lunes, 24 de febrero de 2020

EL CARNAVAL SANTIFICADO Y LOS BENEFICIOS DIVINOS - SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO

Fidem posside cum amico in paupertate illius, ut et in bonis illius laeteris - "Mantén la fe de tu amigo en su pobreza, para que también te regocijes con él en sus riquezas" (Eclo 22, 28).

Resumen. Para desagraviar al Señor al menos un poco de los ultrajes que se le hacen, los santos se aplicaban en estos días de carnaval, de manera especial, al recogimiento, la oración, la penitencia y multiplicaban los actos de amor, adoración y alabanza, hacia su amado. Intentemos imitar estos ejemplos, y si no podemos hacer más, visitemos el Santísimo Sacramento muchas veces y tengamos la certeza de que Jesucristo nos recompensara con las gracias más señaladas.

I. A través de este amigo, a quien el Espíritu Santo nos exhorta a ser fieles en el momento de su pobreza, podemos entender que es Jesucristo, quien, especialmente en estos días de carnaval, es dejado solo por hombres desagradecidos, y como si fuera reducido a la pobreza extrema. Si un solo pecado, como dicen las Escrituras, ya deshonra a Dios, lo insulta y lo desprecia, imagina cuánto debe ser afligido el Redentor Divino en este momento cuando se cometen miles de pecados de todo tipo, por toda condición de personas, y quizás por personas que están consagradas a Él. Jesucristo ya no es susceptible al dolor; pero si aún pudiera sufrir, moriría en estos días miserables y moriría tantas veces como son las ofensas que se le hacen.

En el tiempo del Carnaval, Santa María Madalena de Pazzi pasaba todas las noches antes del Santísimo Sacramento, ofreciendo a Dios la Sangre de Jesucristo por los pobres pecadores. El Bienaventurado Enrique Suso mantuvo un ayuno riguroso con el fin de expiar los excesos cometidos. San Carlos Borromeo castigaba su cuerpo con extraordinarias disciplinas y penitencias. San Felipe Neri convoco al pueblo a visitar los santuarios con él y hacer ejercicios de devoción. San Francisco de Sales practicó lo mismo, quien, no contento con la vida retirada que entonces llevaba, predicaba en la iglesia, frente a un auditorio muy grande; y, sabiendo que algunas de las personas por el dirigidas, se relajaban un poco durante los días de carnaval, las reprendió con suavidad y las exhortó a la comunión frecuente.

En una palabra, todos los santos, porque amaban a Jesucristo, se esforzaron por santificar lo más posible el tiempo del carnaval. Mi hermano, si también amas a este Redentor amabilísimo, imita a los santos. Si no puede hacer más, al menos trata de quedarte, más tiempo, que otras veces, en presencia de Jesús Sacramentado, o bien recogido en tu casa, a los pies de Jesús crucificado, para llorar las muchas ofensas que se le hacen.

II. Ut et in bonis illius laeteris - "para que te regocijes con él en sus riquezas". El medio para adquirir un tesoro inmenso de méritos y obtener del cielo las gracias más señaladas, es ser fiel a Jesucristo en su pobreza y hacerle compañía en este tiempo en que es más abandonado por el mundo: Fidem posside cum amico in paupertate illius, ut et in bonis illius laeteris. ¡Oh, cómo Jesús agradece y corresponde a las oraciones y los obsequios que en estos días de carnaval le ofrecen sus almas predilectas!

Se cuenta en la vida de Santa Gertrudis que una vez vio en éxtasis al Divino Redentor que ordenaba al Apóstol San Juan que escribiera con letras de oro los actos de virtud realizados por ella en el carnaval, para recompensarla con gracias muy especiales. Al mismo tiempo, mientras Santa Catalina de Sena rezaba y lloraba por los pecados que se cometían el jueves gordo (Jueves gordo, es el día en que la llave de la ciudad es coronada y entregada al rey de la juerga; antes del viernes de carnaval), el Señor la declaro su esposa, en recompensa (como ella dijo) por los obsequios practicados por la Santa en el tiempo de tantas ofensas.

Amabilísimo Jesús no es tanto para recibir vuestros favores como para hacer algo agradable a vuestro divino Corazón, que quiero, en estos días, unirme a las almas que os aman, para liberaros de la ingratitud de los hombres hacia Vos, una ingratitud que también fue mía, cada vez que pecaba. En compensación por cada ofensa que recibís, quiero ofreceros todos los actos de virtud, todas las buenas obras, que todos los justos hicieron o harán, lo que hizo María Santísima, lo que Vos mismo hicisteis, cuando estabais en la Tierra. Tengo la intención de renovar esto cada vez que diga estos días: † Mi Jesús, misericordia (1).

Oh gran Madre de Dios y mi Madre María, presentad este humilde acto de desagravio a vuestro divino Hijo y, por el amor de su Sacratísimo Corazón, obtén para la Iglesia sacerdotes celosos que convertirán a un gran número de pecadores.


San Alfonso María de Ligório.

Meditaciones: Para todos los días y fiestas del año: Tomo I: Desde el primer domingo de Adviento hasta la Semana Santa inclusive.  Friburgo: Herder y Cia, 1921, p. 272-274.

(1) Indulgencia de 300 días, cada vez que se dice.