martes, 30 de agosto de 2011

SANTA ROSA DE LIMA - 30 DE AGOSTO

SANTA ROSA
DE LIMA,
Virgen
n. 1586 en Lima, Perú;
† 24 de agosto de 1617 en Lima, Perú

Patrona Principal de Iberoamérica; Lima, Perú; Filipinas; bordadores; floristas; jardineros; personas ridiculizadas por su piedad. Protectora contra la vanidad.

Santa Rosa, así llamada porque, estando en su cuna, un día apareció radiante como una rosa, fue la primera flor de santidad que la América del Sur dio a la Iglesia en el Perú. Desde sus primeros años, demostró un amor extraordinario por la mortificación. “Señor –decía cuando sufría– aumentad mis sufrimientos, siempre que al mismo tiempo aumentéis vuestro amor en mi corazón”. Tuvo la dicha un día de oír al Salvador que le dirigió estas palabras: “Rosa de mi Corazón, sé mi esposa”. Fue a reunirse con su celestial Esposo el 24 de agosto de 1617, a los 31 años de edad.


MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA
DE SANTA ROSA

I. Rosa, viendo que se buscaba inducirla al estado matrimonial, apresurose a ingresar entre las religiosas de la Tercera Orden de Santo Domingo. Para llegar a ser esposa de Jesucristo, hay que olvidar su pueblo y la casa de su padre. Si no puedes tú, siguiendo el ejemplo de Santa Rosa, separarte de tus padres y amigos, trata al menos de encontrar todos los días un momento libre para dedicarte, en la soledad, a la meditación y a la oración. Ama a tus padres por Dios, y los servicios que les hagas, figúrate que los haces al mismo Jesús. Así pensarás en Él sin cesar.

II. San Agustín, hablando de Cristo y de la Iglesia, su Esposa inmortal, dice que son dos en una sola y misma pasión. Así debe ser en cuanto a la unión del alma con Jesucristo. Para agradar al Esposo, es menester hacerse semejante a Él; por eso Santa Rosa practica las penitencias más rigurosas, y lleva en la cabeza un aro de hierro con agudas puntas en su parte interior, semejante a la corona de espinas. Para gozar de los castos abrazos del Esposo, se debe despreciar la propia carne (San Jerónimo).

III. Sacrificar la carne y sus concupiscencias es poco todavía. Hay que sacrificar a Dios la voluntad propia. Mira a Santa Rosa. Ya la pruebe la enfermedad, ya Dios le retire sus consolaciones, a todo se resigna. Lo único que pide a su Esposo, es que aumente su amor en proporción a los sufrimientos que padece. ¡En cambio nosotros nos impacientamos ante la menor contrariedad, nos abatimos ante la menor prueba! Avergoncémonos de nuestra cobardía y adoptemos la resolución de sufrir, por lo menos con paciencia, los males que no podemos evitar. Estáis prometidos a Cristo, le habéis consagrado vuestra voluntad (Tertuliano).

El desprecio de los placeres.
Orad por las vírgenes consagradas a Dios.

ORACIÓN

Oh Dios poderoso, dispensador de todos los bienes, que habéis provisto a la bienaventurada Rosa con el rocío de la gracia celestial, y que la habéis hecho brillar en América con el fulgor de la virginidad y de la paciencia, concedednos la gracia a nosotros servidores vuestros, de correr tras el olor de sus perfumes, y merecer así llegar a ser un día el buen olor de vuestro Hijo, que, con Vos y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos.

Texto tomado de Tradición Católica.com

lunes, 29 de agosto de 2011

ESCRITOS DEL HERMANO RAFAEL


4 de marzo de 1938.

Bendita sea la siempre la adorable y tranquila Santísima Trinidad.

Cojo hoy en nombre de Dios la pluma, para que mis palabras al estamparse en el blanco papel sirvan de perpetua alabanza al Dios bendito, autor de mi vida, de mi alma y de mi corazón.

Quisiera que el universo entero, con todos los planetas, los astros todos y los innumerables sistemas siderales, fueran una inmensa superficie tersa donde poder escribir el nombre de Dios.

Quisiera que mi voz fuera más potente que mil truenos, y más fuerte que el ímpetu del mar, y más terrible que el fragor de los volcanes, para sólo decir, Dios.

Quisiera que mi corazón fuera tan grande como el cielo, puro como el de los ángeles, sencillo como la paloma, para en él tener a Dios.

Mas ya que toda esa grandeza soñada no se puede ver realizada, conténtate, hermano Rafael, con lo poco, y tú que no eres nada, la misma nada te debe bastar.

¡Qué hipocresía decir que nada tiene..., el que tiene a Dios! ¡Sí!, ¿por qué callarlo?... ¿Por qué ocultarlo? ¿Por qué no gritar al mundo entero, y publicar a los cuatro vientos, las maravillas de Dios?

¿Por qué no decir a las gentes, y a todo el que quiera oírlo?... ¿Ves lo que soy?... ¿Veis lo que fui? ¿Veis mi miseria arrastrada por el fango?... Pues no importa, maravillaos, a pesar de todo, yo tengo a Dios..., Dios es mi amigo..., que se hunda el sol, y se seque el mar de asombro..., Dios a mí me quiere tan entrañablemente, que si el mundo entero lo comprendiera, se volverían locas todas las criaturas y rugirían de estupor.

Más aún... todo eso es poco.

Dios me quiere tanto que los mismos ángeles no lo comprenden.

¡Qué grande es la misericordia de Dios! ¡Quererme a mí..., ser mi amigo..., mi hermano..., mi padre, mi maestro..., ser Dios y ser yo lo que soy!

¡Ah!, Jesús mío, no tengo papel ni pluma. ¡Qué diré!... ¿Cómo no enloquecer?... ¿Cómo es posible vivir, comer, dormir, hablar y tratar con todos? ¿Cómo es posible que aún tenga serenidad para pensar en algo que el mundo llama razonable, yo que pierdo la razón pensando en Ti?

¡Cómo es posible, Señor!... Ya lo sé, Tú me lo has explicado..., es por el milagro de la gracia.

Si el mundo que busca a Dios..., supiera. Si supieran esos sabios que buscan a Dios en la ciencia, y en las eternas discusiones... Si supieran los hombres dónde se encuentra Dios..., cuántas guerras se impedirían..., cuánta paz habría en el mundo, cuántas almas se salvarían.

Insensatos y necios, que buscáis a Dios donde no está.

Escuchad, y... asombraos. Dios está en el corazón del hombre... yo lo sé. Pero mirad, Dios vive en el corazón del hombre, cuando este corazón vive desprendido de todo lo que no es El. Cuando este corazón se da cuenta de que Dios llama a sus puertas, y barriendo y limpiando todos sus aposentos, se dispone a recibir al Único que llena de veras.

Qué dulce es vivir así, sólo con Dios dentro del corazón. Qué suavidad tan grande es verse lleno de Dios. Qué fácil debe ser morir así.

Qué poco cuesta..., mejor dicho, nada cuesta, hacer lo que Él quiere, pues se ama su voluntad, y aun el dolor y el sufrimiento, es paz, pues se sufre por amor.

Sólo Dios llena el alma..., y la llena toda.

No hay criaturas, no hay mundo, no hay nada que la turbe... Sólo el pensar en ofenderle y en perderlo, la hace sufrir...

Que vengan los sabios preguntando dónde está Dios. Dios está donde el sabio con la ciencia soberbia no puede llegar... Dios está en el corazón desprendido…, en el silencio de la oración, en el sacrificio voluntario al dolor, en el vacío del mundo y sus criaturas...

Dios está en la Cruz, y mientras no amemos la Cruz, no le veremos, no le sentiremos...

Callen los hombres, que no hacen más que meter ruido.

¡Ah!, Señor, qué feliz soy en mi retiro... Cuánto te amo en mi soledad... Cuánto quisiera ofrecerte que no tengo, pues ya te lo he dado todo... Pídeme, Señor..., mas ¿qué he de darte?

¿Mi cuerpo?, ya lo tienes; es tuyo. ¿Mi alma?... Señor, ¿en quién suspira sino en Ti, para que de una vez la acabes de tomar? ¿Mí corazón? está a los pies de María, llorando de amor..., sin ya nada querer, más que a Ti.

¿Mi voluntad? ¿acaso, Señor, deseo lo que Tú no deseas? Dímelo... dime, Señor, cuál es tu voluntad, y pondré la mía a tu lado... Amo todo lo que Tú me envíes y me mandes, tanto salud como enfermedad, tanto estar aquí como allí, tanto ser una cosa como otra.

¿Mi vida? tómala, Señor Dios mío, cuando Tú quieras.

¡Cómo no ser feliz así!

Si el mundo y los hombres supieran. Pero no sabrán; están muy ocupados en sus intereses; tienen el corazón muy lleno de cosas que no son Dios. Vive el mundo muy para un fin terreno; sueñan los hombres con esta vida, en que todo es vanidad, y así..., no se puede encontrar la verdadera felicidad que es el amor a Dios. Quizás se llegue a comprender, pero para sentirla hay que vivirla, y muy pocos se renuncian a si mismos y toman su cruz..., aun entre los religiosos...

Señor..., qué cosas permites..., tu sabiduría sabrá; tenme a mi de la mano y no permitas que mi pie resbale, pues si Tú no lo haces..., ¿quién me ayudará? ¿Y si Tú no edificas?.

¡Ah!, Señor, cuánto te quiero. ¡Hasta cuándo, Señor!

Virgen María, dile a Jesús que quisiera volverme loco y hacer locuras por su amor; dile que... me perdone... El lo hará, bendita Madre, si tú se lo dices. Así sea.

(Escritos del Hermano Rafael - Dios y mi alma -III)


Enviado por P. Cardozo

EL "NOVENO" SACRAMENTO, POR HUGO WAST

El santo y sabio teólogo inglés Padre Faber ha llamado al dolor el "octavo" sacramento(*).

No sé que nadie haya dicho nada más hermoso, profundo y cristiano acerca del instrumento inventado por Dios para salvar al mundo del exterminio.

Dios había creado al hombre concediéndole un don formidable, la libertad. Pareciera que el cántico de los cielos y de la tierra y de todas las criaturas que narran la gloria de Dios, Coeli enarrant gloriam Dei, no lo satisfacía, porque era un homenaje impuesto por la naturaleza de las cosas, no era una oración de un ser que pudiendo levantarse contra Él e
insultarlo, a pesar de esa tremenda facultad, lo reconociera y lo adorase.

Y ese era el hombre libre. Pero el hombre se corrompió y se rebeló contra Él y lo insultó, y adoró a dioses que fabricó con sus manos. Y Dios se arrepintió de haberlo creado, según la misteriosa expresión de la Biblia, y decretó su exterminio y el de toda carne que se movía sobre la tierra: “Exterminaré – dice el Génesis -, de la haz de la tierra al hombre que he creado, y desde el hombre a todos los animales, desde los reptiles hasta las aves del aire, porque me arrepiento de haberlos hecho.”

