sábado, 28 de noviembre de 2020

EL SATANISMO Y LOS JUEGOS DE SATAN


Definición

Definir es propiamente limitar. La palabra satanismo empleada o insinuada por nosotros tantas veces desde las primeras páginas de este libro puede tener varios sentidos. Podemos en efecto considerar a Satán bajo el aspecto de amo o príncipe de este mundo. Es el nombre que Jesucristo le da en tres ocasiones en el Evangelio. Pero acabamos justamente de tratar este punto de vista. ¿En qué medida está presente Satán en el universo nuestro? Hemos dicho que esto varía según las razas, los países, las civilizaciones, los regímenes políticos. El vocablo satanismo puede también significar la imitación de Satán por el pecado, y hemos recordado la frase de Gregorio el Grande según la cual todos los que cometen pecado, durante el tiempo que obedecen al pecado, son miembros del "cuerpo místico” de Satán. No nos incumbe conocer la cantidad de hombres que viven en "estado de gracia", es decir, que están sustraídos, hic et nunc, a la influencia de Satán. Pero tenemos el derecho de suponer que es mucho mayor de lo que pensamos, sobre todo si admitimos que los pecadores no son frecuentemente más que hombres que han dado un paso en falso, o han sufrido una caída, pero que no desean por tan poco permanecer bajo el poder de Satán.

Por fin, la palabra satanismo puede significar el culto rendido a Satán, no por un pecado ocasional y muy rápidamente lamentado y reparado, sino por una adhesión formal y voluntaria.

 

Dos formas de satanismo

Pero aquí, distinguimos inmediatamente dos formas de satanismo, bastante diferentes una de la otra; está el satanismo de los que no creen en Satán, como no creen en Dios, y que por consecuencia no rinden culto, propiamente dicho, a Satán, aunque toda su vida se desarrolle de acuerdo con los principios y las sugerencias de Satán.

 Para esta primera forma de satanismo es exacto decir la frase tan frecuentemente repetida y de la cual hemos indicado los límites: "¡La mejor astucia de Satán es la de hacer creer que no existe!" Papini cita a este respecto las palabras del filósofo Alain, en 1921:

"El diablo ha sufrido la misma suerte que todas las apariciones . . . La misma guerra, por lo que yo he visto, no ha hecho revivir ni un ápice al diablo y sus cuerpos." 1

Pero es completamente inútil detenernos en esta primera forma de satanismo. Es puramente negativa. Se encuentra, además, sin la menor mala intención, hasta en excelentes cristianos que no saben que están en oposición con la ortodoxia y con el Evangelio.

Lo que debemos estudiar es el satanismo bajo sus formas activas. Hablamos en plural porque parece que existieron en el transcurso de los siglos, y sin duda siguen hasta en nuestros tiempos, por lo menos dos formas muy distintas de satanismo activo: el satanismo-religión y el satanismo-magia.

 

El satanismo-religión

En cuanto reflexionamos sobre el asunto no podemos dejar de llegar a esta comprobación asombrosa: ¡La historia del satanismo-religión se confunde con la historia de las religiones!

Esta conclusión es tan enorme que requiere una explicación.

La historia de las religiones está muy adelantada actualmente en sus investigaciones. No habla mucho en general de Satán. Los demonios no tienen en ella más que un lugar muy restringido. El historiador de las religiones se dedica a describir objetivamente las creencias religiosas de los pueblos, a nombrar a los dioses, a indicar los atributos de cada una de las divinidades adoradas por tal o cual grupo humano. Expone los ritos mediante los cuales se honraba a los dioses. No llega en principio a un juicio de valor. No hace metafísica y menos teología cristiana.

Pero ¿podemos evitar aquí de recurrir a esta última? Puesto que hablamos de Satán y de su presencia en el mundo, ¿no debemos colocarnos en el punto de vista cristiano, el único punto de vista según el cual Satán está exactamente situado donde se halla, efectivamente, en el cuadro general de los seres?

 ¿Qué dice, pues, el Evangelio? ¿Qué han dicho los Padres de la Iglesia? ¿Qué enseña la teología cristiana con respecto al tema de las religiones paganas?

