martes, 29 de julio de 2014

HEREJES OKUPAS

Siempre me llamó la atención la diferencia existente entre los herejes de estos días y los herejes de otros tiempos de la Historia de la Iglesia. A poco que se asome uno al pasado, puede constatar fácilmente que los herejes de antaño se empecinaban en sus teorías y las exponían con obstinación. Cuando la Iglesia las rechazaba, se aferraban más a ellas y las expandían testarudamente entre sus seguidores, hasta que al final se separaban ellos mismos de la Iglesia con toda solemnidad, incapaces ya de vivir en el seno de la misma. Casi podríamos decir que era herejes con cierta personalidad, que acababan por decirse a sí mismos: –Aunque me excomulguen, me mantengo en mis trece y nadie me baja del burro. Me separo de la Iglesia.
Y se quedaban tan campantes y tan ufanos.
Sin embargo, los herejes de hoy no se van de la Iglesia ni a tiros. Aprendieron el arte de la infiltración a principios del siglo XX, con la llegada del Modernismo que tan valientemente desenmascaró el papa San Pío X, y a partir de ese momento, se quedaron en los sótanos de la teología, empezando a subir peldaños y peldaños. Al principio con mucho cuidadito, por si los Sumos Pontífices los ponían a caldo. Después, a la altura ya de los años 60, subieron las escaleras con toda rapidez y se instalaron en las Cámaras Pontificias como los verdaderos salvadores de la Teología. Habían aprendido a manejarse con esa apostasía que se presenta como la verdadera fe.
Ciertamente lo aprendieron bien en tantos y tantos manuales modernistas y marxistas. Ya hablamos una vez aquí sobre los modos y maneras gramscianos.
Pues así fue. Estos herejes se diferencian ciertamente de aquellos luteros y calvinos de otro tiempo. Estos no se han ido de la Iglesia, sino que han hecho escuela a base de pregonar que lo que ellos dicen es la doctrina verdadera y -por tanto-, quienes se tienen que salir de Ella son los que siguen manteniendo esos dogmas cerrados y anticuados, producto de mentes medievales ignorantes.
O sea, destruir desde dentro (y cobrando al mismo tiempo de dentro), como los de Podemos. La misma estrategia.
De este modo, se fueron introduciendo en la Iglesia los más variados disparates, que aunque denunciados por el Magisterio de entonces –aunque fuera con la boquita pequeña–, todavía sabíamos que eran errores heréticos y heréticos errores. Que la Iglesia había condenado el Socialismo, pues aparecía un grupito llamado Cristianos por el Socialismo, reivindicando el que ciertamente se puede ser socialista y cristiano. Que la Iglesia condenaba el marxismo, pues aparecía un grupo de gentes (casi siempre lideradas por algún jesuita), que decían que el mejor comunista siempre es cristiano e incluso Jesús de Nazareth era netamente marxista. Que la Iglesia condenaba el uso de anticonceptivos, pues aparecía entonces un grupo de cristianos que insistían en que precisamente el uso humano del matrimonio exigía una actuación responsable por parte de los posibles progenitores. Que la Iglesia no abolía el celibato, aparecían grupos de curas casados, reivindicado también el uso de alguna parroquia para hacer el bien como sacerdote casado. Es decir, nadie se largaba fuera a seguir haciendo la guerra por su cuenta, como hizo Lutero. Se quedaron dentro para cambiar las cosas a su antojo.
Insisto en que es una táctica puramente marxista. Así se destruyeron los Seminarios (desde dentro) hacia los años 50 del siglo pasado, infiltrando a miles de comunistas en las filas sacerdotales. Y la Iglesia conciliar y postconciliar hizo lo mismo, viendo estas cosas con agrado, tolerancia y cierto regusto: Había que aplicar el bálsamo de la misericordia, decía Juan XXIII. Así se destruyó la Teología, acogiendo a verdaderos herejes entre los más apreciados doctores universitarios… a los que se premiaba con cátedras y honores archiepiscopales. ¿No fue Juan Pablo II quien nombró Obispo y Cardenal al mismísimo Kasper, que ya tenía en su currículum un libro sobre Jesucristo negando todo lo habido y por haber?
Ahora, en una nueva vuelta de tuerca, estamos dando un paso más. Por un lado la Iglesia Magisterial no puede admitir oficialmente el matrimonio de los homosexuales, como no puede admitir a las claras tantas doctrinas morales que van claramente en contra de los Mandamientos Divinos. Entonces, se pone en marcha la estrategia: basta una frasecita emitida en una entrevista de avión –pongo por caso-, y en ese mismo momento se multiplican las modos de actuar anti-cristianos, pero dentro de la Iglesia. Una frase insinuante, es suficiente para que comiencen las reivindicaciones pastorales. Y mientras tanto, sí que se puede callar que la homosexualidad es un pecado abominable porque según dice el mismo Francisco, ya nos sabemos bien lo que dice la Iglesia y no hay que estar repitiéndolo.
Vean si no, lo que está ocurriendo ya de hecho con las parroquias gay de California o Nueva York, en las que se reconoce que la Iglesia Católica está equivocada y que estos gays son unos extraordinarios católicos a los que nadie comprende. Decidido ya por el Gobierno Mundial que la homosexualidad no es algo a tratar, ni es enfermedad, ni es una lacra, ni mucho menos un pecado… se forman grupitos cristianos organizados para demostrar que su homosexualidad es lo más normal del mundo, que se puede ser lector, ministro extraordinario de la Eucaristía… y que se puede seguir siendo homosexual salido del armario al mismo tiempo que sincero cristiano, mientras que la sexualidad tal como Dios la concibió, esa sí que es una abominación que no se puede permitir. El mundo al revés. ¡La homofobia sí que es una enfermedad!, proclaman en sus pancartas.
Esto sí se puede decir. Lo contrario merece la cárcel.
Esto sí se puede decir. Lo contrario merece la cárcel.
Mientras tanto, se confunde por ignorancia (o quizá por maldad, Dios lo sabe) la denuncia del pecado con la pastoral de comprensión frente al pecador. Sé por experiencia que en el confesonario siempre hemos ayudado a las personas que llegaran con un problema de este tipo. Tampoco eran tantas porque entonces no había tanto Orgullo con este tema. Pero se prestaba ayuda individual, para la salvación del alma individual. Castidad individual, tratada individualmente, confesada individualmente, misericordieada individualmente.
Pero no es así en estos tiempos. Hay una forma muy sutil y destructiva que se está organizando y que lleva adosado un peligro enorme: la que nos cuenta Zenith con esta noticia aparentemente sin trascendencia alguna: Los católicos con tendencia homosexual hablan de castidad.
O sea, que ya hay grupos que consideran que deben reunirse para hablar de su tendencia y ver entre todos cómo deben abordar la castidad. Ya no es un problema individual, sino colectivo, incluso para los católicos. Y mientras tanto, se sigue extendiendo el mal: no pasa nada, porque somos homosexuales organizados cristianos. Hasta tenemos nuestros Congresos. No pasa nada porque somos divorciados vueltos a casar cristianos y comulgamos porque la Comunión no es un premio, sino una medicina (diga San Pablo lo que quiera sobre la Eucaristía como paso rápido a la propia condenación). No pasa nada si somos sacerdotes católicos casados, porque el sacerdocio se ejerce así mucho mejor y hay menos deserciones.
Y eso sí. Los que piensen de otra manera, que se salgan de la Iglesia. Ellos son los herejes. En este tema, aplíquese siempre la tolerancia cero, que es la que ahora se estila en ciertas Urbes de la Cristiandad. Pues yo la verdad, puestos a preferir, prefiero a los herejes antiguos. Quemaban las bulas de excomunión, se iban a su casa y la Iglesia se fortalecía. Ahora, estos herejes okupas, nos dan lecciones y la Iglesia los premia.

