martes, 29 de diciembre de 2020

Monseñor Viganò: No se podrá evitar la apostasía de la cúpula de la Iglesia


Monseñor Viganò habla con la Dra. Maike Hicson sobre el altar pontificio vacío.

Omnes dii gentium demonia.

Salmo 95,5

Excelencia, en un artículo reciente señaló que el altar pontificio de la basílica vaticana no se ha vuelto a utilizar desde que se profanó con la ofrenda del ídolo de la Pachamama. En aquel momento, en presencia de Bergoglio y de su corte pontificia, se cometió un gravísimo sacrilegio. ¿Qué opina de ello?

La profanación de la basílica del Vaticano durante la ceremonia de clausura del Sínodo para la Amazonía contaminó el Altar de la Confesión desde el momento en que se colocó sobre la mesa una vasija dedicada al culto infernal de la Pachamama. A mí me parece que ésa y otras profanaciones cometidas en iglesias y altares evocan en cierta forma actos por el estilo que se han dado con anterioridad y nos permiten entender su verdadera naturaleza.

¿A qué se refiere?

Me refiero a ocasiones en que se ha soltado a Satanás contra la Iglesia de Cristo, desde las persecuciones de los primeros cristianos hasta la guerra de Cosroes de Persia contra Bizancio; desde la furia iconoclasta de los mahometanos hasta el Saco de Roma por parte de los lansquenetes alemanes; más tarde vino la Revolución Francesa, luego el anticlericalismo del siglo XIX, el comunismo ateo, la Guerra Cristera de México y la Cruzada de Liberación española; después, los horrendos crímenes de los partisanos comunistas durante la Segunda Guerra Mundial y sus posguerra, y las diversas formas de cristianofobia que observamos hoy en día por todo el mundo. Siempre, sin excepción, la Revolución en todas sus formas confirma su esencia luciferina permitiendo que se manifieste la bíblica enemistad entre el linaje de la Serpiente y el de la Mujer, entre los hijos de Satanás y los de la Santísima Virgen. No tiene otra explicación esta ferocidad contra la Santísima Madre y sus hijos.

Pienso concretamente en la entronización de la Diosa Razón que tuvo lugar el 10 de noviembre de 1793 en la parisina catedral de Notre Dame, durante el apogeo del Terror. También en aquella ocasión el odio infernal de los revolucionarios quiso sustituir el culto a la Madre de Dios por el culto a una prostituta, erigida en símbolo de la religión masónica, la llevaron a hombros en una silla gestatoria y colocada en el santuario. Esto tiene muchas analogías con la Pachamama, y denotan la mentalidad infernal que lo ha inspirado.

No olvidemos que el 10 de agosto de 1793, escasos meses antes de la profanación de Notre Dame, la estatua de la diosa Razón se había erigido en la plaza de la Bastilla con los rasgos de la diosa egipcia Isis. No deja de ser significativo que esta alusión a los cultos egipcios la encontremos también en el horripilante nacimiento que en este momento se alza en la Plaza de San Pedro. Pero está claro que las semejanzas que encontramos en estas cosas que están pasando vienen acompañadas de algo totalmente nuevo.

¿Nos podría explicar en qué consiste ese nuevo elemento?

Me refiero a que mientras que hasta el Concilio –o, para ser menos duros, hasta este pontificado–, las profanaciones y sacrilegios los realizaban enemigos externos de la Iglesia. Desde entonces los escándalos han llegado a los más altos niveles de la Jerarquía, eso sin hablar del culpable silencio de los obispos y el escándalo de los fieles. La Iglesia bergogliana da una imagen cada vez más desconcertante, en la que la negación de las verdades católicas viene acompañada de la afirmación explícita de una ideología intrínsecamente anticatólica y anticristiana en la que el culto idolátrico de deidades paganas –o sea de demonios– ha salido a la luz, y se promueve con actos sacrílegos y profanaciones de objetos sagrados. Colocar una vasija inmunda en el Altar de la Confesión de San Pedro es un gesto litúrgico con un valor concreto y una finalidad que va más allá de lo simbólico. La presencia de un ídolo de la madre tierra es una clara ofensa a Dios y a la Santísima Virgen, una señal palpable que en cierto sentido explica las muchas afirmaciones irreverentes de Bergoglio con relación a nuestra santísima Madre.