El Evangelio, y nunca podríamos insistir bastante sobre esto, da a Satán ese título increíble y sin embargo necesariamente cierto, puesto que es Jesús en persona quien se lo da: ¡Príncipe de este mundo! ¿Cómo semejante título puede pertenecer a Satán, si las divinidades paganas no son lisa y llanamente demonios?

Los Padres de la Iglesia lo han comprendido así, unánimemente. Para ellos no existe la menor duda sobre este punto. Los dioses paganos son demonios. Los oráculos paganos, los de Dodona o de Delfos, y los otros que son menos célebres, son oráculos demoníacos, manifestaciones de satanismo.

La teología cristiana ha adoptado, naturalmente, este punto de vista. La descripción histórica de los paganismos antiguos o modernos no es para nosotros una diversión del espíritu, una curiosidad literaria cualquiera, sino la comprobación deplorable de la dominación de Satán entre los hombres.

¿Cómo ha podido hacerse esta toma de posesión de las adoraciones y de las imploraciones humanas por Satán y sus demonios? Parece haberse hecho insensiblemente, por un deslizamiento inconsciente, por una especie de realismo rudimentario. Los historiadores de las religiones, en efecto, admiten, en general, que en todas las religiones, la existencia de un Dios supremo, de un Dios soberano, todopoderoso y todo bondad, está reconocida, pero que estas mismas religiones relegan casi siempre a este Dios a una lejanía, y reservan los homenajes a todo un mundo de divinidades inferiores, buenas o malas, que se saben subordinadas al Dios soberano, pero que se consideran más próximas a nosotros, más mezcladas a nuestro destino, más útiles, por consiguiente, para invocar o para conjurar.

Finalmente, en buen número de paganismos, son las fuerzas malhechoras las que se considera más urgente conciliar y a las cuales se ofrecen sacrificios rituales.

Este "realismo" rudimentario, esta manera de recurrir, en cierto modo, a lo más urgente, parece haber sido el origen de todas las mitologías paganas, de todos los ritos paganos, y de sus mezclas ulteriores en sincretismos prácticos de los cuales el Partenón de Agripa nos da un indicio.

Lo que es indudable es que a los ojos de los judíos, y mucho más aún de los cristianos, todas las divinidades no podían ser más que demonios. De ahí la lucha heroica de parte de los judíos en tiempos de los Macabeos, sobre todo, y de parte de los cristianos durante todo el período de las persecuciones sangrientas. De ahí esta especie de horror sagrado que los cristianos sentían frente a lo que ellos llamaban los "ídolos", es decir, los vanos simulacros del culto demoníaco pagano.

Desde el punto de vista que adoptamos aquí es, pues, evidente que la historia de las religiones (si ponemos a un lado la única religión verdadera, la de los Patriarcas, luego la de Moisés y por fin la religión cristiana) no es otra cosa que la historia del satanismo. Y es sólo así que podemos comprender la expresión: Príncipe de este mundo, atribuida por Cristo a Satán.

Cuando comparamos la exigüidad del culto del verdadero Dios, de Yahweh primero, luego del Verbo encarnado, a la inmensidad del dominio de los falsos dioses, nos vemos obligados a reconocer que si Jesús es el verdadero Rey, tuvo mucha razón en decir: "Mi reino no es de este mundo."

Y comprendemos así la insistencia con la cual, en las ceremonias del bautismo cristiano, se multiplicaban — y todavía se multiplican — los exorcismos para expulsar al demonio. Dichos exorcismos se encuentran en innumerables ocasiones en la liturgia católica. Cuando un sacerdote "hace" agua bendita, pronuncia sobre la sal que va a mezclar con ella las palabras siguientes:

"Te exorcizo, sal creada por el Dios viviente . . ., para que te conviertas en sal exorcizada para la salvación de los creyentes; para que seas, para las almas y los cuerpos de todos los que te usarán, un elemento de bienestar; para que de todo lugar donde hayas sido repartida sea alejada, echada, toda ilusión, toda malicia y toda emboscada del Demonio engañador, así como todo espíritu, inmundo, conjurado por Aquel que vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos, y al mundo por el fuego. «¡Así sea!»"