viernes, 25 de julio de 2014

SIGUE LA AUTODEMOLICIÓN DEL PAPADO


"Más gestos: el Papa comió como un empleado más del Vaticano"




miércoles, 23 de julio de 2014

LA MEJOR BANDERA LA CRUZ - VII


VII 
La Cruz y las Españas 

El divino poder de la Cruz no dio la victoria á nuestros antepasados únicamente en la memorable jornada de las Navas, sino en todas cuantas victorias alcanzaron de musulmanes, infieles y herejes. Al hecho de las Navas hemos consagrado un articulo especial, dándole la preferencia, porque la Iglesia lo preparó con sus oraciones y sus indulgencias de Cruzada y luego lo aceptó en su liturgia, para que en lo sucesivo glorificasen al Rey de Reyes los españoles con la fiesta del Triunfo de la Santa Cruz. 

La Cruz ha sido siempre la Bandera de las Españas. Pelayo se levantó en Covadonga enarbolando la Cruz, una sencilla Cruz de roble que sirvió de guión y enseña a sus heroicos soldados. Tenia la seguridad de vencer con ella, porque según autorizada tradición, junto a Cangas de Onis se le apareció en los aires La Cruz de las Victorias, como al emperador Constantino, antes de replegarse con sus bravos en Covadonga. 

La restauración de Pelayo fue obra de la Santa Cruz; tan convencidos de ello estaban los héroes de Asturias, que a la enseña de su caudillo pusieron por nombre La Cruz de las Victorias, y para ensalzar su memoria le consagró D. Favila el templo de la Santa Cruz en las inmediaciones de Cangas, en el mismo sitio donde su padre la vio en los aires. 

Un siglo después, llevóla D. Alonso III al castillo de Gauzón, atalaya de Asturias, guarneciéndola con planchas de oro y rica pedrería y poniendo en ella una inscripción en forma de cruz, donde se lee: «Con esta señal es protegido el pío; con esta señal es vencido el enemigo». 

Siguió la Santa Cruz decidiendo con la victoria nuestras batallas durante dos siglos. Pensando entonces Alfonso el Casto demostrar la gratitud de la renaciente España al divino Rey de la Cruz con una joya mejor que la Cruz de las Victorias, ideó construirla del oro y pedrería cogidos a los moros, cuando, según la tradición, dos ángeles disfrazados de peregrinos se le aparecieron y ofrecieron a construirla; consintiólo él, y en un instante la halló hecha tal corno hoy se ve, habiendo desaparecido los dos ángeles: por este hecho se la llama Cruz Angélica. 

Discute este origen la crítica; pero lo indudable es que debemos la Cruz Angélica a la devoción del Rey Casto y que por su mérito artístico e histórico es una de las primeras joyas de la arqueología patria. Entre los versos de su inscripción se leen los mismos que en la Cruz de las Victorias: Hoc signo tuetur pius; hoc signo vincitur inimicus. 

La restauración pirenaica no fue menos obra de la Cruz que la cantábrica. He aquí lo que a este propósito copiamos del grave autor últimamente citado: 

«Entre todos estos hechos descuella una tradición que los habitantes de aquellos países han mirado siempre con una veneración singular. El primer caudillo de aquella insurrección, a quien apellidan Garci-Jiménez, deseando acreditar el acierto de la elección que en él había recaído, avanzó con unos seiscientos hombres hasta la villa de Ainsa, de que se apoderó por sorpresa. Noticiosos los Sarracenos de aquel golpe de mano, acudieron contra los insurgentes con poderosa hueste: al entrar en acción vieron los Cristianos una Cruz roja sobre una encina; alentados con tal portento, dieron sobre los contrarios, derrotándolos a pesar de su número excesivamente superior»

»Desde entonces, tomaron por divisa la Cruz sobre un árbol; y a creer a los antiguos, la naciente monarquía se llamó, por tanto, de Sobrarbe.— El hecho es que la Cruz de Sobrarbe ha sido siempre la principal divisa de la restauración pirenaica, y que el reino de Aragón jamás dejó de usar la Cruz por enseña, aunque de distintas formas, según las épocas y los triunfos que en ellas debió a la divina Providencia. Aquellos pobres cristianos, con este piadoso símbolo manifestaban esperar tan sólo su independencia del que, muriendo en la Cruz, dio al mundo salud, libertad y vida. 

