo largo del siglo XXI.

El título del primer volumen, En las Aguas Turbias del Concilio Vaticano II, expresa exactamente su contenido. Todos los que vivimos en los años del Vaticano II (1962-1965) y tuvimos que tratar con sus consecuencias, podemos reconocer inmediatamente la entera precisión de este volumen. La ambigüedad, cultivada y, como fue, perfeccionada en la composición de los dieciséis principales documentos del Concilio, es ahora vista como el medio más hábil encontrado tanto para destruir el carácter romano y la catolicidad de la Iglesia Católica romana, como para entregarles toda esa organización institucional de mil millones de miembros a las manos listas y ávidas de aquellos para quienes la existencia del Papado tradicional y de la organización jerárquica fue por un largo tiempo un anatema.

Se lee este volumen con un cierto sentimiento de malestar, el cual ha sido causado por la manera unificada por la que los propios teólogos y prelados de la Iglesia conspiraron conscientemente, para hacer efectiva la actual tendencia de des-romanización y des-catolización de la otrora monolítica institución.

Nueva York, 25 de septiembre de 1997.


ACLARACIONESDEL AUTOR

§1 El título de este volumen, En las Aguas Turbias del Concilio Vaticano II, podría parecer una acusación irrespetuosa lanzada al Concilio justo en el inicio de una obra que busca analizarlo con imparcialidad.

Sin embargo, la imagen de las “aguas turbias” referidas al Vaticano II no es nuestra. Ella fue usada por Mons. Philippe Delhaye, profesor de la Universidad de Louvain-la-Neuve y secretario general de la Comisión Teológica Internacional (1973 a 1988). En efecto, Mons. Delhaye dice: “El Vaticano II fue una cúspide en la vida de la Iglesia, para el cual concurrieron movimientos de ideas tales como las del movimiento litúrgico: una cúspide de la cual fluyen y fluirán torrentes de agua viva para la Iglesia. Por el momento estas aguas están, algunas veces, turbias; ocurrieron ciertas desviaciones; pero acontecerá con este Concilio lo que sucedió con otros: tomará años para que se puedan ver sus efectos”.

§2 El cardenal Leo Józef Suenens, arzobispo de Malinas, uno de los cuatro moderadores que dirigieron el Concilio y ciertamente uno de los más influyentes personajes en la asamblea conciliar, también empleó la metáfora de las aguas turbulentas. Afirma él: “En pocas palabras, un trabajo falta por hacer: el de armonizar dos puntos de vista y conducirlos a una síntesis perfecta. Existe en Irlanda un lugar muy conocido por los turistas llamado the meeting of the waters. Es un valle en el cual dos ríos chocan impetuosamente uno contra otro para formar, después, un solo río de aguas calmas. Les ofrezco esta metáfora como un convite para llevar a término, en un diálogo fraterno, la maravillosa sinfonía – infelizmente incompleta como toda la creación humana – de la Lumen gentium”.

§3 Refiriéndose al mismo conflicto de tendencias, esta vez en la fase post-conciliar del pontificado de Paulo VI, el cardenal Suenens también utiliza la metáfora de “las aguas turbias”: “Paulo VI debía conducir la barca de Pedro entre corrientes opuestas que enturbiaron las aguas. Para algunos, en la propia Roma, él fue muy favorable a las tendencias de la mayoría [los progresistas], y las reformas que él realizó encontraron una fuerte oposición local. Mientras que, fuera de Roma, las hesitaciones y las tardanzas [hacia las reformas] se acentuaban”.

§4 Se ve entonces, que la imagen de las aguas turbias y aguas revueltas no provienen originalmente de nosotros. La razón de usar la metáfora de las “aguas turbias”, empleada por Mons. Delhaye y el cardenal Suenens, como título para este volumen es porque creemos
que expresa la actual realidad.

Cualquier intento irrespetuoso, por lo tanto, está lejos de nuestros motivos.

CAPÍTULO I
AMBIGÜEDAD EN LOS TEXTOS DE LOS DOCUMENTOS
OFICIALES DEL VATICANO II

§1 Si alguien dotado de una cultura católica media y motivado por su amor a la Iglesia estudia los documentos del Concilio Vaticano II, a medida que avanza en su lectura, su espíritu se verá gradualmente invadido de preguntas.

Ya en el primer capítulo de la constitución dogmática Lumen gentium,se sorprendería al leer: “La única Iglesia de Cristo que en el Símbolo confesamos Una, Santa, Católica y Apostólica (…) constituida y organizada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia Católica gobernada por el sucesor de Pedro (…), si bien fuera de su estructura visible se encuentren varios elementos de santificación y verdad. Estos elementos, como dones propios de la Iglesia de Cristo, impelen a la unidad católica” (LG 8b).

Este pasaje habría sido claro si hubiese afirmado que la Iglesia de Cristo es la Iglesia Católica o que la Iglesia de Cristo existe exclusivamente en la Iglesia Católica. Escrito como está, queda afirmado implícitamente que existirían dos realidades distintas – la Iglesia de Cristo y la Iglesia Católica – y que la segunda, que sería más restringida, recibiría su vida de la primera, más universal y más noble.

¿Qué “Iglesia de Cristo” sería esta, diferente y más noble que la Iglesia Católica, de la cual esta última recibiría su propia vida? ¿Sería una “iglesia” que contendría “elementos de santificación y verdad” que se encuentran “fuera” de la estructura visible de la Iglesia Católica? A la búsqueda de una explicación, el lector deparará con una aún más grande confusión: ¿entonces, pueden habitualmente existir elementos de “santificación y verdad” fuera del seno sagrado de la Iglesia Católica?

Esta afirmación implícita, de la existencia de dos iglesias diferentes,choca frontalmente con la enseñanza perenne del magisterio y con el sentido católico de los fieles, que siempre se han nutrido, como niños de su leche materna, de la creencia de que la Iglesia Católica es la única Iglesia de Cristo. Deseoso de encontrar una respetuosa solucióna tal afirmación disonante, el fiel católico es llevado a preguntarse si la expresión, subsistit in, no fue usada inadecuadamente.

La impresión de ambigüedad se hace aún más sorprendente cuando,después de la consideración anterior, volvemos al texto con el propósito de ver si se lo puede interpretar de una manera benigna, pero coherente.

“La única Iglesia de Cristo que en el Símbolo confesamos (…) Católica (…) subsiste en la Iglesia Católica gobernada por el Sucesor de Pedro”.

Si la intención era afirmar que la Iglesia Católica es la Iglesia de Cristo, como siempre ha sido enseñado, ¿por qué lanzar una duda como esa en la mente del fiel? ¿Por qué esta ambigüedad del subsistit in?

§2 Más adelante, al leer el inicio del capítulo II de la misma constitución dogmática, un espíritu católico no puede dejar de levantar,con preocupación, varias preguntas acerca de si habría sido oportuno sustituir la noción de una Iglesia jerárquica y sacra por la noción de “pueblo de Dios”. Nos gustaría decir una palabra sobre su contexto, dejando el análisis del texto para después. Si bien la expresión “pueblo de Dios”, por sí misma, puede ser aplicada legítimamente a la Iglesia,un católico podría preguntarse si en un mundo, devastado por la tendencia de abolir toda superioridad, contaminado por los errores de la Ilustración y la Revolución Francesa, y, además, profundamente minado por los gérmenes virulentos del comunismo, habrá sido oportuno presentar la estructura de la Iglesia, predominantemente como un pueblo y ya no más como una jerarquía. ¿No es esto abrir la puerta a esa tendencia igualitaria?.

