domingo, 1 de agosto de 2010

LA VIDA DE LOS SANTOS Y EL ECUMENISMO


José Andrés Segura Espada

De la importancia de la salvación de los infieles y herejes, da buen testimonio S. Antonio Mª Claret en su libro Ante todo la salvación de las almas, en el que toma los ejemplos de la vida de varias santas.
En todas ellas, como veremos enseguida, se muestra una vez más que las ansias de los santos de todos los tiempos son, a ese respecto –no me cansaré nunca de sostenerlo y defenderlo-, la conversión de los no cristianos y el retorno de los herejes y cismáticos.
Transcribiré a continuación varios ejemplos que cita en su libro, para después hacer un breve comentario, pues las letras del santo obispo me parecen más que elocuentes por sí mismas.

Respecto a los acristianos:
De la vida de santa Catalina de Sena: “Al considerar los muchos en que se malograba el beneficio de la Redención, lloraba y se lamentaba con singular ternura. En especial cuando estaba extática, la oían rogar por la conversión de los infieles”.
De la vida de Santa Rosa de Lima: “De quienes más se compadecía era de los que estaban en pecado mortal, porque conocía con la luz que Dios le comunicaba, cuán miserable era su estado. Lloraba continuamente su miseria y rogaba a Dios que convirtiese a todos los pecadores, y aun decía que padecería ella sola todos los tormentos del infierno, como fuese sin culpa, por que ninguno se condenase. Por esto deseaba que se predicase el Evangelio a los indios y la penitencia a los pecadores”.
“Ofreciose a un confesor suyo ir a Misiones. Temía el viaje por los peligros que había en él. Consúltelo con la Santa y ella le dijo: “Vaya, Padre mío, y no tema; vaya a convertir esos infieles, y mire que el mayor servicio que pueden los hombres hacer a Dios es convertirle las almas, y ésta es obra propia de los apóstoles. ¿Qué mayor dicha puede tener que bautizar aunque no sea más que a un indiezuelo y entrarle en el cielo por la puerta del bautismo?”.
“Persuadía a todos los frailes de Santo Domingo que se empleasen en este ministerio apostólico, diciéndoles: “Que si le fuera permitido, se anduviera predicando la Fe de un reino a otro hasta convertir a todos los infieles”. Tenía determinado criar a un niño huérfano, darle estudios y ordenarle sacerdote, sólo para inclinarle a convertir infieles y dar a Cristo un predicador ya que ella no podía predicar”.
De la vida de Santa Mª Magdalena de Pazzis: “¡Oh quien me diera, decía, poder ir hasta las Indias y tomar aquellos niñitos indios e instruirlos en nuestra santa Fe para que Jesús fuese dueño de sus almas y ellas poseyesen a Jesús!”
“Hablando de los infieles en general, decía: Si yo pudiese, a todos los cogería y los juntaría en el gremio de nuestra Santa Madre la Iglesia, y haría que ésta los purificase de todas sus infidelidades y los regenerase habiéndolos sus hijos”.

Respecto a los herejes:
Del Camino de perfección, cap. 1, n. 1-2, de Santa Teresa: “En este tiempo vinieron a mi noticia los daños de Francia y el estrago que habían hecho estos luteranos y cuánto iba en crecimiento esta desventurada secta. Diome gran fatiga, y como si yo pudiera algo, o fuera algo, lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal. Parecíame que mil vidas pusiera yo para remedio de un alma de las muchas que allí se perdían”.
De la vida de Santa Mª Magdalena de Pazzis: “Considerando el daño que hacían a las almas tan dilatadas herejías: ¡Ah, decía, sería preciso que nuestras almas fuesen como tortolillas, siempre gemidoras, que continuamente lamentasen la ceguera de los herejes”.
Todos estos ejemplos demuestran, una vez más, lo lejos que estaban los santos sentimientos y la pura doctrina de siempre tanto de San Antonio Mª Claret, como de las santas que cita, respecto al falso ecumenismo que no buscaba la conversión de los no cristianos, ni el retorno de los que desdichadamente abandonaron la verdadera fe de la Iglesia de Cristo.
Humanamente hablando, la tarea de enderezar esa corriente no conforme con la praxis de la Iglesia Católica de siempre, parece abocada al fracaso; tanto por el número, como por la escasez de medios de los que defienden la doctrina de todos los Papas y santos durante veinte siglos. Pero sin duda, Dios tiene otros designios.
Sigamos una vez más, el propio ejemplo del santo que nos ocupa, y hagamos un fervoroso voto como él a la Santa Madre de Dios: “A vos, Madre mía, sea la victoria. Vos venceréis. Sí, Vos que tenéis poder para acabar con todas las herejías, errores y vicios”.
¡Gloria y adoración sólo a Ti, Santísima Trinidad único y verdadero Dios!

Notas:
1. Ante todo la salvación de las almas, II,23.
2. Id. II, 26.
3. Id. II, 26.
4. Id. II, 27.
5. Id. IV, 46.

6. Id. IV, 47.
7. Id. III, 42.
8. Id. IV, 48.
9. Id. V, 58.


De la revista Tradición Católica nº 198