No es de extrañar por tanto que quienes se proponen derribar la Iglesia de Cristo y el Papado de Roma lo hagan desde el solio supremo, como dijo la profecía de la Virgen de la Salette: «Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo». Yo diría que hoy en día ya no se puede hablar de una simple pérdida de la fe, sino que debemos tomar nota del próximo paso, que se expresará en una auténtica apostasía, del mismo modo que la reforma litúrgica va evolucionando hacia una forma de paganismo que incluye la profanación sistemática del Santísimo Sacramento. Sobre todo con la imposición de la Comunión en la mano so pretexto del covid. Así como en una cada vez más evidente aversión a la antigua liturgia.

En esencia, muchas formas de prudencia inicial ocultando las verdadera intenciones de los novadores, poniendo cada vez más al descubierto la verdadera naturaleza de la obra que realizan los enemigos de Dios. Ya no hace falta el pretexto de la oración en común por la paz que legitimó la matanza de gallinas y otras escandalosas abominaciones en Asís, y ya hay quien teoriza que la hermandad entre los hombres puede prescindir de Dios y de la misión salvífica de la Iglesia.

¿Qué piensa de los sucesos que se han dado a partir de octubre de 2019? En particular, de que Bergoglio haya abandonado el título de Vicario de Cristo, así como de que haya dejado de celebrar la Misa en el altar pontificio y de la suspensión de la celebración de misas públicas en Santa Marta.

El principio filosofico para seguirlo;  el modo de obrar sigue al de ser, nos enseña que todo actúa en conformidad con lo que es. Quien renuncia a ser llamado Vicario de Cristo da la impresión de entender que el título no le corresponde, o incluso de  que desprecia la posibilidad de ser el vicario de Aquel que Bergoglio demuestra con sus palabras y sus actos que no quiere reconocer y adorar como a Dios. O, expresado más sencillamente, que no le parece que su misión como máxima autoridad de la Iglesia tenga que coincidir con el concepto católico de pontificado, sino con una versión supuesta actualizada y desmitologizada. Al mismo tiempo, como no cree ser el Vicario de Cristo, Bergoglio puede eximirse de actuar como tal, adulterando como si nada el Magisterio y escandalizando a todo el pueblo cristiano. Celebrar in pontificatibus en el altar erigido sobre la tumba del apóstol San Pedro invisibilizaría al argentino, eclipsaría sus excentricidades y su perpetua expresión de disgusto que no consigue ocultar cada vez que celebra como Papa. Al contrario, le resulta mucho más fácil destacar en la Plaza de San Pedro en pleno confinamiento, atrayendo hacia sí la atención de los fieles, que de lo contrario pondrían en Dios.

¿Reconoce entonces el valor simbólico de los actos del papa Francisco?

Los símbolos tienen un valor preciso: el nombre que eligió, la decisión de vivir en Santa Marta, el abandono de insignias y vestiduras propias del Romano Pontífice, como la muceta roja, el roquete y la estola, o el escudo de armas pontificio en el fajín. La obsesión por todo lo profano es simbólica, como lo es también la intolerancia hacia todo lo que evoque un sentido católico. Y quizá sea también simbólico el gesto con que en la epiclesis, durante la Consagración, Bergoglio cubra siempre el cáliz con las manos, como si quisiera impedir el derramamiento del Espíritu Santo.

Del mismo modo, así como cuando uno se arrodilla ante el Santísimo Sacramento da testimonio de fe en la Presencia Real y realiza un acto de latría o adoración a Dios, al no arrodillarse ante el Santísimo, Bergoglio proclama públicamente que no quiere humillarse ante Dios. Eso sí, no tiene problema para postrarse a cuatro patas ante inmigrantes o ante funcionarios de repúblicas africanas. Y al postrarse ante la Pachamama, algunos frailes, monjas, curas y seglares realizaron un acto de auténtica idolatría, honrando a un ídolo y rindiendo culto a un demonio. Símbolos, signos y gestos rituales son los instrumentos por los que la iglesia bergogliana se manifiesta sin tapujos.

