martes, 23 de junio de 2015

LA VIRTUD DE LA HUMILDAD (XXXII)


CAPÍTULO 32 

Declarase más lo sobredicho 

Hemos dicho que el tercer grado de humildad y cuando uno, teniendo grandes virtudes y dones de Dios y estando en grande honra y estimación, no se ensoberbece en nada ni se atribuye a sí cosa alguna sino todo lo refiere y atribuye a su misma fuente, que es Dios, dándole a Él la gloria de todo, y quedándose él entero en su bajeza y humildad, como si no tuviese ni hiciese nada. No queremos por esto decir que nosotros no obremos también y tengamos parte en las buenas obras que hacemos, que eso sería ignorancia y error. Claro está que nosotros y nuestro libre albedrío concurre y obra juntamente con Dios en la buenas obras; porque libremente da el hombre consentimiento en ellas, y por eso obra el hombre, y en su mano está no obrar. Antes eso es lo que hace tan dificultoso este grado de humildad, porque por una parte hemos nosotros de hacer todas nuestra diligencias y poner todos los medios que pudiéremos para alcanzar la virtud, y para resistir a la tentación y para que el negocio suceda bien, como si ellos solos bastasen para ello; y por otra, después de haber hecho eso, hemos de desconfiar de todo ello como si no hubiéramos hecho nada, y tenernos por siervo inútiles y sin provecho, y poner toda nuestra confianza en solo Dios, como nos lo enseña Él en el Evangelio (Lc., 17, 10): Después que hubiereis hecho todas las las cosas que os son mandadas (no dice alguna; sino todas), decid: Siervos somos sin provecho [lo que estábamos obligados a hacer, hicimos]. Pues para acertar a hacer esto, virtud es menester, y no poca. Dice Casiano: «El que llegare a conocer bien que es siervo sin provecho, y que no bastan todos sus medios y diligencias para alcanzar bien alguno, sino que ha de ser dádiva graciosa del Señor, éste tal no se ensoberbecerá cuando alcanzase algo, porque entenderá que no lo alcanzó por su diligencia, sino por gracia y misericordia de Dios, que es lo que dice San Pablo (1 Cor., 4, 7): ¿Qué tienes que no lo hayas recibido?» 

San Agustín trae una buena comparación para declarar esto: dice que nosotros sin la gracia de Dios no somos otra cosa sino lo que es un cuerpo sin alma. Así como un cuerpo muerto no se puede mover ni menear, así nosotros sin la gracia de Dios no podemos obrar obras de vida y valor delante de Dios. Pues así como sería loco un cuerpo que se atribuyese a sí el vivir y el moverse, y no al ánima, que en él está y le da la vida, así sería muy ciega el ánima que las buenas obras que hace las atribuyese a sí misma y no a Dios, que le infundió el espíritu de vida, que es la gracia para que las pudiese hacer, y en otra parte dice que así como los ojos corporales, aunque estén muy sanos, si no son ayudados de la luz no pueden ver, así el hombre, aunque sea muy justificado, si no es ayudado de la luz y gracia divina, no puede vivir bien. Si el Señor no guarda bien la ciudad, dice David (Sal., 126, 1), en vano vela el que la guarda. Dice el Santo: «¡Oh si se conociesen ya los hombres, y acabasen de entender que no tienen de qué gloriarse en sí sino en Dios! ¡Oh si nos enviase Dios una luz del Cielo con la cual, quitadas las tinieblas, conociésemos y sintiésemos que ningún bien, ni ser, ni fuerza hay en todo lo criado más de aquello que el Señor de su graciosa voluntad ha querido dar y quiere conservar!» Pues en esto consiste el tercer grado de humillad, sino que no llegan nuestras cortas palabras a acabar de declarar la profundidad y perfección grande que hay en él, por más que lo andemos diciendo, ahora de una manera, ahora de otra; porque no sólo la práctica, sino también la teórica de él es dificultosa. Esta es aquella aniquilación de sí mismos, tan repetida y encomendada de los maestros de la vida espiritual; éste es aquel tenerse y confesarse por indigno e inútil para todas las cosas, que San Benito y otros Santos ponen por perfectísimo grado de humildad; ésta es aquella desconfianza de sí mismo, y aquel estar colgados y pendientes de Dios, tan encomendado en las sagradas letras; éste es el verdadero tenerse en nada, que a cada paso oímos y decimos, si lo acabásemos de sentir así con el corazón. Que entendamos y sintamos con verdad y prácticamente, como quien lo ve con los ojos y lo toca y palpa con las manos, que de nuestra parte no tenemos, ni podemos, sino perdición y pecados, y que todo el bien que tuviéremos y obráremos no lo tenemos ni obramos de nosotros, sino de Dios, y que suya es la honra y gloria de todo. 

