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María de los Dolores Josefa Anastasia Quiroga y Capopardo nació en Venta del Pinar - San Clemente (Cuenca) el 27 de abril de 1811, y murió en Guadalajara el 27 de enero de 1891.
Religiosa concepcionista, sierva de Dios. En el correspondiente artículo de la Enciclopedia Espasa se le llama María Rafaela. Era hija de padre gallego, Diego Quiroga y Valcárcel, y de madre conquense, Dolores Capodardo del Castillo, ambos de ilustre abolengo venidos a menos. Residente durante dos años en las Comendadoras de Santiago (Madrid), profesó en la Orden de las Concepcionistas Descalzas Franciscanas, en el convento madrileño de Caballero de Gracia el 20 de enero de 1830 con el nombre religioso de Patrocinio de María. Comúnmente se le llamó Sor Patrocinio. Cerrado años más tarde este convento, pasan las religiosas a ocupar el de Jesús Nazareno, donde sor Patrocinio fue nombrada maestra de novicias (1845). Elegida abadesa el 7 de febrero de 1849, desempeña el cargo durante cuarenta y dos años, hasta la muerte, en diversas comunidades.
A partir de 1856, inicia en Torrelaguna su obra de reformadora y fundadora de nuevos conventos; a la hora de su muerte pasaban de 19 los conventos reformados o fundados; característica de la obra de sor Patrocinio fue, no sólo la restauración de la vida y observancia primitivas, sino la apertura de escuelas para niñas pobres en cada convento. Personalmente sor Patrocinio fue una mujer extraordinaria, no sólo por su belleza física y por su inteligencia sino, sobre todo, por su singular vida de santidad. Testigos oculares de diversa categoría deponen en favor de sus revelaciones, de sus éxtasis, de sus milagros y, sobre todo, de sus cinco estigmas extraordinarios que la hicieron pasar a la historia como «la monja de las llagas».
Pero lo que hizo de sor Patrocinio uno de los personajes más célebres y discutidos de todo el siglo XIX fue el hecho de verse complicada en la vida política del tiempo. Ciertamente mantuvo unas estrechas y confidenciales relaciones con Isabel II y su esposo D. Francisco, cuyo matrimonio había anteriormente predicho y favorecido, y con todos los miembros de la familia real; ella con el padre Claret y la madre Micaela del Santísimo Sacramento son, tal vez, las personas más allegadas a las regias interioridades. Pero ¿se valía realmente sor Patrocinio de su situación para hacer y deshacer Ministerios, apoyar pretensiones dinásticas, distribuir puestos políticos, etc. ? Creemos que ni ejerció, ni quiso ejercer semejante predominio político; si en algo interesó a sus regias amistades -y esto lo hizo- fue en favor de sus fundaciones y reformas; y, alguna vez, en asuntos más generales de la Iglesia, como, por ejemplo, cuando recomendó para la sede primada a fray Cirilo Alameda y Brea que la ocupó efectivamente, o cuando insistía ante la reina sobre la conveniencia de pedir al papa que nombrase al menos tres cardenales españoles, en un momento en que no había ninguno, y unos años más tarde España contaba efectivamente ya con cinco. Sin embargo, la «monja de las llagas» no pudo sustraerse a las críticas malignas de masones, liberales, progresistas y de todos los que, en un momento dado, se sentían frustrados en sus ambiciones políticas: sor Patrocinio era la culpable; y por ello calumniada, perseguida, desterrada: a Talavera (1837), a Badajoz (1849) por Narváez, por creerla complicada en la caída de su Ministerio Relámpago; a Roma, pero no llega (1852), por Bravo Murillo por suponerla responsable del atentado de Merino contra su amiga la reina Isabel; a Baeza y a Benavente (1855) por considerarla favorable a la causa carlista; y, finalmente, a Francia (1868) escapando de la revolución de septiembre. Con razón se la ha definido «campeón de desterrados».
Se abrió el proceso de su beatificación (19-VII-1907) y fueron aprobados sus escritos (18-VI-1930). Está en curso la causa.