En este contexto, la afirmación del sacerdocio común de los fieles(8), ¿no es estimular el mito rousseauniano de la soberanía popular? ¿No es esto un renacimiento de los viejos errores de la Acción católica(9) que instaban a los laicos a participar en el munus (oficio) jerárquico?

§3 Habiendo el Concilio aprobado nociones tan singulares, en aparente detrimento de la constitución jerárquica de la Iglesia, ¿cómo se podría evitar entonces, los excesos a que llegaron un Fr. Leonardo Boff y un P. Edward Schillebeeckx, que preconizan una iglesia igualitaria? En el largo plazo, ¿qué eficacia tendrán las loables advertencias que el entonces cardenal Ratzinger hizo a esos autores, que en realidad se sienten protegidos por la ambigüedad en el texto y contexto de la Lumen gentium?

§4 En el caso de la noción eclesiológica de “pueblo de Dios”, la ambigüedad se encuentra no sólo en pasajes incidentales sino que impregna todo el contexto en el que la Iglesia parece adaptarse a los errores de la Ilustración, de la Revolución Francesa e, indirectamente, al comunismo(13), todos los cuales hasta entonces Ella siempre combatió.

§5 Quien analiza el conjunto de los documentos conciliares, comenzando por la Lumen gentium, tiene un momento de distención cuando llega al capítulo II. En efecto, ahí se lee: “No podrán salvarse aquellos hombres que, conociendo que la Iglesia Católica fue instituida por Dios a través de Jesucristo como necesaria, sin embargo, se nieguen a entrar o a perseverar en ella” (LG 14a).

Estamos, en efecto, delante del axioma perenne de la enseñanza dogmática: extra Ecclesiam nulla salus (fuera de la Iglesia no hay salvación).

En este pasaje, la coherencia del pensamiento del Vaticano II con toda la tradición de la Iglesia da a la persona que lo estudia una sensación de seguridad, confianza y esperanza de que las ambigüedades citadas anteriormente puedan ser resueltas por una explicación cristalina.

Sin embargo, tales esperanzadores y filiales sentimientos se deshacen como una ola que choca en una roca cuando se llega al texto del decreto sobre el ecumenismo, Unitatis redintegratio; y más adelante, al de la declaración sobre la libertad religiosa, Dignitatis humanae; y finalmente, al de la declaración sobre las relaciones con las religiones no-cristianas, Nostra aetate.

Consideremos, por ejemplo, el decreto Unitatis redintegratio, en el cual se lee: “Comunidades no pequeñas se separaron de la plena comunión de la Iglesia Católica. (…) Sin embargo, quienes ahora nacen en esas comunidades y se nutren con la fe de Cristo no pueden ser acusados de pecado de separación, y la Iglesia Católica los abraza con fraterno respeto y amor. (…) Además de los elementos o bienes que conjuntamente edifican y dan vida a la propia Iglesia, pueden encontrarse algunos, más aún, muchísimos y muy valiosos, fuera del recinto visible de la Iglesia Católica: la palabra de Dios escrita, la vida de la gracia, la fe, la esperanza y la caridad y otros dones interiores del Espíritu Santo y los elementos visibles. (…) Los hermanos separados de nosotros practican también no pocas acciones sagradas de la religión cristiana, las cuales (…) hay que considerarlas aptas para abrir el acceso a la comunión de la salvación” (UR 3a, b, c).

En este caso no parece más tratarse de ambigüedades; se diría que estamos delante de la incoherencia y de la contradicción. ¿Cómo no ver una contradicción entre lo que se dice aquí y la cita anterior de la Lumen gentium?

§6 Hemos presentado tres ejemplos de ambigüedad y contradicción tomados de apenas dos de los dieciséis documentos finales del Concilio Vaticano II.

¡Cuánto se tendría que escribir para hacer un análisis completo sólo de los puntos ambiguos, contradictorios e incompletos de tales documentos!

Para conocer en más detalle o adquirir esta obra ingrese aquí http://aguasturbias.com/

Tomado de: Devoción Católica

viernes, 25 de junio de 2010

SAN FRANCISCO DE PAULA Y LA FAMILIA MÍNIMA

Video realizado por las Monjas Mínimas de Daimiel donde nos presenta al Santo y las tres Ramas de su Familia Mínima: Frailes Mínimos, Monjas Mínimas y la Orden Tercera de los Mínimos.

http://www.minimas.org/convento.asp?idc=5

NUEVO CHUPI-SHOW EN MALLORCA: OLAM´S ROCK, "CONCIERTO ORACIÓN" ORGANIZADO EN LA CAPILLA DE LA CASA DE LA IGLESIA







de Sector Católico

LOS SACERDOTES PEOR VESTIDOS DEL MUNDO

viernes, 18 de junio de 2010

PENA QUE CAUSA A DIOS EL PECADO DE ESCANDALO - SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO


Introducción, definición. –Ante todo, es preciso explicar en qué consiste el pecado de escándalo. He aquí cómo lo define Santo Tomás: “Es una palabra o una acción que constituye para el prójimo ocasión de ruina espiritual”.

El escándalo es, pues, cualquier dicho o acción con la que eres causa u ocasión de contribuir a que el prójimo pierda el alma. Este escándalo puede ser directo o indirecto. Es directo cuando directamente te esfuerzas por inducir al prójimo a cometer un pecado. Es escándalo indirecto cuando con tu mal ejemplo o con tus palabras prevés la caída del prójimo y no te privas de decir aquella mala palabra o de cometer aquella mala obra. Desde el momento en que hay materia grave, el escándalo, ya directo o indirecto, es pecado mortal.

I

Veamos ahora la pena que causa a Dios el pecado de escándalo. Para comprenderlo, consideremos:

1.º Cómo Dios creó al alma a su imagen de modo especial. –En primer lugar, la creó a imagen del mismo Dios. Hagamos un hombre a imagen nuestra. Dios hizo salir de la nada, con un fiat, al resto de las criaturas, como con un guiño de su voluntad; pero al alma la creó con su mismo soplo; por eso se lee: insuflando en sus narices aliento vital.

2.º Desde toda la eternidad la creó para el cielo. Además, esta alma, el alma de tu prójimo, fue amada por Dios desde toda la eternidad: Te he amado con amor eterno; por eso te atraigo con bondad. Finalmente, la creó para llamarla un día al cielo y hacerla partícipe de su gloria y de su reino, como nos dice San Pedro: Para que por estos (bienes) os hagáis participantes de la divina naturaleza. En el cielo la hará partícipe de su mismo gozo: Entra en el gozo de tu Señor. Entonces es cuando Dios se dará a sí mismo en recompensa: Soy para ti tu escudo; tu salario será sobre manera grande (Gen. 15.1).