Luego dice, igualmente, sobre el agua que va a bendecir:

"Te exorcizo, agua creada en el nombre de Dios, Padre todopoderoso . . ., para que te conviertas en agua exorcizada que aleje toda potencia enemiga; para que también seas capaz de alejar y desarraigar al Enemigo mismo, con sus ángeles apóstatas, por la virtud misma de ese mismo Jesucristo, Nuestro Señor . . ."

Y además:

"Oh Dios, que para salvación del género humano has mezclado la substancia del agua a tus más grandes misterios, atiende en tu misericordia nuestra invocación para que esta criatura que es tuya reciba de la gracia divina el poder de alejar los demonios.  

Por fin, en el día de la bendición de las aguas, en la magnífica liturgia del Sábado Santo, se repite entre otras cosas:

"Ordena, Señor, que todo espíritu impuro se retire de aquí: aleja de este elemento toda la malicia y todos los artificios del demonio.

"Que la potencia enemiga no se mezcle con estas aguas; que no ronde alrededor de ellas y no se deslice en ellas secretamente; para infestarlas y corromperlas. Que esta criatura santa esté a cubierto de todo ataque del Enemigo, purificada por la expulsión de toda malicia.  

¿Quién puede dudar que en estas fórmulas la fe de la Iglesia esté afirmada con ostentación?

Pero dirán, ésas no son más que frases, residuos de antiguas creencias que no constituyen quizás a los ojos de los hombres de nuestra época más que supersticiones. A lo cual contestamos con hechos. En todos los casos de posesión que hemos relatado, todos los testimonios de los exorcistas y los testigos de sus intervenciones son categóricos: no es posible asperjar a un poseso o una posesa con agua bendita sin que el espíritu maligno que está en ellos acuse recibo del ataque que se le está haciendo: "¡Me quemas! ¡Me quemas!", grita. Hay, pues, en el agua bendita una virtud actuante que hace anular las secretas acciones demoníacas. Y esto nos conduce a otro aspecto del satanismo.

 

El satanismo-magia

Se admite corrientemente que siempre hubo también un satanismo-magia, paralelo al satanismo-religión que hemos indicado brevemente. A decir verdad, no han faltado especialistas de la historia de las religiones y los cultos, que no hayan pensado y enseñado que la magia había, inclusive, precedido a la religión, que había sido la primera forma de ella, que todas las religiones paganas derivaban de la magia. Pero esta opinión parece cada día más descartada y merece serlo. Es muy poco probable que los hombres hayan empezado por la magia para derivar luego hacia la religión propiamente dicha.

 ¿Qué es, en efecto, la magia, en oposición con la religión?

En la religión, el hombre se inclina delante de una potencia superior, la adora, le implora, reconoce su propia debilidad y su impotencia. Admite su subordinación. En los pueblos actualmente más "primitivos", es decir menos evolucionados, que han seguido, pensamos nosotros, más cerca de los orígenes, tales como los pigmeos, esta actitud hacia la divinidad está todavía en vigor. La religión es hasta más pura que en los pueblos más avanzados.

En la magia el hombre se vanagloria de un poder misterioso. Lejos de inclinarse ante la divinidad, cree poder dominarla, inventa y utiliza fórmulas mediante las cuales estima que puede poner a su servicio las fuerzas superiores a las cuales se dirige. La mentalidad del mago —o del brujo, ese hermano gemelo del mago es más rústico— es muy diferente del hombre religioso. ¿Cómo ha podido llegar un hombre a esa mentalidad? Es para nosotros un misterio. La magia es mucho más satanista, creemos nosotros, que la idolatría. En la idolatría, hay un alma de verdad. Se equivocan sobre la naturaleza del objeto que veneran, no sobre la necesidad de una subordinación o de una imploración. ¡No dirigen esos homenajes al verdadero Dios, pero no se equivocan al pensar que esos homenajes son merecidos por Alguien!