Fuente: Isaac Vázquez, ofm, María de los Dolores Quiroga y Capodardo, en Q. Aldea (Dir.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España. Madrid 1973, vol. III, págs. 2040-2041
Religiosa concepcionista, sierva de Dios. En el correspondiente artículo de la Enciclopedia Espasa se le llama María Rafaela. Era hija de padre gallego, Diego Quiroga y Valcárcel, y de madre conquense, Dolores Capodardo del Castillo, ambos de ilustre abolengo venidos a menos. Residente durante dos años en las Comendadoras de Santiago (Madrid), profesó en la Orden de las Concepcionistas Descalzas Franciscanas, en el convento madrileño de Caballero de Gracia el 20 de enero de 1830 con el nombre religioso de Patrocinio de María. Comúnmente se le llamó Sor Patrocinio. Cerrado años más tarde este convento, pasan las religiosas a ocupar el de Jesús Nazareno, donde sor Patrocinio fue nombrada maestra de novicias (1845). Elegida abadesa el 7 de febrero de 1849, desempeña el cargo durante cuarenta y dos años, hasta la muerte, en diversas comunidades.
A partir de 1856, inicia en Torrelaguna su obra de reformadora y fundadora de nuevos conventos; a la hora de su muerte pasaban de 19 los conventos reformados o fundados; característica de la obra de sor Patrocinio fue, no sólo la restauración de la vida y observancia primitivas, sino la apertura de escuelas para niñas pobres en cada convento. Personalmente sor Patrocinio fue una mujer extraordinaria, no sólo por su belleza física y por su inteligencia sino, sobre todo, por su singular vida de santidad. Testigos oculares de diversa categoría deponen en favor de sus revelaciones, de sus éxtasis, de sus milagros y, sobre todo, de sus cinco estigmas extraordinarios que la hicieron pasar a la historia como «la monja de las llagas».
Pero lo que hizo de sor Patrocinio uno de los personajes más célebres y discutidos de todo el siglo XIX fue el hecho de verse complicada en la vida política del tiempo. Ciertamente mantuvo unas estrechas y confidenciales relaciones con Isabel II y su esposo D. Francisco, cuyo matrimonio había anteriormente predicho y favorecido, y con todos los miembros de la familia real; ella con el padre Claret y la madre Micaela del Santísimo Sacramento son, tal vez, las personas más allegadas a las regias interioridades. Pero ¿se valía realmente sor Patrocinio de su situación para hacer y deshacer Ministerios, apoyar pretensiones dinásticas, distribuir puestos políticos, etc. ? Creemos que ni ejerció, ni quiso ejercer semejante predominio político; si en algo interesó a sus regias amistades -y esto lo hizo- fue en favor de sus fundaciones y reformas; y, alguna vez, en asuntos más generales de la Iglesia, como, por ejemplo, cuando recomendó para la sede primada a fray Cirilo Alameda y Brea que la ocupó efectivamente, o cuando insistía ante la reina sobre la conveniencia de pedir al papa que nombrase al menos tres cardenales españoles, en un momento en que no había ninguno, y unos años más tarde España contaba efectivamente ya con cinco. Sin embargo, la «monja de las llagas» no pudo sustraerse a las críticas malignas de masones, liberales, progresistas y de todos los que, en un momento dado, se sentían frustrados en sus ambiciones políticas: sor Patrocinio era la culpable; y por ello calumniada, perseguida, desterrada: a Talavera (1837), a Badajoz (1849) por Narváez, por creerla complicada en la caída de su Ministerio Relámpago; a Roma, pero no llega (1852), por Bravo Murillo por suponerla responsable del atentado de Merino contra su amiga la reina Isabel; a Baeza y a Benavente (1855) por considerarla favorable a la causa carlista; y, finalmente, a Francia (1868) escapando de la revolución de septiembre. Con razón se la ha definido «campeón de desterrados».
Se abrió el proceso de su beatificación (19-VII-1907) y fueron aprobados sus escritos (18-VI-1930). Está en curso la causa.
Fuente: Isaac Vázquez, ofm, María de los Dolores Quiroga y Capodardo, en Q. Aldea (Dir.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España. Madrid 1973, vol. III, págs. 2040-2041
Tomado de: sorpatrocinio.org