Todos esos ritos de la neoiglesia, esas ceremonias más o menos indicadas, esos elementos tomados de liturgias profanas, no son casuales ni mucho menos. Constituyen uno de los cambios de la ventana de Overton que Bergoglio ya ha teorizado en sus intervenciones y en los actos de su magisterio. Por otra parte, los hechiceros que trazaron el signo de Shiva en la frente de Juan Pablo II y el buda que se adoró en el tabernáculo de Asís se pueden entender en plena coherencia con los horrores que estamos presenciando. Exactamente igual que, en el ámbito social, antes de considerar aceptable el aborto en el noveno mes de gestación éste tuvo que ser legalizado en casos más limitados, y que antes de legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo se prefirió prudentemente dejar que la gente creyese que la protección legal de la sodomía no terminaría por poner en tela de juicio la institución del matrimonio natural entre un hombre y una mujer.

¿Cree Vuestra Excelencia que estas cosas irán a más?

Si el Señor, Sumo y Eterno Sacerdote, no se digna poner fin a esta perversión generalizada de la Jerarquía, la Iglesia Católica quedará cada vez más opacada por la secta que se le está superponiendo abusivamente. Confiamos en las promesas de Cristo y en la asistencia especial del Espíritu Santo, pero no olvidemos que la apostasía de la cúpula de la Iglesia forma parte de los acontecimientos esjatológicos y no se podrá evitar.

Considero que las premisas que hemos visto hasta ahora, y que se remontan en buena parte al Concilio, conducirán inexorablemente de un modo cada vez más explícito a una profesión de apostasía por parte de la cúpula de la iglesia bergogliana. El Enemigo exige fidelidad a sus siervos, y si al principio, parece contentarse con un ídolo de madera adorado en los jardines vaticanos o de una oblación de tierra y plantas sobre el Altar de San Pedro, dentro de poco exigirá un culto público y oficial que reemplace al Sacrificio Perpetuo. En ese caso se cumplirá lo que profetizó Daniel de la abominación desoladora en el lugar santo. Me llama la atención la expresión precisa que emplea la Sagrada Escritura: «Cum videritis abominationem desolationis stantem in loco sancto» [cuando veáis la abominación desoladora en el lugar santo] (Mt.24,15). Está escrito con toda claridad que esta abominación estará en una descarada y arrogante imposición en el lugar más ajeno e impropio para ella. Será una vergüenza, un escándalo, algo sin precedentes, y no hay palabras para calificar y condenarla.

¿Qué nos espera si todo sigue así?

A mi modo de ver, estamos presenciando el ensayo general previo a la instauración del reino del Anticristo, que será precedido por la predicación del Falso Profeta, precursor de aquél que desencadenará la persecución final de la Iglesia antes de la victoria aplastante y definitiva de Nuestro Señor.

El vacío simbólico del altar pontifico es algo más que una advertencia para quienes fingen no ver los escándalos de este pontificado. En cierta forma, Bergoglio se está valiendo de ello para que nos acostumbremos a tomar nota de la mutación sustancial del papado y de la propia Iglesia. También lo es para que veamos en él algo más que el último en el largo linaje de romanos pontífices a los que Cristo mandó apacentar sus ovejas y sus corderos: el primer jefe de una organización filantrópica multinacional que ha usurpado el nombre de Iglesia Católica sólo porque le permite disfrutar de un prestigio y autoridad sin igual, incluso en tiempos de crisis religiosa.

La paradoja es patente: Bergoglio sabe que sólo puede destruir a todos los efectos la Iglesia Católica si se lo reconoce como Papa, pero al mismo tiempo no puede ejercer el pontificado en sentido estricto, ya que ello exigiría que hablase y se comportase como el Vicario de Cristo y Sucesor del Príncipe de los Apóstoles, y se manifestara como tal. Es la misma paradoja que observamos en los ámbitos civil y político, en los que quienes han sido constituidos como autoridades para gobernar los asuntos públicos y promover el bien común son al mismo tiempo emisarios de la élite con la misión de destruir su país y vulnerar los derechos de los ciudadanos. Por detrás del estado profundo y la iglesia profunda siempre hay un mismo instigador: Satanás.

¿Qué pueden hacer los laicos y el clero para prevenir está carrera desenfrenada hacia el precipicio?