3.º Sobre todo, la rescató con la sangre de Jesucristo. –Lo que sobre todo nos manifiesta cuán grande aprecio tiene Dios del alma es la obra de la redención que Jesucristo llevó a cabo para rescatarla del abismo del pecado. “¿Quieres saber tu valor”, pregunta San Euquerio, y responde: “Si no crees a tu Creador, pregunta a tu Redentor. Y San Ambrosio, para darnos a comprender precisamente cuán a pecho debemos tomar la salvación de nuestros hermanos, nos dice: “Considera la muerte de Cristo y deduce lo que vale la salvación de tu hermano”. Por tanto, si Cristo dio su sangre para rescatar el alma, tenemos derecho para decir que ésta vale la sangre de Dios, ya que apreciamos el valor de una cosa según el precio en que la tasa un prudente comprador. Comprados fuisteis a costa de precio (1 Ped. 1, 19).Por esto San Hilario decía: “Al considerar el precio en que fue tasada la redención humana, parece que el hombre vale tanto como Dios”. Por todo ello comprendemos cómo nuestro Salvador nos inculca: En verdad os digo, cuanto hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeñuelos, conmigo lo hicisteis (Mt. 25, 40).

II
ESTE PECADO MATA AL ALMA

-Siendo esto así, ¡qué pena tan amarga causa a Dios el escandaloso que le hace perder un alma! Baste decir que le roba y le mata una hija por quien para salvarla había derramado la sangre y dado la vida. Por eso San León llama homicida al escandaloso. “Quién escandaliza, son sus palabras, asesina el alma de su prójimo.”
…Y PRIVA A JESUCRISTO DEL FRUTO DE SUS LÁGRIMAS, DOLORES, etc. –El escandaloso comete un homicidio tanto más atroz cuando que arrebata a su hermano no ya la vida corporal sino la vida del alma, y priva a Jesucristo del fruto de todas sus lágrimas, dolores y, en una palabra, de cuanto el Salvador padeció para ganar aquella alma. Por esto escribió el Apóstol a los fieles de Corinto: Y pecando así contra los hermanos y sacudiendo a golpes su conciencia, que es débil, contra Cristo pecáis (1 Cor. 8, 12). Quien escandaliza al prójimo se dirá que peca propiamente contra Cristo, porque, al decir de San Ambrosio, quien es causa de que se pierda un alma es causa de que Jesucristo pierda una obra en que empleó tantos años de fatigas y de sufrimientos. Cuéntase que el bienaventurado Alberto Magno empleó treinta años de trabajos en confección de una cabeza parecida a la de un hombre, consiguiendo que articulase ciertas palabras, y que Santo Tomás, receloso de que hubiera allí algo diabólico, cogió la citada cabeza y la rompió. Alberto Magno se le quejó diciéndole: “Me rompiste treinta años de trabajo”. No entro ni salgo en la veracidad del hecho; pero lo cierto es que, cuando Jesucristo ve perdida el alma por obra y desgracia del escandaloso, puede muy bien echarle en rostro este reproche: “Malvado, ¿qué hiciste? Me perdiste esta alma, por la que empleé treinta y tres años de vida”.

Comparación sacada de las Sagradas Escrituras. –Léese en las Sagradas Escrituras que los hijos de Jacob, después de vender a su hermano a los mercaderes, fueron a decir al padre: ¡Una bestia feroz lo ha devorado! Y para dar a entender mejor a Jacob que José había sido presa de la tal bestia feroz, mojaron el vestido de José en la sangre de un cabrito, preguntándole: Comprueba, por favor, si es la túnica de tu hijo o no, a lo que el padre hubo de responder entre gemidos de dolor: ¡La túnica de mi hijo es! ¡Una bestia feroz lo ha devorado! De igual modo también, cuando un alma, a consecuencia del escándalo, acaba de caer en pecado, los demonios le toman la estola bautismal teñida en la sangre del Cordero inmaculado, es decir, la gracia de que le ha despojado el escandaloso, gracia que Jesucristo le había adquirido con el precio de su sangre, y preguntan a Dios: “¿Es éste el vestido de tu hijo?” Si Dios pudiera estallar en sollozos, a no dudarlo que a la vista de esta alma así sacrificada, de su hijo asesinado, sus lágrimas correrían más amargas que las de Jacob, exclamando: Si, es el vestido de mi hijo amadísimo; una bestia feroz lo ha devorado. Y luego buscando a esta bestia feroz, exclamaría: “¿Dónde está el monstruo feroz que acaba de devorar a mi hijo?”

Conclusión. Profunda irritación de Dios, que le excita a la venganza.-Y una vez hallado este monstruo feroz, ¿qué hará el Señor? Los asaltaré, dice como osa privada de sus cachorros. Así hablaba Dios por boca de Oseas. Cuando la osa vuelve a la guarida y no halla sus cachorros, sale a recorrer el bosque en busca del ladrón, y si lo encuentra lánzasele para desgarrarlo. Así se precipitará el Señor sobre el escandaloso que le arrebató uno tan sólo de sus hijos.

Tal vez diga el escandaloso: “Si se ha condenado ya aquel prójimo, ¿qué puedo hacer yo?” Puesto que él se ha condenado por culpa tuya, responde el Señor, tuya es la responsabilidad: Yo he de reclamar su sangre de tu mano. También se lee en el Deuteronomio: No tendrás conmiseración: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie. Sí, dice el Señor, ya que tú causaste la perdición de un alma, es preciso que también pierdas la tuya. –Pasemos ya al segundo punto.

CASTIGOS CON QUE DIOS AMENAZA A LOS ESCANDALOSOS

I
LA AMENAZA DE UN CASTIGO

1º. Grande.- ¡Ay del hombre por quien viene el escándalo! Si grande es la pena que el escandaloso causa a Dios, grande ha de ser también el castigo que le espera. He aquí cómo habla Jesucristo de tal castigo: Quien escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, mejor fuera que le colgasen alrededor del cuello una muela de tahona y le sumergiesen en alta mar. El escandaloso merece que se le arroje al mar con una piedra de molino al cuello, y no con una piedra cualquiera, sino con una piedra asnaria, es decir, piedra enorme a la que en Palestina daban vuelta los asnos en los molinos. Cuando algún malhechor muere ajusticiado en la plaza, los espectadores se mueven a compasión, y si no lo pueden librar de la muerte, al menos lo encomiendan a Dios; pero si el desgraciado es arrojado a altar mar, nadie lo compadecerá. Por esto dice un autor que Jesucristo habló de esta suerte de castigo en relación con el escandaloso, para declararlo tan odioso a los mismos ángeles y santos que ni siquiera tienen ánimo de encomendar a Dios a quien se ha hecho reo de la perdición de una sola alma: “Es indigno de que se le vea y de que se le ayude.”