«A la Cruz primera de Sobrarbe sobre una encina, siguió otra Cruz griega antigua, con una espiga en la parte inferior, como para llevarla clavada en un asta. Sucedió a ésta la Cruz roja de San Jorge, flanqueada por cuatro cabezas de reyes moros, como recuerdo de la batalla de Alcoraz, ganada por aragoneses y navarros. Finalmente, las cuatro sangrientas barras en campo dorado, que usó el reino desde su unión a Cataluña, significaban, según San Bernardo, los cuatro palos de la Cruz; pero estas ya no son propiamente las armas de Aragón, sino de los Condes de Barcelona». 

Sin la Cruz no se hubiera salvado España, aun hoy sería una especie de Turquía meridional. Propósito firme de todos aquellos antiguos españoles era el que siglos después formuló el gran Aparisi Guijarro de esta manera: «A la sombra de la Cruz nacimos; a la sombra de la Cruz moriremos». Apenas hay una de nuestras gloriosas tradiciones de la Reconquista en que no brille esplendoroso el poder de la Santa Cruz, lo mismo que la protección de la Inmaculada Patrona y Generalísima de las Españas. 

Palmo á palmo las reconquistaron nuestros padres al amparo de la Cruz, hasta abatir para siempre en Granada el inmundo pendón de la Media Luna. En memoria de aquella Cruzada, bendecida é indulgen- ciada por la Iglesia, y de la Última victoria de nuestra reconquista, los Reyes Católicos erigieron en Granada la iglesia y el convento de Santa Cruz. 

Aquí nos ocurren los siguientes párrafos de un reciente sermón predicado en Madrid por el ilustre y sabio D. Ramiro Fernández Valbuena, Penitenciario de la Primacial de Toledo: 

«La publicación de la Santa Bula de Cruzada, que se hace hoy en la capital de la monarquía española, nos recuerda aquella gran epopeya de la lucha de la fe contra la herejía y superstición; la predilección del Cabeza de la iglesia con España, por haber mantenido enhiesta la bandera de la Cruz durante ocho siglos contra la media luna; y el valor heroico de los cruzados que derramaron su sangre en favor de Dios y de su patria.

En ninguna nación cristiana fuera de la nuestra, se conserva la Bula de la Cruzada, no obstante haberse concedido cuantas tomaron parte en las guerras contra los infieles, que fueron todas las de Europa. Y es que solamente en nuestra España se conservaba la profunda fe en las gracias de la Bula, y se pedía ésta con instancia a la Santa Sede, cuando en los demás reinos había pasado a la historia. 

Con esto (la toma de Granada) parecía que debieran haberse terminado las cruzadas en nuestra patria; pero no habían de pasar muchos años sin que los españoles, fieles siempre a las tradiciones de su fe y a las energías de su raza, pidieran otra vez a la Iglesia santa el auxilio de las armas espirituales para vencer a los enemigos de una y de otra; y la Iglesia concede esos auxilios a sus hijos predilectos, para que puedan derrotar a la reforma protestante en la guerra movida por los príncipes alemanes adictos a las doctrinas de Lutero contra el emperador Carlos V; y por no insistir más en este punto, todavía en el último tercio del siglo XVI se concedieron por San Pío V las gracias de la Cruzada a la armada que combatió en Lepanto bajo la dirección y mando de D. Juan de Austria. 

Desde aquella época la Cruzada española ha continuado sin interrupción, aunque en otra distinta forma, ya que nuestros católicos monarcas no han cesado de pedir a los Romanos Pontífices las gracias de Cruzada para sí y para sus vasallos, ni los Papas han dejado de concederlas periódicamente. 

Cuanto somos y cuanto valemos lo debemos a la Cruz, y el día en que la Cruz desapareciera de nuestro suelo, éste, tan feraz como el primero del mundo, se convertiría en un Sahara; y nosotros sus habitantes volveríamos al estado de salvajismo de los primeros moradores de la Hesperia. 

Pero a la Cruz se la ha declarado guerra sin cuartel en nuestra patria por algunos, por muchos de sus hijos extraviados hace mas de un siglo, y así ha ido desapareciendo de los sitios públicos de nuestras ciudades y villas el símbolo de la redención humana y de la libertad de los hijos de Dios, símbolo que no podían mirar sin rabia los hijos de las tinieblas, que consiguieron retirarle de la vista pública, como si fuera un baldón de ignominia para los pueblos. 

Ha llegado la hora de una nueva cruzada, no ya contra enemigos exteriores, sino contra nuestros mismos hermanos según la carne. Moisés mandó degollar en un solo día por orden de Dios 23.00Ó israelitas adoradores del becerro de oro; Matatías y su hijo Judas recorrieron las ciudades de Israel, antes de luchar contra los ejércitos de Siria, y dieron muerte a los impíos y a los perversos, con lo cual se aplacó la ira de Dios sobre aquel pueblo; San Agustín, que en el terreno científico había derrotado a los donatistas, viendo que éstos se valían de hombres perdidos y desalmados, llamados circunceliones, para acometer y dar muerte a los católicos que no querían pasar al partido de Donato, pidió contra ellos el auxilio del ejército imperial. Por más esfuerzos que hizo santo Domingo de Guzmán para convencer y convertir a los albigenses, no fue posible reducirlos a la razón sino por medio de las armas de los Cruzados. Ni tampoco hoy, amados fieles, cesarán los. enemigos de la fe en sus tropelías, mientras no sean convencidos con el argumento de las armas. 