La Iglesia no es propiedad del Papa, ni tampoco de una camarilla de herejes y fornicarios que ha conseguido acceder al poder mediante engaños y fraudes. Por eso, debemos unir nuestra fe sobrenatural en que Dios obra constantemente en medio de su pueblo a una labor de resistencia, como aconsejan los Padres de la Iglesia. Los católicos tienen el deber de enfrentarse a la infidelidad de sus pastores, porque el objeto de la obediencia que les deben es la gloria de Dios y la salvación de las almas. Por consiguiente, denunciamos todo lo que suponga traición a la misión de los pastores, mientras imploramos al Señor que abrevie estos tiempos de prueba. Y si algún día Bergoglio nos dijera que para estar en comunión con él tenemos que hacer algo que ofenda a Dios, tendremos más confirmación de que es un impostor y de que, como tal, carece de autoridad.

Oremos, pues. Recemos mucho y con fervor, conscientes de las palabras del Salvador y de su victoria final. No se nos juzgará por los escándalos de Bergoglio y sus secuaces, sino por nuestra fidelidad a las enseñanzas de Cristo; fidelidad que comienza por vivir en gracia de Dios, recibiendo con frecuencia los sacramentos y ofreciendo sacrificios y penitencias por la salvación de los ministros de Dios.

¿Cuál es su petición para esta Navidad?

Me gustaría que estos tiempos difíciles nos permitan ver que donde no reina Cristo se instaura irremediablemente la tiranía de Satanás. Donde no impera la Gracia, se imponen el pecado y el vicio. Donde no se ama la verdad, la gente termina por abrazar el error y la herejía. Si hasta ahora muchas almas tibias no han sabido volverse a Dios, reconociendo que su vida sólo puede hallar plena y perfecta realización en él, quizás puedan entender ahora que la vida sin Dios se convierte en un infierno.

Como los pastores se postraron adorantes a los pies del Niño Rey, acostado en un pesebre pero significativamente arropado en unas telas que antiguamente eran prerrogativa de reyes, también nosotros debemos congregarnos en oración en torno al altar, aunque sea en un desván o en sótano para escapar a la persecución o burlar la prohibición de reuniones. Porque aun en la pobreza de una capilla clandestina o una iglesia abandonada el Señor desciende sobre el altar para sacrificarse místicamente en aras de nuestra salvación.

Roguemos porque un día veamos a un pontífice que vuelva a celebrar el Santo Sacrifico sobre el Altar de la Confesión de San Pedro según el rito que enseñó Nuestro Señor a los Apóstoles y que se ha transmitido íntegro a lo largo de los siglos. Será la señal de que se han restaurado el papado y la Iglesia de Cristo.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

 Fuente: Adelante la Fe

viernes, 25 de diciembre de 2020

FELIZ Y SANTA NAVIDAD


Apostolado Eucarístico les desea a todos sus lectores 
y amigos una Feliz y Santa Navidad.

jueves, 24 de diciembre de 2020

martes, 8 de diciembre de 2020

Mons. Viganò: La ciencia se ha prostituido a los intereses de la élite mundial


 «Terrible es Dios desde su Santuario, el Dios de Israel, el que da potestad y vigor a su pueblo» (Sal.68,35)

El pasado 19 de noviembre, Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial, declaró que el covid supone la oportunidad de hacer un reseteo o reinicio mundial. Lo que hace Schawb en realidad es repetir servilmente lo que ya había afirmado Jacques Attail el 3 de mayo de 2009 en el semanario francés L’Express: «La historia nos enseña que la humanidad sólo evoluciona significativamente cuando tiene mucho miedo; empieza entonces por desarrollar mecanismos de defensa. Unas veces son intolerables (chivos expiatorios y totalitarismos), otras son inútiles (distracciones) y otras resultan eficaces (terapéuticas que, en caso necesario, se apartan de todos los principios morales precedentes). Después, una vez pasada la crisis, el miedo transforma esos mecanismos para hacerlos compatibles con las libertades individuales e insertarlos en una política de salud democrática». En aquel tiempo se trataba de la fiebre porcina, que según los medios habría debido de originar millones de víctimas y para la cual los estados compraron a las grandes empresas farmacéuticas millones de dosis de vacunas que jamás llegaron a utilizarse porque resultaron inútiles. Inútiles para todos menos para quienes las vendieron obteniendo unos beneficios incalculables.