Pero Noé, que era justo, halló gracia ante los ojos del Señor, que salvó en él la especie humana y con él una pareja de todos los animales, mientras las aguas del diluvio devoraban todas las estirpes.

Volvieron los hombres a poblar la tierra y volvieron a rebelarse y a delinquir, y toda carne corrompió su camino.

La balanza de la eterna justicia quedó desequilibrada por la prevaricación de aquel ser tan débil por el cuerpo, pero tan poderoso por el espíritu de libertad que poseía y que podía hacer frente a su Creador, el cual se detenía sobrecogido delante de su criatura.

“¿Por ventura se levantará el barro contra el alfarero y la vasija contra su hacedor?” – se pregunta Isaías espantado. Y he aquí justamente que el barro se levantaba contra el alfarero.

Podríamos decir, con audacia más aparente que real, que existía un límite para la omnipotencia de Dios, y era la libertad humana. La amenazante leyenda de las columnas de Hércules, el non plus ultra que creían leer los antiguos viajeros, se hallaba escrito en la frente del hombre, en letras que solo Dios descifraba, porque era su propia mano la que las había trazado: Nadie, ni siquiera tú que lo has creado, doblegará su voluntad, que será libre, ya que tú lo has querido.

¡Tremenda, pavorosa, inescrutable invención aquella! Para contrapesar el desequilibrio que la libertad del hombre introducía en sus planes, engendrando el pecado, Dios tenía que inventar otra cosa igual en grandeza e intensidad, e invento el dolor.

Es claro que pudo el Creador a la primera prevaricación del hombre haber petrificado sin aniquilar aquella formidable prerrogativa de su libertad, reduciéndola a la impotencia como hizo con los ángeles, condenando a los unos y confirmando a los otros.

Pero el libre albedrío humano era su obra maestra, la verdadera página de la Creación en que el Supremo Hacedor hallaba todas sus delicias, y prefirió salvarlo introduciendo en la economía de su creación que era obra de amor, ese incomparable factor del dolor o no sabría explicar la misteriosa y omnipotente energía que hay en el dolor, pero comprendo su inmensa dignidad al pensar que Dios no eligió como instrumento de redención ni la belleza, ni la sabiduría, ni el genio, ni el poder, ni la gloria, ni ninguna de todas esas grandes cosas que los hombres persiguen y adoran, y por las cuales venden sus almas, sino el dolor que es algo oscuro, de lo cual todos los seres huyen, y que sirve a la filosofía puramente humana como argumento contra la propia existencia de Dios, porque no entiende su función compensadora.

Y para dignificarlo más, y para que nunca más la libertad humana pudiera desequilibrar su balanza, aunque los pecados de los hombres formaran una montaña, cuyo cimiento bajara hasta el infierno, y cuya cumbre amenazara el cielo, arrojó en el platillo el peso infinito de la carne dolorida y adorable de su propio Hijo, que era Dios.

“Si alguna cosa fuera mejor y más útil para la salud de los hombres que el sufrir adversidades – dice Kempis -, por cierto que Cristo lo hubiera enseñado por palabras y ejemplos.”

Débese pensar además que el dolor no es solamente instrumento de redención, sino indicio de predilección de Dios hacia alguna criatura, de tal manera que los que no sufren, deben inquietarse por su desamparo, y llamar a las puertas de la misericordia, sin descansar, reclamando su porción de dolor, como un hijo reclama su herencia legítima.

Santa Ángela de Foligno nos dice con palabras inspiradas por el mismo Jesús: “Aquellos a quienes yo amo, comen más cerca de mí, en mi mesa y toman conmigo su parte en el pan de la tribulación, y beben en mi propia copa, el cáliz de la pasión.”

¡Pobres ciegos los que esto ignoran y se rebelan contra lo que es señal de predestinación! Por eso exclama el Eclesiastés: “¡Ay, de los que pierden los sufrimientos!”. Infinitamente profunda y consoladora es, pues, la afirmación del Padre Faber que hace del dolor el "octavo" sacramento.

Pero ¿no hay en el mundo algo que valga tanto o más que el dolor y que pueda ser llamado el "noveno" sacramento?

EL "NOVENO" MANDAMIENTO: LA SONRISA

Revoloteando alrededor de esas cosas sublimes, que devoran mi pequeño pensamiento como devoraría la llama de un volcán a una aturdida mariposa que se aproximara al cráter, he llegado a pensar que si, que hay algo que vale más que el dolor, porque siendo de su propia esencia, tiene un grado más de perfección, y que puede ser llamado el "noveno" sacramento... eso es la sonrisa.

Si mi pobre cabeza supiera penetrar sin extraviarse en el reino de lo abstracto y mi pluma tuviera costumbre de tratar de estas cosas altas, pienso que lograría escribir muchas páginas buenas y útiles porque me imagino que se puede hablar largamente sobre el valor teológico de la sonrisa.

Incapaz de hacerlo así, me limitaré a apuntar ideas sencillas, que me rondan hace tiempo, confirmadas por la reciente lectura de un libro delicioso, la vida de Santa Teresita del Niño Jesús, que es la santa de la sonrisa.

Creo innecesario advertir que no me refiero en ninguna forma a la risa, manifestación de sentimientos de naturaleza bien distinta y que muchas veces, por desgracia, suele ser un indicio de esa alegría estrepitosa, que vive separada de la muda desesperación, apenar por un delgado tabique, según lo advierte Ruskin.

Menos aún me refiero a la venenosa sonrisa de Voltaire, renovada en nuestros días por ese pobre Anatole France, que después de haber sonreído elegantemente de todas las cosas sublimes y santas, para disimular la úlcera del odio que lo roía, ha muerto abominando de su ironía, desesperado y maldiciéndose, porque esa sonrisa no es signo de indulgencia sino un lamentable
disfraz de la intolerancia burlona, y un anticipo del etridor dentium, de que habla el Evangelio.

En vez de definir cuál es la sonrisa que tiene para mí los caracteres de un sacramento, que purifica y fortaleza e imparte la gracia, voy a poner un ejemplo de ella.

Refiere Santa Teresita, en su autobiografía, que había en su comunidad una religiosa que tenía el don de desagradarla en todo. Luchando para no ceder a la antipatía que aquella su hermana le inspiraba, procuraba hacerle cuantos favores podía, y cada vez que se encontraba con ella, si la asaltaba la tentación de responderle de un modo desagradable, se daba prisa a dirigirle una amable sonrisa.

“Muchas veces, cuando el demonio me tentaba violentamente, y me podía esquivar sin que ella advirtiera mi lucha interior, huía como un soldado desertor…. En esto, díjome ella un día con aire de gozo: “Hermana Teresita del Niño Jesús, ¿quiere decirme lo que la atrae tanto hacia mí? No la encuentro ni una sola vez sin que me dirija la mas graciosa sonrisa” - ¡Ah, lo que me atraía era Jesucristo oculto en el fondo de su alma! Jesús que dulcifica lo más amargo” (Historia de un alma, capítulo noveno).

No necesito explicar más, ésa es la sonrisa de que hablo, y que vale más que el dolor aceptado como una expiación, porque es el dolor vencido y transformado en caridad y alegría. Es la virtud, en grado heroico.

A semejantes alturas llegó Santa Teresita reflexionando sobre los dos grandes mandamientos, el primero de los cuales es amar a Dios, y el segundo amar al prójimo.

Viviendo en el mundo se advierte lo difícil que es demostrar este segundo amor con actos exteriores, hacia todas las personas que nos rodean: unas grandes, otras pequeñas, amigas unas, hostiles o indiferentes otras.

Pero siempre, siempre hay en el trato con las gentes un lugarcito para la sonrisa de Teresita. ¿Es posible calcular el valor teológico de esa sonrisa? ¿No vale en ocasiones más que un milagro?

El padre Meschler en su tratado sobre la Vida Espiritual, dice que “un hombre cariñoso y jovial es un poderoso instrumento de Dios en el mundo, es un exorcista que lanza demonios, apóstol y evangelista”. Y en efecto, la sonrisa es Caridad. No todos son llamados a realizar grandes hazañas, porque Dios reparte sus dones como es su gusto, y a unos los priva de lo que ha concedido sobreabundantemente a otros. Pero a todos les ha concedido la voluntad de amar, que es el don por excelencia, según lo enseña San Pablo: “Buscad con ardor los dones más perfectos, pero todavía os mostraré un camino más excelente”.

Ese es el camino del Amor, y Santa Teresita nos cuenta, hablando de esto, que ella, no pudiendo ser apóstol, ni misionero, ni confesor, no pudiendo ser ninguno de los miembros del cuerpo místico de la Iglesia, que describe San Pablo, comprendió que su vocación era ser el Amor, y quiso ser el corazón de la Iglesia.

La sonrisa es Humildad. El hombre soberbio e hinchado no sonríe y si acaso sonríe, su sonrisa no es sencilla, ni desinteresada, ni se dirige a los pobres que no pueden servir en una u otra manera sus vanidades.

La paciencia es una virtud eminentemente cristiana. Es el dominio de sí mismo: “Por la paciencia poseería vuestras almas”, nos dice Jesús en el Evangelio. Es ella indispensable para conformarse con el sufrimiento; pero hay un grado más en la paciencia, y es la alegría en el sufrimiento: “Sufre con paciencia ya que no puedes sufrir con alegría”, dice Kempis.

La alegría es cristiana y social, por naturaleza. “No os entristezcáis como los que no tienen esperanza”, dice San Pablo.

Y la sonrisa es más que la alegría, porque hay en ella mayor vencimiento propio. A veces sonreír vale tanto como realizar un milagro. Es preciso vencer el dolor, y crear la flor de la alegría, sin tener la planta.

Hacer esto por caridad, buscando la comunicación con los otros, y tratando de animarlos con la sonrisa cuyo fundamento es el olvido de sí mismo y el pensamiento en el prójimo, es un verdadero exorcismo que lanza no solamente los demonios de las almas ajenas sino también de la nuestra.

Y tan humilde es la sonrisa, que aún cabe sonreír en medio del arrepentimiento de las caídas; pues la caridad con nosotros mismos es obligatoria como la caridad con el prójimo, y la sonrisa que a ellos les daríamos para animarlos, debemos para lo mismo brindárnosla a nosotros.

“Ese yo no sé qué de agrio y de violento que sentimos después de haber cometido una falta, explica un autor comentando a Kempis, viene más bien del orgullo humillado que de un arrepentimiento según Dios… La turbación después de la caída tiene su fuente en una especie de despecho soberbio por descubrirse tan débil”.

Santa Teresita lo dice mejor aún, con su amorosa ingenuidad: “Ahora me resigno a verme siempre imperfecta, y aún encuentro mi alegría en ello”. La sonrisa es Voluntad, es decir la sonrisa es libre hasta de los preceptos de la ley de Dios. Pues si bien estamos obligados a conformarnos con la voluntad de Dios en la adversidad, ningún precepto nos impone el heroísmo de la sonrisa en el dolor.