Y si aun con todo esto no acabáis de entender la perfección de este grado de humildad, no os espantéis; porque es ésta una teología muy alta, y así no es mucho que no se entienda tan fácilmente. Dice muy bien un doctor, que en todas las artes y ciencias acontece esto, que las cosas comunes y claras cualquiera las sabe y entiende; pero las sutiles y delicadas no todos las alcanzan, sino solamente aquellos que son eminentes en aquella arte o ciencia; así acá, las cosas comunes y ordinarias de la virtud cualesquiera las entiende; pero las particulares y sutiles, las altas y delicadas, no las entienden sino los que son eminentes y aventajados en aquella virtud. Y esto es lo que dice San Laurencio Justiniano, que ninguno conoce bien qué cosa es humildad, sino aquel que ha recibido de Dios ser humilde. Y de aquí es también que los Santos, como tenían profundísima humildad, sentían y decían tales cosas de sí, que los que no llegamos allá no las acabamos de entender y nos parecen encarecimientos y exageraciones; como que eran los mayores pecadores de cuantos había en el mundo, y otras semejantes, como luego diremos. Y si nosotros no sabernos decir ni sentir estas cosas, ni aun las acabamos de entender, es porque no hemos llegado a tanta humildad como ellos, y así no entendemos las cosas sutiles y delicadas de ésta facultad. Procurad vos ser humilde e ir creciendo en esta ciencia y aprovechar más y más en ella, y entonces entenderéis cómo se pueden decir con verdad estas cosas. 


 EJERCICIO DE PERFECCIÓN Y 
VIRTUDES CRISTIANAS. 
 Padre Alonso Rodríguez, S.J. 

domingo, 21 de junio de 2015

ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN



Señor Jesús, que me conozca a mi 
y que te conozca a Ti,
Que no desee otra cosa sino a Ti.
Que me odie a mí y te ame a Ti.
Y que todo lo haga siempre por Ti.
Que me humille y que te exalte a Ti.
Que no piense nada más que en Ti.
Que me mortifique, para vivir en Ti.
Y que acepte todo como venido de Ti.
Que renuncie a lo mío y te siga sólo a Ti.
Que siempre escoja seguirte a Ti.
Que huya de mí y me refugie en Ti.
Y que merezca ser protegido por Ti.
Que me tema a mí y tema ofenderte a Ti.
Que sea contado entre los elegidos por Ti.
Que desconfíe de mí y ponga toda mi confianza en Ti.
Y que obedezca a otros por amor a Ti.
Que a nada dé importancia sino tan sólo a Ti.
Que quiera ser pobre por amor a Ti.
Mírame, para que sólo te ame a Ti.
Llámame, para que sólo te busque a Ti.
Y concédeme la gracia 
de gozar para siempre de Ti. Amén.

sábado, 13 de junio de 2015

FÁTIMA ROMA MOSCÚ: INFILTRACIÓN COMUNISTA




INFILTRACIÓN COMUNISTA

La crisis de la Iglesia Católica desatada por el Concilio se había preparado, sin embargo, desde mucho tiempo antes. En lo que es conocido como el Segundo Secreto de Fátima, la Santísima Virgen había advertido: "Si se hace lo que yo os diré, muchas almas se salvarán [...], Rusia se convertirá y se tendrá la paz. Si no, ella [Rusia] propagará sus errores por el mundo, provocando guerras y persecuciones contra la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir; varias naciones serán aniquiladas." El Papa Pío XI había sido informado del pedido de consagración en los años 1930-1931 pero, como ya se mencionó, se negó a realizarla. Las funestas consecuencias de este rechazo no se hicieron esperar: en efecto, ya en tiempo de la Guerra Civil Española se produjo una fuerte infiltración comunista en la iglesia. Si el veneno comunista pudo penetrar hasta la Jerarquía Eclesiástica es entonces porque los Papas desoyeron a la Madre de Dios. Al respecto, algunas citas:

"Pero lo que vino después fue aún peor: durante estos años, Moscú comenzó a ordenar a todos los partidos comunistas del mundo que infiltraran los seminarios católicos. En Francia, esta infiltración comenzó en 1936, como lo atestigua Henri Barbé. 'En Le Figaro [famoso diario conservador] había una columna anticomunista que estaba firmada por XXX y en la cual se publicaba aquello que en L'Humanité [otro connotado diario] se callaba a los lectores. La mayoría de los artículos eran escritos por Henri Barbé, un [convertido] ex líder del aparato comunista internacional. Uno de estos artículos daba información acerca de la política del partido, que databa de 1936 y que consistía en que jóvenes militantes comunistas entraran a los seminarios sacerdotales((1). Esta política de infiltración fue practicada en gran escala. 'En 1949 Pío XII admitía que, según lo que él sabía, había aproximadamente 2.000 sacerdotes que habían sido infiltrados en la Iglesia por los comunistas. Y diez años después, la Policía de Investigaciones (Police des Renseignements Généraux) de París, calculaba que [solamente] en Francia había 300 sacerdotes ve se habían infiltrado en la Iglesia y que pertenecían al Partido Comunista" (2).

A la luz de estas informaciones se entiende mejor cómo fue posible la política de concesiones a cualquier precio frente al comunismo, la cual se conoce bajo el nombre de Política hacia el Este, y que fue practicada por Juan XXIII a partir de 1960, año en que debía ser revelado el Tercer Secreto. Como fruto de enormes concesiones, Juan XXIII obtuvo sólo un notoriamente burlesco gesto de buena voluntad, a saber, la liberación del Arzobispo de Lvov (Ucrania), Joseph Slipyi, desde el Gulag, y su traslado al oeste. Justamente este Arzobispo, quien fue elevado a cardenal en 1965, se convertirá en el grano de arena que va a entorpecer el funcionamiento de la bien aceitada maquinaria de la Política hacia el Este vaticana. El Cardenal Slipyi no cesaría, hasta su muerte, de oponerse pública y oficialmente a esta política"(3).