Cabe preguntarse cómo es que un virus gripal que según datos recientes de la OMS tiene una tasa de mortalidad (0,13%) ligeramente superior a la de una gripe estacional normal (0,10%) pueda haber dado lugar a una declaración de pandemia y a una serie de contramedidas prácticamente idénticas en casi todos los estados europeos y del Nuevo Mundo. También habría que preguntarse el motivo por el cual los remedios para el covid suelen ser desacreditados, minimizados o prohibidos, mientras la vacuna es considerada la solución más eficaz. Habría que entender asimismo cómo es posible crear una vacuna teniendo en cuenta que –según declaraciones del CDC, el organismo estadounidense de control y prevención de enfermedades–, el virus todavía no ha sido aislado. ¿Qué antígeno se utiliza, si el SARS Cov-2 no se puede aislar y replicar? ¿Y qué confiabilidad merecen las pruebas PCR si sólo están calibradas para un coronavirus genérico? Si el pasado 19 de octubre el hospital Spallanzani de Roma anunció la experimentación de una prueba que distingue entre una gripe normal y el covid-19, ¿de qué han dado positivo los pacientes que hasta ahora se han hecho la prueba? ¿Quizás por eso algunos miembros de las juntas directivas de empresas como Moderna y Pfizer han vendido sus propias acciones?

Volvamos a las preguntas que muchos se habían planteado hace unos meses y a la denuncia que hice en las dos cartas que dirigí al presidente Trump: se manifiesta en toda su desconcertante realidad un plan mundial cuyos artífices, creando una injustificada alarma social sobre una presunta pandemia que según se ve no resulta peor que un síndrome gripal normal, como confirman datos oficiales de todo el mundo, se utiliza para provocar una tremenda crisis social y económica a nivel mundial y legitimar la drástica reducción de derechos fundamentales de la población. Es lo que explican los propios autores del Gran Reseteo, el reinicio mundial de la economía, de la sociedad y de la población.

Dentro de este plan, el covid desempeña un papel fundamental como excusa para justificar ante el tótem de una ciencia que se ha prostituido vendiéndose a los intereses de la élite después de haber abdicado de su misión de salvar vidas humanas, la privación de la libertad, la intromisión de los gobiernos en la vida privada y la instauración de un régimen pseudosanitario en el que, contra toda evidencia científica, se deciden el número de comensales, la distancia entre las personas y la posibilidad de comprar, vender, respirar y hasta rezar. Algunos, ante el silencio ensordecedor de la jerarquía, han impuesto el cierre de las iglesias o la limitación de las celebraciones religiosas, como si la casa de Dios fuera un cine o un museo, declarando al mismo tiempo servicios esenciales las clínicas aborteras. He ahí las paradojas de un poder extraviado, gestionado por personas corruptas de alma y vendidas a Satanás, que después de haber repetido obsesionadamente el mantra de la democracia y que el poder pertenece al pueblo, se ven obligados a imponer una dictadura contra el propio pueblo, todo por alcanzar unos objetivos encaminados a tutelar los intereses políticos y financieros de la élite. Los ricos se enriquecen más cada vez, mientras se va deshaciendo la clase media que constituye el tejido social y el alma misma de las naciones.

La Revolución Francesa acabó con la aristocracia occidental; la Revolución Industrial acabó con el campesinado y propagó la proletarización, la cual trajo consigo la desgracia del socialismo y el comunismo; la revolución del 68 demolió la familia y la escuela. Este Gran Reinicio deseado por la élite globalista representa la revolución definitiva para crear una masa informe de esclavos conectados a la red, confinados en casa, amenazados por una serie infinita de pandemias proyectadas por quienes ya tienen preparada la vacuna milagrosa. En estos mismos días, con la sincronía de un plan orquestado hasta sus más mínimos detalles bajo una dirección común, muchos teorizan la imposición de una vacuna cuya verdadera eficacia se desconoce, como tampoco las consecuencias que podrá tener. A la obligación de vacunarse deberá añadirse la de portar un pasaporte sanitario, de manera que quienes lo posean puedan desplazarse sin limitaciones, en tanto que quienes lo rechacen no podrán acceder a los medios de transporte, frecuentar restaurantes y otros locales públicos, colegios ni oficinas. No se ve que esto parezca una intolerable vulneración de la libertad personal; los legisladores no vacilan en desautorizar a los parlamentos para imponer sus tiránicas normas, porque saben que su poder se mantiene mientras obedezcan los planes del Gran Reinicio que han hecho suyos instituciones como la Unión Europea y la ONU.