Conformándonos, nuestra virtud es suficiente: si además sonreímos, nuestra virtud es heroica. Y la voluntad es todo. Si queremos darnos completamente a alguien no le demos ni nuestras manos, ni nuestros brazos, ni nuestras obras, ni nuestra memoria, un nuestro entendimiento: démosle nuestra voluntad. Porque podríamos, habiéndole dado todo aquello, guardar nuestra voluntad para nosotros, como atrincherarnos en ella, y permanecer infinitamente alejados. “No quiero tu don, dice Jesús, por boca de Kempis, sino a ti”. Las otras cosas son nuestro don, la voluntad somos nosotros mismos.

Al ofrecer, pues, nuestra sonrisa, ofrecemos lo más puro y desinteresado de nuestra voluntad, es decir, la esencia de nuestro yo.

Finalmente, la sonrisa es un alquimista prodigioso, que transforma en oro purísimo las escorias de la vida, ese sinnúmero de insignificantes contrariedades que no pudiendo llamarse adversidades ni dolor, parecen indignas de ofrendarse en el altar. La sonrisa las barre y las recoge cuidadosamente y las ofrece a Dios, con sencillez y alegría diciéndole: “No me avergüenzo de mi ofrenda, porque te doy lo que tengo: si más tuviera, más te daría Señor”.

Es el óbolo de la viuda. Y el que sonría por caridad, ante las contradicciones pequeñitas, es digno de oír las palabras que Jesús dijo de la viuda: “En verdad os digo que ella dio más que todos”.

DOS CAMINOS A ELEGIR ANTE EL DOLOR

Yo solo agregaría un punto: Dios creó la libertad humana, a condición de crear también el dolor. Porque es por el dolor, por lo que la libertad humana se redime y alcanza límites de perfección inimaginables. La libertad sin dolor es vacía y sinsentido; en cambio la libertad humana, aún en el dolor, se vuelve heroica y en eso consiste su máxima perfección y por ende su felicidad.

Pero aún hay más, ante el dolor, la libertad humana tiene dos caminos por los cuales optar, el camino del dolor triste, o el camino del dolor alegre. En fin, como dice Santa Teresita, con la sonrisa se puede vivir alegre aún en el dolor más desgarrante, porque todo se puede con “Jesús que dulcifica lo más amargo”.

Así que a todos aquellos, porque nadie vive solo aislado, sino en sociedad, a todos aquellos que tienen que alternar con padres, hermanos, amigos, alumnos, obreros… una sonrisa vale más que cualquier palabra proferida: “un hombre cariñoso y jovial es un poderoso instrumento de Dios en el mundo, es un exorcista que lanza demonios, apóstol y evangelista”. A todos aquellos van estas líneas.

Hugo Wast.

(*)Nota: Como sabemos, Cristo solo fundó siete sacramentos, hablar del "octavo" y "noveno" son alegorías muy atinadas.

Tomado de Catolicidad

PRELADOS ESPAÑOLES CON LA MISA TRADICIONAL

26/08/2011 Dos obispos españoles han oficiado la Santa Misa tradicional en Madrid, la pasada semana. Una gran noticia por lo que supone de normalización de esta forma litúrgica y de adhesión al magisterio del Santo Padre expresado en el motu proprio Summorum Pontificum. También el Subsecretario para el Culto Divino ofició la Santa Misa con el rito tradicional llamado de San Pío V. Las ceremonias tuvieron lugar en el Tercer Monasterio de la Visitación, Salesas.

Fuente: Acción Litúrgica

EL OBISPO DE CUENCA OFICIA MISA TRADICIONAL

Santa Misa prelaticia oficiada por Monseñor don José María Yanguas Sanz, Obispo de Cuenca.







EL OBISPO DE CÓRDOBA OFICIA MISA TRADICIONAL

Santa Misa prelaticia con el Rito Tradicional oficiada por Monseñor don Demetrio Fernández González, Obispo de Córdoba.





SUBSECRETARIO PARA EL CULTO DIVINO
OFICIA MISA TRADICIONAL

También oficio la Santa Misa tradicional Monseñor Juan Miguel Ferrer Grenesche, Subsecretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos y Capellán Superior de la Orden Militar y Soberana de Malta en España.




Por otra parte, con las Misas oficiadas por los Obispos de Córdoba y Cuenca, son ya 239 los Cardenales y Obispos que han participado en actos litúrgicos con el rito tradicional en latín tras la entrada en vigor del motu proprio Sumorum Pontificum.

239 CARDENALES Y OBISPOS CON EL RITO TRADICIONAL

ALEMANIA: Cardenal Brandmüller (Presidente Emérito del Pontificio Consejo de Ciencias Históricas). Obispos Dick (Obispo Auxiliar Emérito de Colonia), Hanke (Obispo de Eichsttät), Laun (Obispo Auxiliar de Salzsburgo), Mixa (Obispo de Augsburgo) y Overbeck (Obispo de Essen).
ARGENTINA: Obispos Baseotto (Obispo Emérito Castrense de Argentina), Laise (Obispo Emérito de San Luis), y Sánchez Sorondo (Canciller de la Pontificia Academia de Ciencias).
AUSTRALIA: Cardenal Pell (Arzobispo de Sidney). Arzobispos Coleridge (Arzobispo de Camberra), Hart (Arzobispo de Melbourne), e Hickey (Arzobispo de Perth). Obispos Elliot (Obispo Auxiliar de Melbourne), Grech (Obispo de Sandhurst, +2010), Jarret (Obispo de Lismore) y Porteus (Obispo Auxiliar de Sidney).
BÉLGICA: Arzobispo Leonard (Arzobispo de Bruselas y Primado de Bélgica). Obispo Harpigny (Obispo de Tournai).
BENIN: Obispo N´Koue (Obispo de Natitingou).
BRASIL: Arzobispo Taveira Correa (Arzobispo de Belem do Pará). Obispos Areas Rifán (Obispo de la Administración Apostólica San Juan Marían Vianney), Bergamin (Obispo de Nova Iguaçu), Canindé Palhano (Obispo de Senhor do Bomfim), Da Silva (Obispo Auxiliar Emérito de Fortaleza), Fontes de Matos (Obispo de Palmira dos Indios), Guimaraes (Obispo de Garanhuns), Lopes de Faria (Obispo Emérito de Diamantina,+2009), Paixao (Obispo Auxiliar de Salvador-Bahía), Pestana Filho (Obispo Emérito de Anápolis,+2011), Silva Matthes (Obispo Emérito de Franca), Sivieri (Obispo de Propriá-Sergipe), Soares da Costa (Obispo Auxiliar de Aracaju), y Stringhini (Obispo de Franca).
CANADÁ: Arzobispos Roussin (Arzobispo de Vancouver), Miller (Arzobispo de Vancouver), Prendergast (Arzobispo de Ottawa). Obispos Blais (Obispo Auxiliar de Quebec), y Lemay (Obispo Auxiliar de Quebec).
CHILE: Cardenal Medina Estévez (Prefecto Emérito del Culto Divino). Arzobispo Piñera Carvallo (Arzobispo Emérito de La Serena). Obispo González Errázuriz (Obispo de San Bernardo).
CHINA: Cardenal Zen (Arzobispo Emérito de Hong-Kong).
COLOMBIA: Cardenal Castrillón Hoyos (Presidente Emérito de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei).
CROACIA: Obispo Pozaic (Obispo Auxiliar de Zagreb).
DINAMARCA: Obispo Kozon (Obispo de Copenhagen).
ESLOVAQUIA: Arzobispo Bezák (Arzobispo de Trnava).
ESLOVENIA: Cardenal Rodé (Prefecto para la Vida Consagrada).
ESPAÑA: Cardenales Cañizares Llovera (Prefecto para el Culto Divino), Martínez Sistach (Arzobispo de Barcelona), Herranz Casado (Presidente Emérito del Consejo de Textos Legislativos), y Navarrete Cortés (Rector Emérito de la Universidad Gregoriana, +2010). Arzobispo Ureña Pastor (Arzobispo de Zaragoza). Obispos Fernández González (Obispo de Córdoba), Iceta (Obispo de Bilbao) y Yanguas Sanz (Obispo de Cuenca).
ESTADOS UNIDOS: Cardenales Baum (Penitenciario Mayor Emérito), Burke (Prefecto de la Signatura Apostólica), Egan (Arzobipo Emérito de Nueva York), Foley (Gran Maestre de la Orden del Santo Sepulcro), George (Arzobispo de Chicago), Levada (Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe), O' Malley (Arzobispo de Boston). Arzobispos Brunett (Arzobispo de Seattle), Carlson (Arzobispo de Saint Louis), Di Noia (Secretario para el Culto Divino), Hugues (Arzobispo Emérito de Nueva Orleans), Kevin (Arzobispo Emérito de Southwark), Myers (Arzobispo de Newark), Nienstedt (Arzobispo de Sain Paul y Minneapolis), Pilarczyk (Arzobispo Emérito de Cicinnati), y Vigneron (Arzobispo de Detroit). Obispos Boyea (Obispo de Lansing), Bevard (Obispo de Saint Thomas), Blair (Obispo de Toledo, Ohio), Bruskewitz (Obispo de Lincoln), Burbidge (Obispo de Raleigh), Callahan (Obispo de LaCrosse), Conley (Obispo Auxiliar de Denver), Cordileone (Obispo de Oakland), Corrada (Obispo de Tyler), D´Arcy (Obispo de Fort Wayne-South Bend), Daniels (Obispo de Grand Falls), Dewane (Obispo de Venice), Di Lorenzo (Obispo de Richmond), Doran (Obispo de Rockford), Etienne (Obispo de Cheyenne), Farrell (Obispo de Dallas), Finn (Obispo de Kansas City), Foley (Obispo Emérito de Birmingham), García (Obispo de Monterey), Hermann (Obispo Auxiliar de Saint Louis), Hurley (Obispo de Grand Rapids), Keleher (Obispo Emérito de Kansas City), Kicanas (Obispo de Tucson), Madera Uribe (Obispo Emérito de Fresno), Matano (Obispo de Burlington), McFadden (Obispo de Harrisburg), McManus (Obispo de Worcester), Morlino (Obispo de Madison), Murphy (Obispo de Rockville Centre), Nevares (Obispo Auxiliar de Phoenix), Olmsted (Obispo de Phoenix), Perry (Obispo Auxiliar de Chicago), Provost (Obispo de Lake Charles), Reiss (Obispo Auxiliar de Detroit), Rhoades (Obispo de Harrisburg), Ricken (Obispo de Green Bay), Sample (Obispo de Marquette), Serratelli (Obispo de Paterson), Silva (Obispo de Honolulu), Slattery (Obispo de Tulsa), Timlin (Obispo Emérito de Scranton), Tobin (Obispo de Providence), Waltersheid (Obispo Auxiliar de Pittsburg), y Van Johnston (Obispo de Springfield, Missouri).
FILIPINAS: Arzobispo Lagdameo (Arzobispo de Jaro). Obispos Escaler (Obispo Emérito de Ipil), De Gregorio (Administrador de la Prelatura de Batanes), Hobayan (Obispo Emérito de Cazarman), y Tobias (Obispo de Novaliches).
FRANCIA: Cardenales Barbarin (Arzobispo de Lyon), Ving-Trois (Arzobispo de París y Presidente de la Conferencia Episcopal Francesa) y Ricard (Arzobispo de Burdeos). Arzobispos Bacqué (Nuncio en Holanda), D´Ornellas (Arzobispo de Rennes), Le Gall (Arzobispo de Toulouse), Madec (Arzobispo Emérito de Toulon), Maillard (Arzobispo de Bourges), y Thomazeau (Arzobispo de Montpellier). Obispos Aillet (Obispo de Bayona), Aumonier (Obispo de Versalles), Bagnard (Obispo de Belley-Ars), Batut (Obispo Auxiliar de Lyon), Boivineau (Obispo de Annecy), Brouwet (Obispo Auxiliar de Nanterre), Centène (Obispo de Vannes), De Dinechin (Obispo Auxiliar de París), Delmas (Obispo de Angers), Dubost (Obispo de Evry), Dufour (Obispo de Limoges), Fikart (Obispo Auxiliar Emérito de París), Fort (Obispo de Orleans), Fréchard (Obispo Emérito de Auch), Gaidon (Obispo Emérito de Cahors), Guillaume (Obispo Emérito de Saint-Dié), Kalist (Obispo de Limoges), Kratz (Obispo Auxiliar de Estrasburgo), Lebrun (Obispo de Saint-Etienne), Mathieu (Obispo de Saint-Dié), Pansard (Obispo de Chartres), Rey (Obispo de Frejus-Toulon), Riocreux (Obispo de Pontoise), Scherrer (Obispo de Laval), Séguy (Obispo Emérito de Autun), y Wintzer (Obispo Auxiliar de Poitiers).
GABÓN: Arzobispo Mvé Engone (Arzobispo de Libreville). Obispo Madega (Obispo de Port-Gentil).
HAITÍ: Arzobispo Gayot (Arzobispo Emérito de Cap-Haitien, +2010).
HUNGRÍA: Obispos Farhat (Nuncio en Austria), y Varga Lajos (Obispo Auxiliar de Vác).
ITALIA: Cardenales Antonelli (Arzobispo de Florencia, emérito en 2008), Bagnasco (Arzobispo de Génova), Bartolucci (Maestro de Capilla Emérito de la Capilla Sixtina), Caffarra (Arzobispo de Polonia), De Paolis (Prefecto de Asuntos Económicos), Piovanelli (Arzobispo Emérito de Florencia), Poggi (Bibliotecario Emérito de la Santa Sede. +2010), Scola (Arzobispo de Venecia). Arzobispos Accerbi (Prelado de la Orden de Malta), Appignanesi (Arzobispo Emérito de Potenza), Bassetti (Arzobispo de Perugia), Berloco (Nuncio Apostólico de Su Santidad en Bélgica), Betori (Arzobispo de Florencia), Boccardo (Arzobispo de Spoleto-Norcia), Brugnaro (Arzobispo de Camerino-San Severino), De Magistris (Penitenciario Mayor Emérito), y Molinari (Arzobispo de L´Aquila). Obispos Ambrosio (Obispo de Piacenza), Fisichella (Presidente de la Academia Pontificia para la Vida), Giovanetti (Obispo de Fiesole), Giusti (Obispo de Livorno), Lambiasi (Obispo de Rimini), Miglio (Obispo de Ivrea), Mistrorigo (Obispo Emérito de Treviso), Oliveri (Obispo de Albenga-Imperia), Rabitti (Obispo de Ferrara), Ravignani (Obispo Emérito de Trieste), Reali (Obispo de Porto-Santa Rufina), Scanavino (Obispo de Orvieto), y Tardelli (Obispo de San Miniato).
IRLANDA: Arzobispo Martin (Arzobispo de Dublin). Obispos Magee (Obispo de Cobh), y Moriarty (Obispo Emérito de Kildare y Leighlin).
KAZAJSTAN: Obispo Schneider (Obispo Auxiliar de Astana).
LIECHTENSTEIN: Arzobispo Haas (Arzobispo de Vaduz).
LITUANIA: Obispo Bartulis (Obispo de Siauliai).
MONACO: Arzobispo Barsi (Arzobispo de Mónaco).
NIGERIA: Obispos Ochiagha (Obispo Emérito de Orlu), y Tochukwu Ukwuoma (Obispo de Orlu).
NUEVA ZELANDA: Obispo Meeking (Obispo Emérito de Christchurch).
PARAGUAY: Obispo Livieres (Obispo de Ciudad del Este).
POLONIA: Arzobispos Golebiewski (Arzobispo de Wroclaw), Nycz (Arzobispo de Varsovia, creado cardenal en 2010), y Zscysinski (Arzobispo de Lublin). Obispos Balcerek (Obispo Auxiliar de Pozna), Deca, Depo (Obispo de Zamosc-Lubaczow), Dziuba (Obispo de Lowicz), Gorny (Obispo de Rzeszów), Malysiak (Obispo Auxiliar Emérito de Cracovia), Mizinski (Obispo Auxiliar de Lublin), Pieronek (Obispo Auxiliar Emérito de Sosnowieck), y Szkodon (Obispo Auxiliar de Cracovia).
PUERTO RICO: Obispo Torres Oliveira (Obispo Emérito de Ponce).
REINO UNIDO: Cardenal O´Brien (Arzobispo de Edimburgo y Primado de Escocia). Arzobispos Conti (Arzobispo de Glasgow), Kevin (Arzobispo Emérito de Southwark), y Longley (Arzobispo de Birmingham). Obispos Arnold (Obispo Auxiliar de Westminser, Londres), Doyle (Obispo de Northampton), Gilbert (Obispo de Aberdeen), Hopes (Obispo Auxiliar de Westminster, Londres), Kenney (Obispo Auxiliar de Birmingham), McGough (Obispo Auxiliar de Birmingham), McMahon (Obispo de Nottigham), Moran (Obispo de Aberdeen), Stack (Obispo Auxiliar de Westminster, Londres) y Williams (Obispo Auxiliar de Liverpool).
REPÚBLICA CHECA: Obispo Baxant (Obispo de Litomerice).
RUSIA: Arzobispo Pezzi (Arzobispo de la Diócesis de María Madre de Dios).
SRI LANKA: Arzobispo Ranjith (Arzobispo de Colombo).
SUIZA: Obispos Farine (Obispo Auxiliar de Lausana), Genoud (Obispo de Lausana y Friburgo, +2010), Huonder (Obispo de Chur), y Perisset (Nuncio en Alemania).
+ los obispos de la FSSPX: De Galarreta, Fellay, Tisier de Mallerais y Williamson.

