sábado, 30 de enero de 2016

MILAGROS EUCARISTICOS - 43


MENSAJEROS CELESTIALES
Año 1475, Aguaviva (España)

El sacerdote D. Bartolomé Sanz, vicario del pueblo de Aguaviva, consagró el día 23 de junio del año 1475, una Hostia grande, para conservarla y llevarla el día siguiente, festividad del Corpus Christi, en la procesión, depositándola con tres Formas pequeñas en una arquilla de plata, que encerró dentro del tabernáculo.

Y aunque por la noche no quedó en la iglesia otra luz que la de las lámparas, con todo, a las diez se declaro un voraz incendio que consumió toda la iglesia. Quedó el pueblo de Aguaviva tan triste como se puede pensar en semejante desgracia.

Apagado ya el fuego, comenzó el vicario a buscar junto al altar mayor si había quedado algo sin abrasarse, y limpiando la calcinada ara, halló una cruz pequeña de plata que contenía una partícula del Lignum Crucis. Hallazgo tan precioso sirvió para que se confirmara en la esperanza de hallar también ileso del incendio el Santísimo Sacramento, pues llamas que respetaron la santa Cruz, mayor comedimento habrían tenido con el Señor de cielos y tierra, que se dignó morir en ella. Siguió buscando las sagradas Formas con afán por espacio de cuatro días; pero no hallando indicio alguno de ellas, mandó a un muchacho llamado Bartolomé Manero, que consigo estaba, se quedara a la puerta de la iglesia, y no dejase entrar persona alguna hasta que volviese de visitar al vicario de Ginebrosa, que había venido a consolar a los de Aguaviva.

Estando, pues, ausente, entraron tres varones de aspecto muy venerable, por la puerta de la iglesia: el muchacho quiso impedirles la entrada, diciendo que su amo le había mandado no dejase entrar a nadie: pero ellos, como si no entendieran lo que se les decía, prosiguieron caminando hacia el altar mayor. Se fue entonces tras ellos, y llegando allí, le parecieron tan celestiales por su hermosura y resplandor, que dulcemente emocionado corrió a dar aviso a los citados vicarios.

Se van éstos a la iglesia, y no hallaron a los hombres que el niño dijo; pero sí sobre el ara del altar mayor la Hostia grande doblada por la una parte con que recogía las tres Formas pequeñas, todas ellas vueltas en color de carne y sangre.

Creen los de Aguaviva que aquellos varones fueron San Pedro, San Pablo y San Lorenzo, o ángeles enviados del cielo para que se descubriese el Santísimo Sacramento, que no se hallaba después de practicadas tantas diligencias.

No quedaron las sagradas Formas mucho tiempo con el color de carne y sangre, antes bien volviendo a su propio color están tan blancas, enteras y perfectas como el mismo día que se consagraron.
Se mandó hacer información jurídica del hecho, por el Arzobispo de Zaragoza, en aquel mismo año, y se practicó ante el notario don Nicolás Cid de Molinos, por el vicario de las Cuevas de Cañarte, mosen Jaime Cuadrado.

Se muestra este santísimo Misterio al pueblo en unos Corporales, en cuya orla se lee; "Amor me lo fay fer". Esto es: "El amor me hace obrar este prodigio".

(Lanuza, Hist. Ecles de Aragón, tomo I, libro 5, capítulo 20.
—P. Fr. Tomas Ramón, Devoción del Santísimo Sacramento,
libro 2°, milagro 35).


P. Manuel Traval y Roset