¡SEÑOR, QUE YO VEA!
(Año 1889, Lourdes (Francia)
En el año 1889, María Luisa Horeau, de diecinueve
años de edad, estaba tan ciega que no distinguía entre
el día y la noche, necesitando que la llevasen de la
mano a todas partes, y aun que la diesen de comer.
Se fue a Lourdes, mas no pudieron aproximarse a la
Gruta, se paró frente a la piscina, y rogó a una amiga y
compañera suya la advirtiera el momento preciso en
que pasase por allí la procesión del Santísimo
Sacramento.
Avisada de ello la pobrecita ciega, cayó al punto de
rodillas y exclamó con todo el esfuerzo de su cristiana
fe: "¡Señor, si queréis, podéis curarme! ¡Señor, que yo
vea!" Dichas estas palabras, notó como una especie
de resplandor vivísimo, y sintió un fuerte espasmo en
los ojos; los abre, y en seguida vio la Gruta, la
muchedumbre de peregrinos, y la sagrada Hostia que
acababa de bendecirla, otorgándole la gracia
deseada.
La joven María Luisa recobró la vista tan perfectamente, que distinguía los objetos más pequeños y
sutiles. El tribunal médico establecido en Lourdes
examinó los ojos, y notó que había adquirido
completa claridad y limpieza.
(Dr. Bossaire. Les grandes Guerlsons de Lourdes.)
P. Manuel Traval y Roset S.J. (1856-1919)