Luigi Marinelli confirma estos datos:

"La amenaza comunista fue subestimada durante el pontificado de Pablo VI. Lenín era partidario de que un secretario del Partido Comunista en un estado católico, si se daba el caso, debía incluso tomar el hábito franciscano para cumplir su misión. En el año 1935, los servicios secretos informaron que aproximadamente 1.000 estudiantes comunistas se habían introducido en los seminarios y noviciados de Europa occidental, donde fingían llevar una vida religiosa y se preparaban para ser sacerdotes. El partido pretendía ubicarlos posteriormente en los centros vitales de la Iglesia. El fenómeno se extendió más y más, hasta que en los años sesenta y setenta se produjeron fuertes disputas en los seminarios y noviciados, entre los sacerdotes obreros y los otros".(4)

Además de esta infiltración de los años 1935/36, tuvo lugar una segunda ola después de la guerra: S. E. Monseñor Bernard Fellay, durante una conferencia en la fiesta de Cristo Rey, en 1998, informó:

"Si la Iglesia se encuentra en una situación como la de hoy, es entonces debido a la penetración en ella de los poderes, o más bien de los enemigos, que también actúan en la sociedad: masones, comunistas y progresistas. La OTAN preparó en 1974 un informe secreto en el cual estima que la fuerza secreta de la KGB que ha penetrado en la Iglesia, es decir, en la Jerarquía de la Iglesia asciende a 3.000 individuos: 3.000 agentes en la Jerarquía de la Iglesia"(5).

Hans Graf Huyn explica cómo la Iglesia Ortodoxa, las distintas comunidades religiosas en el Este, las iglesias protestantes y, especialmente, el Consejo Mundial de Iglesias fueron infiltrados por los comunistas después de la guerra. Respecto de la Iglesia Católica informa:

"El Congreso Mundial Comunista realizado en Moscú en 1969, califica a la Iglesia Católica como un objetivo principal para la infiltración soviética: `La Iglesia Católica y algunas otras religiones se encuentran en una crisis ideológica que estremece sus concepciones y estructuras establecidas durante siglos. En algunos países se desarrollan actividades y obras en colaboración entre los comunistas y las grandes masas democráticas de los católicos, como también con los simpatizantes de otras religiones. Su diálogo acerca de problemas tales como: guerra y paz, capitalismo y socialismo, neocolonialismo y países en desarrollo, ha alcanzado gran actualidad. Sus acciones conjuntas en contra del imperialismo, en favor de la democracia y del socialismo, revisten cada vez mayor importancia. Los comunistas están convencidos que justamente siguiendo este camino de amplios contactos y de acciones conjuntas, la gran masa de fieles será una fuerza activa en la lucha antiimperialista y en la realización de profundas transformaciones'. [...] Acerca del trabajo de los grupos Pax en Europa occidental, Pierre de Villemarest informa: 'Sus agentes ya están trabajando en Francia, Bélgica, Suiza, Holanda y Alemania. Aquí se trata de comunistas que han entrado a las Órdenes religiosas por instrucciones del partido, o de sacerdotes que se han convertido secretamente al comunismo, o de periodistas y escritores. [...] Esta lenta penetración de las Iglesias, que pretende una descomposición desde adentro y una revisión de sus dogmas fundamentales, está acompañada de un trabajo subversivo que tiene un claro carácter de espionaje. [...] El núcleo oculto es envuelto por círculos concéntricos progresivamente más estrechos. En el borde más externo se trata solo de campañas por la paz, de la liberación de los pueblos, de la disolución de los bloques, etc. Más adentro actúan organizaciones de especialistas en cuestiones religiosas. Estas deben ganar la confianza del clero superior e inferior; hacer fichas de los cardenales, obispos, sacerdotes, comunidades y agrupaciones; rastrear a posibles agentes y denunciar a los peligrosos fascistas y otros integristas. Finalmente, en el centro, se encuentran las verdaderas redes de espionaje. A la actividad del servicio de informaciones de la KGB soviético, corresponde también el intento de penetración del núcleo de la Iglesia Católica, el Vaticano"(6).

Los ocultos intentos de infiltración del movimiento Pax en Francia, no obstante, se hicieron públicos en 1964, aunque inicialmente los obispos hubiesen rechazado toda crítica a este movimiento(7). Jean Ousset, gran luchador por la realeza social de Jesucristo, cita el siguiente resumen de un instructivo para estos sacerdotes espías:

"Nuestros camaradas seguirán las directivas del jefe del Partido y deberán encontrar la forma de entrar en el corazón mismo de cada iglesia. Se pondrán al servicio de la nueva policía secreta y desarrollarán una efectiva labor en el núcleo de todas las actividades eclesiásticas. Desencadenarán un ataque en gran escala, darán todo de sí, incluso invocarán la ayuda de Dios y para lograr su objetivo, formarán un frente común y se servirán del gran encanto femenino. Para alcanzar este objetivo, para dividir las iglesias desde dentro, y para poner en oposición a las distintas organizaciones eclesiásticas, la organización del partido ha acordado [...I nueve puntos [...que] conciernen los servicios del Partido en el exterior."(8)

El 18 de agosto de 1962, como ya se ha mencionado en el párrafo sobre Pablo VI, se llegó a un acuerdo con un mediador del Patriarca de Moscú, leal al gobierno. Como producto de esta negociación, el Concilio Vaticano II no condenó el comunismo; e incluso, se llegó hasta el extremo de no querer condenar absolutamente nada, lo cual propició el cambio de rumbo de la Iglesia.