Tomado de Catolicidad

viernes, 26 de agosto de 2011

NOVENA A SANTA ROSA DE LIMA, PATRONA DEL PERÚ, LAS INDIAS Y FILIPINAS


Novena de preparación a la festividad de Santa Rosa de Lima, celestial patrona del Perú, América y Filipinas. Ofrecemos la vida extraordinaria de esta virgen limeña, que fue la primera flor de santidad que dio el vergel del Nuevo Mundo sembrado por España con las semillas de nuestra santa religión católica. También publicamos su novena y unas letanías para uso privado consistentes en 31 invocaciones en memoria de los 31 años que vivió sobre la Tierra.

Isabel Flores de Oliva nació el 30 de abril de 1586, en la festividad de santa Catalina de Siena, a la que profesaría a lo largo de su vida una gran devoción. Fueron sus padres el capitán de arcabuceros Gaspar Flores, natural de Puerto Rico e hijo de españoles “cristianos viejos”, y la limeña María de Oliva, también criolla o acaso con algún grado de mestizaje. Era la cuarta de los diez vástagos del matrimonio que sobrevivieron a la infancia (otros tres nacieron muertos o murieron muy pequeños). Se la bautizó con el nombre de su abuela Isabel de Herrera, pero pronto se la comenzó a llamar Rosa por haberla visto en la cuna las que la cuidaban con el rostro bellísimo y encarnado como esta flor.

Era una niña muy hermosa y de rubios cabellos, de los cuales se preciaba y que cuidaba con esmero. Cuando tenía cinco años, jugando con su hermano Hernando, éste se los ensució, lo cual provocó el enojo de Rosa, que se oyó decir: “Si te preocupas por tus cabellos, que sepas que por ellos van muchas almas al infierno”. Estas palabras resonaron en su alma como un trueno y desde entonces formó la resolución de apartarse de las vanidades del mundo y de hacer vida de penitencia, formulando voto de perpetua virginidad. Ayudaba en las labores domésticas a su madre y a las criadas, pues la situación económica del hogar de los Flores de Oliva era más bien modesta. Vivían en una casa grande con huerto, a espaldas del hospital del Espíritu Santo “para mareantes” y con fachada que daba al río Rímac.

Rosa había sido instruida en el catecismo por su abuela Isabel y tuvo el ejemplo próximo de su hermana Bernardina, cinco años mayor que ella y joven de extraordinaria piedad. Estas dos mujeres influyeron decisivamente en su formación y a ambas las perdería en su juventud. Era muy fervorosa y aprendió a rezar por medio de jaculatorias que podía repetir día y noche, incluso cuando se hallaba enfrascada en la costura, en la que era muy hábil. Su invocación preferida -y que ella misma compuso- era: "Jesús sea bendito y sea con mi alma. Amén" y la interiorizó de tal modo que hasta durmiendo la decía. Siendo de siete años decidió que en adelante la llamasen sólo Rosa como quería su madre, al cual nombre añadió el apelativo de Santa María. Cuando tuvo 10 años hizo voto de ayunar a pan y agua todos los miércoles, viernes y sábados, días tradicionales de penitencia.

En 1596, su padre dejó la plaza de arcabucero y aceptó la administración de un obraje en el poblado indígena de Quives, en la serranía de Lima, camino de Canta. Allí se trasladó por cuatro años con toda su familia. En febrero de 1598 pasó por el lugar el santo arzobispo Toribio de Mogrovejo, en el curso de una de sus grandes visitas pastorales a su inmensa arquidiócesis limense, administrando el sacramento de la confirmación a los niños lugar, entre ellos a Rosa, que contaba casi doce años y que tomó entonces el nombre que le era tan querido de Rosa de Santa María. Tuvo por padrino al clérigo Francisco González, doctrinero de Quives. Fue poco después de este episodio cuando murió su amada hermana Bernardina, que había sido confirmada con ella, siendo enterrada en el pueblo. También fue por esta época cuando, entregada a la oración mental, descubrió la oración de unión, entrando así Rosa en la vivencia mística que ya no la abandonaría nunca.

Volvió a Lima convertida en lo que en la época se llamaba "doncella". A pesar de los ayunos y penitencias a los que se entregaba, conservaba una belleza que se hacía notar y comenzaron a acercarse los pretendientes, con la natural complacencia de su madre que la quería bien casada. Rosa era una joven hacendosa y diligente, con un gran sentido de la economía y una afición típicamente limeña a la cocina. Preparaba para los demás viandas apetitosas, de las que se privaba por espíritu de sacrificio. Pero no se sentía de ningún modo inclinada al matrimonio y tenía siempre presente el voto que de niña había hecho a Dios. Sus abstinencias y ayunos desesperaban a su progenitora, que la castigaba con dureza para apartarla de tales prácticas que juzgaba dañinas para su salud y poco propicias para hallar marido. Cuando le iban a presentar a algún muchacho, afeaba su rostro frotándoselo con guindillas o entumeciéndoselo mediante lavados con agua muy fría.