2.º Riguroso.- No se contenta Dios con no dejar nunca impune al escandaloso, sino que le trata siempre con la más rigurosa justicia, porque lo aborrece soberanamente. “Dios, dice San Juan Crisóstomo, es paciente con ciertos pecados aun gravísimos, pero nunca con el escándalo, por lo horrible que es a sus ojos”. El señor lo había ya declarado por boca de Ezequiel: Tornaré mi rostro contra tal hombre y (lo convertiré) en ejemplo (y proverbio) y lo extirparé de en medio de mi pueblo; y sabréis que soy yo Yahvé (Ez. 14, 8). Y realmente vemos por las Escrituras Sagradas que uno de los pecados que castiga Dios con mayor rigor es del escándalo. Los padres ya se sabe que escandalizan no tan sólo cuando dan mal ejemplo a sus hijos, sino también cuando no los corrigen como conviene. Pues bien, he aquí lo que Dios dijo del sacerdote Helí, culpable tan sólo por no haber corregido a sus hijos que escandalizaban al pueblo judío robando del altar las carnes sacrificadas: He aquí que voy a hacer en Israel una cosa que a todo aquel que la oiga le retiñirán ambos oídos, porque nota la Sagrada Escritura, con motivo del escándalo dado por los hijos de Helí: Era… el pecado de estos jóvenes muy grave a los ojos de Yahvé /1 Rey. 2, 17) ¿Cuál era, pues, el grave pecado que cometían? Dice San Gregorio que “inducir al pueblo al mal”. También Jeroboam fue severamente castigado, y ¿por qué? Por escandaloso. Entregará a Israel, a causa de los pecados que Jeroboam ha cometido y ha hecho cometer a Israel (3 Rey. 14, 16). En la familia de Acab, enemiga toda ella de Dios, cayó el más espantoso de los castigo sobre Jezabel; fue, en efecto, lanzada de lo alto de una ventana y devorada de los perros, que tan sólo le dejaron el cráneo y las extremidades de los pies y de las manos. ¿Por qué? Responde el abulense: “Porque Jezabel incitaba a Acab a toda clase de iniquidades”.


II
ESTE CASTIGO SE VERIFICARÁ SOBRE TODO EN EL INFIERNO

- El infierno fue creado para castigar el pecado de escándalo. Al principio creó Dios el cielo y la tierra. ¿Cuándo creó el infierno? Cuando Lucifer comenzó a seducir a los ángeles para rebelarse contra Dios. En efecto, para impedirle que sedujese a los ángeles que habían permanecido fieles, Dios lo arrojó del cielo inmediatamente después de su pecado.

1º. Castigo debidamente merecido. –Jesucristo llamaba a los fariseos, que con su mal ejemplo escandalizaban al prójimo, hijos del demonio, que fue desde el principio el homicida de las almas: Vosotros tenéis por padre al diablo… El era homicida desde el principio (Jn. 8, 44). Y cuando San Pedro le escandalizó insinuándole que no se dejara prender y matara a los judíos, con lo que impediría la redención humana, Jesucristo lo llamó demonio: Vete de ahí, quítame de delante, Satanás; piedra de escándalo eres para mí (Mt. 16, 23).

Y a la verdad, ¿qué otro oficio ejerce el escandaloso más que ser ministro del demonio? No harían ciertamente los demonios tan cosecha de almas cuanta hacen si no los ayudarán tan malvados ministros. Hace más daño un compañero escandaloso que lo harían cien demonios.

Explicación. –Comentado San Bernardo las palabras del rey Ezequías: En salud se me ha trocado la amargura, pone en boca de la Iglesia de su tiempo las siguientes palabras: “Actualmente la Iglesia no tiene paganos, no tiene herejes que la persigan; pero la persiguen sus mismos hijos, es decir, los cristianos escandalosos. Los cazadores de red para coger avecillas llevan reclamos, que no son mas que otras avecillas atadas por un hilo y ciegas”. Así hace el demonio, dice San Efrén: “Cuando coge presa a un alma, en primer lugar la ciega y la sujeta como esclava, convirtiéndola así en reclamo suyo para engañar a los demás y atraparlos en la red del pecado”. Y San León afirma que “no sólo incita (en demonio) a las almas a engañar a los demás, sino que hasta las fuerzas a ello”.

2º. Será castigo terrible, porque será proporcionado a todos los pecados causados por los escandalosos. -¡Desgraciados escandalosos! En el infierno tendrán que sufrir la pena de cuantos pecados hicieron cometer a los demás. Cuenta Cesáreo que al punto de morir cierto escandaloso lo vio un santo varón presentarse al tribunal de Dios, donde fue condenado al infierno, a cuya puerta salieron a recibirle todas las almas que había escandalizado, las cuales dijéronle: “Ven acá, maldito; ven a pagar los pecados que no hiciste cometer”, y esto diciendo se le lanzaron encima, como otras tantas bestias feroces, para destrozarlo.

3.º Será inevitable para los endurecidos. –Nota San Bernardo que la Sagrada Escritura, al hablar de otros pecadores, deja abierta una puerta a la esperanza de enmienda y de perdón; más cuando habla de los escandalosos, habla como de precitos que ya estuvieran separados de Dios y sin esperanza de salvación.

III
APLICACIÓN. ESTADO DEPLORABLE Y CASTIGO ATERRADOR

1.º De los que predican el mal, sobre todo a los niños. –Comprendan el estado deplorable en que se encuentran quienes escandalizan con su mal ejemplo y quienes hablan deshonestamente ante sus compañeros, ante muchachas y ante niños inocentes, que al oír aquellas palabras se detienen a pensarlas, por lo que cometen miles de pecados. Pensad pues, el dolor con que se lamentarán los ángeles de la guarda de aquellos desgraciados niños viéndolos caer en pecado y cómo pedirán a Dios venganza contra semejantes bocas sacrílegas que los escandalizaron.

2.º Castigos de quienes se burlan de las gentes de bien. -¡Cuán terrible será también el castigo de quienes con sus continuadas burlas ridiculizan a las gentes de bien! No faltan quienes para hurtar la burla abandonan el bien y se dan a mala vida.

3.º Castigos de quienes favorecen relaciones culpables y se glorían de sus pecados.-Y ¿qué decir de quienes favorecen relaciones culpables y quienes se glorían del mal cometido? Efectivamente, hay quienes, en lugar de sentir desolación y arrepentimiento por los pecados, cometidos, lejos de hacer caso de ello, llegan hasta a gloriarse de su abominable conducta.

4.º Castigo de quienes incitan al mal. -¿Qué decir también de quienes incitan al mal, de quienes incitan a cometerlo, de quienes hasta enseñan el mismo mal, crimen de que los mismos demonios no son capaces?

5.º Crimen de los padres que lo permiten. -¿Qué decir, finalmente, de los padres que, lejos de impedir, pudiéndolo, los pecados de sus hijos, consienten que frecuenten malas compañías, que vayan a casas peligrosas y que conversen con jóvenes de diverso sexo? ¡Qué castigos tan terribles se preparan todos estos escandalosos para el día del juicio final!

PERORACIÓN

1.º Esperad. –y ¿qué?, dirá tal vez alguien; yo, que escandalicé, ¿estaré perdido? ¿No habrá, padre mío, para mí esperanza de salvación?-No; yo no pretendo decir que te desesperes: la misericordia de Dios es grande y prometió el perdón al corazón arrepentido.