En la magia, hay una especie de sacrilegio, un orgullo de poderío verdaderamente satánico. El mago da las órdenes. Sabe que a los dioses les llegará su turno, que harán pagar caro su sumisión pasajera, pero está orgulloso de obligarlos, de hacerse obedecer por lo menos un día, de tener, mientras las cosas vuelven a lo justo, un poder que lo hace temible ante sus semejantes y le otorga ventajas inmediatas.

La magia, sin duda, procede del mismo realismo grosero que la idolatría. Se ha adorado a las divinidades inferiores, es decir a los falsos dioses, en detrimento del único Dios reconocido por los "primitivos", porque esas divinidades estaban más cerca, eran más útiles de invocar y de conciliar, pero algunos han llevado aún más lejos este realismo, han pasado de la religión a la magia, de la sumisión a una especie de pacto implícito que les daba el derecho de dar órdenes a la misma divinidad. El paso de la religión a la magia es una deformación, pero es más natural que el paso de la magia a la religión. Si los hombres hubieran empezado por la magia, no vemos cómo hubieran ido para atrás, en cierto modo, hacia la religión, al implorar a los representantes de fuerzas que creían sometidas a su poder.

He ahí pues dos clases de satanismo bien definidas: el satanismo-religión y el satanismo-magia. En el primero, Satán es el "Príncipe de este mundo", porque el mundo entero se Inclina ante sus altares y le ofrece sacrificios; en el segundo, Satán parece consentir en obedecer a ciertos hombres, cuando emplean ciertas fórmulas o realizan ciertos ritos, pero no pierde nada con ello porque sabe que la magia o la brujería es un pagaré contra los que la practican, de suerte que su dominación sobre ellos será finalmente todavía más completa y absoluta que sobre cualquiera de sus otros adoradores.

 

El satanismo de nuestros días

¿Qué queda en nuestra época de este satanismo secular? Todo el mundo comprenderá que es imposible contestar esta pregunta.

El satanismo-religión, tal cual lo hemos definido, está en vías de desaparecer rápidamente. Los altares de los falsos dioses son cada día menos numerosos en el mundo. Esto no significa que la posesión de Satán se extienda menos, puesto que lo hemos mostrado activo en inmensos imperios. Pero ha cambiado de táctica. Ha debido adaptarse a la evolución general de la humanidad, de la cual no es el amo absoluto, por más que desempeña en ella un importantísimo papel.

La forma más reciente del satanismo es el marxismo ateo. Es satánico por cuanto niega a Dios y al Diablo, por cuanto niega el alma, por cuanto sólo conoce la materia como asimismo la vida presente, y porque mutila al hombre segándolo de su destino de inmortalidad. Satán no tiene qué hacer con el amor de los hombres y de los mismos demonios. Él es el odio. Su triunfo es la expansión del odio. Hoy en día la forma de odio más eficaz, más generalizada, es el marxismo ateo. Odio de clase, odio entre razas, entre los pueblos, odio por todas partes, bajo el disfraz de una preocupación por el proletariado que es totalmente material, así es el marxismo. El satanismo-religión, de este modo, logra extenderse mucho más, es mucho más activo, mucho más pernicioso de lo que ha sido jamás. Sus mentiras son más enormes, sus negaciones más radicales, sus excitaciones más homicidas de cómo se las ha conocido hasta ahora.

Todo el mundo está de acuerdo en que el marxismo es verdaderamente una religión, en el sentido que moviliza en el corazón de todos sus adherentes la totalidad de las fuerzas de celo, abnegación, sacrificio, que se encuentran en las efusiones religiosas.

Pero esta religión no puede ser denominada sino satánica, puesto que se opone radical y furiosamente a la fe en Dios.

Con todo, el satanismo-religión subsiste todavía, en estado de idolatría, en los pueblos que parecen, por lo demás, abiertos como cosa natural a la invasión próxima del marxismo-ateo ¡sin que conozcan para nada a Karl Marx!

