El TRIUNFO DE LA IGLESIA
SUEÑO 77.—AÑO DE 1873.
(M. B. Tomo IX, págs. 999-1000)
El manuscrito que contiene la profecía de San Juan Bosco sobre
los castigos de París y Roma y otros diversos acontecimientos nos ofrece otra
segunda revelación del Santo sobre el triunfo de la Iglesia.
He aquí el texto de la misma tomado de dicho documento:
Era una noche oscura, los hombres no podían distinguir el camino a
seguir para regresar a sus pueblos, cuando apareció en el cielo una espléndida
luz que iluminaba los pasos de los caminantes como si fuese mediodía. En
aquel instante apareció una inmensa multitud de hombres, dé mujeres, de
ancianos, de niños, de monjes, de monjas y sacerdotes que, llevando a la
cabeza al Pontífice, salían del Vaticano disponiéndose para la marcha
procesionalmente.
Mas he aquí que un furioso temporal entenebrece el ambiente como si
se entablase una lucha entre la luz y las tinieblas. Entretanto, la inmensa
comitiva llega a una plaza cubierta de muertos y heridos; muchos de estos
pedían auxilio en voz alta.
Las filas que formaban la procesión se redujeron bastante. Después de
haber caminado por un espacio de tiempo correspondiente a doscientas salidas
del sol, todos se dieron cuenta de que no estaban ya en Roma. El desaliento
fue general y cada uno fue a agruparse alrededor del Pontífice para defender
su augusta persona y asistirlo en sus necesidades.
En aquel momento aparecieron dos ángeles, que llevando un estandarte,
fueron a presentarlo al Vicario de Cristo, diciendo:
—Recibe el estandarte de Aquel que combate y dispersa los más
aguerridos ejércitos de la tierra. Tus enemigos han desaparecido, tus hijos
imploran tu retorno con lágrimas y suspiros.
Fijando la mirada en el estandarte se veía escrito por una parte:
Regina sine labe concepta.
Y por la otra:
Auxilium Christianorum.
El Pontífice tomó con alegría el estandarte, pero al contemplar el
numero de los que habían quedado a su alrededor, que era reducidísimo, se
sintió lleno de aflicción.
Los dos ángeles añadieron:
—Ve inmediatamente a consolar a tus hijos. Escribe a tus hermanos
dispersos por las diferentes partes del mundo que es necesaria una reforma en
las costumbres de los hombres. Esto no se puede conseguir sino repartiendo
entre los pueblos el Pan de la Divina Palabra. Catequiza a los niños; predica el
despego de las cosas de la tierra. Ha llegado el tiempo —concluyeron los
ángeles— en que los pobres serán los evangélizadores de los pueblos. Los
sacerdotes serán buscados entre el azadón, la pala y el martillo, a fin de que se
cumplan las palabras del David: "Dios levantó al pobre de la tierra para
colocarlo en el trono de los príncipes de su pueblo".
Oído esto, el Pontífice comenzó a caminar y la fila de la procesión fue
en aumento. Cuando llegó a la Ciudad Santa comenzó a llorar al ver la
desolación en que estaban sumidos sus ciudadanos, muchos de los cuales
habían desaparecido.
Entrando después en San Pedro, entonó el Te Deum, al cual respondió
un coro de ángeles cantando:
—Gloria in excelsis Deo, et in terra pax homínibus bonae voluntatis.
Terminado el canto, cesó la oscuridad por completo, luciendo un sol
esplendoroso.
Las ciudades y los pueblos y los campos habían disminuido de
población; la tierra se hallaba arrasada como por un huracán, por una tormenta
de agua y de granizo y las gentes iban al encuentro unas de otras diciendo
conmovidas:
—Est Deus in Israel.
Desde el comienzo del exilio hasta el canto del Te Deum el sol se
levanto doscientas veces. Todo el tiempo que transcurrió mientras sucedían
estas cosas corresponde a cuatrocientas salidas del sol.
Los Sueños de San Juan Bosco
Traducción del P. Francisco Villanueva S.D.B.