2.º Reparad los escándalos. –Pero para salvaros es de absoluta necesidad que reparéis vuestros escándalos. San Cesáreo dice. “Muy justo es que, después de haberos perdido a vos mismo perdiendo a los demás, ayudéis al prójimo a salvarse, salvándoos a vos mismo”. Ya que te perdiste y con tus escándalos perdiste a muchas almas, justo es que repares el mal. Pues bien, así como llevaste a los otros al pecado, así es necesario que ahora los lleves a la virtud, por lo que no debes tener en adelante más que conversaciones edificantes, buenos ejemplos, fuga de las ocasiones, frecuencia de sacramentos, asiduidad a los cultos de la iglesia y a los sermones.

3.º No escandalicéis más. –De hoy en adelante guardaos, más que de la muerte, de hacer ni decir nada que pueda ser ocasión de escándalo al prójimo. “Baste al caído encontrarse solo por tierra”, dice San Cipriano. Y de Santo Tomás de Villanueva: “Bástennos nuestros propios pecados”. ¿Qué mal os hizo Jesucristo que no os baste haberlo ofendido vosotros, para que queráis que los demás lo ofendan? Esto es exceso de crueldad.

4.º Evitad la compañía de los escandalosos. –Guardaos en delante de dar el más mínimo escándalo, y sí os queréis salvar, huid cuanto os sea dado la compañía de los escandalosos. Estos demonios encarnados se condenarán, y si no os apartáis de ellos, también acabaréis por condenaros. ¡Ay del mundo a causa de los escándalos!, dice el Señor, para darnos a comprender que son muchos los que se condenan por que no se cuidan de evitar la compañía de los escandalosos. – Pero si es amigo mío, a quien debo muchos favores y en quien tengo grandes esperanzas. Si tu ojo te escandaliza, sácalo y échalo lejos de ti; mejor te vale con un solo ojo entrar en la vida que con tus ojos ser arrojado en la gehena del fuego. Por tanto, por muchos títulos que os ligaran a persona tan querida, tendríais que romper con ella y no volver a verla si os fuere ocasión de escándalo, porque vale más perderlo todo y salvar el alma sin un ojo que entrar con ambos en el infierno.

Preparación para la Vida Eterna
San Alfonso María de Ligorio

jueves, 10 de junio de 2010

MÁXIMAS DE SAN PABLO DE LA CRUZ (VI)

La Pasión; la Eucaristía y el Sagrado Corazón de Jesús

I
Para conservar é inflamar más y más el fuego del divino amor en vuestro corazón, acercaos muy á menudo, por cuanto vuestros deberes lo permitan, á los santos Sacramentos de la Confesión y Comunión. La Sagrada Eucaristía reanima el alma y robustece al mismo cuerpo, cuando se recibe con las debidas disposiciones. ¿OH misericordia infinita de nuestro Soberano Bien!

II
La Santa Comunión es el medio más eficaz que se pueda imaginar para unirse á Dios. ¡OH, qué inmensos son los tesoros que se encierran en la divina Eucaristía! Yo os conjuro vivamente á vosotros todos que vivís en el mundo á comulgar con frecuencia y á prepararos bien para este divino banquete.

III
La más digna preparación para acercarse á la Sagrada mesa es tener el corazón bien limpio y purificado, ejercer una gran vigilancia sobre la lengua, que es la primera que toca el Santísimo Cuerpo de jesús, tener una fe viva y una profunda humildad, de donde nace un gran conocimiento de Dios y de nuestra nada.

IV
El día que comulgáis debéis conduciros de manera que vuestro corazón sea un tabernáculo vivo del amabilísimo Jesús. Visitadle á menudo en lo interior de vos mismo, y ofrecedle los homenajes, los sentimientos y las acciones de gracias que os inspire el santo amor.

V
Cada vez que os acerquéis al sagrado banquete, comulgad en forma de Viático, y luego guardad con sumo cuidado día y noche vuestro corazón, tabernáculo vivo de Jesús Eucarístico; el corazón de el que comulga ó celebra, que obra de esta suerte, no tardará en concebir el fuego del santo amor.

VI
Tened siempre vuestro corazón adornado de virtudes, y entretened constantemente en él encendidas las lámparas de la fe y de la caridad. Jesús ha celebrado los divinos misterios en un Cenáculo bien preparado: Coenaculum stratum.

VII
Pues que la Santa Misa es la renovación del sangriento sacrificio del Calvario, cuando asistís á ella, ó la celebráis, figuraos que asistís ó celebráis las exequias del Salvador, penetrándose de los tiernos sentimientos de compunción y de amor de que estaban penetrados la Santísima Virgen y San Juan, José de Arimatea y Nicodemo.

VIII
El corazón del que comulga ó celebra debe ser el sepulcro de Jesucristo; pues así como el sepulcro en donde fue puesto Jesús muerto, era nuevo, así el corazón de el que le recibe debe ser nuevo, es decir, puro, animado de fe viva, de firme confianza, de ardiente caridad y de un vivo deseo de la gloria de Dios y de la salvación de las almas.

IX
La Santa Misa es el acto más solemne de nuestra adorable religión y el momento más favorable para negociar con el Eterno Padre; porque entonces se les ofrece á su Hijo único, encarnado y muerto por nuestra salvación.
Antes de celebrar, ó al asistir á tan solemne acto, revestíos de los sufrimientos de Jesucristo; conversad dulcemente con El, aun en medio de las arideces, y llevad al santo altar las necesidades del mundo entero.

X
Después de la Santa Comunión, Jesús posee vuestro corazón; deteneos á saborear las dulzuras que produce su presentía en el alma. Pero no podréis amarle, si no tenéis la fuente viva del santo y puro amor, es decir, el Espíritu Santo. Es el mismo Jesucristo quien nos lo enseña; “El que cree en mí, dice, vera salir de su seno arroyos de agua viva”, según la expresión de las Escrituras.

XI
Cuando Dios os da sus inspiraciones, que son los favores particulares del Amor divino, Amor que es santo, puro y sin mancha, dejaos desaparecer y perder en el Bien infinito por la gracia, y allí obrad como niño, y dormid el sueño de la fe y del amor en el seno del celestial Esposo. El amor habla poco y dice pocas cosas.

XII
Los antiguos cristianos, aquellos grandes siervos de Dios, comulgaban rara vez, pero se disponían con cuidado, y por eso recibían tan grande abundancia de gracias, que en muy poco tiempo se elevaban á la cumbre de la más alta perfección.

XIII
Con frecuencia la Eucaristía reanima el alma y fortifica aún el cuerpo, ¡OH misericordia infinita de nuestro Soberano Bien! Esta maravilla viene del gran vigor que este Pan de los ángeles comunica al alma y se hace sentir en el cuerpo.



XIV
En vuestras aflicciones y desconsuelos decid con profunda humildad; “¡Oh Jesús Eucarístico! Vos habéis dicho: Si alguien tiene sed, que venga á mi, y yo le daré de beber, apagad, pues, ahora mi sed…” En verdad, en verdad, Jesús la apagará.

XV
No paséis un solo día sin hacer una visita al Dios del tabernáculo. Allí pasmaos de amor hacia vuestro tierno y divino Amante, y de dolor á causa de las irreverencias que El recibe de los malos cristianos que no corresponden á tanto amor sino con ingratitudes y sacrilegios.