 

Satanismo propiamente dicho

Aparte de este satanismo-religión, que es, o ateísmo marxista o animismo anticuado, existe un satanismo refinado y malsano, mucho menos extendido, mucho más oculto y difícil de descubrir y que es  una adoración voluntaria y razonada de Lucifer. No pretendemos tener datos precisos sobre este satanismo en nuestros días. Todo cuanto podemos decir es que se trata del satanismo de los ritos sacrílegos, de las blasfemias conscientes, de las adoraciones monstruosas, de las "misas negras", por ejemplo, es decir de las profanaciones sistemáticas y calculadas que "parodian" los homenajes rendidos a Dios por los creyentes más esclarecidos y más sinceros, para rendirle a Lucifer otros semejantes.

Tendremos una idea del satanismo de esta clase, releyendo una nota publicada en el Satán de los Estudios carmelitanos (pág. 639).

"No podemos explayarnos — dice esta nota — sobre todos los satanistas o seudosatanistas de nuestros días. La prensa inglesa del 2 de diciembre de 1947, anunció la muerte de «Sir» Aléister Crowley, el personaje «más inmundo y más perverso de Gran Bretaña» como lo calificó «Mr. Justice»."

Interrogado sobre su identidad, Crowley respondió: "¡Antes que Hitler fuera, YO SOY/" — Se advertirá esta "payasada" de las palabras del Evangelio—. Antes de dejar este mundo, dicho brujo septuagenario maldijo a su médico que le rehusaba, con mucha razón, la morfina, porque él la distribuía entre los jóvenes: "Puesto que debo morir sin morfina por causa suya, usted morirá en seguida después de mí." Lo cual ocurrió. El Daily Express del 2 de abril de 1948, anunció que los funerales del mago negro Crowley habían provocado las protestas del Consejo Municipal de Brighton. El Consejero, señor J. C. Sherrot, dijo: "El informe afirma que sobre su tumba fue practicado todo un rito de magia negra." Sobre la tumba, efectivamente, sus discípulos habían entonado cantos diabólicos: el "Himno a Pan" del mismo Crowley, el "Himno a Satán" de Carducci y las Colectas para la "misa gnóstica" compuestas por Crowley para su templo satánico de Londres.

Igualmente la prensa inglesa el 30 de marzo de 1948, dedicó necrologías importantes al famoso metapsíquico Harry Price, especialista en demonología. En un informe ratificado por la Universidad de Londres, Price declaró: "En todas las zonas de Londres, centenares de hombres y mujeres, de excelente formación intelectual y de condición social elevada, adoran al Diablo y le rinden un culto permanente. La magia negra, la brujería, la evocación diabólica, estas tres formas de «supersticiones medievales» son practicadas hoy en Londres en una escala y con una libertad de movimiento desconocidas en la Edad Media." Price fue el fundador y secretario a perpetuidad del Consejo para Investigaciones Psiquiátricas, de la Universidad de Londres.

"A. Frank-Duquesne nos señala, también, entre las curiosidades «demoníacas» actuales, el informe del profesor Paul Kosok, de la Universidad de Long-Island, publicado en los Anales del Museo Norteamericano de Historia Natural, referente a una exploración realizada en el Perú, en 1946. Los exploradores descubrieron, sobre quinientos kilómetros de tierra arenosa y desértica, una doble serie de dibujos, representando unos los signos del zodíaco, otros los pájaros, plantas, y sobre todo, serpientes policéfalas. En el centro del dibujo de la Serpiente, se halla una fosa inmensa que contiene esqueletos de hombres y animales, visiblemente sacrificados. Se le calcula a todo este conjunto dos mil años de existencia."

Si hemos reproducido esta importante nota por entero, es sobre todo en razón de las dos primeras paráfrasis y de lo que ellas nos han revelado de los "círculos satánicos" muy frecuentados en Londres, dirigidos por "satanistas" notorios tales como Crowley y Price. Pero, con toda evidencia, esto no nos da más que una vislumbre muy tenue del satanismo-religión luciferiana de nuestros días. No es solamente cuestión de Londres. Es probable que encontraríamos grupos análogos en todas las grandes ciudades del mundo.