Con esta exposición no pretendemos decir que todo el mal en la Iglesia provenga únicamente de espías infiltrados en ella. Para remitirnos a una imagen, podríamos decir que es como en una enfermedad: si por un enfriamiento del organismo (tibieza en la espiritualidad, abandono del fervor en la vida de oración y del espíritu de penitencia y sacrificio) han bajado las defensas del cuerpo, entonces se puede originar una seria infección por bacterias (infiltración de herejías y de las hostiles ideas masónicas y comunistas), la cual originará una enfermedad grave. La actual crisis de Fe es, básicamente, producto de una crisis de la Iglesia que surge desde dentro y no de un ataque externo; pero, innegablemente, ha sido provocada en una considerable medida por "falsos" sacerdotes, lobos disfrazados de ovejas que, como malignas bacterias, infectan hasta la cumbre misma de la Santa Iglesia, Cuerpo Místico de Jesucristo, el cual, a pesar de ser indeleble por su esencia es, en sus miembros y en su parte visible, susceptible de ataques del adversario de Dios y de sus cómplices.
Tampoco hay que negar ni subestimar la infiltración masónica y su influencia en la Iglesia. La virulenta crisis actual, como ya se ha dicho, es consecuencia de la influencia protestante, masónica y comunista. León XIII publicó ya en el siglo XIX los planes de los Carbonari masónicos, quienes, ya durante el transcurso de ese siglo, pretendían infiltrase en la Iglesia hasta el punto de conseguir la elección de un Papa que representara sus ideas, aunque sin pertenecer directamente, por cierto, a su sociedad secreta.

______________________

(1) Madiran, Jean, en: Itinéraires, n° 227, noviembre de 1978, p. 151.
(2) Introibo, Bulletin de liaison des membres de I'Association Noël Pinot, Angers, n° 4, 1974, P. 7.
(3) Nouvelles de Chrétienté, Bulletin Saint Jean Eudes, n° 56, junio/julio 2000, pp. 17 s.

(4) Marinelli, Luigi, I Millenari. Wir klagen an, Berlin 1999, p. 258.
(5) Fellay, Mons. Bernard, Ist eine christliche Gesellschaft heute noch möglich?, Conferencia en la fiesta de Cristo Rey en Friburgo (Alemania), 24 de oct. de 1998.

(6) Huyn, Hans Graf, Ihr werdet sein wie Gott, München 1988, pp. 200 s.
(7) Cfr.: Schönberger, Andreas, Sowjetspionage in der Kirche. Affüre Pax schlügt neue Wellen in Frankreich und in Polen, en: Deutsche Tagespost, 30/31 oct. 1964, pp. 1 s.
(8) Ousset, Jean, Marxisme et Révolution, París 1973, pp. 161 s.


Fátima Roma Moscú
Padre Gérard Mura

lunes, 8 de junio de 2015

MILAGROS EUCARÍSTICOS - 33


CONVERSION DE UN DUQUE 
Año 785, Aix-le-Chapelle, Francia

Aquel magnánimo rey de los francos, Carlomagno, no siéndole dado subyugar al orgulloso duque de Sajonia, Witikindo, como lo había hecho ya con la fuerza de las armas a los de su nación, y no perdiendo por otra parte la esperanza de ganárselo a su amistad y gracia, tomo la determinación de mandar embajadores que le propusieran una entrevista enviándole al propio tiempo rehenes que garantizasen la seguridad de su persona.

Witikindo, más por temer la nota de cobarde que por dar gusto al Rey, aceptó la propuesta de ir a su corte; y llegado a ella, la majestad y bondad de Carlomagno lograron lo que tantos y tan valerosos ejércitos francos no habían obtenido, pues el indomable sajón rendía en señal de respeto sus armas al Emperador y se congratulaba de ser amigo de un tan poderoso príncipe. Pero Carlomagno no quedaba satisfecho de haberle ganado para sí y su nación, aspiraba a más su noble y religioso corazón, deseaba conquistarle para Cristo.

En efecto: el día en que Witikindo se presentó a la corte de Carlomagno le hizo examinar atentamente la Religión de Cristo, que tan cruelmente había hasta entonces perseguido. Conocerla y sentirse preso de admiración y amor fue cosa de un instante; así que, abiertos los ojos a la luz de Dios que interiormente obraba en él aquella mudanza, no pensó más que en recibir el Bautismo para hacerse cristiano, y, volviéndose a su país, dio de mano con los ídolos y errores del paganismo.

Poco tiempo después de su llegada a Sajonia, no estando todavía suficientemente instruido en los misterios del Cristianismo, vínole curiosidad de ver lo que pasaba en los reales católicos de Carlomagno, y para hacerlo más a su placer se vistio en hábito de peregrino y se va a Aix-le- Chapelle, donde por ser tiempo de Semana Santa toda la gente comulgaba y la armada francesa cumplía con el precepto Pascual. 

Andaba Witikindo de una parte a otra con grande atención y piadosa curiosidad, observándolo todo sin cansarse de admirar la belleza de las ceremonias católicas; mas siendo pocos días después reconocido por un oficial del Emperador, le llamo Carlomagno a su palacio y le preguntó cuál era el motivo de su viaje en traje tan humilde. "La curiosidad, respondió el sajón: he pensado, conmigo mismo, que así pobremente vestido tendría más comodidades de examinar lo que pretendía. —Y ¿qué impresión, le dijo el Emperador, os han producido los Oficios del culto católico?— Todo me ha impresionado profundamente; empero, lo que me ha causado mayor admiración es que cuando el sacerdote volviéndose a vosotros os daba un pequeño pan, he visto que ese pan se convertía en un tierno niño resplandeciente de hermosura; le he contemplado con sumo gozo de mi espíritu, y mis ojos se fijaron en él al ver como tendía los brazos y se dirigía con amor hacia todos los que se llegaban al pie del altar; pero he reparado que a algunos se entregaba de muy mala gana, con manifiestas señales de repugnancia y horror."