Tendía a la vida anacorética, por lo cual nunca salía de casa de sus padres para pasear o asistir a festejos, sino tan sólo para ir a misa y confesarse en la vecina iglesia de los Dominicos. Gozando de aposento propio con sus enseres, construyó dentro de él, con tabiques de madera, un cubículo estrecho al que llamaba su “celdita” y donde se recogía en oración. Su madre, al ver su comportamiento, acabó por comprender que Rosa era especial y diferente de las otras jóvenes. No es que estuviera loca, pero sí era rara, así que desistió de su porfía por que conociera y tratara a varones que pudieran desposarla y la dejó hacer, aunque siempre controlando que no se pasase en sus penitencias, que fueron muchas. Quería vivir como religiosa y quiso vestir el hábito de las clarisas, que llevó desde 1603 hasta que tomó el de terciaria dominica tres años más tarde. La devoción hacia el sayal pardo franciscano persistiría en ella al llevarlo como túnica en lugar de camisa bajo el hábito de santa Catalina hasta su muerte.

En realidad, Rosa había creído tener vocación de monja y quiso ingresar en el recién fundado monasterio de Santa Clara, para lo cual contó con el apoyo de doña María de Quiñones, sobrina del arzobispo Mogrovejo, pero María de Oliva se oponía a que su hija profesase en el claustro. Ésta encomendó el asunto a la Santísima Virgen pidiéndole su bendición para partir, pero estando postrada ante su imagen en la iglesia del Rosario, sintió de pronto todo su cuerpo inmovilizado y como tullido y así permaneció hasta que le vino el pensamiento que quizás no era voluntad de Dios que en ese momento se hiciese monja. Ella atendía en casa a sus mayores, especialmente a su abuela tullida y a su padre, ya anciano y frecuentemente enfermo. También su madre, a quien empezaban a fallarle las fuerzas, la necesitaba para ayudarle en la educación de sus hermanos menores. Rosa pensó entonces que entraría en el monasterio más tarde, cuando Dios le diera una señal inequívoca, y siguió inclinada hacia la orden clarisa.

Estando un día bordando con otras jóvenes, apareció una paloma blanca que voló a sus pies y subió hasta sus pechos, deteniéndose en el lado izquierdo donde dibujó con el pico un corazón blanco, hecho que fue interpretado por Rosa como la voluntad de Dios de que se hiciese beata dominica. Así pues, el 10 de agosto de 1606, a los 20 años de edad, le fue impuesto el hábito (saya y escapulario blanco y manto negro) de terciaria por fray Juan Alonso Velásquez en el convento de los dominicos. A partir de ese día observó escrupulosamente las constituciones de la Orden de Santo Domingo, teniendo dada obediencia a un fraile de la iglesia del Rosario. Siendo terciaria, Rosa era como una religiosa pero podía seguir viviendo en su casa. Ello no impidió que siguiera considerando la idea de hacerse monja en un futuro. Bajo el hábito vistió el cilicio, una especie de vestidura áspera hecha de cerdas de buey o de caballo que bajaba desde los hombros hasta por debajo de las rodillas usada para mortificación de los sentidos. Lo llevó la mayor parte de su vida.

Desde niña fue Rosa dada a la penitencia. Ayunaba, como sabemos, tres veces por semana y evitaba la carne en virtud de un voto condicional que hizo a los quince años de no comerla a menos que se lo estorbasen su madre, sus médicos o sus confesores. A veces se pasaba días enteros sin comer y hubo una cuaresma en la que se alimentó sólo de pepitas de naranja y hiel. Su mayor problema en este aspecto consistía en que la mesa de su casa siempre estaba bien provista y la madre era muy exigente en materia de comidas. Rosa, la mayor parte de las veces, hacía como que comía, repartiendo sus raciones entre sus hermanos menores, lo cual encendía la ira de su progenitora. No era una persona inapetente, sino que se sentaba a la mesa y se mortificaba privándose, por amor de Dios, de platos que hubiera comido seguramente de buena gana. Su bebida habitual era el agua y ésta entibiada para mayor penitencia. Ocasionalmente bebía gazpachos, chocolate o yerba del Paraguay (mate). Los viernes, para imitar a Nuestro Señor sobre la Cruz, tomaba hiel. Lo extraordinario es que, a pesar de tantas privaciones, siempre mostraba un semblante lleno y rozagante, hasta el punto que, una vez, al verla en la iglesia por Pascua, un caballero no pudo por menos de exclamar con ironía: “¡Qué mortificada sale la monja de esta Cuaresma!”.

Rosa dormía sólo dos horas cada día y lo hacía en camas que parecían más objetos de tortura que instrumentos de descanso. La primera que tuvo estaba hecha de troncos, pero desiguales, de manera que el cuerpo yacía en ella como descoyuntado. En la parte alta había un hueco en el que encajaba la cabeza. La segunda cama la hizo fabricar de tejas: era una especie de barbacoa hecha de cañas gruesas en cuyas junturas insertó trozos de tejas, tiestos o botijos de arcilla, lo cual provocaba que acostarse en ella fuera un verdadero suplicio. La almohada era un adobe o una piedra. Su madre le ordenó cambiarla por una hecha de lana embutida en tela. Para cumplir con la obediencia y al mismo tiempo con su deseo de penitencia, Rosa embutió de tal manera la lana que la almohada resultante era tan dura como la primera. La cama de tejas era tan dolorosa que, a veces, la rehuía y dormía sentada en una silla. Para evitar dormirse más de la cuenta, ataba sus cabellos a un clavo a cierta altura de la pared, de modo que si se recostaba vencida por el sueño, los cabellos tiraban de su cabeza y debía volver a su posición erguida.

Otras penitencias consistían en: ponerse guantes de piel de buitre (que le dejaba las manos en carne viva), darse disciplina con unos latiguillos de hilos a los que estaban atados garfios y aplicarse cilicios de metal en brazos y piernas. También entretejió una corona de púas a imitación de la corona de espinas de Nuestro Señor Jesucristo, que se la ponía bajo las tocas y sujetaba con una cintas, de las que tiraba para procurarse más dolor. Es famosa asimismo la cadena de la que ciñó su cintura y que cerró mediante un candado, cuya llave dio a su confesor en custodia para no tener que quitársela por propia voluntad. El hierro de la cadena penetró en sus carnes, causándole una gran infección que motivó que sus confesores le mandasen quitársela. Al hacerlo, la criada que la ayudó a abrir la cadena dio fe que se hallaba mojada, sin duda por la sangre de Rosa, lo que no pudo saber con certeza por ser de noche. La verdad es que, como dijo su confesor y biógrafo fray Pedro de Loayza, “no hay santa en el cielo más grande en penitencia que sor Rosa de Santa María”.

Rosa amaba la naturaleza y pasaba muchas horas en el jardín de casa de sus padres, dedicada a alabar a Dios con su música (sabía cantar y tañer algunos instrumentos) y a contemplar las maravillas de su creación. Era muy delicada con las demás criaturas, incluso con las más molestas, como los mosquitos, a los que, cual otro san Francisco de Asís, aleccionaba para que honrasen a su Hacedor. En este huerto construyó una ermita de adobes (que aún puede verse en el hoy monasterio de Santa Rosa de los Padres), donde se recluía para huir de las visitas y darse penitencia. Cada vez que salía al huerto para ir a su ermita hablaba con los árboles para que también ellos dieran gloria a Dios y éstos le respondían agitando sus ramas. Allí tuvo lugar el milagro de las clavellinas: un día que era la fiesta de santa Catalina de Siena, no hallando flor alguna para engalanar su altar, Rosa rezó en su interior y al punto brotó una hermosa vara con tres claveles. También se fabricó una pesada cruz de madera, con la que recorría las estaciones del Vía Crucis alrededor del huerto.

No se crea, sin embargo, que Rosa descuidaba sus deberes de estado por darse a las prácticas piadosas. Era muy aplicada en las labores domésticas, y muy hábil en las labores manuales. Con éstas ayudaba al sustento de su casa y le quedaba, además, para hacer sus caridades. En el vecino hospital del Espíritu Santo acudía a los pacientes. Pero también cuidaba de los indios y negros enfermos, especialmente los que servían en su casa, a los que trataba con exquisita misericordia. Ella misma preparaba sus remedios muchas veces y se hacía con medicinas compradas de su peculio. Confiaba en la acción benéfica del Niño Jesús, al que llamaba su “Doctorcito”. Tuvo especial deferencia hacia los esclavos negros por no haber todavía en este tiempo un hospital para ellos, que a menudo morían descuidados y en medio del abandono. Todos concordaban en que Rosa era de una gran caridad y amor para con el prójimo. Pero, además, se ocupaba de su bien espiritual, y cuando sabía que alguno de sus enfermos estaba en pecado mortal al punto procuraba sacarle de ese estado, llevándole al arrepentimiento y a la confesión.

La vida espiritual de Rosa fue un itinerario místico de los más sorprendentes. Vivía constantemente en la presencia de Dios y experimentaba grandes arrobamientos, pero también era atormentada por momentos de terrible sequedad espiritual, en los que llegaba a sentir un total vacío y ausencia divina. Éstos eran para ella peor que los tormentos del infierno y la desconsolaban indeciblemente. Sin embargo, servían para templar y fraguar su alma extraordinaria. Como su patrona santa Catalina de Siena, se desposó místicamente con Jesucristo. Un día, se le apareció en forma de Niño junto a su Santísima Madre, y le dijo: “Rosa de mi Corazón, sé mi esposa” . En fe de ello se hizo fabricar una sortija nupcial que llevó hasta el lecho de muerte. El espíritu poético de ella la llevaba a deliquios muy humanos, como la siguiente redondilla, muy del gusto de la época:

Las doce han dado
Y mi Jesús no viene.
¿Quién será la dichosa
Que lo entretiene?

En 1614, la salud de Rosa era muy precaria, por lo que unos amigos que había conocido en medio de sus correrías caritativas, se constituyeron en sus protectores y la acogieron de huésped en su casa con el asentimiento de su madre. Se trataba del contador del Tribunal de la Santa Cruzada de Lima don Gonzalo de la Maza y Sáenz Hermoza y su mujer doña María de Usátegui y Rivera, ambos peninsulares y sobre los cincuenta años de edad. Tenían casa en el otro extremo de la Ciudad de los Reyes (hoy monasterio de Santa Rosa de las Monjas). En ella Rosa llevó una vida de gran serenidad en medio de sus ayunos y penitencias, siendo la admiración de todos por lo recatado y modesto de su continente. Obedecía a sus tutores como a sus propios padres y ellos la consideraban como una hija, a la que querían y auxiliaban en sus molestias físicas y enfermedades, que se fueron agudizando, especialmente el “mal de ijada”, las cefaleas, la podagra (gota) y el entumecimiento, que llegaban a paralizar a Rosa. No por ello dejó sus mortificaciones y, cuando se esparció la nueva de la amenaza de los corsarios holandeses frente al Callao y el temor de las profanaciones de esos herejes, se dio tal disciplina pidiendo a Dios que librase de ellos a Lima, que casi se mató de los azotes. El hecho es que el ataque de los corsarios no se produjo y se marcharon.

