Las profecías de la Venerable Sor Natividad son muy semejantes a las de Santa Hildegarda; y si hemos de declarar nuestra opinión, creemos que las superan en cuanto a señalar las obras y caracteres de las sectas masónicas. Ningún profeta las ha descrito tan bien, y buenas historias hay que no dicen tanto. Con pesar tenemos que omitir la mayor parte de la profecía, porque es muy larga. Poseemos la obra Revelations de la Saeur de la Nativité, en dos volúmenes, pero copiaremos parte del extracto que con frases literales hace el libro Las Profecías. Es como sigue:
«Persecución contra la Iglesia
Dios me hizo ver la malicia de Lucifer y la intención diabólica y perversa de sus adeptos contra la Santa Iglesia de Jesucristo. A la orden de su jefe, estos malvados han recorrido la tierra como furiosos, con intención de preparar los caminos y sendas al Anticristo, cuyo reinado se acerca. Con el soplo corrompido de aquel espíritu de soberbia han contaminado a los hombres, que, como apestados, se han comunicado el mal los unos a los otros, y el contagio ha llegado a ser general.
Marca de los impíos
He aquí lo que he visto. El mismo Satanás marcaba a sus satélites, que hacía cómplices de sus criminales disposiciones, con cierta materia infecta, en la frente o en otra parte de la piel, como para imprimirles un carácter de adhesión a su obra. Apenas marcados, parecían al momento corno cubiertos de lepra, de la cual quedaban inficionadas las personas que se dejaban tocar de ellos. Esta figura tiene relación al interior y al exterior de la Iglesia, y aun cuando no deba tener su perfecto cumplimiento sino en la revolución que empieza, expresa, sin embargo, las disposiciones de los que la preparan hace mucho tiempo. Tales son los esfuerzos del infierno para destruir en las almas el reino de Jesucristo y turbar a los fieles el ejercicio de su religión.
Estos emisarios del infierno y precursores del Anticristo, según se me ha hecho conocer, son los escritores impíos que por sus sistemas licenciosos y seductores han echado los fundamentos, hace ya tiempo, de la irreligión que domina. La materia infecta que comunica por todas partes el contagio, no es otra cosa que esa impura composición de impiedad, etc.; libertinaje que se extiende por todas partes y que causa tantos daños, bajo el especioso nombre de filosofía que jamás podrá merecer.
Visión sobre España
Después de esto -no cambiéis nada de lo que voy á decir—he visto una gran potencia levantarse contra la Iglesia: ha arrancado, pillado y devastado la viña del Señor, la ha hecho servir como de vía a los transeúntes y la ha expuesto a los insultos de todas las naciones (esto se cumplió, se cumple y acabará de cumplirse). Después de haber injuriado al celibato y oprimido el estada religioso, llena de orgullo y audacia, ha usurpado los bienes de la Iglesia y se ha como revestido de los poderes de nuestro Santo Padre el Papa (hasta en favor de banderías políticas), cuya persona y autoridad ha despreciado.
He aquí lo que dijo el Señor en su ira:— ¡Ay de los traidores y de los apóstatas! ¡Ay de los usurpadores de los bienes de mi Iglesia y de los que desprecian su autoridad! Han incurrido en mi indignación: yo pisaré su soberbia audaz, que desaparecerá de mi presencia como el humo que se evapora por el aire, en castigo de sus crímenes. Yo les pediré cuenta de una herencia destinada esencialmente al entretenimiento de mis templos y de mis ministros, como también al socorro de los pobres.
Visión de un árbol
Vi un árbol muy alto y muy grueso, que tenía cuatro raíces como toneles (aplicable a los tres poderes del parlamentarismo y a la prensa, que se llama cuarto poder); se veían tres sobre la tierra, formando como un tres-pies, y la otra estaba en el corazón del árbol: todas eran tan profundas, que parecían llegar hasta el infierno. Este árbol no tenia hojas ni verdor; su corteza era tan dura como el bronce: era tan alto, que yo no podía ver su cima, y de un lado se inclinaba hacia una pequeña Iglesia (¿otra vez la de España?) como si pretendiera aplastarla, pero sin lograrlo.
Vi en Dios que llegaría un tiempo en que este árbol de malicia y de corrupción seria abatido por el Señor más pronto que lo fue por David el gigante Goliat...
Proyectos impíos
Mas los impíos... componen folletos y libros, y luego los propagan por medio de sus partidarios con el mayor secreto para seducir insensiblemente a los buenos. Y los seducidos, temiendo ser descubiertos, vivirán en la mayor hipocresía y aparentarán sumisión y docilidad a los ministros del Señor... Pero los seductores saldrán de sus retiros cuando sean numerosos sus adeptos, y como los lobos carnívoros cubiertos de piel de oveja se arrojarán contra la Iglesia.
Manifestarán piedad y devoción muy austera; harán grandes limosnas a los pobres y a la Iglesia; darán permiso para edificar templos, conventos y hospitales: sacerdotes y obispos aplaudirán su celo... Pero no se tardará en descubrir sus intenciones. El despecho la rabia de los hipócritas al verse descubiertos serán muy grandes, y pretenderán entonces destruir completamente la Iglesia, y no podrán sufrir ningún sacramento ni ceremonia, ni siquiera la señal de la cruz.
Derrota de los impíos
Mis enemigos, decía el Señor, se alegran todavía; pero su alegría será seguida de muchas angustias, levantan trofeos contra mi: mas sobre los trofeos de su victoria estableceré yo su ruina y su destrozo. La medida está ya llena, y pronto llegará a su colmo. Los malos dan decretos contra mi Iglesia; pero según los decretos de mi justicia, perecerán con sus decretos y leyes sacrílegas. Sí, perecerán; está ya determinado; la sentencia está ya pronunciada. Con mi poderoso brazo los precipitaré como el rayo al fondo del abismo, y caerán con la misma prontitud y violencia que Lucifer y sus secuaces. Esta suerte les espera; la han alcanzado ya muchos de sus partidarios y también uno de sus principales jefes. Dios, añade la profetisa, me reveló el nombre de éste; pero me mandó no descubrirlo, pues se reserva el manifestarlo en tiempo oportuno, y entonces, en el día de su venganza, serán conocidas las personas y sus nombres».
Apología del Gran Monarca 1ª Parte.
paginas 236, 237, 238 y 239.
P. José Domingo María Corbató
Biblioteca Españolista. Valencia-Año 1904