"Dios os ama, Witikindo, le respondio el Emperador, pues os ha concedido la gracia de haber visto lo que nosotros creemos por la fe. El pan se convierte en el Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo así que el sacerdote acaba de pronunciar las palabras de la consagración. El se da con alegría a las almas puras, y por el contrario se entrega con indignación a los que tienen su corazón manchado por el pecado. Plugo al Señor manifestaros este misterio a fin de obrar vuestra perfecta conversión."

El Duque abrazó luego con todo su pueblo la Religión Católica.


(Rohrbacher, Historia Universal de la Iglesia, 
libro 53. — Crantzius, Hist. de los Sajones, lib. 3.)

P. Manuel Traval y Roset

jueves, 4 de junio de 2015

EXCELENCIA DE LA DEVOCIÓN AL SANTÍSIMO SACRAMENTO


Tantum ergo Sacramentum, Veneremur cernui.
Prosternémonos y adoremos tan grande Sacramento.

San Alfonso María de Ligorio, en su admirable obra intitulada Visitas al Santísima Sacramento, háblanos de un alma santa (1) cuya vida se deslizó en gran parte al pie de los altares; la cual, como alguien le preguntara qué es lo que hacía y decía durante las largas horas que pasaba ante el Tabernáculo, respondió: «Muy contenta y holgada me quedaría ya allí por toda la eternidad. Pues qué ¿no es aquél el lugar donde reside la divina esencia, Cuya vista constituye la ocupación y a la vez el alimento de los bienaventurados en la gloria? ¿Me preguntáis qué hago ante Dios? Le alabo, le amo, le bendigo, le invoco. ¿Qué hace el pobre delante del rico, el enfermo junto al médico, el sediento al encontrarse con una fuente abundante y cristalina?» — Esta alma comprendía admirablemente la excelencia del don que Dios nos ha hecho en el Santísimo Sacramento, y estaba profundamente penetrada de esta verdad: que la devoción a la Eucaristía es la mejor de las devociones, puesto que es la más santa en su objeto, la más gloriosa para Dios y la más saludable para el alma fiel.


I

Honrar a los Santos es devoción muy justa y digna de loa. ¡La gloria del Señor se ostenta tan brillantemente en ellos! ¡hicieron por Dios acciones tan notables durante su permanencia en la tierra, y están coronados en el cielo con un tan resplandeciente nimbo de gloria! Es también devoción muy santa y laudable honrar a los ángeles del Señor. En efecto, ¡son tan puros estos celestes espíritus! ¡ocupan un sitio tan distinguido en la celestial Jerusalén y con tanto afán trabajan por la salvación de nuestras almas! Honrar a la Santísima Virgen, esta obra maestra de la naturaleza y de la gracia, esta criatura incomparable escogida para madre de Dios, es todavía una devoción más santa y más laudable. Pero la que a todas sobre-puja en excelencia es la devoción a la sagrada Eucaristía ; y esto por la grandeza infinita y augusta de su objeto.
Aquí ya no es el siervo el honrado, sino el Señor; no la criatura, sino el Creador. ¡El objeto de esta devoción es Jesucristo, y Jesucristo PRESENTE!

¡Oh delicioso pensamiento! Al pie del Tabernáculo puedo, pues, decirme con toda verdad: «A pocos pasos de mí reside verdadera, real y substancialmente el Creador del universo, mi Redentor, el Fundador y Defensor de la santa Iglesia, nuestro Señor Jesucristo! Aquí está con el mismo cuerpo santísimo que por mí fue desangrado a azotes, desgarrado con los clavos y espinas, atravesado por el hierro cruel de la lanza; aquí está con la misma preciosísima sangre que fue derramada para mi salvación, con su misma alma, maravilla de las manos de Dios, «en donde se ocultan los tesoros de la ciencia y sabiduría divinas» (2); aquí está con toda su divinidad, para recibir mis homenajes y colmarme de favores.

Y lo que más avalora todavía la excelencia de esta augusta devoción es que, por modo excelso y maravilloso, compendia todas las demás. En efecto: si se trata de honrar a los Santos, ¿qué honor más grande puede hacerles la Iglesia que celebrar sobre sus reliquias el santo Sacrificio? Si de los ángeles, ¿no están éstos a millares, alrededor del Tabernáculo, prosternados en la más profunda adoración? Si de la Santísima Virgen, ¿no es acaso el cuerpo de Jesucristo carne de su carne, y la sangre de Jesucristo su propia sangre? Si de la Beatísima Trinidad, ¿quién no ve que, por razón de la consubstancialidad que existe entre las tres Personas divinas, sobre nuestros altares residen el Padre y el Espíritu Santo, inefable e inseparablemente unidos con el Verbo? Si se trata de la Encarnación, baste recordar lo que acerca de la Misa dice San Agustín, a saber, que en ella se encarna el Verbo de Dios en las manos del sacerdote, como en otro tiempo en el seno de María Inmaculada. Si se trata de la Pasión y del sacrificio del Calvario, ¿quién no sabe que en el sacrificio del altar se inmola también Jesucristo de un modo incruento, aunque tan realmente como en la cruz?