Nos encontramos en circunstancias análogas a las en que se hallaban los católicos del mediodía de Francia en la época de Santo Domingo de Guzmán, o en las que se encontraron los católicos alemanes cuando la confederación protestante que tenia por jefe al elector de Sajonia. 

Ahora como entonces se persigue a los religiosos y sacerdotes, se incendian los templos, se impiden los actos de culto externo, y por todos los medios se procura hacer guerra, no ya de ideas por medio de la palabra y de la prensa, que a éstas ya respondemos los católicos en igual forma, aunque no con la valentía que debiéramos, sino guerra externa con actos de fuerza; a los cuales es necesario oponer también la fuerza. ¿No lo veis? ¿no escucháis los gritos salvajes y ensordecedores del ejército enemigo, que se apresta a dar la última batalla y aniquilar la Iglesia de Dios? Asomaos a las cavernas de los trogloditas de nuestro siglo, y oiréis rugidos como de fieras, y conoceréis planes de exterminio que os harán helar la sangre en las venas. 

Y nosotros, hijos de los Cruzados, que conmemoramos hoy y celebramos la publicación de la Cruzada, ¿estaremos tranquilos sin aprestarnos a defender nuestros imprescriptibles derechos de hombres y de cristianos? ¿Veremos con indiferencia pecaminosa el avanzar de nuestros enemigos destruyendo sucesivamente, pero sin dar tregua a la mano, las fortificaciones católicas? 

No, no ha de ser así. Una nueva Cruzada se impone; y como lo que ha de ser, será, no faltará un Godofredo que, puesto al frente de las huestes de la Cruz, reconquiste la ciudad santa de la fe; no dejará de presentarse en la hora oportuna mi Raimundo de Fitero que sepa unir amigablemente LA CORAZA DEL GUERRERO CON LA COGULLA DEL MONJE, y que guiando sus mesnadas de decididos campeones, haga morder el polvo a los más audaces de la nueva morisma; pues AUN CUANDO ALGUIEN LE CONDENA, LA IGLESIA LE BENDECIRÁ y colocará en los altares, para escarmiento de cobardes y enseñanza de presuntuosos». 

APOLOGÍA DEL GRAN MONARCA 
P. José Domingo María Corbató
Biblioteca Españolista 
Valencia-Año 1904

sábado, 19 de julio de 2014

PROFECÍAS DE SAN FRANCISCO DE PAULA


Sobre el Gran Monarca 

«Este santo hombre será gran pecador en la juventud y después se convertirá al gran Dios. Será en su niñez y adolescencia como santo, en su juventud gran pecador, pero después se convertirá y hará gran penitencia. El tal hombre empezará á investigar los secretos de Dios sobre la larga visita y dirección que hará el Espíritu Santo en el mundo, por medio de la santa Milicia (Crucíferos). Irá interpretando los oscuros secretos (profecías) del Espíritu Santo, y muchas veces será admirado por conocer los internos secretos del corazón de los hombres. Los Crucíferos, no pudiendo vencer primero con letras á los herejes, se moverán contra ellos impetuosamente con las armas. Dios Omnipotente exaltará á un hombre muy pobre, de la sangre de Constantino...» 

«Ya se va acercando la hora en que la Divina Majestad visitará al mundo con la nueva religión de los Crucíferos, con el Crucifijo levantado sobre el más alto estandarte y de mayor lugar. Estandarte admirable á los ojos de todos los justos; el cual al principio escarnecerán los incrédulos, malos cristianos y paganos, mas después que vean las maravillosas victorias contra los tiranos, herejes é infieles, sus burlas se convertirán en lágrimas». 

«Será (el Gran Monarca) gran Fundador de una nueva Religión, diferente de todas las otras. La repartirá en tres órdenes: de Caballeros armados, Sacerdotes solitarios y Hospitalarios piadosísimos. Será la última Religión de todas y hará en la Iglesia de Dios mayor fruto que todas las otras últimas. Procederá con las armas, con la oración y con la santa hospitalidad».


¡Oh santos Crucíferos! Vosotros destruiréis la maldita secta mahometana; vosotros pondréis fin a toda suerte de infieles, herejes y sectas del mundo, y seréis el acabamiento de todos los tiranos; vosotros pondréis silencio con perpetua paz por todo el universo mundo; vosotros haréis santos a todos los hombres, por fuerza o por voluntad. ¡Oh gente santa! ¡Oh gente bendita de la Santísima Trinidad! —Sera (el Fundador) gran Capitán de gente santa, llamada «los Santos Crucíferos de Jesucristo», con los cuales acabará la secta mahometana y el resto de los infieles.—Obtendrán el dominio de todo el mundo, tanto temporal como espiritual (nótese) y regirán la Iglesia de Dios hasta el fin de los siglos. —Estos siervos de Dios limpiarán el mundo con la muerte de un número infinito de rebeldes. El Jefe y Fundador de esta milicia será el gran reformador de la Iglesia de Dios». 

San Francisco de Paula 


APOLOGÍA DEL GRAN MONARCA 2ª Parte.
Paginas 144, 218, 219.
P. José Domingo María Corbató 
Biblioteca Españolista 
Valencia-Año 1904 

jueves, 17 de julio de 2014

LA MEJOR BANDERA LA CRUZ - VI


VI 
La batalla de las Navas de Tolosa 

Para la corta descripción que la escasez de espacio nos permite hacer de esta memorable batalla ganada por la virtud de la Santa Cruz, creernos del caso ceder la palabra a los Padre Flórez y Mariana. Dice el primero en su clave historial: 

«El Arzobispo de Toledo D. Martín, había hecho una entrada por tierra de los moros, en que salieron éstos maltratados. Para vengar estos daños, pasó á España el Miramamolín de Africa, Aben Juzeph, que logró algunas ventajas contra el Rey de Castilla; y lisonjeado del feliz auspicio, volvió al año siguiente á otra campaña con más crecido número de almohades, árabes y aun etíopes. No bastaba Castilla contra tantos. Castilla y Aragón hicieron treguas con los moros». 

