Es difícil y costoso entrar en el túnel de la enfermedad (a mis años). Todos te miran dándote por acabado. Las recomendaciones médicas, los consejos amistosos y las prudentes prevenciones de uno mismo, se viven con la intensidad propia del que se despide de una etapa de la vida, para entrar en otra. Luego viene el túnel, sobre el cual tanto se ha escrito. Parece que uno entra en una espera interminable, a veces consciente y en ocasiones no tanto.
Pero la salida del túnel es mucho peor. Uno sale con la fuerza, la ilusión y el optimismo de encontrarse de nuevo con el mundo que se dejó antes de la enfermedad. Y no sólo se encuentra a los mismos personajes y sandeces, sino que lamentablemente se las tiene que ver con la mayor-profundidad de la anterior-superficialidad, más herejía en la ya bastante herética situación que se dejó, y más descaro en el ya antes descarado panorama eclesial.
Así las cosas, con las recomendaciones de los galenos de que no tome disgustos, me encuentro con más Rajoy, más Cataluña, más Pedro Sánchez más Iglesias y -¡ay!- más Bergoglio (o sea, menos Iglesia).
Lo que alguien llamó hace tiempo bergoglemas, son ahora una suerte de dardos envenenados que salen de la boca del Dragón para abundar en lo mismo, pero con lo peor de lo mismo e hiper de lo mismo, en una herejía cíclica que -a modo de eterno retorno-, se va renovando por vía de entrevistas, libros, audiencias y telefonazos (todo ello con carácter magisterial, no faltaba más). Casi todo ello llamado a formar parte de las Actas Apostolicae Sedis (otrora publicación de prestigio y autoridad, convertida ahora en Comic Magisterial, con la carta a los Obispos argentinos incluida). Al fin y al cabo las herejías -y las garrapatas que la circundan-, son chupasangres de la Cristiandad, que no cesan hasta acabar con el huésped enfermo.
Ya en la boca de salida del túnel y antes de ver la luz del sol, casi me da otro infarto al ver las declaraciones del nonagenario Scalfari comentando lo que comentó, -pero no comentó-, con su amiguete y compadre que dijo -pero no dijo, aunque dijo-, que el infierno no existe. A Scalfari ya le da igual porque le queda poco para comprobarlo. A lo mejor, al llegar al Hades con el sello de amiguete del Pontífice le hacen alguna rebaja y le aplican la aniquilación-express, sin el clásico llanto y rechinar de dientes, que siempre es más doloroso, molesto y cutre.
Observo que muchos se han escandalizado de que Bergoglio haya dicho o no haya dicho esto.
–No puede ser que lo haya dicho, -comentan unos-, Scalfari es un mentiroso.
–Sí que lo ha dicho, -comentan otros- porque ya conocemos el paño, o sea, al entrevistado .
–No es cierto el entrecomillado, -comenta el sucesor de Lombardi-, y además no ha sido entrevista sino conversación.
–¡¡Uf menos mal!!, digo yo. Se comprende perfectamente.
[Nota Bene: Hay que reconocer que Lombardi, como era jesuíta, mentía mejor que este laico Burke, que viene reciclado de otra organización].
–Sí lo ha dicho, requetecomenta Scalfari-, y me apuesto mi salvación eterna si estoy mintiendo…
Total, que como no había grabadoras, como en los tiempos de Jesús, nos quedamos sin conocer las ipsissima verba del Pontífice, aunque nos las imaginamos. Encajan en lo que ahora llaman su perfil-de-cinco-años-de-twiter con olor a oveja.
Y esta es precisamente la cuestión. Nos lo imaginamos, porque el Implicado no dice ni pío, ni esta boca es mía. Les he dicho a mis hermanos frailes que no me pueden acusar de mal pensado, porque me lo están poniendo en bandeja. Ya decían los antiguos que qui tacet consentire videtur. A lo mejor llama un día de éstos a su antiguo zapatero de Buenos Aires y le dice que lo que ha dicho Scalfari es verdad. Aumentaría con ello el Magisterio Infalible Telefónico y nos quedaríamos bastante más tranquilos.
De repente aparece una monja –argentina, claro- que dice que el Papa le habló de tres cosas: preservativo, reversible y transitorio. Nadie lo desmiente. Y se queda tan Pancho. A no ser que la monja sea una nueva Scalfari que se inventa lo que Bergoglio quiso decir. Así que la Cristiandad ya puede tener claras las ideas. Al preservativo sin remordimientos de conciencia, y después a la aniquilación.
Supongo que Nuestro Señor acabará actuando. Mientras tanto, espero que al ver tantas cosas nuevas, no me dé otro arrechucho y me meta en el túnel definitivamente. Los novicios jóvenes ya no me hablan porque se lo han prohibido. Bergoglio sigue abundando en Lo Suyo. Y lo que es peor: los cardenales y obispos callan como tumbas. O sea, también consienten.
Se estaba mejor dentro del túnel.