EL NIÑO JESUS DEL MILAGRO
Año 1568, Alcoy (España)
Enlutada apareció la Corte de España por mandato de Felipe II en el año 1568. Era la viva expresión del sentimiento que embargaba el corazón del piadoso Rey por el nefando crimen de un extranjero perpetrado en tierra española.
He aquí la historia:
Un francés domiciliado en Alcoy, llamado Juan Prats, de oficio tundidor de paños, entro el día 29 de enero del año 1568 en la iglesia parroquial y robo, entre otros objetos sagrados, un cofrecito de plata en el que había varias Formas consagradas.
Al día siguiente, al amanecer vio el señor vicario que hablan robado el Sagrario, he inmediatamente hizo repicar las campanas y se fue a la plaza para anunciar a voz en grito el robo sacrílego y rogar encarecidamente hicieran las mayores diligencias para encontrarlo. No fue el religioso pueblo de Alcoy sordo a este llamamiento: hombres, mujeres y niños se esparcieron por todo el término sin dejar nada que no fuera reconocido.
Siendo infructuosas cuantas diligencias se hicieron, todos comenzaron a creer que Juan Prats había cometido el robo, por lo que la Justicia de la villa reconoció dos veces su casa, y por sospechar todos de él, lo detuvo en la cárcel. Mientras tanto, un nuevo orden de cosas se desarrollaba en la población, que ponía de manifiesto al autor del sacrilegio. Sobre los obradores en que dicho francés tenía las oficinas para tundir los paños, vivía una piadosa viuda que hincada de rodillas ante una imagen del Niño Jesús, le suplicaba con fervor el tan deseado hallazgo de las sacrosantas Formas, cuando nota, asombrada, que el Niño inclina su cuerpecito como haciendo reverencia, y los dos dedos de la mano que antes se dirigían al cielo, los había bajado señalando la tierra.
Este notable acontecimiento se vulgariza por todo el vecindario, que lo llaman milagroso, y contribuye poderosamente a corroborar la general opinión de que lo robado está en casa del extranjero. En esto pide un labrador a la Justicia hacer un nuevo registro, y mientras se verifica, estaba el venerable sacerdote Padre Nicolás Moltó orando en el coro de San Agustín, e impulsado por una voz clara y expresiva, deja el coro, atraviesa los claustros y el pórtico, y por el postigo de la torre de los Arcadines entra en la villa, encontrándose, sin darse cuenta de ello, en la caballeriza del extranjero Prats, juntamente con la Justicia y Jurados, en el momento en que el labrador habiendo apartado un haz de leña, daba el último azadonazo desenterrando del establo los vasos sagrados con las tres santas Formas.
Mientras el pueblo se entregaba a las más justas expansiones de alegría y regocijo por el tan suspirado hallazgo del Santísimo Sacramento, constituido el tribunal en la misma cárcel, interrogaba al extranjero Prats sobre el robo sacrílego, quien confeso llanamente su enorme delito, y preguntado que habla hecho de las Formas que faltaban, contesto que se las había comido todas. "Si os las habéis comido todas, dijo el juez, ¿cómo quedan tres?" Respondió entonces el reo, gritando: "¡Milagro es de Dios, milagro es de Dios!, que yo todas las he pensado comer sin dejar una".
Imposible seria describir las conmovedoras manifestaciones de fe y de amor con que Alcoy procuro reparar el agravio inferido a su Dios y Señor en la Eucaristía.
La primera diligencia de parte de las Autoridades fue expropiar y limpiar la casa donde fue hallado el Señor, en la que estaba comprendida la habitación que conservaba la imagen del Niño Jesús, llamado desde entonces del Milagro, y tres meses después del dichoso hallazgo, la casa del francés Prats se transformó en oratorio, y la tierra que circuía los vasos sagrados al tiempo que estaban escondidos, se colocó en una urna de piedra, siendo prodigioso que a pesar de haberse repartido esta bendita tierra a discreción, jamás ha disminuido en tantos siglos como hasta el presente han transcurrido.
Finalmente, la ciudad de Alcoy hizo voto perpetuo de conmemorar anualmente con fiesta religiosa y popular el glorioso aniversario del hallazgo del Santísimo Sacramento.
(José Vilaplana; Pbro. Extracto de la "Memoria" presentada al
Congreso Eucarístico nacional celebrado en Valencia en el año
1894. Vicente Carbonen, en su célebre Centuria.)
P. Manuel Traval y Roset