«Acabadas las competencias entre los Reyes Católicos, se acababan también las treguas con los moros, previniéndose unos y otros. Mahomad, hermano de Aben Juzeph, que era ya Miramamolin, juntó tanta multitud de combatientes, que se prometía acabar con cuantos adoraban la Cruz, y hacer luego prisioneros á tres Reyes. Unense los reyes de España; pasa el Arzobispo D. Rodrigo á brindar á los Príncipes cristianos á esta guerra sagrada; trae de Roma la indulgencia de la Santa Cruzada; crúzanse los caminos de innumerables tropas; previene el Rey Alfonso para los bagages no menos que setenta mil carros; á las fuerzas se añaden oraciones y ayunos; concurre el Cielo enviando, según se creyó, á San Isidro Labrador en traje de pastor, para que venza montes de dificultades en las marchas; llegan en fin á las llanuras de las Navas de Tolosa, donde descubriendo el campo del enemigo, descubrieron también lo majestuoso y precioso de la tienda del Miramamolin, que sobre lo fuerte del sitio en que estaba sentada, se hallaba circunvalada toda de cadenas y de los más esforzados alfanges de su ejército».


«Alentaron unos y otros á los suyos: el Cielo, dicen algunos, representó á los nuestros en el aire el estandarte del triunfo, que es la Cruz; y á los toques marciales de unos y otros, se siguieron los primeros encuentros, en que prevaleció la fuerza del contrario, para que luego sobresaliese el triunfo de los nuestros. Recóbranse, reúnense, revistense de los últimos esfuerzos, avanzan como debían avanzar, soldados con la lanza y espada, cristianos con la Cruz y el Real Estandarte de María. Caen los bárbaros que no pueden huir; huyen cuantos no llegan á caer; truécase en retaguardia la vanguardia, siguenlos y persiguenlos los nuestros; mueren unos doscientos mil moros, sin que hubiese de parte de los nuestros más pesar, que el que entre tanto ejército sólo murieron por Cristo veinticinco, dudándose de treinta. Y pasó más allá de la batalla la victoria, pues pasando á Ubeda, que jamás supo ser vencida, fue tomada con muerte de setenta mil moros». 

«Otra maravilla, añade el P. Mariana en su historia general de España; que con quedar muerta tan grande muchedumbre de moros, que no se acordaban de mayor, en todo el campo no se vio rastro de sangre, según que lo atestigua el mismo Don Rodrigo. Algunos escriben que ayudó mucho para la victoria la señal de la Cruz que de varios colores se vio en el aire así que querían pelear. Otros refutan esto por no hacer el Arzobispo Don Rodrigo mención de cosa tan grande. Verdad es que todos concuerdan en que Pascual, á la sazón canónigo de Toledo, y que después fue Deán y Arzobispo, con la Cruz y guión que llevaba, como es de costumbre, delante del Arzobispo Don Rodrigo, pasó por los escuadrones de los enemigos dos veces sin recibir algún daño, dado que todos le pretendían herir con sus dardos; y muchas saetas que le tiraban quedaron hincadas en el asta dé la Cruz, cosa que a los nuestros dio mucho ánimo y puso grande espanto en los moros». 

Se ve por lo dicho que los buenos historiadores no garantizan el hecho de la aparición de la Cruz en los aires; pero no contradicen la opinión afirmativa, sino que la respetan, pues en realidad se conforma con las reglas críticas. Aunque la aparición de la Cruz no pudiera sostenerse, no por eso la critica católica dejaría de atribuir terminantemente el triunfo á la virtud de la santa Cruz, merced á las oraciones y penitencias arriba indicadas, que en los reinos españoles se hacían públicamente, y á las que se hacían en Roma; de las cuales la Historia. Eclesiástica de D. Vicente Lafuente dice lo que sigue: 

«Mientras que los cruzados españoles ganaban las alturas de Sierra Morena de un modo que se creyó milagroso, el Papa Inocencio III, cual otro Moisés, elevaba sus brazos al cielo por el triunfo de aquellos españoles, los cuales iban á combatir medio millón de musulmanes, que juraba poner la media luna sobre el templo de San Pedro en Roma y convertirle en establo de sus caballos. En la rogativa que se hizo por el triunfo de los españoles, el Papa iba a pie descalzo y llevaba en sus manos el santo madero de la Cruz; se impuso á todos los romanos un día de riguroso ayuno, y el Papa celebró de Pontifical para los hombres en la iglesia de Letrán, mientras que todas las mujeres, sin exceptuar las monjas, asistían á los oficios en la iglesia de la Santa Cruz:

«La Providencia oyó los gemidos del Padre de los fieles y la confianza de los Prelados, y vio con gratos ojos el esfuerzo de aquellos Cruzados, que antes de entrar en acción se habían purificado con la oración y la penitencia. Sopló el viento de su ira, y medio millón de musulmanes corrió aguijado de las picas de los cristianos, favorecidos visiblemente por la protección del cielo. El estandarte del Amir-Anasir fue colocado como trofeo en el templo mismo de San Pedro en Roma, donde el bárbaro pensaba enarbolarlo en señal de triunfo, y la Iglesia de España, en memoria de tan gran suceso, solemniza el día 16 de Julio el triunfo de la Santa Cruz, en memoria del que consiguió en las Navas en igual día del año 1212». 

