ARROJA UN HOMBRE DESALMADO A UN NIÑO DE DIEZ AÑOS EN UN PROFUNDO POZO Y NUESTRA MADRE SANTÍSIMA LE SOCORRE, MANIFESTANDO EL LUGAR DONDE YACÍA
Nuestro venerable P. Fr. Miguel de la Fuente nos dice, en su "Compendio Historial", que un niñito de diez años, que vestía con devoción el Escapulario de nuestra Santísima Madre, ofendió con una simplicidad propia de sus cortos años y de su candorosa inocencia a un hombre desalmado, el cual, montando en cólera, lo hirió gravísimamente y, dándole por muerto, lo echó en un profundo pozo que había en las cercanías del lugar donde se desarrollara el suceso, para ocultar su crimen, cargándole o arrojando sobre el niño gran cantidad de enormes piedras, para dificultar más el que pudiera ser de algunos descubierta su monstruosa barbarie.
Al echarle de menos, sus afligidos padres corrieron como una exhalación en todas direcciones, por hallar vivo o muerto al hijo de sus entrañas, al que creyeran como , Jacob a su José devorado por alguna fiera inhumana. Desconfiados de hallarle con vida, hicieron voto a la Santísima Virgen nuestra Madre de entrarle o consagrarle a Ella en nuestra sagrada religión, como se les manifestase, y al instante comenzaron a paladear y gozar del fruto de su promesa, pues un humilde pastorcito, llamado Aníbal, que apacentaba sus ganados no lejos de aquel pozo donde se hallaba sepultado el niño devoto de la Virgen, vio que una de sus ovejitas, separándose de las demás, se iba acercando al pozo, corriendo peligro de caer dentro del mismo, por no tener brocal. El pastorcito le tiro una piedra, por ver si lograba alejarla de allí, mas, con el ruido vio que se acercaba más al borde, por lo que decidió acercarse él mismo para espantarla y alejarla. Mas, ¡Oh, milagro de la Madre de las misericordias! Tan luego como se acercó percibió una voz lastimera y decaída que le llamaba por su nombre desde el fondo: ¡Aníbal, Aníbal!, oyó el pastor que le gritaban. Se turbo todo con tan extraña novedad y asegurándose de lo que oía corrió presuroso al lugar a fin de dar cuenta a la Justicia del suceso.
Corrieron todos despavoridos hacia el pozo y percibieron la misma voz que les anunciara Aníbal haber oído. Amarraron con una cuerda a un joven decidido y le hicieron descender hasta el fondo. Fue quitando una a una las piedras que cubrían el cuerpecito del delicado niño y que hubiesen bastado para aplastarle y matarle sin remedio, si la Virgen Santísima no velase por él; y al reconocer que era Dominguito, a quien sus padres lloraban sin consuelo, comenzó a dar voces de indecible júbilo, comunicando a todos la fausta noticia. Le saco del pozo vivo, aunque con poquísimos alientos, por el gran peso que gravitara sobre el infeliz, mas, al instante se recobró, pues llevado en brazos al lugar, al siguiente día, que era sábado, le vieron del todo sano, jovial y alegre, sin recordarse de lo que pasara en el fondo del pozo por la ira de aquel hombre malvado.
Le llevaron al siguiente día, domingo, en procesión solemne a la ciudad de Nápoles, rodeándole inmensa multitud de fieles, y le condujeron a nuestro convento donde, sin dilación, lo entregaron sus devotos padres a María Santísima, vistiéndole nuestro santo hábito y practicando heroicamente lo que dice el Real Salmista : Vovete et reddite Deo vestro, etc. "prometed y cumplid"; donde entre el prometer a Dios y el cumplir lo prometido sólo media una dicción (que no es dilación), sino que une con su cumplimiento la promesa, pues en materia de votos lo mismo debe ser el prometer que el cumplir. Así vemos que lo practicaron estos devotos padres, para ejemplo nuestro, quedando auténtico en Nápoles tal prodigio para que nosotros demos perennes gracias a María Santísima por tanta merced y tan insigne beneficio.
Ave María.
Milagros y Prodigios del Santo Escapulario del Carmen
por el P. Fr. Juan Fernández Martín, O.C.