¡Oh, sí! En el altar está nuestro más preciado tesoro; en el altar tenemos un inefable compendio de todos los beneficios que Dios nos ha hecho. Con cuánta razón podemos exclamar, con David, ante el Tabernáculo: ¿Qué puedo desear aún en el cielo y en la tierra? (3) ¡Vos sois, Señor, mi alegría, mi bien, mi paraíso y mi todo, Deus meas et omnia!


II

Entre todas las devociones, la que da más gloria a Dios es la Eucaristía, puesto que ninguna hay que le someta tan entera y completamente todo nuestro ser: el espíritu, por la fe; el corazón, por el amor; el cuerpo, por el culto exterior.

En el altar nada hay que hable a los sentidos. La Eucaristía es, entera y completamente, un misterio de fe, en el cual ofrecemos a Dios el sacrificio más meritorio de nuestra razón. Mucho se había humillado Jesús en la, cuna y en el Calvario, pero en ambos sitios los sentidos tenían en qué saciarse. La divinidad estaba oculta, es cierto, pero quedaba visible la humanidad; mientras que, en el Tabernáculo, humanidad y divinidad permanecen completamente escondidas. Ni en la cuna ni en el Calvario faltaron testimonios que le anunciaron como Hijo de Dios. El canto de los ángeles en los montes cercanos a Belén; la estrella misteriosa que conducía los magos a su cuna; el sol velando su radiosa faz; el estremecimiento de la tierra y la resurrección de muchos muertos hablan a favor de su divinidad mejor de lo que pudiera hacerlo lengua alguna creada. Pero, en el altar, todo esto desaparece. El creyente apoya su fe en el testimonio de solo Dio ; cree, sin que en algo le ayuden los sentidos; mejor diré, contra el testimonio de los mismos.

Pero además de misterio de fe, es también la Eucaristía misterio de amor. ¿Quién es capaz de ponderar, cual se merecen, las humillaciones excesivas a que Jesús se somete, en beneficio de los hombres, para ser nuestro compañero, nuestro alimento, nuestra hostia, sin sentirse imperiosamente arrastrado a devolverle amor por amor? ¿Quién podrá expresar los inefables incendios de amor que la Eucaristía ha hecho prender en tantos pechos cristianos; los generosos arranques que ha suscitado; las santas obras que ha dado a luz; las prodigiosas luchas de generosidad que ha provocado entre la criatura y el Criador? ¿Quién dirá la gloria que ha proporcionado a Dios, sometiéndole tantos cuerpos y corazones?

¿No fue acaso la Eucaristía la que impulsó a los arquitectos a cubrir de espléndidas basílicas todo el orbe cristiano? ¿No fue ella la que inspiró las obras maestras de nuestros más grandes pintores; la que infundió a la escultura el soplo creador que hizo palpitar de vida cristiana los mármoles y los bronces, y la que ha sugerido a la música esas prodigiosas armonías que tan magníficamente resuenan en nuestras iglesias? ¿No es la Eucaristía la que, en nuestros templos, congrega e su alrededor a los fieles para que se prosternen ante Dios? En una palabra, ¿no es la Eucaristía el CENTRO DEL CULTO CATÓLICO? Si tanta es, pues, la gloria que para la Divinidad redunda de la devoción a la Eucaristía, muy justo es que sea el objeto de nuestras preferencias ; pero, al mismo tiempo, recordemos también que es la más fecunda en frutos de salvación.


III

Muchos son los medios de que se vale Dios para comunicarnos su gracia: la oración, los sacramentos, la predicación, las santas inspiraciones; sin embargo, no temo afirmar que en ninguna parle se muestra tan generoso como en la sagrada Eucaristía. Fuera de ella, la gracia viene a nosotros como en riachuelos de bendición; ella es el río caudaloso que, con su abundancia, alegra la ciudad de nuestra alma (4). Ni puede ser de otra manera; porque, en la Eucaristía, no sólo se nos da la gracia, sino al AUTOR DE LA MISMA GRACIA. Allí está para hacernos bien, para llenarnos de favores. Mis delicias, dice, son estar con los hijos de los hombres (5). ¡Oh vosotros, los que sufrís y andáis agobiados, venid a Mí, que Yo os aliviaré! (6). Cuantos milagros obró en otro tiempo, recorriendo la Judea, para sanar enfermedades corporales, esos mismos obra, durante su permanencia en el Tabernáculo, para curar las enfermedades del alma. Ilumina a los ciegos, fortalece a los débiles, resucita a los muertos, acomodando siempre sus gracias a nuestras necesidades.

¿Estáis tristes? Acudid al altar, que allí os espera el Divino Consolador. ¿Os sentís pobres de virtudes? Llegaos al altar, en donde reside el bondadosísimo Jesús, como Rey de misericordia, dispuesto a derramar sobre nosotros sus divinas larguezas. ¿Estáis inquietos por vuestras faltas y anheláis el perdón? Id al altar; Jesús se ha hecho nuestra hostia de propiciación, nuestra víctima, y cada día se inmola por nosotros en el Santo Sacrificio. Sometamos nuestras almas a la acción purificadora de su sangre, y alcanzaremos, a no dudarlo, un grado de inocencia, que muy bien podrá emular la de los ángeles. ¿Sois débiles; sentís que os faltan alientos para continuar por la senda del bien; os halláis como el profeta Elías a punto de desfallecer en el camino? Pues corred al altar Jesús es el Pan de vida, el Maná celestial que os devolverá el vigor; os hará crecer en fuerza y alientos, os permitirá llegar hasta las cumbres altísimas del cielo.