APOLOGÍA DEL GRAN MONARCA 
P. José Domingo María Corbató 
Biblioteca Españolista 
Valencia-Año 1904 

miércoles, 16 de julio de 2014

NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN


Así como los hombres tienen a mucha honra el que haya otras personas que lleven su librea, del propio modo desea la Santísima Virgen ver que sus devotos lleven el Santo Escapulario como prenda de que están consagrados a su servicio y pertenecen a su familia. 

Dichosos mil veces los que sin respeto humano, antes bien con piedad y devoción ferviente llevan el Santo Escapulario todos los días de su vida hasta la muerte; porque ciertamente los ha de reconocer la Virgen Santísima por fieles siervos suyos y como tales les ha de librar: 

1. De no pocos peligros temporales y singularmente de la eterna condenación. 

2. De las penas del Purgatorio. 


BREVE HISTORIA DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN

El Carmelo es una cadena montañosa de Israel que, partiendo de la región de Samaria, acaba por hundirse en el Mar Mediterráneo, cerca del puerto de Haifa. Esta altura tiene un encanto peculiar. Es diferente del Monte Nebo, en Jordania, del macizo del Sinaí y del Monte de los Olivos en Jerusalén. Todas las montañas palestinas tienen sus recuerdos teofánicos (es decir de las manifestaciones de Dios), que las convierten en cumbres sagradas y místicas. 

Pero ninguna tan sugestiva como el Monte Carmelo. ¿Por qué San Juan de la Cruz lo tomó como el símbolo de la ascensión mística? Seguramente le sugirió el nombre de su propia Orden Carmelita. Pero sin duda había alguna intención más profunda con el misterio de la sagrada montaña del profeta Elías. 


La memoria de Elías se guardó siempre viva de modo particular en el Monte Carmelo, donde se eligió seguir al Dios de Israel. Según el relato, Primer libro de los Reyes, capítulo 18, el sacrificio de Elías, consumado por el fuego que descendió del cielo, mostró al pueblo que Yahvé era el verdadero Dios. 

Allí se nos dice que las gentes de aquellas tierras de Haifa adoraban en su amplia mayoría al dios pagano Baal. El profeta Elías, que predicaba los mensajes del Señor, sin recibir demasiadas respuestas de los habitantes, les propuso que organizaran conjuntamente un sacrificio a la ladera del Monte Carmelo, cada uno rogando a su respectivo Dios, para invocar la lluvia, ya que habían estado 3 años de sequía. En primer lugar lo hicieron los partidarios de Baal, sacrificando un novillo en medio de oraciones, pero no obtuvieron respuesta. Inmediatamente Elías y sus pequeños seguidores cogieron otro novillo y al  cabo de pocos


instantes cayó fuego sobre el altar y sonaron grandes truenos. Elías invitó a uno de sus seguidores para que subiera a la cima de la montaña y desde allí éste le dijo:

"Una nube pequeña como la palma de la mano de un hombre sube del mar" 

De pronto, el cielo se oscureció con nubes y viento, y cayó una lluvia abundante. Cabe decir que algunos religiosos carmelitas y escritores del siglo XIV vieron en la mencionada nubecilla la presencia de la Virgen. (Faltaban unos 900 años para que María naciera). 

Elías estuvo disponible para la obra de Dios y enviado a proclamar su palabra. Emprendió un largo viaje por el desierto, un viaje que lo dejó extenuado. Se cobijó bajo un árbol y pidió la muerte. Pero Dios no lo permitió, sino que le envió un Ángel para alimentarlo y animarlo a continuar su viaje hasta el monte Horeb. Cuando llegó, Dios se mostró a Elías, no en los signos del antiguo testamento: fuego, terremoto, fuerte viento, sino en una ligera brisa.

Elías fue enviado nuevamente a su pueblo para continuar cumpliendo la voluntad de Dios. 

El Carmelo era sin duda, el monte donde numerosos profetas rindieron culto a Dios. Los principales fueron Elías y su discípulo Eliseo, pero existían también diferentes personas que se retiraban en las cuevas de la montaña para seguir una vida eremítica. Esta forma de oración, de penitencia y de austeridad fue continuada siglos más tarde, concretamente en el III y IV, por hombres cristianos que siguieron el modelo de Jesucristo y que de alguna forma tuvieron al mismo Elías como Patrono. 

A mediados del siglo XII, un grupo de devotos de Tierra Santa procedentes de Occidente -algunos creen que venían de Italia-, decidieron instalarse en el mismo valle que sus antecesores y escogieron como patrona a la Virgen María. Allí construyeron la primera Iglesia dedicada a Santa María del Monte Carmelo. Desde su monasterio no quisieron crear una nueva forma de culto mariano. Quisieron vivir bajo los aspectos que salían reflejados en las Sagradas Escrituras: maternidad divina, virginidad, Inmaculada Concepción y Anunciación. 

Estos devotos que decidieron vivir en comunidad bajo la oración y la pobreza, fueron la cuna de la Orden de los Carmelitas, y su devoción a la Virgen permitió que naciera una nueva advocación: Nuestra Señora del Carmen. 

El convento del Monte Carmelo tiene un nombre evocador: "Stella Maris" (Estrella del Mar). 


Es un hermoso edificio cuadrangular a 500 metros de altura sobre el nivel del Mar Mediterráneo en la ciudad de Haifa. El centro del convento lo ocupa el santuario de la Virgen del Carmen. En el altar mayor de esta hermosa Iglesia en Cruz griega se venera la estatua de la Virgen del Carmen, obra 3 de un escultor italiano en 1836. 


Debajo del altar se ve la gruta del profeta Elías. Según la tradición, éste era el lugar donde se refugiaba el profeta. Una estatua recuerda al celoso defensor de la religión de Yahvé. Nos cuentan los Padres Carmelitas que no ha sido fácil la permanencia católica sobre esta montaña. Bien es verdad que, en la época de los Cruzados, el patriarca latino de Jerusalén, San Alberto, pudo dar a los ermitaños del Monte Carmelo una regla religiosa el año 1212. 