Como queda dicho, Rosa nunca abandonó el deseo de profesar como monja. Abandonada la idea de hacerlo en la segunda orden de san Francisco, formó el proyectó de fundar ella misma un monasterio dominico dedicado a santa Catalina de Siena, para lo cual pidió la intervención de don Gonzalo de la Maza y del provincial dominico ante los superiores de la Orden y el Consejo de Indias. La respuesta no llegó de España, pero sí de los frailes de Lima, que le dijeron que, de acuerdo a las constituciones, no era posible tal fundación. Rosa quedó frustrada, pero con la convicción íntima que el monasterio se acabaría fundando (y de hecho fue así, en 1624). Conformándose a la voluntad de Dios manifestada por medio de sus superiores, siguió venerando en santa Catalina a su modelo y, como ella, se santificó en el mundo sin ser del mundo, como terciaria de la orden del Padre santo Domingo. Muchas almas piadosas y jóvenes quedaron muy edificadas por su ejemplo y algunas entraron en religión gracias a ella.

La vida de Rosa llegaba a su fin. El 1º de agosto de 1617, estando en casa de sus protectores, antes de medianoche empezó a quejarse de graves dolores, sin haber tenido síntomas previos. Le asaltó una terrible jaqueca y comenzó a manifestarse el mal de costado. Rosa no sabía cómo explicar a los galenos lo que le pasaba, por lo que llamaron a su padre espiritual fray Juan de Lorenzana para que le hiciera declarar sus padecimientos. El 13 de agosto se presentó un cuadro de hemiplejia y a partir de allí empezó un empeoramiento irreversible. Gota, calenturas, neumonía. Sus padres fueron a visitarla y comprobaron que lo que estaban haciendo era despedirse de su hija, pues se moría a ojos vista. El 21 de agosto recibió la extremaunción muy devotamente, pero en medio de terribles padecimientos. Uno de sus últimos gestos fue el de entregar el anillo de sus desposorios místicos a Micaela de la Maza, hija del contador. El día 23, víspera de san Bartolomé, recibió la última visita de su confesor fray Juan de Lorenzana que le impartió la bendición in articulo mortis. A continuación pidió la de don Gonzalo de la Maza y doña María de Usátegui, que le habían hecho de padres. Después, hubo un desfile de todos los de la casa para recibir la de la moribunda. Rosa mandó llamar a todos los negros y negras esclavos de la casa y, pidiéndoles perdón si les había alguna vez ofendido, los bendijo con gran amor.

En la madrugada del día 24, estando su hermano Hernando con ella, Rosa de Santa María expiró a consecuencia de un paro cardíaco. La expresión que quedó en su rostro fue la de una gran serenidad, reflejada por el retrato que le hizo, de cuerpo presente, el pintor manierista Medoro Angelino. Los sollozos de los circunstantes se trocaron en alborozo al recordar que Rosa había pedido que a su muerte no se apenaran, sino que mostraran su júbilo. La noticia de su deceso corrió veloz por Lima y acudieron gentes de toda condición a velarla. Fue amortajada con el hábito dominico y su cadáver llevado a duras penas a la iglesia del Rosario, debido a la afluencia de personas que porfiaban por obtener alguna reliquia de la santa. El 25 de agosto fue la solemne misa pontifical de exequias con asistencia del arzobispo limense, Bartolomé Lobo Guerrero, y Pedro de Valencia, obispo de Guatemala, electo para La Paz. También estaban presentes el virrey del Perú, príncipe de Esquilache, los cabildos municipal y catedralicio y los representantes de las órdenes religiosas. Tal era el concurso de fieles ávidos de tocar el cuerpo de Rosa que los dominicos decidieron aprovechar la pausa de la comida para enterrarlo rápidamente en secreto.

La fama de santidad de Rosa de Lima fue unánime y su proceso de beatificación pudo incoarse con una relativa rapidez si consideramos lo que duraban los trámites de la época debido a lo lento de las comunicaciones. Ella muere en 1617 y cincuenta y cuatro años después es ya santa, la primera de las Indias. Las etapas son las siguientes: entre el 1º de septiembre de 1617 y el 7 de abril de 1618 tuvo lugar en Lima el proceso ordinario; el apostólico, entre mayo de 1630 y mayo de 1632, también en Lima; el papa Clemente IX la beatificó el 12 de marzo de 1668, y su sucesor Clemente X la canonizó el 12 de abril de 1671. Se cuenta una anécdota (que trae Ricardo Palma en sus Tradiciones Peruanas) según la cual Clemente IX se mostraba escéptico ante proceso de beatificación de una mujer de lejanas tierras y quiso dar carpetazo exclamando: “¿Santa y limeña? ¡Tanto se me da una lluvia de rosas!”. Y en ese momento cayeron sobre la mesa del despacho papal pétalos de rosa, dejando al pontífice maravillado y trocando su incredulidad en entusiasmo, tal que no sólo beatificó a Rosa, sino que estableció en su testamento un legado para erigirle un altar en Pistoya, la ciudad natal del papa Rospigliosi. La fiesta de la virgen limeña se estableció el 30 de agosto. Con los cambios del calendario de 1969, se trasladó al 23 de agosto, pero la costumbre inveterada del Perú y de América, hizo que Pablo VI concediera que en los países de los que es patrona se siga celebrando en la fecha original, que es la que se observa también en el rito romano clásico.


NOVENA

Acto de contrición.- Señor mío Jesucristo…

Oración preparatoria

Gloriosa Santa Rosa de Lima, tú que supiste lo que es amar a Jesús con un corazón tan fino y generoso. Que despreciaste las vanidades del mundo para abrazarte a su cruz desde tu más tierna infancia. Que profesaste una gran ternura y dedicación a los más desvalidos sirviéndolos como al mismo Jesús. Que amaste con filial devoción a la Virgen María. Enséñanos tus grandes virtudes para que, siguiendo tu ejemplo, podamos gozar de tu protección y de tu compañía en el cielo. Te rogamos también aceptes el obsequio de esta novena y nos obtengas del Señor las gracias que pedimos por tu intercesión, si son para su mayor gloria y bien de nuestras almas. Así sea.

Pídase las gracias que se deseen.

Oraciones para cada día

Día 1. Amantísimo Señor Dios, Trino y Uno, que como en la antigua ley, os complacíais en que os llamasen Dios de aquellos grandes Santos Patriarcas, hoy no menos os agradáis, en que os llamemos, Dios de la Rosa de Santa María: alegrámonos y gozámonos con el mismo gozo, con que ella se complacía en vuestras divinas perfecciones, en especial, de que seáis un Ser tan infinitamente perfecto, que de nadie depende, y todo depende de vuestro Ser, y os pedimos por vuestra soberana independencia, y por el asimiento, que tuvo siempre a Vos vuestra finísima Santa Rosa, nos concedáis un apartamiento total de cuanto es contra vuestra voluntad, a que vivamos y muramos asidos a Vos; y lo que en esta novena os pedimos a mayor honra y gloria vuestra.

Día 2. ¡Oh incomprensible Sabiduría! ¡Oh Dios Trino y Uno! tan infinitamente sabio, que os comprendéis a Vos, y con inefable claridad todo lo creado lo sabéis, y lo sobrecomprendéis: alegrámonos, y gozámonos con el mismo gozo, con que la ilustradísima Rosa de Santa María, se gozaba de vuestra Sabiduría, y por ella, y por lo que supo de vos nuestra Santa, os pedimos nos comuniquéis la ciencia de los Santos, vuestra Divina Luz, y lo que en esta novena os suplicamos, si es para honra y gloria vuestra.

Día 3. ¡Oh bondad inefable! ¡Oh hermosura indecible! ¡Oh Dios Trino y Uno, que sois el centro de toda belleza y perfección! Alegrámonos y gozámonos en Vos con aquel mismo afecto con que la amorosísima Rosa de Santa María, en Vos únicamente descansaba su corazón, como en su centro, y os pedimos por vuestra infinita bondad, y por lo que os comunicasteis a la hermosísima Santa Rosa, que toda vuestra voluntad nos la robe perfección tan divina, y lo que os suplicamos en esta novena, si es honra y gloria vuestra.

Día 4. ¡Oh Santidad Purísima! ¡Oh fuente y ode toda Santidad! ¡Oh Dios Trino y Uno, que por esencia tenéis el oponeros a la culpa! Alegrámonos y gozámonos con el mismo gozo que la perfectísima Rosa, de vuestra infinita perfección, y os pedimos por tan inmensa Santidad, y por las que le comunicasteis a esta purísima Santa, nos concedáis que os sirvamos de suerte que consigamos la perfección que ella deseaba y pedía para sus prójimos; y lo que en esta novena os suplicamos, si ha de ser para honra y gloria vuestra.

Día 5. ¡Oh caridad incomprensible! ¡Oh Dios Trino y Uno, todo amor, que con infinita propensión os inclináis a favorecer a vuestras criaturas y hacerlas bien! Deseamos alegrarnos y gozarnos con aquel mismo gozo e incendio de amor, con que vuestra muy amada Rosa de Santa María se complacía en vuestra inefable caridad; y os pedimos por esta divina perfección, y por el agradecimiento y amor con que maravillosamente os correspondió esta amorosísima Santa, nos comuniquéis los efectos de vuestra especial asistencia y caridad; y lo que en esta novena os suplicamos, si fuere para mayor honra y gloria vuestra.

Día 6. ¡Oh Omnipotente Majestad! ¡Oh Dios Trino y Uno, que cuanto queráis podéis, y es infinito vuestro poder! Deseamos alegrarnos y gozarnos en tan soberana omnipotencia, con aquel mismo gozo con que se complacía la Santa Rosa de Santa María y os pedimos por esta perfección y por el poder que concedisteis a esta fortísima doncella, elevéis y confortéis nuestra grandísima flaqueza y debilidad, para que podamos corresponder a lo que vuestra omnipotencia obra en nuestras almas; y lo que os suplicamos en esta novena, si fuere para Honra y Gloria vuestra.

Día 7. ¡Oh Liberalidad Divina! ¡Oh inclinación indecible a dar y favorecer! ¡Oh Dios Trino y Uno, que dando infinito más que lo deseáis dar! Deseamos alegrarnos y gozarnos en tan divina franqueza con aquel mismo gozo con que os complacía vuestra reconocidísima Santa Rosa, y os pedimos por esta infinita perfección, y por lo mucho que disteis a esta dichosísima santa, nos libréis del vicio de la ingratitud, y nos concedáis que no cesemos de daros gracias por los infinitos beneficios de vuestra liberalidad, y lo que os suplicamos en esta novena, si es para honra y gloria vuestra.