De hecho, se nos asegura que en París existen actualmente más de diez mil personas — hombres y mujeres — que rinden un culto religioso y regular a Satán. Pero está en la naturaleza de las religiones de esta clase huir de toda luz, revestir el carácter más oculto, y desafiar toda estadística.

Pero los satanistas de los cuales acabamos de hablar no son solamente los jefes del culto luciferiano, también son calificados de magos o de brujos, y esto nos lleva a un examen sumario de la brujería de nuestra época.

 

El satanismo-magia actual

Aparte de los grandes magos-luciferianos que acabamos de nombrar y de los que podemos sospechar como ejerciendo su acción solapada en nuestras sociedades modernas, existen además en nuestras campiñas, en cantidad imposible de determinar, pero que tal vez sea mayor de lo que pensamos, "brujos" rurales, cuyos libros de cabecera son Los secretos del Gran Alberto, Los secretos del Pequeño Alberto, El Dragón Rojo. Los dos primeros de estos libros ocultos han recibido — cosa curiosa — su nombre de la reputación de San Alberto el Grande a quien se le atribuía el conocimiento de todos los secretos de la naturaleza. Hacer pasar abominables fórmulas mágicas bajo el patrocinio de un santo venerado es un ardid bien diabólico. Pero sabemos que más de un brujo de nuestros días, ya lo hemos subrayado, abusa de imágenes piadosas para realizar su fructífero oficio de engañador de multitudes.

Es curioso observar que, en nuestros capítulos anteriores, dedicados a los exorcismos más recientes, hemos encontrado casos de posesión debidos a sortilegios de brujería. Si creemos a los demonios conminados a hablar por nuestros exorcistas, han sido obligados por algún brujo a entrar en tal o cual persona. Estos mismos brujos, por medio de sortilegios repetidos, les impedían ceder a las órdenes formales del exorcismo o los forzaban a volver dentro de la persona a quien las oraciones del Ritual habían liberado por un tiempo.

Todo esto, a decir verdad, permanece muy oscuro para nosotros. Pero los exorcistas más calificados son categóricos sobre este punto.

Ocurre a veces que los tribunales mismos tengan que echar un vistazo furtivo sobre estas prácticas supersticiosas como en el caso de esa pobre mujer que, hace muy poco, mató a su marido porque lo creía hechizado o hechicero.

Pero la justicia humana, evidentemente, no tiene fuerzas para luchar contra esta clase de atentados, porque escapan, en general, a los testimonios humanos y es imposible administrarles la prueba jurídica.

Lo que parece indudable es que existen hombres y tal vez mujeres, que creen, obedeciendo a libros de magia increíbles, ponerse en contacto con Satán, concertar un pacto con él y obtener a este precio poderes excepcionales que les permitan ejercer un oficio lucrativo. La brujería forma parte de lo que podemos llamar el lado nocturno de la vida humana. Siempre existieron, para emplear el vocabulario de San Juan, las tinieblas frente a la luz. La magia habita en las tinieblas. Se oculta, huye de las miradas, no ignora que causa en cualquier ser normal una repugnancia invencible. Pero está orgullosa de lo que cree saber y sobre todo ¡de lo que cree poder!

 

Los juegos de Satán

Aparte del satanismo-religión y del satanismo-magia, existen todavía los "juegos de Satán".

En un discurso ardiente y célebre, San Pedro Crisólogo dijo un día a sus diocesanos de Ravena: "¡El que haya jugado con el Diablo, no podrá reinar con Cristo:"

Hablaba a cristianos, pero a los cuales "el juego con el Diablo" — en este caso los espectáculos inmorales del circo — tentaba a veces.

En nuestros días, como en el siglo V, un cristiano debe saber que no se debe jugar con el Diablo si no se quiere estar expuesto a "no reinar con Cristo". Pero los juegos del Diablo no son seguramente los mismos, en conjunto, que les que denunciaba Pedro Crisólogo. O, si son los mismos, ofrecen en nuestros días aspectos completamente nuevos.