Se cuenta que el carmelita San Simón Stock pasó por aquí antes de su célebre visión del Escapulario carmelita. También subió en peregrinación a esta santa montaña el rey San Luis de Francia en el año 1254 en acción de gracias por haberse salvado de un naufragio. 

Con la caída de la ciudad de San Juan de Acre en 1291 vino la persecución árabe que causó el martirio de no pocos religiosos. Después de una larga interrupción de la vida monacal en la montaña que dio ocasión para la expansión del ideal carmelita por el Occidente. Regresaron los religiosos del Carmen al Monte Carmelo por el siglo XVII. 


STELLA MARIS 

Los marineros antes de la edad de la electrónica confiaban su rumbo a las estrellas. De aquí la analogía con la Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo. 

Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar. 


La Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir la que desde tiempos remotos allí se venera. Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la orden se propagó por el mundo. 

Y a la verdad, no uno sino millares de prodigios han venido probando a través de los tiempos la eficacia del Santo Escapulario del Carmen. 

Refiere a este propósito el P. Crosset que un oficial digno de entero crédito le contó cómo tres días después de la batalla de Seneffe, en 1694, se encontró en medio de muchos muertos y heridos a uno que teniendo el Escapulario en una mano y el Rosario en la otra pedía confesión. Tenía la frente atravesada por una bala, y la masa cerebral se le salía por ambos lados de suerte que poco era lo que podía vivir. Con todo se levantó y se confesó con un capellán con gran presencia de ánimo entregando al fin su alma a Dios después de haber recibido la absolución sacramental.  


Tiene asimismo el Escapulario del Carmen el privilegio de librar a las almas del Purgatorio de aquellas terribles penas. Apareciéndose la Madre de Dios cierto día al Papa Juan XXII le mandó que hiciera saber a los que llevasen este Escapulario que se verían libres del Purgatorio el sábado primero después de su muerte: y así en efecto lo declaró el citado Pontífice por medio de la Bula llamada Sabatina. Las indulgencias concedidas al Escapulario del Carmen son muchas tanto plenarias como parciales. 


Su fiesta está ubicada el 16 de Julio, ya que en aquella fecha en 1251, de acuerdo a las Tradiciones Carmelitas, San Simón Stock recibió el Escapulario de manos de la Santísima Virgen María. 

Acudamos con piedad y amor a Nuestra Señora del Carmen confiados en su poderosa protección por medio de la oración y llevando el Santo Escapulario, para llegar al puerto seguro de nuestra salvación guiados por la Estrella del mar.

Bibliografía: "Manual de los martes a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro" 1955, 
por el P. Redentorista Restituto Palacios, México D. F.

MILAGROS Y PRODIGIOS DEL SANTO ESCAPULARIO DEL CARMEN - 28


DOS MILAGROS DEL SANTO ESCAPULARIO CON LOS HIJOS DE 
LOS MARQUESES DEL CASTILLO, EN CÓRDOBA 

Me lo refería así la Excma. Sra. Marquesa: "Teniendo mi hijo Dieguito cinco años, nos invitaron unos buenos amigos a almorzar y pasar un día de campo en su finca. El niño hacía tres días que no llevaba el Escapulario, por tenerlo roto, pero, sin embargo, antes de subir al auto, no quise que fuese sin él y le eché un nudo al cordón y se lo puse (pues tenemos la santa costumbre de que a todos nuestros hijos, al bautizarles, se les imponga el Santo Escapulario del Carmen y se les inscriba como cofrades). Al llegar al caserío quiso el niño dar un paseo a caballo, y por tratarse de que era una jaca muy mansita y ya vieja, consentimos en que lo hiciera, no sin mandar con él a un criado de toda confianza y ya viejo en la casa, a fin de que lo vigilase; pero éste se distrajo liando un cigarrillo, y le soltó las bridas, confiando en lo manso y viejo que era el animal, el cual, tan pronto como se vio suelto, salió galopando por medio del olivar, con el niño montado a pelo sobre él y sin tener de dónde asirse, pues no llevaba montura ni albarda. Perdióle el criado de vista, y, según nos refirió después, creía se había matado el niño, porque sin aparejo el animal y no teniendo el angelito dónde cogerse, o le hubiese tirado aparatosamente o le hubiera dejado colgado, cual otro Absalón, de las ramas de los olivos, bastante bajas por cierto; pero hizo la Santísima Virgen que un molinero, que desde lejos le viera, se pusiese delante y parase en su loca carrera al animal y bajara al pequeño, hasta que llegó el criado, pálido y demudado y jadeante, y tomándolo en brazos nos lo devolvió sano y salvo. Puede imaginarse nuestro asombro al oírle contar lo sucedido, no cesando de dar gracias a la Virgen por tan patente milagro. 

"El segundo me lo hizo la Santísima Virgen del Carmen en Córdoba, el día 12 de abril de 1926: Al salir de casa de mamá en coche de caballos, con mis sobrinas, la niñera y el segundo de mis hijos, Paquito, que tendría a la sazón unos ocho meses, me dice una antigua criada de mi madre: "Señora, y a este niño tan lindo, ¿no le cuelga usted nada?" Se refería ella a esos amuletos o cosuchas que la gente del pueblo bajo les suelen poner a sus niños, porque así dicen que no les hacen mal de ojos. Y le contesté: "Yo no les pongo a mis hijitos más que el Escapulario bendito de la Virgen del Carmen, que los libra de todo lo malo"; pero no había pasado una hora, cuando al volver a subir yo al coche, pues salía de la tienda, vi lo tenían al niño de pie, y unas por otras, y yo creyéndome que tenían al niño cogido, cuando al arrancar el coche veo con espanto que el niñito se cae al suelo desde lo alto del coche, pues el coche no tenía portezuelas. 

