Augusta Madre de Dios, compasiva Madre de los españoles, a tus pies, bajo tu mirada llena de dulzura y misericordia, venimos a ofrendarte las rosas tardías de nuestro amor filial y a cumplir con un deber de justicia y gratitud.
Así pues, Madre y Señora nuestra, humildemente arrodillados porque somos pecadores, pero confiamos en los títulos que como Madre de Dios y de los hombres, Corredentora y Medianera de todas las gracias tienes sobre nosotros, refirmamos nuestra Fe Católica, Apostólica y Romana; renovamos las promesas del Bautismo con el propósito de llevar una vida íntegramente cristiana. Como individuos y como nación nos consagramos enteramente a tu Inmaculado Corazón, encomendándote con especial solicitud las naciones del mundo hispano, que te pertenecen de manera singular.
Madre de Dios, y Madre nuestra, creemos con todo el fervor de nuestra Fe que Dios te ha elegido para tal efecto. El te ha revestido de Santidad Inmaculada desde el primer instante de tu Concepción. Creemos que has sido elevada al cielo en cuerpo y alma, donde reinas ahora en la gloria, revestida del sol y coronada de estrellas, como Reina de los ángeles y de los santos.
Pero sabemos que tus inmortales ojos que se sacian con la vista de la humanidad gloriosa del Verbo Encarnado, se bajan también llenos de ternura y de misericordia sobre la humanidad pecadora y doliente, a la que pertenecemos todos nosotros. Sin cesar probamos, ¡Oh celestial Madre nuestra!, los efectos insignes de tu amor y protección.
Los innumerables santuarios, basílicas y humildes capillas elevadas en honor tuyo por doquier en nuestras ciudades y en nuestros campos, atestiguan la devoción filial, profunda y universal de tus hijos, como a su vez estos santuarios proclaman las maravillas de gracias y favores que tú dispensas a los que te invocan con confianza.
Aquí mismo delante de nuestros ojos tenemos tu imagen. De este modo te vemos, te sentimos entre nosotros, ¡Oh Madre y Reina nuestra! Los aquí presentes y los unidos espiritualmente a este homenaje, te expresamos nuestros sentimientos de devoción y amor filial.
Consagramos a tu Corazón Inmaculado nuestra Nación toda entera con su presente y su porvenir. Hacemos acto de entrega total a tu Soberanía espiritual, ¡Oh Reina del Cielo y de la tierra! Hacemos acto de donación completa a tu amor inefable, ¡Oh Madre de todos los vivientes! En tus manos entregamos nuestra Patria muy amada y todos sus habitantes. Te confiamos los destinos de la nación y la salvación de cada español: dispón de todo según las inspiraciones de tu Santísimo Corazón.
Corazón Inmaculado, colmado de gracias y de bendiciones, ilumina y dirige todas las almas de buena voluntad para que vean la luz de la verdad y se esfuercen en seguirla toda su vida; derrama en abundancia sobre nuestras poblaciones un torrente vivificante de renovación interior y de santificación; haz que florezcan en nuestro país, como en un fértil jardín, las fuertes virtudes y las costumbres puras y sanas.
Tú que has recorrido durante tu vida terrestre los caminos de la pobreza, el destierro y el desprecio, y cuya alma fue traspasada por una espada de dolor al pie de la Cruz, vuelve tu mirada compasiva sobre nuestras miserias y debilidades, sobre nuestras dificultades y angustias.
Inspira a todos nuestros compatriotas sentimientos de concordia y de paz. Aleja de nuestras fronteras y del mundo los azotes de la apostasía y la herejía modernista, la opresión y la persecución.
Protege nuestras obras, nuestras escuelas y familias, a los padres y a los hijos, a la juventud que sube a la edad madura y a la vejez cargada de años, a los enfermos y a los débiles, a todas las personas probadas por la adversidad o expuestas a algún peligro.
Que nuestra total donación y consagración a tu Corazón Inmaculado sea siempre para cada uno de nosotros un llamamiento urgente a una vida más bella, más pura y más apostólica, a fin de que, fieles a los votos de nuestro Bautismo e indefectiblemente fieles a la Iglesia Católica Romana, trabajemos en nuestra santificación personal y colaboremos a la extensión del Reino de tu Hijo, ¡Oh clementísima, Oh piadosa, Oh dulce Virgen María!
Míranos como cosa y posesión tuya; ampáranos y defiéndenos; sé nuestro seguro camino hacia Dios; sé nuestra Medianera y Abogada; alcánzanos de Dios el perdón de nuestros pecados, la fidelidad a la ley cristiana y la perseverancia en el bien.
Bendice nuestros campos y empresas para que nuestro pueblo te sirva con corazón dilatado y libre de angustias, pues eres Madre de todos.
Haz que, con el maternal reinado de tu Corazón, venga a nosotros el Reino de Jesucristo tu Hijo, que es reino de justicia y santidad, reino de paz, de amor y de gracia. Así sea.