Hemos hablado ya del cinematógrafo y no volveremos a tocar el tema. Tampoco hablaremos más del inmenso abuso de la novela, que es, para cantidad de nuestros contemporáneos, la lectura preferida, y cuyo poder de atracción parece estar en razón directa de la basura que se expone en ella.

Ningún cristiano puede poner en duda que la novela tal cual se escribe y triunfa ante nuestros ojos, con su "realismo" malsano y perverso, sea con demasiada frecuencia "satánica". ¿No es acaso una razón para repetir las palabras proféticas de San Pablo a su discípulo Timoteo?

"Llegará una época en que los hombres no soportarán la sana doctrina, sino, por el contrario, al capricho de sus pasiones y picándoles los oídos, se darán amos en cantidad y volverán el oído de la verdad para inclinarse hacia las fábulas"

¡Ad fabulas convertentur! Sabemos que la palabra latina con la cual se designa a la novela es precisamente ésa: fábula. ¡fábulas!

¡Cuántos de nuestros contemporáneos no buscan su filosofía, su manera de comprender la vida más que en las novelas que leen y enloquecen a menudo sus imaginaciones y sus sentidos!

 

Otros juegos

Hemos dicho lo que el santo cura de Ars pensaba y decía del espiritismo.

Mucho más cerca de nosotros, exactamente el 26 de noviembre de 1955, el padre Berger-Bergés, el exorcista ya nombrado por nosotros, hacía a una posesa las cuatro preguntas siguientes:

1º ¿El espiritismo es una ciencia o una mistificación? ¿Eres tú quien está en el espiritismo?

Respuesta: por un ademán indica lentamente con la mano ¡que es él!

2º ¿Las mesas giratorias? ¿Eres tú quien las hace girar?

Respuesta: sí, pero no estoy completamente solo; ¡son necesarias las personas alrededor de la mesa! ¡Estamos juntos!

3º En el espiritismo hay escritos firmados Marco Aurelio. ¿Quién firma Marco Aurelio? ¿Eres tú o alguno de los tuyos? . . . (Insisto firmemente, dice el padre Berger. . . No contesta, no quiere contestar, me dice, y finalmente me declara que no tiene permiso para contestar. Después de haber, sin embargo, esbozado un pequeño ademán que me pareció descubrir y que lo señalaba a él mismo, hace como alguien que contesta a escondidas ¡para que Dios no vea nada!. . .)

4º ¿Y las que leen las cartas? Quid?

Satán contesta: "¡Y bien! ¡Es necesario que las gentes se ganen la vida!" Y deja entender que los naipes también son uno de los medios por los cuales él halaga la estupidez humana.

Y esto nos invita a echar una rápida ojeada sobre este aspecto extraño de nuestro tiempo; recurrir a la adivinación, que nos retrotrae a las modalidades más infantiles de los paganismos antiguos.

 

La adivinación: cosa satánica

Es increíble la expansión actual de la práctica de la adivinación popular, bajo las formas más diversas. Se dan las cifras siguientes para los faquires, cartománticos, quirománticas, adivinas: seis mil declaradas a la policía en París solamente y sesenta mil en toda Francia, con una "cifra de negocios" evaluada en sesenta mil millones por lo menos. Sin duda los procedimientos antiguos, el examen de las entrañas de las víctimas, del vuelo de los pájaros, del murmullo del viento en los bosques o de los dibujos que trazan las aguas bullentes en una fuente, han desaparecido para siempre. Pero están los naipes, o el estudio de las líneas de la mano, la interpretación del residuo de las heces de café y otros muchos procedimientos, tan válidos los unos como los otros. Y está, como en la antigüedad, la astrología, que se considera la forma más erudita de discernir los destinos humanos. Existen todavía en nuestros días astrólogos. Y aseguran —no sin imprudencia — que tienen pruebas perentorias del valor de sus predicciones.