Día 8. ¡Oh Divina Inmensidad! ¡Oh Dios Trino y Uno, que por vuestro ser estáis en todo, sin necesidad de lugar porque estáis en Vos, que sois sobre todo lugar! Deseamos alegrarnos y gozarnos en tan incomprensible inmensidad, con aquel mismo gozo con que la humildísima Santa Rosa se complacía; y os pedimos por esta inmensa perfección, y por la presencia vuestra, que en todas las criaturas concedisteis a tan íntima Esposa vuestra, nos concedáis tenernos siempre presentes y vivir dentro de vos, y lo que en esta novena os suplicamos, si fuere para mayor honra y gloria vuestra.

Día 9. ¡Oh y quién podrá, gran Dios y Señor, Trino y Uno, hacerse capaz de vuestra bienaventuranza y gloria, de la que tenéis en Vos por esencia, gozándoos y amándoos, y de la gloria accidental que os dan todas vuestras criaturas! Deseamos alegrarnos y gozarnos en vuestra grande gloria, con el mismo gozo con que se complacía la felicísima Santa Rosa, y os pedimos por esta su perfección y por la gloria a que la elevasteis, y la que recibís de tan amada criatura vuestra, nos concedáis, que confesando y conociendo vuestra gloria infinita, no caigamos en la eterna pena, sino que seamos bienaventurados y participemos de la infinita bienaventuranza vuestra; y lo que os suplicamos es esta Novena a mayor honra y gloria vuestra.

Oración final

Os doy gracias, o Señor, de la asistencia especial que me habéis prestado en esta novena. Continuad siempre en vuestras misericordias sobre de mí, a satisfacción de mis pecados, en sufragio de las almas del purgatorio y por la conversión de los pecadores. Perdonadme todas las faltas que he cometido. Y juntando el poco bien que he hecho con los inconmensurables méritos de Jesucristo, concededme por Él todas aquellas gracias que son necesarias a mi eterna salud, especialmente una plenaria remisión de la pena debida a mis culpas, que nuevamente lloro y detesto, resuelto como estoy de conducir en lo futuro una vida toda en conformidad a vuestros Santos Mandamientos. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.


LETANÍAS DE SANTA ROSA

(para uso privado)

Señor, ten piedad.
Cristo ten piedad.
Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.

Dios Padre Celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.
Santísima Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.

Santa María, ruega por nosotros.
San Miguel Arcángel y todos los coros de los ángeles, rogad por nosotros.
San José, padre nutricio de Jesús, ruega por nosotros.
Santa Isabel, con cuyo nombre fue bautizada Santa Rosa, ruega por nosotros.
San Bartolomé Apóstol, en cuya vigilia subió Santa Rosa al cielo, ruega por nosotros.
Glorioso Padre Santo Domingo, ruega por nosotros.
Seráfico Padre San Francisco, ruega por nosotros.
Santa Catalina de Siena, madre espiritual de Santa Rosa, ruega por nosotros.
Santo Toribio de Mogrovejo, que confirmaste a Santa Rosa, ruega por nosotros.
San Francisco Solano, cuya predicación escuchó Santa Rosa, ruega por nosotros.
San Martín de Porras y San Juan Masías, hermanos de hábito y de virtud de Santa Rosa, rogad por nosotros.

Santa Rosa de Lima, virgen limeña, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, gloria y orgullo del Perú, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, primera flor americana de santidad, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, lirio de pureza, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, violeta de humildad, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, azucena de castidad, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, rosa encendida de amor, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, ramillete de todas las virtudes, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, oliva de penitencia, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, bálsamo de consuelo, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, mirra de mortificación, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, admiración de los españoles, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, ejemplo de los criollos, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, patrona de los mestizos, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, protectora de los indios, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, auxiliadora de los negros, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, defensora contra los corsarios, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, sostén de tu hogar, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, alivio de los enfermos, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, socorro de los más pobres, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, ejemplo de observancia, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, despreciadora de las galas mundanas, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, insigne penitente, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, coronada de espinas, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, ayunadora y abstinente, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, triunfante de los demonios, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, inspirada cantora, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, respetuosa de toda forma de vida, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, modelo de hija y hermana, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, dócil a tu padre espiritual y confesor, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, mística esposa de Cristo, ruega por nosotros.

Todos los bienaventurados de la Orden de Predicadores, rogad por nosotros.
Todos los bienaventurados de la Orden Seráfica, rogad por nosotros.
Todos los Santos y Santas de Dios, interceded por nosotros.

Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Señor, ten piedad.
Cristo ten piedad.
Señor, ten piedad.

Padre nuestro… (secreto)

V. Y no nos dejes caer en tentación.
R. Mas líbranos del mal.
V. Señor, escucha mi oración.
R. Y llegue a Ti mi clamor.
(V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.)

Oremos. Oh Dios Omnipotente, dador de todo bien, que hiciste florecer en América por la gloria de la virginidad y paciencia a la bienaventurada Rosa, prevenida con el rocío de tu gracia; haz que nosotros, atraídos por el olor de su suavidad, merezcamos ser buen olor de Cristo. Que contigo y el Espíritu

Fuente: Costumbrario Tradicional

viernes, 19 de agosto de 2011

SAN MARTÍN

En el aniversario de su muerte - 17 de agosto.



En el texto puede leerse el primer artículo del “Código de Deberes Militares y Penas para sus infractores” de San Martín. “Las penas aquí establecidas -dice el último artículo del Código- serán aplicadas irremisiblemente. Sea honrado el que no quiera sufrirlas. La Patria no es abrigadora de crímenes. Cuartel General en Mendoza, setiembre de 1816. (Fdo.) José de San Martín”.

Fuente: Santa Iglesia Militante

miércoles, 17 de agosto de 2011

MALICIA DEL PECADO MORTAL - SAN ALFONSO MARÍA LIGORIO


Hijos crié y engrandecí;
mas ellos me despreciaron.
Is. 1, 4

PUNTO 1

¿Qué hace quien comete un pecado mortal?... Injuria a Dios, le deshonra y, en cuanto está de su parte, le colma de amargura.

Primeramente, el pecado mortal es una ofensa grave que se hace a Dios. La malicia de una ofensa, como dice Santo Tomás, se aprecia atendiendo a la persona que la recibe y a la persona que la hace. Una ofensa hecha a un simple particular es, sin duda, un mal; pero es mayor delito si se le hace a una persona de alta dignidad, y mucho más grave si se dirige al rey... ¿Y quién es Dios? Es el Rey de los reyes (Ap. 17, 14).

Dios es la Majestad infinita, respecto de la cual todos los príncipes de la tierra y todos los Santos y ángeles del Cielo son menores que un grano de arena (Is. 40, 15). Ante la grandeza de Dios, todas las criaturas son como si no fuesen (Is. 40, 17). Eso es Dios...

Y el hombre, ¿qué es?... Responde San Bernardo: Saco de gusanos, manjar de gusanos, que en breve le devorarán. El hombre es un miserable, que nada puede; un ciego, que no sabe ver nada; pobre y desnudo, que nada tiene (Ap. 3, 17). ¿Y este mísero gusanillo se atreve a injuriar a Dios? –dice el mismo San Bernardo–. Con razón, pues, afirma el Angélico Doctor (p. 3, q. 2, a. 2) que el pecado del hombre contiene una malicia casi infinita.

Por eso, San Agustín llama, absolutamente, al pecado un mal infinito; de suerte que, aunque todos los hombres y los ángeles se ofrecieran a morir, y aun a aniquilarse, no podrían satisfacer por un solo pecado. Dios castiga el pecado mortal con las terribles penas del infierno; pero, con todo, ese castigo es, como dicen todos los teólogos, citra condignum, o sea, menor que la pena con que tal pecado debiera castigarse.

Y, en verdad, ¿qué pena bastará para castigar como merece a un gusano que se rebela contra su Señor? Sólo Dios es Señor de todo, porque es Creador de todas las cosas (Es. 13, 9). Por eso, todas las criaturas le obedecen. “Obedécenle los vientos y los mares” (Mt. 8, 27). El fuego, el granizo, la nieve y el hielo... ejecutan sus órdenes (Sal. 148, 8). Mas el hombre, al pecar, ¿qué hace sino decir a Dios: Señor, no quiero servirte?

El Señor le dice: “No te vengues”, y el hombre responde: “Quiero vengarme”. “No tomes los bienes del prójimo”, y desea apoderarse de ellos. “Abstente del placer impuro”, y no se resuelve a privarse de él. El pecador dice a Dios lo que decía el impío Faraón cuando Moisés le intimó la orden divina de que diese libertad al pueblo de Israel... Aquel temerario respondió: ¿Quién es el Señor para que yo obedezca su voz?... “No conozco al Señor” (Ex. 5, 2). Pues lo mismo dice el pecador: Señor, no te conozco; hacer quiero lo que me plazca.

En suma: ante Dios mismo le pierde el respeto y se aparta de Él, que esto es propiamente el pecado mortal: la acción con que el hombre se aleja de Dios. De esto se lamenta el Señor, diciendo: Ingrato fuiste, “tú me has abandonado”; Yo jamás me hubiera apartado de ti; “tú te has vuelto a atrás”.

Dios declaró que aborrecía el pecado; de suerte que no puede menos de aborrecer al que lo comete (Sb. 14, 9). Y el hombre, al pecar, se atreve a declararse enemigo de Dios y a combatir frente a frente contra Él. Pues ¿qué dirías si vieses a una hormiga que quisiera pelear con un soldado?...

Dios es aquel omnipotente Señor que con sólo querer sacó de la nada el Cielo y la tierra (2Mac. 7, 28). Y si quisiera, a una señal suya, podría aniquilarlo todo. Y el pecador, cuando consiente en el pecado, levanta la mano contra Dios, y “con erguido cuello”, es decir, con soberbia, corre a ofender a Dios; ármase de gruesa cerviz (Jb. 15, 25) (símbolo de ignorancia), y exclama: “¿Qué gran mal es el pecado que hice?... Dios es bueno y perdona a los pecadores...”. ¡Qué injuria!, ¡qué temeridad!, ¡qué ceguedad tan grande!


PUNTO 2

El pecador no sólo ofende a Dios, sino que le deshonra (Ro. 2, 23). Porque, renunciando a la divina gracia por un miserable placer, menosprecia y huella la amistad de Dios. Si el hombre perdiese esta soberana amistad por ganar un reino, y aun todo el mundo, haría, sin embargo, un inmenso mal, pues la amistad de Dios vale más que el mundo y que mil mundos.

Mas ¿por qué se ofende a Dios? (Sal. 10, 13). Por un puñado de tierra, por un rapto de ira, por un brutal placer, por humo, por capricho (Ez. 13, 19). Apenas el pecador comienza a deliberar consigo mismo si dará o no consentimiento al pecado, entonces, por decirlo así, toma en sus manos la balanza y se pone a considerar qué cosa pesa más, si la gracia de Dios o la ira, el humo, el placer... Y cuando luego da el consentimiento, declara que para él vale más aquel humo o aquel placer que la divina amistad. Ved, pues, a Dios menospreciado por el pecador.