XVI
En reparación de los innumerables ultrajes que Jesús recibe en el Sacramento de su amor, el alma amante debe ofrecerse como víctima, consumirse en el fuego de la soberana caridad, amarle, alabarle y visitarle á menudo por aquellos que le maltratan; visitarle sobre todo á las horas en que nadie le hace compañía. ¡Qué felicidad estar durante las horas más silenciosas al pie del santo altar!

XVII
Cuando los deberes de vuestro estado os impidan visitar á Jesús en el tabernáculo, hacedlo en espíritu, y decid: ¡Dios mío, el tabernáculo es el lugar de vuestro amor, preparado por Vos para quien os ama!... ¡’Cuando podré, durante las horas de más profunda soledad, entretenerme con mi Amor Eucarístico á los pies del tabernáculo?

XVIII
Durante el día recogeos de tiempo en tiempo en el santuario interior de vuestro corazón, y decid al Señor que allí reside: “¡OH Señor, qué dulce es vuestro espíritu! Yo sé á quien creo, y estoy cierto que estáis realmente en el tabernáculo del amor… ¡OH, quién me diera a las de paloma para tomar mi vuelo de amor hacia vuestro divino Corazón!”

XIX
La fiesta del Santísimo Sacramento es la fiesta del amor. ¡OH, qué grande amor! ¡OH caridad! ¡OH amor imponderable! La mariposa vuela alrededor de la llama, y se quema. Que vuestra alma vuele alrededor de esta luz divina, y se queme, y se reduzca á cenizas, máxime en los días de la octava del Santísimo Sacramento.

XX
¿Qué más podía hacer Jesús por nosotros, después de haberse dado á nosotros como alimento de vida y de inmortalidad? ¡Ah! Comed, bebed, embriagaos; volad llenos de júbilo y de alegría, haced fiesta á vuestro dulce Amante, á vuestro divino Esposo.

XXI
Que vuestro corazón se consuma siempre más y más en holocausto en el santuario del Sagrado Corazón de Jesús. Dejad caer las cenizas de la víctima en el océano sin límites de la divina caridad. Ha llegado el momento de morir más que nunca á cuanto no es Dios, para vivir sola y exclusivamente en Dios y para Dios.

XXII
Vivid siempre oculto y encerrado en el gran santuario del Corazón divino; allí es donde el celestial Esposo da de beber el vino que embriaga, embalsama, fortifica, vivifica, inflama, eleva y hace volar á la contemplación del Supremo Monarca; allí es donde se aprende la ciencia de los Santos, que no se comunica sino á los humildes.



XXIII
Despojaos enteramente de vosotros mismos, y luego retiraos, anonadaos en el Sagrado Corazón de Jesús… En ese divino Corazón el alma amante se compadece de las penas de Jesús, y se sumerge en el baño saludable de su preciosísima Sangre; Sangre vertida por nosotros, y que tiene la virtud de hacernos arder en llamas de amor.

XXIV
En el Corazón de Jesús guardad un profundo y total recogimiento; ninguna aridez debe serviros de obstáculo. Poco importa no tener el sentimiento y el gusto de la divina presencia; lo único que importa mucho es manteneros en la divina presencia por la fe pura, desprendiéndoos de toda satisfacción propia.

XXV
Entrad en el dulcísimo Corazón de Jesús, ó más bien, deteneos á la puerta de ese divino Corazón, allí humillaos, y pedid perdón de tantas imperfecciones é ingratitudes; luego aprovechad el permiso que Jesús os dará para entrar; peor haceos pequeño y reducíos á cenizas; dejad que el Espíritu Santo eleve y sumerja esas cenizas en el abismo inmenso de la Divinidad.

XXVI
Cuando estuviereis bien anonadado, bien despreciado, bien abatido en vuestra nada, pedid á Jesucristo que os oculte en su Sagrado Corazón. Allí poneos como una víctima sobre este divino altar en que arde siempre el fuego del santo amor; dejaos penetrar hasta la médula de los huesos por estas sagradas llamas; y si el Espíritu Santo os eleva á la contemplación de los divinos misterios, dejad á vuestra alma la libertad de abismarse en esta santa contemplación. ¡Oh, cuánto agrada á Dios esta práctica!

XXVII
Cuando os sentís tentado, atribulado, refugiaos en el Calvario, y entrad en el Sagrado Costado de Jesús Crucificado; y decid penetrado de amor y de compasión: ¡Oh Jesús, mi Soberano Bien! Cuando fuisteis azotado ¿cuáles eran los sentimientos de vuestro santísimo Corazón? ¡Oh Amor mío! ¡Qué no pueda yo morir por Vos!

XXVIII
Si la vista de vuestras imperfecciones y pecados os espanta y acobarda, id con la confianza de un tierno niño á echaros en el seno amoroso de Jesús, y pedidle su divino amor, diciendo profundamente compungido: “¡Oh Corazón del amado Esposo de mi alma! ¡Cuánto os aflige la vista de mis pecados é ingratitudes! ¡Perdón, oh Jesús, perdón!”

XXIX
En todos los contratiempos de la vida contemplad el afligido Corazón de Jesús, y decidle: “¡Oh amante Corazón de mi Señor y Redentor, que tan duras penas sufristeis en todo el discurso de vuestra vida mortal, ¿no sufriré yo esta pena, este trabajo por vuestro amor? Sí, ¡oh mi dulce Jesús! ó sufrir o morir.”

XXX
Permaneced siempre en el Corazón de Jesús, ofreciéndole de día y de noche un sacrificio de alabanzas, de honor y de bendición; reposad en El, y dormid el sueño del amor hasta perderos y morir á todo lo criado. ¡Dichosa pérdida! ¡Muerte infinitamente más preciosa que la vida! Esta pérdida será vuestra salvación; esta muerte será vuestra vida, vida divina, vida beata, vida perdurable por los siglos de los siglos.


San Pablo de la Cruz

lunes, 7 de junio de 2010

PROFECÍAS DE SAN GASPAR DE BÚFALO



San Gaspar de Búfalo, sacerdote italiano (1786-1837), fundador de los Misioneros de la Preciosísima Sangre. Nacido en Roma de padres muy cristianos. Alumno de los PP. Escolapios. El 31-7-1808 recibió las órdenes sacerdotales y con celo inusitado se dedicó a la conversión de los pobres pecadores. A las amenazas de Napoleón, cuando se anexionó los Estados Pontificios e impuso el exilio al Papa, exigiendo el juramento de fidelidad al tirano usurpador, se opuso con toda resolución y durante cinco años fue llevado de cárcel en cárcel hasta la caída del Emperador despótico de Europa. Al regresar de su destierro Pío VII le nombró Misionero Apostólico. El 15-8-1815 fundó la Congregación de Misioneros de la Preciosísima Sangre. Durante 22 años recorrió todas las poblaciones de los Estados Pontificios, consiguiendo grandes y ruidosas conversiones. Los enemigos de la Iglesia, masones y revolucionarios le persiguieron con saña, por medio de calumnias y amenazas de muerte. Murió a los 52 años en medio de una vida gastada en un profundo apostolado de amor a Jesucristo y a las almas. Fue canonizado en 1954 por el Papa Pío XII.