Quedamos estupefactos ante un despliegue de fuerzas tan masivo y coordinado, desconcertados por la desfachatez de quienes en sustancia dicen que debemos aceptar sin replicar la dictadura de un grupo sin rostro que ejerce el poder, porque éste así lo ha decidido. Quedamos sin palabras ante el sometimiento de la izquierda mundial –así como del Partido Demócrata en EE.UU.– al plan mencionado, que no conoce límites ni frenos que lo impidan. Hasta el punto de organizar un golpe de estado electoral de tal alcance y gravedad que pone los pelos de punta. Al fraude manual de las papeletas de voto duplicadas, de los votos de difuntos, de ciudadanos que descubren que han votado mil veces y de empleados que manipulan resultados tapando con paneles de cartón las ventanas de los colegios electorales se añade el empleo de un aparato para el cómputo de los votos que no sólo está demostrando un uso fraudulento, sino que además ha sido proyectado a nivel de software para desplazar los votos de un candidato al otro mediante un complejo algoritmo.

Descubrimos que quienes están detrás de esta macroscópica estafa son siempre los mismos, siempre de la misma facción política, siempre sometidos a una misma ideología. Personas corrompidas en el intelecto y en la voluntad porque se han hecho esclavas de un tirano despiadado al haberse negado a obedecer a un Señor bueno, justo y misericordioso. Y por haber aceptado la esclavitud del pecado y la rebelión contra Dios, hoy quieren arrastrar a la humanidad entera a un abismo de muerte y desesperación. Es la miserable venganza de Satanás, que no pudiendo derrotar a Aquél que lo arrojó a los infiernos trata de arrastrar consigo a tantas almas como pueda para frustrar la obra de la Redención.

Los que creemos en Cristo, nuestro único Señor, no tenemos motivo para temer, aun contra toda lógica humana. Sabemos que, habiendo renacido por el Bautismo, ya no somos siervos sino hijos de Dios, y que conservando por la Gracia la amistad con Nuestro Señor, podemos confiar en Él, en su providente socorro y su poderosa protección. Ésta es, en definitiva, la verdadera libertad: la libertad de los hijos de Dios, que no obedecen su ley por temor sino por amor. No por obligación, sino porque adhiriéndose a la voluntad de Dios encontrarán su perfecto cumplimiento y su total realización. Porque toda alma ha sido creada para la mayor gloria de Dios, para la bienaventuranza eterna en premio por la fidelidad al Salvador.

¡No se turbe nuestro corazón! Las maniobras de quienes actúan en las tinieblas están saliendo a la luz, manifestándose en todo su horror y revelando su origen perverso e infernal. Mentiras, engaños, violencia y muerte; ésta es la cruda realidad del mal ante la cual las personas de buena voluntad no pueden menos que horrorizarse. Si Nuestro Señor se digna escuchar las plegarias de sus hijos, ese castillo de mentiras y fraudes se vendrá miserablemente abajo y sus artífices habrán de volver a esconderse para huir del rigor de la justicia y la execración de que serán objeto por los pueblos.

Vivimos momentos decisivos: sigamos rezando, recitando el Rosario, alimentándonos con la Sagrada Eucaristía y haciendo penitencia. La voz que se eleva en coro hasta la Divina Majestad será escuchada. No nos desanimemos, porque es en la hora de la prueba cuando el Señor nos da la oportunidad de manifestar nuestra fe en Él y contemplar la grandeza de su misericordia.

«Haré todo lo que pidiereis en mi nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo» (Jn.14,13). Nuestro Señor lo ha dicho con claridad: todo. Pidamos, pues, al Padre en el nombre del Hijo, Nuestro Señor y Redentor, mediante la intercesión de su Santísima Madre, poderosa mediadora nuestra, que manifieste su gloria, exalte a la Santa Iglesia, conceda paz y prosperidad a los pueblos cristianos, se conviertan los pecadores y sean derrotados sus enemigos.

+ Carlo Maria Viganò, arzobispo

25 de noviembre de 2020

Santa Catalina, virgen y mártir

Fuente: Adelante la Fe

lunes, 7 de diciembre de 2020