"Al grito tan horrible que yo di, un buen hombre que estaba parado junto al coche lo cogió del suelo o en el aire, diciéndome: "No se apure, señora, que al niño no le ha pasado nada." Y, efectivamente, ni un rasguño siquiera, y fue cuestión de un segundo el que no le pasara la rueda del coche por medio del cuerpecito o tal vez por la cabecita; así que la caída había sido mortal por necesidad. 

"Y ya podrá comprender si tengo motivos más que sobrados para amar a la Virgen Santísima del Carmen y para alabarla con todo mi corazón todo el resto de mi vida, haciendo que todos la amen y la alaben sin cesar." 

Milagros y Prodigios del Santo Escapulario del Carmen 
por el P. Fr. Juan Fernández Martín, O.C.

MILAGROS Y PRODIGIOS DEL SANTO ESCAPULARIO DEL CARMEN - 27


PRODIGIO EN MÉJICO CON UN PRÓXIMO PARIENTE DEL VIRREY

Por los años de 1610, en Méjico de la Nueva España, don Tristán de Arellano, próximo pariente del Virrey, quien le había encomendado el gobierno de ciertas poblaciones de La Laguna, viniendo de ellas a Méjico con otras varias personas en una canoa, les sobrecogió de repente un recio huracán, que levantando imponente oleaje volcó la embarcación, cogiendo a todos bajo ella, por lo cual perecieron ahogados todos los tripulantes y entre ellos varios religiosos, quedando con vida, únicamente, don Tristán de Arellano, el cual, al ver cómo se hundía, acudió al punto, con gran fe, a nuestra Madre Santísima del Carmen, cuyo Santo Escapulario vestía con gran devoción desde muy niño, por cuyo medio esperaba el ser socorrido y salvado por nuestra Señora.

Y, en efecto, manifestó haber estado bajo el agua más de media hora, en la cual, lleno de aflicción y congoja estrechaba contra su corazón el bendito Escapulario de María, haciendo innumerables promesas a la Santísima Virgen si le sacaba con bien de tan terrible trance.

Por fin, tras larga espera de luchar con el viento y el agua, que a él se le antojaran siglos, acudiendo varias canoas en su auxilio logró al fin su deseada salvación, hallando, con gran estupor suyo y de sus salvadores que, aunque todos sus vestidos estaban empapados, el Santo Escapulario permanecía enjuto. Tan luego como logró hallarse en tierra firme, voló al convento de los Carmelitas y, postrado ante el altar de la Virgen, hizo promesa de abandonar el mundo y consagrarse a la Santísima Virgen como hermano de obediencia para rendirle toda su vida perennes acciones de gracias a la Madre dulcísima que le librara de una muerte temporal y eterna mediante su milagroso y bendito Escapulario.

Milagros y Prodigios del Santo Escapulario del Carmen
por el P. Fr. Juan Fernández Martín, O.C.

lunes, 14 de julio de 2014

LA CRISTIANOFOBIA SIGUE AVANZANDO: UN ASOCIACIÓN VALENCIANA DE ATEOS PAGA CINCO EUROS POR CADA CRUCIFIJO QUE SE RETIRE DE CENTROS OFICIALES


IC.- Por cada símbolo religioso que sea retirado de las instalaciones de un organismo financiado con dinero público, la Asociación Valenciana de Ateos y Librepensadores pagará cinco euros. La asociación, agraciada con subvenciones públicas, inicia esta campaña con la que trata de seguir expulsando toda señal cristiana de la vida pública. Según el grupo, «los símbolos religiosos no tienen ninguna funcionalidad objetiva que ayude a prestar un servicio público mejor o de forma más eficiente».
Con su campaña “Descuelga uncrucifijo por los servicios públicos” dice pretender «incentivar razonada y económicamente» el cumplimiento de la aconfesionalidad del Estado que define la Constitución. Escuelas, hospitales, cuarteles, juzgados, ayuntamientos, cientos de edificios son susceptibles de acogerse a una campaña que, con un presupuesto total de 2.500 euros, espera retirar 500 crucifijos.
«Queremos devolver los símbolos religiosos a su lugar natural, que son las iglesias, los templos o los conventos. Los crucifijos que recojamos los depositaremos en instituciones religiosas que es donde tienen que estar», señala Antonio Pérez Solís, presidente de la asociación, en declaraciones recogidas por ACI Prensa. Según el barómetro del CIS de abril de 2014, sólo el 26,1% de la población española se declara no creyente, agnóstica o atea.
El procedimiento
La campaña incluye cualquier organismo estatal, autonómico o local que realice su función en la Comunidad Valenciana. El responsable del centro es quien contactará con la asociación. «No podemos pedir a un empleado que descuelgue el crucifijo porque no tiene la facultad de hacerlo y se mete en un lío», dice Solís. «¿Estarán por la labor los directores de los centros?».
El gobierno valenciano, regido por el Partido Popular, ha exigido en numerosos centros públicos, (escuelas, hospitales, etc) que se retiren los símbolos religiosos basándose en «la aconfesionalidad del Estado reflejada en la Constitución».

viernes, 11 de julio de 2014

PASAJES DE LA BIBLIA


Hijo mío, si los malos pretenden seducirte, no consientas. Si te dicen: Ven con nosotros, pongamos acechanzas a la vida ajena, tendamos a placer lazos contra el justo.... No te vayas con ellos, ten tus pies muy lejos de sus sendas, porque corren sus pies al mal, y se apresuran a derramar sangre (Prov.I,10- 11,15-16). Ve con los sabios y te harás sabio (Prov.13,20. 

Los hombres malos y seductores obrarán cada vez peor, extraviándose y extraviando a los demás (2 Tim.3,13). El amigo de los necios será semejante a ellos (Prov.13,20).