Sí; en el altar, por medio de sus divinos ejemplos, sus eficacísimas súplicas y la poderosa energía de su gracia, Jesús nos limpia, santifica, conforta y diviniza, según aquella sublime frase de San Antonino: communio est introductio ad divinitatem.

¡Oh buen Jesús! Hacednos comprender el don magnífico de vuestra Eucaristía. Prended en nuestros corazones una devoción viva, inflamada, profunda y siempre creciente hacia este divino Sacramento, a fin de que nos aprovechemos de él y podamos tributaros, por su medio, todo honor y gloria (7).

__________

A los que amo, sólo les deseo una cosa, pero tal que las comprende todas: una fe viva, profunda y ardiente para con el Dios de la Eucaristía, JESUCRISTO, Pan de vida, Trigo de los elegidos, manantial de toda santidad, de toda fuerza, de todo amor y de toda felicidad.

Monseñor De Segur



(1) La condesa de Feria, ilustre penitente del Beato Juan de Ávila.
Paraiso. — Tomo I
(2) Col., II, 3.
(3) Ps. LXXII, 25.
(4) Ps. XLV, 5.
(5) Prov., VIII, 31.
(6) Matth., XI. 28.
(7) Ex Lit. Missae.


EL PARAÍSO EN LA TIERRA
O EL MISTERIO EUCARÍSTICO

por Cha. Rolland
Canónigo titular de Langres, 
Misionero Apostólico.

Traducción:
P. Manuel Mestres y Giralt
Barcelona, año 1921.

miércoles, 3 de junio de 2015

CARTA DEL R. P. CARDOZO A LAS MISIONES CRISTO REY




Carta a los fieles y benefactores.

Caros amigos, algunos inquietos por mi salud me han escrito preguntándome también por las novedades de la Resistencia Católica.

Ayer tuve oportunidad de hablar telefónicamente con Mons. Faure de paso rápidamente por Brasil, quien me confirmó que ya esta la casa donde podrá funcionar el seminario en Francia y a donde esperamos mandar 3 vocaciones para ser preparadas por los monjes dominicos de Avrillé. Recomiendo la lectura de la conferencia que dio Monseñor en NAMUR - Bélgica. Pedimos a los fieles que buenamente puedan ayudar a los gastos que implicará mandar estas vocaciones a completar su seminario dando su ayuda "para el seminario" a los Padres de la Resistencia o girando a la CC del Monasterio de la Sta. Cruz, indicando el fin del donativo (*)

Otra muy buena noticia la recibimos de Cebu- Filpinas donde el P. Chazal esta levantando con ayuda de sus fieles un seminario para las vocaciones de aquella región, que el Buen Dios le premie por sus esfuerzos!!.

Tambien nos llegan noticias de nuevas capillas que se abren , una en Japón otra en cercanías de Sao Paulo, fieles entusiastas que ponen sus bienes para mayor gloria de Dios y su Iglesia, que no es presisamente la pos-conciliar a la que algunos sedicentes tradicionalistas corren para buscar la "estampilla de católicos"

El mes de mayo, mes de María fue marcado en las distintas misiones, con simpáticas manifestaciones de honor y homenaje a Ntra. Señora esperando despertar en particular una firme devoción a la Siempre Virgen María en los niños depositarios y herederos de nuestra Fe.

Sobre mi salud, es sin duda un nuevo frente de combate que no esperaba, me tiene parcialmente detenido en el apostolado un problema serio ocular, el 10/6 seré sometido a una nueva operación para ver de salvar al menos un 20% de la visión, El origen al parecer es viral, y hasta el momento no se consigue una remisión significativa. Cualquier ayuda será bien recibida y seguramente recompensada en gracias por quien todo lo ve y juzga. Aprovecho para agradecer a todos los fieles que no cesan de ayudarme con hospedaje, transporte, medicamentos, tiempo y sus oraciones que tanto aprecio. Dios les pague.!! (**)

Contando siempre con sus oraciones los encomiendo a todos al Sagrado Corazón de Jesús.

Con mi afecto y + .

P. Cardozo


(*) Cta, Mosteiro Sta. Cruz- Bco. Itaú , agencia 0222 - Cta. Co. 29186-6

(**) P. Cardozo- Bco. Itaú , ag. 6542, Cta. Co. 17866-7

martes, 2 de junio de 2015

LA VIRTUD DE LA HUMILDAD (XXXI)


CAPÍTULO 31 

Declarase en qué consiste el tercer grado de humildad. 