Pronosticó: "La destrucción de los perseguidores de la Iglesia durante los tres días de tinieblas egipcíacas, declarando que los que veneran la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, serán salvos de esta catástrofe. Aquel que sobreviva a los tres días de tinieblas y espanto, se verá a sí mismo como solo en la tierra, porque de hecho el mundo estará cubierto de cadáveres. El mundo no ha visto nada semejante desde los días del diluvio".

(Cf. San Gaspar de Búfalo, J de Librero, Cáceres 1958).

domingo, 6 de junio de 2010

sábado, 5 de junio de 2010

CARTA ABIERTA A LOS CATÓLICOS PERPLEJOS (IX)


LA NUEVA TELOGÍA

Los estragos de esta catequesis son visibles en las generaciones que ya tuvieron que sufrirlas. En la Ratio studiorum de mis seminarios yo había incluido un año de espiritualidad situado al comienzo de los estudios que duran seis años. Espiritualidad, es decir, ascetismo, misticismo, formación en la meditación y en la oración, profundización de los conceptos de virtud, de gracia sobrenatural, de presencia del Espíritu Santo... Pero pronto tuvimos que desengañarnos. Nos dimos cuenta de que esos jóvenes (que llegaban con un vivo deseo de convertirse en verdaderos sacerdotes, que poseían una vida interior más profunda que muchos de sus contemporáneos y que tenían el hábito de la oración) no conocían ni siquiera las nociones fundamentales de nuestra fe. Nunca se las habían enseñado. De modo que durante ese año de espiritualidad fue necesario enseñarles el catecismo. Muchas veces referí cómo nació el seminario de Ecóne. En esa casa situada en el Valais, entre Sion y Martigny, se había previsto que los futuros sacerdotes sólo harían un primer año de espiritualidad allí; luego seguirían los cursos de la universidad de Friburgo. Pero si muy pronto se consideró la creación de un seminario completo se debió a que en la universidad de Friburgo ya no se aseguraba una enseñanza verdaderamente católica. La Iglesia siempre consideró las cátedras universitarias de teología, de derecho canónico, de liturgia y de derecho eclesiástico como órganos de su propio magisterio o por lo menos de su predicación. Pero en la actualidad, es un hecho cierto el de que en todas las universidades católicas o casi católicas ya no es más el credo católico ortodoxo lo que se enseña. No veo ninguna universidad que lo haga ni en Europa libre ni en los Estados Unidos, ni en la América del Sur. Siempre hay algunos profesores que, con el pretexto de realizar investigaciones teológicas, se permiten dar opiniones contrarias a nuestro credo y no sólo en aspectos secundarios. Ya hablé de ese decano de la facultad de teología de Estrasburgo para quien la presencia de Nuestro Señor en la misa puede compararse con la presencia de Wagner en los festivales de Bayreuth. Para ese decano ya no se trata del Novus Ordo, sino que el mundo evoluciona con una velocidad tal que estas cosas se encuentran rápidamente en el tiempo pasado. Estima pues que hay que prever una Eucaristía que surja del grupo mismo. ¿En qué consistirá dicha Eucaristía? Él mismo no lo sabe, pero profetiza en su libro Pensamiento contemporáneo y expresión de la fe eucarística que los miembros del grupo, al estar juntos, crearán el sentimiento de la comunión con Cristo quien estará presente en medio de ellos, pero sobre todo no en las especies del pan y del vino. Sonríe ante la Eucaristía que se llama "signo eficaz", definición común a todos los sacramentos y dice: "Eso es ridículo, en la hora actual ya no se pueden decir esas cosas, en nuestra época eso no tiene sentido". Los jóvenes alumnos que oyen estas afirmaciones de boca de su profesor, que por añadidura es decano de la Facultad, los jóvenes seminaristas que acuden a sus cursos se ven poco a poco impregnados por el error y reciben una formación que ya no es católica, Lo mismo cabe decir de aquellos que asistían antes a las clases de un profesor dominico de Friburgo, quien aseguraba que las relaciones prematrimoniales eran normales y deseables.