David, considerando la grandeza y majestad de Dios, exclamaba (Sal. 34, 10): “Señor, ¿quién es semejante a Ti?” Mas Dios, al contrario, viéndose comparado por los pecadores a una satisfacción vilísima y pospuesto a ella, les dice (Is. 40, 25): “¿A quién me habéis asemejado e igualado?” “¿De suerte –exclama el Señor– que aquel placer vale más que mi gracia?”

No habrías pecado si, al pecar, debieras haber perdido una mano, o diez ducados, o quizá menos. De modo, dice Salviano, que sólo Dios es tan vil a tus ojos, que merece ser propuesto a un rapto de cólera, a un mísero deleite.

Además, cuando el pecador, por cualquier placer suyo, ofende a Dios, hace que tal placer se convierta en su dios, porque en aquél pone su fin. Así, dice San Jerónimo: “Lo que alguien desea, si lo venera es para él un dios”. Vicio en el corazón, es ídolo en altar. Por lo mismo, dice Santo Tomás: “Si amas los deleites, éstos son tu dios”. Y San Cipriano: “Todo cuanto el hombre antepone a Dios lo convierte en su dios”.

Cuando Jeroboán se rebeló contra el Señor, procuró llevar consigo el pueblo a la idolatría, y le presentó sus ídolos, diciendo (1R. 12, 28): “Aquí tienes, Israel, a tus dioses”. Así procede el demonio: ofrece al pecador los placeres, y le dice: “¿Qué quieres hacer de Dios?... Ve aquí al tuyo; esta pasión, este deleite.

Acéptalo y abandona a Dios”. Y si el pecador consiente, eso mismo hace: adora en su corazón el placer como a dios. “Vicio en el corazón, es ídolo en altar”.

¡Y si a lo menos los pecadores no deshonrasen a Dios en presencia de Él mismo!... Mas no; le injurian y deshonran cara a cara, porque Dios está presente en todo lugar (Ser. 23, 24). El pecador lo sabe. ¡Y con todo, se atreve a provocar al Señor en la misma presencia divina! (Is. 65, 3).


PUNTO 3

El pecador injuria, deshonra a Dios y, además, en cuanto es de su parte, le colma de amargura, pues no hay amargura más sensible que la de verse pagado con ingratitud por una persona amada y en extremo favorecida. ¿Y a qué se atreve el pecador?... Ofende a un Dios que le creó y le amó tanto, que dio por su amor la Sangre y la vida. Y el hombre le arroja de su corazón al cometer un pecado mortal. Dios habita en el alma que le ama. “Si alguno me ama..., mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn. 14, 23).

Notad la expresión haremos morada. Dios viene a esa alma y en ella fija su mansión: de suerte que no la deja, a no ser que el alma le arroje de sí. “No abandona si no es abandonado”, como dice el Concilio de Trento. Y puesto que Vos sabéis, Señor, que aquel ingrato ha de arrojaros de sí, ¿por qué no le dejáis desde luego? Abandonadle, partid antes que se os haga esa gran ofensa... No, dice el Señor; no quiero dejarle, sino esperar a que él mismo me despida.

De suerte que, apenas el alma consiente en el pecado, dice a su Dios (Jb. 21, 14): Señor, apartaos de mí. No lo dice con palabras, sino con hechos, como advierte San Gregorio. Harto sabe el pecador que Dios no puede vivir con el pecado. Bien ve que si peca tiene Dios que apartarse de él. De modo que, en rigor, le dice: Ya que no podéis estar con mi pecado y habéis de alejaros de mí, idos cuando os plazca.

Y al despedir a Dios del alma hace que en seguida entre el enemigo a tomar posesión de ella. Por la misma puerta por donde sale Dios entra el demonio. “Entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entran dentro y moran allí” (Mt. 12, 45).

Cuando se bautiza a un niño, el sacerdote exorciza al enemigo diciéndole: “Sal de aquí, espíritu inmundo, y da lugar al Espíritu Santo”; porque aquella alma del bautizado, al recibir la gracia, se convierte en templo de Dios (1Co. 3, 16). Pero cuando el hombre consiente en pecar, efectúa precisamente lo contrario, diciendo a Dios, que estaba en su alma: “Sal de aquí, Señor, y da lugar al demonio”.

De esto se lamentaba el Señor con Santa Brígida cuando le dijo que, al despedirle el pecador, procedía como si quitase al rey su propio trono: “Soy como un Rey arrojado de su propio reino; y en mi lugar se elige a un pésimo ladrón”.

¿Qué pena no sentiríais si recibieseis grave ofensa de alguien a quien hubieseis favorecido mucho? Pues esa misma pena causáis a Dios, que llegó hasta dar su vida por salvaros. Clama el Señor a la tierra y al Cielo para que le compadezcan por la ingratitud con que le tratan los pecadores: “Oíd, ¡oh Cielos!, y tú, ¡oh tierra!, escucha... Hijos creé y engrandecí..., pero ellos me despreciaron” (Is. 1, 2). En suma, los pecadores afligen con sus pecados al Corazón del Señor... (Is. 63, 10).

Dios no puede sentir dolor; pero –como dice el Padre Medina– si fuese posible que le sintiera, sólo un pecado mortal bastaría para hacerle morir, por la infinita pesadumbre que le causaría. Así, pues, afirma San Bernardo, “el pecado, por cuanto en sí es, da muerte a Dios”.

De manera que los pecadores, al cometer un pecado mortal, hieren, por decirlo así, a su Señor, y nada omiten para quitarle la vida, si pudieran. Y según dice San Pablo (He. 10, 29), pisotean al Hijo de Dios, y desprecian todo lo que Jesucristo hizo y padeció para quitar el pecado del mundo.

PREPARACIÓN PARA LA MUERTE
San Alfonso María de Ligorio

martes, 16 de agosto de 2011

MUNIFICENTÍSIMO SEÑOR

Los últimos días hemos sido testigos de variopintas informaciones acerca de los problemas tenidos por un grupo de “juventutem” para poder celebrar una Misa tradicional en el interior del santuario de Loyola. Las controversias que se leen acerca del asunto, rozan lo delirante. Parecen centrarse en el culpable; que si el obispo les obligaba a concelebrar, que si les decía que no podían celebrarse dos misas simultáneamente (o que no podían celebrarse simultáneamente dos misas en ritos distintos), que si después de la Misa del obispo había una exposición del santísimo en el santuario, que si el demandadero tuvo una confusión y no se dio cuenta de que esa peregrinación coincidía con la Misa del obispo… Se ha hablado de todo menos de lo que hay que hablar.

Puestos a buscar culpables, el máximo culpable es el asesor religioso de ese grupo de “juventutem”, por no saber donde se metía. Lo llamativo no es que no se haya podido celebrar allí una Misa tradicional. Lo llamativo sería que en Loyola se hubiese celebrado. Pero el obispo es bueno, ¿no? Nadie lo duda, majo como un escarabajo. Pero es un obispo discutido por el clero de su diócesis, con probables intenciones de no armar demasiados líos con su clero durante su pontificado, para así discretamente lograr una promoción y dejar atrás la turbia y compleja diócesis de San Sebastián. Obviamente a monseñor Munilla lo que le faltaba era imponerse ante el rector del santuario de Loyola para cumplir las leyes de la Iglesia. Los consejos de presbiterio de San Sebastián podrían metamorfosearse en una comedia de situación. Habrá alguno que piense que “si lo dice el Papa, no habrá problema ¿no?”. La respuesta es: depende. El que piense de otra manera es que no sabe en qué Iglesia vive.

Si se pide permiso para celebrar una Misa, sea la tradicional, la de Pablo VI o el rito siro-malankar, lo que se está preguntando exactamente es lo siguiente: si ese centro de culto, iglesia, capilla o santuario está funcionalmente disponible ese día. Si no lo está, lógicamente habrá que buscar otro sitio. Si se concede el permiso, eso quiere decir que no hay ningún obstáculo físico o moral para esa celebración. Sin embargo, si el que da permiso observa que ese día hay una misa con el obispo. Tiene varias opciones: a) Decirle al obispo que no venga; b) Comunicarle al obispo esa eventualidad, con el fin de que él disponga lo que se ha de hacer; b.1) El obispo no pone problema alguno con que haya otra celebración; b.2) Al obispo no le parece bien que haya dos celebraciones simultáneas, y le indica al rector del santuario que avise a ese grupo para que se desarrollen su celebración en un momento anterior; b.3) Al obispo no le parece bien y conmina al rector del santuario para que no avisen a nadie, y así aprenden de paso; c) Los jesuitas del santuario aprovechan la excusa de la misa del obispo para prohibir cualquier tipo de Misa tradicional en su iglesia, sabiendo que mons. Munilla no les va a desairar; d) Permitirles la celebración y quemar la iglesia con todos dentro.

Un misterioso enigma, que sólo mentes privilegiadas podrán desentrañar. Sorprende que en Infocatólica no haya habido ninguna mención de este acontecimiento; una buena ocasión para manifestar su adhesión a monseñor Munilla ante un minoritario grupúsculo filo-lefebvriano, agresivo y displicente, que tras recibir el permiso para celebrar Misa en una iglesia, se encuentra la puerta cerrada y tiene que contentarse con hacerlo al solano. Chicos deslenguados sin duda. Iba a referirme al tradicionalista oficial de Infocatólica, pero mi punto de lucha en el plan de vida espiritual semanal es no hablar de él.

La respuesta más manida es “no se sabe lo que pasó”, “esperemos una noticia oficial”. Se sabe lo que pasó, ¿cómo que no? Llegaron, puerta cerrada, no hay posibilidad de celebrar en el santuario y ¡hala! a la alegre campiña guipuzcoana. “Esperemos una noticia oficial”, ¿para desmentir qué hechos? Curioso el voluntarismo neocon. Sin saber ni si quiera si va a existir alguna aclaración oficial por parte del obispado o del santuario –que no existirá- ya se rinde obsequiosamente el entendimiento y la voluntad a la misma. Ya digo, curioso.

Seamos positivos. Se dice que monseñor Munilla es buen obispo. Seguramente este acontecimiento, con las subsiguientes críticas en las webs “tradis” le dará muchos puntos en la Conferencia Episcopal. Parece que ya se oye a alguno: “¡Oye, Munilla es de los nuestros!”. En el caso de que reciba el merecido ascenso ya nos puede ir invitando a un asado.

Vueltas por un lado, y vueltas por el otro. Las cien mil glosas que se hacen en internet al Motu Proprio Summorum Pontificum, o a la instrucción Universae Ecclesiae, los cientos de comentarios en conversaciones bloguísticas al respecto, o los sesudos expertos comentadores de tales normativas, se dan de bruces con la realidad eclesial española. Y da igual que el obispo en cuestión sea bueno, malo o regular. La partitura de la sinfonía es siempre la misma aunque cambien los intérpretes.

Fuente: infoCaótica