Cuando llego a un país, veo lo mas a menudo en su capital, como en un punto central, el estado general de este país bajo forma de noche, de bruma, de frío; veo también de muy cerca las sedes principales de la perdición, yo comprendo todo y veo en escenas donde están los mayores peligros. De estos focos de corrupción, veo derrames y cenagales extenderse a través del país como canales envenenados y veo en medio de todo esto a gentes piadosas en oración, las iglesias donde reposa el Santo Sacramento, los cuerpos innumerables de santos y bienaventurados, todas las obras de virtud, de humildad, de fe, ejercer una acción que sofoca, que apacigua, que detiene el mal, que ayuda donde hace falta. A continuación tengo visiones donde los malvados como los buenos pasan ante mis ojos. (AA.II.408)
Veo planear sobre ciertos lugares y ciertas ciudades, apariciones espantosas que les amenazan con grandes peligros o incluso con una destrucción total. Veo tal lugar derrumbarse de alguna manera en la noche: en otro, veo la sangre correr a ríos en las batallas libradas en el aire, en las nubes. (AA.II.408)
Y estos peligros, estos castigos, no los veo como cosas aisladas, sino que los veo como consecuencias de lo que pasa en otros lugares donde el pecado estalla en violencias y en combates encarnizados, y veo el pecado devenir la vara que golpea a los culpables. (AA.II.409)
Atravesaba la viña (la diócesis) de Saint Ludger (Munich) donde encontré todo en sufrimiento como anteriormente y pase por la viña de saint Liboire (Paderborn) donde trabajé en último lugar y que encontré en vias de mejora. Pasé por el lugar (Praga) donde reposan san Juan Nepomuceno, san Wenceslao, Santa Ludmila y otros santos. Habían muchos santos, pero entre los vivos pocos sacerdotes piadosos y me parecía que las personas buenas y piadosas se mantenían escondidas ordinariamente. Iba siempre hacia el mediodía (tras esa subida hacia el nordeste) y pasaba delante de la gran ciudad (Viena) que domina una alta torre y alrededor de la cual hay muchas avenidas y barrios. Dejaba esta ciudad a la izquierda y atravesé una región de altas montañas (los Alpes austriacos) donde todavía había, por aquí y por allá, mucha gente piadosa, especialmente entre aquellos que vivían dispersos: después, yendo siempre hacia el mediodía, llegue a la villa marítima (Venecia) donde vi recientemente a San Ignacio y sus compañeros. Vi ahí también una gran corrupción: vi a San Marcos y otros santos. Iba por la viña de san Ambrosio (la diócesis de Milán). Me acuerdo de muchas visiones y de gracias obtenidas por la intercesión de san Ambrosio, sobre todo la acción ejercida por él sobre san Agustín. He aprendido muchas cosas sobre él y, entre otras, que había conocido a una persona que tenía, en un cierto grado, el don de reconocer las reliquias. Tuve visiones a propósito de ese asunto y creo que él ha hablado de ello en uno de sus escritos...
Llegué a la casa de San Pedro y San Pablo (Roma) y vi un mundo tenebroso lleno de angustia, de confusión y de corrupción... vi en esta ciudad terribles amenazas viniendo del norte.
Texto tomado de Capilla Católica