Así pues, Madre y Señora nuestra, humildemente arrodillados porque somos pecadores, pero confiamos en los títulos que como Madre de Dios y de los hombres, Corredentora y Medianera de todas las gracias tienes sobre nosotros, refirmamos nuestra Fe Católica, Apostólica y Romana; renovamos las promesas del Bautismo con el propósito de llevar una vida íntegramente cristiana. Como individuos y como nación nos consagramos enteramente a tu Inmaculado Corazón, encomendándote con especial solicitud las naciones del mundo hispano, que te pertenecen de manera singular.
Madre de Dios, y Madre nuestra, creemos con todo el fervor de nuestra Fe que Dios te ha elegido para tal efecto. El te ha revestido de Santidad Inmaculada desde el primer instante de tu Concepción. Creemos que has sido elevada al cielo en cuerpo y alma, donde reinas ahora en la gloria, revestida del sol y coronada de estrellas, como Reina de los ángeles y de los santos.
Pero sabemos que tus inmortales ojos que se sacian con la vista de la humanidad gloriosa del Verbo Encarnado, se bajan también llenos de ternura y de misericordia sobre la humanidad pecadora y doliente, a la que pertenecemos todos nosotros. Sin cesar probamos, ¡Oh celestial Madre nuestra!, los efectos insignes de tu amor y protección.
Los innumerables santuarios, basílicas y humildes capillas elevadas en honor tuyo por doquier en nuestras ciudades y en nuestros campos, atestiguan la devoción filial, profunda y universal de tus hijos, como a su vez estos santuarios proclaman las maravillas de gracias y favores que tú dispensas a los que te invocan con confianza.
Aquí mismo delante de nuestros ojos tenemos tu imagen. De este modo te vemos, te sentimos entre nosotros, ¡Oh Madre y Reina nuestra! Los aquí presentes y los unidos espiritualmente a este homenaje, te expresamos nuestros sentimientos de devoción y amor filial.
Consagramos a tu Corazón Inmaculado nuestra Nación toda entera con su presente y su porvenir. Hacemos acto de entrega total a tu Soberanía espiritual, ¡Oh Reina del Cielo y de la tierra! Hacemos acto de donación completa a tu amor inefable, ¡Oh Madre de todos los vivientes! En tus manos entregamos nuestra Patria muy amada y todos sus habitantes. Te confiamos los destinos de la nación y la salvación de cada español: dispón de todo según las inspiraciones de tu Santísimo Corazón.
Corazón Inmaculado, colmado de gracias y de bendiciones, ilumina y dirige todas las almas de buena voluntad para que vean la luz de la verdad y se esfuercen en seguirla toda su vida; derrama en abundancia sobre nuestras poblaciones un torrente vivificante de renovación interior y de santificación; haz que florezcan en nuestro país, como en un fértil jardín, las fuertes virtudes y las costumbres puras y sanas.
Tú que has recorrido durante tu vida terrestre los caminos de la pobreza, el destierro y el desprecio, y cuya alma fue traspasada por una espada de dolor al pie de la Cruz, vuelve tu mirada compasiva sobre nuestras miserias y debilidades, sobre nuestras dificultades y angustias.
Inspira a todos nuestros compatriotas sentimientos de concordia y de paz. Aleja de nuestras fronteras y del mundo los azotes de la apostasía y la herejía modernista, la opresión y la persecución.
Protege nuestras obras, nuestras escuelas y familias, a los padres y a los hijos, a la juventud que sube a la edad madura y a la vejez cargada de años, a los enfermos y a los débiles, a todas las personas probadas por la adversidad o expuestas a algún peligro.
Que nuestra total donación y consagración a tu Corazón Inmaculado sea siempre para cada uno de nosotros un llamamiento urgente a una vida más bella, más pura y más apostólica, a fin de que, fieles a los votos de nuestro Bautismo e indefectiblemente fieles a la Iglesia Católica Romana, trabajemos en nuestra santificación personal y colaboremos a la extensión del Reino de tu Hijo, ¡Oh clementísima, Oh piadosa, Oh dulce Virgen María!
Míranos como cosa y posesión tuya; ampáranos y defiéndenos; sé nuestro seguro camino hacia Dios; sé nuestra Medianera y Abogada; alcánzanos de Dios el perdón de nuestros pecados, la fidelidad a la ley cristiana y la perseverancia en el bien.
Bendice nuestros campos y empresas para que nuestro pueblo te sirva con corazón dilatado y libre de angustias, pues eres Madre de todos.
Haz que, con el maternal reinado de tu Corazón, venga a nosotros el Reino de Jesucristo tu Hijo, que es reino de justicia y santidad, reino de paz, de amor y de gracia. Así sea.
Corazón Inmaculado de María
¡Salva a España!
¡Salva a España!
Esta consagración la pronuncio el Rvdo. Padre Carlos Mestre (fsspx) ante la Imagen de la Inmaculada el día 8 de Diciembre de 2005 en la Capilla de Santiago Apóstol de Madrid.
de Tradición Católica nº 202