No hemos acabado de declarar bien en que consiste este tercer grado de humildad; y así será menester declararlo un poco más, para que mejor podamos ponerle por obra, que es lo que pretendemos. Este grado de humildad, dicen los Santos que consiste en saber distinguir entre el oro que nos viene de Dios, de sus dones y beneficios, y entre el lodo y miseria que somos nosotros, y dar a cada uno lo que le pertenece: atribuir a Dios lo que es de Dios y a nosotros lo que es nuestro, y que todo esto sea prácticamente en lo cual está todo el punto de este negocio. De manera que no consiste la humildad en conocer especulativamente que de nosotros no podemos ni valemos nada, y que todo el bien nos ha de venir de Dios, y que Él es el que obra en nosotros el querer y el comenzar y el acabar por su libre y buena voluntad, como dice San Pablo (Filip., 2, 13): que conocer eso especulativamente, porque así nos lo dice la fe, fácil cosa es y todos los cristianos lo conocemos y creemos así; sino en conocer y ejercitar eso prácticamente, y en estar tan llanos y tan asentados en esto, como si lo viésemos con los ojos y lo tocásemos y palpásemos con las manos. Lo cual, dice San Ambrosio, que es particularísimo don y merced grande de Dios. Y trae para esto aquello de San Pablo (1 Cor., 2, 12): Nosotros hemos recibido, no el espíritu de este mundo, sino el espíritu de Dios, para que conozcamos y sintamos los dones que hemos recibido de su mano. Sentir y reconocer uno los dones que ha recibido de Dios, como ajenos y como recibidos y dados de la liberalidad y misericordia de Dios, es particular don y merced suya. Y el sabio Salomón dice que ésta es suma sabiduría (Sab., 8, 21): [Conocí que no podía ser continente si Dios no me lo diese: y esto mismo era sabiduría, saber cuyo era este don]; otra letra dice [esto era suma sabiduría]. Entender y conocer prácticamente que el ser continente no es cosa que podamos nosotros alcanzar por nuestras fuerzas, y que no basta ningún trabajo ni industria nuestra para eso, sino que es don de Dios y que nos ha de venir de su mano, es suma sabiduría. Pues en esto que San Pablo dice que es particular don y merced de Dios, y Salomón suma sabiduría, consiste este grado de humildad. ¿Qué tienes que no lo hayas recibido y sea ajeno?, dice el Apóstol San Pablo (I Cor., 4, 7): todo cuanto bien tenemos es recibido y ajeno, de nosotros no tenemos bien ninguno; pues si lo has recibido y es ajeno, ¿por qué te glorias como si no lo hubieses recibido y como si fuese tuyo propio?

Ésta era la humildad de los Santos, que con estar enriquecidos de dones y gracias de Dios, y haberles Él levantado a la cumbre de la perfección, y con eso a grande honras, estimación del mundo, con todo eso se tenían ellos por tan viles en sus ojos; y se quedaba su ánima tan entera en su bajeza y humildad como si no tuvieran nada de aquellos dones. No se les pegaba ninguna vanidad en su corazón, ni cosa alguna de aquella honra y estima en que el mundo los tenía, porque sabían bien distinguir entre lo que era ajeno y lo que era suyo propio: y así todos los dones, honra y estimación lo miraban como cosa ajena recibida de Dios, y a Él le daban y atribuían toda la gloria y alabanza de ello, quedándose ellos enteros en su bajeza, mirando que de sí no tenían nada, ni podían bien alguno. Y de ahí les venía que aunque todo el mundo los ensalzase, ellos no se ensalzaban ni se tenían por eso en más, ni se les pegaba nada de aquello al corazón, sino les parecía que aquellas alabanzas no decían ni hablaban con ellos, sino con otro a quien pertenecían que es Dios, y en Él y en su gloria ponían su gozo y contento. 

Y así con mucha razón dicen ser esta humildad de grandes y perfectos varones. Lo primero, porque presupone grandes virtudes y dones de Dios, que es lo que hace a uno grande delante de Él; lo segundo, porque ser uno verdaderamente grande delante de los ojos de Dios y muy aventajado en virtud y perfección, y por eso tenido y estimado en mucho de Dios y de los hombres, y tenerse él por pequeño y vil en sus ojos, es grande y maravillosa perfección. Y eso es de lo que se maravillan San Crisóstomo y San Bernardo de los Apóstoles y otros, que con ser tan grandes Santos y tan encumbrados en dones de Dios, y haciendo su Majestad por ellos tantas maravillas y milagros, y resucitando muertos, y siendo por eso tan estimados de todo el mundo, con todo eso se quedasen ellos tan enteros en su humildad y bajeza como si no tuvieran nada de aquello. Y como si otro hiciera aquellas cosas y no ellos, y como si toda aquella honra, estima y alabanza fuera ajena y se hiciera a otro y no a ellos.

 Dice San Bernardo: «No es mucho humillarse uno en la pobreza y abatimiento, porque eso de suyo ayuda a conocerse y tenerse en lo que es; pero que sea uno honrado y estimado de todos, y tenido por santo y por varón admirable, y se quede él tan entero en la verdad de su bajeza y de su nada como si no hubiera nada de aquello en él, ésa es rara y excelente virtud y cosa de grande perfección. «En éstos, dice San Bernardo, conforme al mandamiento del Señor (Mt., 5, 16), su luz luce y resplandece delante de los hombres, para glorificar, no a sí mismos, sino a su Padre que está en los Cielos. Estos son verdaderos imitadores del Apóstol San Pablo (2 Cor., 4, 5; 12, 14) y de los predicadores evangélicos, que no se predican a sí mismos, sino a Jesucristo. Éstos son buenos y fieles siervos, que no buscan sus comodidades, ni se alzan con cosa alguna, ni se atribuyen nada a sí, sino todo lo atribuyen fielmente a Dios. Y a Él dan la gloria de todo. Y así oirán de la boca del Señor aquellas palabras del Evangelio (Mt., 25, 21): Alégrate, siervo bueno y fiel; porque fuiste fiel en lo poco, te constituiré sobre lo mucho».

 EJERCICIO DE PERFECCIÓN Y 
 VIRTUDES CRISTIANAS. 
 Padre Alonso Rodríguez, S.J.