La verdad es que todas estas pretensiones son, no solamente vanas, sino rigurosamente absurdas. Son seguramente formas de la "mentira" de la cual el demonio tiene la secular especialidad. A los astrólogos, que podemos considerar como los más distinguidos de los adivinos, nos bastará oponer las palabras de un maestro de la astronomía científica, G. de Vaucouleurs. Hablando, al final de su gran obra La Astronomía, que es de 1948, de las influencias cósmicas sobre los seres vivientes, escribe: "No por cierto las ilusorias, a las cuales los astrólogos intentan colgar sus divagaciones seudocientíficas." Y un poco más lejos comprueba que la astronomía, en el pasado, ha quedado "estrechamente asociada a las supersticiones astrológicas hasta los comienzos de los tiempos modernos (y aún, ¡ay!, actualmente en muchos espíritus subevolucionados)", y con estos términos de desprecio indica bastante la posición de la ciencia de los astros frente a la adivinación astrológica, en la cual se distinguió otrora un Nostradamus, que conserva admiradores fanáticos hasta en nuestros días.

Si esto ocurre con la astrología ¿quién, pues, dará importancia ya, con respecto al porvenir humano, a los encuentros fortuitos de los naipes o a los lineamientos más o menos extraños de las heces del café?

Para un creyente, lo que torna evidente la "mentira" de la adivinación es la certidumbre de que sólo Dios conoce el porvenir. ¿Cómo lo conoce?" ¿Cómo lo que todavía no es, puede ser objeto de conocimiento para Dios, cuando la libertad humana está en juego? ¿Y cómo esta preciencia divina es compatible con nuestra libertad? Todo el mundo sabe que esto constituye uno de los problemas más difíciles de la metafísica general. Digamos con pocas palabras lo que nos parece la única solución pensable. Nuestro mundo no es el único posible. Existen infinidad de mundos posibles, todos diferentes unos a otros. Pero su posibilidad misma viene de que están llevados desde toda eternidad en la Mente del Creador. Y en esta Mente, es decir en el Verbo Divino, estos mundos se desarrollan idealmente al natural, con sus leyes y también con el juego eventual de las libertades creadas. Cuando Dios decreta que tal mundo será existente, es decir, será creado por El, con preferencia a otros, las condiciones de ese mundo no son cambiadas por eso, si no no sería el mundo deseado y visto por Dios. Los actos libres serán en él libres, y sin embargo Dios los habrá visto y los ve en el momento en que se producen. Es en este sentido que Dios conoce el porvenir. Pero como es el único que lleva eternamente los mundos en su mente, Él es evidentemente el único que conoce el porvenir. Querer predecir el porvenir, fuera de los casos milagrosos de profecías divinas, es pues necesariamente diabólico en el sentido en que es una usurpación a Dios. Se deduce que ningún poder de adivinación ha sido depositado en el juego de naipes, en las heces del café, en las líneas de la mano, en las líneas trazadas por la sal sobre la clara de huevo, como tampoco en las "conjunciones" de los planetas y las estrellas en el momento del nacimiento de un ser humano. Lo que se llama en astrología un fatum, y que antaño se llamaba un horóscopo, es pues superchería o superstición.

No sostendremos, ciertamente, que los miles de adivinos y adivinas que ejercen el oficio pretendidamente lucrativo de predecir el porvenir, en París y en todas las grandes ciudades de Francia, sean brujos o brujas vendidos a Satán.

Parecería que la mayor parte de ellos sólo piensan en practicar un oficio que da beneficios, sin pensar que ese oficio es inmoral y probablemente diabólico. Pero no por ello dejamos de tener el derecho de pensar que el demonio saca su provecho de estas aberraciones y que la adivinación bajo sus formas contemporáneas, como asimismo bajo sus formas antiguas, no es más que uno de los "juegos de Satán" en el seno de la humanidad. Y es pues una de las formas actuales del satanismo-magia, en lo que tiene de distinto del satanismo-religión.


Notas

1 En una nota, Papini (obra cit., pág. 14) da la siguiente referencia: "Alain", Propósitos sobre la religión, París, Rieder, 1937, pág. 64.

Presencia de Satán en el mundo moderno

Monseñor Cristiani