Mis propios seminaristas conocieron a otro dominico que les enseñaba a componer nuevos cánones: "Eso no es muy difícil; vean ustedes algunos principios que podrán utilizar fácilmente cuando sean sacerdotes". Se podrán multiplicar los ejemplos. Smulders, de la Escuela Superior de Teología de Amsterdan, sospecha que san Pablo y san Juan impusieron abusivamente el concepto de Jesús hijo de Dios y rechaza el dogma de la Encarnación. Schillebeeckx, de la universidad de Nimega, expone las ideas más extravagantes, inventa la transignificación, somete el dogma a las variaciones impuestas por las circunstancias de cada época, asigna un fin social y terrenal a la doctrina de la salvación. Küng, en Tubingen, antes de que le prohibieran enseñar en una cátedra de teología católica, ponía en tela de juicio el misterio de la Santísima Trinidad, a la Virgen María, los sacramentos y decía que Jesús era un narrador de feria desprovisto de "toda cultura teológica". Snackenburg, en la universidad de Wüzburg, acusa a san Mateo de haber forjado el episodio de la confesión de Cesarea para autenticar la primacía de Pedro. Rahner, que acaba de morir, minimizaba la tradición en sus cursos de la universidad de Múnich, negaba propiamente la Encarnación al hablar sin cesar de Nuestro Señor como de un hombre "naturalmente concebido", negaba el pecado original y la Inmaculada Concepción, preconizaba el pluralismo teológico. Los elementos avanzados del neo modernismo pusieron por las nubes a toda, esa gente que cuenta con el apoyo de la prensa, de manera tal que sus teorías asumen importancia a los ojos del público y sus nombres son conocidos. Parecen, pues, representar toda la teología y favorecen la idea de que la doctrina de la Iglesia ha cambiado. Esos hombres pueden continuar su perniciosa enseñanza durante largos años interrumpidos a veces por ligeras sanciones. Los papas recuerdan de manera regular los límites de la misión del teólogo. No hace mucho aún Juan Pablo II decía: ''No es posible apartarse, por separarse, de los puntos fundamentales de referencia que son los dogmas definidos sin perder la identidad católica." Schillebeeckx, Küng, el padre Pohier fueron reprendidos pero no sancionados, este último por un libro en el que negaba la resurrección corporal de Cristo. ¿Se puede imaginar que en las universidades romanas, incluso en la Gregoriana, se permitan, con el pretexto de la indagación teológica, las teorías más peregrinas sobre las relaciones de la Iglesia y el Estado, sobre el divorcio y sobre otras cuestiones fundamentales? Es seguro que el hecho de haber transformado el Santo Oficio, que siempre fue considerado por la Iglesia como el tribunal de la fe, favorece estos excesos. Hasta entonces, cualquier fiel, sacerdote y con mayor razón cualquier obispo, podía someter a la consideración del Santo Oficio un escrito, una revista, un artículo y preguntar qué pensaba de él la Iglesia y si se trataba de un escrito que estaba de acuerdo o no con la doctrina católica. Un mes o seis semanas después el Santo Oficio respondía: "Esto es justo, esto es falso, eso debe ser distinguido porque hay una parte verdadera y una parte falsa".
De esta manera se examinaba y juzgaba definitivamente todo documento. ¿Es chocante que se sometan los escritos al conocimiento de un tribunal? ¿Qué ocurre en las sociedades civiles? ¿No existe en ellas un consejo constitucional para decidir lo que está de
conformidad o no con la Constitución? ¿No existen tribunales a los que se acude en el caso de diferentes ofensas sufridas por los particulares y por las colectividades? Hasta puede uno pedir al juez que intervenga en casos de moral pública contra anuncios licenciosos o contra una publicación vendida a la plena luz del día y cuya primera página constituye un ultraje a las buenas costumbres, por más que en estos últimos tiempos y en numerosos países el límite de lo que está permitido se haya ampliado considerablemente. Pero en la Iglesia ya no se aceptaba la intervención de un tribunal, ya no había que juzgar ni condenar. Lo mismo que los protestantes, los modernistas tomaron de los Evangelios la frase que les interesaba: "No juzguéis". Pero no han tenido en cuenta el hecho de que inmediatamente después Nuestro Señor dijo: "Guardaos de los falsos profetas... Por sus frutos los juzgaréis". El católico no debe juzgar inconsideradamente las faltas de sus hermanos, sus actos personales, pero Cristo le ha mandado conservar su fe y ¿cómo podría hacerlo sin echar una mirada crítica a lo que se le da a leer o a oír? El católico se dirigirá al magisterio cuando una opinión le parece dudosa; para eso servía el Santo Oficio. Pero éste, después de la reforma a que se lo sometió, se definió a sí mismo como "Oficio de indagaciones teológicas". La diferencia es enorme. Recuerdo que pregunté una vez al cardenal Browne, ex superior general de los dominicos, que estuvo mucho tiempo en el Santo Oficio: —Eminencia, ¿tiene usted la impresión de que este cambio es radical o sencillamente superficial y accidental? ¡Oh! —me respondió—. ¡No! El cambio es esencial. Por eso no hay que asombrarse si ya no se condena, si el tribunal de la fe de la Iglesia no ejerce ya su papel frente a los teólogos y a todos aquellos que escriben sobre cuestiones religiosas. Siguiese de ello que los errores se difunden por todas partes; habiendo salido de las cátedras universitarias invaden los catecismos y los presbiterios de las parroquias más alejadas. El veneno de la herejía termina por invadir a toda la Iglesia. De manera que el magisterio eclesiástico se halla sumido en una crisis muy grave. Los razonamientos más absurdos se utilizan para prestar apoyo a esos teólogos que sólo tienen el nombre de tales. Un padre Duquoc, profesor en Lyon, recorrió Francia dando conferencias sobre la oportunidad de conferir un sacerdocio provisional a ciertos fieles, incluso a mujeres. Buen número de católicos reaccionó aquí y allá y un obispo del sur de Francia asumió una posición firme contra este predicador dudoso; porque esto ocurre algunas veces. Pero en Laval, los laicos escandalizados tuvieron que oír por parte del obispado estas palabras.- "En esta circunstancia nuestro deber absoluto es preservar la libertad de palabra en la iglesia". Realmente esto causa estupor. ¿De dónde sacaron ese concepto de libertad de palabra? Es un concepto enteramente extraño al derecho de la Iglesia. ¡Y por añadidura lo convirtieron en un deber absoluto del obispo! Esto equivale a trastrocar de un extremo al otro el sentido de la responsabilidad episcopal que consiste en defender la fe y en preservar de la herejía al pueblo que le ha sido confiado.
Debo citar ejemplos que, por lo demás, son del dominio público; pero ruego al lector que crea que yo no escribo este libro para criticar a las personas. Y ésa es la actitud que siempre se fijó el Santo Oficio. El Santo Oficio no consideraba a las personas, sino que tan sólo se atenía a las obras. Un teólogo se quejaba de que uno de sus libros hubiera sido
condenado sin oírlo a él. Pero, precisamente, el Santo Oficio condenaba las obras y no a los autores. Decía: "Este libro contiene afirmaciones que no están de acuerdo con la doctrina tradicional de la Iglesia". ¡Eso era todo! ¿Por qué remontarse a quien había escrito esas obras? Las intenciones del autor, su culpabilidad, incumben a otro tribunal, el tribunal de la
penitencia.

Mons. Marcel Lefebvre

(Continuará)

CONCLUYE EL CONGRESO EUCARÍSTICO DE TOLEDO SIN LA MÁS MÍNIMA MENCIÓN A LA "FORMA EXTRAORDINARIA" DEL RITO ROMANO


La oposición silenciosa de los obispos españoles al Motu Propio Summorum Pontificum es ya clamorosa. Sobre todo, después de haberse clausurado el Congreso Eucarístico de Toledo, que no dio la más mínima cabida a la forma reina de la liturgia romana. Mucho rito hispano-mozárabe, eso sí, es lo que pudieron ver los poco más de 1.000 asistentes que tuvo la cita.

Sin pena ni gloria, así es como, afortunadamente, ha pasado de largo el último Congreso Eucarístico que ha tenido lugar en nuestro país, bajo la presidencia del cardenal de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Antonio María Rouco Varela, a quien muchos sitúan en la rama más radical del catolicismo español. Nada más alejado de la realidad.

De hecho, él y buena parte de su corte, incluido el arzobispo de Toledo y primado de España, monseñor Braulio Rodríguez, son los responsables de la escasa acogida o más bien, la silenciosa oposición que el episcopado español en su conjunto ha prestado a las últimas indicaciones del Papa Benedicto XVI en materia litúrgica. De hecho, desde la entrada en vigor del Motu Propio, el 7 de julio de 2007, no se han efectuado cambios que abran la participación activa de los fieles en la liturgia que ha sido propia de la Iglesia latina durante más de 1.000 años, hasta su completa renovación en 1969.

Es lamentable comprobar como, por el contrario, la página web de la CEE ha tenido expuesto durante muchos meses un texto del secretario general de la Comisión de Liturgia en la que se criticaba abiertamente el documento papal, o como el obispo de Málaga, monseñor Jesús Catalá, se desentendía de la petición de un grupo de fieles que le escribieron con el fin de que éste nombrara un sacerdote que les atendiera espiritualmente según las normas litúrgicas vigentes en 1962. Lo que dio lugar a una enorme polémica y la posterior rectificación del prelado.

Pero la cosa no acaba ahí. El actual presidente de la ineficiente Comisión de Liturgia, el obispo de León, conocido por su incapacidad de seguir las indicaciones de la Santa Sede, aun no ha publicado el Calendario Litúrgico Pastoral de la "forma extraordinaria", que tenga en cuenta las necesidades de los diferentes grupos de fieles que quieren participar de la Misa tridentina.

Sea como fuere, la verdad es que muchos de ellos, sino la mayoría, dejan mucho que desear. Aunque alguno habrá que se salve... Simplemente están a otra cosa. No se enteran y lo que es peor, no se quieren enterar.

de Sector Católico